⭐Capítulo 5⭐
Grand Hotel Lamezia
Estrella estaba absorta en sus pensamientos y mirando por la ventana, afuera estaba casi oscuro, hacía frío y el viento era cada vez más intenso por no decir que silbaba en los rincones de cada ventana y puerta que tenía el hotel, no se sentía tranquila para nada y los cimbronazos del viento contra las ventanas no ayudaban nada a su estado emocional.
—¿Está ocupado el asiento? —formuló la voz de un hombre que se había parado frente a ella.
La chica levantó la cabeza y lo miró.
—¿Qué? —cuestionó, pero luego le respondió—, sí —negó con la cabeza—, no... no está ocupado.
Él se sentó frente a ella.
—No pensé que estuvieras aquí —le dijo el hombre observándola con atención.
—Yo tampoco pensé que estabas acá, creí que te habías ido con la otra parte de los pasajeros al otro hotel.
—Parece que tenemos que vernos seguido —sonrió con entusiasmo.
—Parece ser que sí —rio ella también.
—Cuéntame más de ti —contestó Valerio—. Me has dicho que venías para conseguir trabajo, pero creo que esto no estaba en tus planes, ¿cierto?
—Cierto, para nada lo estaba, se suponía que tenía que bajar en Reggio Calabria, pero terminé acá. Sin tener idea de lo que voy a hacer después de esto. ¿Y vos? Tropea, ¿y luego de ahí qué ibas a hacer? —quiso saber con genuino interés.
—Trabajar en el restaurante del hotel de un amigo.
—¿Le avisaste por lo menos que no ibas a presentarte tan pronto? —habló con algo de gracia en su voz.
—Sí, ya está avisado —rio también—, y me ha dicho que no había problema, que cuando todo se calmara aquí, vaya que la puerta del restaurante estaría abierta para mí.
—Eso es muy bueno —le sonrió y él correspondió a su sonrisa también.
Estrella y Valerio habían hecho chispas apenas se habían conocido en el avión, y volver a verse demostraba que esas chispas todavía permanecían intactas.
El silencio se instaló, incómodo, pero relajante entre los dos.
—¿Por qué crees que el capitán del avión dijo que aterrizábamos por un problema técnico y no decir que se acercaba un temporal?
—Por esto mismo —señaló afuera—, iba a generar pánico entre los pasajeros y quizás creyó que lo mejor era decir eso. Una tormenta da siempre miedo.
—Sí, tenés razón, las tormentas siempre generan miedo y más si son como la de ahora. ¿Qué crees que es esto? —preguntó por curiosidad la joven mirando desde el ventanal cómo se movía el farolito colgante y las plantas de los canteros.
—Esto no es una tormenta común y corriente, esto creo que es un vendaval —casi lo afirmó.
—¿Un vendaval? —Frunció el ceño—, ¿qué es eso? Creo que nunca lo escuché o por lo menos en mi país no se escucha esa clase de vientos, a lo sumo un ciclón y es muy raro que aparezcan.
—Un vendaval es lo que estamos teniendo ahora, por ejemplo —casi se carcajeó—, viento fuerte que sobrepasan los cincuenta kilómetros por hora, y a más intensidad más problemas causa, caída de árboles, cortes de luz, incluso puede traer inundaciones.
—Madre mía, suena horrible y de miedo —tragó saliva con dificultad y bebió un sorbo de su taza de té.
—Da un poco de miedo, no te lo puedo negar —comentó—, no soy una gallina, pero estas cosas me dan algo de miedo también, sobre todo de la manera en cómo silba el viento.
—A mí también —abrió más los ojos sorprendiéndose de lo que le había confesado—, cuando el viento silba se me ponen los pelos de punta.
—Entiendo, pero estamos bajo techo y en un lugar seguro, no pasará nada más que un corte de luz, si se da.
Las luces del restaurante comenzaron a parpadear a medida que el viento se intensificaba.
—¿Acaso estás pidiendo telepáticamente al servicio de la luz que la corte o qué, Valerio? —cuestionó mirando las luces y este se rio.
—No tengo ese poder. ¿Cenamos algo?
—Yo estoy bien con esto, gracias, pedí algo vos.
—Estrella eso no es comida sustanciosa.
—Con todo lo que pasó, no tengo hambre, en serio.
—El desayuno y la cena nos los van a dar gratis.
—Lo sé —le mintió—, pero no tengo ganas de comer.
—De acuerdo —le dijo y él llamó al mozo para que lo atendiera.
Entre la espera de la comida y la charla, ambos pasaron dos horas agradables, cuando salieron del restaurante y se dirigieron al ascensor, el aparato tenía un cartel avisando que por precaución era preferible usar las escaleras.
—Bueno, vamos a tener que hacer ejercicios —expresó ella—, menos mal que me dieron la habitación en el segundo piso.
—Yo también estoy en el segundo piso —admitió Valerio quedándose bastante sorprendido.
—Qué coincidencia —acotó la chica.
—Me quedó retenido algo que dijiste cuando nos encontramos en el restaurante.
—¿Qué cosa? —Levantó las cejas y lo miró mientras se sostenía de la baranda y subía los escalones con lentitud.
—Dijiste que no sabías qué ibas a hacer después de esto, ¿por qué? ¿Qué pasó? —interpeló con auténtica preocupación.
—Llamé al hotel donde tenía la reserva por quince días, porque supuse que en ese período de tiempo iba a conseguir algún trabajo, pero me cancelaron la reserva, me devolvieron más de la mitad de la plata, les expliqué lo que estaba pasando, pero por las políticas del hotel no aceptaron que se siguiera manteniendo la reserva hasta el plazo que había pagado con antelación —confesó con un poco de molestia y pesadumbre en su voz.
—Pero ¿a ellos qué les importaba si había o no gente ocupando la habitación? El pago estaba hecho.
—No lo sé, pero quiero suponer que deben tener reglas que cumplir y constatar la cantidad de huéspedes con las reservas, no tengo idea la verdad —negó con la cabeza quedándose sin una explicación certera.
—Entonces, ¿eso quiere decir que cuando salgamos de aquí irás a Reggio Calabria sin un lugar donde quedarte? —preguntó uniendo las cejas y quedándose estupefacto ante la noticia.
—Exacto —rio para no llorar de la impotencia que sentía.
—Qué mal, Estrella —acotó teniendo las manos en los bolsillos de su jean.
—Sí, pero no puedo hacer nada, voy a ver si tengo buena señal de wifi y me fijaré por algún trabajo en la ciudad donde tenía pensado ir de un principio, no puedo quedarme de brazos cruzados.
—Es cierto, cuando el tiempo vuelva a la normalidad, tú tienes que tomar otro avión.
—¿Y vos no?
—No, con un coche estoy a una hora de Tropea.
—Ah, pensé que era más lejos.
—No, es un poco más cerca que de Reggio Calabria a Tropea. —Pronunció y le preguntó otra cosa—. ¿Cómo se llama el hotel donde ibas a quedarte? —quiso saber y ella le respondió.
Al llegar al piso que les correspondía, caminaron hacia sus dormitorios, ella y él sacaron las llaves, y se ubicaron en cada puerta.
—Te dieron la habitación que está al lado de la mía —anunció la argentina.
—Me parece que el destino quiere que sigamos viéndonos —expresó él con una gran sonrisa.
—La verdad que eso parece —dijo con una sonrisa también—. Buenas noches, Valerio.
—Buenas noches, Estrella.
Cuando cada uno entró a su cuarto, la chica se dispuso a desvestirse y a ponerse el pijama para entrar a la cama y buscar algún empleo disponible en la ciudad donde iba a estar. Por otro lado, Valerio se descalzó, se tiró sobre la cama y se comunicó con alguien que hacía tiempo no hablaba.
—Hola, ¿cómo estás? La señal no es muy buena, solo quería preguntarte si necesitas a alguien que te ayude en el bar.
—Hola, Val. Hace mucho tiempo que no nos hablas, querido. Todo bien por aquí, ¿y tú? Sí, necesitamos a alguien más que nos ayude.
—Todo bien también, varado en un hotel por una tormenta con fuertes vientos.
—¿Has vuelto de Brasil?
—Sí, relativamente hoy a la tarde. ¿Le podrías decir a mi primo que ponga un anuncio en la página de empleos?, acabo de conocer a una persona que necesita trabajar.
—¿Es tu novia?
—No, es una chica que llegó de Argentina.
—¿Le has comentado algo de lo que me estás preguntando?
—No, para nada. Pero si publicas el anuncio, puede que la convenza para que trabaje sin darle muchos detalles.
—¿No le dirás que fuiste tú quien nos preguntó por el empleo?
—No, no le diré nada. Yo trataré de convencerla para que mire los anuncios de bares.
—De acuerdo, espero que te resulte bien.
—Gracias, salúdame a los demás.
—Lo haré, hasta luego, hijo, me ha alegrado mucho escucharte de nuevo.
—A mí también, nonno —le respondió con una voz alegre—. Hasta pronto. Puede que en los pró...
La comunicación telefónica de ambos hombres se vio alterada por la falta de señal que se estaba produciendo por el clima y la llamada se cortó abruptamente. A Estrella le estaba pasando lo mismo cuando intentó entrar a la página de anuncios para saber si necesitaban una empleada de algo que a ella le resultara relativamente fácil, pero el wifi se cortó y la web apareció como no disponible.
—Bueno, parece que voy a tener que dormir —habló sola y en voz alta.
El fuerte golpe de un árbol caerse al suelo hizo saltar a la muchacha de la cama y pegó un gritito de pavor, dejó el celular sobre la mesa de noche y se tapó hasta la nariz para intentar no escuchar los ruidos extraños que había afuera.
☆☆☆
Durante los siguientes días, el tiempo no había cambiado mucho, pero el fuerte viento tampoco era como al principio, los días de la segunda semana estaban comenzando a ser soleados y de a poco el clima parecía que quería volver a la normalidad, para el cuarto día, los pasajeros habían sido informados que al día siguiente volarían al lugar de destino, Reggio Calabria y para Estrella eso implicaba varias cosas, una de ellas, plantarle cara a la situación que pronto se le iba a presentar frente a ella y la segunda, que no iba a ver nunca más a Valerio.
En la cena que estaba compartiendo con él, no se pudo ocultar el tema de lo que a ella le preocupaba, la falta de trabajo y de un techo para poder sostenerse durante los siguientes meses.
—Estoy seguro de que pronto encontrarás algo acorde a lo que te gustaría.
—Me gustaría de lo que me acabo de graduar, pero es imposible ahora, debería tener más experiencia, así que tendré que conformarme con lo que encuentre.
—¿Por qué no te fijas en esas páginas de anuncios en donde piden a alguien para cierto tipo de trabajo? ¿Qué quisieras?
—En estos momentos lo que sea, limpiar, lavar vajilla en algún restaurante, mi objetivo es juntar plata para que pueda mandarle algo a mis papás y otra parte dejarmela para conseguir el trabajo que realmente quiero.
—¿Y por qué no entras a alguna página de empleos? Casi siempre están buscando personas que puedan ayudarlos, a veces no necesitas experiencia.
—Pero la mayoría de los casos sí —se angustió.
—Si no te fijas, no lo vas a saber nunca, Estrella.
—Bueno, me voy a fijar, ahora que el wifi está mejor, voy a buscar.
Mientras ella estaba navegando por la página se le estaba complicando un poco.
—La verdad es que no sé cómo buscar, nunca entré a una página así, ¿qué tendría que escribir para encontrar algo puntual?
—Eso depende de lo que quieras.
—Por ejemplo; lavar platos, no sé.
—Dame que te lo escribo y si quieres buscamos juntos.
—De acuerdo —le asintió con la cabeza.
Valerio sabía exactamente lo que debía escribir y buscar en la página.
—Creo que te encontré algo, no es lavar vajillas o quizás sí, pero ¿cómo te ves atendiendo mesas?
—¿Qué encontraste? —Frunció el ceño mirando la pantalla.
—Necesitan a alguien para atender a los clientes —respondió señalando el anuncio.
—No requiere experiencia y creo que está cerca de acá, ¿no? —Miró con atención los requisitos y la ubicación.
—Es bastante cerca y solo piden que la persona sea responsable y amable.
—¿Y cómo le hago si quiero preguntar algo más o pedirles que quisiera ir por el puesto de trabajo?
—Envíales un mensaje, estoy seguro de que te responderán rápido si de verdad necesitan a alguien.
Valerio le entregó de inmediato su teléfono móvil ya con la casilla de mensajes abierta para que pudiera responder a través del anuncio.
—De acuerdo, pero ayudame por favor, no manejo muy bien la escritura del italiano.
—Tranquila, te ayudaré —le regaló una sonrisa y se sentó a su lado.
Unos minutos después, Estrella quedó más calmada que antes, sobre todo, porque tenía posiblemente asegurado un trabajo.
—La verdad es que no sé si me tomarán para el puesto, pero por lo menos no estoy estancada o eso creo, y me siento un poco aliviada en ese sentido. Me estoy moviendo por decirle de alguna manera y no me siento tan perdida.
—No te preocupes, Estrella, sé que vas a conseguir el trabajo.
—¿Cómo estás tan seguro de eso?
—No lo estoy —le mintió—, pero hay que ser optimistas en la vida.
—Muchas gracias —le dijo y lo abrazó por el cuello al tenerlo cerca de ella.
—No fue nada —le sonrió.
Una hora más tarde subieron a sus cuartos y se desearon las buenas noches.
Al siguiente día, ambos se subieron a la camioneta con los demás pasajeros para volver al aeropuerto y de allí despedirse para tomar caminos diferentes.
Estando allí y habiendo anunciado el embarque para la ciudad donde debía irse la chica, él la abrazó por los hombros y ella por la cintura.
—Me encantó conocerte, Valerio —sonrió y habló con angustia—, te deseo muchos éxitos en el restaurante del hotel de tu amigo y te agradezco también lo que hiciste anoche por mí, con ayudarme a encontrar empleo.
—Yo quedé encantado también, Estrella. —Expresó con sinceridad y algo de tristeza también, pero de pronto se le ocurrió algo—, y con lo otro, no fue nada —la miró con atención—, pensándolo bien, dame tu teléfono, por favor.
La chica abrió más los ojos sorprendiéndose.
—¿Estás seguro?
—Completamente —respondió sin vueltas—. Quiero que me avises cuando llegues a la ciudad, en un rato te enviaré un mensaje, sé que no es lo mismo, pero por lo menos para que yo me quede tranquilo también.
—No estás en la obligación de cuidarme, Valerio —se sintió un poco incómoda por tener que hacerse cargo de ella de alguna manera.
—No me siento así, no siento que tenga que cuidarse, pero hemos pasado todos estos días en el hotel, viéndonos siempre, lo menos que puedo hacer es pedirte tu número, eso hacen los amigos, se preocupan por el otro, ¿o no?
—Sí, en eso tenés razón.
—Entonces, dímelo.
Con una perfecta sonrisa por parte de él, Estrella le dijo su número de celular.
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