Capítulo 5

Saint

Ha pasado casi media hora desde que llegué a casa de Andrei y lo vi rodeado de esas bestias infernales. Aun puedo sentir la ira ardiendo por todo mi cuerpo y he de controlar los deseos de destruir algo para no poner más nervioso al joven chico. Pero, cada vez que bajo la mirada al brazo que acabo de vendar, y del que no paraba de emanar sangre, me es demasiado difícil controlarme.

Por suerte, justo como me prometió, Dóminic ha estado vigilando del apartamento del pequeño; sobre todo ahora, que la brecha entre mundos parecía ampliarse por días y, a cada nuevo instante, parecían haber más sombras acechando a Andrei. Así que, en cuanto Lujuria notó la presencia de los demonios, no dudó en llamarme. No pensé que atacarían tan pronto; sin embargo, la sola idea de que casi llego tarde me mata. Me persigue el remordimiento de que, quizás, si hubiese dicho o hecho algo antes, esto jamás habría pasado.

Dóminic tenía razón con lo que me dijo hace varias noches atrás: el no saber está volviendo a Andrei un ser vulnerable ante el peligro.

Alzo mi mirada desde el brazo vendado al rostro de Andrei. Sus ojos se ven rojos e hinchados debido a todo lo que lloró hasta hace unos minutos atrás. Básicamente, no ha mencionado ni una sola palabra desde que llegué a la casa, tan solo mira en silencio su brazo. Luce como si estuviera en estado de shock y no es para menos; la mayoría de las personas no son conscientes del oscuro mundo que les rodea, Andrei no solo ha visto a las criaturas nacidas en las entrañas del infierno, sino que también lo atacaron. Es lógico que, bajo su falsa apariencia de tranquilidad, su aura se halle cargada de miedo y temor.

Quiero decirle algo, pero no sé por dónde iniciar. Por suerte, Dóminic entre en la habitación dándome un poco más de tiempo para pensar en cómo proceder con la situación.

—La zona está despejada, no creo que vengan por una temporada ahora que apareciste, pero te aconsejo que lo saques de aquí.

Asiento y, para mi sorpresa, es Andrei el que habla.

—Quién eres? ¿qué...? —titubea y si los demonios tuvieran alma diría que la mía está a punto de resquebrajarse en mil pedazos al ver la manera en que sus labios tiemblan como señal de las lágrimas que lucha por contener—. ¿Qué eran esas cosas?

Dóminic se acerca y se siente en una silla junto al desgastado sofá.

—Mi nombre es Dóminic, o al menos ese es el nombre que elegí para que me dijeran. —Me señala con un poco de desdén y, si la situación no fuese tan crítica, haría algo más que gruñir por su comportamiento—. Soy su hermano y en tu mundo me conocen como el Pecado Capital de la Lujuria.

Andrei suelta una fría carcajada, pero, al ver que ninguno de nosotros se ríe, su semblante se va oscureciendo poco a poco.

—¿Tienes que estar de broma? —A pesar de que está a varios pasos alejado de mí, puedo notar sus manos temblar y lo único que quiero es ir y abrazarlo; desgraciadamente, no creo ser bien recibido en este instante por el más joven de la estancia—. Los Pecados Capitales no existen, no como ustedes; solo son conceptos que creo la iglesia para describir males de la humanidad.

Eso parece divertir a Dóminic.

—Sí, buenos tiempos esos. —Y por el brillo de sus ojos era evidente que sí lo pensaba; de todos nuestros hermanos, Dóminic siempre fue uno de los que más se divertía en estos períodos con las doctrinas de las iglesias—. Y tienes razón, no deberíamos de existir, ni tampoco las criaturas que te atacaron porque se supone que somos producto de la imaginación humana; pero aquí estamos a pesar de ello.

Andrei mira de uno a otro con duda y temor. Cuando sus ojos se centran en mí puedo ver miles de preguntas asomarse a través de sus pupilas; no obstante, solo una de ellas escapa de sus labios.

—¿Por qué yo?

Dóminic va a responderle, pero me adelanto colocando mi mano en su hombro y dando un pequeño apretón para que mantenga su boca cerrada. Eso parece enojarle porque se gira en mi dirección con el ceño fruncido.

—¡Merece saberlo Saint! ¡Ya lo atacaron! ¡Sabes que debe de enterarse antes de que lo acaben matando!

—Y lo hará. —Me enorgullezco de que mi voz suene segura a pesar de casi no haber dicho palabra en todo este tiempo y de todas las dudas en mi interior—. Pero seré yo quien le cuente. —Giro para encontrarme con los hermosos ojos verdes grisáceos, que me observan llenos de curiosidad y desconfianza—. Creo que te lo debo, Andrei.

El dolor cruza mi pecho en el segundo exacto en que la comprensión destella es sus pupilas. No sé qué me aterra más: su ira, su sentimiento de traición, su impotencia y desconfianza o, quizás, es una mezcla de todo ello junto.

—¿Tú me reconociste? ¿Todo este tiempo? ¿Solo me ignoraste como si nunca nos hubiéramos visto?

Trago en seco, sé la afirmación que busca; lo he sabido siempre, así que solo asiento.

—Lo hice y lo siento, pensé que era lo mejor.

Sin embargo, mi respuesta parece haberle llevado a una especie de límite. Se coloca en pie hecho una furia y, con la mano que no lleva herida, comienza a arrojar en mi dirección cada uno de los cojines del sofá. Intento esquivarlos, sobre todo para que podamos razonar, pero Andrei no luce dispuesto a escucharme.

—¡¿Para quién era lo mejor?! Pensé que estaba loco por tu culpa.

Doy un ligero paso para acercarme, pero él se inclina hacia atrás dejando muy en claro la distancia que quiere entre nosotros.

—Pensé que estaba demente, ¿sabes cuánto tiempo esperé a que me dijeras algo?, ¿lo qué he tenido que cargar solo todos estos años?

Miro a Dóminic para ver si piensa interceder, pero mi hermano tan solo parece divertirse observando todo el caos. Alzo las manos con las palmas hacia afuera, intentando calmarlo.

—Lo sé, pero no podía decírtelo; iba a hacerlo, pero debía de esperar. Que esas criaturas aparecieran de la nada no solo te sorprendió a ti Andrei, este es un problema para todos.

Su labio inferior vuelve a temblar y me maldigo. Nunca, en todos mis siglos de vida, esperé sentir esta fuerte punzada en el pecho debido al miedo de un pequeño humano. Cuando una noche, hace años, me vi arrastrado a un pasaje astral disfrazado como sueño, jamás pensé que un diminuto niño se volviera mi mayor debilidad. Porque desde esa misma noche lo supe, haría que el infierno se congelara y mataría a miles de ejércitos demoniacos solo para mantenerlo a salvo.

Es con este pensamiento que me armo de valor y avanzo unos pocos pasos en su dirección. A riesgo de su rechazo, estiro mi mano para sostener su brazo herido y, con mi pulgar, rozo con suavidad las vendas blancas.

—Te contaré todo lo que quieras saber y cuando esta guerra se acabe, si no deseas volver a verme, desapareceré de tu vida. Pero, primero y, ante todo, voy a protegerte, Andrei.

La duda y la desconfianza reinan en su mirada. No puedo culparlo, ni siquiera intento hacerlo, no después de todo lo sucedido. Solo me queda esperar a que Andrei acepte esta pequeña oferta y, aunque no lo merezco, una oportunidad.

—¿Me dirás todo?

—Así es, pero primero necesito llevarte a un sitio seguro.

Como era de suponer, Andrei rápidamente niega con su cabeza y se aleja tanto de mi figura como del sofá. Camina de un lado a otro a la par que pasa su mano sana, de forma casi desesperada, por su rostro, como si acabase de despertar de una pesadilla e intentase que su corazón dejara de latir tan rápido.

—No, no puedo irme. Tengo escuela y no puedo solamente marcharme y dejar a Tristán en este sitio. —Miro a Dóminic como si esperase una respuesta, después de todo él ha vigilado por más tiempo el apartamento, pero él solo niega con la cabeza y, ante nuestra evidente confusión, Andrei prosigue—. Es mi compañero de piso, no voy a abandonarlo ¿Y si esas criaturas vuelven?

Una breve irritación me corroe al comprender de quien habla. Algo en mí estomago se retuerce y, por primera vez en mi existencia, sé que estoy sintiendo celos. Pueden ser irracionales, no tengo derecho alguno a sentirlos; por otro lado, no puedo detenerlo. Después de todo, Tristán es la persona en la que Andrei tanto confía. Ese chico conocía de cosas que incluso yo ignoraba, a pesar de que estuve a su lado por más tiempo. No obstante, hay más; simplemente siento ira de que él ha podido tener lo que yo he anhelado desde hace cinco años y que me ha sido negado: a Andrei.

Sé que parte de todo ello ha sido mi propia culpa. Sin embargo, una cosa es que yo sepa algo y otra es que mi demonio interno la acepte.

—Andrei —carraspeo mi garganta en un intento de encontrar mi propia voz—. Esas criaturas solo vinieron por ti y no han terminado; que se marchen ahora no significa que no vuelvan más de ellos y este sitio no tiene los elementos necesarios para cuidarte. Mientras estés en esta casa ellos vendrán, pero si te vas no tendrán ningún interés en tu amigo. Por la escuela no te preocupes, estás de prácticas en la editorial, puedo decir que haremos un viaje y...

Antes de que termine de hablar, Andrei niega con la cabeza.

—No puedo dejar a Tristán desprotegido; yo no sé nada de todo esto que me has contado ¿Qué pasa si viran pensando que sigo aquí y lo encuentran?

Me doy cuenta de que no llegaremos a ningún sitio en esta discusión. Por lo que, miro en dirección de Dóminic con una súplica silenciosa y, como era de esperar, enseguida comienza a retroceder.

—Ni lo sueñes Saint, no soy la niñera de tus mocosos.

—Sabes que esto es importante.

—¡No! Tu hechicero es importante, pero no un simple humano.

Y antes de que Andrei logre interrogarnos por las palabras de Dóminic, una nueva voz resuena en la estancia.

—¡¿Qué está sucediendo aquí?!

Todos en la habitación nos giramos en la dirección del recién llegado, que aún se encuentra en la puerta. Se trata de un joven alto, con el pelo oscuro un poco rizado y la piel bronceada, sus ojos eran de un azul tan profundo como el océano. Poseía una mezcla de belleza y ternura en el rostro que a pocos hombres les quedaría bien y que contrastaba en gran manera con la mirada airada que nos examinaba. Sin embargo, nada de eso era lo llamativo de su persona. ¡No!, no lo era; sino la sensación de paz que transmitía, un aura tan pura y poco común en los seres humanos. Un estilo de aura que solo aparecía en los recién nacidos e incluso ellos, la perdían de manera veloz.

—Tristán —le llamó Andrei y, al reconocer a este chico como el famoso compañero de habitación, le odié más. Mientras él parecía un ángel guardián del cielo, yo venía de lo más profundo del infierno—. Pensé que estabas trabajando.

El mencionado, al centrarse en Andrei y su brazo herido, dejó todas sus cosas arrojadas en el suelo y corrió a él. Apretándole contra su cuerpo y solo apartándose para examinarlo. Quise avanzar un paso y hacer algo, pero la mano de Dóminic en mi hombro me detuvo en una clara advertencia y, al mirar a mi hermano, me percaté de que este estaba inusualmente callado con la llegada del nuevo chico.

—Se canceló el trabajo, pero vayamos a lo importante ¡¿Qué diablos sucede Andrei?! ¡¿Quiénes son ellos?!

Andrei nos miró con las mejillas rojas, centrando sus ojos en mí. Apreté mis puños con impotencia, porque deseaba que confiara en todo lo que le estaba diciendo. Sin embargo, ¿cómo le pides a alguien a quien has defraudado que te siga con los ojos cerrados?

—Entraron a robar, por suerte, el señor James venía a verme.

—¿El de la editorial? ¿Por qué vendría a verte?

Ni siquiera me miró al pronunciar las palabras de forma despectiva, solo se centraba en Andrei.

—Un viaje de trabajo que tenemos... —Parte de mi ansiedad se alivió ante el hecho de que Andrei reprodujese la mentira que le sugerí hace pocos instantes.

Tristán me observó en ese preciso instante. Mirándome como si me analizara, como si no confiara en mí, pero hubo más, hubo gratitud.

—Gracias por ayudarlo. —Sus ojos retornaron a buscar la mano herida de Andrei—. ¿Te hicieron algo más, estrellita?

El adorable apodo y la forma en que acariciaba su rostro me tenía viendo rojo. Tuve que apartar la mirada para evitar acercarme y alejarlos. Algo malo de los demonios, sin importar si somos primarios o segundarios, es que somos posesivos. Aunque me he equivocado, hace mucho tiempo decidí que lo quería y que esperaría por él el tiempo que fura necesario. Simplemente, era mío.

—Estoy bien Tristán, pero me sentiría mejor si no pasas aquí la noche. Yo tengo que irme y no quiero que te quedes solo.

—No seas tonto, hay que ir a la policía y...

—Tristán, por favor. —La suplica de Andrei hizo que el chico de ojos azules le mirase casi con asombro.

—¿Qué no me estás contando? —La sospecha vibró en el tono de su voz.

—Te prometo que te diré todo después, pero, por favor, no te quedes aquí hoy solo.

—Yo no...

—Lo llevaré a un hotel. —La voz de Dóminic se hizo escuchar e incluso yo me sorprendí de sus palabras, dado que hasta hace cinco minutos dejó en claro que no sería una niñera.

—Perdona, ¿y tú eres? —Tristán le observaba con el ceño fruncido, provocando que sus pómulos resaltasen más.

—Alguien que los está ayudando a ambos.

—No voy a gastar dinero pagando en un hotel.

—Pues es tu día de suerte, ángel, el hotel es mío. —Con una relajada sonrisa agregó—. Irás gratis.

Miré de uno a otro y se podía notar variadas emociones saltando entre ambos: curiosidad, enojo, molestia; no parecían agradarse mutuamente, solo se examinasen como si a cualquiera de los dos les hubiera salido una segunda cabeza. Pero más allá de ellos, mis ojos captaron los de Andrei que me observaba con duda y luego a Dóminic. Entendiendo su pregunta silenciosa, solo asentí.

—Dóminic me ayudó, de no ser por él habría sido peor; el señor James lo conoce. Confía en él Tristán, solo por esta noche.

La duda continuaba reflejada en todo el semblante de Tristán, pero, poco a poco, asintió.

—¿Me prometes que me lo dirás todo?

—Lo prometo.

—Bien, iré a por una muda de ropa.

Ambos chicos fueron a sus respectivas habitaciones a empacar, dejándome unos minutos a solas con Dóminic.

—¿Pensé que no jugabas a las niñeras?

—Hay algo raro con el mocoso.

—¿Y desde cuando te importan los humanos?

—No he dicho que me importe.

—Solo lo llevas contigo y eso lo haces desde nunca.

—Y tú te llevas a la estrellita y no creo, ni por un segundo, que sea solo para hablar. —Me miró con ojos decididos—. Tú céntrate en encontrar a Dimitri y no te metas en esto, si los demonios se han lanzado significa que la partida ha iniciado y no creo que tu chico sea el único involucrado.

Asiento, porque, aunque siempre he querido tomar a Andrei con calma, la verdad es que nuestras opciones se han cerrado. Si no nos apresuramos, pronto el infierno será tan solo una prolongación del cielo en comparación con lo que nos espera.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top