⭐Capítulo 8⭐

El pequeño Hotel de las Delicias

El despertador sonó bastante alto en el dormitorio de la chica y ella se estiró para luego bajar de la cama, se sentía renovada, pero todavía somnolienta. Volvió a ponerse el calzado y se enjuagó la cara, se acomodó el pelo y salió de la pieza para ir a la recepción, no encontró al hombre ahí y ni tampoco en la cocina. Salió al jardín para caminar un poco y ver la excepcional vista que tenía el hotel, se apoyó sobre la baranda de hierro forjado para asomar la cabeza y mirar abajo, y lo encontró hablando por teléfono. Se notaba que estaba discutiendo con la persona del otro lado de la línea por la expresión en su rostro y por la manera en cómo hablaba.

Cuando Valerio cortó la llamada subió las escaleras hacia la planta alta.

—¿Todo bien? —preguntó con curiosidad.

—Sí, era uno de los empleados avisándome que no puede presentarse para la fecha acordada.

—¿Qué puesto tenía?

—Era uno de mis cocineros.

—Te puedo ayudar si querés, me explicas qué tendría que hacer y listo.

—Vas a tener demasiado trabajo atendiendo al público y diseñando las publicidades para el hotel, no quiero cargarte con más trabajo.

—Bueno, entonces creo que armaré una lista de las cosas que necesitaría para poder empezar a volcar las ideas que se me ocurran para darle publicidad al hotel de tu amigo.

—De acuerdo, tienes papeles y un lapicero lleno de útiles en el mostrador de la recepción.

—Gracias.

—¿Qué más necesitarías?

—Una computadora, portátil o de escritorio.

—Puedes usar mi laptop, te ayudará para lo que tengas que hacer.

—Está bien —asintió con la cabeza también.

Pocos minutos después cuando Valerio le entregó la computadora, ella se sentó en la silla frente al mostrador y trabajó en las publicidades, promociones y el folleto principal para la reapertura del hotel para el día de los enamorados.

Se le daba bastante bien la creatividad y teniendo claras las ideas que tanto Valerio como ella tenían, los diseños eran fáciles de realizar, incluyendo los precios que colocaba en las imágenes.

Estrella quedó en la recepción mientras que el cocinero estaba en su ambiente preferido, la cocina. Cuando creyó que había finalizado los diseños y quedado conforme, imprimió una copia de cada uno para mostrárselos a Valerio y saber su opinión o en todo caso que se los mostrara al dueño del hotel.

Para cuando salió detrás del mostrador y sin levantar la cabeza de las hojas, casi choca con la persona que había entrado.

—Disculpe, señora. No la vi, andaba distraída —rio un poco incómoda.

—Ya lo creo, querida. Estoy buscando a mi nieto —le dijo la mujer con una voz melodiosa.

—¿Valerio? —Levantó las cejas con curiosidad.

—Sí. ¿Se encuentra en la cocina?

—Sí.

—Ay, este chico —comentó de manera resignada—. Siempre escondiéndose en su refugio —admitió.

—¿Quiere que la acompañe?

—Por favor, que esta vieja no puede caminar mucho —respondió sosteniéndose de un bastón y luego sujetó el brazo de la joven para caminar hacia la cocina.

Una vez allí, el cocinero le sonrió y abrazándola le dio un beso en cada mejilla y la ayudó a sentarse en un sillón individual.

—Los dejo solos, después te muestro lo que hice —contestó la chica.

—Déjame los diseños para sacarles fotos y después se los envío a mi amigo.

—Está bien —asintió también y los puso sobre la mesa—. Encantada en conocerla, señora.

—El gusto ha sido mío, querida —confesó con una sonrisa amable la mujer.

Estrella se retiró de allí y la nonna de Valerio le clavó los ojos a su nieto.

—No me mires así, nonna.

—¿Quién es el encanto que está en el hotel? ¿Y quién es ese amigo tuyo? Que tú no tienes ningún amigo, Valerio. —Expresó contundente su abuela.

—La conocí en un viaje de Brasil a Italia, por un tiempo tomamos caminos diferentes, pero nos reencontramos de nuevo y sin pensar que iba a aceptar el trabajo.

—O por el destino —sonrió con alegría—. Cuéntame de eso, por favor.

—Hubo una conexión —confesó con honestidad—, una chispa cuando subí al avión y la vi, me miró y todo fluyó entre nosotros, le envié un mensaje para que trabajara aquí cuando estaba por regresar a su país natal arriesgándome a que era posible ya estaba viajando de regreso.

—¿De dónde es?

—De Argentina.

—¿Y qué la trae por estos lugares?

—Trabajo, no consigue trabajo en su país y sus padres necesitan dinero, está graduada en Marketing.

—Le vendrá bien al hotel. —Manifestó mirando los diseños que tenía en sus manos—. ¿Y ese amigo tuyo? ¿Por qué le dices que se lo vas a mostrar a él si no existe? —Arqueó una ceja y apretando la boca.

—Porque es lo mejor. No quiero que me conozca por quien soy.

—Eres un hombre, no te representa el apellido.

—Aun así, no quiero que se sienta abrumada por saber que pertenezco al apellido Crovatti, o incluso que deba tratarme con formalidad por ser quien soy.

—Valerio, no es bueno que le mientas, menos a una empleada, si surge un problema, ¿a quién acudirá?

—A mí, le dije que mi amigo tiene plena confianza en mí y que lo que necesite, me lo tiene que decir.

—La mentira tendrás que ocultarla con otra mentira y otra más, y otra más, y así seguirá siempre. ¿Eso quieres? —Enfatizó su justificación—. Llegará un momento en que tú mismo vivirás dentro de una farsa y tarde o temprano algo pasará para que se terminen cayendo las mentiras.

—Por lo pronto, no ha sucedido nada, de todas maneras, ella recién llega al hotel.

—¿Y si se te escapa de las manos todo esto? ¿Qué harás?

—La despediré, le inventaré algo.

—¿Y todo porque no aceptas lo que te regalamos tu nonno y yo? —cuestionó con algo de tristeza—, ¿eres capaz de disfrazar una verdad con una mentira, solo para que no te molesten los demás e incluso prefieres la cocina y no hacerte cargo como corresponde del hotel, dejando de lado la intuición que esta vieja tiene en darse cuenta de que te gusta ese encanto? —volvió a decirle con una sonrisa.

—¿Por qué crees que me gusta Estrella?

—La conexión de la que nombraste me hizo saber que gustabas de ella y si no me equivoco, el encanto gusta de ti también.

Valerio rio por lo bajo terminando de preparar dos tazas sobre la bandeja, una con un té y otra con un café.

—Firmó un contrato donde está prohibido mantener algo sentimental entre los empleados y yo por el momento soy un empleado más del hotel —se dio media vuelta para sentarse frente a su abuela y le entregó en sus manos la taza con el plato.

—Si serás un sinvergüenza —apretó los labios estando molesta—, nunca se firmó un contrato con una cláusula tan tonta. Que incluso me casé con tu abuelo cuando él manejaba el hotel y yo era una insulsa chica que estaba encargada de la cocina. El hotel tuvo bodas entre empleados, Valerio, no seas un mamerto —volvió a quejarse con su nieto.

—Lo sé, nonna, pero creo que es mejor así. No quiero tener tanta importancia, prefiero estar en el anonimato, me gusta la gastronomía y quiero que se mantenga así, por favor. Y con respecto a Estrella, sabré manejar la situación con ella.

—Los asuntos del corazón nadie los puede manejar, querido —le palmeó con cariño la mano y luego le acarició la mejilla—. Esa jovencita cuando se entere de que le has mentido, te odiará y con justa razón.

—No le mentí con lo que soy y con el nombre.

—Pero ocultaste tu verdadero origen, es como si te diera vergüenza quién eres.

—No me da vergüenza quien soy, no me gusta que la prensa me persiga, no me gusta salir en las revistas.

—Pero en algún momento vas a tener que hacerle frente a la situación, Valerio, no puedes huir siempre. Que tus padres no hayan querido hacerse cargo del hotel no quiere decir que huyeron o no salgan en lugares públicos o no sean invitados a eventos. Tú eres el único que no quiere y el hotel que te regalamos es una oportunidad única para hacerte cargo de todo, ¿o prefieres dárselo a tu tío?

—Si vamos al caso, es a él a quien le correspondería esto, si mis padres no lo quisieron, ustedes tenían que habérselo dado a él.

—La familia sabe bien cómo de ambicioso es tu tío, no necesitas que te lo repita y si quieres saber de él, regresó a la ciudad —notificó con seriedad—, a eso vine de un principio, a avisarte que está en Tropea y que lo más probable es que te haga una visita o varias, está claro que desde que se enteró que tú eres el dueño no le sentó nada bien la noticia.

—¿Qué sugieres que haga? ¿No recibirlo?

—Recibirlo, pero decirle la verdad al encanto que conocí recién. ¿O quieres que se entere por alguien más? Tu tío, por ejemplo.

Nonna, me pones en un aprieto.

—Te lo pusiste solo, querido. Solo era decirle que eres el dueño y omitir esa cláusula tonta de no confraternizar entre empleados —rio con picardía.

—Ya no puedo retractarme.

—Creo que estás a tiempo, pero dudo que lo quieras por miedo a la reacción de ella, solo espero que no te termine odiando —expresó con sinceridad—, la vi en la recepción, ¿va a tener ese puesto?

—Sí, será la recepcionista y la encargada del marketing.

—Lloverán los clientes con esa cara. Le suma puntos la amabilidad que le vi en pocos minutos cuando me ayudó a venir hasta aquí. En fin, te dejo, querido, piensa bien lo que harás a partir de ahora en adelante.

—Lo haré, nonna. Me alegra haberte visto, envíale un beso al nonno.

Valerio le dio dos besos en las mejillas a la mujer y la acompañó hasta la recepción.

Estrella se acercó a la señora y la saludó también. Fue el chofer de la mujer quien la ayudó a meterse dentro del coche luego de levantarse del sillón y beber un café que le había dado Estrella para que se calentara un poco del frío que estaba haciendo.

—Tu abuela es muy agradable —admitió la chica.

—Gracias. Mi amigo me respondió que le gustaron mucho los diseños, así que cuando quieras puedes enviarlos a la imprenta para hacer una tirada de los folletos, los otros dos se subirán a la página del hotel.

—De acuerdo, si querés mañana voy a alguna imprenta que creas buena.

—Te daré luego la dirección para que vayas.

Tres horas después cenaron dentro de la cocina mientras conversaban y luego se fueron a dormir para empezar al día siguiente con los preparativos de la reapertura del hotel.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top