⭐Capítulo 3⭐
Cabo Frío, Brasil
El avión que llevaba a Estrella hacía Brasil aterrizó y los pasajeros de a poco tomaron sus pertenencias y bajaron con cuidado, y lentitud del avión. Ella fue una de las últimas personas en bajar porque quiso preguntarle a una de las azafatas qué compañía aérea era por el número que se detallaba en el pasaje, pero la mujer le dijo que una de las personas dentro del aeropuerto la ayudarían mejor. Apenas entró a la terminal aeroportuaria se acercó a uno de los mostradores que tenía menos gente y le preguntó por el número de vuelo, porque estaba un poco desorientada. La chica con amabilidad le dijo que ya estaban haciendo la fila para el embarque en la puerta 14, con un agradecimiento, giró en sus talones para ir viendo cuantas puertas tenía para llegar hasta allí, tan solo eran tres y caminó con normalidad hasta ubicarse al final de la fila.
Fueron pocos los minutos en donde tuvo que esperar para que le tocara el turno a ella en presentar el pasaje de nuevo y subirse al avión que la dejaría en territorio europeo. Buscó el asiento cuando entró y se sacó la mochila de los hombros para ponerla en el asiento de al lado mientras se ponía el cinturón y luego la ubicaba sobre su regazo. A pesar de los nervios y miedos que tenía de viajar sola, trató de pasar el rato mirando con curiosidad a los pasajeros que entraban al avión.
A medida que los minutos pasaban, más aburrida se sentía y prefirió ignorarlos mirando el ojo de buey hasta que sintió la presencia de alguien cerca suyo y tuvo que desviar la mirada para saber de quien se trataba.
La chispa fue casi inmediata cuando él le habló preguntando por el asiento.
—¿Te molesta si me siento en este lugar o prefieres el pasillo? —su voz era varonil y grave, pero tampoco parecía de Brasil.
—No, pero si querés puedo pasarme, no me di cuenta de que ocupaba tu asiento —sonó apenada y poniéndose colorada.
—Tranquila, yo prefiero el pasillo, no me gusta mirar hacia la ventanilla —comentó con una sonrisa.
—Entonces, está bien, podés sentarte.
—¿No quieres ponerla en el maletero que compartiremos? —le sugirió.
—Bueno —con vergüenza se la entregó y él con amabilidad la guardó junto con su bolso de viaje—. Muchas gracias.
—No hay de qué —respondió y se sentó a su lado abrochándose el cinturón.
Una vez que el hombre se puso cómodo vino el momento de la presentación.
—Valerio —le ofreció su mano apenas la miró.
—Estrella. Un gusto —le aceptó el saludo.
—¿Qué te trae por aquí? ¿Viajas con alguien más? ¿Estudios? ¿Trabajo?
—Intentando buscar trabajo, ¿y vos?
—Volviendo de trabajar en Buzios. Estuve cocinando en el restaurante de un hotel de playa.
—Qué lindo. No pareces brasilero por tu modo de hablar.
—Soy italiano, me dirijo a mi país.
—Voy para allá también, al sur.
—¿A qué parte? —quiso saber él.
—Reggio Calabria.
—Yo estoy en Tropea.
—¿Están cercas las ciudades?
—Sí, en coche no es tan largo el viaje, una hora y algo, no más.
—No es mucho. ¿Sos chef?
—Sí. ¿Y tú?
—Me recibí el año pasado de Licenciada en Marketing digital y offline.
—Vaya... impresionante —abrió un poco más los ojos sorprendiéndose—. ¿Y qué pasó?
—Tuve entrevistas, pero ninguna empresa me llamó así que, esta es mi primera vez viajando al exterior.
—Espero que encuentres lo que en verdad estás buscando.
—Gracias —sonrió con agrado—, lo espero yo también, por lo menos conseguir trabajo de algo y establecerme para poder avanzar, ya luego veré si puedo encontrar el trabajo que quiero, que es de lo que estudié.
—Me parece razonable —asintió con la cabeza.
A medida que los minutos pasaban y que el avión comenzaba a levantar vuelo, Estrella se sujetó a la mano del hombre sin darse cuenta de que estaba apretando como si se fuese a caer. Se percató de aquello cuando dejó de sentir la sensación de vacío en el estómago y abrió los ojos.
—Perdón —se disculpó sintiéndose incómoda de repente.
—No me lo pidas, entiendo que es tu primer vuelo, seguro que estás nerviosa.
—Un poco. Me dio una sensación de vacío en el estómago que no esperaba.
Cuando el avión se estabilizó, él se desabrochó el cinturón y se levantó del asiento para acercarse al cubículo de las azafatas, y Estrella quedó desconcertada ante la actitud del individuo.
—Signore, cosa succede? (Señor, ¿qué sucede?) —le preguntó la mujer.
—Avresti caffe con latte e un biscotti o qualsiasi cosa per mangiare? (¿Tendrías café con leche y un dulce o cualquier cosa para comer?)
—Si sente bene? (¿Se siente bien?)
—Si, non è per me, è per quella signorina che stà seduta vicino a me (Sí, no es para mí, es para aquella señorita que está sentada al lado mío) —le comentó mirando hacia el asiento y volviendo a poner los ojos en la azafata.
—Lo porterò presto (Lo llevaré pronto) —admitió la mujer con una sonrisa.
—Grazie (Gracias) —le dijo devolviéndole el gesto.
—Piacere, signore (Un placer, señor) —le respondió.
Valerio regresó al asiento y se quedó mirando el perfil de la chica que se encontraba con los ojos cerrados intentando calmarse.
La voz de una mujer cerca de ellos hizo que abriera los ojos y clavó la vista en la bandeja.
—No pedí nada —tragó saliva con dificultad cuando miró a ambos.
—Yo lo pedí por ti, espero que no te moleste, cuando me dijiste que tenías un vacío, supuse que era porque no tenías nada en el estómago.
—Muchas gracias, no tenías por qué hacerlo —le respondió mientras ponía sobre la mesa la bandeja.
—De nada —replicó la azafata con su tono de voz diferente al suyo y sin perder la sonrisa.
—Por favor, compartamos lo que me dio de alimento, me siento avergonzada que hayas tenido que pedírselo sin conocernos.
—Sé lo que es cuando viajas por primera vez y la sensación de vértigo que se te instala en el estómago, no me costó nada pedirlo, no te preocupes, no me debes nada tampoco —insistió para que la chica se calmara y lo terminó de hacer cuando le sonrió de nuevo y ella quedó en la nebulosa.
Estrella y Valerio era la primera vez que se conocían, pero los dos percibieron que algo raro estaba pasando con ellos porque desde el primer instante en que cruzaron miradas hubo una conexión inexplicable, un flechazo que rara vez se producía y no había lógica o razón que pudiera entender aquello que les estaba pasando.
El viaje continuó su curso y ellos siguieron hablando mientras compartían el dulce que la azafata le había dado a la joven.
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