Invitado Especial
Capítulo 3
Invitado Especial
Cindirilo miró con agrado el reflejo en el espejo. Mientras arreglaba el lazo color champaña en el cuello de su camisa, orgullosamente enderezó su espalda y cuadró sus hombros, hombros más anchos que los de muchos de su edad debido a los años de fuerte trabajo en el mar. Su piel café con leche, aún más tostado por el sol del Caribe, contrastaba y de qué manera, con el negro de la etiqueta y la camisa blanca. Con regocijo, sus ojos verdes brillaron al verse tan apuesto y elegante. Vestido de traje como hacía años no lo hacía, le hizo sentir bien, muy bien. Como todo un modelo, giró sobre sus tobillos y se paró de lado. Mirándose una vez más en el espejo, esta vez de lado, levantó su chaqueta y haciendo un gesto juguetón de aprobación vio como los pantalones perfectamente se adherían a sus nalgas. Aquel traje le quedaba pintado. La manera en que Don Armando supo su talla le sorprendió, incluyendo el tamaño de los zapatos.
Por unos instantes titubeó ante lo que parecía ser una broma del destino. De esas ya había tenido suficiente, ninguna graciosa ni a su favor. —Si esto es su sueño, no quiero que termine. SeIré con la corriente hasta que el sol me despierte—, se dijo para sí. Faltando cinco para las 8:00, agarró las llaves de la casa y enfiló hacia la puerta. Afuera, como indicado, el taxi le esperaba para llevarle al hotel.
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Una alfombra turquesa recibía las pisadas de los invitados al evento. Como un palacio, Villa del Mar aparecía todo elegante y lujoso, enclavado a la orilla de la bahía. Anonadado con todo aquello, la gente tan elegantemente ataviada, artistas y personas importantes de la región, desfilaban hacia el atrio principal.
—Invitación, por favor— peticionó el caballero a la entrada. La identificación en la solapa leía "Sub Gerente, Hotel Villa del Mar". Prontamente, José entregó la invitación al gerencial, quien luego de revisarla se dirigió al muchacho de manera cortez, —Buenas noches Señor Cindirilo. Don Armando le espera en la sección VIP. Sígame por aquí, por favor.
El ambiente era fectivo. Entre el tintineo de las copas de champaña y miradas curiosas, el humilde pescador fue guiado hasta donde el dueño del complejo estaba, allí conversando con varias damas. Fue cuando se acercó que pudo distinguir quienes eran: su madrastra y hermanas. Las odiosas y petulantes mujeres no paraban de adular a Don Armando de la manera más hipócrita y convenenciera.
—¡Cindirilo!— El caballero recibió efusivamente al joven ante la mirada atónita de Doña Carmiña, quien por poco cae de culo al ver al muchacho en el baile, vestido con tal elegancia y siendo recibido tan amablemente por el propietario del hotel. Sus caras se desfiguraron al cuando luego de un abrazo afectivo, Don Armando fue presentando a José a los presentes. —No sabes cuánto me alegro que estés aquí. Ven y te presento a mi esposa e hija—, antes de retirarse, se dirigió a las odiosas mujeres—. Me disculpan, tengo que atender a mi amigo José Cindirilo. Qué disfruten la actividad.
—¿Viste eso madre? ¿Desde cuándo Cindirilo es tan amigo de Don Armando?— protestó Ana—. ¡Mira, lo está llevando con él a la sección VIP!
—No se desde cuándo o cómo, pero lo voy a averiguar—, rechinando los dientes, la mujer respondió con coraje.
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—Susana, quiero que conozcas al caballero quien le de3bemos que yo haya reresado sano y salvo a casa hace un par de semanas—, con beneplácito, el hombre habló del pescador a su esposa—. Él es José Cindirilo, el propietario de la pescadería del pueblo.
—Es un gusto conocerle finalmente. Estamos muy agradecidos y en deuda con usted. Bienvenido a nuestro hotel. Las puertas de Villa del Mar estarán siempre abiertas para cuando guste visitarnos.
—El placer es todo mío, Doña Susana. Gracias por la invitación. Descuide, no hay nada que agradecer.
—Ahora conoce a mi hija... es de tu misma edad. Amanda—, Don Armando tomó de la mano a la bella jovencita a su izquierda—. Amanda, conoce a mi amigo, José.
Como un angel, vestida en blanco y dorado, la hermosa chica se acercó, obsequiando una sonrisa afable al joven, quien le miraba encandilado. Un par de ojos de chocolate parecían sonreirle de igual forma, pícaros y sinceros, mientras le saludaba con un beso en la mejilla. —Mucho gusto José.
—El gusto es mío, Amanda—, Cindirilo estrechó la mano a la jovencita quien no paraba de sonreir.
—Amanda, cariño, ¿por qué no acompañas a Cindirilo a conocer el hotel? Estoy segura que José disfrutará mñas de la compañía de alguien de su edad—, Don Armando insistió.
—Claro que sí, papá, con gusto... Ven, José, te presentaré con unos amigos y luego damos una vuelta por la terraza y piscina. Te van a encantar—, de lo más natural, Amanda tomó de la mano a José y salieron juntos.
Desde el otro extremo del salón, Doña Carmina y sus hijas ardían de la envidia ciendo como Cindirilo se divertía entre la gente más distinguida del pueblo.
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