Capítulo 18
Saint
A pesar del variado número de demonios muertos a mis pies, tal parece que no paraban de aparecer nuevos entes y espectros. Por cada derrotado, diez más se mostraban ante mis ojos y, aunque la unión mía y de mis hermanos era una fuerza a considerar, comenzábamos a no ser suficientes para lograrlo.
Estábamos heridos y agotados, ha sido mucho el tiempo alejados del Infierno, por lo que los espectros y demonios poseen más dominios que nosotros. Mientras Dimitri continuaba haciéndole frente a Anchor, Dóminic y yo intentábamos combatir y crearnos el camino para una retirada.
Pero no estaba siendo para nada sencillo...
Dóminic sostenía su abdomen con fuerza y, a pesar del traje oscuro que llevaba, soy capaz de ver como la sangre de una herida manchaba toda la zona. Por lo visto, un espectro se había acercado más de lo necesario a su cuerpo y, aunque terminó destruido, el daño ya andaba hecho. Encajo mi espada en el pecho de un nuevo demonio, intentando ganar el tiempo suficiente para acercarme a mi hermano y ayudarle.
—¡Salgan de aquí los dos! —exclama Dimitri, sus alas afuera como una muestra de todo el poder que utiliza para enfrentarse al duque del Infierno, pero que ni siquiera eso está siendo suficiente.
Una risa cínica escapa del otro hombre.
—Debiste seguir los pasos de Ira y quedarte a nuestro lado cuando se te propuso.
La afirmación llama mi atención y desvió mi mirada hacia ellos por unos pocos instantes. ¿En qué momento le pidieron a Soberbia retornar al Infierno?
—Ustedes no pagan bien, es más divertido arriba y no vale la pena soportar tus babas, apestas.
Le provoca Dimitri con un humor ácido que expresa en pocas ocasiones. Que lo deje entrever ahora solo significa todo lo enojado que se encuentra y no es para menos, necesitamos un milagro para salir adelante. Anchor ataca con agilidad logrando enganchar una de las alas de Dimitri hasta dislocarla y arrojarle al suelo. El grito de mi hermano resuena de tal manera que capta la atención de cada uno de los demonios y espectros en la redonda. Las alas son uno de los puntos más sensibles y delicados en algunos seres sobrenaturales, que las hieran es casi peor que la perdida de alguna extremidad. Afecta cada uno de nuestros sentidos.
Por lo que Dimitri no fue capaz de mantenerse en pie y termino en el suelo.
—Entonces es una pena que tengas que morir, príncipe de los Pecados. —enuncia Anchor con voz firme y siento la impotencia comenzar a crecer en mi interior.
Yo mismo poseo heridas leves e intento resguardar la espalda de Dóminic que también está lesionado. Por mucho que quiero correr a ayudar a Dimitri sé dos cosas. La primera: no me dará tiempo llegar antes de que Anchor baje el arma; la segunda: no podremos salir los tres de este sitio si seguimos como estamos.
—Di adiós —se burla Anchor mientras baja el arma directo al pecho de mi hermano; como son armas ancestrales, un solo estoque será capaz de acabar con su vida. Siento el grito de horror escapar de mi garganta. Sin embargo, y para mi sorpresa, la hoja afilada de una guadaña detiene la espada del duque a pocos centímetros del cuerpo de Dimitri en el suelo.
Todos miramos con sorpresa como Mateo para el ataque, sus ojos abiertos, el destello de toda la ira que representa destacando en ellos.
—¿Viniste a realizar tú el trabajo, Mateo?
La burla del duque hace a varios reír y, por unos segundos, mientras la mirada de Ira nos recorre a cada uno de los presentes, temo que sea verdad. Hace muchos siglos no sé en qué bando se encuentra mi hermano.
No obstante, cuando alza su mano libre y una ola de sombras se despliega de su poder, enviando a Anchor al otro lado del campo, sé que no tengo nada por lo que preocuparme.
—¿Qué clase de hermano mayor sería si dejo que dañen Dóminic y Saint? —Su mirada recorre a Dimitri en el suelo, una sonrisa sarcástica formándose en sus labios—. Y ya que estás aquí hare un esfuerzo de ayudarte.
—¡Hijo de puta! —exclama molesto Dimitri, pero puedo ver algo de alivio y consuelo en sus ojos.
—Aun puedo dejar que te maten, —alza sus ojos hacia mí—. También traje refuerzos.
Y entonces le sentí. Sentí su energía cerca incluso antes de verlo. Un portal se abrió en medio de la nada, como si una puerta se tratase, tragando a varios demonios y volviendo a cerrarse de la nada. Cuando gire la mirada, Andrei se acercaba corriendo a mi figura, lanzándose contra mi cuerpo cuando estuvo lo suficientemente cerca. Sentir sus manos contra mi piel de nuevo, sus labios rozando los míos, relajo mi corazón. Ese órgano en mi pecho volvió a latir con fuerza, no me había dado cuenta de lo poco que le había sentido desde que Andrei desapareció.
Solté la espada en el suelo para permitirme que mis manos le examinaran por un segundo, acaricia su rostro y su cuerpo; tenía una herida en su palma izquierda de una cortada y sus dedos mostraban oscuras marcas debido al exceso de uso de su magia, pero por el resto estaba bien.
Al menos eso yo pensaba.
Mire a Mateo con ira.
—¿Cómo coño le traes aquí?
Mateo solo cargaba a Dimitri, ignoraba la ira que provenía de este, así como la mía.
—Si preferías lo dejaba solo y desprotegido en medio del Infierno, si Lucifer le encontraba hubiera estado feliz.
—Lucifer le va a encontrar ahora.
Mateo sonrió.
—Entonces es hora de que se vayan.
Andrei tomo mi mano, llamando de nuevo mi atención.
—Te lo explicaré todo, pero es hora de correr ahora.
Y en cuanto dijo esas palabras de las manos de Mateo brotaron diversas sombras que consumían a cada uno de los demonios y espectros a nuestro alrededor. Sus gritos comenzaron a sonar, llenos de dolor, desgarradores; no fue complicado darse cuenta de que no estabas disfrutando en lo más mínimo.
No esperé, saque mis alas y le hice una señal a Dóminic para que siguiera mis actos. Agarre a Andrei por la cintura y le pegué a mi cuerpo antes de alzar el vuelo. Necesitábamos llegar a las fronteras del río para abrir el portal hacia el reino humano. Mire sobre mis hombros para darme cuenta de que Mateo nos había seguido el paso, dejando una ola de muerte y destrucción entre los espectros. A diferencia de nosotros, el Pecado de la Ira lleva siglos aquí abajo, años enteros encerrado en los círculos más profundos del Infierno, supervisando los ejércitos de Lucifer. Es por ello que se ha alimentado de los pecados y las oscuridades más potentes de las almas que terminan aquí; su fuerza rivaliza con la de cualquier demonio que haya nacido antes de él. El Pecado ideal para la guerra.
Vuelvo a centrar mi atención en Andrei.
—¿Estás bien?
Asiente.
—Siento haberme marchado.
El nudo se forma en mi garganta, no puedo darme ese lujo ahora. No cuando necesito todos mis sentidos para salir de este sitio en una sola pieza.
Llegamos a las orillas del río Dóminic es el encargado de abrir el portal. Mi atención retorna hacia Mateo en cuanto tocamos el suelo.
—¿Se supone que te de las gracias y me olvide que trajiste a Andrei?
—Se supone que se larguen ahora mismo de aquí para volver con Anchor antes de que informa al resto y, si preguntan, ustedes mataron a todos estos demonios.
No puedo evitar una ligera punzada de dolor en mi pecho. A pesar de ayudarnos hoy, Mateo aún no está de nuestro lado.
—¿No subirás?
Niega con la cabeza colocando a Dimitri en el suelo, este parece que ha perdido su capacidad de hablar y no le observa; sin embargo, cualquier observador perspicaz es capaz de notar como sus cuerpos aun gravitan el uno hacia el otro.
—El mapa... —Comienza Andrei, pero Mateo niega con la cabeza y con una sonrisa maliciosa.
—Me lo quedaré de momento, de todos modos, tú viste lo que buscamos, podrán encontrarlo sin el mapa. —No entiendo a qué se refiere, pero Ira no me da chance antes de proceder—. Será mejor que vigilen sus espaldas y abran los ojos, Andrei no es el único ser al que los emisarios de Lucifer buscan allá arriba.
Le dedica una última mirada a Dimitri, pero antes de que alguien pueda decir algo más. Mateo alza el vuelo, retornando al otro lado del día y volviendo hacia el infierno. Una parte de mí no quería dejarle, ayudarnos debe de ser todo un riesgo para él si permanece aquí abajo y, sea como sea, continúa siendo parte de mi familia. Sin embargo, la necesidad de proteger a Andrei era mucho mayor.
Ya vendrían muchos problemas en el futuro próximo, por ahora, solo quería volver a sostenerle entre mis brazos y besarle sin sentir el peligro sobre mi cuello.
—Es hora de marcharnos.
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