Capítulo XIV: El cazador

"En todas las páginas oscuras de la maldad sobrenatural, no hay una tradición más horrible que la del vampiro, un paria incluso entre los demonios".

—Montague Summers.


La salida parecía lejana, obstruida por la oscuridad y custodiada por la bestia con forma humana y ojos rojos resplandecientes. Tan fácil fue ingresar al edificio abandonado, pero ahora parecía imposible salir de él. Cuando intentaba dar un paso hacia adelante, algo me golpeaba y me hacía retroceder. Si no llevara a cuestas a mi antiguo compañero, podría hacerle frente sin problema.

Tal vez no era un peleador experto, pero encontraría la manera de avanzar hacia la salida. Así fuese pataleando y mordiendo, salvaría a mi amigo de las garras de aquel inhumano.

—¿Para qué te esfuerzas tanto? —preguntó el vampiro, desde alguna parte—. Tienes la oportunidad de vivir para siempre. Puedes hacer lo que sea. Pero en cambio, te esfuerzas por proteger a un simple humano, cuya existencia es tan efímera que pasa desapercibida para el resto del mundo.

—¡Lo hago porque es mi amigo! —le grite—. Tú también fuiste humano, deberías entender.

—Sí, fui un humano. Uno que fue condenado a morir de una forma horrible —siseó con molestia—. Me negué a terminar mi vida en la cama de un hospital, sintiendo dolor hasta el último momento. Así que acepté el ofrecimiento de un extraño. Me prometió que el dolor desaparecería y me volvería más fuerte. El único precio que tenía que pagar, sería consumir la sangre de otros.

—Pero lo que haces es horrible. Juegas con tus victimas como si sus vidas no importaran. Te haces pasar por el amable profesor y luego te vuelves un monstruo.

—¿Qué diferencia hay entre tú y yo? —su pregunta fue directo a mi estómago, como un puñetazo—. Ambos asesinamos para poder vivir. Encontramos gusto en saborear la sangre de otros. Nos excita extraer la vida misma de un humano, ¿o me equivoco?

Un puño emergió entre las sombras y me golpeó con tanta fuerza que terminé estampado en una pared, separado de Valderrama. Al alzar la mirada, vi como el hombre levantaba sin problemas al chico. Sus ojos centellaban, llenos de malicia y perfidia. No fue difícil imaginarme lo que haría.

Aun con la velocidad absoluta, mis reflejos inhumanos y mis deseos por salvarlo, no fui capaz de evitar que el desgraciado rompiera el cuello del chico. El crujido taladró mis oídos, mientras que una sensación filosa y ardiente se enterró profundamente en mi pecho.

Quedé inmóvil, observando en cámara lente como mi amigo caía inerte al suelo. Sus ojos abiertos me miraban, carentes de todo brillo y esperanza.

Grité por rabia más hacia mí, que por otra cosa. No fui capaz de salvarlo, aun con toda las ganas del mundo.

—Es una pena desperdiciar una comida tan deliciosa —dijo, mientras miraba con desagrado el cadáver—. Pero ver tu expresión es mejor. Mucho más que la de aquella noche.

Ni siquiera me importaban sus palabras. Aun cuando la rabia que sentía hacia él era inmensa, peor era el sentimiento de culpa que me flagelaba la espalda. No era capaz de apartar la mirada de los ojos del chico. Sentía como su alma me reprochaba por no haberlo salvado y no haber hecho lo suficiente. Aun teniendo el poder de ver el futuro, era incapaz de salvar a un conocido.

—Esto ya se está volviendo aburrido. Debería matarte de una vez —me alzó del cuello. Mis pies apenes rosaban el piso húmedo—. Esta vez nadie se va a interponer.

Posicionó su mano libre, preparado para clavar sus garras manchadas con sangre en mí. Tal vez hubiese sido mejor sentir miedo, en vez de un amargo sabor en la boca y el remordimiento áspero en mi pecho.

De repente sentí como caía al piso, mientras que mi atacante lanzaba varios alaridos de dolor. Luego percibí un intenso olor a sangre descompuesta. Tras enfocar la vista, vi una mano en el suelo, cercenada con una precisión casi perfecta.

Por un segundo pensé que mi salvador había llegado para salvarme. Pero al mirar en las sombras, había dos siluetas encapuchadas. Poseían olor humano, pero ligeramente distinto a la del resto. Tras darme cuenta de ello, mi corazón se aceleró y mi respiración se hizo más dificultosa. No era simple miedo, sino horror puro.

—¿Es ese al que buscamos? —escuché una voz femenina que me resultó muy familiar. Alcanzaba a ver que sostenía un artefacto por el sutil resplandor metálico que emitía con la minúscula luz. Esa cosa emitía olor a sangre descompuesta, igual a la de la mano amputada del profesor Cuzatti.

—No, Charlotte. Solo es un vampiro sádico con poco tiempo transformado—respondió el otro, con un acento ruso que me terminó de confirmar lo que suponía.

—El chiquillo que está en el suelo parece asustado—dijo la mujer, ahora enfocando su atención hacia mi—. ¿Estás bien...?

Parecía tener la intención de acercase a mí, cuando el hombre de repente la detuvo con brusquedad.

—Vas a hacer que te maten uno de estos días —le recriminó—. Aunque mi intuición también fallo. Le pedí indicaciones a un asqueroso vampiro y no me percaté de ello.

—¿Eh? —la mujer no parecía entenderlo y el sujeto no parecía dispuesto a explicárselo.

Aun con las piernas temblorosas me levanté. Estaba atento a sus movimientos. Con cada pieza en su lugar podía comprender lo que ellos eran. Por fin habían aparecido.

—¡Los mataré, gusanos! —el profesor vociferó en una mezcla horrible de rugido y chillido.

En un movimiento iracundo y aberrante se lanzó hacia ellos, con toda la intención de matarlos. Cerré los ojos para evitar ser testigo del baño de sangre que sería. Aunque fuesen cazadores, eran simples humanos que poco podrían hacer ante un vampiro. O eso creía.

Al no escuchar ningún sonido desagradable, lentamente abrí los ojos solo para ver como el profesor Cuzatti era sometido por el par. Era absurdo e imposible, pero cierto. De alguna manera extraña lo que había cortado su mano, ahora rodeaba su cuello y lo mantenía sujeto en una extraña llave. Parecía una especie de látigo hecho de metal, aunque lo suficientemente flexible como para ser usado como soga.

El hombre sacó una daga argenta, con lo que parecía inscripciones grabadas a lo largo de la hoja. Sin titubeos lo clavó el pecho desprotegido del vampiro. Luego esté soltó un gemido ahogado.

—El infierno te espera, demonio —susurró a su oído, luego arrancó de golpe la daga. Mi profesor cayó al suelo, sin hacer ningún movimiento después.

Realmente los cazadores eran fuertes. Sus presencias eran imponentes e intimidantes. Mis instintos me decían que huyera de allí, pero al mismo tiempo mi cuerpo se negaba a hacer algún movimiento. Estaba helado por lo que acababa de ocurrir.

—Ahora... —la mujer agitó su látigo plateado en mi dirección, pero solo golpeó el suelo a milímetros de mi. Aunque fue suficiente para crear un chispazo y hacerme reaccionar—. ¿Qué hacemos con él, Boris?

—Acabarlo, obviamente. Los peores monstruos son aquellos que saben disimularlo —aseguró con tono sombrío—. Es la primera vez que un vampiro pasa desapercibido para mi intuición.

—Tal vez ya te estás haciendo viejo —le dijo la chica con tanta sutileza como el golpe de un ladrillo en el rostro. El hombre la miró con dureza, pero no le dijo nada.

—Será mejor terminar con esto —apuntó su daga hacia mi—. Te concederé un final rápido e indoloro, pero solo si no te resistes. Tal vez no lo merezcas, monstruo. Pero considéralo un premio de consolación por haberte ocultado muy bien.

Se suponía que esa noche sería tranquila. Pasearía con Chris y luego iríamos a casa. Tal como hacíamos casi a diario. Cuando salí en lo último que pensaba era encontrarme con cazadores. Mucho menos pasó por mi mente que moriría allí, de forma tan decadente. Había deseado pasar la eternidad con mi chico, pero en cambio, la inmortalidad no parecía ser tan larga como pensaba.

En esos pocos meses había estado al borde de la muerte más veces que cualquiera. Ni como humano ni como vampiro era capaz de sobrevivir por mi cuenta. Era tan débil que mi propia existencia carecía por completo de valor.

El hombre lanzó la daga con destreza. En ese instante todo comenzó a andar en cámara lenta. El mundo carecía de sonidos, salvo el tic-tac de un reloj. Tal como aquella noche en la que como humano casi morí, empecé a recordar todo nuevamente. Pero, en vez de rememorar mi vida humana, lo único que alcancé a ver fue la imagen de Chris. Todo lo que habíamos hecho y lo protegido que me sentía con su sola presencia.

De repente el recuerdo cambió. Todo se volvió oscuro, lo único visible era él, mirándome con dureza. Entonces entendí que si moría allí, sin siquiera haber luchado, él estaría muy decepcionado. Después de todo invirtió mucho tiempo explicándome como defenderme del peligro.

Definitivamente no quería morir y dejar de ver a mi Chris. Lucharía y patalearía para ahuyentar las sombras que buscaban destruir mi futuro. Tenía la fuerza y el deseo de vivir.

Interpuse mi mano en el camino de la daga hacia mi pecho. El dolor fue intenso, más de lo que esperaba. Pero a pesar de ello, mi determinación no mermó. Aun con las piernas temblorosas, me levanté y sin titubeo tomé la empuñadora de la daga y la arranqué de mi mano.

—No me interesa morir aquí, mucho menos sabiendo que alguien me está esperando —aseguré, luego tiré el arma al suelo.

El par se miró entre ellos. Luego la chica preparó su látigo, mientras que el hombre sacó otra daga igual que la anterior.

—Me doy cuenta que tienes poco tiempo de vampiro, mucho menos que éste —el sujeto señaló el cadáver del profesor Cuzatti—. Hubiese sido mejor para ti que esto acabara rápido.

—¡No me importa! —vociferé y por primera vez se sintió bien expresarme como un vampiro.

El hombre arrojó sus armas, al mismo tiempo que la chica agitó su látigo en mi dirección. Gracias a que podía interpretar las imágenes con rapidez, me di cuenta que la mujer usaba su látigo para empujarme a ir hacia el otro lado, donde justamente terminaría en el camino de la daga del hombre. Era una estrategia perfecta.

Tras haber deducido sus intenciones me quedé inmóvil, dejando que ambas armas pasaran a mis lados sin que me hicieran daño. Si hubiese caído en esa trampa, en ese instante estaría con un cuchillo enterrado en mi pecho.

Sin darle tiempo para que retornaran su ataque me abalance hacia ellos. Inmediatamente la mujer de cabello negro agitó el látigo en mi dirección. Logré esquivarlo, aunque rozó mi brazo, dejando un superficial aunque doloroso corte. Parecía que el material del que estaba hecho ese látigo y las dagas era especial para vampiros o algo así.

Los cazadores buscaron esquivar mi arremetida, justo lo que quería. Ahora tenía el camino libre hacia la salida. Con mi velocidad inhumana podría estar fuera de allí en un par de segundos.

Era capaz de sentir en mi cara la suave brisa de la libertad, inclusive percibía la fragancia de mi novio en el aire. Pero todo eso acabó de golpe, con un ardor punzante en mi espalda seguido de un duro golpe que me dejó sin aliento.

—Eso estuvo cerca, Boris. Casi logra escaparse —dijo la chica, con tono despreocupado.

—Sí. Lo infravaloré por tener apariencia de mocoso —aseveró—. Ya me estoy aburriendo de esto —intenté levantarme del suelo, pero antes que pudiera hacerlo, el hombre pateó justo en mis costillas con tanta fuerza que me aventó contra la pared.

No lograba entender como era que siendo un humano tenía tanta fuerza. Cuando mi hermano me golpeó aquella noche, apenas y lo sentí. Aun sabiendo por experiencia propia cuan fuerte podía llegar golpear.

Ellos no parecían tener alguna diferencia con los humanos normales. Salvo por un olor ligeramente distinto y las armas raras, no había más contraste.

Aunque me esforzara por vivir, parecía que no importaba mucho. Me matarían de todas maneras, luchara o no por mi vida. Comprendí a la mala que los monstruos como yo no podían tener otro final que no fuese morir a manos de quien defiende a esa vida, que por miseria o envidia, yo tenía que arrebatar.




Holaaaaa mi gente!!! Espero que les haya gustado este capítulo. Es el primero de una tanta de cuatro más o menos. Pueden dejarme sus comentarios y si creen que lo vale, una estrellita :3

Recuerden que pueden pasarse por mis otras historias disponibles en mi muro. Estoy seguro que les gustarán también.

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