III: La presentación de "Nana"
En una pequeña ciudad al norte de Río de Janeiro, se podían ver algunos niños correr por la calle en dirección a un jardín.
—Andando Maicon— le dijo Tessa, desde el lado contrario de la acera.
—Ya voy— le respondió él con una cálida mirada y una voz melodiosa mientras corría detrás de Tessa.
Un poco de música, algunas risas y el olor a comida casera invadieron las fosas nasales de ambos niños al llegar al frente de la casa de Maicon.
—Vamos Maicon cariño, es hora de comer— les dijo una mujer de piel morena y ojos marrones desde la puerta de la casa.
Ambos corrieron más rápido. —Te apuesto a que llegó antes que tú, Maicon— dijo Tessa a Maicon mientras acelera el paso
—Eso es trampa, Tessa— replicó él antes de salir tras de ella.
El par corría tan rápido como podían en dirección a la parte trasera de la casa. Una casa de color arena, con un pequeño jardín en la entrada y uno más grande en la parte de atrás donde habían algunos árboles, una mesa de madera y un par de sillas por todo el lugar.
—Sí que eres lento— dijo Tessa con una sonrisa mientras Maicon llegaba detrás de ella. Él sólo negó con la cabeza; estaba exhausto.
Una risa nerviosa se escapó de los labios del niño —Mira que graciosa eres, Tessa.
Tessa comenzó a reír mientras Maicon tomaba asiento en la mesa de madera que estaba en el medio del jardín, Tessa tomó asiento junto a Maicon mientras el resto de personas que se encontraban alrededor, comenzaban a acercarse.
—Bueno chicos es hora— la madre de Miacon se acercó con una sonrisa mientras ponía una torta de chocolate sobre la mesa. En la mente de Maicon todo esto era perfecto, su mejor amiga junto a él, su madre, su familia y amigos celebrando con él su cumpleaños número trece.
Eso era todo lo que necesitaba.
Sirenas sonaban a lo largo de toda la calle, llamaras enormes salían de una casa al norte de uno de los paraísos más hermosos de todo el mundo mientras aterrizaba con urgencia un helicóptero en el helipuerto de una hospital.
Las puertas se abrieron de par en par mientras un grupo de médicos empujaban a gran velocidad una camilla por el pasillo.
—Urgente,oxígeno.
—Tomen su presión.
Maicon podía sentir como el viento chocaba suavemente con sus mejillas y su cuerpo vibrar ligeramente. El sonido que alcanzaba a percibir era casi imperceptible: una especie de mezcla,entre autos, gritos de mucha gente y ... llanto...
Un llanto que había escuchado mucho tiempo atrás, un llanto que conocía casi a la perfección.
—¡Maicon!
La voz trajo de vuelta al chico, que con dificultad abrió los ojos. La luz le dio de lleno y lo dejó ciego unos instantes. Maicon miró con dificultad hacía atrás y se encontró con Tessa siendo detenida por una enfermera. Tessa tenía el cabello hecho un desastre y no podía abrir su ojo izquierdo, pues había sangre sobre el. Tessa lloraba mientras estiraba su mano en dirección a Maicon. Él también estiró la suya mientras miraba como Tessa quedaba atrás con lágrimas en los ojos y diciendo una y otra vez su nombre.
En aquel momento su memoria comenzó a bombardearlo y de pronto sintió como si se estuviera desconectando.
— Lo perdemos — Gritó uno de los dotores que empujaba la camilla, mientras miraba con una lámpara los ojos en blanco que Maicon había puesto, la realidad alrededor de Maicon se estaba distorsionando y combinados con un recuerdo que apareció bruscamente. Primero el recuerdo de su madre con la tarta, Tessa parado frente a él y la tranquilidad. Luego un par de gritos, su madre corriendo. Tessa lo empuja y un trozo del techo en llamas cayó sobre ellos, un destello negro lo deja en blanco.
La siguiente imagen era Tessa en el suelo, todo en llamas alrededor de ambos.
—Tessa — La voz de Maicon está a punto de quebrarse.
—Tessa, por favor.
Las manos le temblaban. —Abre los ojos —Susurró Maicon con desesperación mientras el pequeño cuerpo de Tessa se ponía blanco. —¡Tessa abre los ojos!—Dijo Maicon con todas sus fuerzas mientras algunas lágrimas caían por sus mejillas.
Cristo por ser el hijo de Dios hacía milagros con la fe de las personas y cuando los apóstoles tomaron su misión en este mundo también tomaron la capacidad de hacerlos.
Lo siguiente era borrosa para Maicon, pues recordaba un pequeño golpe en la cabeza. Para cuando abrió los ojos otra vez, se encontraba en una habitación que no conocía, con una bata blanca, recostado en una cama. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en un hospital. Suspiró pensando un poco en lo que su mente había recordado al ver a Tessa.
— Ella ya no respiraba, Tessa estaba... — ¿Muerta? — La frase de Maicon se vio interrumpida por una voz femenina que venía del pasillo. Maicon miró en dirección hacia la puerta y se encontró con una chica castaña mirándolo, sus ojos eran marrones oscuros. Estaba vestida con una cazadora color verde,unos jeans de mezclilla rasgados y unas botas negras.
—A eso le llaman milagros Maicon— la voz femenina siguió hablando mientras se acercaba a Maicon que se incorporaba lentamente en la cama.
— Déjame presentarme Maicon, mi nombre es Arodace y si tú lo deseas a partir del día de hoy, voy a cuidar de ti—
Maicon levantó una ceja mientras escuchaba aquellas palabras.
— Lo que tú hiciste, lo conocemos como milagros y hay un muy buena explicación al respecto— Arodace se acercó a la cama de Maicon y continuo.
— Por tus venas corre el tesoro más grande de la humanidad, tú eres parte del Santo Grial— Maicon miró a los ojos a Arodace y esta le sonrió. — Eres descendiente de Mateo y en tu destino hay gloria para ti.
Había algo en las palabras de esa chica que hacía imposible para Maicon dudar de ella, como si algo en él le dijera que ella decía la verdad, que podía confiar en ella.
—Sí en verdad vas a cuidar de mi, tu nombre es muy feo para llamarte así a diario — Arodace no pudo evitar reir y asintió con cabeza mientras Maicon dudaba unos segundos.
— Te llamaré "Nana"
—Por mi está bien.
Arodace se sentó junto a Maicon.
—A partir de hoy cuidaré de ti, Maicon
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