⭐Capítulo 9⭐

Tropea, Italia

Estrella se levantó temprano para acomodar un poco el cuarto y parte de la recepción, sobre todo el mostrador principal el cual lo había dejado un poco desordenado el día anterior y no quería que el dueño o bien el chef viera la desprolijidad y se lo dijera a Giuliano. Tenía que ser ordenada si quería mantener el trabajo porque no estaba en su casa y mucho menos en su habitación donde de vez en cuando lo tenía desacomodado.

—¿Lista para ir al centro? —le preguntó y ella se giró para mirarlo.

Valerio era impresionante, no solo su altura destacaba, sino que sus enigmáticos ojos le hacían cositas raras en su estómago y la dejaba suspirando cada vez que le hablaba. Quedó muda cuando él le clavó la mirada en la suya y sintió como si el tiempo se había detenido entre ellos.

—¿Estrella? —Él también se incomodó un poco porque realmente sentía lo mismo cuando era observado por ella.

—Perdón —se excusó agachando la cabeza estando avergonzada—. ¿Qué me decías?

—Si estabas lista para ir a la imprenta.

—Sí, ¿tenés auto o vamos caminando?

—Es bastante lejos para ir a pie, así que, iremos en moto.

—¿En moto? —Abrió más los ojos sorprendida.

A la argentina le daban un poco de miedo los vehículos de dos ruedas.

—¿O tienes miedo?

—No me gustan mucho, pero me la aguantaré —rio para no quedar como una miedosa.

Cuando salieron del hotel teniendo en las manos de la joven los papeles necesarios y una copia digital de los diseños caminaron hacia el estacionamiento donde pronto aparcarían los vehículos de los huéspedes.

—Ah bueno, no es una moto al estilo Harley-Davidson o de esas —habló un poco aliviada.

—¿Me ves montado en una de esas? —quiso saber con curiosidad.

—Sinceramente no, pero cada uno, con sus gustos, ¿no?

—El escúter es ideal para viajar entre pueblitos y ciudades cercanas, y para ir al centro de Tropea, ya que no es tan grande, y aquí la mayoría de las personas usa coche o escúter.

—Prefiero una de las dos cosas, porque en moto de esas grandes, me dan miedo la verdad.

—Entonces viajaremos siempre con escúter, porque me gusta sentir el aire golpear mi cara —rio.

—¿Y el frío, amigo? —cuestionó con sarcasmo—. Se te congela la cara y las manos sino tenés guantes.

—El próximo viaje lo haremos con coche, no te preocupes.

—Te tomo la palabra, Valerio.

El hombre se subió a la pequeña moto manteniendo el vehículo derecho para que Estrella pudiera subirse sin problemas detrás de él y sentarse con comodidad.

—Sería bueno que te sujetes de mí, si me abrazas por la cintura no estarías faltándome el respeto.

—Tenía pensado sostenerme de estas manijitas, pero ya que insistís, te abrazaré, si me caigo, lo haremos juntos —rio, enredando sus brazos a la cintura del italiano.

—No te preocupes que no te caerás, soy buen piloto —le dijo mirándola de reojo.

Los dos se pusieron los cascos y con una velocidad intermedia, Valerio fue descendiendo por el camino serpenteante hasta dirigirse al centro de Tropea.

Una vez allí, él le dijo que en media hora se encontrarían en donde estaba aparcado el escúter y cada uno realizó lo que tenía que hacer, Val había ido a comprar en varias tiendas de alimentos para que les llevaran los pedidos al hotel mientras que Estrella entró a la única imprenta que tenía la ciudad. La recibió un hombre de mediana edad, muy amable y con una sonrisa encantadora y unos expresivos ojos marrones que te invitaban a confiar en él.

—Hola, buenos días, señorita, ¿en qué puedo ayudarla?

—Hola, buen día, señor. Necesitaría imprimir algunos folletos y volantes para la apertura del hotel que está en la colina —le entregó el pendrive y un par de papeles impresos.

—¿Los dueños volvieron a abrir? —le preguntó leyendo el nombre del hotel.

—El nieto de los dueños, bueno, en realidad es el nuevo dueño, abrirá el día de los Enamorados. Soy la recepcionista —sonrió un poco avergonzada—, y quería saber si podrían hacer las impresiones para antes de esa fecha. Usted sabe, para poder entregarlos por aquí. Necesito cincuenta folletos y cincuenta volantes.

—Por supuesto, no habrá problema —sonrió con amabilidad—. ¿Le parece bien retirarlos pasado mañana?

—Sí, me parece perfecto, señor. ¿Quiere que le deje una seña?

—No, faltaba más, señorita. Conozco a la familia Crovetti de hace años, son el ejemplo de familia perfecta, no necesita dejarme una seña.

—Está bien entonces, se lo agradezco, vendré pasado mañana, ¿en este horario podría ser?

—Sí, para este horario ya estarán listos.

—Muchas gracias —contestó con amabilidad—, le dejo mi nombre.

Una vez que la chica se lo dijo, salió de la imprenta y caminó hacia el lugar donde Valerio había dejado el escúter y como no estaba allí aprovechó para comunicarse con su mamá para saber cómo estaba yendo todo en su casa.

La llamada no tenía tono y miró la pantalla comprobando que no tenía señal. Guardó el celular dentro de su cartera y esperó por Valerio. Resguardándose del frío y dándose calor en las manos mientras se las frotaba, caminaba por la vereda mirando las vidrieras decoradas con adornos invernales, otras se habían adelantado a San Valentín y otras tiendas aún se conservaban sin una decoración ocasional.

El chef se acercó a ella que estaba concentrada en lo que veía en el escaparate. Un precioso abrigo de pana en color azul eléctrico.

—¿Ya te atendieron?

—Sí, hace unos minutos que salí, quise llamar a mi mamá, pero no tengo señal en mi celular.

—Iremos a comprar una línea nueva, será bueno que tengas una, Estrella. El hotel tiene wifi, pero necesitas tener algo más cuando estés fuera del mismo.

—Está bien, no tengo idea cuánto sale una línea nueva acá, no calculé esto porque pensé que la línea de mi compañía iba a ser suficiente.

—No, vayamos, así vas a estar más tranquila, tú y tu familia.

La muchacha solo asintió con la cabeza.

—Pensandolo mejor, ¿por qué no compro una línea nueva cuando ya tenga mi primer sueldo? Me parece que...

—No, lo ideal es que tengas una línea nueva, así tu madre si quiere enviarte un mensaje fuera del hotel lo podrá hacer. Si quieres quedarte más tranquila, lo que salga la boleta del servicio por mes, te lo puedo descontar de tu primer sueldo y luego lo pagarás tú con los demás ahorros.

—Así me parece bien, gracias.

Casi una hora después de haber sido atendidos y de que ella tuviera un chip nuevo, enseguida le envió a su madre un audio, sino se lo respondía, pues ya vería si desde el hotel podía llamarla con el teléfono fijo.

Valerio y Estrella se subieron de nuevo al escúter y él decidió darle un paseo por el centro y hacer una pequeña parada en la plaza con terrazas a la playa.

—Sé que hace bastante frío, pero creo que necesitas ver esto. Ven —le dijo ayudándola a bajarse de la motito—. Acerquémonos al balcón, te aseguro que la vista es impresionante.

Ambos caminaron a la par y se apoyaron en la baranda para ver la increíble vista del océano. A pesar del cielo gris y ser invierno, el color del mar se notaba de un azul profundo y la espuma del oleaje era de un blanco intenso.

—Qué precioso el castillo que se ve en la colina —comentó con asombro Estrella.

—No es un castillo, es un Santuario y donde está situada es más un risco que una colina. Se llama Santuario di Santa Maria dell'Isola di Tropea.

—¿Y se puede visitar?

—Sí, tiene horarios. Pero en invierno es poco probable que la tengan abierta, en primavera y verano son más frecuentes las visitas de turistas y locales.

—Me parece hermosa.

—Sí, tiene encanto propio, seguramente por ser de estilo bizantino. ¿Qué me dices si regresamos y almorzamos en el hotel? —Miró su reloj pulsera.

—De acuerdo.

—Pero, antes de volver, te seguiré mostrando un poco más la ciudad.

—Bueno, me agrada la idea —le sonrió.

Pronto subieron de nuevo al escúter, se pusieron los cascos y Valerio subió por los caminitos en donde se encontraban las casas más antiguas que estaban alrededor de la ciudad. El lugar era tan pintoresco y lleno de magia que la joven creyó estar dentro de un cuento encantado.

Lo más lindo era ver los picos de las montañas cubiertos de nieve que simulaban estar cerca a pesar de no estarlos, y el paisaje del mar Tirreno en sus degradé de azules que sacaban el aliento. Estrella estaba deleitada con Italia.

Alrededor del mediodía, el italiano retornó al hotel.


☆ ☆ ☆


El pequeño hotel de las delicias

A la hora del almuerzo, ambos se sentaron frente al ventanal que daba a la entrada principal del lugar y si bien no había flores ni el verde del pasto aún, era innegable la vista arrebatadora que tenía el establecimiento.

—¿Por qué el nombre del hotel? —quiso saber con mucha curiosidad la chica—. Sé que me dijiste que era por las vistas y en dónde está enclavado el establecimiento, pero por algo más debe de ser, ¿o no?

—Tenía entendido que era por la comida que se servía también, sobre todo, los postres. ¿No te parece único? ¿Cómo si fuese sacado de un maravilloso sueño? Los paisajes que ofrece el hotel y los postres que se servían —su pregunta dejó a Estrella enmudecida, no podía abrir la boca, no podía decirle algo, porque no alcanzaban las palabras para expresar lo que veían sus ojos y lo que estaba sintiendo en aquel momento.

Lo único que pudo hacer fue llorar.

Valerio al verla de aquel modo, no solo se sorprendió, sino que también en parte la comprendía, quizás lloraba por varias cosas, porque estaba lejos de su familia, por estar en un país que no conocía del todo y porque el lugar era digno de una lágrima de emoción. Se puso de pie y llevó su silla a su lado para sentarse y abrazarla por los hombros.

—Te confieso que mi nonna tuvo el mismo sentimiento cuando vio el hotel —le susurró al oído y ella levantó la cabeza mirándolo aún con lágrimas en los ojos.

—¿Lloró también? —cuestionó curiosa.

—Sí —asintió con la cabeza.

—El hotel, los paisajes que vi hoy y en parte por extrañar también... me siento un poco abrumada y sin saber qué hacer, no sé qué pasará después —intentó calmarse—, este lugar abrirá dentro de poco por el fin de semana de San Valentín, luego en la temporada de verano, ¿y cuando cierre? ¿Qué haré, Valerio? Vos tenés empleo de cocinero en otro lugar seguramente, pero yo tengo que conseguir un trabajo de lo que estudié, si consigo... —La barbilla le tembló y él escuchó su voz quebrada.

—El hotel no tiene porqué cerrar luego del verano, podemos preguntarle a Giuliano si le parece buena idea que se cierre después del solsticio, esperar dos semanas para saber si tenemos que arreglar algo y más tarde, abrir de nuevo. Podemos tener algunos fines de semana abierto en otoño y en invierno para las fiestas.

—No creo que a tu amigo le guste la idea, los fines de semana fuera de temporada a veces traen muchas pérdidas de plata y ninguna recaudación —se secó las lágrimas y se sonó la nariz con un papel tisú.

—Tropea siempre tiene turistas y gente local que la visita, siempre necesitan un hospedaje. ¿O piensas ahorrar dinero en esta temporada e irte a tu país? —interrogó intrigado y abriendo un poco más los ojos.

—Mi idea principal era quedarme un tiempo, conseguir trabajo y así poder mandarles plata a mis papás también, de radicarme acá, ya sería otra cosa, nunca lo pensé, no tengo nada acá, al único que conozco es a vos, pero... nada más —confesó, intentando decirle algo más que por miedo no hizo—. Solo es cuestión de juntar plata e irme.

Valerio solo asintió con la cabeza, pero no le respondió, creyó por un instante que ella quería decirle algo más, pero posiblemente era producto de su propia imaginación, estaba claro que Estrella iba a estar de pasada en su país y ni podía insinuarle algo más porque iba a quedar como un idiota cuando los dos habían firmado ese contrato con la cláusula de porquería. No confraternizar entre empleados. Se arrepintió mucho más al darse cuenta de que la chica lo estaba afectando de tal forma que se sentía a un paso de estar enamorado de ella.

Le dio un beso en la frente y regresó a su lugar para seguir almorzando, la argentina quedó petrificada ante el gesto que tuvo él al darle el ósculo e intuyó que algo no estaba yendo bien o algo que le dijo le había afectado por la manera en cómo tenía la expresión de su rostro.

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