Capítulo IX: Celos
"He amado hasta llegar a la locura; y eso a lo que llaman locura, para mí, es la única forma sensata de amar".
—Françoise Sagan.
Una semana transcurrió de aquel hecho que deseaba olvidar. Aunque me adaptaba al hecho en sí, recordarlo me causaba algo de incomodidad. Pero como me había dicho Chris, yo era quien decidía si me dejaba o no aplastar por la culpa. Por lo que poco a poco tenía que aprender a soportar la culpa y en algún momento dejarla de sentir, ya que tras haber consumido la vida de muchos, poca diferencia hacía sentir o no arrepentimiento. Ese sentimiento solo era aplicable a los humanos, que veían monstruoso acabar la vida de otro.
Gracias a que poseía la habilidad de aguantar un poco el sol, ahora podía caminar un poco en las mañanas, cuando el sol no fuese tan intenso, o durante el atardecer. Pensaba que estar entre la gente me haría olvidar un poco. Pero resultó el efecto contrario.
Mis sentidos agudos jugaban en mi contra. Era difícil para mí pasar al lado de alguien, ya que sentía el impulso de relamerme los labios. La sed se incrementaba y solo deseaba hincarle mis colmillos a alguien. Tal vez se debía a que hacía varios días que no tomaba sangre y no estaba adaptado a estar entre tentaciones. Fuese lo que fuese, lo lograba mantener con mucha fuerza de voluntad.
Otra forma de mantenerme cuerdo, era dibujando cualquier cosa. Aunque cada vez que empezaba a pintar, terminaba entrando en una especie de trance profundo. Cuando volvía en sí, me daba cuenta que, lo que tendría que ser una bella pintura, era más una especie de frenesí desquiciado. Apenas y alcanzaba a percibir dos figuras grandes y una más pequeña alejada. El resto eran simples pinceladas violentas que la envolvían. No comprendía la razón ya que eso nunca me había ocurrido antes. Si habían ocasiones en las que me sentía despejado e incluso con la mente fuera de la realidad, pero al final pintaba lo que quería dibujar. No un montón de cosas sin sentido. Si siquiera era surrealismo. Parecía más los trazos violentos de un esquizofrénico desenfrenado.
Tal vez era a causa del estrés de todo lo que me estaba ocurriendo.
A Chris no le importaba mucho que saliera, solo me advertía los peligros. Él desaparecía durante horas hacia algún lugar que no conocía. Obviamente no le preguntaba nada, ya que no era algo de mi incumbencia. Solo despertaba un poco de mi curiosidad.
—Antes deseaba estar solo. Pero ahora que lo estoy la mayor parte del tiempo, no me gusta —susurré para mí mismo o tal vez diciéndoselo al el primer dibujo que hice de Chris. La mayor parte del tiempo me la pasaba observando mis antiguos dibujos, haciendo especial énfasis en aquel que hice cuando conocí a Chris.
Ya estaba entrando la noche y aun no lo había visto. Normalmente nos encontrábamos en una plaza cercana a los límites de la ciudad. Debido a mi poca resistencia al sol, solo podía llegar hasta allí durante el día. Más tiempo de exposición se sentía como si estuviera rodeado por el propio fuego del infierno. Si no tuviese parte de la virtud de Chris, ni siquiera fuese capaz de ver por la ventana durante el día sin que mi cara se quemase.
Él sabía que si no estaba en la casa, estaría allí en esa plaza. A veces continuábamos hacía el centro de la ciudad donde estaba concentrado la emoción de la vida nocturna. En otras, solo nos regresábamos a la casa abandonada y quedábamos allí en esa rutina ciertamente decadente. La vida como vampiro era realmente aburrida. Pero no me podía quejar, puesto que al menos estaba vivo.
Pero tras estar más tiempo del esperado, decidí encaminarme solo hacia la ciudad. Era lo suficientemente mayor como para cuidarme solo. Además que solamente caminaría por ahí.
(...)
Mientras más me acercaba al centro, más se incrementaba el número de personas caminando por ahí. Me hacía recordar la noche en la que me encontré con el profesor Cuzatti y la historia posterior ya conocida. Solo recordarla me causaba escozor en los brazos.
—¡Oye, Cohen! —escuché que me llamaban. Al girarme, vi a un chico caminar hacia mí. Era un antiguo compañero de clases. Su nombre era Camilo Valderrama—. ¡Vaya, que sorpresa encontrarte!
—Oh... hola, Valderrama —deseaba que la tierra me tragase. Lo último que deseaba era encontrarme con uno de mis antiguos compañeros.
—¿Que ocurrió contigo, hermano? Desapareciste y ninguno de nosotros sabía dónde estabas. Pensábamos que te había pasado algo malo —claramente mi desaparición había sido notada por varias personas. No era para menos, ya que los profesores se fijaban mucho en mi talento y llamaba la atención.
—T-tranquilo. No tienen que preocuparse. Solo... quise cambiar de rumbo y cambiar la rutina. Eres artista como yo, seguro entenderás.
—Lo comprendo, pero... con todas las desapariciones que han estado pasando, muchos pensaban que estabas... muerto —aseguró en tono bajo. Técnicamente estuve a punto de morir—. ¿Regresarás a clases?
—No lo creo. Aunque quisiera... hay cosas que me lo impiden —traté de parecer cordial, aunque era difícil—. Por favor, saluda a los demás de mi parte. Y diles que estoy bien.
—Por supuesto. Se alegrarán de saber que estás bien. Y el profesor Cuzatti le gustará escuchar sobre ti también.
Sentí como si me golpearan en el estómago cuando el chico hizo mención de aquel desgraciado. Recordé que durante nuestra charla me dijo que iba a regresar a dar clases otra vez. Ahora estaba aun más convencido que él era el responsable de las muertes y desapariciones que habían estado pasando.
—Valderrama, ten cuidado con él —le advertí en tono bajo y seriamente. Él simplemente me miró confundido—. M-me tengo que ir. Hasta luego, fue un gusto verte.
Justo al dar media vuelta, me encontré con la mirada penetrante de mi maestro y salvador. No parecía muy feliz, tal vez por verme hablar con un viejo conocido, cuando me advirtió no hacerlo.
Al estar frente a él, esperaba que dijese algo. Pero en cambio, dio media vuelta y se alejó. El silencio era algo habitual, pero justo en ese instante fue igual de punzante y frío que un carámbano.
—O-oye, Chris ¿ocurre algo? —le pregunté, mientras trataba de seguirle el paso. No hubo respuesta—. Sé que no puedo hablar con mis antiguos conocidos, pero me lo encontré por casualidad. No dije nada que me comprometiese. Solo le dije que estaba bien y que no se preocupase.
—Bien —dijo, monótono y tajante.
Solté un suspiro de resignación. Era obvio que había cometido un grave error al hablar con mi antiguo compañero. Pero no podía simplemente hacer como si no me hubiese visto y alejarme. Lo conocía y era muy capaz de haberme seguido hasta averiguar lo que estaba pasando conmigo.
La sequedad con la que me estaba tratando era bastante amarga. Una cosa era disimular los sentimientos y permanecer siempre serio. Otra, que se molestase así y no me quisiera hablar.
Ambos entramos a la vieja casa y él, antes que pudiera decirle algo, fue directo a una habitación y cerró la puerta. No me sentí cómodo con la situación y preferí no insistir. Lo único que me quedaba claro era el hecho que había cometido un grave error y muy probablemente me tenga que alejar de él a causa de ese hecho.
Solo me quedé observando la puerta cerrada durante un par de minutos, pensando en todo lo malo que acarrearía mis actos. Nunca me importó ser la decepción de otros. Ya que durante mucho tiempo mi familia se encargó de hacerme sentir como tal, hasta el punto que me dejó de importar la opinión del resto. Pero con Chris era distinto. Sentir que lo había decepcionado me generaba un vació profundo en mi pecho, tan fuerte como una apuñalada.
Caminé cabizbajo hacia la parte trasera de la casa. Caí pesadamente sobre una vieja silla y alcé la vista hacia el cielo negro. Ni siquiera había estrellas que aliviaran el pesar en mi pecho. Las nubes de tormenta lo cubrían todo con su oscuridad.
Tomé mi libreta y me dispuse a ojear mis dibujos. Esperando que con eso pasara un poco la pesadez de mi alma. Tras pasar un par de ellas, me encontré con los garabatos sin sentido que había dibujado en mi estado inconsciente.
Ahora que lo veía más detenidamente, las dos siluetas grandes me hacia recordar cuando estaba conversando con mi ex-compañero. Y la silueta pequeña era Chris, quien me observaba desde la distancia. Nadie más vería sentido a unos garabatos tan desastrosos. Solamente mi mente perturbada encontraría formas u objetos en algo así de caótico.
Proseguí con mis ojeadas y acabé observando la pintura de Chris. No lograba entender porqué me terminaba atrayendo tanto. Era como una tortura perpetua que estaba dispuesto a soportar. Era consciente que estaba rosando peligrosamente la etérea línea entre la sensatez y la locura.
De repente escuché como detrás de mí, alguien carraspeaba con la garganta. Rápidamente me giré hacia él, para mirarle el rostro. Parecía estar más apagado de lo normal. Inclusive me atrevía a decir que estaba avergonzado puesto trataba de evadir lo más posible mi mirada.
—D-Dan, yo... —parecía que se le hacía difícil gestionar lo que quería decirme. Ya me empezaba a preparar para lo peor—. S-siento mucho haberme comportado así.
Su disculpa me tomó por sorpresa. No era lo que me esperaba. Ahora me sentía mal por haber pensado lo peor de él.
—Discúlpame también, por haber quebrado una de tus reglas. Prometo que no volverá a pasar —le aseguré. Pero en vez de generar tranquilidad en él, su semblante decayó más—. O-ye, ¿qué ocurre?
—Es que... no me molestó que rompieras la regla... —confesó—. Siempre me esperas en la plaza. Así que al ver que no estabas, me preocupé. Pensé que te había pasado algo. Así que seguí tu rastro de olor y cuando finalmente te hallé, estabas hablando con alguien más. No sé porqué, pero me sentí... extraño. Te traté mal por una tontería y me arrepiento mucho.
Su explicación carecía de sentido para mí. Solo había una única explicación que podía imaginarme.
—Chris... ¿tú estabas... c-celoso? —decidí preguntar, aun con los riesgos que conllevaba hacer tal suposición. No estaba seguro cómo reaccionaría a mi sugerencia.
Él simplemente me miró con una expresión que no pude descifrar. No era confusión o desconcierto, ni tampoco molestia. Era algo más difícil y profundo.
—Y-yo... creo que si... —abrí los ojos por la sorpresa. Me esperaba una rotunda negación o algo así. Mi corazón se aceleró tras su afirmación—. Nunca me había sentido igual.
—Entiendo... —tragué fuerte. Ni siquiera sabía que más decir. La conversación había tomado un rumbo que no había contemplado.
Sentir celos era normal cuando alguien genera un lazo con otra persona. Aunque no fuese el que anhelaba, existía una conexión entre nosotros. Él me había salvado y a través de su sangre me devolvió de la muerte. Desde entonces habíamos estado juntos y me había protegido y solamente había estado hablado con él. Así que había obvias razones para que sintiese celos de otra persona.
Era mejor no hacerme ninguna ilusión. No era bueno ni tampoco correcto. Para él, yo solo era un compañero al que le tenía mucho aprecio, nada más.
Me acerqué hasta él y puse mis manos sobre sus hombros. Le miré fijamente, con una sonrisa y le dije:
—No tienes que preocuparte más, acepto tus disculpas —le aseguré, buscando calmar sus confusiones.
Esperaba un «está bien, gracias» de su parte. Pero en cambio, solo me observó durante unos segundos bastante largos. Sus ojos oscuros se volvieron escarlata y sin que pudiera reaccionar antes, acercó velozmente su rostro hacia mí. Lo único que pude hacer fue abrir los ojos por la sorpresa y quedarme inmóvil. Ese contacto generó tanto, que mi mente simplemente colapsó a causa de tantos pensamientos.
No había cordura o locura, realidad o ilusión; solo la breve calma que precede a una tormenta de dudas y confusión. Una tempestad causada por su acto inesperado.
¡¡Nuevo capítulo!! Se lo dedico a todas esas personitas que me leen desde las sombras jajaja... Bueno, a ti (Sí, tú, el que estas en las sombras) puedes hacerte sentir con un comentario u opinión. También una estrellita estaría bien.
En fin, espero que les haya gustado este capítulo. A mi la verdad me gustó mucho escribirlo.
Bueno, sin más que decir me despido. Nos leemos en la siguiente actualización.
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