⭐Capítulo 7⭐

Tropea, Italia

Estrella llegó a Tropea a través del tren que conectaba ambas ciudades y otras más, al bajarse tomó un taxi para dejarla en la entrada principal del lugar donde Valerio le había indicado por mensaje, dándole la ubicación exacta del hotel.

Cuando miró lo que tenía frente a sus ojos no podía creerlo, el lugar estaba situado a la mitad de una colina, era un caserón antiguo.

Le pagó al taxista y ambos se bajaron, el hombre para sacarle la valija del baúl y ella para caminar hacia el hotel. El coche se alejó de allí y la joven tuvo que mirar con asombro casi todo lo que tenía al frente, le envió un mensaje a Valerio para avisarle que había llegado y él la saludó desde lo alto, de a poco fue subiendo las escaleras y los dos se encontraron a la mitad del camino hacia arriba.

—Qué gusto me da verte de nuevo, Estrella —le dijo con una sonrisa y abrazándola por los hombros.

—Lo mismo digo, pero no entiendo nada, no sé si terminé cometiendo una locura en no volver.

—Has hecho bien, te lo aseguro. Tenemos mucho trabajo por delante. Pronto abriremos por San Valentín y a partir de ahí los fines de semana, aún es invierno y recién cuando comienza la primavera el hotel abre sus puertas —le comentó el hombre llevando la maleta de la chica.

—¿Tu amigo es el que te dice cuándo abrir? —quiso saber.

—Él suele venir, dejándome saber las cosas que se deben cambiar o poner nuevas, tiene mucha confianza en mí, nos conocemos desde adolescentes.

—Eso es muy bueno.

Estrella miraba todo a su alrededor, le parecía una maravilla a sus retinas, algunas plantas y matas tenían la nieve de hacía días, y todo era blanco, verde, color piedra y el sutil color malva, las ventanas pintadas en un azul petróleo, daban el encanto e impacto justo para todo aquel que llegaba al hotel.

—Es impresionante.

—En primavera y verano tiene un esplendor especial. Todo florece y los perfumes de las flores invitan a quedarse en cualquier rincón del hotel.

—Es precioso, ¿vos trabajas hace mucho acá?

—No, mi amigo hace poco que decidió hacerse cargo del hotel, y luego me llamó para preguntarme si estaba disponible para una temporada completa para dirigir el restaurante de este lugar.

—Tendrás más ganas para cocinar con este hotel, tan solo vi el exterior y me parece precioso. ¿Lo compró o fue heredado?

—Fue heredado por sus nonnos maternos, es una joya familiar.

—No lo dudo. Quizás no es lo que se recauda por temporada sino por el sentimiento familiar que tiene el lugar.

—Él me contó que no quería heredarlo porque le tenía que haber tocado a su tío, pero sus abuelos decidieron regalárselo a mi amigo, con papeles de por medio para que nadie reclamara nada, se siente un poco responsable y por eso, mucho no se hace ver tampoco.

—Pero no tiene porqué sentirse culpable, tu amigo no hizo nada malo, esa fue la decisión de sus nonnos, le guste a quien le guste y le disguste a quien le disguste, es así, no se pueden cambiar las cosas y mucho menos en decisiones de abuelos.

—Supongo que tienes razón.

Llegaron a la parte alta del hotel donde la vista panorámica era un sueño.

—¿Ellos viven?

—Sí, tienen una casita en la ciudad. Ven que te muestro la habitación que ocuparás y luego te mostraré el contrato que me dejó mi amigo para ti.

—Está bien.

Ambos caminaron a la par del otro y Estrella miró el cartel amurado en la entrada del hotel.

—¿El pequeño hotel de las delicias? —cuestionó en susurros y un poco sorprendida también.

—Así es, ¿no te parece que el hotel está repleto de delicias visuales? No solo visuales, olfativas, gustativas y sensoriales.

—Supongo que lo es, visuales ya lo comprobé y lo demás todavía no —rio con sutileza y tapándose la boca.

—Pronto lo harás —le sonrió con agrado.

—De todas maneras, vine por el trabajo que me dijiste antes y estoy ansiosa por saber qué voy a tener que hacer.

—Atenderás a los huéspedes cuando lleguen y manejarás el correo, y las páginas que tiene el hotel, la web y la de Instagram.

—Me parece bien —asintió con la cabeza también—. ¿Tu amigo querrá que haga panfletos para la apertura del hotel y entregarlos en mano?

—No estaría mal, lo podemos ver juntos ese tema.

—Sí —asintió con la cabeza.

—¿Qué te parece? Es muy luminoso —abrió las puertas mostrándole el interior del dormitorio—. Es una de las habitaciones de lujo.

—Tu amigo está loco —admitió sorprendida mirando la acogedora recámara—, me conformaba con un cuarto estándar, en serio, estuve viviendo arriba de un bar así que un dormitorio con baño estaba bien igual, agradecele a tu amigo de mi parte.

—No es nada, creo que incluso está muy agradecido porque hayas aceptado.

—¿Y cómo sabes que lo está?

—Porque si me dio el visto bueno con respecto a ti para tenerte en el hotel, sé que no le importa que ocupes este cuarto.

—En serio, mil gracias.

—Acomódate y ven a la recepción para que veamos el contrato.

—Está bien.

Valerio la dejó a solas para que pudiera acomodarse como quería, abrió la valija y fue ubicando su ropa y calzado en el ropero, y los demás productos personales en el baño y el tocador. Abrió una de las ventanas para ver el exterior y sentir la brisa fresca golpear su cara sintiéndose más relajada que antes. Cerró los vidrios y se tapó un poco más con el abrigo que tenía puesto, pronto salió del dormitorio y se encaminó hacia la recepción donde la esperaba el italiano.

—¿Café, capuchino, moca? ¿Algún té? ¿Jugo? —Le ofreció desde el pequeño cuarto que tenía la recepción.

—Estás ahí —se asomó por la puerta—, no te veía, pero sí te escuchaba —rio—. Si hay moca, me gustaría tomarlo.

—De acuerdo —comentó y comenzó a prepararlo—, sobre la mesada de la recepción está el contrato firmado por mi amigo, puedes leerlo bien y si te surgen dudas me preguntas, estoy para responderlas también.

—Okey.

Estrella tomó los papeles en sus manos y de a poco fue leyendo con atención cada cláusula, todo lo veía perfecto, lo que más la sorprendió fue que se había tomado la molestia de traducirlo al español y se lo agradecía enormemente. A medida que avanzaba en la lectura, más conforme estaba quedando con las pautas hasta que leyó la letra chica y quedó desconcertada: Está terminantemente prohibido mantener una relación amorosa entre los empleados, podría causar malentendidos y poner en riesgo el puesto de trabajo de los implicados, podría alterar el desempeño de cada persona, así como también descuidar las cosas que le serían asignadas a dicho empleado.

—¿Qué te parece? —cuestionó refiriéndose al contrato mientras le dejaba la taza sobre la mesada.

—Me parece bien, estoy conforme. —Expresó sin decirle sobre la letra chica—. Gracias por el moca —contestó tomando un poco para calentarse las manos y la panza—. ¿Tenés lapicera para firmar?

—Sí, ahí —le señaló un lapicero con varios bolígrafos, lápices y marcadores.

—Ah, madre mía, qué chicata estoy —volvió a reír cuando agarró una lapicera de color azul.

—¿Chicata? ¿Qué es eso? —rio por no saber qué era, pero le causaba risa.

—Significa miope, lo que dije es una palabra argentina.

—Gracias por decirme el significado.

—De nada —rio de nuevo—, voy a tener que hablar en italiano, ¿no?

—Y en inglés. No te pido que lo hables conmigo el italiano si no quieres, aunque no vendría mal que lo practiques, es por los huéspedes.

—Lo entiendo bien, no necesitas explicarme, incluso me vendría bien hablarlo más fluido.

—A medida que tengamos conversaciones entre nosotros y con las personas, más palabras incorporarás, no te preocupes por eso.

—Me parece bien.

—¿Qué te parece la paga?

—Más que bien.

—No sé si esperabas esto como trabajo, pero creo que es lo que más se acerca a lo que estudiaste, no sé, puede que me equivoque, pero cuando se lo dije a mi amigo, pensé que podrías estar en la recepción y manejar las páginas que sería de lo que te graduaste.

—Sí, Valerio, tranquilo, quiero suponer que me vas a ayudar a manejar el tema del check-in y el check-out de los clientes, y de todo lo demás, porque eso sí se me va a complicar un poco.

—Sí, por eso no te preocupes, hay tiempo para poder explicarte todo lo que necesitas saber, Estrella.

—Muchas gracias —sonrió con una enorme sonrisa y él se la correspondió también.

—En esta semana vendrán más empleados, algunos trabajaban antes en el hotel y otros son nuevos.

—Está bien. ¿Querés que haga algo ahora o para cuando vengan los demás? No sé, ¿te ayudo a limpiar? ¿A acomodar algo?

—No, nada, vendrán a limpiar el hotel en pocos días y a acomodarlo también. Si quieres, podemos ver el tema del fin de semana de San Valentín si te parece bien.

—Sí, es buena idea, es mejor adelantar eso para sacar uno o dos paquetes a tiempo y así puedan reservar con anticipación.

—Ya tu mente trabaja en modo marketing —dijo.

Los dos se rieron mientras iban a sentarse en el lobby del hotel.

—Soy curiosa, ¿por qué no hay uniformes? O por lo menos no lo leí en el contrato.

—Si bien el hotel es de lujo, Giuliano no quiere poner uniformes porque siente que sería una manera de imponer algo y prefiere que tengan la etiqueta con el cargo y el nombre.

—La verdad es que me parece buena la idea que tuvo, y creo que cada uno sabrá de qué manera vestirse.

—Lo único que marcará el cargo de cada uno aparte de lo que dirá el broche, es el color de la vestimenta. Pueden elegir la ropa que quieran siempre y cuando sea del color de su sector. Leíste esa parte, ¿no?

—Sí, azul para la cocina, verde para el sector del spa, naranja claro para los de las huertas, amarillo claro para limpieza, rojo para quienes se encargan de los jardines y las decoraciones, turquesa para los botones y la recepcionista de cualquier color. ¿Por qué de cualquier color?

—Al tener un cargo alto no estás obligada a usar un color en específico como sí lo tienen que usar los demás.

—Entiendo. Supongo que si comparto color con algún otro empleado tendré que usar algo más o un estampado, ¿no?

—Exacto —rio—, cambiando de tema, si quieres dormir un rato, hazlo, por el momento no hay nada para hacer y lo que te tengo que explicar para usar el programa de las planillas del hotel para cargar los huéspedes puede esperar.

—De acuerdo, te lo agradezco, Valerio —tomó lo último que le quedaba de su moca y llevó la taza a la pequeña cocina de la recepción para lavarla y guardarla.

—No necesitas lavar lo que usas, de eso se encarga el personal que tengo de cocina y yo.

—Bueno, lo harás después, ahora no hay nadie, solo nosotros dos —le sonrió—. Voy a dormir un rato que ya ni sé qué hora es, tengo un desfasaje de horarios tremendo.

—Son las tres de la tarde —le dijo mirando su reloj pulsera.

—Me pondré la alarma del celular.

—Descansa un poco, nos vemos después.

Estrella asintió con la cabeza y se dio media vuelta para salir de allí junto con el contrato que tenía en sus manos. Caminó con ligereza hasta el cuarto que le había tocado y cerró la puerta cuando entró. Dejó los papeles sobre la cama y le sacó una foto para mandársela a su mamá y luego la llamó.

—Sé que no te va a gustar, pero lee bien ese contrato.

—¿De dónde lo sacaste?

—Del hombre que me acaba de dar trabajo y por el que estaba esperando, marketing con atención al público.

—¿Eso quiere decir que no venís para Buenos Aires? —le gritó enojada.

—Exacto, no vuelvo. Por favor, no quiero que me digas algo que después me va a hacer mal, no quiero que te enojes porque no estoy haciendo nada malo, solo trabajar de lo que me gusta y por lo que estudié, nada más. Cuando estuve a punto de subirme al avión recibí un mensaje del hombre que conocí cuando tuvimos una parada en Brasil para que subieran más pasajeros y viajar después a Italia. Por favor, mamá, no quiero que te enojes, tengo trabajo fijo y de lo que me recibí, y encima el sueldo es buenísimo.

—¿Me querés decir dónde estás?

—En Tropea, viviendo en un hotel donde pronto abrirá sus puertas en San Valentín, por favor, ahorrate lo que me tenés que decir. No quiero discutir con vos —le respondió en súplica—. Sé que las dos tenemos pensamientos muy diferentes, vos sos más pragmática y yo hago las cosas por impulso y por corazonadas.

—Igual a tu padre —acotó con resignación.

—Te pido perdón por ser así y por no salir como vos, pero estoy muy segura de que este trabajo es el ideal, para mí y para ustedes también.

—Estás loquísima, ¿lo sabías? —emitió con énfasis—. Pero así de impulsiva como sos, tenés inocencia y un corazón enorme como el de tu padre. Sus impulsos siempre fueron buenos, son buenos.

—Supongo que lo sé, pero así soy. No puedo cambiar lo que no puedo controlar.

—Quiero que te cuides, Estrella. Sé que no te lo digo cada vez que me mandas un mensaje porque siempre terminamos discutiendo, pero por favor, cuidate.

—Lo voy a hacer, no te preocupes, mamá. Estoy bien, el hombre que conocí en el viaje es muy bueno y lo considero un amigo, no son de esos que quieren aprovecharse de la situación.

—Está bien, pero tené cuidado igual.

—Sí, lo sé.

—Decime cómo se llama.

—Valerio.

—¿Valerio qué?

—No sé, Valerio, mamá —dijo sin tener idea del apellido.

—¿Y el hotel cómo se llama?

—El pequeño hotel de las delicias.

—¿De las delicias por qué? ¿Es un hotel normal o es uno raro?

—Es un hotel normal, de lujo y familiar, o para parejas que quieren pasar días a solas. Delicias porque el lugar es espectacular. Fijate en internet.

—Me voy a fijar después eso y el contrato que me mandaste.

—Bueno, mientras tanto yo me voy a hacer una siesta, estoy un poco cansada.

—Está bien. Descansa tranquila y no estoy enojada con vos, creo que tenía que darme cuenta de que si conseguías algo de lo que querías te ibas a quedar por más que compraste el pasaje.

—Es cierto y me alegro de que las cosas estén bien entre nosotras ahora. Llamaré más tarde, besos a los dos.

—Un beso.

Estrella dejó el contrato sobre la cómoda, se descalzó, activó la alarma para dos horas después y se echó sobre la cama para intentar dormir un rato.

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