Capítulo 4: Excursión
Juvia aún sentía su corazón latiendo con fuerza a cada roce de sus labios, a cada leve caricia que sentía en sus mejillas con aquellas ásperas manos castigadas por el crudo tiempo del mar. Juvia abrió los ojos con lentitud al notar cómo se separaba Gray de ella.
- ¿Qué quieres saber de mi país? – preguntó Gray con una leve sonrisa jugando con sus dedos a hacer montículos de arena.
- ¿Qué se dice de la Reina de mi país? – preguntó Juvia con cierto rubor.
Quería saber la otra versión, nadie sabía qué había ocurrido a ciencia cierta con todo el tema de su madre y su padre, jamás hablaba sobre nada referente a su difunta esposa. Gray suspiró y trató de recordar las cosas aunque tampoco estaba seguro si contarle todo lo que se rumoreaba.
- Comentaron que la encontraron en el barco hundido cerca de la costa del Reino del hielo. Nadie sabía qué hacía allí.
- Eres muy cortés, no me lo estás contando todo. ¿Qué escondes?
- Me llegaron rumores de que tenía un amante. Que se había escapado del Reino del agua para estar con él.
- Eso mismo decían por aquí – comentó Juvia – creían que el Rey del Hielo era su amante.
- Son sólo rumores, nadie sabe lo que ocurrió en realidad excepto que se encontró su cuerpo en ese barco que nadie sabía que iba de camino a mi reino. Es posible...
- ¿Es posible? – preguntó Juvia al notar cómo Gray había dejado la frase a medias y pensaba.
- Nada, da igual.
- No, quiero saber qué ibas a decir.
- No sé, es sólo una intuición pero una vez con mis padres fuimos a hacer una petición a la sala real, un problema con una tormenta que destruyó la mayoría de barcos de pesca. La Reina no me pareció alguien de fiar, pero no sé, sólo es una impresión. Sentí algo de lástima por el Rey, estaba decaído y parecía algo enfermo, los asuntos de estado parece que ahora los lleva la Reina por la baja salud del Rey. Pero como ya te he dicho, yo no sé apenas nada, sólo era un pescador en aquel tiempo y ahora... un vulgar pirata, ni siquiera tratarían conmigo – sonrió.
- ¿La Reina lleva todos los asuntos del Estado? – susurró Juvia con sorpresa sin creérselo.
- Bueno, no me hagas mucho caso – sonrió Gray – ya te he dicho que sólo era una impresión, tan sólo era un chiquillo en aquel tiempo. No le di mucha importancia. Los rumores hablan de que el Rey perdió a un hijo, así que pensé que quizá no se encontraba bien por sentirse culpable o por la ausencia de su hijo, la pérdida le tendría sumido en esa depresión.
- No sabía que había perdido a un hijo.
- Son rumores que ya se han olvidado – comentó Gray sonriendo – la historia cuenta que una noche entraron al palacio unos intrusos y secuestraron a su hijo primogénito, el hijo de su primera y difunta esposa antes de que contrajese matrimonio con la actual reina. Secuestraron al niño seguramente para pedir alguna recompensa y simplemente, le encontraron muerto bajo una capa de hielo. Puede que se cayese en las frías aguas, no se sabe mucho acerca del tema. La gente fue olvidándolo poco a poco. De todas formas no cambia mucho la cosa, el Rey tuvo otro hijo con la actual Reina así que tienen un heredero al trono.
- Ya veo.
- Dicen que la Reina del agua tuvo una hija antes de su fallecimiento.
- Sí, tenía meses cuando falleció.
- Debías de ser una niña.
Juvia se sorprendió de aquello, era imposible que le pillase una mentira así, Gray pensaba que ella era una sirvienta más. Gray vio el desconcierto y volvió a intervenir.
- Me refiero a que ni siquiera trabajarías aún en palacio.
- Ah, no – comentó Juvia fingiendo – Tengo prácticamente la misma edad que la princesa – fingió – entré a trabajar a los quince años – mintió.
- ¿La conoces?
- Sí, suele estar por la biblioteca.
- ¿Te da mucho trabajo? – sonrió Gray y Juvia sonrió.
- No, la verdad es que no le gusta mucho ir rodeada de sus criadas, nos manda a hacer nuestras tareas y suele estar casi siempre sola. Apenas sale del palacio, de hecho... nunca lo hace.
- Parece que tú tampoco – comentó Gray.
- Estoy siempre muy ocupada con las tareas del palacio – mintió de nuevo – otras chicas se encargan de ir a comprar así que no salgo nunca. Tengo una habitación en el ala de los sirvientes.
- Debe de ser muy aburrido estar siempre en el mismo lugar.
- Lo es – comentó Juvia entristecida.
- ¿Tienes algo que hacer ahora mismo? – preguntó Gray.
- No, ¿por?
- Porque me gustaría que me acompañases al pueblo. Tengo que comprar algunas cosas para arreglar el barco y si quisieras venir... te vigilaría para que no te perdieras, podrías ver lo que hay fuera. Prometo traerte de vuelta sana y salva – sonrió
- No sería conveniente – comentó Juvia pero Gray cogió su mano levantándose y levantándola a ella tras él.
- Vamos, te traeré pronto, te lo prometo.
Gray tiró del brazo de Juvia arrastrándola tras él y corriendo por la orilla hasta que vio cómo Juvia le comentaba que parase un poco, no estaba acostumbrada a correr, en el palacio nunca había tenido que hacerlo. Gray se detuvo sonriendo y cogiéndola de improvisto a caballito empezando a correr de nuevo hacia la última escollera mientras escuchaba cómo sonreía Juvia.
No se lo pensó dos veces Gray antes de congelar el agua y patinar sobre él hasta dar la vuelta a la escollera y poder salir de allí. Juvia se sorprendió, había escuchado de aquel poder de hielo pero jamás lo había podido ver. Primero la rosa y ahora congelar tanta cantidad de agua para crear ese camino, sabía que ese chico era interesante y que haría cosas increíbles. Quería seguir descubriendo más cosas de él.
Gray la bajó sólo cuando estuvieron cerca del pueblo y mientras le contaba historias sobre sus aventuras, Juvia miraba embelesada todos los mercadillos de la zona. Aún no podía creerse Gray que una simple sirvienta como ella tuviera tantas ocupaciones a lo largo del día como para impedirle salir al mundo exterior. Estar atrapado siempre en un palacio no podía ser nada bueno. Sólo de pensar en cómo debía ser la vida estando siempre encerrado en las cuatro paredes de un palacio, le desesperaba.
No podía dejar de mirar a Juvia correr de un lado al otro de la calle mirando todas las tiendas, todos los escaparates que estaban a su alcance y observando con detenimiento los objetos que vendían. El moreno sonrió sin poder creerse nada, era todo tan surrealista. Nunca habría imaginado que a una pobre sirvienta ni siquiera la dejasen salir de allí para ver el mundo que la rodeaba.
Gray vio al fondo cómo se acercaban unos soldados de palacio y agarró con cierta fuerza la muñeca de Juvia empujándola hacia atrás y llevándosela de allí en busca de alguna calle secundaria menos transitada. La chica pensó que quizá la había descubierto al ver cómo huían ambos de los soldados pero al final entendió lo que ocurría, ella era la que iba con un pirata, era él quien huía del lugar, no tenía nada que ver con ella ni con que hubiera podido Gray descubrir su gran secreto.
Se escondieron tras una de las esquinas que daba a una sombría calle. Gray no podía apartar sus temerosos ojos de aquellos guardias que se aproximaban cada vez hasta su zona. Juvia que veía cómo se tensaba aquel joven pirata al que iban a descubrir si no hacía algo con rapidez, colocó sus manos en las sonrojadas mejillas del joven acercándole con suavidad hasta juntar sus labios a los suyos.
Ambos podían escuchar el ruido de los pasos de aquellos guardias que seguían su camino sin percatarse de la feliz pareja, preferían vigilar a posibles delincuentes que involucrarse en líos amorosos o espectáculos en los rincones de estrechas callejuelas. A medida que el sonido de los pasos se marchaban, Gray empezaba a calmarse, sus manos se relajaban buscando la cintura de la chica para acercarla más hacia él y besarla con mayor profundidad disfrutando por fin de aquel beso que le había hecho bajar sus defensas.
Aunque todo había sido demasiado precipitado y Juvia sabía que el peligro había pasado, era incapaz de soltar los labios de aquel astuto pirata que estaba consiguiendo a cada segundo que pasaba robarle el corazón. Cada una de sus acciones hacía que se enamorase más y más de él. Sabía que no tenía vuelta atrás, aquellos sentimientos que por primera vez brotaban en su interior no los había vivido antes y aunque sabía que estaba mal, que esa "relación" jamás llegaría a nada, no podía evitar sentirse completa estando al lado de aquel corsario.
- Creo que deberíamos volver – comentó Juvia sonrojada con pesadez y desánimo.
- Si, será lo mejor – dijo Gray – te acompañaré al palacio.
- Gracias.
De camino al palacio, reinó un tenso silencio motivado por cierta vergüenza que crecía en ambos tras darse cuenta de esos extraños sentimientos que empezaban a brotar en los dos. Ni siquiera Gray tenía pensado enamorarse, quizá haber tenido una nueva conquista y nada más pero ahora, tras ver cómo ella le había salvado de un horca casi segura si le encontraban por allí, la veía como una aliada, como una compañera más. Si hubiera podido llevársela con él lo habría hecho sin dudarlo, pero también estaba seguro que todos esos sentimientos que estaba sintiendo se quedarían en el olvido, en lo más hondo de su corazón sin poder sacarlos. Ambos eran de mundos muy diferentes, demasiado para poder unirlos.
- ¿Qué harás luego, Gray? – preguntó Juvia.
- Arrastraremos el barco hasta la cueva que nos dijiste, tendremos que ocultarlo. Cuando esté arreglado seguramente partiremos nuevamente. No nos gusta mucho la tierra, excepto a mi contramaestre – sonrió al recordar los intensos mareos de su compañero en el barco y los transportes.
- De acuerdo – comentó Juvia sonriendo y caminando hacia las murallas del interior.
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