Capítulo III: Salvación o destrucción

"Y en la profunda oscuridad permanecí largo tiempo atónito, temeroso... soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido a soñar jamás".

—Edgar Allan Poe.


Mi vista comenzaba a nublarse por mis lágrimas agonizantes. Aun podía escuchar como mi asesino decía cosas sin sentido con lascivia y perversión, a la vez que acariciaba con sutileza mi herida abierta.

—Te vez tan bien de rojo. Sería memorial retratarte así como estás, cubierto con tu dulce sangre.

Entre sombras percibí como se acercaba hacia mi rostro. Podía sentir su extraña respiración sobre mi herida y como relamía sus labios, preparándose para el próximo movimiento que sería fatal.

Intenté inútilmente moverme. Había perdido mucha sangre y era incapaz de levantar siquiera una mano. Ya estando en este punto moriría igual sin importar que. Así que cerré mis ojos con resignación, esperando la muerte.

De repente sentí una fuerte corriente fría sobre mí, seguido de siseos agresivos y palabras blasfemas. Lentamente abrí los ojos, pero solo alcanzaba a ver siluetas negras entremezclarse en un baile violento. Era ajeno a lo que sucedía en ese instante, solo comprendía que algo había acaparado la atención de mi profesor y no era precisamente algo bueno. Los sonidos que escuchaba eran como las que se esperaría oír en la pelea de un par de bestias salvajes luchando por una presa.

Después de unos instantes, todo quedó en silencio. Ya en ese punto solo sentía frío en mi cuerpo y nada más. Mis ojos estaban abiertos, pero no alcanzaba a ver más allá de siluetas difusas y lejanas. Percibí la presencia de alguien parado junto a mí, inmóvil y en silencio. Por un momento pensé que era el profesor que venía a terminar con el trabajo. Pero al ver que nada ocurría, empezaba a preguntarme quien era esa persona.

—¿Quieres vivir? —preguntó él, con voz calmada y sería. No era el monstruo que me había atacado, pero me parecía muy conocida.

No sabía qué quería decir con ello y aunque lo supiera, ni siquiera podía gestionar palabra alguna. Sin embargo, si lo que preguntaba era real, mi respuesta hubiera sido un sí sin dudarlo. Quería vivir, aunque fuese imposible en mi estado.

—¿Quieres vivir? —volvió a preguntar, más claro y tajante.

Saqué fuerzas de alguna parte y con mucho esfuerzo asentí levemente con mi cabeza. Lo suficiente como para que entendiera mi respuesta.

Entre sombras sentí como se acercó y luego de varios movimientos confusos para mi, unas gotas frías empezaron a caer sobre mi boca.

—Tómala, si quieres vivir. Pero te advierto que esto no es una salvación, sino una condena —advirtió, mientras más de ese líquido misterioso caía más y más sobre mi boca.

Tal vez fuese por la falta de sangre a mi cerebro, pero no le conseguía sentido a sus palabras. Nuevamente ejercí todas mis fuerzas para el minúsculo gesto de abrir un poco mi boca por donde la sustancia entraría en ella.

Apenas mi lengua percibió aquel extraño líquido, mi boca fue inundada por un gusto amargo y ardiente que opacó por completo el sabor de mi propia sangre. Más rápido de lo que esperaba, esa sensación se esparció por mi cuerpo como la ponzoña de una serpiente. El ardor recorrió todos los rincones de mi cuerpo con tanta intensidad, que sin querer empecé a temblar descontroladamente.

Luego fue como si clavaran agujas calientes por todo mi cuerpo y después juguetearan con ellas. Aunque quería gritar de agonía, debido al daño en mi garganta solo alcanzaba a crear un sonido enmudecido. Fue tanto el dolor que en ese momento deseaba haber muerto. Me arrepentía de mi decisión y solo quería que se detuviera el dolor infernal.

De repente sentí como era envuelto por unos brazos fríos y macizos, que luego levantaron mi cuerpo tembloroso del suelo con mucha facilidad. A esa persona no parecía afectarle para nada que me estuviera retorciendo de dolor en sus brazos. Solo caminaba en silencio hacia algún lado oscuro y silencioso.

Mientas más pasaba el tiempo, me daba cuenta que el dolor no disminuía en lo absoluto. Pero al transcurrir un tiempo, podía al menos crear sonidos más claros, aunque obviamente eran más gemidos dolorosos que cualquier otra cosa. Sentía como mi estomago fuese rasgado desde adentro y un batallón de escorpiones picaba mis extremidades al mismo tiempo.

—Trata de soportarlo, pronto acabará —mi salvador trataba de calmar mis lamentos con sus palabras calmas y serías.

Intentaba mirar su rostro, pero mi vista no veía más que líneas rojas intermitentes y sombras oscuras con movimientos irracionales. Por más que lo deseara, no alcanzaba a darle rostro a esa voz solemne que evocaba mi curiosidad, por encima del dolor que dominaba hasta mi alma.

Sentí que llegábamos a un lugar aun más oscuro que la calle en madrugada. Era algo húmedo y había un olor bastante desagradable. Alcanzaba escuchar el agua correr y como algo se arrastraba y deslizaba en el suelo. Intentaba concentrarme en esos sonidos y no el dolor desgarrador en mis viseras.

El hombre me depositó en una mesa o algo así. Era una superficie rustica y fría. Después de haberme dejado allí, sentí como se alejaba. En ese instante el miedo volvió a poseerme.

—P-por... favor... N-no te... vayas —de alguna manera inexplicable alcancé a pronunciar mi suplica.

—Tengo que buscarte comida, sino morirás. Volveré rápido, no te preocupes —su voz me parecía cada vez más cálida. Inclusive sentía como si me relajaran un poco.

Después de sus palabras, escuché unos pasos mojados alejarse de donde estaba. Por primera vez, la soledad me parecía decadente y triste.

Desde niño siempre había permanecido solo. Mi familia estaba siempre en una frecuencia distinta a la mía. No había nada que compartiéramos o nos gustase. Desde que tenía uso de razón sentía como si fuese ajeno o no perteneciese a esa familia. Cuando me marché y comencé a andar independiente por la vida, solo y alejado del resto, pensaba que con mis pensamientos y pinturas me bastaba. Pero al entrar a la universidad me encontré con chicos iguales que yo, irreverentes y buscando con desespero un motivo para la vida. Pensar que no era el único, trajo una sensación de alivio que opacó a la desesperanza.

Ahora que estaba solo en un lugar húmedo y desconocido, sentía realmente lo monótono que fueron esos momentos pasados. Una vez que saboreaba la decadencia misma que brinda la oscuridad y la desolación, entendí realmente cuan vacío me sentía estando con mi familia y lo mucho que anhelaba la compañía verdadera de ellos. Y pensar que, durante mucho tiempo me había hecho a la idea que aquello nunca me había afectado.

Jamás me había sentido tan solo. Tal vez era el efecto de haber estado cara a cara con la muerte, incapaz de moverme a voluntad y envuelto completamente por la oscuridad. No estaba claro, lo único seguro era que mi vida ya no sería la misma.

De un momento a otro sentí intensas arcadas que independientemente me hicieron colocar en cuclillas sobre el lugar donde estaba. Aunque fuese por reflejo, ese movimiento fue más fuerte y coordinado que los otros que había estado haciendo a duras penas. Pero en ese instante no me importaba cuanta mejora estaba teniendo, sino la sensación de algo recorrer por mi garganta con mucha violencia.

Rápidamente me corrí hasta el borde de donde estaba y evacué todo lo que mi estómago estaba expulsando. Cuando pensaba que había acabado, las arcadas volvían con mucha más intensidad. Pensaba que mientras más pasaba el tiempo, más me estaba destruyendo todo lo que sentía.

Después de vomitar seis o siete veces, sentí un alivio efímero. El dolor, las arcadas, todo había desaparecido momentáneamente. Pero luego de un par de minutos de calma, mi boca empezó a sentirse seca y un hambre atroz se acrecentaba con el paso del tiempo.

Ya habiendo recuperado el control sobre mi cuerpo, intenté ponerme de pie, pero mis piernas no respondieron inmediatamente. Mi vista aun no estaba recuperada y por todo el dolor que había pasado, mi fuerza había sido drenada casi por completo. Solo alcancé a sentarme en esa mesa de concreto donde había estado recostado.

Mientras recuperaba mi vista, alcanzaba a ver paredes húmedas y mohosas, el suelo estaba mojado y veía como gotas de agua caían desde el techo. A medida que pasaba el tiempo, todo se volvía aun más claro. Por más oscuridad que hubiera, no impedía ver todos los detalles del lugar donde estaba.

Llevé mis manos hacía mi cuello y sorpresivamente no sentí ningún dolor. No estaba la herida que casi me mata, en su lugar, alcanzaba a sentir una cicatriz algo evidente. Imaginaba que lo mismo ocurrió con el corte en mi espalda.

Todo parecía tan irreal, como un sueño. Sentía que en cualquier momento despertaría y lo deseaba. Ahora que el poder de discernir entre la fantasía y la realidad, todo lo ocurrido carecía por completo de lógica. No era posible que mi profesor me hubiese intentado matar y peor aún, siendo una especie de monstruo sanguinario sacado de una película.

Pero aunque batallara con mi propia mente, los hechos hablaban por sí solo. No podía simplemente tapar el sol con un dedo y asegurar que lo ocurrido no era real simplemente porque la lógica lo dictase. La cicatriz de mi cuello me demostraba la verdad, al igual que el recuerdo del dolor intenso que sufrí tras tragar ese líquido amargo.

Justo en el momento que pensaba en aquello, unas dudas importantes surgieron. Algo tan obvio que pasé por alto. ¿Qué me había hecho? ¿Por qué no morí tras recibir una herida tan mortal? Esas cuestiones las podía responder una sola persona.

La sensación de sed y hambre comenzaban a incrementarse más y más. Sentía que en cualquier momento perdería la razón y haría una locura. Apretaba mi mandíbula y cerraba los ojos con fuerza para evitar concentrarme en ello.

Tras un tiempo que pareció breve y a la vez eterno, escuché la aproximación de alguien. Más rápido de lo que hubiese pensado me puse alerta. Eran pasos que salpicaban agua con el caminar. Se parecía mucho al paso del hombre que me había traído hasta ese lugar.

—¿Ya estas consciente? —inquirió la voz que recordaba, pero lo sorpresivo era que aun no había llegado a donde me encontraba.

—S-si... creo —susurré, algo confundido. Luego una silueta oscura entró al lugar. Parecía llevar algo a cuestas, como un costal. Cuidadosamente lo depositó en el suelo y después se erguió y enfocó su mirada hacia mí.

Un fuerte escalofrío recorrió mi espalda tras ser observado por ese desconocido, con el rostro escondido tras un manto de oscuridad dado por un sombrero.

—Es una suerte que hayas sobrevivido al cambio y te recuperes tan rápido —aseguró él. Seguidamente apartó el sombrero y junto con él, cualquier obstáculo que ocultaba su cara. Abrí mis ojos por la sorpresa al ver de quien se trataba—. ¿Ocurre algo?

—Y-yo... y-yo... —no podía completar la frase debido al asombro. Sin embargo, tras inhalar y exhalar unas cuantas veces pude calmarme un poco para poder hablar adecuadamente—. Tú eres el hombre del parque. Chrisa... ¡Christopher!

—Tienes buena memoria. Puedes llamarme Chris —se acercó hasta mi y se sentó junto a mi—. Imagino que tienes muchas preguntas y no sabes por dónde comenzar.

—¿C-cómo es que estoy vivo? ¿E-esto acaso es un sueño?

—Lamento decirte que no es un sueño. Lo de anoche y tus heridas, cada cosa fue real. Todo lo que recuerdas ocurrió —aseguró él—. Y estás vivo... bueno, no sé si lo correcto es llamarlo así —enserió sus facciones por un momento—. Lo mejor será que sepas de una vez que aquello que tu llamas vivir ya no aplica para ti. Ahora tu existencia misma carecerá por completo de vida y te mantendrás en este mundo consumiendo la vida de otros.

—¿Consumir la vida de otros? A-acaso hablas de... matar —el asintió y tras ello, sentí como si me hubiesen golpeado de lleno en el estómago—. N-no puede ser...

—Por eso te advertí que esto no era una salvación, sino una condena —recordó. Ahora esas palabras adquirían todo el sentido del mundo. Mi deseo por sobrevivir me hizo renunciar a mi humanidad—. Ya no eres humano, sino un ente errante bajo la luna. Una criatura nacida de la desesperación y el miedo, condenada a vagar por el mundo de noche, saciando su sed con la sangre de los vivos. Ahora eres como el que te atacó anoche. Un vampiro.

—¡¿Vampiro?! ¡E-eso no puede ser! —grité alterado. Las confusiones en mi mente comenzaban a enloquecerme—. ¡Y-yo te vi en la tarde, e-estabas bajo el sol! Se supone que los vampiros se queman por el sol ¿no? Y-y no brillabas como los de esa estúpida película —mi respiración se hacía más pesada, estaba a punto de tener un ataque de pánico—. ¡N-no puede ser cierto!

—A ver, cálmate. Es normal que te sientas así. Será mejor que descanses —el hombre puso su mano sobre mi hombro, muy cerca de mi cuello. Ese contacto me calmó un poco, pero igual sentía mucho miedo.

Todo parecía ser una pesadilla fatídica que no parecía tener fin. Nada parecía tener lógica o coherencia. Lo peor radicaba en el hecho que su historia, más los hechos, le daban toda la razón, por más irracional que pareciese. La sed y hambre que sentía eran muy reales, al igual que las heridas curadas de mi cuello y espalda.

Destrucción o salvación. Ambas verdades parecían las caras de una moneda, cuyo resultado en cara o cruz no era relevante. Terminé salvando mi existencia y para ello, destruí mi humanidad.




Hola mi gente bella, espero que les haya gustado este capítulo. Pueden dejarme sus comentarios u opiniones, y si creen que lo merece, una estrellita :3

Nos leemos en la siguiente actualización.

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