Capítulo 6
Andrei
La lluvia cae sin parar sobre los cristales del coche mientras que Saint nos lleva, solo Dios sabe a dónde. Él aun no me dice y yo tampoco pregunto. Mi mente solo continua demasiado distraída con los sucesos ocurridos esta noche como para ser capaz de centrarme en algo más. Ni siquiera sé si es una buena decisión marcharme con el hombre a mi lado; el hombre que me ha mirado a los ojos y me ha mentido de forma constante, el mismo que con una sola palabra pudo evitar que pensara que estaba loco, aunque quizás eso no es tan real, quizás sí lo estoy. Sin embargo, ¿cuáles son mis otras opciones? No voy a quedarme en una casa en la que esas criaturas pueden entrar y salir tan fácilmente.
Aun soy capaz de sentir el aliento de los espectros contra mi piel. No era nauseabundo, pero tampoco una experiencia que quisiera repetir. Sus ojos tan sangrientos observándome, sus voces chirriantes en mis oídos, sus garras despedazando la piel de mi brazo...
Bajo la mirada para ver la venda que cubre mi herida. ¡Duele! Duele como el infierno. Lo peor es que, cada vez que lo observo, es un recordatorio constante de lo ocurrido esta noche; tan real y no una mera ilusión de pesadillas.
«¿Por qué a mí?». Es la pregunta que no para de repetirse en mi cabeza.
Giro mis ojos hacia Saint, a simple vista luce relajado. No obstante, sus manos apretando el volante demasiado fuerte delatan la tensión de su postura. Sus labios se encuentran ligeramente fruncidos y sé que su mente, al igual que la mía, está repitiendo todos los sucesos de esta noche.
Cuesta creer que la trágica experiencia es la que ha provocado una especie de claridad entre nosotros: Que Saint reconociera que me recuerda, que sabe de mí. Sin embargo, esto último solo aviva mi resentimiento, porque también deja claro cuánto ha intentado ignorarme, evitar los años comunes entre ambos.
A pesar de todo, no logro evitar la curiosidad que me causa su persona. No parece haber envejecido ni un solo cabello desde la primera vez que lo vi. Las criaturas infernales de esta noche también parecían temerles, eso me hace pensar que, quizás, Saint no sea del todo humano. Entonces, ¿qué es?
Es aquí que recuerdo las palabras de Dóminic en mi cabeza:
«(...) Soy su hermano» —dijo refiriéndose a Saint—. «Y en tu mundo me reconocen como el Pecado Capital de la Lujuria».
Si ambos eran hermanos, eso significa que Saint también es un Pecado Capital, pero ¿cuál?
Debo de estarle mirando demasiado, porque Saint gira sus ojos en mi dirección antes de volver a centrarse en la carretera lluviosa.
—¿Estás bien? —interroga con suavidad y no puedo evitar el pequeño regocijo en mi pecho debido al destello de preocupación que noté en su mirada. Es un consuelo para mi ego y sentimientos heridos que Saint se preocupe.
Pero, como no quiero soltar todas mis dudas mientras Saint conduce, me decanto por el segundo tema que me inquieta. Cuando hablemos del resto, deseo que sea con él mirándome a los ojos.
—¿Tristán va a estar seguro con tu hermano?
Saint asiente sin dudarlo ni un segundo y he de admitir que su falta de dudas relaja mis nervios.
—Dóminic tiene sus particularidades, pero siempre he confiado en él con los ojos cerrados; le confiaría mi vida sin dudarlo y le confié la tuya que es más importante. —Me dedica una gentil sonrisa—. Si dejé que te cuidase a ti solo representa que es la persona en la que más confío.
Siento mis mejillas encenderse un poco, pero muerdo mis labios para controlarme. No voy a caer tan deprisa, a pesar de todo, Saint me ha ocultado muchas cosas.
—¿Por qué le pediste que me cuidara?
—No creí que el hecho de que nos encontrásemos antes de tiempo fuera una coincidencia y yo no podía seguirte todos los días a tu casa sin levantar sospechas, así que le pedí que vigilase tu apartamento.
«¿Antes de tiempo?».
—¿Eso significa que no querías verme? —Incluso de forma inconsciente, la ola de decepción recorre mi voz.
Saint detuvo el coche en una esquina de la carretera en el momento en que mis palabras hicieron eco dentro del vehículo. Su cuerpo se giró por completo en mi dirección y logré percibir como el dorado de sus ojos resplandecía igual que las estrellas en la noche. Alzó sus manos para que sus dedos rozaran mi mejilla con suavidad extrema; una delicadeza que me recordaba a los mimos que me daba durante las noches que aparecía en mis sueños y que solo me provoca anhelar más.
Siento el nudo de emociones en mi pecho. El lado racional de mi mente exige continuar molesto y enojado con Saint, por todas las verdades ocultas, por fingir que no me conocía, por admitir que pensaba continuar haciendo todas esas cosas...
Sin embargo, cada célula de mi cuerpo me ruega porque me acerque más a su tacto, a su consuelo; que me prometa que no va a desaparecer de nuevo, que estará conmigo en cada uno de los descubrimientos de esta nueva realidad.
—Nunca he deseado no verte Andrei, jamás pienses eso. —Su dedo roza mi labio y mi aliento se entrecorta—. Te conocí siendo un niño y eso me limitó muchas cosas; cuando descubrí lo que eras tuve que comenzar a crear distancia para no llamar más la atención sobre ti. Pero, ni por un solo segundo, he querido mantenerte lejos; solo deseaba conocerte en verdad y el no poder hacerlo fue peor que cualquier tortura que me haya proporcionado el Infierno.
Se acerca con cautela, como si tuviera miedo de que fuese a alejarlo. Sin embargo, me siento demasiado adormecido por la sensación de su verdadero tacto como para hacerlo. Por lo que, antes de darme cuenta, permito que sus labios rocen mi frene con un suave beso. Luego de eso, y con solo una sonrisa adornando su rostro, Saint se aleja para volver a poner el coche en marcha.
—Sé que no comprendes todo y responderé a cada una de las preguntas que tengas, pero nunca dudes cuanto te he echado de menos y lo mucho que he soñado con darte mi marca.
Solo asiento sin saber muy bien cómo responder a esa confesión y tampoco entiendo del todo que quiso decir con lo segundo; por otro lado, no me encuentro con la energía suficiente para seguirle interrogando sobre el tema. Vuelvo a mirar por la ventanilla para darme cuenta que la lluvia tan solo aumenta su fuerza a cada nuevo segundo. Por otro lado, a pesar de ello, soy capaz de ver cómo, poco a poco, nos vamos alejando de los edificios de la ciudad y los árboles inician a cubrir el paisaje.
—¿A dónde vamos?
—A una casa segura donde los demonios no pueden llegar. —Me mira con suavidad—. Descansa un poco, nos quedan algunas horas de camino.
Vuelvo a asentir y cierro los ojos. Para mi sorpresa, soy capaz de terminar dormido; por suerte, debido a todo el cansancio de mi cuerpo, no sueño. Solo me dejo llevar por el agotamiento.
No sé cuántos minutos u horas transcurren, cuando mis ojos retornan a abrirse el coche está detenido frente a una enorme cabaña de madera que luce bastante costosa.
La lluvia parece haber disminuido un poco, por lo que puedo fijarme un poco en como algunos árboles rodean la casa, abriéndose paso a un pequeño bosque detrás de ella. La mano de Saint se halla sobre mi hombro como si hubiese estado intentando despertarme.
—Vamos pequeño, es hora de levantarse.
Intento estirarme un poco y el destello de dolor que siento en mi brazo termina por espabilarme. Bajo la vista a la venda que me cubre la piel, solo para darme cuenta que parece ensangrentada de nuevo. Abro la puerta para bajar y, antes de que logre agarrar mi bolso, Saint lo toma por mí y da la vuelta al vehículo para llegar a mi lado y ayudarme a bajar.
—Será mejor que te miremos esa venda adentro.
El interior del sitio parece incluso más lujoso de lo que se ve desde fuera. Casi todo se encuentra creado a base de madera fina; aunque también cuenta con comodidades electrónicas como un televisor, aire acondicionado y electrodomésticos modernos. ¡Joder!, incluso hay una Play. Desde la entrada puedo ver la cocina detrás del delicado arco de piedra que conforma la meseta, los colores de la decoración son bastante neutros, algo que solo brinda mayor refinamiento y pureza al lugar.
Esta cabaña no tiene nada que envidiarle al apartamento más distinguido y elegante de la zona urbana.
—¿Tanto dinero tienen los Pecados Capitales? —Mi pregunta parece hacer sonreír a Saint.
—Solo digamos que cuando viven tanto tiempo entre los humanos, aprendes a tener tus caprichos. Si vas a pasar milenios muriendo de hambre es mejor volver al infierno, además, —Sus ojos brillan con malicia—. Se puede decir que poseo cierta debilidad por las riquezas.
Y con su comentario, todo en él comienza a encajar: este sitio, el lujo, el nombre de la editorial...
Todo lo deja en claro.
—Eres la Avaricia —afirmo con seguridad.
—Lo soy, —Sus ojos llenos de orgullo de que le haya reconocido—. Pero con el tiempo he aprendido que no toda la avaricia debe basarse en el dinero.
—¿Qué quieres decir? —interrogo mientras nos adentramos en la casa y Saint deja mis pertenencias en el sofá frente a la chimenea, le observo como luego se dirige a la cocina para buscar un botiquín médico entre los aparadores.
—Los Pecados somos tan antiguos como la propia humanidad y seremos eternos mientras ustedes nos sientan en sus corazones; sin embargo, hemos tenido que evolucionar junto con el mundo. Antes el oro lo era todo, pero, aunque el dinero sigue siendo lo primordial para algunos, los seres humanos sueñan con más.
—¿Y cómo encaja la editorial con todo eso?
—Muchos escritores son una fuente infinita de alimento para mí. Sueñan con tener más, publicar más, llegar a más personas y, a pesar de que algunos lo hacen por el verdadero amor a la escritura, todas esas sensaciones tienen avaricia. —Asiento comenzando a entender cuando Saint se agacha entre mis piernas en el suelo—. Déjame ver tu mano.
Estiro mi brazo para que Saint lo examine y debo de contener el grito de horror cuando retira la venda y veo el pus de la herida entremezclado con la sangre. Saint gruñe, lleno de cólera y enojo.
—Las garras de los espectros y demonios suelen tener veneno; no te lastimaron lo suficiente como para matarte o perder la mano, pero tardará un poco en curarse.
Saca desinfectante del botiquín y lo vierte en un algodón para iniciar a limpiar. Suelto un jadeo de dolor, pero ya mi mente continúa avanzando al próximo tema.
—Entonces, ¿esas criaturas eran demonios?
—Algo así.
—¿Qué quieres decir?
Saint suspira; pero, en ningún momento, deja de prestar atención al trabajo que realiza en mi brazo.
—Eran espectros, criaturas a medio camino entre las almas en pena, esclavas, y demonios corpóreos. Suelen ser utilizados por estos últimos o por miembros de los altos círculos para realizar sus trabajos mediocres y mundanos.
—¿Cómo matarte? —El terror me llena la sangre con la idea.
—No Andrei, más bien como secuestrarte; sin embargo, son difíciles de controlar, aman demasiado crear una masacre.
Guardo silencio durante unos pocos instantes, permitiendo que los pensamientos creen líneas coherentes en mi cabeza. De no ser por la herida de mi brazo, todo esto luciría demasiado irreal.
—Los he visto, en mis sueños. —Saint se detiene para mirarme—. Siempre estaban ahí, me observaban de lejos, como si...
—Esperasen por ti. —Culminó la frase al darse cuenta de que a mí me costaba. Simplemente, era demasiado aterrador saber que me han estado vigilando así durante años.
—¿Por qué a mí Saint? Dijeron que yo era el último, ¿a qué se referían?
Saint suspiró y terminó de limpiar mi herida, para acto seguido iniciar a vendar mi brazo.
—Antes que nada, debes saber que todo es real Andrei. Que muchas de esas criaturas que describes en tus libros y que parecen fruto de una alocada imaginación son ciertas. Hay seres que acechan en las sombras, que vigilan; debes entender que algunos son de luz y luego están los que, como yo, han nacido entre las sombras.
—¿También eres un demonio? —No me parecía extraño, pero me era raro asociar a Saint con la idea preconcebida de esas criaturas infernales; sobre todo, cuando venda mi brazo y me cuida con tanta gentileza.
—Lo soy, los Pecados Capitales fuimos de los primeros demonios creados luego de la caída de Lucifer.
—¡Lucifer!
Mi sorpresa parece divertir al hombre de ojos dorados.
—Vayamos por partes pequeño, no queremos que tengas un shock de tanta información.
Me muestro de acuerdo dado que tiene lógica; que desee saber toda la verdad no significa que esté preparado para ella en este instante. Lo que más me atormenta es mi rol dentro de la historia que estoy a punto de escuchar y Saint debe de entenderme, pues prosigue con sus palabras.
—Además de ángeles y demonios hay otras criaturas en el universo; incluso entre los seres humanos, cada alguna década, nacen seres especiales. Me refiero a las brujas y hechiceros, dentro de estas razas existen sus propias clasificaciones. Algunos tienen el poder de dominar un elemento, otros leen mentes, controlan cuerpos, invocan; sin embargo, hay un tipo de hechicero en específico que, además de esas cualidades, es capaz de abrir portales y unir los mundos: un caminante de sueños, muy peligroso si no tiene control de sus poderes. Un ser que en las manos incorrectas podría crear un caos extremo. —Alza sus ojos directos a los míos y creo imaginar la confesión que sigue—. Hablo de los hechiceros astrales, Andrei. Personas mágicas que no han habitado la tierra por más de ochocientos años. O, al menos, eso se pensaba; hace seis años los poderes de un nuevo hechicero astral despertaron, anunciando el nacimiento de una guerra.
Mis ojos se abren llenos de asombros y siento las palabras balbuceantes escapar de mis labios.
—Hace seis años es cuando cumplí quince y comencé a tener los sueños raros.
Saint asiente.
—No eran sueños Andrei, abriste la puerta del mundo astral. Un universo capaz de mostrarte el presente y el pasado, te mostró dimensiones paralelas y criaturas nunca vistas por el ojo humano. Ahí te iniciaron a acechar los demonios que habían cruzado la brecha abierta entre nuestros mundos a la espera de que tus poderes estuvieran listos, ahí nos conocimos.
Niego la cabeza incrédulo y Saint termina pronunciando lo que me niego a creer.
—No eres un simple humano Andrei, eres uno de los seres más peligrosos y poderosos del mundo; eres un hechicero astral.
Sus palabras terminaron por calar en mi mente; si todo esto es cierto significa que estoy en medio de una guerra. Una en la que jamás soñé estar.
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