|𝟎𝟒| 𝐍𝐚𝐯𝐢𝐝𝐚𝐝, 𝐝𝐮𝐥𝐜𝐞 𝐲 𝐜𝐫𝐮𝐞𝐥 𝐧𝐚𝐯𝐢𝐝𝐚𝐝.

“Dicen que los ojos son el reflejo del alma. Entonces, ¿Por qué nadie ve que me estoy ahogando?🦋”

El despertador comenzó a sonar y una punzada en mí costilla me hizo levantarme con rapidez. Luke ya no estaba a mí lado, la cama se hallaba vacía y fría, sin la calidez que una vez tuvo.

Suspiré y sentí que un camión grande había pasado por encima de mí, la piel de mis  piernas dolían con tanta intensidad.

Una mueca se plantó en mi rostro al momento de salir de la cama. Tenía bastantes cosas que hacer y una mente que mantener ocupada durante el día. Hoy era Navidad, el día en que la familia se reunía a celebrar y compartir un momento.

Mí familia vendría a nuestro departamento y debía encargarme de dejarlo en buen estado. Había que decorar y comprar algunas cosas que hacían falta para la noche. Cocinar unos buenos platos y prepararme mentalmente para verlos de nuevo. Hace tanto tiempo no los veía.

Familia. Un concepto bastante importante, un eslabón de una gran cadena. Una palabra que refleja apoyo, amor, cariño, entre otras muchas más. Sin embargo, la familia a veces no es lo que se muestra. En gran parte me fuí de casa porque no soportaba vivir bajo el mismo techo que aquellas personas.

Las amaba sí pero, todos mis recuerdos eran tortuosos y dolorosos, se supone que el amor familiar no debe doler. A mi me lastimaba.

Luke fue de mucha ayuda a la hora de salir de ahí, él me entregó el amor que tanto necesité y nadie se dió cuenta de ello. Aunque eso también era otro recuerdo.

Me paré frente al espejo, lo que reflejaba no era más que una apariencia que no era mía. Reparé el vestido con el que dormí y mis ojos no pudieron evitar llenarse de lágrimas, llena de impotencia lo arranqué destrozando la tela en segundos.

No podía soportar ver eso que tanto dañó mi ser. No quería recordar más al conductor pero, su respiración se mantenía en mi oído.  Llenándome de repulsión, no estaba acá y aún así sentía que me apresaba.

Aún sintiendo que el dolor se expandia salté sobre el vestido roto, pisando cada recuerdo que dañaba. A Luke golpeándome, utilizando su cinturón para marcar mi cuerpo, insultandome, diciéndome te amo. ¿De verdad me amaba?, ¿El amor a veces era así?, ¿Había que pasar por el dolor para amar?

Hecha un asco me escabullí bajo la ducha; dejé caer el agua fría sobre mi piel, intentando apasiguar lo que me comía internamente, eso que tanto quemaba. Me sentía sola, no tenía a quien más confiarle lo que me había pasado, incluso Luke me hizo sentir que exageré la situación.

Nadie veía que necesitaba ayuda, que mí ser cada día estaba más quebrantado y mis ojos vacíos.

Tallé todo mí cuerpo con fiereza, sacando todo lo que me recordaba a la noche anterior. Por más que intentaba, él se mantenía presente en mí cabeza.

Finalizando la ducha, enrollé alrededor de mí una toalla rosada. Cogí mí cepillo de dientes y poniendo la pasta, cepille cada uno. Hasta que la puerta sonó. Un golpe en ella interrumpió el silencio que abordaba el lugar.

—¡Un momento por favor!—Grité. Acomodé mí cabello mojado y salí a revisar de quién se trataba. Al abrirla me encontré con aquellos ojos que fueron de ayuda cuando me pesaba la vida.

—¿Puedo pasar?—Preguntó Casey. Luke gracias a Dios se había ido a trabajar, así que asentí.

Ella cerró la puerta con cuidado. Casey Prie era lo opuesto a Luke, desde que había llevado aquí, su presencia no radiaba nada más que tranquilidad. Era contagiosa, porque observándola recorrer el departamento, mis manos no temblaban.

Entonces Cass reparó con curiosidad los jarrones destrozados en el suelo. No tuve tiempo de limpiar y la vergüenza se instaló en mí.

—Beca...

Miré hacía un punto inespecífico, no podía verla a los ojos después de que probablemente haya escuchado los gritos.

—¿Estás bien? Ayer... Me pareció oír gritos.

Inconcientemente mordí mí labio inferior, aguantando las ganas de contarle lo que sucedió. Me detuve porque ella no merecía ensuciarse de la mierda en la que vivía. Era mí problema.

—No eran de aquí si eso es lo que piensas— Ella se acercó un poco dudosa, apoyó la palma de su mano sobre mí hombro descubierto y la calidez que emanaba, me obligó a observarla.

En ese instante, pude detallar con claridad su rostro. Su heterocromia iba acompañada de algo que no fui capaz de ver antes, una cicatriz fina y larga se dibujaba en su ojo izquierdo, no era reciente, parecía tener su tiempo. Sin pensarlo, uno de mis dedos trazó esa herida, la mano de Casey detuvo la mía antes de tocarla.

—¿Y esos jarrones?—Atacó curiosa.

—Anoche llegué de la fiesta borracha y accidentalmente los rompí —Mentí.

—¿Los morados de tu cuerpo también te los hiciste borracha?

—¿Casey que quieres?—Desvié el tema con un tono borde. No tenía tiempo para ésta conversación, las cosas esperaban por mí.

Me separé un poco de su cuerpo y caminé en busca de un vaso con agua, si la miraba un segundo más a la cara lloraría. Mí alma estaba soportando tanto que temía colapsar.

—No hay necesidad de contestar así, quería ayudarte...

—¡¿Ayudarme en qué?! —El vaso se resbaló de mis manos en cuanto mis oídos captaron lo que dijo. ¿Cómo se atrevía?

Los trozos de vidrio se esparcieron a los lados de mis piernas, un pequeño ardor se extendió en la rodilla. Me había raspado.

—¿Sabes qué? ¡Pensé que podíamos hacer las pases!

De un momento a otro sentí que no podía controlar mi cuerpo, me moví con agilidad y llegué antes de que se vaya, la cogí del brazo y su cuerpo se tensó. Mierda. Todo era culpa mia, estaba pagando con ella el estrés que cargaba.

No se dió vuelta, continuó dándome la espalda. A pesar de que era palpable su enojo, no quitó la mano.

Mí postura era firme, tenía vergüenza de sólo saber que había cometido el grave error de enfadarme con Casey cuando en realidad con la única persona que debía estar enojada era conmigo misma. Por permitir tanto.

—¿Podemos hablar?—Aclaré mí garganta, un nudo retenía las palabras y no dejaba soltar ninguna.

Un leve suspiro salió del interior se Casey Prie, aunque al darse vuelta, una sonrisa se extendía de oreja a oreja. Era la sonrisa más radiante que había visto nunca. ¿Cómo lo hacía?, ¿Cómo podía sonreír de esa forma luego de hablarle así?

—Deberias cambiarte primero... —Ese momento. Cuando dijo aquello, de inmediato mis mejillas se calentaron. Olvidé cambiarme antes de abrir la puerta.

—Por favor, ponte cómoda. Ya vengo.

Y desaparecí de la cocina lo más rápido que me permitieron mis piernas lastimadas. A la velocidad de la luz, cambié la toalla por una remera grande en color blanca. Lo que más quería ahora era estar cómoda así que opté por no colocarme sostén. Até mí cabello en un moño alto y desprolijo y finalmente calcé mis pies en unas pantuflas.

En la cocina, Casey se encontraba recogiendo aquellos pedazos de porcelana. Era una chica muy inquieta al parecer.

—No te molestes por eso. Me encargo luego, Cass— dije nerviosa.

—Lo siento, no podía verlo así.

—Ven, tomemos algo y hablemos. — La cogí de la mano y la obligué a soltarlos de nuevo.

La llevé hasta la isla de la cocina y ella, entre resoplidos, procedió a sentarse en los bancos de madera. Sonreí porque se veía tierna haciendo mofletes. Su cara de mal humor era digna de ser fotografiada.

—Te ves adorable... — Las palabras abandonaron mí boca sin poder evitarlo. Tragué grueso en cuanto su expresión se suavizó.

—También te ves adorablemente linda con esas pantuflas.

Bajé la mirada apenada. Casey si que sabía cómo debatir con las palabras y lograr ponerte nerviosa con una sola mirada.

Intenté despejar la mente y me encaminé a preparar dos tazas de café negro. El silencio que se formó en el ambiente no era incómodo, su tranquilidad ayudaba. Dejé una taza frente a la mujer y un plato acompañado de tostadas con huevo.

—¿Casey?— La llamé mientras me sentaba sobre el banquito.

Ella mordió un buen pedazo de tostada y asintió.

—Se qué no es excusa lo que te voy a contar, porque realmente te traté muy mal y no hay nada que me salve pero, necesito desahogarme...

Mordí el interior de mí mejilla aguantando las ganas de llorar, pensar en la agresión de anoche me tenía sensible, no tenía con quién más hablarlo y sabía a la perfecto que ella no me juzgaría.

—¿Sucedió algo malo?— Ella se bajó rápido de su asiento y corrió hasta mí. El acercamiento entre ambas me ayudó a largar aquellas lagrimas que tenía retenidas. —¡Dios mio!

La yema de sus dedos limpiaron cada lágrima que resbalaba por mis mejillas, ese efecto que nunca nadie me había hecho sentir, podía prevenir su preocupación. A alguien le preocupaba.

—Ayer intentaron abusar de mi— Mi corazón dió un vuelco junto con las palabras que fluían de mi. Decirlo en voz alta, lograba doler el doble. Allí, aferrada a sus brazos, dejé salir el peso que cargaba mi alma.

Casey no me golpeó cuando lo dije. No insinuó que fue mi culpa y mucho menos me sermoneó. Casey simplemente guardó silencio y oyó mi dolor, ella me dió consuelo.

—Nadie se merece pasar por lo que pasaste, Beca. Ninguna persona. — Habló, la voz de ella temblaba, parecía rota.

—¿Fue mí culpa por vestirme de cierta forma?— Sollocé.

—No, cariño no, mirame — ambas hicimos contacto visual, aquellos ojos tenían un brillo inusual. —La culpa es de ese viejo asqueroso, infeliz y poco hombre, el que te hayas vestido con algo no significa que sea tu culpa.

—Tenia mucho miedo, no sabía que hacer. El policía fue mi salvación y aún siento que su respiración me persigue...

Ella dejó un casto beso en mí frente.

—No pienses en eso, deberías comenzar a decorar ... Hacer algo para sacar todo lo malo de ahí — señaló mi frente.

—¿Qué harás tú?— pregunté sonando mi nariz. Ella se separó de mi y alisó su campera de cuero.

—De hecho, había venido a desearte una linda navidad. No estaré en casa, visitaré a unos amigos en los Angeles.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, sin embargo, era mejor que pasar una Navidad sola y triste. Pues Casey vivía en soledad.

—¿Puedes darme tu número? — Asentí a lo que dijo y me atreví a preguntar.

—Con gusto, me encantaría ser tu contacto de emergencia... — Rió.

Yo solo me quedé pensando en sus palabras, jama había tenido un contacto al que llamar cuando necesitaba ayuda. Casey era una buena opción. No había dudas sobre ello.

Después de anotar su número, ella se despidió diciendo que tenía que preparar algunas cosas. Me agradaba su presencia pero, también tenía unos asuntos que resolver para la noche.

—Llamame si me necesitas.

—Oh, no te molestaré. Hoy hay que celebrar, feliz navidad Casey.

—Estaré pendiente de igual forma, cariño. Pásala lindo, feliz navidad para ti también.

Al cerrar la puerta, sentí como toda la alegría había desaparecido con la vecina. Ahora solo me envolvía la soledad junto al silencio abrumador. Ya era costumbre. Suspiré y me limité a realizar mis quehaceres domésticos.

————°• 🪻 •°————


—Sí mamá.

—¿Limpiaste bien?

¿Por quién me tomas?— dije suspirando.

Era la cuarta vez que me preguntaba lo mismo. Parecía tener una obsesión con la limpieza. Claramente yo mantenía el orden en mí departamento, tampoco me gustaba ver todo desordenado pero, mí madre parecía ser extremista.

—Llevaré pollo al horno con papas. Tu hermano se encargará de comprar las bebidas y la tía Ester hará un postre sorpresa. — Farfulló mí madre al otro lado de la línea.

—Genial, se los agradezco. — Repliqué rodando los ojos.

No suenas como a mí querida Beca entusiasta. Ya pareces un muerto caminante. —La risa de mi hermana menor se oyó a lo lejos.

Hablar con ella era un dolor de cabeza, se la pasaba recalcándome los errores, ni siquiera preguntaba cómo estaba mí vida. Ya no me visitaba. Nadie lo hacía.

—Quizás tu hija está muriendo lentamente... —Solté casi inaudible.

Lo siento tanto, no te escucho, hay interferencias. Nos vemos en la tarde Beca, tengo que terminar.

Auch. No tuve tiempo de decir adiós, pues la llamada había sido finalizada de su parte.

Habían pasado tres largas horas desde que Casey se fue del departamento. Hasta ahora ya tenía decorado todo, me pasé toda la tarde haciendo manualidades con temática de Navidad.

Las paredes blancas estabas adornadas con unas guirnaldas en forma de copos de nieve, algunos eran rojos y otros blancos, decidí ponerlos intercalados entre sí. En el techo, coloqué unas luces blancas que tenían esferas pequeñas rojas.

Éste año preferí poner el árbol en el centro, y opté por ponerle todo en blanco. Resaltando así lo verde. Algunas cosas eran doradas y combinaban, dándole un contraste más llamativo.

Por debajo del mismo, había dejado los regalos que se encargó de comprar Luke hace rato. Su lado detallista parecía mantenerse vivo, un obsequio para cada uno.

Al cabo de un rato, las hamburguesas ya estaban terminadas y, a las pizzas aún le faltaba algo de cocción.

Quedando satisfecha con lo que preparé, finalicé todo el proceso poniendo un gran moño rojo en la puerta. Entonces un mensaje entró a mí buzón. Y luego le siguió otro.

Mamá:

Estamos esperando a José, espero tengas todo listo.

Tecleé una respuesta rápida y sencilla, después hice lo mismo con el mensaje de Luke.

Amor:

Estoy en camino, déjame la ropa preparada.

Luke se había convencido de usar un traje blanco con un pequeño moño negro. Él quería utilizar el mismo color que yo y combinar atuendos. Esa idea me pareció romántica... Hace semanas atrás.

Dejé sobre la punta de la cama lo que pidió y me adentré al cuarto de baño a maquillarme; ésta vez sólo usé un delineado y algo de gloss para hacer brillar mis labios. No me apetecía sobrecargar mí rostro. La base se encargó de tapar algunos morados.

Decidí plachar mi cabello, así que mientras ponía música en mi teléfono, comencé a secarlo.

La voz de NF acogió el cuarto de baño, parada frente al espejo y oyendo la letra de la canción no pude evitar sentirme identificada. ¿Desde cuándo empecé a cuestionar todo lo que hacía y decía?

Mi vida se había convertido en un gran caos, regresar el tiempo atrás sería una buena opción. Poder retroceder y cambiar los errores que cometí en el pasado, los mismos que me llevaron a terminar así, observándome en un espejo las marcas y cicatrices que tenía mi cuerpo.

Amaba a Luke pero, anhelaba al de antes.

¿Cómo llegamos a ésto? ¿Cómo permití ésto?

La violencia era como un círculo, tenía un punto de partida y uno de final, aún así siempre era el mismo final. Caer de nuevo al inicio y no poder salir. Se requería de mucha ayuda, leí varios artículos en donde eso ero lo primordial, tener una buena compañía que pueda brindarte su apoyo en esos momentos.

No tenía a nadie, después de haber sido casi abusada algo cambió en mi. Incluso lo sentí más cuando me vi llorando en el suelo, suplicando y escuchando todo lo que Luke decía.

La conversación con Casey me ayudó a entenderlo. Ella parecía entenderme más que mi pareja con la que llevaba años.

I miss the days dió por finalizado y fue ahí que noté un ligero humo saliendo de mi cabello. Había olvidado que lo estaba alisando.

Luego de terminar con el último mechón de cabello, deje que el aparato se enfriara.

Me acerqué hacía el gran mueble blanco con pegatinas de corazones y fotos collage que había puesto sobre el, observar a Luke y a mí abrazados bajo el fuerte Sol de la playa, en otras bebiendo unos licuados e incluso con máscaras divertidas, me trajo nostalgia al corazón.

Repasé cada imagen con mis dedos, detallando ese preciso momento en el que hacíamos cosas de parejas. Una sonrisa triste se plantó en mis labios, pesaba aguantar esa punzada en el pecho.

Dejando de lado aquello, abrí las puertas y comencé a tocar cada prenda colgada, en busca de alguna que quedara con la ocasión. Estaba decidía a cojer aquel vestido blanco, el que compramos juntos pero, por instinto mí muñeca se movió hacía la derecha y terminé varada en uno celeste.

Me detuve a pensar si era buena idea, sin embargo, con tan solo pararme frente al espejo y probar por encima, supe que ese era el vestido perfecto.

Al colocarlo con cuidado de no desordenar mi cabello, noté que tapaba las heridas de mis piernas. Era perfecto, le daba un toque más vivo a mi cuerpo, la tela era de algodón; comodidad absoluta. Lograba amoldarse a mi silueta y, resaltando los atributos que poseía, quedé contenta.

Calcé unos tenis blancos, no me apetecía llevar tacones hoy, por lo que cogí la opción más fácil y viable. Para mí suerte no estaba nada mal la combinación. Adorné mi cuello con un elegante collar y justo cuando alistaba los últimos retoques la puerta sonó.

Ojeé con rapidez la hora y no me había dado cuenta que ya era el momento en que llegaba mi familia. No pude evitar sentirme nerviosa, el corazón latía con rapidez y las manos sudaban. Mentalmente conté y corrí a atenderlos.

Con el corazón en la mano, di el paso y al abrir la puerta, frente a mi de hallaba el rostro de mi madre. Algunas arrugas se hacían prensentes pero, nada que no se pueda tapar con maquillaje.

—Hola Becca, tanto tiempo sin vernos...

————°• 🪻•°————

¡Siempre tan lindo, mi querido Luke!

Corté un trozo de pollo y lo llevé a mi boca mientras oía la conversación, ajena a todo.

A mamá nunca le agradó Luke, jamás aprobó nuestra relación y cuando me fui de casa solo recibí una mirada de odio por su parte. Sorpresivamente ahora ambos reían juntos, olvidando el daño que una vez hubo. A mamá no le agradaba Luke, le agradaba su billetera gorda y sus cuentas bancarias.

Papá me observó, él siempre se daba cuenta cuando algo pasaba por mí mente. Aún así no dijo nada, sólo continuó degustando la comida de mí madre. Hasta que Christopher, mi hermano mayor, sacó un nuevo tema para hablar.

—¿Cómo te va con el libro, Becca?

Abrí de par en par mis ojos, atónita ante el arrebato de sus palabras. Todos se quedaron mirándome fijamente, esperando atentos mi respuesta. ¿Joder, cómo lo supo?

Y esa pregunta que se formuló en mi se respondió sola. Luke tenía una expresión burlesca en su maldito y hermoso rostro.

—¿Libro? ¿De qué hablas, Chris?— Acotó mi madre curioseando.

Limpié mis labios con una servilleta y reí algo nerviosa.

—Oh, no es nada importante. Solo una idea que me surgió pero, está pausada.

—¿Pausas así como así nuestra historia, amor?— comentó Luke a mi lado.

—Hija, es interesante que te guste escribir. No sabía que tenías escondido eso... — Podía sentir el tono grosero de mi madre.

Quería salir en ese instante de allí, no soportaba un segundo más. Ella solía ser muy engreída y bajarle los ánimos a los demás era su pasión. Un gesto bastaba para saber que le daba gracia todo lo que decía y, mierda, dolía.

—Luke, no es fácil. Escribir una historia sin inspiración...— Sentencié incómoda.

—¿No soy una inspiración para ti?

—No, no es eso...

—¿Entonces que es?

—¿Podemos conversar después?

—Creo que ya es hora de preparar los dulces, en diez minutos será Navidad.

Ni siquiera me observó cuando dijo aquello. Se levantó de la mesa y ayudó a mí tía Ester a juntarla. La tensión podía palparse fácil. Hasta mis primos lo notaron. Luke estaba molesto, la forma en que cogía con fuerza los vasos me dejaba saberlo. Maldigo a Chris por sacar este asunto.

Para mantener ocupada mí mente, ayudé a mí madre a cortar los postres y ponerlos sobre la mesa. Era una torta de chocolate por dónde la veias, incluso tenía bombones en el interior. Era una pasada.

Chris se encargó de servir las copas con sidra justo cuando el reloj dió el famoso pitido anunciando las doce. Todos brindaron felices, muchas emociones habían dentro de mí. Recibí un beso de cada uno a excepción de mí madre, ella solo me abrazó secamente.

Busqué a Luke con los ojos, no estaba por ningún lado. Mí papá me tocó el hombre y me señaló el balcón. Allí fuera se veía con claridad a mí novio.

—Feliz Navidad, cielo— me pegué a su espalda.

—A veces no te entiendo, Rebecca.

Uh, mí nombre. Joder, tenía serios problemas.

—Por favor, olvida lo del libro. Quiero que celebremos otra navidad juntos...— supliqué.

—Leí tu historia.

Todo mí cuerpo se tensó.

—¿Todo?— pregunté.

—Dos capítulos y, mierda Rebeca. Es nuestra historia, tienes que continuarla. Demuestra nuestro amor, puedes llegar a ganar plata con ello.

Oh, plata. Lo único que interesaba. Ni siquiera se había leído todo, simplemente dos míseros capítulos.

—Luke, no estoy decidida. Me alejé de ello porque no me hacía nada bien.

—¿Por qué?¿Cuál es el problema?

—No tiene que haber un problema, amor. Es simplemente que no puedo y ya.

Suspiré frustrada. Nunca quise publicar mi historia, de hecho solo lo hice para desahogarme de mi vida pero, a las personas les gustó y querían más. Ahora solo me quedaba arrepentirme.

—Rebecca por el amor de Dios.

—Luke no quiero hablar más del tema.

—Eres tan estúpida, nunca piensas por nosotros solo por ti misma...

Me apartó de su lado y me sentí chiquita bajo su imponente altura.

—¡Basta!— grité aturdida.

Él me observó con los ojos abiertos. Sus labios formaban una gran "o".

—No eres quien para levantarme la voz.

Se acercó peligrosamente hacía mí. Tragué grueso, no era bueno meterse con él. Era capaz de muchas cosas que solo yo sabía.

—No se que mierda sucede contigo, no haces caso para nada. Ni siquiera llevas el vestido que haría un conjunto conmigo, es horrible lo que traes.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, odiaba cuando se ponía a la defensiva y criticaba todo de mi.

Cerré mí boca, no quería emitir ni un sonido, necesitaba silencio y sanar una vez más. Pues las palabras dolían más que sus mismos golpes. Escuché un leve suspiro de su parte y, tomándome desprevenida se acercó a mí.

—Hay veces en donde es mejor quedarse así, callada — la piel de mí cuerpo se llenó de escalofríos con sus dichos — te amo, Becca.

Dejo un casto beso en mí mejilla, me quedé paralizada observándolo entrar al departamento, yendo con mí familia como si nada hubiese pasado.


Bueno, aquí les dejo el capítulo cuatro. Me gustaría saber sus opiniones, saben que siempre busco eso y la ayuda de ustedes. Por eso mismo no olviden dejar su voto e incluso su comentario. Estoy súper agradecida por las leídas que van acumulando EPDA y así mismo con sus votos, a pesar de que sean menos.

EPDA es un sentimiento ❤️‍🩹

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