XIV: Enemigo Nacional


Edman le hizo una señal al piloto para que cerrara la puerta mientras caminaba hasta la cabina y tomaba asiento.

—Señor, ¿Gusta que envié un misil a corta distancia?—Preguntó el piloto, pero Edman negó con la cabeza y tomó su lugar como copiloto.

—No, tengo pesando algo mucho más interesante. Comunicame con el secretario de defensa de China— El piloto asintió con la cabeza.

Arodace pateo aquella puerta de metal que separaba la azotea de las escaleras de emergencia y sin pensarlo demasiado comenzó a bajar. Paso aquel francotirador que tenía en la espalda al frente justo en su pecho para comenzar a desarmarlo, lanzando cada pieza que iba quitando por las grietas o espacios vacíos que veía en aquellas escaleras, la única luz que había era aquella que lograba filtrarse por debajo de las puertas de cada nivel, donde del otro lado no había nada más que polvo, algunas ratas y un vagabundo el cual usaba ese lugar como refugio en las épocas de lluvias como aquellas.

La brisa húmeda también comenzaba a filtrarse por debajo de las puertas y la poca luz que lograba entrar se estaba desvaneciendo lentamente, entre más cerca estaba Arodace de la salida. Una vez llegó al último escalón, respiro ondo y quitándose el par de guantes que tenía puestos los uso para empujar aquella puerta de la salida de emergencia.

La luz del exterior parecía realmente brillante en ese momento, por una fracción de minuto Arodace se quedó parada en aquel lugar, parpadeando un poco para obligar a sus ojos a acostumbrarse a la iluminación; después de un par de intentos, su visión volvió poco a poco.

Se movió hacia enfrente dejando que la puerta se cerrara sola detrás suyo y miro aquel pequeño callejón al cual había ido a dar, miro a ambos lados, observando cómo la sociedad seguía fluyendo como si nada a ambos lados, como si estuvieran ausentes de la realidad.

A lo lejos se escucharon un par de sirenas que tomaban dirección hacia donde el disparo había tenido impacto. Arodace simplemente tomó rumbo hacia su derecha incorporándose al final del callejón a la avenida principal, atestada de personas y comenzó a caminar entre aquella multitud, metió el par de guantes dentro de los bolsillos de la chaqueta y sacó aquel teléfono celular que estaba en el bolsillo derecho, marcando una vez más el único número que tenía registrado.

El timbre sono 2 veces y mientras Arodace caminaba entre ese mar de personas, un par de chicos que iban en sentido contrario golpearon su hombro suavemente, el chico de cabello negro, piel pálida y aquellos característicos ojos rasgados la miró de reojo, esperando a ver si ella le decía algo pero la mirada de Arodace solamente se cruzó por unos segundos con la de ese chico y siguió su camino.

Un tercer timbrazo y al fin respondieron. —Termine, ya puedes enviar al equipo de limpieza, mi siguiente vuelo sale en 5 horas— Una vez terminó la oración no esperó respuesta alguna y termino la llamada. Guardo el telefono en el mismo lugar de donde lo había sacado y siguió caminando por aquella avenida llenar de personas, todas inmersas en su propia realidad, algunos al teléfono, otros simplemente apresurados con trajes de negocios llegando tarde al trabajo, pequeños grupos de estudiantes que regresaban de las escuelas, todos hacia la misma dirección, la siguiente estación del metro.

Arodace levantó la vista para observar los enormes edificios a su alrededor, corporativos cuya altura era prácticamente incalculable desde el lugar donde se encontraba, grandes y aparatosos establecimientos con ese toque moderno y potente de una de las próximas potencias del mundo.

La calles, las lámparas, incluso las mismas personas eran tan diferentes a lo que ella estaba acostumbrada a ver, todo parecía tan moderno y globalizado que le hacía recordar a Arodace lo rápido que había cambiado aquel país.

Arodace recordaba la última vez que había visitado ese país y era totalmente diferente a lo que era ahora; un lugar con un montón de pequeños puestos, con productos que las mismas personas cosechaban o pescaban, aquel sitio estaba repleto de productos que podías ver, tocas, hasta probar. De caras que realmente parecían familiares y amigables, y no robots victimas del capitalismo que intentaban amasar dinero a montones, soñando con uno de esos apartamentos lujosos en la ciudad.

Puso su vista a sus laterales, prácticamente a la altura de sus hombros para encontrar jóvenes inmersos en los celulares, personas con unos rostros desanimadas, frustrados y con esperanzas hechas trizas, justo como era vivir la vida en la época actual, en todas las épocas en realidad, desde siempre lo vida había sido así, personas poderosas y con dinero y aquellos que tenían que trabajar día y noche para llevar algo de comer a sus mesas.

Ese era el poder del dinero, él lo regía todo, incluso a ella, a la iglesia, a la realidad. Ella lo había visto tantas veces, el dinero podía hacer realidad cualquier cosas.

Arodace llegó a una cruce de avenidas, el semáforo se puso en rojo para los peatones y todos pararon, esperando a que los autos terminaran de pasar, silencio por parte de las personas, solamente el sonidos de los autos, de aquellos que pasaban en las bicicletas, algunas risas modestas de estudiantes junto la fría y húmeda brisa.

Respiro profundo, admirando la belleza de la ciudad, lo impresionante que solía ser, lo magistral que aquellos edificios eran y lo normales que las personas a su alrededor eran. Alguien comenzó a golpear suavemente la agarradera de su maletín, desesperado porque aquel alto cambiará de una vez. Y de pronto ese pequeño golpeteo quedó opacado por el golpeteo de pequeñas gotas de agua contra el pavimento, la luz cambió y en cuestión de instantes la escena cambió, las personas avanzaban más rápido, corrian y aquellos que había visto el estado del tiempo abrían sus paraguas para cubrirse de la fría lluvia.

Arodace avanzo detrás de la mayoría de los que había echado a correr y cruzó la calle sin tanta prisa, dejando que aquella ropa que estaba usando quedará empapada por el agua fría que caía.

Apenas puso un pie del otro lado de la calle el agua se detuvo y aquel chico de cabello negro y piel pálida con el que había chocado tiempo atrás, estaba frente suyo, tendiendole un paraguas, de aquellos transparentes que se podía comprar en cualquier lugar, las pequeñas gotas rebotaban contra el plástico mientras Arodace arqueaba una ceja y tomaba la agarradera.

— 你是外国人吧?— (Eres extranjero,¿Verdad?) El chico sonrió y Arodace sólo entendió lo de extranjero y asintió con la cabeza.  —多保重!下次见!— (¡Cuídate! ¡Hasta la próxima!) Dicho eso el chico se alejó a lo que Arodace solo sonrió.

—谢谢— (Gracias) Y una vez terminada esa oración siguió su camino.

Una llamada desde un teléfono de prepago llegó directo hasta la oficina del secretario de defensa Nacional de la República Popular China, donde el caos era presente, el Dalai Lama había sufrido un atentado terrorista en su suelo nacional, llamadas de cada cargo político que pudiera estar involucrado, exigiendo respuestas y que encontrar al culpable. Y como una señal del destino, aquella llamada le dio la información que necesitaba.

—Una mujer 21 años, castaña, de ojos marrones, 1.65 m de altura, peso aproximado de 63 kg, que entró al país como CEO de una empresa fantasma bajo el nombre de Juliet Dacosta. Un tiro de francotirador desde la azotea de un edificio a 2 cuadras del incidente—

Aquel hombre cuyo nombre desconocía pero, cuya voz le era familiar se lo dijo y sin dudarlo ni por un minuto lanzó una orden de búsqueda, era enemigo nacional. La orden era clara, preferentemente viva pero si se resitía tenían que disparar sin dudar.

Aquella estación del tren estaba comenzando a llenarse cada vez más. Arodace estaba prácticamente al final de la fila y detrás suyo un hombre junto a su pequeña hija, quien parecía estar cansada de la espera y en verdad quería irse ya. El sonido característico del transporte se escuchó, las puertas se abrieron dejando salir a algunas personas mientras que otros simplemente entraban, cada vez la puerta estaba más cerca, cada paso le parecía más incómodo entre más veía como aquel lugar se llenaba, más y más y luego estuvo a un solo paso el lugar no tendría lugar para más que una persona más, entonces el anuncio de que estaba a punto de irse se escuchó, junto a un pequeño quejido de parte de la niña detrás suyo y sin pensarlo más Arodace se quitó del frente y le cedió el paso al hombre quien le miró sorprendido le dio las gracias en su idioma natal y entró rápidamente en el vagón. Las puertas se cerraron y el tren avanzó, mientras Arodace simplemente suspiraba y cerraba sus ojos, por un segundo para rascarse la nuca y regresar a la fila.

Cinco horas para el vuelo le parecían bastante tiempo, no pasaría nada si solo esperaba el siguiente tren. Igualmente tendría que darse un baño, cambiarse de ropa y comer algo antes de abandonar aquel país.

Miro al techo, pensando en por qué había dejado que aquel hombre pasara primero, tal vez era por la niña en sus brazos, tal vez le daba cierto remordimiento ver a aquella pequeña niña, fastidiada y cansada de aquel odioso día o tal vez había sido porque se le hartaba el escándalo que estaba haciendo. Fuera cual fuera la situación, ahora había más silencio y su mente estaba tranquila.

Y luego la extraña sensación de estar siendo observada por algunas personas a su alrededor, giro para mirar a sus espaldas y con el rabillo del ojos miró a algunas personas que la observan y analizan de arriba a abajo como si estuvieran buscando algo, se rasco un poco el tabique de la nariz en señal de que estaba ligeramente nerviosa, era raro que llamara tanto la atención y luego más personas comenzaron a mirarla, insistentemente como si buscaran algo, algunos retrocedian y alguien no muy lejos comenzó a hacer una llamada.

Arodace se sentía incómoda, ligeramente expuesta, en ese momento el sonido de que el siguiente tren estaba llegando a la estación le relajó un poco, el vagón paro y en el momento en el que sintió como alguien iba a tocar su hombro las puertas se abrieron, se abrió paso entre aquellas personas que estaban dentro, aquel vagón estaba lleno y detrás suyo la puerta se cerró.

Respiro profundo buscando un poco de tranquilidad pero en su lugar, al frente suyo más personas la miraban. Con insistencia, verdadera insistencia. Algunos susurraban cosas pero debido a lo repleto que estaba el lugar los murmullos no eran distinguibles.

En realidad esa sensación de ser observada era molesta, muy molesta y tenía ganas de bajar en la siguiente estación, así que dio la media vuelta para estar lista en la siguiente parada, igualmente sentía las miradas y en aquel punto miro el vidrio de su lado izquierdo para encontrarse con el reflejo del celular de la chica que estaba sentada justo de aquel lado, en la pantalla aprecia la fotografía de su pasaporte y el típico símbolo de peligro en color amarillo en el título.

—Mierda— Murmuro para si misma mientras sentía un ligero toque de ansiedad y nervios invadir su cuerpo. Ahora todo tenía sentido, alguien la estaba buscando y quien fuera que lo estuviera haciendo probablemente era algo serio, golpeó levemente el cristal de aquella puerta, impaciente porque la siguiente estación llegará pronto, cada vez más personas la miraban, pero a lo lejos se podía ver la parada de la siguiente estación. Respiro para tranquilizarse y tomando con un poco de fuerza la agarradera de aquel paraguas transparente, apenas se abrieron las puertas salió sin pensarlo, intentando perderse entre aquel mar de gente, pero era complicado. Lo extranjera la delataba, la altura, el tono de cabello, sus ojos. Eran imposible no resaltar en aquel lugar.

Miró a sus laterales y justo en cada una de los pequeños pasillos que daban a las salidas había un guardia y muchas más personas entrando o saliendo, necesitaba salir ya, miro de reojo al frente y justo como si la vida le odiara el guardia de la siguiente salida cruzo miradas con ella y comenzó a caminar hacia donde estaban.

—Carajo— Dejó que la palabra saliera de su boca mientras pensaba cómo salir de aquello sin necesidad de rehenes o heridos.

—女士— (Señorita) La voz de aquel hombre iba directa hacia donde estaba Arodace, dio la media vuelta , como si ignorara a aquel hombre y entonces una vez más la llamó. —女士— (Señorita) Esta vez con un tono más alto y siguiéndole, entonces llamó la atención de otro de los guardias y entonces supo que no tenía opción.

Comenzó a empujar a las personas a su alrededor a su alrededor mientras acelera el paso con aquel par de guardias detrás suyo, entonces comenzó a correr, sin importarle contra quien chocar o a quien empujar simplemente abriéndose camino, ambos hombres corrieron detrás suyo, abriéndose paso justo detrás de ella, más guardias los miraron y de inmediato supieron que tenían que ir tras de ella.

Los dos que estaban en las siguientes dos salidas los vieron y salieron de sus puestos para encontrarse de frente con Arodace, quien en su cabeza estaba buscando la manera de salir de aquello sin heridos, pero en el momento en que había más de cinco de ellos detrás y dos más al frente, supo que tendría que luchar.

Arodace suspiro, los dos al frente estaban intentando detenerla, al de la izquierda lo recibió con un puñetazo en el estómago y con un golpe en en las rodillas con la punta de aquel paraguas que sostenía, mientras que ponía la palma de su mano derecha detrás del cuello del otro y lo lanzaba hacia atrás con fuerza y de nuevo echó a correr, las personas a su alrededor comenzaron a quitarse del frente, dos de los oficiales se quedaron a revisar rápidamente al par que había golpeado mientras los otros tres salían detrás de ella.

Arodace corría por aquel interminable pasillo, esquivando tantas personas como podía y simplemente sacando del camino a todas aquellas que no se movían por su propia voluntad, usandolos como obstáculos para el tercio que venía detrás.

Uno de ellos, logró alcanzarla y tomarla por unos instantes del brazo izquierdo a lo que Arodace giro tan rápido como pudo el paraguas que tenía en esa mano para golpear su estómago y empujarlo hacia atrás y seguir corriendo, los torniquetes estaban delante, las personas estaban entrando y otras saliendo, no había tiempo para cortesías, apenas llegó lo suficientemente cerca, saltó por encima del checador, usando la superficie como apoyo junto a la mano derecha que tenía libre y salir del otro lado, a unos metros de la salida, corrio tan rapido como pudo hasta la avenida principal y comenzo buscar desenfrenadamente un lugar seguro a su alrededor, miro hacia ambos lados para encontrarse con un taxi que dejaba a un mujer justo a unos pasos de distancia y sin pensarlo dos veces corrió hacia aquel lugar, subió al taxi y cerró la puerta. —请带我去酒店"大城市"— (Por favor, Lléveme al hotel "La gran ciudad.") El conductor asintió con la cabeza y arrancó aquel auto. Justo detrás suyo aquellos guardias salieron de la estación y Arodace los miro desde el interior de aquel auto.

Pasó sus dedos por su cabello, acomodandolo hacia atrás y busco aquel teléfono celular que tenía.

El timbre sonó una sola vez. —Agaton, algo salio mal.—

La voz de Agaton se escucho desde el otro lado de la bocina. —Al punto Arodace—

—Me buscan—

Un suspiro fue la respuesta. —Dame quince minutos, veré que puedo hacer—

—No me jodas, si esto pasó fue porque tu equipo de limpieza no hizo su trabajo—

—Te conseguiré un nuevo vuelo privado que te saque del país pero fuera de eso estás sola. Te llamaré cuando lo tenga— Y la llamada terminó. Luego hubo silencio y finalmente Arodace respiro tan profundo como pudo mientras frotaba su ceño.

—Mierda—

Estaba sola, en aquel país, siendo buscada y con capital limitado, sin poder tomar un vuelo público y sin hablar el idioma. Estaba sola.

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