VIII: Doble espada.
¿Qué estaba haciendo antes de aquí?
Esa pregunta apareció en la mente confundida de Adel, pero se vio desplazada por una calidez inexplicable.
–Nada,solo estaba caminando. –
Murmuró una voz proveniente de su interior mientras una sensación de tranquilidad le intentaba inundar.
Yo estaba ¿caminando?
Una vez más la pregunta se vio desplazada por otra respuesta.
– Yo regresaba al hotel, pensando en Hilal. –
¿Hilal?¿Parque? ¿Cabello Castaño?
Edman había golpeado tan fuerte el rostro de Adel que lo había dejado inconsciente. –Dejemos por el momento al chico fuera de esto– Le dijo con un pequeño tono de fanfarronería a Arodace, mientras dejaba recostado al chico inconsciente en el suelo; Arodace asintió y giró aquella pequeña daga que tenía en la mano, entre sus dedos.
– ¿Qué es lo que quieres apostar Edman?– Preguntó con una sonrisa amable Arodace mientras pasaba sus manos por su cabello acomodándose hacia atrás. Edaman le regresó la sonrisa con un cierto toque de cariño.
– ¿Qué opinas de esto?– Comentó Edman a la par que se acercaba a Arodace y acariciaba las puntas de su cabello castaño. –Si yo gano iras a ver a Zaira, pero si tu ganas el chico se puede ir contigo y tendrás una ventaja de dos días.–
Arodace dejó escapar de sus labios una risa estruendosa y artificial. – Todo esto siempre fue por Zaira. ¿Por qué no me sorprende?– El hombre de inmediato endureció su rostro, como si la risa de la chica le hubiera molestado. – Creí que la razón por la cual el gran Edman, la mano derecha del desgraciado de Karou, vino a buscarme era más importante que una simple visita a su novia.– Dijo eso con una mirada llena de lástima y burla.
– Reservarte tus comentarios Arodace.– El tono de voz de Edman era diferente, tenía un toque de veneno y rencor mientras que las facciones de su rostro indicaba una gran molestia. –Solo dame una respuesta.–
– Acepto.– Hubo un pequeño y casi incómodo silencio. –Todo sea por mi viejo amigo.–
Todo en la mente de Adel era confuso, parecía una especie de lluvia de imágenes sin sentido. Una danza eterna de sonidos, imágenes y recuerdos. Todos indescifrables.
– ¿Estás bien? –
La voz melodiosa de aquel hombre se deslizó por los pensamientos de Adel obligando a que su atención se centrara en una imagen distante de un árbol en la mitad de la nada.Se obligó a dirigir su mirada hacia aquella escena, en donde a duras penas logró llegar y con una tenue luz blanca que lo cegó unos instantes logró verle con detalle.
–Hey tú ¿Me estás escuchando?– Mi atención fue llamada por mi compañero de cabalgata.
–Lo siento mucho José, no te escuche. Estaba pensando en donde podremos pasar la noche.– Le dije con una sonrisa forzada mientras miraba con atención a mi compañero.
José me miró con fastidio mientras rodaba los ojos –Eso es justo de lo que te hablaba imbécil. La aldea aun esta a unas tres horas de camino y no pienso pasar la noche en el desierto.– Dicho eso regresó su mirada al frente mientras que yo solamente me reía un poco mirando al cielo, para disimular lo incómodo que era ese momento.
– Supongo que tienes razón, en ese caso ¿A donde iremos? –
– Creo que lo mejor sería ir ahí.– Él señaló una línea de humo negro y una pequeña luz roja. –Puede que en ese lugar nos den asilo por esta noche. Después de todo somos caballeros.– Dijo aquello con un tono alegre, tal como lo hacía siempre que algo le parecía que podía ser sencillo. Tomó la empuñadura de su espada y me miró.
Supongo que él tiene razón, no es buena idea pasar la noche en el desierto y todas las aldeas y o lugareños de estos andares nos deben respeto a los caballeros.
Y así a duras penas y con nuestras últimas fuerzas tomamos rumbo al lugar de donde se veían señales de vida.
El aire que choca contra mi rostro no era frío, era helado y junto con la armadura de metal podía sentir como si mi cuerpo se fuera romper en cualquier momento. Sin darme cuenta mi mirada dejó de centrarse en el frente y se mantuvo fija en una árbol, grande y un tanto frondoso que se encontraba junto a el borde de un acantilado; estaba a un par de segundos de seguir de largo cuando una sombra se movió desde el final de las raíces.
–José ,espera un momento.– Mi compañero se detuvo en seco mientras yo descendía del caballo.
– ¿Y ahora qué? No me digas que necesitas orinar. Por el amor del cielo hombre, ¿No puedes esperar solo un poco más?–
Mi paso era lento por lo pesado de la armadura pero de alguna manera logré llegar hasta el lugar en menos tiempo del que esperaba. La escena que presenciaba era nueva para mi. Un joven con una capa de color verde se encontraba en el hueco que hay entre el tronco y las raíces, abrazando sus rodillas y escondiendo su rostro entre ellas,además estaba...¿Llorando? Eso no era posible, ¿Por qué un joven se encuentra en un lugar como éste sólo? ¿A caso estaba perdido?
Con la mayor cautela posible puse mi mano sobre su hombro. –¿Estás bien?– El tono de mi voz era amable aunque un poco tosco, sentía la garganta prácticamente cerrada por el frío que se sentía en esos momentos.
El chico sólo levantó un poco su rostro mientras que con la manga de su ropa limpiaba sus lágrimas y afirmó con la cabeza.
Está mintiendo, eso es seguro.
– ¿Acaso estás perdido? – Pregunté mientras que me ponía en cuclillas para mirar con mayor determinación. Y me lleve una enorme sorpresa, no era un joven; era una joven.
– No.– Me respondió con una voz dulce y un tanto quebrada, por las orillas del gorro de la capa pude ver un par de mechones castaños asomarse. Apenas pude mirar su rostro, nuevamente lo volvió a esconder entre sus rodillas pero, puedo apostar que ví unos ojos de color marrón y unas facciones finas y delicadas.
Toda la escena se perdió entre la oscuridad de vuelta frente a los ojos de Adel como si aquel recuerdo fuera suyo, o lo hubiera sido, no, más como una especie de sueño, un sueño que parecía demasiado real.
El sonido de un edificio quebrándose fue el primer signo de que aquella batallas había comenzado. –¿Y bien eso es todo Edman?– Preguntó Arodace mientras bajaba sus puños a la altura de su cintura.
Una corta risa –Aun no has visto nada.– Respondió Edman mientras bajaba del hueco que había dejado su cuerpo al impactar contra la construcción. –Te dije que he recibido un par de trucos nuevos.–
Arodace suspiró. –Hasta donde yo sé, a perro viejo no se le enseña truco nuevo.– Declaró mientras que una sonrisa pequeña se dibuja en sus labios.
Edman soltó una carcajada mientras sacudía su ropa. –¿No te has mordido la lengua?– Contestó mientras miraba con arrogancia Arodace. –A mi me parece que en eso me llevas un par de siglos de ventaja.–
Arodace lo miró con disimulo. –Venga hombre, no me recuerdes eso de mi edad.– Le dijo caminando con una mirada suplicante y un tanto infantil. –Sabes que eso me es deprimente.– Edman negó con la cabeza mientras reía con alegría.
– A mi no me mires, has sido tú quien a sacado el tema.– Arodace le lanzó una rápida mirada de desaprobación mientras que sonreía con falsedad.
–Siempre tan sincero.– Comentó mientras caminaba hasta quedar frente al hombre de entre castaño y rubio. –Sabes, a veces las palabras duelen.– Dijo Arodace con rudeza al impactar su puño contra el estómago de Edman, quién ni si quiera se movió, sonrío, con su mano derecha tomó el brazo de Arodace y con una mirada repleta de arrogancia logró lanzar a la chica contra el edificio de concreto que se encontraba detrás suyo.
Sonrío victoriosa mientras daba un pequeño giro con el impulso que el hombre le había dado a la par que ponia sus pies en la pared de el edificio, la pared se hundió un poco en el lugar donde los pies de la chica hicieron contacto; usando la fuerza contenida del choque como impulso se empujó hacia adelante como si de un pequeño trampolín se tratará, para terminar justo en el mismo lugar donde había empezado.
–Vamos Edman, esto se esta volviendo aburrido.–
–No tienes de qué preocuparte Arodace, esto ni siquiera a comenzado.–
Silencio y un par de miradas juguetonas que intercambiaban, esperando a que el otro atacará primero. –¿Qué pasa, miedo Arodace?– Las palabras de Edman salieron de sus labios mientras desenfundaba dos armas, de color blanco, cargadas y listas para disparar.
–Para nada.– Dicho eso y con una pequeña sonrisa, mientras tomaba con su mano libre, aquella otra pequeña daga la giraba entre sus dedos.
El cielo gris comenzó a llorar mientras que dos viejos amigos comenzaban lo que sería el inicio de una nueva guerra.Un clic y un choque de filos fue la marca de inicio para esa carrera contra el tiempo. Una explosión y el sonido del concreto rompiéndose fue la señal de que Edman iba en serio, la sonrisa arrogante de Arodace fue su advertencia al tocar las empuñaduras de su juego de dagas junto a el brillo que emanaba de sus ojos, un brillo de color morado y con tonalidades rosadas era su marca personal.
Edman sonrío mientras quitaba el seguro de ambas armas y apuntaba con ellas a la Arodace que se ponía de pie lista para el siguiente ataque, agachando la mirada y sosteniendo con firmeza ambas armas, un brillo blanco invadía el juego de dagas y las alargaba lo suficiente para ser un par de espadas .El silencio era tenebroso mientras las primeras gotas de agua helada chocaban contra el cuerpo de la chica castaña quien ahora sostenía dos espadas cada una con una empuñadura diferente.
– Creo que esta vez vas en serio Arodace.– Replicó Edman mientras tomaba un extremo de su gabardina. –Es justo que yo también me lo tome en serio.– En ese momento la gabardina negra de aquel hombre se vió desplazada por el aire dejando a la vista un único tatuaje en su hombro derecho con el número 9 en él. Arodace levantó la mirada y sonrió ante el acto de su compañero. De sus labios se escapó una sonrisa que se vió acompañada por el choque de ambos filos de las espadas, contra el pavimento.
Como si de una especie de magia se tratara, una especie de llama comenzó a deslizarse de las puntas de ambas espadas hasta el suelo, por todo el pavimento, Edman arregló un poco su cabello con con una de sus manos mientras lanzaba un par de disparos hacia los costados de Arodace, ella sólo tomó impulso para comenzar una carrera; el filo de ambas armas chocaba contra el concreto dejando una fina línea de chispas, con cada paso que se acercaba más a Edman la altura de las espadas era mayor, Edman lanzó sus armas y con una mirada de confianza esperó el ataque de la chica el cual no tardó en llegar.
Un corte directo a el pecho del hombre fue el primer movimiento de la chica mientras que con la mano contraria se preparaba para dar un corte más pero más alto y más profundo. Edman tomó la primera espada mientras que esquivaba la segunda, sólo por un par de milímetros. Arodace sonrío mientras impactaba su rodilla contra el brazo derecho de Edman, que sostenía su espada, con agilidad dio un giro mientras buscaba dar una patada certera en el rostro de su contrincante.
El choque de la bota de la chica contra la mandíbula del hombre, hizo que este saliera disparado hacia el final de la bahía, las gotas de lluvia ya no eran unas pocas, ahora parecían un torrencial, junto a el sonido ensordecedor de un par de truenos y la luz destellante de los relámpagos. Mientras que Arodace bajaba su pierna y nuevamente dejaba caer el filo de ambas espadas contra el concreto, miró al pelirrojo que se encontraba en el suelo del lugar y tomó rumbo hasta él, se puso en cuclillas para levantar al chico e intentar que reaccionara.
Sin embargo un par de escalofríos recorrieron su cuerpo y una punzada invadió su mente, a la par que sentía un tirón en su brazo derecho, el cual le obligó a lanzar un corte en la dirección de la que provenía el tirón, pero esta vez el filo hizo contacto con otro metal y el sonido de un nuevo disparo acompañado por el olor a pólvora fue lo siguiente; Arodace sólo logró empujar al chico inconsciente contra su pecho y mover hacia su derecha la cabeza, sintiendo como aquellos mechones de cabello que había flotado en el aire con aquel brusco movimiento, fueran cortados por aquella bala.
– Esto aun no termina tan rápido.– Dijo Edman con una voz áspera y un tanto ronca mientras chocaba su puño contra la mejilla izquierda de la chica castaña, Arodace se vio expulsada un par de metros a su derecha debido a la fuerza con la que el golpe había impactado con su rostro, Edman sostuvo la cabeza de Adel que seguía inconsciente para dejarlo de nuevo recostado en el suelo. – El premio no se puede tomar hasta que el juego haya terminado.–
Mientras Arodace se incorporaba, limpió un fino hilo de sangre que escurría por la comisura de sus labios y examinó una vez más a su oponente. –Por mi esta bien.– La chica miró el par de espadas que se encontraban un poco más atrás de lo que estaba su contrincante y con una sonrisa alegre comenzó una carrera mientras tomaba un posición de tacleo, Edman la miró un poco confundido y solo abrió los brazos como esperando el impacto de su cuerpo con el de Arodace, ella siguió su carrera hasta estar a escasos centímetros del hombre quien la miraba con seguridad y comenzaba a cerrar sus brazos, con la intención de encerrarla en ellos.
Arodace se inclinó un poco hacia atrás mientras pasaba por debajo del cuerpo del hombre, y entre la barrida tomaba su juego de espadas. Frenó con la suela de sus botas, poniéndose en pie y preparando un nuevo ataque. Edman giró su cuerpo mientras desenfundaba otro par de armas desde la cintura de sus pantalones, quitó el seguro y miró a Arodace, ella le sonrío mientras le hacía una clara señal con el dedo medio de su mano.
Ambos comenzaron una carrera contra el otro, frente a frente sin inmutarse, Arodace con un par de espadas contra el suelo, el agua corría en pequeños riachuelos por el concreto en busca de una salida. Edman por su parte parecía no molestarle el agua, aun con el cuerpo más empapado debido a la caída por la bahía tenía una sonrisa llena de arrogancia mientras tomaba como puntería la frente de Arodace.
–Primer círculo, segundo sello.– Pronunció Arodace mientras lanzaba un nuevo corte al cuerpo en movimiento del hombre, Edman por su parte sostenía una mirada de determinación en la chica.
–Santa Valentina.– Murmuró el hombre a la par que presiona el gatillo de ambas armas. Aquellas balas que abandonaron el juego de armas, eran de un color azul infernal y el sonido que ambas armas había provocado era idéntico a un alarido de dolor.
–Doble espada.– Un par de círculos de color plateado se deslizaron por las espadas de Arodace.
Un relámpago junto a el sonido de un trueno, fueron la fachada perfecta para aquel último ataque de ambos, ninguno de los dos había contenido nada de su poder pero no les importaba, después de todo solo había sido una pequeña apuesta entre amigos y viejos compañeros de batalla.
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