⭐Prefacio⭐

Reggio Calabria

Estrella se encontraba hablando con su madre por teléfono desde hacía diez minutos atrás, comentándole los inconvenientes que tuvo desde que había llegado para conseguir trabajo, pasando por varios temporales, hasta que encontró empleo en un bar para limpiar, acomodar las mesas y atender a los clientes.

—¿Y qué pensás hacer? —cuestionó su madre esperando una respuesta de ella.

—Volver. Se me agotaron los recursos y las esperanzas que tenía al principio cuando hice este viaje —dijo angustiada—. A pesar de que tengo este trabajo, no llego para poder hacer los giros y casi ni para mí. Me dan comida y un lugar para dormir, pero no es lo mismo.

—¿Estás segura? Si regresas no vamos a poder ahorrar más para otro viaje, mi amor.

—Estoy segura. Estoy desde hace seis meses acá y no veo una solución, estoy gastando lo justo y necesario, no puedo apretarme más, solo tengo para el pasaje y no pienso tocarlo, porque ya decidí volver.

—¿Y cuándo pensás regresar?

—Mañana compraré el pasaje y espero que sea pronto.

—De acuerdo. Si esa es tu decisión, está bien. Solo espero que no te arrepientas, porque vos quisiste irte a probar suerte a otro país y encima al otro continente, ni siquiera algún otro de por acá cerca —la voz de su mamá sonó un poco molesta.

—¿Otra vez vas a empezar con lo mismo? —le formuló casi desesperada—, si lo hice fue porque pensé que era lo mejor, la familia no está pasando por un buen momento económico y se me ocurrió este viaje que creí adecuado, en vez de apoyarme, parece que te quejas de que me haya ido.

—Me quejo porque no sos tan grande y me quejo porque te diste cuenta de que no es como creías que era todo fuera del país.

—De alguna manera tenía que darme la cabeza contra la pared, ¿no? —anunció intentando apaciguar las cosas entre ellas.

Estrella y su madre no se llevaban mal, pero su progenitora siempre intentaba abrirle los ojos hacia el mundo, un mundo que ella creía casi color de rosa, hasta que sus padres le permitieron salir del país para buscar su propio camino con la esperanza de conseguir el trabajo de sus sueños y se vio de frente con la cruda realidad, con aquella que le había truncado el mundo de fantasías que creía en verdad.

—Entonces, ¿volves? —insistió su madre.

—Sí, vuelvo. Mañana compraré el pasaje para la fecha más próxima, haré la valija y regresaré a Argentina.

—Y una vez acá, ¿qué pensás hacer?

—Buscar trabajo y sino, ponerme a hacer algo por cuenta propia, pero no voy a quedarme de brazos cruzados.

—La carrera que estudiaste tampoco te ayudó mucho —le tiró una indirecta.

—Madre mía —expresó con un dejo de resignación—, no sé si cortarte la llamada o qué —apretó el puente de su nariz—. La hice porque me gustó, nadie sabía que no iba a poder encontrar trabajo, en serio, mamá —le instó para que dejara de quejarse—, no quiero discutir, ya entendí que cometí un error, no creo que me pase una segunda vez —dijo en un suspiro.

—No creo que te dejemos hacer otra locura como esta que te aceptamos hace seis meses atrás. No hay tanta plata para otro viaje, acá tu padre está teniendo trabajos esporádicos y yo tampoco lo puedo ayudar mucho con lo que gano por cuenta propia.

—Lo sé, ya entendí. No te preocupes, no quiero ponerlos en más gastos de los que ya tuvieron cuando decidí irme del país —respondió intentando calmar la situación—, mañana compraré el pasaje de avión y listo.

—Cuando lo tengas, nos avisas, por favor.

—Si, mamá, lo haré.

Un silencio se instaló por un breve tiempo, pero fue su madre quien reanudó la conversación que tenía con su hija, solo para traer un poco de calma en los entredichos de ambas.

—Estrella, no quiero que te tomes a mal lo que te digo, si te digo las cosas es solo por tu bien, sos demasiado joven todavía como para que vos misma te cargues cosas que posiblemente no estén en tus manos, sé que querías ayudar encontrando un trabajo en el exterior y así poder mandarnos plata, las cosas lamentablemente no salieron como las esperabas, pero tampoco tenías que decidirlo de repente en decirnos que te querías ir a probar suerte a Europa —confesó la mujer queriendo enmendar un poco la manera en cómo le había hablado a su hija.

—Sí, lo sé, de un principio no tenía que haberme apurado tanto y tampoco ponerlos en un aprieto a ustedes para pagarme el pasaje y la estadía.

—Ya pasó, ahora será cuestión de empezar de nuevo.

—Sí, seguro —aclaró no tan convencida—. En fin, te dejo, mañana te llamo otra vez.

—De acuerdo, hasta mañana. Te mandamos un beso.

—Gracias e igualmente.

Las dos cortaron la llamada. Una llamada que había sido bastante rara, una que dejó pensar y bastante a Estrella. Estaba muy claro que sus padres no tenían plata como para que ella siguiera ahí, aparte de que la joven quería retornar y para que dejaran de preocuparse tanto por ella como por la situación económica en la que estaban, era preferible volver a su país y empezar de nuevo a buscar trabajo, aunque no fuese por el que había estudiado. Ya le había pasado antes y le pasaba ahora cuando se estuvo quedando todos aquellos meses en ese país extranjero, así que, no le iría a parecer anormal volver a tener un empleo que no encajara con lo que quería.

La chica vivía arriba de un barcito donde lo único que hacía era limpiar y acomodar algunas cosas, la paga no era del todo buena, pero no podía quejarse del todo porque le daban comida y un techo. Aunque ya le había avisado a quien era el dueño que pensaba regresar a su país por cuestiones personales y este lo entendió, por lo que le dijo que cuando tuviera el pasaje en mano, él buscaría un reemplazo.

Estrella se tiró sobre la cama mirando al techo y suspiró. Los ojos le escocían por saber que pronto estaría de nuevo en su país. No quería rendirse, pero poco la estaba ayudando la situación en la que se encontraba. En pocos meses había probado varios trabajos, ninguno estable y eso no era lo que estaba queriendo en su vida. Quería asentarse y poder vivir dignamente, y con ello intentar enviarles dinero a sus padres para que por lo menos estuvieran menos preocupados por vivir casi siempre con lo justo.

Se puso de lado y mirando de nuevo otro punto fijo se quedó dormida. El despertador de su celular sonó y aún somnolienta lo apagó para salir de la cama, se dio una breve ducha y se vistió, bajó al bar para acomodar las sillas alrededor de cada mesa y así poder limpiarlas después.

El día se presentaba muy normal y como los anteriores, donde cada cliente bebía y comía algo de la carta del menú, y luego ella limpiaba cada mesa usada. Todo monótono y rutinario algo que en parte la agobiaba porque no había nada nuevo o interesante para realizar en aquel lugar que se encontraba demasiado retirado de la vida social ajetreada.

Por la tarde, en su horario de descanso, aprovechó para viajar hacia la ciudad y entrar a una agencia de viajes para comprar el pasaje de retorno a su país.

Fue cuando lo tuvo en las manos cuando se dio cuenta que con aquel pasaje no iba a haber vuelta atrás, no iba a tener otra oportunidad para hacer otro viaje y probar suerte de nuevo, era un viaje hacia su país natal y con eso terminaba su sueño. No estaba reacia a volver y quedarse en el lugar donde la vio nacer, pero quería algo más en su vida, algo que pudiera construir por sí sola y hacerse un camino en otro país, un país que creía que podía darle aquello que estaba anhelando.

Apenas llegó al bar donde trabajaba y entró, le comunicó al dueño que ya tenía el pasaje en sus manos. Salvatore, que así se llamaba el hombre, habló con ella ante la decisión que había tomado la chica.

—¿Estás segura de esto, Stella? —le preguntó, llamándola por su nombre en italiano.

—Sí... —Su voz no sonó tan firme—, bueno... no lo sé la verdad, el pasaje es lo más seguro que tengo por el momento y si bien usted me dio trabajo y un lugar para quedarme, no puedo abusar más de su hospitalidad, Salvatore.

—No me molesta que te sigas quedando a vivir aquí, nos estás dando una mano tremenda a mi esposa y a mí también, eres como una nieta para nosotros y por eso quería saber si lo que hiciste es lo correcto para ti —el hombre sonaba preocupado.

—Sí, es lo indicado, están mis padres allá y no están pasándola muy bien. Así que, prefiero irme y seguir mi vida en mi país —admitió angustiada.

—Creo que tarde o temprano las cosas cambiarán para bien en tu vida, Stella, pero quizás no es el momento de regresar a tu país natal.

—¿Por qué lo cree así? —Frunció el ceño mirándolo con atención y bebiendo un poco de agua que le había servido el dueño.

—Es una corazonada que tengo, no le hagas caso a este viejo, ragazza —le contestó con algo de risitas incluidas—. ¿Cuándo te vas?

—Pasado mañana —la voz fue trémula y le ardieron un poco los ojos ante el llanto que se le estaba por formar.

Aquel lugar donde había llegado tan solo dos meses atrás fue el único al que podría haber llamado hogar porque dejó de deambular de trabajo en trabajo y de pueblo en pueblo, pero sin una buena paga de por medio y teniendo más gastos que ganancias la cosa era realmente difícil de sostener. Le agradecía mucho al matrimonio por lo que habían hecho por ella, pero era mejor poner una culminación a las experiencias y afrontar la realidad.

Al subir las escaleras y entrar al cuarto que tenía para ella, se comunicó con sus padres para avisarles que tenía el boleto de avión. Su padre fue quien habló:

—¿Estás bien, Estrella?

—Sí, papá, estoy bien, nada de qué preocuparse. Tan solo estoy un poco cansada.

—¿Querés volver? —se lo repitió una vez más.

—No —fue contundente en su respuesta—, esa es la verdad, no quiero volver, pero no puedo seguir acá tampoco, el dueño del bar es muy amable y me dijo que podía quedarme por más tiempo, pero no quiero aprovecharme de la situación, el matrimonio me da comida y un lugar para dormir, y encima plata para poder comprarme algo, no es mucho, pero es algo, sin embargo, ya no quiero estar así, como si les causara más estorbo y gastos que otra cosa —manifestó un poco irritada.

—Entiendo. Solo quiero que sepas que es la última oportunidad que tenés para hacer lo que creas bien, te diría que escuches a tu corazón y no a tu mente, a veces la lógica no es buena consejera —le dijo.

Con aquellas palabras dichas por su padre, Estrella apretó en un puño el pasaje de avión. Estaba arrepentida de haberlo comprado, pero era eso o terminar sin poder volver a su país de manera indefinida. Lo peor no era que había gastado la plata que era exclusivamente para el boleto, sino que lo peor había sido arrepentirse de esquivar la posible oportunidad que tenía en el país a pesar de ver todo con un color gris frente a ella.

Luego de un suspiro, volvió a responderle a su padre.

—Lo sé, papá. Pero ya no puedo hacer más nada, no puedo devolver el pasaje y prefiero dejar las cosas como están porque no quiero que mamá se disguste de nuevo.

—Lo que tu mamá no entiende es que es tu vida y aunque tenés 22 años, tomaste las riendas de tu propia vida en el momento en que planeaste irte a otro país para tener un mejor futuro. —Confesó—. Y eso, en parte te hace una joven adulta.

—No quiero ponerlos en más gastos a ustedes tampoco, bastante aguantaron cuando les dije que me iba y compraron el boleto de avión, y me dieron plata para la estadía.

—Te entiendo, pero recordá que las oportunidades pasan una sola vez en la vida, Estrella. Muy rara vez por segunda vez la misma oportunidad. Te dejo tranquila, hija. Nos veremos pronto.

—Hasta pronto, papá. Un beso a los dos.

La llamada fue cortada por su padre, dejándola emocionada y dudosa por completo. Las palabras de su progenitor resonaron durante todo el día y toda la noche en su cabeza, dándose cuenta de que tenía toda la razón, el tren de la oportunidad pasaba una vez en la vida y estaba en una misma subirse o no, porque difícilmente pasaba dos veces con la misma chance.


☆☆☆


Reggio Calabria

Aeroporto dello Stretto

Estrella había llegado junto al hijo del dueño del bar, quien la había llevado hasta el aeropuerto, se había despedido del matrimonio dentro del bar con lágrimas en los ojos, abrazos y besos, y la pareja le había dicho que siempre tendría las puertas abiertas para ir a visitarlos cuando ella quisiera.

La tristeza y la emoción se manifestaron en su interior a partes iguales y la embargó un sentimiento de angustia. Los ojos le volvieron a arder por lágrimas que estaban pugnando por salir.

—¿Te encuentras bien, Stella? —Se preocupó Giacomo al verla con el rostro ensombrecido.

—Sí, estoy bien, solo un poco triste por todo esto, pero bueno, tengo que afrontar la situación.

—Ya sabes que mis padres te quieren como una nieta y cuando gustes podrás volver a visitarlos.

—Lo sé y lo agradezco mucho de verdad —le sonrió, pero aquella risa no reflejaba felicidad.

La argentina tenía solo una maleta mediana que llevaba con ella y una mochila en los hombros.

Por el parlante del aeropuerto se escuchó la voz de una mujer anunciando el abordaje de los pasajeros con destino a Buenos Aires por la puerta número 7, ese era su vuelo.

—Bueno, creo que es momento de despedirnos —le comentó la joven al hombre—, te agradezco todo lo que hiciste por mí también, no solo tus padres me ayudaron, sino que vos también lo hiciste.

—No fue nada, nos ha alegrado tenerte durante estos meses como una integrante más de la familia a pesar de no serlo de manera directa —admitió Giacomo sacando un pañuelo del bolsillo y secándose las lágrimas.

Estrella lo abrazó por la cintura, le había tomado cariño porque lo veía como un tío y porque siempre la ayudaba con lo que podía.

—Me vas a hacer llorar a mí también, Giacomo —rio con pena y le tembló la barbilla.

—Será mejor que te vayas antes que terminemos inundando el aeropuerto —respondió y ambos rieron a carcajadas.

—Ojalá que la vida nos vuelva a encontrar en algún otro momento —expresó la muchacha con un atisbo de esperanza.

—Espero que sí yo también.

Después de que se despidieran con dos besos en las mejillas, la chica tomó con firmeza la manija de su valija y caminó hacia la puerta de embarque donde presentó su boleto de avión, entró para ser revisada, y luego se dirigió a la manga que conectaba el aeropuerto con el avión.

A medida que avanzaba hacia la puerta del aeroplano, su celular no solo sonó una vez, sino dos veces, anunciándole que tenía dos mensajes nuevos. Lo sacó del bolsillo de la chaqueta, pero sin mirar la pantalla.

Cuando Estrella puso el pie derecho en el piso del avión, abrió la mensajería recibiendo un mensaje de texto que le cambiaría la vida.


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