El pequeño tritón
Un curioso tritón, a quien la edad de salir a la superficie ha alcanzado, sacrifica parte de su vida por un par de piernas.
; Basada en "La sirenita" de Hans Christian Andersen.
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En altamar, donde las aguas cristalinas en cuya superficie las olas se mecen con armonía, muy en la profundidad se rompe la creencia desértica que se tiene del fondo al que ningún ser humano ha podido llegar jamás con vida o si quiera soñar con alcanzarlo.
No se encuentra en el hondo de esta azul fría y pobre arena en toda extensión, sino que crece aquello a lo que los hombres ven como bosques, parajes llenos de enorme diversidad de flores, tallos y hojas que danzan con el movimiento del mar. En lugar de niños correr o avecillas esconderse detrás de los arbustos, las rocas brillantes y corales de llamativos colores albergan toda clase de criaturas marinas, cuyos peces habitantes observan pasar a los mayores ocupantes del recóndito, aunque interminable, lugar.
Así, se dirigían al palacio del soberano del basto océano dos tritones, hijos de este a quien todo aquel ocupando su territorio debía guardar veneración. El rey del mar, Amadeus Prower, no era viudo, a su lado esperando a los dos menores que veía como perlas se encontraba su respetada esposa, Rosemary. El reino resplandecía en su ubicación, protegido por cientos de guardias y elevado, interrumpiendo las corrientes de agua y con suma vegetación, obra de la naturaleza, que adornaba las torres puntiagudas y las paredes enrejadas.
Rosemary suspiró cuando pasó más tiempo del estimado. Ella era quien se había encargado de educar a los futuros reyes, ahora príncipes del mar. A menudo era merecedora de elogios por su buena labor, dos de los vástagos eran gratos para la enorme comunidad y el reino los apreciaba por su forma de ser y la dedicación que tenían para con sus semejantes; sin embargo, nadie podía decir lo mismo del tercer hijo, que separaba al mayor del menor. El trígono era destacado por su singular apariencia, como las aletas resaltando su inusual pelaje y las colas atractivas; los tres, además, heredaron las orejas membranosas que no todos poseían, aunque eran originarios de una leyenda aborrecible, pero al ser solo un cuento, quedó en el olvido de todos.
De acuerdo a lo descrito y paso de boca en boca, algún rey en el pasado, desesperado por no poseer una compañera de por vida, salió a la superficie a morir en manos de los hombres, pero conoció a una princesa, una vulpina a quien pidió la mano y dio comienzo a los rasgos que sus actuales descendientes poseían. Amadeus prohibió que esa narración se continuara, y ya hacía tanto tiempo que nadie recordaba ni por qué hablaban de ella.
Los dos tritones faltantes pasaron a tal velocidad que empujaron un inocente cardumen, al que solo el hermano de cola azul se detuvo a atender.
Zails los vio a lo lejos y se dirigió a su progenitor, mediante una reverencia, para comunicar la llegada de sus consanguíneos. Zails Prower era el mayor de los tres hijos, adornaba su cabeza una corona de turritellas doradas, el mismo color que su cola de pez, y era el siguiente en ocupar el trono por sus antecedentes y la edad superior; además, su vocación se orientaba al conocimiento del reino y la protección de este. Miles "Tails" era el menor de los tres hijos, el color que lo caracterizaba era el azul y el único adorno adicional que tenía era la ocasional flor de loto que guardaba en una caja de cristal que le fue obsequiada desde muy lejos; solía dedicar parte de su tiempo a nutrir de plantas el fondo marino y elaborar inventos que ayudaran a la vida diaria de todos. Miles era el hijo del medio, no le gustaba usar nada en la cabeza porque no podía mantener el equilibrio, lo único que merecía su atención era su cola roja y casi no parecía príncipe.
—Tienes que tener más cuidado —advirtió Tails al alcanzar a su tocayo.
—¿Alguno murió?
—No, pero...
—¿Entonces?
Tails sacudió la cabeza por lo sucedido y se inclinó al saludar a su padre, Miles levantó una mano y la bajó al instante al ver su ceño fruncido por olvidar sus modales y la tardanza en la presentación, que era culpa suya.
—Tu comportamiento está siendo objeto de comentarios negativos hacia la familia —comenzó Amadeus—. No se trata de tu desafortunado hábito de causar desorden, sino de que puedes reconocer ese grave error pero no eres capaz de corregirlo.
Cuando eran niños, pequeños tritones cuyas aletas minúsculas a la vista de los adultos causaban ternura, nadie se preocupó en corregirlo. Zails y Miles se hallaban separados por nueve años, mientras que Tails y él ven solo un año de diferencia, por lo que el rubio menor era su compañero de juegos. Para Amadeus y Rosemary, era divertido verlos perseguirse por todo el castillo, en ocasiones ellos mismos eran sus escondites cuando jugaban a eso. Pasó el tiempo y el carácter de Tails se moderó, pero Miles no, y ya nadie veía lindo si tumbaba a los guardias o quebraba las paredes floreadas del palacio.
Al terminar, tras dejar de fingir la exigente formalidad y abrazarse con los reyes, los tres se dirigieron a otra sala y esperaron la llegada de su madre, sentados cada uno en una roca cubierta de plantas en las que pasaban horas oyendo historias. Aunque tenían gustos diferentes y habilidades que los volvían únicos, tenían en común su admiración por el mundo de afuera: el extraño y desconocido hábitat de los hombres.
Rosemary les contaba todo de lo que conocía y recalcaba lo que ellos no eran capaz de experimentar por su posición, como conocer el aroma de las flores o poder expresar un sentimiento, el de la tristeza, por lágrimas. Los tres se inclinaban sobre los respaldos toscos y oían atentamente cada descripción, sea sobre los ríos, las casas, los bosques que eran diferentes en muchos rasgos a los vistos en el fondo del mar.
—Cuando ustedes dos alcancen los quince años —dijo Rosemary al acariciar el flequillo de Tails—. Tendrán el permiso para salir a la superficie y contemplen todo lo que fuera de aquí hay, verán aquello de lo que he hablado.
Zails tuvo la suerte de ser mucho mayor, él ya había salido de las aguas y apreciado el exterior con sus propios ojos, pero al tener ese permiso, implicaba que podía salir cuantas veces quisiera, lo cual fue también causa de que el cielo, las aves, el calor del sol y las estrellas tintineantes dejaran de ser un misterio.
El mayor había apreciado esos detalles a su tiempo, les volvió a narrar el día en el que su madre lo acompañó hacia el límite del mar y le dio la libertad de explorar por cuenta propia. Zails regresó con emoción en su primera vez, habló sobre colinas verdes y gigantes, tan infinitas como el mar, aunque su regreso fortuito se dio debido a que en la orilla en la que se encontraba, saludó a unos niños que se encontraban saltando entre las rocas apenas mojadas. Salieron corriendo por el susto de verlo, pero no fue esa la reacción de dos niñas, quienes se acercaron a él entre risas y tocaron su aleta orientadas por el interés de saber qué criatura tan rara era. Un acontecimiento reconfortante, mas luego vio a un animal extraño que movía la cola que corrió hacia él para jugar. Por la impresión, Zails retornó a su hogar buscando refugio pensando que le quería hacer daño, y no regresó.
Miles creyó que era tonto no haber retornado, él se moría de ganas por explorar el mundo de afuera, aunque Rosemary le pidió que no se emocione tanto: salir, no significaba poder andar entre los humanos o sentarse a comer con ellos, ya que no podría hacerlo por su cola de pez. Tails no era presto a esa inquietud, él prefería jugar en los arrecifes y contentarse por ello.
De hecho, al concluir los relatos, Zails volvió a la superficie para que sus hermanos vieran que no había nada por temer. Tails y Miles lo siguieron, viendo desde abajo un círculo amarillo que se difuminaba por el líquido.
—Es el Sol, y sus rayos son una de las mejores cosas que podrían captar —explicó el tritón mayor. En ese momento, ocurría una tormenta, pero él lo veía un día común sin preocupaciones, subió a una roca y se arrastró hasta la cúspide, viendo el reflejo de los menores debajo saludándolo y Miles, por alguna razón, dando vueltas. Miles quería agarrar el valor para impulsarse y saltar por sobre la superficie, pero incluso para alguien que decía que volvía la vida picante para que su vida no pareciera un naufragio o un velorio, no se atrevía a romper la norma: debía cumplir los quince años.
Los barcos que pasaron por el lado de Zails, sin poder entender lo que veían, huyeron aterrorizados al distinguir su cola acariciar el lugar en el que se posaba. Peor aún, cuando luchaban por regresar a la tierra sagrada y el tritón de la cola dorada no hacía más que sonreír por la brisa. No obstante, se vio en la obligación de saltar de regreso cuando vio una red. Simplemente, no de nuevo.
Zails saltó al océano. Sus hermanos no sabían por qué hizo eso. El tritón mayor abrió sus brazos para llevarlos de regreso a la profundidad, pero al darse cuenta, solo pudo tomar la mano de Tails. Miles siguió cerca de la superficie, con una mano rozando el límite, tratando de saber pese al obstáculo visual qué era lo que estaba tan cerca de él. Un arpón pasó por su lado, rozando su brazo provocó un ardor en él y, en un segundo, su hermano mayor agarró su aleta y lo orientó a un lugar seguro.
Los tres fueron a notificar esto a su padre, en especial Zails.
—Cuando Zails tuvo el permiso para salir —narró su madre mientras curaba la herida de Miles—, dijo que quería viajar a todo el mundo, pero no le especificó a papá que se refería a todo el mundo en general, no solo el marítimo. Un barco pesquero lo capturó y terminó de exhibición en una cevichería, tuvimos que rescatarlo.
Miles entendió. Él tenía seis años, era muy joven, quedó al cuidado de una tía por un tiempo porque sus padres anunciaron que buscarían a Zails, luego le mintieron y dijeron que el mayor quería tomarse una foto con ellos, pero eso no tenía sentido. Zails, sin embargo, no tuvo miedo, supo superar lo que ocurrió. Miles admiraba ese valor, quería imitarlo en lo que pudiera y superar lo que hiciera. Además, el evento no significó que los humanos estuvieran vetados de la boca de los pobladores, solo significó nuevas medidas restrictivas y una mayor dureza con los botes que se aproximaran demasiado.
El Prower de la cola roja ascendió otro día hacia el borde del mar para oír a las sirenas cantar. Las mayores se tomaban de las manos y ocupaban las rocas que sobresalían para alentar el espíritu de los navegantes, algunos de los cuales desconocían de dónde provenían las bellas voces y continuaban en su ardua labor. Miles prefería ir cuando el cielo se oscurecía y una tormenta con monstruosas olas se avecinaban, ya que era cuando veía a los humanos más de cerca. En un momento estuvo por salvar a uno de ahogarse, pero Amadeus se lo impidió diciendo que si la naturaleza reclamaba su cuerpo, debía dejar que se sumergiera.
Miles no era una persona empática, generosa o atenta, le gustaba ver a los hombres caer porque en una ocasión, uno brincó al agua y al observar su extensa cola nadó para poder respirar, así que su presencia podía ayudarlos; sin embargo, no quería que mueran, ya que implicaba no recoger los cadáveres que se clavaban o llegaban al fondo. Tails era sensible a estos eventos, a veces se ocultaba bajo las sombras de los tallos para no ver ningún cuerpo llegar a su hogar.
—Si tuviera quince años, ¡vería lo que nadie vería nunca y les diría sus verdades!
Y como todo llega en el mundo, Miles al fin cumplió los quince años. Rosemary se acercó a él tras felicitarlo por la edad y lo guio frente a un espejo encontrado en los naufragios para poder ataviarlo como hizo con Zails. Le puso una corona con flores blancas que brillaba por la pulcritud y adornó su cola con algunas joyas.
—¡Mamá! —Miles se sacudió desde la punta de su aleta hasta sus "orejas" al sentir un pinchazo en la espalda. Tails, a su lado, sostuvo una bandeja con aperitivos para que se quedara quieto.
—La belleza es dolorosa —comentó Rosemary—. Pero valdrá la pena.
—Habría soportado más que me cortaran el brazo... ¡Ay!
Palmoteó su espalda para que se levantara de su asiento acolchado, justo al momento en el que Amadeus se abría pasó entre dos guardias para ver a otro de sus hijos dar un gran paso, como dirían los hombres, en su larga vida. Miles sintió el impulsó de retirarse los adornos y dar vueltas, lo que solía hacer para gracia de Tails, pero trató de no arruinar el gran día y realizó una inclinación de cabeza a modo de despedida.
—¡Los veo! Zorras —pensó lo último, víctima de la alegría.
Miles rodeó un poste de oro y siguió su camino hacia el punto que había elegido para elevarse. Sin embargo, lo que había arreglado para él mismo se vio arruinado debido a una estatua de mármol clavada a mitad del claro de flores. Enojado, dio la vuelta a la escultura para averiguar qué era y por qué decidieron que su propiedad debía ser invadida de esa forma. Era un hombre, pero no se asemejaba a él porque no tenía cola de sirena, sino algo parecido a los brazos.
—Piernas —recordó al volver a rodearlo. Miles se quedó en silencio al ver hacia arriba y regresar su mirada a los ojos sin vida de la estatua, no sabía quién era, pero debía ser alguien importante para merecer la inmortalización de su imagen, aunque atractivo, si lo siguiente que Miles hizo fue recostarse en su pecho y sonreír como sonríe un niño por su primer juguete—. Corazón, corazón —fingió lamentos. Un pez que paseaba por el lugar lo vio y aceleró su nado a otra parte—. Me tengo que ir, ¿no me extrañarás, verdad?
La estatua continuó en silencio. Miles se alejó y dio vueltas en su propio eje, debía admitir que si fuera una persona real, sabría con quién iba a tener hijos. No obstante, una tercera fracción de la chispa murió cuando vio, otra vez, las piernas.
—Bien, igual no eras de verdad. —Miles agitó una mano hacia él, pero regresó para fingir que era otro príncipe que lo reclamaba para que se quedara. Mientras se elevaba, ligero y haciendo piruetas a través del agua, creó su propia historia con él hasta que tras tomar fuerza e impulsarse, sentir la resistencia contra él y luces de las afueras brillar dándole la bienvenida, saltó y la mitad de su cuerpo rompió la tensión del mar.
Cayó al agua y regresó al exterior, no había roca en la cual subirse, lo que fue una lástima, ya que escogió el lugar por tenerlas, pero era probable que se haya equivocado de sitio. En compensación, sintió en sus mejillas el calor del sol ocultándose, definiendo colores naranjas y rosas en las nubes. Miles empezó a nadar y saltar fuera del agua con la esperanza de alcanzar la radiante esfera que por fin veía por sí mismo, pero no lo consiguió. El aire impactó su frescura contra él, tan suave que su mechón negro casi no se movió.
Cerca de él había un barco de madera, grande y de tres puntas que reposaba sin destino aparente. La cubierta se hallaba repleta de marineros y decoraciones festivas, los cuales prendieron las luces al llegar la oscuridad de la noche y los faroles se agitaron por el aire. Las personas cantaban, bailaban y cada tantos segundos gritaban una mala que él no podía descifrar. El joven se acercó nadando, quería saber de qué se trataba, pero no veía más que las ventanas de los camarotes, por lo que los usó, hasta que alcanzó una cuerda para subir a un mejor asiento.
Fue complicado sin piernas o pies, pero Miles alcanzó a caer en el contorno de una ventana, que le dio el acceso a una abertura que mostraba sin dificultad la fiesta que se iba desarrollando. Se reclinó un segundo en el que las nubes grises arribaron, pero se enfocó más en los bailes y la comida que se repartían. No tenía un punto exacto para prestar atención, una ola lo arrojó de su sitio y tuvo que volver a subir, aunque esta vez permaneció observando por las ventanas a un joven que se parecía a la estatua que llegó hasta su hogar. Miles, vio que el hombre tenía un detalle que él no tenía por no tener un cuerpo humano, al parecer salía de mojarse el cuerpo e, ignoto de que no estaba solo, no traía toalla.
—Bañarse —murmuró al recordar lo que explicaba su madre. El otro joven no se parecía a cualquier ser vivo que haya visto antes, Miles nunca vio a nadie verde o con las formaciones puntiagudas detrás de su cabeza. El menor quiso asomarse más, estaba prácticamente entrando por la ventana, pero se apoyó en un colgador que se cayó y llamó la atención del erizo que desconocía. Miles se dejó caer al mar y, con más ímpetu, subió por las ventanas, pero el humano ya no estaba.
Siguió ascendiendo a la fiesta hasta que lo volvió a ver. El erizo verde salió por una puerta y al instante el cielo se iluminó de fuegos artificiales. Miles nunca vio un espectáculo como ese, aunque estuvo por retornar al mar por el estruendo, se sintió maravillado por tener la suerte de presenciarlo, no se sintió digno de la hermosa vista y no creía que viera a la estatua de mármol tener vida.
—Debe ser su cumpleaños —dedujo luego de verlo agarrar un vaso de bebida y chocarlo con el de los acompañantes. Otro erizo, aunque azul, lo golpeó en el hombro y también alzó una copa—. ¡También el mío! —exclamó para él mismo—. Listo, bebé, tenemos algo en común.
Miles sacudió su cola por el entusiasmo de verlo caminar de un lado a otro, incluso estuvo frente a él, pero pronto el estruendo de las flamantes luces se reemplazó por el de los truenos. Las nubes crueles se tornaron negras y un rayo dejó toda la ceremonia en silencio en plena oscuridad del océano. Miles se aferró al borde en el que se encontraba cuando la luz de un relámpago mostró una gigantesca ola a punto de golpear el navío. Las aguas llevaron la embarcación a un grupo de rocas que destruyeron los mástiles y arrasaron con lo que pudieron. Un trozo de madera cayó en su dirección, por lo que Miles se soltó para que no lo golpeara, pero siguió esquivando cuando, incluso en el mar, los objetos caían sin detenerse.
El tritón volvió a asomarse a la superficie y entendió que así era cómo se veían las horribles tormentas que él no había visto hasta ese día. Buscó con la mirada al príncipe que vio en la profundidad y en el barco, lo encontró tomando posesión del timón abandonado. Su intensión principal era subir y ponerlo a salvo en su palacio, pero olvidó que los humanos no podían respirar bajo el agua, por lo que no sabía qué hacer.
Mientras Miles trataba de subir para llegar a la cubierta, provocó un grito de un espectador, pero no hizo caso y se arrastró para encontrar al erizo que no lo conocía. De repente, al distinguirlo tratando de ayudar al erizo azul que vio antes, ahora atrapado bajo uno de los sostenes de las velas, y avanzar hacia él para advertirle del peligro, el barco cedió al maltrato que la naturaleza le otorgó, la sacudida que dio y la humedad provocaron que Miles se deslizara por la misma abertura por la que lo estaba admirando y no supo que ocurrió con los dos erizos.
De vuelta al agua, Miles giró a todas partes para saber si había caído o encontró un bote en el cual salvarse, pero el hombre semejante a la estatua estaba por debajo de él, tras sumergirse a corta distancia. El tritón se volvió a sentir contento al imaginar que podría tener hijos si iban ante su padre en sus dominios, pero reaccionó.
—¡No, Miles! —se gritó a sí mismo—. No es momento para pensar en esas cosas.
El menor nadó hacia él, saltó entre la madera flotante, diferentes voces comenzaron a susurrar repitiendo lo que dijo su padre sobre no rescatar ni intervenir en el destino de las personas y las advertencias sobre no acercarse a los hombres después de lo que ocurrió con Zails, pero dejó de oírlas al estirar una mano y alcanzar su brazo a tiempo. No podía dejar que muriera, así que se elevó junto a él hasta que llegó a la superficie y estuvo seguro de que tuviera la posibilidad de respirar.
Miles no vio el bote que en el que resto de la tripulación buscó salvarse, por lo que esperó que estuvieran a salvo, ya que no podía cargar más que a un solo humanos y ya lo tenía. Meciéndose entre las olas sin saber el camino por seguir, unas aves volaron sobre su cabeza y le mostraron el camino a la tierra. En un comienzo pensó en subirlo a una balsa y dejar que la marea lo llevase a la orilla, pero no pudo soportar la idea de dejarlo a su suerte y nadó con él hasta la orilla.
La marea baja los impulsó hacia la arena. Miles se subió primero y lo arrastró con la poca fuerza que tenía. El día apareció junto a un cielo claro que no mostraba rastros de la tragedia ocurrida durante las altas horas de la noche. El calor regresó al cuerpo y la aleta de Miles, quien esperaba que ahora el príncipe pudiera despertar y, como mínimo, agradecérselo.
En el fondo, había campos verdes y, a su lado cercano a un risco, un castillo tan inmenso como el suyo. El rededor se veía rico en vida y paz, pero el humano junto a él seguía sin despertar. Miles se arrastró un poco hacia abajo para poder abrazarlo, su aleta se subió a sus piernas y se acurrucó a su lado mientras le ordenaba en voz baja que se levantara.
Unas campanas sonaron desde lo lejos, Miles levantó la mirada y observó el rostro de la persona a la que acababa de salvar, tan igual como la estatua de mármol. Besó su frente, supuestamente para decirle adiós, pero trazó círculos en lo que visualizó como púas y volvió a besarlo, esta vez en un lugar diferente en el que no debería estar.
—Si no fueras un hombre —comenzó—. Me gustaría reproducirme contigo.
Se inclinó para depositar otro beso, pero esta vez el príncipe se movió y tomó la mano que acariciaba su mejilla. Otra campanada sonó, un grupo de mujeres corrió sin ver al tritón para ayudar a quien reconocieron como su príncipe. Miles contempló por última vez al erizo, quien no pudo observarlo bien por acabar de recobrar conciencia, cuando tomó asiento, su salvador ya no se encontraba.
Miles se asomó por las rocas para saber que se encontraba seguro. Al verlo levantarse, se deslizó hasta llegar a las aguas y gritó de felicidad por la fantástica experiencia, sin embargo, al darse la vuelta, chocó contra el rostro incrédulo de Tails y sus brazos cruzados.
—¿Dónde estabas?
—Ah. ¿Quién eres? ¿Mi papá? Estaba viendo a los humanos —explicó Miles pasando por su lado.
—¿Solo viendo?
—Oh, no, olvidé la parte en la que me dio una buena cogida y tuvimos tres bebés. —Miles lo empujó con su cadera y nadó hacia abajo—. No me molestes.
—¿Salvaste a un humano? —preguntó Tails sin poder creerlo.
—¿Qué no me viste? Para qué preguntas —espetó con la mirada fija en el lugar de la estatua—. No me sigas, me voy a masturbar.
—Miles, no te portes así —pidió el menor suavemente—. Solo estaba preocupado por ti, después de lo que pasó con Zails, soy más cercano a ti, no quería incomodarte. ¿Qué viste afuera?
—Te creo, te creo —murmuró—. Te voy a mostrar algo.
Miles descendió hasta su punto de partida y abrazó a la estatua de mármol por detrás.
—Me voy a casar con él —presumió. Miles pasó sobre su hombro para tratar de busca algún grabado con su nombre, hasta que vio una placa de metal al pie de la imagen—. Scourge.
—¿Scuar? —consultó, pero debía regresarlo a la realidad—. Miles, no quiero arruinar tu primera ilusión, pero él es humano; tú, un tritón. "Ustedes" es algo que nunca va a suceder.
Miles odiaba cuando Tails tenía razón. Scourge era un príncipe humano, él era un príncipe tritón, una criatura que al ver tal vez lo habría espantado y deseado no regresar al mar, pero Miles estaba encantado y sentía que quería formar parte, si quiera un día, de ese mundo terrestre.
Regresar y no contar nada elevó las sospechas de lo que pudo haber ocurrido, Tails tuvo que inventar que fue increíble, que Miles estaba asimilando la vista, pero Miles desde ese día se volvió escurridizo. Los guardias lo veían salir a la misma hora todos los días y no retornar hasta que se dieran una reunión formal, aun así se escapaba y regresaba cantando con una alegría incontrolable. Rosemary atribuyó este cambio a que Miles estaba fascinado por lo que vio, pero Amadeus temía que hubiera ocurrido algo más que solo ver el exterior.
Miles salía con Tails, quien lo esperaba debajo del mar y cuidaba que nadie lo capturara. Entre tanto, Miles se arrastraba fuera del agua y se acercaba a las piedras debajo de la terraza del cuarto del príncipe, quien a veces se preguntaba en voz alta por la persona que lo salvó y el tritón tuvo que contener muchas veces gritar que se encontraba con él.
El joven con cola de pez muchas noches durmió fuera de su hogar, apilando la arena y recostándose para oír al príncipe hablar, sentía que se podrían llevar bien, aunque desconocía el porqué de la corazonada.
—Te tragaste bastante agua ese día —habló una voz ajena—. O estabas ebrio cuando te encontramos.
—Jódete, Sonic.
—Claro —rio el otro—. Por lo que fuera, gracias por salvarme.
—No te ayudé porque yo quisiera. —Miles oyó sus pasos aproximándose al balcón y se inclinó un poco para ver su reflejo en el mar—. Si morías y nunca encontrábamos tu cadáver, nuestros padres me quemarían vivo. Si fuera por mí, te habría dejado.
—Entonces, te diste cuenta de que soy el hijo favorito y después te salvó... ¿Quién? ¿Una sirena?
Scourge se encogió de hombros al tomar asiento en el borde de mármol. Miles observó a un lado, Tails desde el agua era medio visible y agitó una mano para que retrocediera.
—Por ahí ha de andar —escuchó—. Me casaré con esa persona.
Miles suspiró por estar, y a la vez no estar, en la mente del erizo verde. Por la mañana, regresaría a su palacio submarino y vería a Scourge asomarse por la terraza una vez más, apreciaría sus rasgos coloridos antes de regresar para coquetear con la estatua al fingir que se confesaba, luego retornaría por la noche, como una rutina en la que no sabía que el tritón también estaba. Zails fue la segunda persona en enterarse, cuando los siguió un día y salió a la superficie en el preciso instante en que Miles se revolcaba en la arena por la felicidad de haber visto a Scourge otra vez. El mayor lo jaló de la aleta y, sin rechistar, lo regresó al mar, mientras reprendía a Tails por haber formado parte de ese juego.
—¡¿En qué estabas pensando?!
—Jódete, Zails. ¡Yo lo amo! —exclamó el menor al zafarse de su agarre—. ¡Tú estás con Zonic! Que te folle y déjame tranquilo.
—¡Miles! —Zails se puso delante de él y lo forzó a retroceder—. ¿Qué clase de vocabulario es ese?
—Lo dicen los humanos...
—¡Eres un tritón! ¡Tú no eres un humano! Tu vida está aquí, ¡no afuera! Ese chico se casará con alguien que también lo sea y se acabó, ¡regresa al palacio!
—¡No es cierto! —gritó al empujarlo—. Dijo que se casaría con la persona que lo salvó, ¡yo soy esa persona!
—¡Regresa o se lo diré a mi padre!
Tails estaba en medio de la tensión, intentando separarlos para que el asunto se tranquilizara, pero Miles lo hizo a un lado y se acercó a pocos centímetros del mayor de los tres.
—Díselo —siseó antes de nadar a las profundidades. Miles no quería comprender por qué se meterían de ese modo en su vida, que Zails haya estado cerca de convertirse en escabeche no significaba que él recorrería el mismo camino, su forma de pensar era otra. Además, solo debía hallar la forma de decirle a Scourge que él era su salvador, tal vez luego decirle que podía probarlo porque era un tritón y solo una criatura marina podría haber salvado del fondo, casarse, tener muchos hijos y hacer cosas de pareja que entre las criaturas marinas no podían hacer. En el transcurso de salir del mar y volver, había escuchado y visto a unas dos personas, así que sabía que la forma de interactuar en los humanos era distinta.
No le tenía miedo a Amadeus. Para su suerte, Zails no dijo ni una sola palabra, aunque lo buscó esa misma noche para advertirle que no regresara a ver a ese joven o sí hablaría. Miles se encogió de hombros y se dirigió a un tocador para arreglarse, estaba decidido a que Scourge lo supiera. Cuanto más antes, mejor, por cada segundo que pasaba, sentía más afecto por los humanos.
—Si los hombres se ahogan y no pueden estar bajo el agua, ¿al menos viven para siempre? —preguntó Miles a Rosemary poco antes de partir—. No es que quiera tener una familia con uno, solo me dio curiosidad.
—No, cariño. —La sirena peinó su mechón negro y negó—. Los hombres mueren, y su vida es incluso más breve que la nuestra. Mientras nosotros podemos disfrutar trescientos años de gloria antes de convertirnos en simple espuma sin recuerdos, ellos apenas rodean los cien, pero poseen un alma inmortal que perdura sin el cuerpo, un alma que está en todas partes y que se eleva a las constelaciones. Nosotros nunca podremos llegar a ellas.
—¿Qué? —El ánimo de Miles decayó, dejó de pensar en el beso que quería darse con el erizo y se afligió por oír lo que dijo—. ¿Por qué no? Yo quería vivir para siempre. Preferiría mil veces rechazar mi cola y ser un hombre que morir y convertirme... ¡en nada!
—¡No pienses así! —dijo Rosemary al erguirse y nadar a su trono—. Nosotros tenemos mucha más suerte de ser quiénes somos, los humanos son miserables.
—¿En serio? Pues no son ellos los que se convertirán en espuma, ¿ni siquiera podré tener un entierro digno?
—Miles.
—¡No quiero morir de esa forma! ¡Quiero seguir disfrutando del maldito sol y ver las jodidas flores crecer! ¡No voy a morir así!
—¡Ya basta! —espetó un aura negra.
—¡¿Por qué nunca me explicaron esto?! ¡Yo no quiero ser...!
—¡Suficiente! ¡Regresa a tu alcoba! —Rosemary llamó a dos guardias para que lo escoltaran a la soledad de su cuarto, así también garantizaba que no saliera, ya que su recelo por el rumor de la presencia de un humano la había despertado. Miles frunció el ceño por la conformidad en la que vivía su familia. Nadie aparte de él veía problemas en convertirse en espuma que desaparece como si nunca hubiera existido. Peleó contra los soldados para que lo dejaran ir, aunque, por error, gritó el nombre de Scourge y nadó por su cuenta a entristecerse en su habitación, sin poder llorar porque era otra maldición.
—Ser así es una maldición —susurró contra un alga. Esa noche habría una ceremonia en honor al pronto compromiso entre Zails y Zonic, un general al que Amadeus estimaba mucho y al que sorprendió cortejando a su hijo. En un comienzo, fue una relación rechazada por él, pero descubrió que Zails se sentía devastado por la idea de separarse y que Zonic bajó su rendimiento e iba a dejarse morir de hambre al no poder volver a verlo, ya que el rey del mar lo encerró en un calabozo por la injuria. Finalmente, Rosemary lo liberó y le concedió el perdón, así como la autorización para que se reencontraran y enlazaran sus almas.
Tails estaba contento por la noticia, aunque la noción de una pareja no lo emocionaba y prefería evitar el tema, pero ver a Zails alegrarse era suficiente. Miles no quiso salir, pero lo obligaron a, como mínimo, decorar su aleta y moverse a la sala principal, donde las demás sirenas y tritones esperaban a la familia real. Sin embargo, el príncipe de la cola roja empleó la libertad y la multitud para huir del lugar sin que ningún guardia dijera algo al respecto.
—Estoy llegando —susurró, quería buscar a la estatua porque desde que lo había encontrado y por cada vez que no se sentía bien, recurría a ella para acomodarse en su pecho, así, le contaba por qué se sentía mal y cómo le gustaría que fuera un tritón como él para no sentir el frío de su inmovilidad y poder sentir su corazón latiendo.
Miles abrazó la estatua de mármol al verla, lo besó en la mejilla y dio vueltas frente a él por la alegría de tenerlo, sin embargo, al aproximarse para descansar contra su cuerpo, Amadeus gritó su nombre a sus espaldas con una furia incontenible, en lugar de haberse quedado en la fiesta de gala con su hijo mayor.
—¡Miles! —El rey del mar apuntó al menor con el tridente para hacerlo a un lado, pero el tritón de aleta roja no se movió y se sostuvo con fuerza del hombro del erizo—. ¡Apártate!
—¡Papá! —Miles miró a la superficie y luego a la copia petrificada del príncipe. Amadeus avanzó, el tridente dorado empezó a brillar en la punta y amenazó a la vida de la pareja—. ¡¿Qué?!
—¡Salvaste a un humano! ¡Les dije que tuvieran cuidado! —Amadeus hundió su arma en la arena y la arena revoloteó a su alrededor—. ¿Crees que me hubiera gustado tener que rescatarte a ti también? ¿Y si nunca llegaba a tiempo? Los hombres son crueles, no tienen respeto por la vida ajena, secuestran a nuestros amigos, se comen a nuestras mascotas, ¡odian a nuestra gente! ¡Y tú lo salvaste!
—¡Iba a morir! Era su cumpleaños, ¡cómo el mío! Tú te enojas cuando los cuerpos llegan al reino, ¡¿por qué te molesta ahora?!
—¡Apártate!
—¡No!
Miles no sabía si el rayo fulminante le hubiera arrebatado la vida, pero Tails lo empujó a un lado cuando estuvo por caer en él y, todo lo que vio al girar, fue a su estatua estallar en pedazos. A Amadeus no le hubiera importado que él hubiera seguido al frente, simplemente lo hubiera acabado y pasaría a convertirse en la espuma que tanto aborrecía.
Tails se levantó de la arena, con visible susto por casi no llegar a tiempo y extendió una mano para que su hermano pudiera dejar la conmoción a un lado, pero Miles se arrastró como si estuviera fuera del agua hasta la base de la figura y no encontró más que polvo y pedazos irreconocibles de lo que fue.
—¡A partir de ahora! —Amadeus orientó otra vez el tridente, pero a la superficie y sentenció—: ¡Ninguna criatura, tritón o sirena, volverá a salir de los mares!
Miles trató de tirar del mango del tridente para que no lo hiciera, ya que significaba no volver a ver al erizo y permanecer encerrado como un pez en una pecera, pero el rey lo arrojó contra las rocas que decoraban el lugar, aunque sin darse cuenta de sus actos. Tails gritó para que se detuviera, estaba asustado, pero no lo pudo evitar.
El océano sería su cárcel.
El soberano giró para ver a su hijo más rebele tras sentir a Tails tocando su hombro con miedo. Amadeus moderó su respiración al darse cuenta de lo que estuvo a punto de hacer por dejarse llevar por el peor sentimiento que las personas podían tener, estuvo cerca de dejar caer el tridente que lo llevó a cometer eso, pero optó por inclinarse para levantar a Miles, porque no quiso tirarlo de esa manera; sin embargo, el tritón, con heridas en la aleta y una profunda tristeza que no podía expresar, golpeó la mano que le ofreció y se impulsó para nadar por sí mismo.
—¡Los odio!
Amadeus no siguió a Miles cuando lo vio nadar inútilmente a la superficie, le pidió perdón a Tails por lo que vio y regresó a la ceremonia que comenzó a pensar que no debió abandonar. Era posible que Miles lo odiara por el momento, pudo haber sido un exceso, pero su hijo nunca entendería a menos que fuera duro con él.
Al llegar al borde del océano, el tritón azabache notó que no podía ir más allá, golpeó la barrera que lo detenía y gritó contra ella para que lo dejara pasar, pero siguió bajo el mar. Miles se dejó caer con lentitud hasta las profundidades, donde quienes pasaban se enteraron por los peces cercanos lo ocurrido y se reían o hablaban de él. El menor se dirigió de regreso a la estatua con la esperanza de que su padre se hubiera arrepentido y la haya restaurado para calmar el devastado sentir de su hijo, pero no había nada, solo el grabado de metal se salvó de la explosión y fue lo único que pudo recuperar.
Tomó asiento a su lado para golpear su aleta con rudeza, la arañó, la maltrató, jaló de ella por tenerla y se lamentó por no haber podido nacer fuera del océano o haberse convertido en espuma antes de conocer al erizo, que seguía sin saber quién era y había empezado a amar a la persona equivocada. El tritón se recostó sobre el soporte de mármol y se sintió más nefasto aun por ser incapaz de llorar.
De repente, para interrumpir sus lágrimas inexistentes, un cuerno se escuchó muy lejano de donde se encontraba, atravesando el agua y provocando mareos a quienes lo oyeran, pero no a él, que seguía invadido por el enojo y el rencor. Miles reconoció el sonido como aquel del que, en su infancia, le ordenaron alejarse cuanto pudiera, todos debía escapar si lo oían, ya que se trataba de la bruja marina despertando en su escondite para hablar con las bestias que habitaban con ella y hostigar a las víctimas que cayeron en sus fauces.
Miles miró hacia donde ella se encontraba y miró en dirección a su palacio.
—Amadeus no tuvo ningún problema para disparar, a sabiendas de que ponía lastimarme —se recordó—. Arruinó las cosas que yo más amaba y me encerró con todo lo que detesto. Todos son felices siendo espuma, Zails es el hijo perfecto y Tails es a quien más protegen, yo no tengo lugar aquí.
El pequeño tritón se irguió y nadie hacia el rugiente torbellino en el que vivía la temida bruja. Estaba prohibido recorrer ese camino, los que estaban escapando de él lo vieron dirigirse hacia allá y le gritaron que diera la vuelta, pero Miles puso la frente en alto y los ignoró a todos por completo. Ese espacio monstruoso era aquello a lo la gente más temía, sabías que estabas cerca si veías el suelo cambiar sus flores y corales por simple arena gris y huesos provenientes de criaturas desconocidas regados por todas partes. Para llegar a la mansión de la bruja Rosy, debían atravesar o tentar a la muerte, ya que muchos que desearon hablar con ella no pudieron acercarse un milímetro sin que sus bestias se encargaran de ellos.
Miles atravesó una siniestra oscuridad en la cual veía remolinos que trituraban todo por medio de golpes, desde objetos hasta seres vivos, para después cruzar una turbera ardiente en llamas con sumo cuidado. El tritón miró con los ojos entrecerrados al frente y era capaz de ver el lugar de destino, pero el bosque que no podía rodear estaba repleto de pólipos, semejantes a largas plantas como serpientes con vida propia, de cien cabezas y dedos de un material pegajoso del que nadie podía escapar y, si eran presas, debían prepararse para una muerte extremadamente lenta y dolorosa. El tritón de aleta roja retrocedió al ver esto, pero se adentró, motivado por la idea de volver a ver al príncipe Scourge y dejar de ser un ser marino.
Mientras nadaba, vio a los pólipos acercarse a él para que sea parte de su cena, pero se alejó con rapidez al ver los distintos esqueletos y cuerpo en descomposición que tenían enrollados, mostraban lo que atraparon como si fuera una competencia. Miles solo se sintió con miedo al ver que uno de los cadáveres era una sirena estrangulada, pero recobró con fuerza al salir de ese lugar, ahora tenía que cruzar un pantano con enormes serpientes rodeando el lugar al que debía llegar, pero finalmente alcanzó la casa e ingresó para, sin rodeos, gritar lo que quería. Sin embargo, se detuvo en seco al ver que las paredes estaban construidas con huesos humanos y, de hecho, acaba de tocar un ojo.
La bruja, Rosy, tenía a sus serpientes revolcándose a sus lados. Ella sonrió al verlo y el menor se sintió repentinamente débil.
—Yo sé qué es lo que quieres —espetó—. Digno de alguien estúpido, pero no puedo esperar mucho de un niño que acababa de dejar el cascarón, o debería decir que no, ya que no puedes salir del mar.
—Quiero salir de nuevo —interrumpió con temblores.
—Pero no quieres salir con eso —añadió la eriza, supuso, al señalar su aleta—. Una completa estupidez de tu parte. Debo decir que es bastante triste que el príncipe haya tenido que terminar en lugar como este, me preguntó qué ocurrió para que recurras a mí...
—No quiero ser un tritón.
La bruja volvió a sonreír, carcajeó cuando una de sus mascotas ciclópeas rozó la cola de Miles y este gritó al alejarse.
—Eso es bastante fácil de arreglar. Para librarte de tu cola de pez para siempre y tener un alma como los humanos, deberás convertirte en uno —explicó mientras observaba un bastón—. Si la pierdes y obtienes las dos piernas que tanto anhelas, tendrás que enamorar al príncipe... Dime su nombre, corazón.
—Scourge —respondió, esquivando una mordedura venenosa.
—Cálmense —ordenó para que la visita fuera corta—. Si obtienes las piernas, tendrás que enamorar a Scourge, si te ama tanto que un sacerdote los toma de las manos y los une para siempre, serás un humano hasta la muerte y tendrás un alma inmortal, pero si no lo hace, se casa con otra persona y no es a ti a quién jurará amor, volverás a convertirte en tritón por breves segundos, pero al instante tu corazón se partirá por las otras bodas y te convertirás en espuma de mar. Además, por cada paso que dieras, sentirás como si una espada atravesara tus pies y estos sangraran por las graves heridas, nadie bailará como tú, pero te dolerá. ¿Aceptas?
Miles pensó por un momento. Oyó que Scourge dijo que se casaría con la persona que lo salvó, él lo salvó, así que la boda debía ser un hecho. Sin discusión.
—Sí —afirmó con seguridad, pensando en el erizo y en las piernas que tendría—. ¿Pero no podrías quitarle lo del dolor? Es que no soy muy bueno soportando, me tiraré al mar si...
—Ya entendí —suspiró con cansancio—. Sin embargo, no hago trabajos gratis —comentó la eriza fingiendo su voz lastimera—, también lo pensarás cuando te diga el precio. Posees una voz que no sabe callar, no es la más linda, pero es la más escuchada, tienes el don de que te presten atención y puedas resaltar con ello. Haremos un trato, a cambio de mi valioso e inigualable brebaje, quiero lo que mejor, quiero tu voz.
—Pero si no puedo hablar, ¿cómo le diré...?
—Tu figura, tu voz no es lo único que tienes inusual —añadió—. Y siempre puedes escribir o aprender otra forma de comunicarte, hay maneras. Tu cuerpo, es todo lo que le importa a los hombres. Pues bien, ¿aceptaste? Saca la lengua y la cortaré.
Miles asintió, era tarde para arrepentirse y no lo haría, pensar en su padre le dio la fuerza para seguir adelante. Vio a la eriza rasgar su pecho y, finalmente, antes de entregar el frasco, tuvo que renunciar a lo que más le haría falta.
—Listo, que lo disfrutes —se burló la bruja—. Los pólipos no se acercarán a ti.
El tritón no entendió a qué se refería, pero tuvo que cruzar nuevamente por toda la extensión y el territorio estéril. Lo supo cuando los pólipos, que antes intentaron arrastrarlo a la muerte, ahora se encorvaron aterrados al ver lo que el más pequeño tenía en las manos.
Miles pasó por la estatua y nadó hacia el palacio, para verlo por última vez antes de irse, posible, aunque dudoso, para siempre. Agitó una mano hacia el castillo dorado, esperando que a Zails le vaya demasiado bien con su matrimonio y Tails pudiera encontrar un nuevo compañero de juegos, sintió que solo a ellos podría extrañar. Luego de esto, nadó hacia la orilla para beber el brebaje y, apenas lo consumió, la barrera se rompió y pudo salir a la arena. No obstante, un dolor inmenso atravesó todo su cuerpo, sin poder resistirlo, cayó al suelo como un cuerpo inerte.
Al instante, el dolor desapareció y sintió que lo levantaban del suelo. Miles abrió los ojos con dificultad, la respiración agitada daba la apariencia de que acababa de pasar por un momento difícil. Bajó la mirada y se percató de que ya no tenía su cola y aleta rojas, en su lugar tenía dos piernas y, detrás de él, crecieron dos colas completamente diferentes a lo que él había visto antes.
Entre que asimilaba lo que ocurrió, notó los brazos que lo rodeaban, la falta de ropa y reaccionó por mero impulso.
—¡Pervertido! —Quiso gritar, pero no pudo, su boca se movió, pero no se escuchó nada. Las colas que recién se crearon lo cubrieron por completo. Miles dirigió su vista arriba y vio a su estatua con vida.
—Si quieres, te dejo caer. —Scourge estaba en el mar porque recurrentemente esperaba a que haya otro naufragio y la persona que lo salvó vuelva a hacer su labor. Esa mañana, Amy, su hermana, había dicho que vio que no era una mujer, sino un ser que no pudo identificar, pero que saltó al agua y no volvió, como si se hubiera escondido al ver que corrían hacia él. Con ese testimonio, Scourge pensó que la broma de Sonic podía ser realidad y quien lo salvó fue o una sirena o un tritón, pero él no tenía problemas con eso, así que seguía esperando a que la criatura mitad pez saliera del mar.
Y encontró algo diferente.
—¿Por qué estabas aquí?
Miles trató de hablar, pero recordó el trato con la bruja, solo movió la boca y formuló gestos para dar a entender su mensaje.
—¿Es una broma?
Miles negó con la cabeza.
—¿Saliste del mar?
El menor asintió y movió sus piernas juntas como parte de la ayuda para que entendiera quién era.
—¿Naufragaste? ¿Quién te trajo?
El tritón, ahora un zorro, negó con la cabeza y puso los ojos en blanco por su falta de comprensión, aunque no lo culpaba, él tampoco deduciría que una bruja le cortó la lengua. A menos que fuera más explícito, por lo que abrió la boca e hizo la imitación.
—¿Te cortaron la lengua? —Un asentimiento—. ¿Y saliste del mar? —Otro asentimiento-. ¿Qué? ¿Una bruja te la cortó y te dejó subir a la superficie? —Miles se sorprendió por la rapidez, y volvió a asentir—. ¿Estás bien? —Cuando Scourge vio que el zorro se enojó, se rio porque la situación lo estaba divirtiendo—. ¡Está bien! Debe ser agotador estar así, no te he tocado, si lo crees porque no tienes ropa.
Miles sonrió al recostarse en su pecho mientras el erizo lo llevaba a su palacio, se sintió protegido y no tenía un límite para decir quién era, solo debía casarse con él y estaría consumado.
Cuando llegaron, todos se acercaron a él para preguntar por el jovencito, pero fue breve, porque lo llevaron a asearse y calmarse por el supuesto naufragio que pudo padecer. Una eriza rosa lo acompañó para que pudiera asearse al meterlo a una bañera, para ello lo paró, pero Miles no sabía usar sus piernas y se cayó al agua con estrépito.
—Vaya, al menos... entraste a la tina —sonrió Amy.
"Bruja perra mentirosa", pensó el zorro, "qué bien que acabo de bailar".
—Debes estar asustado –comentó la eriza al echar un balde sobre él, quien sintió por un momento la necesidad de saltar como si tuviera su aleta, pero ya no estaba—. Te traeremos ropa, hoy hicimos un traje nuevo, pero por tu tamaño, creo que te quedará... ¡Scourge!
Miles giró hacia donde gritó. Al erizo nadie lo había notado, pero llevaba buen rato al lado de la tina donde se encontraba el vulpino. Amy estaba molesta, Prower estaba feliz, y Scourge lo vio sonreír sin saber por qué lo estaba haciendo, pero con la idea de que sus ojos azul hielo ya los había contemplado en otra parte.
—¿Ya saldrás?
—¿No puedo verlo?
—¡No! Tienes que estar afuera.
El ambarino continuó riendo mientras el erizo se despedía para salir.
—Amy, cuidado con lo que ocurre. —Una ardilla entró a la sala y se sentó al borde de la tina en la que Miles había empezado a jugar con sus colas—. Mejor que se enamore de él que de Fiona.
Miles golpeó el agua cuando escuchó eso, ¿quién era Fiona?
—¿Quién es Fiona?
—¿Quieres decir algo?
—Alicia, él no puede hablar —recordó Amy con las manos en sus caderas, Alicia Acorn agitó una mano hacia ella para espantarla y miró a Miles.
—Repítelo.
—¿Quién es Fiona?
—Fiona es una princesa, no me agrada, yo la he visto y odia todo lo que se mueve. Scourge cree... —Ante su vista confundida, parpadeó con detenimiento—. No puedo leer tus labios, solo adiviné. Jugué con Patch así cuando se accidentó a propósito.
Alguien que era inútil. Miles siguió jugando con sus nuevas colas y volvió a recibir un balde de agua.
Scourge, por su parte, odiaba los dilemas, pero no podía encontrar a la persona que lo salvó. Su padre, Jules le puso una advertencia que se cerraría al segundo día, porque llevaba mucho tiempo sin comprometerse con nadie y se lo impusieron como un tarea que, si no cumplía, tendría consecuencias. De todos modos, a él no le importaba, pero a Sonic sí le importaba, porque si Scourge rechazaba ser rey, él tendría que asumir la corona, pero no se sentía preparado para esa carga.
Como fuese, ahora tenía que ocuparse del zorro al que rescató, ya que no podía pedirle que entrara a un cuarto y se quedara ahí hasta que alguien preguntara por él, sin embargo, al verlo llegar con una vestimenta más informal que los trajes que solían usar en el castillo, vio su saco negro que habían insistido tanto en quitarle para que usara una camisa y la idea de pedirle que se quedara no en cualquier cuarto, sino en su cuarto con él dentro, fue tentador.
Miles se agachó en un momento cuando sintió que iba a caerse, fingió que limpió la punta de su botín rojo y continuó caminando hasta llegar a él, porque Alicia se lo ordenó.
—¿Lindo, no? —Alicia lo codeó en el torso y sacudió el mechón del vulpino cuando tomó asiento—. Le íbamos a poner un traje planchado, y él se pegó a ese trapo rojo.
Scourge amaba ese "trapo rojo", se veía bien en Miles y resaltaba curvas que no se detuvo a ver en la playa o en la tina. El zorro sonrió, pero no podía hacer más porque no podía hablar y no sabía escribir en papel, a menos que le dejaran tallar cada palabra en las paredes.
—Invítalo a algo —sugirió Alicia.
—¿Quieres subirte a mi cama? —Scourge se dio cuenta y tardó un poco más en corregirlo—. ¿Quieres subirte a un carruaje?
—¿Por qué no lo llevas al pueblo? Hay funciones artísticas, le podrían gustar, ¿sabes bailar? —intervino Amy.
—¿Quieres ver una película erótica? En vivo. —Fue el otro intentó de Scourge para impresionar a Miles, quien se había apoyado en un puño cerrado para verlo más de cerca—. Si no hay actores, entonces... Nosotros...
—¡Scourge! —Amy lo golpeó con una cuchara y se frotó la sien.
—El pueblo está bien —afirmó el erizo, Miles se alegró por el que hayan coincidido en otra cosa y exhaló al olvidar por completo su estatua despedazada en el fondo marino, donde notaron su ausencia y el arrepentimiento invadió a la familia cuando recibieron pruebas de que la última vez que vieron al príncipe de cola rojiza fue en dirección a la guarida de la bruja del mar.
Entre el tumulto que obviaba, Miles recibió un recorrido en el castillo, por asomarse la noche. Scourge le mostró lo que él creía que eran los cuartos y se divirtió más cuando descubrió cosas de cuya existencia no sabía. Miles, en determinado momento mientras lo tomaban del brazo para que se mantuviera seguro, apoyó su cabeza en el hombro del erizo como hacía con su estatua, un poco más allá y pudo estar contra su pecho, otro más allá y se recostó contra él para sentir su calor y sus latidos, que en la estatua de mármol no había.
—Llevas largo tiempo aquí, pero no te he dicho mi nombre —evocó el erizo—. Lo habrás escuchado a cada rato, siempre me gritan. Scourge the hedgehog.
Miles se aferró a su brazo y asintió.
—¿Cuál es el tuyo?
Eso iba a estar difícil. Miles no podía hablar, Scourge sabía eso, pero esperaba que se lo dijera de alguna manera.
—¿Luis?
Miles frunció el ceño, el erizo lo vio al inclinarse y se detuvo en un balcón.
—¿Mar? —Negación—. ¿Es algo relacionado al mar? —Negación—. ¿A la playa? —No, Miles lo vio como un juego y, sin querer, bajó la mano y se encontró con la de él—. ¿Al cielo?
Miles se maldijo, hubiera cambiado el trato para que sea un beso y no un matrimonio, las bodas tenían que planearse y él era impaciente, además, hace horas ya lo habría besado y por la forma en la que lo miraba, de esa noche no saldría intacto y moría por que fuera así.
—¿Se parece a... naturaleza?
Miles señaló el mar frente a ellos e imitó con sus manos el movimiento de las olas, pero se movía adelante y atrás.
—¿Sí es del mar?
El menor dejó la mímica y agarró una pequeña piedra, la llevo desde su lado, hasta el lado más alejado de Scourge.
—¿Distancia?
Miles inclinó la cabeza hacia sus lados, porque no estaba tan próximo ni tan distante de la respuesta.
—¿Te llamas Centímetro?
Miles se rio, se apoyó en Scourge mientras lo hacía y el más alto también, porque recibir un "sí" habría sido más divertido. El ambarino abrió sus brazos para indicarle que era más grande que los centímetros.
—¿Kilómetro el zorro? —se burló, pero Miles lo observó expectante y siguió con su exageración—. ¿Pulgadas? ¿Millas?
Acertó, Scourge se aceró a distancia peligrosa de él y Miles puso una mano frente a él, porque no era la respuesta exacta.
—¿Letras combinadas? —Negación, pero sí era Millas—. ¿Miles?
El más bajo movió sus colas por la emoción de escucharlo decir su nombre, la temperatura subió en el ambiente y Scourge tomó asiento en una de las sillas rodeando una mesa para dos. Miles se inclinó sobre ella para seguir apreciándolo más de cerca y suspirar sin miedo por eso.
—¿Quieres que ahora adivine tu apellido?
El menor negó con la cabeza, porque eso podía tardar más de lo esperado. Ignorando lo que ocurría abajo, Tails se pegó contra la barrera del mar que su padre no destruyó para garantizar que Miles seguía en el agua y era cuestión de tiempo para encontrarlo, ya que si rompía el muro, tendría que buscarlo por todo el mundo. Tails distinguió a Miles a lo lejos, aunque este no podía verlo, pero regresaría a su hogar para dar las noticias del caso, aunque su padre acababa de enterarse de otro tópico terrible.
Entre tanto, Miles no se quería despegar de Scourge. Era altas horas y una criada le indicó que era momento de dormir, pero ambos se estaban entreteniendo mucho como para interrumpirlo. Había una alcoba lista para Miles, así que el erizo no tenía excusa ni motivo para invitarlo a pasar la noche en su cuarto.
El menor ingresó a la habitación, apreciando que era muy diferente a la suya, hizo una reverencia para despedirse de Scourge y cerró la puerta con una mirada con la que el mayor soñaría.
—Es la tensión sexual más grande que he presenciado.
Scourge estuvo por sufrir de un paro al ver a Alicia parada a su lado con una vela y su cara de sueño.
—Pero —interrumpió el mayor—. No es la persona que me salvó.
A la mañana siguiente, Scourge no encontró a Miles en su recámara, aunque había rastros de que había estado en ella. Se asomó por el balcón en un acto reflejo al oír una pequeña melodía: el zorro estaba en la orilla del mar.
Miles estaba mojado sus piernas porque extrañaba, en el fondo, hacer piruetas y perseguirse con sus hermanos, pero sufría más rechazo que cariño y era más fácil que desconfiaran de él que de la propia bruja. Sin embargo, no estaba solo por eso, Tails seguía golpeando la barrera, pero Miles solo podía estar debajo del agua por unos segundos porque ya no podía respirar en ella.
—¿Por qué lo hiciste? —le había preguntado el tritón poco antes de que Miles volviera a la superficie por oxígeno. Scourge llegó cuando Miles exprimió su ropa de dormir mojada y no supo qué explicación dar para eso. Tails observó desde abajo lo que el erizo hacía.
—¿Por qué saliste?
Miles se apoyó en Scourge como si hubiera pasado algo malo y el erizo lo agarró de la cintura para calmarlo. Tails lo vio y quiso hacer dar un golpe para que se separaran, pero no pudo ni asomarse y la marea subió.
Durante el desayuno que Miles no tocó al ver pescado, se decía que Scourge debía comprometerse con una joven princesa para ser rey. El vulpino lo miró al mismo tiempo en el que el erizo lo observó por un momento. Era una conversación que, por alguna razón, se tornó incómoda. En medio de ella, Scourge le dijo a Miles que ese día saldrían, sea para ver la película erótica o hacer otras cosas en el pueblo, pero que se alistara para salir.
Miles subió a su habitación porque estar a solas como anoche sonaba emocionante, además, si continuaba así, podría ser la persona a que escogiera sin necesidad de decirle que él era el tritón que lo rescató. Se vistió con su chaqueta roja, al igual que sus botines y corrió de regreso al príncipe, pero ya no estaba solo y no parecía que siquiera lo hubiera invitado, ya que había una zorra a su lado que le mostró un broche del uniforme que él llevaba el día del naufragio.
—Eres tú —dijo Scourge al recibirla—. La que me salvó cuando estuve a punto de morir en altamar.
Estrechó en sus brazos a la zorra recién llegada y llamó a todo el castillo para que presentara a la mujer a la que le debía la vida, a la mujer con quien debía casarse según lo jurado. Miles intentó gritar que se detuviera, pero seguía sin su voz, no le quedó más opción que correr de regreso a su alcoba y sufrir por lo que acababa de ver, aunque pese a tener dos piernas, no podía llorar.
Era él, él lo había salvado, no ella. Miles no sabía cómo obtuvo eso, mas no era ella quien nadó larga distancia para llevarlo de regreso a su hogar, no era ella quien sentiría que se le partería el corazón ni quien se convertiría en espuma que desaparecería para siempre. Se arrepentía en su totalidad de haber recurrido a la bruja y por sacrificar tanto de él mismo, su vida, por nada. No volvería a ver a sus hermanos, a sus padres, o el sitio que lo vio crecer, se desvanecería solo y sin que alguien lo amara de verdad.
El menor salió del cuarto en medio de su consternación, escuchó a Amy diciendo que la boda se efectuaría esa tarde, y que era un actuar apresurado y demasiado sin planificar, incluso para tratarse de Scourge. Mientras se preparaban para subir al barco de las bodas, el erizo verde buscó a Miles y se acercó a él al hallarlo viendo las olas romper contra la orilla. El más bajo se secó las mejillas que estaban secas de todas formas y pensó que el ojiazul fue a él para decirle que se trató de una broma o un error, pero no oyó nada de eso.
—Creo que te alegrarás porque ayer estabas feliz conmigo. Encontré a la mujer ideal y me gustaría que estuvieras ahí.
Miles sonrió, pero al verlo irse y sin poder fingir más, corrió fuera del palacio. Alicia lo vio, le pareció extraño porque la presencia de Fiona, a quien no pensó que volvería a ver, y por la estupidez que Scourge estaba haciendo. No es que fuera raro, es que esa intensidad era inusual. Lo siguió entre toda la gente que se reunió para abordar el barco y agarró su muñeca antes de que se sumergiera en el agua, como lo vio.
—¡¿Qué crees que haces? —Quiso saber al regresarlo a la arena. Miles volvió a hacer mímicas para expresar lo mal que se sentía, pero abrazó a la antipática de Alicia por no saber qué más hacer—. ¿Qué? ¿Ibas a regresar al mar?
Miles asintió para su sorpresa.
—¿Por qué?
El menor iba a responder por otros gestos, pero entonces vio que su cuerpo volvía a cubrirse de escamas y lo dicho por la bruja se haría realidad: se convertiría en tritón y moriría.
Alicia miró su piel con atención y soltó la mano que tomó para ver qué le pasaba.
—¿Eres una...? —Señaló el mar—. ¿Foca?
Miles pisó fuerte en la arena y corrió hacia el barco. Si fallecería y no tendría el alma que ansiaba, al menos veía a Scourge por una última oportunidad. La ardilla iba a perseguir, pero entonces una luz iluminó el océano y, como cristales rotos, el agua salpicó por todas partes y una mano la agarró del tobillo.
Zails se impulsó para salir y, pese a su forma aunque por su gran tamaño, encontró fácil intimidarla y tratar de ver dónde estaba Miles.
La bruja no lo iba a convertir en un humano y Fiona no era quien rescató al príncipe Scourge. Fiona también había hecho un trato con la bruja marina antes de que Miles fuera a verla, ella lo engañó para que aceptara las condiciones de su acuerdo, el cual en realidad trataba de que se convertiría en humano, pero no para casarse, sino que bastaba con besar a Scourge, pero para que no lo lograra desde el principio, la bruja le dio un broche a Fiona que Scourge perdió el día del naufragio y que Miles no poseía, lo hechizó para que el primer hombre que viera el objeto cayera rendido por quien lo sostenía.
Las personas abordaron el barco, tenía que zarpar ya, de acuerdo a las órdenes de Fiona, no podían esperar a nadie más, por lo que Miles no pudo subir, y tampoco creyó que lo hubiera logrado, ya que entre sus dedos apareció la membrana que tenía siendo un tritón y sus orejas estaban cambiando. Zails buscó a Fiona porque debía romper ese broche y la detendría para que Miles pudiera besar a Scourge, pero se estaba haciendo tarde.
El sol se estaba ocultando. No quería ser un observador, quería ayudar a su hermano, así que Tails rompió la norma e, impulsado por la marea que se avecinaba por una tormenta, subió a la cubierta del barco para terror de las personas en él. Fiona giró y lo reconoció por el rasgo vulpino que tenía, pero lo ignoró porque, a esas horas, Miles ya debía ser una burbuja. Además, la gente lo rodeó y no lo dejó pasar para interrumpir la boda. Scourge quiso saber qué pasaba, pero Fiona le dijo que solo personas que querían interrumpir su felicidad.
Al oírla y pensando en la vida de su vástago, Rosemary guio una ola hacia la cubierta y esta vez no hubo forma de que la ceremonia no se detuviera. El sol aún no se ocultaba por completo y el broche se le cayó durante la interrupción, pero los Prower necesitaban romperlo.
Miles estaba corriendo hacia el acantilado del que quería lanzarse para morir antes de sentir nuevamente el dolor de una espada atravesando su cuerpo para convertirse en espuma, no sabía lo que estaba haciendo su familia y que, en lugar de alejarse, debía estar cerca para que Scourge estuviera con él en el momento exacto y no muriera como estaba previsto.
Las personas pateaban el broche sin saberlo, hasta que Fiona lo vio y lo hubiera alcanzado, si Tails no la hubiera sostenido del vestido. Al verlo, Amy agarró la alhaja y la sostuvo sobre su cabeza para que la vulpina no lo tomara, pero eso significó estar en el borde, del que a Fiona no le iba a importar arrojarla. Sin embargo, Amy no cayó, sino que otra ola, otra vez dirigida por Rosemary, la ayudó a ponerse de pie y le quitó el dije en sus manos. Con ello, la reina del mar esperó que funcionara para su hijo, y lo rompió. Ella y su esposo regresaron a las profundidades, él porque no quería ser espectador en caso de que no pudieran salvarlo y ella para calmar su tristeza y las olas tempestuosas que dificultaban la visión.
Cuando Scourge regresó en sí, vio lo que acaba de pasar y no entendió nada. No sabía por qué Fiona estaba ahí, por qué había un zorro mitad pez en su barco, por qué todos estaban mojados y por qué no estaba con Miles visitando el territorio que le correspondía.
—¡Miles se convertirá en espuma! —gritó Tails tratando de regresar al océano. Fiona se acercó a él para pisar su aleta azul, pero Sonic se puso frente al tritón para que no se le acercara.
Scourge trató de buscar a Miles entre los presentes, pero no lo vio. Zails se asomó desde el agua saltando para que le prestaran atención, mientras gritaba: "¡Acantilado!".
Miles se detuvo cuando vio el clima cambiar de repente el sol mostró que estaba cerca de despedirse. El ojiazul corrió hacia allá mientras lo llamaba para que se detuviera, pero Miles lo vio, vio el atardecer y se sintió más decidido a fallecer, poco sabía que Scourge había sido víctima de un hechizo y no de lo que en realidad sentía.
El menor estuvo por alcanzar las rocas, pero entonces sus piernas se cerraron y su cola roja se formó en toda su extensión. Scourge no esperaba que de esa manera conociera a la persona que lo salvó aquel día en el que cumplía un año más de vida que estuvo por perder, mas no se asustó como las personas solían hacer y avanzó para alcanzarlo. El cielo estaba parcialmente oscuro y era cuestión de tiempo para que las burbujas brotaran. Por su lado, al no poder correr más, temeroso al percatarse de la transformación terminada, Miles se arrastró con desesperación hacia el borde, donde dejó que la brisa lo aliviara por un segundo antes de dejarse caer, con el cielo dando sus últimas luces.
Sin embargo y para su desconcierto, al tiempo en que sentía parte de su cuerpo desvanecerse para acabar su agonía y cerraba los ojos para ello, antes de golpear el agua, Scourge cambió de lugar con él y lo besó.
El sol se ocultó finalmente y el mar entró en completa calma y silencio. El tritón salió a la superficie mientras presenciaba como su cuerpo se restauraba como si fuera una herida cualquiera. Las burbujas regresaron a su aleta para ocupar el lugar del que formaban parte y al preguntarse por el erizo, escuchó su voz de regreso.
Miles se sumergió y recordó el día en el que, por primera vez, lo tuvo tan cerca y la razón de que aquello esté pasando, solo que estaba vez las voces no le advertían sobre lo que no debía hacer, sino que le dijeron que se apurara y salvara a la persona que, en esta ocasión, le salvó la vida.
El menor tomó la muñeca del príncipe y nadó de regreso a la orilla, como ese día, solo que aunque estaba cerca, buscó un lugar alejado en palacio en el cual dejarlo. Miles se arrastró con él hasta que cayó a su lado, para respirar por la rapidez de los hechos, pero también para besarlo por última vez.
No sintió tardar demasiado, pero el cielo se iluminó con las primeras luces del día. Scourge continuaba en el borde, pero el tritón no se detuvo a esperar a que despertara, se arrastró resignado de regreso al mar con el fin de retornar a su hogar y olvidar que alguna vez lo vio, sin embargo, no pudo contenerse ni unos minutos y regresó a la superficie para saber si lo encontrarían, detrás de las rocas por las que podía asomarse. Estaban solo a la espalda del castillo, el cual Miles tampoco quería ver.
Tails se acercó a él para incitarlo a retornar a su palacio en el fondo del océano, pero Miles se resistió a irse tan pronto y esperó hasta el erizo se movió para descender; sin embargo, al bajar vio el tridente de Amadeus apuntar directamente al centro de sus ojos y pensó que, después de todo, merecía su odio o castigo por ser responsable de lo que le ocurrió.
Contrario a lo que creía, Rosemary y Zails lo abrazaron un momento antes de que el rayo del arma inseparable de su padre cayera sobre él, sin dolor, solo cosquillas y una sensación pacífica. El menor nunca imaginó que podría ser así de fácil, pero no pudo ver a su padre, sino que el rey del mar lo empujó con una leve marea hacia la orilla y se despidió de él por el momento. Miles metió una mano debajo del agua y la sacudió para decirles adiós. Scourge despertó y lo vio sobre sus dos piernas, a lo que el zorro lo ayudó a levantarse y murmuró:
—Mi nombre es Miles Prower.
Scourge no lo soltó desde ese día. Miles comenzó a vivir fuera del agua que lo había acompañado por quince años, entre ambos prometieron casarse un año exacto después de lo acontecido mientras disfrutaban de su periodo de cortejo y noviazgo. Scourge tuvo un motivo para que Miles durmiera con él antes de la adecuada luna de miel, aunque no se mostraron mucho para darse una sorpresa a posterioridad.
De acuerdo a Alicia y Amy, Scourge cambió bastante con su presencia, pero lo agradecían porque había dejado de huir de sí mismo y tener "irresponsablemente mujeriego" de segundo nombre. Para que el contacto siga siendo cercano, se mandó a construir una entrada por la que la familia de Miles pudiera llegar al castillo y no solo verlo desde lejos o romper todo contacto. Sobre todo porque, al entregarle a su hijo el gran día en el que se vestiría de blanco, si bien lo hicieron en una embarcación, Amadeus no quitó sus ojos de Scourge en ninguna circunstancia para asegurarse de que respetara al vulpino hasta la noche de bodas, aunque le doliera admitirlo.
Rosemary usó sus olas para elevarse y ver la boda también, Zails y Zonic se había comprometido poco antes y también contaron con la presencia del hermano "revoltoso". Aunque, tal vez, la mayor sorpresa fue enterarse de que Sonic y Tails se conocían desde antes de que Miles conociera a Scourge, así como que tenían una relación bastante secreta y tímida.
A comparación de Miles, Tails no quería dejar el mar, pero Sonic quería estar con él, así que el riachuelo desde el centro del castillo hacia el mar, también era para que el cobalto ingresara cuando quisiese a su reino, incluso si no era con dos piernas y tenía branquias.
Amadeus vio a su hijo cerrar la ceremonia con un beso y las personas lanzar flores al aire. Los otros habitantes del mar también se acercaron, aunque Miles solo pudo bajar con ayuda de las olas de madre para saludarlos y despedirse, porque tendría una nueva vida al lado de su prometido. Amadeus y Rosemary abrazaron a Miles antes de regresar a su palacio y le pidieron a Scourge que supiera cuidarlo o complacerlo, porque Miles era una persona difícil.
E igual de difícil fue saber la gran cuestión mucho tiempo después, con el fruto de noches intensas en su vientre. Sin embargo, por el momento disfrutarían del matrimonio en soledad y por largo tiempo para gobernar, ambos, entre tierra y mar, príncipe que lo cautivó y su pequeño tritón.
Fin
✧✧✧
Buenas noches, espero que se encuentren muy bien y hayan tenido un muy buen día. El pequeño tritón.
Nuevamente, no tengo portada, ja, ja. No sé qué me pasó está semana, pero trabajaré en ella ahora que sí tengo tiempo.
Es "El pequeño tritón" porque la traducción literal de La Sirenita era La pequeña sirena, y poner "tritoncito" me hacía reír, y los tritones son los "sirenitos".
Como pueden ver, cambié por completo el final de La Sirenita de Andersen, originalmente iba a ser el mismo, pero no quería que tuvieran un final "triste" porque El zorro y la bestia tiene un final feliz, así que acá también puse uno. Además, escenas como la guarida de la bruja, cuando lo leí, me encantó porque la forma en la que el autor lo plasmaba era muy buena.
Escenas como la estatua, la visita al barco, muchos puntos que me gustaron. Eso sí, quité el de las cuchillas en los pies porque no me imaginaba a Miles bailando. Equisdé.
Después de todo, espero que les haya gustado mucho. No sé si algunos se preguntan: "KD, por qué Scouriles", pero lo voy a decir de todas formas. El príncipe de Andersen era un travieso (xd). El de la animación que todos conocemos es lindo, cortés, pero el del original es más: "Te amo porque te parecer a la chica que me rescató", incluso creo que le dice que se casará con la sirenita por "parecerse" a la chica, pero luego "encuentra" a otra mujer y le dice que la ama. Ese rasgo del príncipe me hizo pensar en Scourge, así que quedaba.
Ahora sí, espero que les haya gustado, cualquier duda me la pueden dejar en los comentarios, muchas gracias por leer y lamento la demora.
Cuídense bastante, ya llega la portada.
Los vuelvo a ver el viernes.
=)
- KatheDoll.
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