VII: Viejos amigos.

La mirada fija en el cielo parcialmente nublado de Madrid, las manos dentro de los bolsillos de los jeans mientras sentía la fresca brisa recorrer sus brazos desnudos, así era como Arodace paseaba por las calles de aquella extravagante ciudad; el tercer núcleo de población más grande de la Mancomunidad de la Bahía de Cádiz, uno de los pocos lugares a los cuales le gustaba ir de visita y solo de visita, en aquel lugar no llamaba la atención, entre tanto turista, ella era solo una cabeza más entre la multitud.

– Tan sentimental como siempre.– Murmuró mientras jugaba un poco con aquel broche que estaba dentro del bolsillo derecho de los jeans. – Chicas como tú nunca cambian.–Dicho eso, dirigió la mirada al frente y comenzó a caminar un poco más aprisa en dirección a el hotel en que aquel chico, del que la había hablado Ekaitza debía estar. Lo había investigado un poco por internet, solo hizo falta saber el nombre del curso y el resto de la información había aparecido por arte de magia. Paro justo en la esquina de la misma calle esperando a que los autos paran para cruzar la calle.

Mientras tanto un chico de cabello rojizo y ojos azules caminaba del lado contrario de la acera intentando encontrar a sus compañeros, suspiró frustrado mientras recargaba su mano izquierda contra el muro de un establecimiento.

¿Porqué Adel? ¿Porqué te tuviste que distraer con algo tan simple como una tienda de dulces?

Se reclamó a sí mismo. Y la realidad era esa, Adel había tomado un curso de simbolismo para su examen de la universidad. Pues aun siendo alemán había escogido una de las carreras más complicadas que las universidades ofrecían. Por ello se encontraba en la gran Bahía de Cádiz, junto con otros 10 estudiantes intentando aprender sobre una de las ciudades católicas más grande desde la época del modernismo.Y sin embargo en ese momento Adel no tenía ni la más mínima idea de adonde debería de ir, no sabía a quién preguntar o siquiera donde estaba.

"Hermano.Le dijo una chica de cabello negro y tez morena mientras le entregaba una maleta a Adel. Por favor, no te distraiga mientras estés de paseo con tu grupo.–  Dijo Hilal con una amplia sonrisa, Adel frunció el ceño, tomando la maleta.

Yo nunca haría eso.Contestó molesto."


Adel suspiró desilusionado mientras que con la mirada buscaba una mínima señal de algo familiar. – Esto es inútil.– Con las esperanzas pérdidas, sonrió y miró al cielo. – Seguro justo ahora debes estar regocijándose de la felicidad Hilal.– Se dijo a sí mismo con un tono de melancolía. – Justo ahora sé que te estás riendo de mí. Pequeña torpe.– Se le escapó una pequeña risa mientras sacaba el celular de los jeans para mirar la hora y confirmar lo que ya sabía, no tenía ni pizca de señal, mucho menos manera de conectarse a internet, en definitiva estaba perdido.

Miró a su alrededor y simplemente decidió regresar por donde había venido. –Igual ya quería regresar al hotel.– Murmuró mientras metía sus manos en los bolsillos de su chaqueta. Comenzó a caminar por donde había llegado a regaña dientes y con el ceño fruncido, recordarse que no debía decirle a Hilal o terminaría por ser víctima de sus bromas el resto del año.

Aquella ciudad era todo un enigma; desde la combinación de sus fachadas contemporáneas hasta sus grandes hoteles y lugares de diversión para los turistas. Y eso era algo que sin duda, le intrigaba al Alemán, a veces se preguntaba cómo es que el choque de las culturas parecían no afectar a lugares como ese, que por las mañanas, cuando apenas salian los primeros rayos de sol, parecia una ciudad del siglo 20 pero apenas el sol comenzaba a calentar, los turistas y residentes invaden sus calles, mostrando colores, estilos, formas de vida tan diferentes a las fachadas y que aun así, de alguna manera parecían no interrumpir la armonía del lugar. Como si dos épocas diferentes se encontraron, chocaran, pero ninguna de las dos molestara a la otra.

Se detuvo en seco, mirando la acera y los edificios que le rodeaban. –No otra vez.– Hizo una mueca de disgusto y mirando de un lado al otro nuevamente desubicado. –¿En qué momento me volví a perder?–

Suspiró mientras miraba el cielo gris de aquel lugar, en definitiva ese no era su día, primero se separó de su grupo por una tienda de dulces que, bueno estaba cerrada, luego se perdió nuevamente intentando volver a su hotel y ahora, una tormenta amenazaba con caer sobre la bahía.

Sopló con el ego hecho trizas. –Genial ahora tendré que pedir indicaciones ¿Hablara alguien Aleman o al menos ingles?– Se reclamó molesto mientras caminaba un vez más con la mirada en el suelo, caminando en dirección a la bahía. Las calles comenzaba a estar desoladas, el viento que provenía de la bahía tenía un ligero toque de sal y las grandes olas del mar chocaban cada vez con mayor fuerza contra las rocas, logrando que algunas gotas llegaran hasta la acera, anunciando cuan fuerte sería aquella tormenta.

Adel miró a su alrededor en busca de alguien que tuviera la facha de ser amable, pero, con tremendo clima que le amenazaba no tenía demasiadas esperanzas.

– ¿A quién engaño?– Le dijo Adel al viento con la mirada perdida. – Estoy más que perdido.– Le dijo a el inmenso mar mientras se quedaba de pie frente al él. Lo miró por completó, fascinado por su poder e inmensidad. Adel Sonrió con sinceridad mientras daba la media vuelta para regresar por el mismo lugar por donde había llegado. Sin embargo su mirada se detuvo en un hombre que le miraba fijamente,Adel sintió una vez más, la extraña sensación que había percibido aquella vez en el parque con su hermana.

Y justo en ese momento la misma mezcla de miedo, confusión y sorpresa lo invadía nuevamente. Su cuerpo por inercia se paralizó y su corazón comenzó a latir a un ritmo acelerado. El instinto de Adel le decía que saliera del lugar en ese mismo instante, pero algo en él le susurraba que no se fuera, que esperara en aquel lugar.

Adel giró a su izquierda, en un intento desesperado por correr, pero su camino fue bloqueado nuevamente por el mismo hombre que segundos antes había estado frente suyo. El miedo lo dejó helado mientras miraba una vez más a su alrededor en busca de una señal de ayuda. El hombre tomó a Adel por el brazo, Adel solo le miro y una parte de él de inmediato le hizo saber que estaba perdido.

– ¿Tan rápido va a comenzar la fiesta?- Una voz femenina habló desde las profundidades de las calles.

– Sabes que la lluvia no es mi clima favorito – Contestó el hombre mirado a la chica. Adel miró a la persona con la que el hombre hablaba. Una chica de cabello castaño y unos ojos de color marrón oscuro, con una jeans, una camiseta simple y sin mangas, con una botas negras, del estilo militar.

La chica río de mala gana y se acercó con una sonrisa al hombre y a Adel. – En verdad es una lastima, dicen que no hay nada más magnífico que mirar el mar durante una tormenta.– La chica dio dos paso más al frente. – Vamos Edman ¿Cuando fue la última vez que tú y yo bailamos una pieza?– Dicho eso aquella persona que sostenía a Adel, simplemente contuvo una risa mientras aquella chica de mirada coqueta y sonrisa juguetona le tendía la mano.

Edman, negó con la cabeza mientras la sonrisa de Arodace desaparecía y era reemplazada por una mirada prácticamente amenazante. – ¿Sabes? En verdad quería una visita tranquila a esta ciudad.– Lo siguiente que escucho Adel fue el sonido de algo rompiéndose a un lado suyo, miró aquel hombre doblarse un poco y observo el codo de aquella chica de cabello café, clavado entre las costillas de quien fuera que lo sostenía.

Ambos se miraron, ignorando por completo la existencia de Adel. –¿En verdad es tan necesario que hagamos esto cada vez que coincidimos?– La voz de aquella chica sonaba un tanto fastidiada. –Edman, los dos sabemos que al final, siempre gano yo.– Aquel hombre que respondía al nombre de Edman suspiro. –Vale la pena intentarlo, por los viejos tiempo.–

Silencio y la mano libre de ambos se deslizó por la respectiva cadera, el hombre con un arma plateada apuntando a la frente de Adel y aquella chica con una singular daga a la altura de su propia cintura – Vamos Edman, viejo amigo. Es hora de apostar.–



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