Capítulo 19


Andrei

Salir del Infierno se siente como si mis pulmones volviesen a encontrar aire después de días sin respirar. Todo mi cuerpo duele, mi mente se siente exhausta y no encuentro en mí la fuerza suficiente para apartarme del lado de Saint. Aunque, para ser sinceros, no es como si el demonio de ojos dorados se mostrase dispuesto a soltarme.

Desde que atravesamos el portal cada uno de los Pecados se ha mantenido en silencio, enfrascados en sus propias mentes; en los diversos pensamientos que atacan a cada uno de ellos luego de lo sucedido en el Infierno. Incluso Dimitri, de quien esperé todo un interrogatorio sobre lo sucedido con Mateo, abrió sus alas y solo rompió la carencia de palabras para anunciar que nos veríamos en tres días en sus oficinas. Luego de ello, e ignorando su ala herida, solo desapareció.

Dudo que su actitud se deba solo a la pelea recién terminada, su actitud cambió desde que vio a Mateo; como si alguna especie de barrera hubiese caído, pero él no lo diría y tampoco era momento de preguntar.

Al volver a la cabaña, me costó convencer a un nervioso Tristán de que estaba bien. Mi amigo luchaba con uñas y dientes por saber lo que me había sucedido, el motivo por el que tuve que salir tan rápido de la cabaña y a mí me costó no romperme en pedazos y contarle todo: los sueños, la verdad del mundo, la magia y los demonios; Lucifer amenazando con matar a los que más amo, mi batalla contra mi propio poder, contra mis miedos y preocupaciones. Y lo peor de todo, la guerra que nos aguardaba y como un pequeño chico humano ni siquiera sospechaba que la sombra de la muerte asechaba sus pasos.

La oscuridad de mis dedos se había desaparecido, pero siento que si utilizara mi magia volvería a salir en un solo segundo. Por lo que intentaba serenarme mientras seguía jurándole a Tristán que estaba bien y, siendo sincero, lo estoy. Aunque el mundo a mi alrededor se encuentre en un inmenso caos, por primera vez en muchos años me siento libre...

Saint y Dóminic continuaban sin mencionar palabra, solo miraban a la nada, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Pero, como si entendiera lo que necesitaba ahora, luego de jurarle a Tristán que estaba bien y que pronto volvería a la ciudad, Dóminic se puso en pie para ofrecerle a mi mejor amigo llevarle a casa. El de cabellos rizados parecía reacio a marcharse, pero incluso él se mostró preocupado al ver el bajo ánimo que presentaba el Pecado de la Lujuria.

—No huyas más —susurró en mi oído cuando me abrazó para despedirse—. Por favor, eres lo único real que tengo.

Mordí mis labios, solo asintiendo y pegándome más al cuerpo de Tristán. Puedo entender a la perfección su emoción, aunque no sepa cuál es el demonio interno que persigue a mi amigo, porque, por mucho tiempo, él también fue lo único real que me impidió caer en la locura.

—Te lo prometo.

Una vez que todos se marcharon, ni siquiera sabía cómo iniciar mi conversación con Saint. Necesitaba decirle tanto, aclarar tanto. Pedirle disculpas por la manera en que me marché. Decirle que lo necesito, que ninguno de los dos tiene que dar más en la relación sino actuar como un equipo. Que ahora entiendo todo y sé porque actuó de esa manera a pesar de que no era su única opción; sin embargo, el demonio no me dio tiempo a pronunciar en voz alta ninguna de las emociones que rondaban en torno a mi corazón.

Sus firmes manos envolvieron mi cuerpo y me apretaron contra el suyo, mi espalda rozando su pecho de manera que sentía cada tensión de sus músculos comenzar a relajarse. Su rostro oculto en la curvatura que conforman mi hombro y mi cuello, por lo que puedo apreciar su irregular respiración. Coloco mis manos de manera nerviosa sobre las suyas, no quiero que me suelte.

—Saint yo...

—Me alegro que estés a salvo, no me importa más nada.

Pero niego con la cabeza, no quiero que esto pase por alto y luego se convierta en algún problema entre los dos.

—Me asusté, me asusté cuando te vi muerto y me sentí impotente; cuando vi muerto a Tristán y a mi hermano, a todos... —Siento la lágrima resbalar por mi rostro y, a pesar de que no es real, sé que es una visión que me acompañará hasta el último día de mi vida.

Saint me voltea con suavidad, sus dedos acariciando mi mejilla para apartar la gota salina. Sus ojos transmiten una calidez que me llega al alma y sus labios se alzan en un pequeño gesto de sonrisa.

—Yo también lo siento, siento haber querido mantenerte al margen; perderte me habría matado, porque ninguno de los siglos que he vivido ha tenido importancia desde que te conocí. —Su dedo baja a la comisura de mis labios y traza la silueta de los mismos—. Me ha hecho feliz que intentaras defenderme Andrei, más que nada en el mundo y lo único que me importa es que andas aquí conmigo. No vuelvas a huir Andrei, ni por mi ni por nadie, —No me pidió promesas ni juramentos, de sus labios solo salió una pequeña suplica—. Por favor.

No respondí, sino que dejé que fuesen mis labios quien les trasmitieran lo que sentía. Me puse de puntillas y agarrando su cuello para impulsarle hacia mi, atrapé su boca con la mía. La cruda necesidad de mi interior se acrecentó de golpe, tantos pensamientos pasaron por mi cabeza en un solo segundo: pude morir allá abajo, Saint también pudo morir; pudimos haber perdido la batalla incluso antes de iniciarla, no quiero haber esperado tantos años para perderlo así. Quiero que estemos como día atrás, jugando y conociéndonos, durmiendo entre sus brazos, probándole y tomándolo. Ser solo suyo.

Quizás ser algo más que un simple humano y estar emparejado con un demonio me haga creer en relaciones eternas y para siempre y, por ahora, es todo lo que me importa.

Saint se separa de mi boca un poco agitado, uniendo su frente a la mía.

—Podemos esperar Andrei, no es necesario...

—Lo es, —interrumpo mientras empujo su cuerpo hacia el sofá—. No me importa el resto, solo quiero sentirte así, vivo...

Saint se deja caer en el mueble asintiendo y comienzo a desabrochar su chaqueta. No es que pase demasiado trabajo para desvestirlo, su ropa ya de por si se encuentra medio destruida debido a la batalla con espectros y demonios. Paso la mano sobre las heridas que resaltan entre los tatuajes de su cuerpo, sus poderes ya comienzan a cerrarlas a modo de recuperación; sin embargo, eso no me detiene de besarlas. Saint también procede a desnudarme y puedo notar sus manos temblorosas.

Besa todo mi cuello y muerde con suavidad todo el largo de mi mentón hasta llegar al lóbulo de mi oreja.

—Casi me muero cuando supe que te fuiste con Mateo, los habría matado a todos por ti. Por primera vez, no me importó el riesgo. Yo...

—Reclámame —respondo sin pensar, pero al darme cuenta de lo que he dicho sé que es lo que de verdad quiero—. Hazme tu pareja Saint, por siempre.

—¿Sabes lo que me estás pidiendo?

Asiento.

—Lo sé y no lo cambiaría por nada.

Saint sonríe.

—Entonces dime que me aceptas.

Y eso hago, mientras Saint me acuesta sobre el sofá esas son las palabras que digo. Siento a Saint morder en mi hombro con fuerza dejando una marca y es como si todo cambiara. Puedo sentir su cercanía y no solo física, sino también espiritual; sus emociones e inquietudes, los latidos de su corazón junto al mío. Como si fuésemos dos personas en un solo cuerpo y por la ilusión de su mirada sé que él se siente igual.

Y entonces lo hago, en vez de las palabras me centro en todos esos cálidos recuerdos de cuando me visitaba, el anhelo que sentía a su persona y como todo se volvió un profundo amor; un amor que no cambiaría por nada ni por nadie y Saint me besa deseoso mientras continuamos desvistiéndonos.

Siento su dureza contra mi propia erección y bajo la mano para unirnos y acariciarnos al mismo tiempo. El demonio dorado gruñe por el placer al mismo tiempo que desliza su boca hacia mis pezones para chuparlos y morderlos, primero uno y luego el otro. El placer y el dolor se unen creando una única y necesitada sensación. De mi miembro comienza a salir el blanquecino líquido preseminal que facilita la movilidad de mi mano. Pero no es suficiente...

—Más —ruego y por una fracción de segundos Saint desaparece y me doy cuenta que ha utilizado sus poderes para moverse rápido. Cuando vuelve a estar sobre mí, tiene el pomo de lubricante en sus manos.

La sonrisa de sus labios calienta hasta el último poro de mi cuerpo y comienzo a sentir como mi corazón late de manera agitada, no me demoro en darme cuenta que se debe a los pensamientos de Saint, sobre nosotros juntos, sobre todo lo que me desea...

Me alzo empujándole hasta dejarle sentado en el sofá. Quito el pomo de sus manos y lo abro para dos fines, el primero, regarlo sobre su miembro y poderle masturbar a gusto; el segundo, dejo caer el líquido transparente en una de sus manos a chorros para que corra entre sus dedos sin problema ninguno.

—Prepárame.

Saint asiente y ya las palabras no son necesarias. El primer dedo entra en mi cuerpo y me tenso por la sensación. El líquido del lubricante es frío, pero poco a poco se va calentando contra mi piel. Beso a Saint con fuerza para centrarme en algo que no sea la incomodidad del estiramiento hasta que este comienza a volverse puro placer y los quejidos de mis labios se transforman en gemidos.

Un segundo dedo me invade para estirarme y mis caderas se mueven hacia las manos de mi pareja para aceptarlo. Saint me besa y yo enredo una de mis manos en su cabello mientras la otra la apoyo contra su hombro para que me sirva de impulso.

La pasión brota de ambos y también las ansias por explorarnos mutuamente. Hace mucho que las inseguridades nos han abandonado a ambos, sabemos lo que queremos y no dudamos en tomarnos, en querernos y apreciarnos; porque la inmortalidad no es sinónimo de olvidarnos o aburrirnos del otro.

Cuando siento que estoy listo, guio la dura y goteante polla de Saint hacia mi entrada. Saint comprende lo que quiero y aparta sus manos colocándolas en mi cintura y permitiendo que sea yo quien guie el ritmo. La introduzco suavemente en mi cuerpo y debo de contener el aire, por mucho que Saint me prepare nunca es suficiente para aceptarlo; sin embargo, el placer siempre es mayor que cualquier molestia. Lo tomo hasta la base y cuando recupero el aliento, poco a poco, vuelvo a salir para hacer que mis caderas bajen por segunda vez y así ir agilizando el ritmo.

Mientras el calor de la estancia aumenta sus labios descienden a por mi cuerpo volviendo el momento en extremo pasional. La sensación del hombre abrazándome no se compara con nada en este mundo, no quiero que termine. Caí completamente enamorado de él y no volveré a permitir que nada nos separe por segunda vez.

Saint me ayuda a moverme, dirigiendo mies caderas mientras me apodero de él por completo. Mis uñas se entierran en su espalda al mismo tiempo en que sus dedos aprietan mi piel y sé que quedarán marcas luego. Y cuando su polla toca ese punto en mi interior que pone mi mundo patas arroba, los movimientos se vuelven calientes y desenfrenados. No dejo de moverme encima de él, de cabalgarle y los ruidos no solo salen de mis labios ahora.

Saint me besa con fuerza y agarra mi miembro con su mano libre comenzando a masturbarlo con deseo.

—Córrete para mí bebé, quiero que seas tu primero.

Y aunque hubiese sido de otra manera, no encuentro fuerzas en mi cuerpo para aguantar más. Encajo más mis uñas en su piel y mis ojos jadeo fuertemente cerrando los ojos mientras el orgasmo corre cada fibra de mi cuerpo y no tardo en sentir como Saint me llena también mientras que caigo desmoronado encima de él.

El pecho de Saint sube y baja agitadamente debajo de mí; no obstante, el rubio no deja de besarme y acariciarme en ningún instante. Cuando parece haber recuperado el aliento, se pone en pie cargándome entre sus manos y subiendo al piso superior de la cabaña, pero no se dirige a la cama, sino al baño, donde hay una enorme bañera en la que cabemos los dos.

Saint sale de mí con suavidad y siento el semen que estaba en mi interior correr por mis piernas.

Me da un pequeño beso y solo se aleja unos segundos para llenar la bañera de sales y abrir el grifo para que esta se llene. Retorna a cargarnos y nos coloca a ambos dentro, mi espalda contra su pecho y me inclino un poco de lado para acariciar mi mejilla contra su piel.

—¿Te cuento algo pequeño? —susurra por fin acariciando mis cabellos—. No sé qué planea Mateo ni en que bando está, pero siempre le estaré agradecido por traerte a mi lado de nuevo. —Me abraza con fuerza—. Te amo mi pequeño hechicero.

Y mientras la noche transcurre; ambos nos abrazamos y le cuento todo sobre el Infierno, todo lo que viví abajo. Pero también hablamos del futuro, de que Saint conozca a mi hermano, de lo que ambos esperamos, quizás, incluso llegar a vivir juntos.

Porque ahora, por fin tenemos un futuro real y no solo en sueños...

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