XVI: Not found
Una gran puerta de madera se abrió de par en par cuando los brazos de Edman quedaron al descubierto, mientras sus palmas empujaban la entrada. –¿Qué tal estuvo China, Edman?– La voz de Karou resonó por toda la capilla. Edman avanzó a paso firme por el corredor haciendo una breve reverencia ante el altar al frente para seguir su camino hasta la última banca del lado izquierdo, donde un chico de cabello rubio y traje blanco se encontraba sentado con las piernas cruzadas, mirando a la imagen de un cristo clavado en la cruz.
–Estaba donde dijo que estaría.– Edaman dijo aquello mientras tomaba asiento junto a Karou para mirar la misma imagen.
–Era bastante obvio si lo pensabas bien, una figura religiosa tan importante fuera de su territorio y con el movimiento que había tenido la fuerza militar del vaticano, solo era cuestión de atar cabos.– Karou colocó sus manos a sus lados, dejando que sus palmas tocaran la fría madera barnizada.
–Señor...– La oración quedo en el aire interrumpida por un gesto con la mano de Karou.
–Edman, ya te lo dicho, no me llamas así. No estamos frente al consejo.–
Edman suspiro y se relajo un poco. –Lo siento, es una costumbre.– Karou dio una mirada a su alrededor, observando las paredes pintadas, retratando alguno de los tantos versículos que la biblia tenía a su disposición.
–Hemos sido amigos desde hace tantos años, es raro oírte llamarme señor, tu vida no me pertenece.–
–Karou, te debo mi vida y mi libertad.– Replicó casi de inmediato Edman mientras ponía su mano en su pecho.
–Edman quien salvó mi vida fuiste tú, esa noche, de no haber sido porque llegaste yo no estaría aquí ahora mismo.– Karou giro su rostro para sonreirle a Edman y volver a mirar aquella imagen de antes. –Aunque me hubiera hecho más feliz que la salvarás a ella.–
Edman, regreso la vista a la misma imagen y puso su mano sobre su pecho una vez más.
–Karou, te lo juro, algún día Arodace también podrá ser libre. Algún día los tres podremos estar juntos otra vez.–
Hubo un pequeño silencio y Karou dejó salir un pequeño sollozo de sus labios, mientras una única lágrima de amargura descendía por su mejilla derecha. –Lo sé, incluso si la próxima vez que nos volvemos a encontrar sea para que Arodace lleve mi cabeza ante las puertas del Vaticano, deseo que lo haga por su propia voluntad.–
Edman miró con un poco de lastima a aquel chico de cabello rubio con el alma hecha trizas y con la tristeza y la melancolía invadiendo su mirada. –La libertad está cerca Karou, para ella también..–
Karou asintió con la cabeza y limpio aquella lágrima que estaba en su mejilla. –La salvaremos.–
–Los amigos nunca te abandonan–
–No la vamos a abandonar, primero se escaparan de mis labios el último soplo de mi vida. Antes de abandonarla.–
Karou se puso de pie y con una pequeña sonrisa y un ligero brillo de euforia en sus ojos le tendió una mano a Edman para que se pusiera de pie.
–Andando Edman, creemos un nuevo mundo, donde ella pueda ser libre, donde Arodace pueda ser feliz, donde nadie más que ella dicte sus acciones. Derroquemos esta iglesia llena de mentiras y restricciones. Creemos nuestro propio destino, donde ella pueda crear el suyo también.–
Edman sonrio sin pensarlo demasiado y tomó la mano de aquel viejo amigo, que a pesar de los años, no perdía las ganas de luchar por la libertad, por su libertad y la de todos.
–Hagámoslo, por nosotros, por ella y por todos lo que vienen detrás.–
Las manos esposadas a la silla, detrás de su espalda; una habitación totalmente gris, sin ventanas, sin nada más que una puerta de metal que claramente solo abría por fuera y un calor insoportable en aquel lugar, debido a la luz blanca artificial que daba una enorme lámpara sobre la cabeza de Arodace.
Había pasado exactamente 36 985 segundos y contando, desde que Arodace estaba sola en aquel lugar, después de que alguien la bajo de un auto de la policía con los ojos cubiertos por algo. Apenas si lograba escuchar algunos murmullos muy lejanos, parecían estar al menos a un kilómetro de distancia desde donde estaba ella y era lo único que alcanzaba a escuchar.
Cerró los ojos mientras echaba la cabeza hacia atrás para intentar relajarse un poco, el calor de ese lugar la estaba irritando; la puerta se abrió.
–Do you understand what I'm saying?– Un acento del norte de China dijo aquellas palabras mientras se acercaba hasta donde estaba Arodace.
–¿Y ahora? ¿Entiendes lo que digo?– Arodace suspiro y regreso su mirada al frente mientras abría los ojos.
–Lo entendí la primera vez, pero ya que hablas español; aprovechemos.– El hombre al frente frunció el ceño, dejando ver perfectamente que el color negro de su cabello era totalmente natural y que el color café de sus ojos también lo eran, y ya que las arrugas se había formado a la perfección en su frente, parecía que también ese color de piel ligeramente moreno también era natural.
–Pareces bastante tranquila, para estar en el lugar en el que estás.–
–La amabilidad de este país es bastante agradable, un extranjero aquí se siente de maravilla. Es como estar en casa.–
–Lamento si la visita no es muy agradable, no solemos ser muy amigables con los terroristas.–
Hubo una pausa mientras el hombre miraba detenidamente a la chica delante suyo, no era una belleza andante, pero como cualquier persona tenía su encanto, a simple vista no parecía una amenaza pero, en sus años de servicio había aprendido que las apariencias siempre engañan. –Comenzaré por las preguntas fáciles, evidentemente tu nombre no es Juliet Dacosta y tampoco eres una CEO de la empresa que dices ser; así que comienza por decir tu nombre y cómo entraste al país.
Arodace negó con la cabeza. –Sé como funciona esto, sé que antes de venir aquí hurgaste mi equipaje, buscaste mis huellas en el sistema, cualquier información respecto a mi procedencia, buscaste incluso en reconocimiento facial pero ya que no encontraste nada te enviaron aquí a sacarme información mientras terminan de analizar todo lo que encontraron tanto en mi equipaje, como en cada lugar en el que estuve.–
El oficial hizo una pequeña mueca de disgusto mezclado con algo de diversión.
–Correcto, parece que no es la primera vez que estás en algo parecido, así que supongo que no hace falta que usemos métodos clásicos contigo.– El hombre se inclinó un poco para observar a Arodace más de cerca. –Por el momento te llamaré Juliet, así que, dime Juliet ¿Para quien trabajas? No pareces pertenecer a ninguna celular terrorista o ante religiosa, tampoco pareces de los típicos asesinos a sueldo que trabajan para cualquiera, y no eres del tipo con iniciativa propia, alguien debió enviarte.– No hubo respuesta y el oficial simplemente se levanto y camino de regreso a la puerta por la que había entrado. –Igualmente lo descubriremos, piensalo un poco, pareces una chica joven, te recomiendo que consideres en que sería mejor en está situación, hablar y que esto termine rápido o esperar a que alguien venga aquí a hacerte hablar.–
Dicho eso alguien abrió la puerta desde el otro lado y dejó salir al hombre de traje negro para dejar a Arodace de vuelta en el mismo lugar sola.
El oficial salió y la puerta se cerró detrás suyo, mientras dos guardias estaban custodiando la puerta.Les dio las gracias con una mirada rápida y siguió su camino por el pasillo que tenía enfrente, hasta el momento no tenía ninguna coincidencia, no había nada de las huellas digitales, no había nada con el ADN, no había coincidencias del reconocimiento facial, ni siquiera una camará en el aeropuerto que la hubiera captado,además de la información falsa del pasaporte no había nada más sobre ella, era como si no existiera, como si fuera un fantasma, lo que indicaba que no estaba sola,que tenía ayuda y recursos de algún lugar, por lo cual tendría que tener mucho cuidado al investigar, no podía perderla de vista, podría tener ayuda en cualquier lugar, tendría que estar alertas.
Aquellos pensamientos, de inmediato fueron interrumpidos por un oficial que se acercó, para informarle que había encontrado un arma entre su equipaje, que parecía haber sido disparada no hace mucho, pues faltaba una bala en el cartucho. Por un segundo pensó que tal vez había disparado con eso y pensando en qué aquella chica que parecía tan segura de qué saldría de aquel lugar, había cometido un error.
Vilda termino la llamada con Agaton mientras miraba a aquel chico, Adel sentado frente a la barra con el plato vacío.
–En verdad lo siento, pero tenemos un grave problema. En cuanto solucionemos esto, si Arodace aún no responde tus preguntas, lo haré yo, pero ahora mismo tengo que tomar un vuelo.– Dicho eso Vilda simplemente entro a su habitación, se puso un par de tenis y tomó su bolso para salir e ir directo hasta la puerta.
–Solo una cosa, si no vuelvo antes de las 6 por favor dile a Maicón que es el chico moreno lo que pasó y solo a él, si el pequeño se entera no habrá quien le de consuelo.–
Vilda cerró la puerta detrás suyo, dejando a Adel sentado en aquel banco de metal más confundido que antes y sin la más remota idea de que era lo que estaba pasando. Apenas si había logrado entender algunas de las cosas que Vilda le gritaba a la persona con la que hablaba.
–Te necesito aquí en 5 minutos, trae el auto al frente necesito llegar al aeropuerto en 15 minutos, a la pista privada.– Vilda hablaba por teléfono mientras bajaba las escaleras de aquel edificio, arreglando su aspecto tan poco usual e intentando lidiar con toda la información que Agaton le había dado.
En teoría se habían tenido que poner al corriente de todo lo que había pasado desde la última vez que se había encontrado, Vilda sabía que Arodace tenía contactos directos con la fuerza militar que servía al Vaticano, pero nunca pensó que aquel chico enano y escuálido que había estrenado años atrás con ella, ahora fuera un alto mando condecorado de aquel poder militar y mucho menos que mantuviera tanta comunicación con Arodace, Agaton sabía prácticamente todo sobre el corporativo en el que Vilda trabajaba, sabía donde estaba internada Ekaitza, donde estaba escondida Zaira, sabía perfectamente quien era Karou, conocía a su perro fiel Edman, en que escuela estudiaba Maicon y donde tomaba las diferentes clase particulares Mstislav, obviamente no sabía que eran los contactos de Vilda quien conseguía los papeles que Arodace usaba, que era bajo nombres de falsas compañías que ella tenía, que Arodace usaba como fachada y mucho menos sabía que Vilda visitaba bastante a menudo esa casa en la que ambos había pasado su adolescencia y se había convertido en los adultos que eran.
Vilda termino de bajar las escaleras y justo a un par de paso un auto de color azul la esperaba, donde un hombre con el típico traje de conductor le abrió la puerta, una vez se sentó la cerró y subió a la parte de adelante para conducir. –Es una situación de emergencia, necesito estar en el aeropuerto en 15 minutos máximo, acelera no te detengas, ya resolveré luego yo eso.–
Y terminada la oración el auto arrancó a gran velocidad y salió hacia la avenida principal sin tener la mínima intención de detenerse o siquiera disminuir la velocidad.
Aquel hombre de traje negro hizo una mueca, mientras regresaba del laboratorio donde habían hecho el análisis de el arma que había encontrado en la maleta de aquella chica. Como él pensaba, era demasiado bueno para ser cierto, si el arma había sido disparada, pero era un arma corta, por muy buena que fuera necesitaba estar al menos a 100 metros del objetivo, pero las pruebas y los testimonios aseguraban que habían disparado desde un lugar alto y muy lejano, y según el mapa de la ciudad, el edificio más cercano estaba a 2.3 km de distancia. Sin un francotirador, ese tiro era todavía menos probable, así que había dos explicaciones o ella no había disparado o le faltaba la verdadera arma.
Seguía caminando de vuelta a aquella habitación donde estaba, era obvio que no era la primera vez que esa mujer estaba en una situación parecida, así que tendría que usar tácticas más fuertes si quería conseguir información, el único problema es que no había nada sobre ella, absolutamente nada, no tenía ni siquiera un acento bien definido, no había cámara en el mundo además de las grabaciones que ya tenian que la hubieran visto antes, en ningún lugar existía esa mujer y sin una cola de la cual pisar su trabajo era más que complicado.
Llegó a la puerta y miró a los dos guardias que custodiaban la puerta y luego la empujo ligeramente para que se abriera y lo dejara pasar.
Ambos guardias se miraron y cada uno se dirigió hacia lados contrarios del pasillo, mientras cada uno tomaba el móvil que llevaban consigo y marcaban el único número que tenía registrado.
–El arma encontrada no fue con la que realizaron el tiro, enviaron a un hombre con entrenamiento antiterrorista y experto en negociaciones con extremistas, la primera vez tardo 5 minutos destrón de la habitación y luego la dejó sola aproximadamente 30 minutos.– El guardia que había tomado camino hacia la izquierda terminó la parte de su informe y aquel que había caminado hacía la derecha continuo.
–Todo parece indicar que no hay pruebas de que ella haya disparado, todo parece indicar que recibieron la llamada de un testigo que dio información sobre ella y como había sucedido el disparo.– Apenas el guardia terminó de hablar, hubo un corto silencio.
–Gracias, no dejen de vigilando a ese oficial. Quiero estar seguro de que nada fallo en nuestra limpieza y esperen mi señal. Informaré esto.–
Y ahí terminó la llamada.
Por otra parte el oficial dentro de la habitación estaba impaciente, pues aquella chica parecía bastante relajada como si esperar algo. –Dime Juliet ¿Has pensado en lo que te dije?– No hubo respuesta, aquel oficial solamente suspiro. –No importa de quién esperando ayuda, mi país no tiene extradición para terroristas.–
–¿Crees que alguien va a venir a salvarme?– Arodace puso su mirada sobre aquel hombre. –Ellos van a venir por mi, por miedo a que habrá la boca, ni siquiera saben si ya hable contigo o no, ellos no han hecho movimiento alguno porque no saben qué tanta información tienes, no trabajo para nadie, pero hay personas que han intentado mantenerme bajo su margen y les pone nerviosos que yo esté aquí, que en cualquier momento diga lo que se me venga en gana.– Arodace movió un poco los hombros de atrás hacia adelante intentando que la movilidad volviera. –No me digas, que no te diste cuenta que los guardias de ahí afuera no eran los mismos de hace veinte minutos.–
El oficial, por una fracción de segundo dudo de sus palabras y luego como un balde de agua fría su memoria lanzo la imagen que había observado hacía unos minutos. Era verdad, por eso los miro, porque algo en ellos, no le pareció familiar. –Te dire algo, la gentes me llama Arodace, soy de origen judío y vine aquí desde Roma.–
Y luego la puerta se abrió un par de nuevos agentes entraron, obviamente extranjeros quienes se acercaron hasta Arodace y quitándole las esposas la tomaron por los hombros.
–Ella será extraditada, el gobierno de Roma agradece su trabajo y a partir de ahora, ella es nuestra.–
El oficial no parecía ni mínimamente contento y Arodace le sonrió de lado. –No olvide lo que le dije, nos volveremos a ver, Oficial Cho.– Y dicho eso, Arodace fue sacada de la habitación.
Arodace subió al auto negro que la esperaba fuera, miro de reojo como uno de esos oficiales subía su equipaje al maletero y dentro estaba Vilda sentada, con ropa deportiva y una mueca de frustración. –¿Acaso el tiempo te ha hecho más descuidada?–
Arodace negó con la cabeza. –No.–
–Entonces ¿Cómo explicas este desastre?– Vilda reclamo casi de inmediato y antes de que Arodace pudiera decir algo, Agaton entró en el auto y cerró la puerta detrás suyo.
–Yo puedo responder eso, recibieron una denuncia de una fuente muy confiable que dio especificaciones de cómo había sucedido y de la persona que había jalado el gatillo.– Vilda hizo una mueca y respiro profundo.
–Genial, un testigo, lo que faltaba. En verdad los años te estás comenzando a afectar.–
–No fue un testigo Vilda, Edman me fue a ver, el estuvo ahí unos segundos pues de que yo terminara. Seguramente fue él.–
–De cualquier manera, ahora China está fuera de nuestro mapa. A menos que sea estrictamente necesario, no volverás aquí. Envíe al equipo de limpieza para que desaparezca todo lo que tengan sobre ti pero uno nunca sabe.– Arodace se encogió de hombros y el auto arrancó.
–Solo una cosa más, ¿qué le dijiste al oficial Arodace?–
–¿Miedo Agaton?–
–¿De ti? Quien no tendría miedo, la ultima vez que alguien te hizo enojar un pueblo completo fue masacrado y sepultado en el olvido.– Sonrió mientras miraba a una Arodace indiferente que miraba por la ventanilla. –Me preocupa más el hombre, podría entrar en un lugar de cual ya no podría salir.–
–Observe a ese oficial desde mi última visita aquí, sé que hará buen uso de la información que le di.– Regreso la mirada al frente, para encontrarse con la mirada de Agaton. –Y no te preocupes por su santa e inmaculada iglesia, no le dije nada sobre eso.– Su mirada regresó a la ventanilla. –Solo le dije que nos volveríamos a ver.–
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