Capítulo 14

Andrei

Sabía que estaba en un sueño.

Sin embargo, no me hallaba en la misma habitación de siempre. En las paredes no hay portales a otras épocas, mundos y dimensiones. No veo estrellas formando constelaciones, ni antiguas runas decorando los rincones. No está la antigua cama forrada con sábanas de seda en las que, durante tantas noches, Saint me había sostenido entre sus brazos ¡No! No es ese sitio, sino todo lo contrario.

Todo a mi alrededor es frío, como estar en medio de una tormenta de nieve apenas vestido. Era un páramo tan blanco que provocaba que la sangre que mancha mis manos contraste con el pétreo paisaje. Siento mi cuerpo temblar, pero no a causa del frío; sino del miedo que me invade al observar el tono carmesí cubriendo cada parte de mi cuerpo.

Se sentía todo demasiado real, pero sé que es un sueño...

Lo sé con cada uno de los poros de mi cuerpo. Lo delata esa sensación que estremece mi mente cuando me hallo en medio de un pasaje astral. En mi interior, la magia se retuerce, furiosa y enérgica, exigiendo escapar. Ahora que los poderes por fin han despertado, logro verlo todo de forma distinta.

Miro con desesperación a mi alrededor, buscando la fuente de donde emana tanta sangre. No obstante, lo único que rompe con el rutinario paisaje es mi figura ensangrentada y una enorme puerta que se alza como una enorme muralla a pocos pasos de mí. La puerta está abierta, solo muestra una oscuridad profunda; aunque no pasa demasiado tiempo que escucho emanar una voz de ella.

Todos están muertos, gracias a ti Andrei.

La ronca y gruesa voz emana de las tinieblas. Su tono es poderoso, el aura que sale entre las sombras es más fuerte que cualquier otra cosa que he conocido hasta este instante; incluso más fuerte que los Pecados Capitales. Para mi horror, solo he escuchado de un único ser capaz de transmitir ese poder y, al imaginarlo, todo mi cuerpo tembló.

La risa ronca salió y resonó en mis oídos. Solo soy capaz de ver la mezcla de tonos grises y rojos de los ojos del demonio que, aun, se oculta en la oscuridad. A pesar de ello, no me cabe duda de que el sonido proviene de él.

Eres inteligente al tenerme miedo hechicero; pero no temas, no te haré daño.

¿Qué quieres de mí? La pregunta escapa como un susurro, mientras intento retroceder varios pasos.

Contarte la verdad, demostrarte lo poderosos que podemos ser juntos. Solo ven conmigo y esa sangre no tendrá que manchar tus manos.

Bajo la mirada a la sangre entre mis dedos, pero algo más llama mi atención.

En el suelo, donde antes solo se hallaba nieve, se encuentran varios cuerpos sin vida. Con los rostros vacíos de cualquier expresión y sus pieles pálidas, con las gargantas desgarradas evidenciando el trágico final que sufrieron.

Un grito de horror escapa de mis labios y caigo de bruces al suelo al reconocerlos. Las lágrimas empañan mis ojos y puedo notar la ira, el miedo, la furia y la magia fundiendo cada una de esas emociones como una sola en mi interior.

Se trataba de Tristán y mi hermano Alexander; la palidez de su piel no solo hace referencia al frío que les rodea o que estén muertos, sino también a la falta de sangre en su sistema. Sé que es un sueño, pero, lo peor, es ver sus ojos abiertos y carentes de sensaciones mirándome. Por unos instantes, temí que este de verdad fuese el final de ellos.

¡No los toques, cabrón! Para mi sorpresa, mi voz salió menos titubeante de lo que sentía en este momento.

La risa del poderoso ser que un me contempla solo se acrecentó.

Yo no les hice esto, Andrei, fuiste tú. Han sido tus decisiones. Me agarro a mis propios cabellos con fuerza, deseaba tapar mis ojos y no ver la escena que la venenosa voz me instaba a ver—. Yo te he esperado, Andrei, te he ofrecido oportunidades. Siempre mirándote desde lejos, aguardando a que floreciera tu magia. Pero estás eligiendo un camino lleno de mentiras. Estar con los Pecados solo trae perdición, muchos morirán por ti.

¡Mientes! rugí¡eres tú quien desea todo el mal!

Una nueva carcajada.

Yo al menos no escondo quien soy para ganar tu favor. Solo reclamo lo que me fue arrebatado.

Y, de repente, la oscuridad donde sus ojos se mostraban se transforma en algo más. Era la cabaña de Saint, este se mostraba junto a Dimitri en la sala cerca de la chimenea. El rubio luce enojado y no tardo en darme cuenta que este fue el día de la pelea entre ambos. La primera vez que conocí a Soberbia y, minutos después, a Mateo. Esto debe de ser justo después de que salí al bosque dado que no recuerdo la conversación que mantienen.

No me tomes por idiota Soberbia decía Saint, enojado—. A diferencia de mí, no te importa lo que le suceda al chico, solo quieres que tu pieza ganadora se mantenga seguro y de tu lado.

Dimitri se encoge de hombros con desgana mientras sirve alguna especie de bebida alcohólica en su propio vaso.

No voy a perder la nueva sangre nacida solo porque tus emociones te estuvieran nublando el juicio. Ya los demonios de las sombras no están siguiendo las reglas Saint, por eso le envié contigo.

Pudiste haberme avisado.

Habrías soltado alguna chorrada de que seguía siendo demasiado joven, pero te cuento algo, ellos no van a esperar que tenga cuarenta años para atacarlo.

Mi respiración se atora en mi garganta al darme cuenta de lo que implican estas palabras. Dimitri me ha estado utilizando como un juguete, lo había orquestado todo, justo como Mateo dijo que haría.

¿Sabes que todo podría ser más sencillo si le cuentas la verdad?

El ceño de Dimitri se frunció y, de inmediato, supe la respuesta.

Una cosa es aprender a utilizar tu magia e iniciar con pasos de bebé en un nuevo mundo lleno de peligros. Otra muy distinta, es tirarle de cabeza al centro de una guerra de la que nadie está seguro; además. Le miró de forma fija y seria—. Nunca es bueno que un ser vivo sepa demasiado de su propio destino. Algunos se asustan y otros, pobres ilusos, lucharán por cambiarlo. En ambas opciones, habrá problemas.

Se enojará cuando sepa que no le estamos contando la verdad, sobre la profecía.

«¿Había más? ¿Más de lo que Saint me había contado la otra noche?». Sin embargo, no tuve tiempo de saberlo. La imagen de los Pecados se desvanece y todo vuelve a ser oscuro. Solo contrastado por los ojos del demonio que me observa.

Te está engañando, Andrei. Te limitan tu verdadera fuerza; ven conmigo, te mostraré la verdad y, quizás, así el no muera.

Y con esas palabras, un nuevo cuerpo cae sobre la nieve. Era el cuerpo de Saint, desgarrado en pedazos, con sangre en cada uno de los extremos. Sus ojos sin vida mirándome fijos, o al menos eso pensé. Porque, donde siempre destacan sus hermosas pupilas doradas, ahora solo hay dos agujeros negros.

Tienes hasta media noche para elegir.

***

Despierto envuelto en gritos y sudor. Incluso el tacto de las suaves sabanas era demasiado para mí en estos momentos. Solo empujo tojo lejos de mi cuerpo, por miedo a que mis manos continúen manchadas de sangre.

Tan solo sigue visualizándose en mi mente las figuras muertas de esas personas que tanto amo.

Cuando siento que unas manos intentan agarrarme, solo quiero patalear y huir hasta que la voz de Saint logra cruzar la bruma de confusión que siento.

Solo en ese instante, dejo a un lado la confusión provocada por el suelo y, en su lugar, los dorados ojos de Saint me observan. Aún está desnudo por la buena noche que habíamos pasado antes de que cayese dormido. Sus facciones lucen asustadas y preocupadas como las mías. Solo en este momento, comprendo que él me había observado mientras tenía la pesadilla y que, ni siquiera sus poderes, habían logrado ayudarme.

Eso solo confirmaba mis sospechas de quien fue mi acompañante en el sueño.

Lucifer, el gran regente del infierno.

Sin poder contener más el alivio de verlo vivo, me lanzo a los brazos del hombre junto a mí. Dejo que las lágrimas finalmente lleguen. Saint parece no saber qué decir, solo me abraza y acaricia mis cabellos con suma suavidad. Pero ni siquiera sus labios consoladores sobre mi piel logran tranquilizarme ahora.

—Sácame de aquí —ruego entre susurros. No deseo continuar cerca de la cama en la que soñé con tantas muertes. Aun logro ver los rostros sin vida de todos cada vez que cierro los ojos.

Saint pareció comprender que algo verdaderamente malo está sucediendo y se levanta de la cama para colocarse los pantalones. No me obliga a ponerme los míos, sino que me envuelve en las blancas sábanas de seda y me carga entre sus brazos de tal forma que rodea su cintura con mis piernas y puedo ocultar mi rostro en su cuello.

Ahora me siento más pequeño que un niño de cinco años.

Mientras salimos de la habitación y bajamos las escaleras, puedo escuchar la voz alarmada de Tristán proviniendo de la habitación de invitados.

—¡¿Qué le sucede a Andrei?! ¡Lo sentí gritar!

No levanto la mirada, pero el cuerpo deteniéndose de Saint fue un indicio de que él si lo observó.

—Ve a mi habitación y busca mi móvil, llama a Dóminic y dile que se ponga en contacto con Dimitri; los necesito a ambos aquí.

Lo siguiente que escucho es a Tristán corriendo en la dirección que le ordenaron. Saint, por su parte, continuó caminando hasta llegar a la sala y me sienta en los suaves cojines del sofá, frente a la chimenea. Pero ni siquiera el fuego que emanaba de esta última logró hacer que dejara de temblar; una parte de mi cabeza continuaba en ese páramo lleno de nieve y sangre.

Saint se arrodilla en el suelo frente a mí para tomar mi rostro entre sus manos.

—Andrei, bebé, necesito que me digas que sucedió.

—Vino a verme Saint, Lucifer vino a verme. Todos van a morir, incluso tú. Me lo advirtió.

Y entonces recordé la conversación que el rey del infierno me mostró entre Saint y Dimitri.

—¿Qué sucede con Soberbia? ¿Qué no me ha contado?

El rostro de Saint empalidece y sé que no es mentira todo lo que vi.

—Ya te conté lo que sabía bebé, pero Dimitri vendrá. Todo irá bien.

—¡No! —rugí apartándolo y colocándome en pie—. ¡No va a ir bien porque ara el somos piezas que utilizar, porque ya es tarde y le harán daño a mi hermano, a Tristán y a ti!

—Yo voy a protegerlos a todos Andrei, confía en...

—¡No quiero tu maldita protección! —bramé sintiendo lágrimas caer por mis mejillas—. Quiero saber que sucede, quiero saber cómo proteger a las personas que quiero incluyéndote a ti. No puedo depender siempre de que estés ahí. Quiero la verdad y tu apoyo; quiero tu protección, pero no cuando se supone que debo esconderme y utilizarte como escudo. Así que, por ahora, solo puedes darme la verdad y si Dimitri no me la da buscaré alguna manera.

Salgo caminando de vuelta a la habitación de nuevo. Intentando no centrarme en esa expresión de sorpresa, orgullo y frustración que vi en la mirada del hombre que dejaba a mis espaldas. También la piza de dolor que noté; si me centraba en esas emociones ahora iba a perder la poca decisión que me quedaba y volvería a sumergirme en el miedo constante que sentí en el sueño.

Iba subiendo, aun envuelto entre las sábanas, cuando vi a Tristán bajando las escaleras.

—Ya vienen Dimitri y Dóminic, ¿qué sucede, Andrei?

Pero negué con la cabeza.

—Pase lo que pase, no te alejes ni de Saint ni de Dóminic. —Porque aún no confío en Dimitri—. Solo necesito tiempo.

Y sin dar más explicaciones me encerré en la habitación. Dejé las sábanas a un lado para colocarme unos pantalones y una camisa de mi bolsa de viaje. Busco el libro de runas que Saint me había entregado. Debo Buscar una respuesta, algo que me diera la verdad. Un trueno resonó en la distancia y entonces recordé algo: El enemigo de mi enemigo, es mi amigo.

Me acerqué a la ventana para observar, el cielo del amanecer se hallaba totalmente despejado. Sin embargo, continuaba iluminándose con algunos relámpagos; todo en el bosque se notaba tranquilo, pero más allá de donde sabía que estaba la barrera de protección, el aire movía los árboles de un lado a otro, exigente y amenazante.

Sin pensarlo demasiado tomo un abrigo y, con sumo silencio, salgo de la habitación dispuesto a bajar las escaleras sin ser visto.

Lograba escuchar las voces de Tristán y Saint sumidos en una profunda conversación, pero continúe caminando para no perder el poco valor que había poseído. No iba a poner sus vidas en peligro y la voz de Lucifer dentro de mi cabeza repitiéndome que solo tenía hasta media noche para elegir amenazaba con cada segundo que pasaba.

Una vez fuera de la cabaña, no lo dudé. Corrí con todas mis fuerzas hacia esa zona de la frontera de la barrera. No sé cuantos minutos pasaron, mis pulmones ardían por toda la adrenalina que me recorría; las emociones se mezclaban en mi vientre y solo una frase daba vueltas en mi cabeza: no a ellos.

Al llegar a la barrera, no me sorprendí cuando la figura alta y musculosa de Mateo se apoyaba en uno de los árboles. La comisura de sus labios se alzaba en una sonrisa divertida y altanera. Su mirada decidida, ambos sabíamos porque yo estaba aquí.

—Rápido te diste cuenta que Dimitri no era de fiar cachorrito —se burló.

—Quiero saber la verdad y no quiero que ellos mueran, sin importar el precio. —Me sorprendí del nivel de decisión en mi propia voz.

Mateo asintió, serio de repente, se alejó del árbol todo lo que la barrera le impidió y estiró su mano en mi dirección.

—Yo no voy a sacrificarte Andrei, ven conmigo; te diré la verdad y tienes mi palabra de que ninguno de ellos, ni tú, morirá.

Negué con la cabeza.

—No tengo porque confiar en ti.

—No, no tienes. —Se mostraba en calma, tranquilo y sereno.

Ambos sabíamos que mi decisión estaba casi tomada.

—¿Cómo puedes ayudarme?

Volvió a sonreír.

—Yo sé cómo conseguir el final de la profecía Andrei, sé lo que quiere Lucifer de ti y, cuando el momento llegue, solo te pediré un favor a cambio.

Esas palabras me sorprendieron y, sin pensarlo demasiado, avancé.

Cuando nuestras manos se tocaron un último trueno, mayor que cualquier otro, resonó por toda la zona y, por unos segundos, casi puedo jurar que escuché el rugido de Saint resonar junto con él.

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