Capítulo 13
Andrei
Luego de las palabras dichas por Saint, aun puedo sentir las mejillas rojas; la posesión y el reto que destellaba en su mirada continuaba acelerando mi pulso. La respuesta que dio a la provocación de Tristán, como si la única opción existente en su cabeza fuese quedarme con él. Quizás, con algunos de los novios que he tenido, ese simple dominio hubiera bastado para enviarlo a la mierda; sin embargo, con Saint ha sido una promesa silenciosa. Un juramento de que no he de tener dudas, porque él está tan metido en este barco como yo.
No importa que el mundo a mi alrededor parezca desmoronarse como una avalancha. Por primera vez, me siento verdaderamente seguro de nuestra unión.
Bajo la mirada al paquete dorado en mis manos. Paso las yemas de los dedos con suavidad sobre el papel de regalo dorado; una sonrisa escapa de mis labios al recordar el significado de dicho color para Saint, tan propio de él. Por otro lado, la verdadera sorpresa llega cuando desenvuelvo el paquete y me encuentro un Kindle, la emoción se va apoderando de mi cuerpo a medida que abro la caja y lo enciendo. Es evidente que no soy el primero que lo hace, pues su interior está lleno de libros de Cora Rose, Lily Mayne, Saxon James, Louise Collins, Onley James, Lark Taylor Chani Lynn Feener y cientos de otras de mis autoras preferidas.
Un nudo de emociones se posa en mi garganta impidiéndome hablar. Le había comentado a Saint cuanto extrañaba leer y cuáles eran los autores que amaba. Este gesto demostró que me escuchó y se esforzó para hacerme feliz.
La risa de Tristán a mi lado llama mi atención y giro para encontrarme cara a cara con mi amigo. El destello pícaro en sus ojos, como un niño que acaba de hacer alguna maldad, deja muy en claro a qué jugaba.
—Estabas provocándole. —Ni siquiera tengo que preguntar, la sonrisa de Tristán aumenta.
—Tú tenías muchas dudas y si él estaba escuchando a escondidas lo mínimo que podía hacer fue responder, además. —Señala el Kindle en mis manos—. Creo que ha sido un resultado muy bonito.
A pesar de la vergüenza, vuelvo a sonreír, más divertido y relajado, carente de cualquier tensión que he tenido estos últimos días. Es como si, por fin, pudiese volver a una normalidad que tanto he echado de menos. El alivio del momento debe de verse reflejado en mi rostro porque, de repente, la expresión de Tristán se vuelve más suave y comprensible.
—Echaba de menos eso.
—¿El qué?
—Tu risa, pero no como las tensas que has estado soltando por teléfono para que piense que todo va a estar bien; sino así, más natural y relajado.
Siento como mis ojos escuecen un poco.
—Yo también lo extrañé, todo ha sido tan difícil y —Tristán termina por mí.
—¿Y sigues sin contarme nada? ¿no es cierto, estrellita? —Aunque la pregunta está hecha con suavidad, ambos sabemos la respuesta a esas interrogantes.
—Lo siento.
Anhelo dejar todo el peso atrás y desahogarme, pero no lo haré. Abrir la boca sería terminar en dos posibilidades: la primera es que me tache de loco, que tantos años pensando que era un chico demente exploten en mi cara. Por otro lado, Tristán podría creerme, pero toda esa nueva información cambiaría su vida como la mía y no habría retorno.
Esta última posibilidad es la que más me aterra, porque pondría a Tristán en peligro. La sola idea de que los demonios le hagan daño es horrible. Que yo esté condenado a un mundo de criaturas del infierno no significa que quiera lo mismo para mi mejor amigo.
Sin embargo, siento un alivio inmediato cuando Tristán sonríe.
—Tranquilo, estrellita, no voy a presionarte. Solo quiero que sepas que estoy aquí si me necesitas.
—Lo sé, gracias por venir hoy. Ha sido relajante.
Tristán se encogió de hombros volviendo a mostrar la sonrisa pícara en su rostro.
—Estaba preocupado, habías actuado raro desde el tema el robo; además, también quería saber sobre tu chico. Luce protector contigo.
—Lo es, me cuida demasiado; por eso es que me preocupaba que me viera como un niño.
—Bueno, —Me guiña el ojo—. Creo que ya eso está descartado. Es evidente que el hombre tiene una fuerte erección por ti. Si no te muerde esta noche como prometió, deberías de hacerlo tú. Nunca te conocí por actuar virginal, Andrei.
Eso logra robar una carcajada de mis labios.
—No te preocupes, eso pensaba hacer.
Porque mientras tuviese minutos de paz antes de esta guerra, los aprovecharía al máximo para estar con el hombre que poseía mi corazón desde que apareció en mis sueños.
***
La charla con Tristán me había dado valor y varias cosas en las que pensar; pero, sobre todo, decisión para establecer yo mi propio ritmo y necesidades. Me he dado cuenta de que tono no ha de ser oscuro, sino que aun puedo hallar mi propio rumbo.
Sin embargo, a pesar de que mi mente sabe lo que desea, no puedo evitar sentirme un poco ansioso mientras ayudo a Saint a fregar los platos de la cena. Habíamos preparado un poco de pasta para nuestros invitados; no obstante, como Dóminic tenía que trabajar, se marchó con la promesa de retornar a la mañana para llevar a Tristán a casa. Mi amigo, por otro lado, estaba tan cansado del viaje que le inste a ir a dormir más temprano.
Eso me dejó en la completa compañía de Saint para ejercer mis planes.
Aunque no hablamos mucho, el silencio no fue incómodo o como una tercera persona en la habitación. Al contrario, demostraba más la confianza que se desarrollaba entre ambos; simplemente, no existe la necesidad de llenar el silencio con palabras innecesarias. Saint me pasa uno de los platos para secarlo antes de guardarlo y, cuando nuestros dedos se rozan, mis ojos viajan directo a los suyos: dorados, fuertes y poderosos, como las riquezas incalculables que suelen mostrar en las pelis de fantasía y que son custodiadas por dragones.
Saint sonríe y aparta su mano de la mía para alzarla hasta mi mejilla y dar una pequeña caricia con el dorso de sus dedos. El tacto es frío por el agua, aun así, continúa poseyendo la calidez y suavidad con la que siempre me trata el hombre.
—Pareces relajado, la presencia de tu amigo si fue una buena idea.
—Lo fue, por unos minutos me he sentido normal de nuevo.
—Eres normal, Andrei.
No logro contener la risa.
—Las personas normales no ven demonios en las sombras ni viajan a pasajes astrales, Saint. Era más fácil cuando pensaba que eran solo sueños que podía plasmar en mis libros.
Saint detiene sus acciones, dejando los platos sobre el fregadero con gestos suaves para, acto seguido, girarse en mi dirección. Con un movimiento de cabeza, señala el plato en mis manos y luego a la meseta, como una clara señal de que lo deje ahí. Una vez hecho, Saint pasa su mano por la zona delantera de mi cuerpo, deslizando sus dedos para rozar mi cintura. Estos marcan el punto exacto del final de mi camisa y la piel debajo de ella, enviando escalofríos en todas direcciones.
Me guía hacia él, pero no utiliza demasiada fuerza, de modo que me brinda la opción de alejarme si lo deseo, pero no lo hago. Solo avanzo hasta que mi pequeña figura queda atrapada entre su fuerte cuerpo y la meseta de la cocina. Por instinto, alzo mis manos y las deposito en su pecho.
—Si pudiera ahorrarte todos estos líos lo haría, bebé —dice con dulzura.
—Pero yo no.
—¿Qué quieres decir? —La sorpresa llena sus facciones.
Me coloco de puntillas para rozar mis labios con los suyos antes de proseguir.
—Yo no me ahorraría nada, por fin pude conocerte. Me haces feliz, eres atento; los dos regalos que me diste hoy significaron mucho.
Me trajo a mi amigo, a pesar de saber que sería peligroso y también me entrego el Kindle. Puede parecer tonto, pero esas pequeñas acciones me recuerdan lo importante que es el demonio para mí.
Saint pasa sus manos por mis mejillas. En esta ocasión, depositándolas entre el final de mi mentón y mi cuello, de manera que pueda alzar la cabeza hacia él. Cuando sus labios vuelven a fusionarse con los míos, esta vez no hay suavidad o deseo contenido; sino que cada movimiento es decidido y pasional. La boca de Saint es fuego puro, un calor que provoca que me derrita y, cuando exige abrir mis labios con su lengua, no me niego.
Hoy no hay energías agotadas, no siento como el mundo se fuera a desmoronar sobre mis hombros. El miedo no me corroe y, en este instante, sé que estoy en el sitio más seguro del planeta para mí. Estoy listo.
Listo para lo que juramos hace tres noches, para lo que Saint me prometió esta mañana con posesivas palabras o para lo que yo mismo le dije a Tristán que haría. Para demostrarlo, decido tomar parte de los primeros pasos entre nosotros y no solo dejarme guiar por el momento. Subo una de mis manos hacia su cuello, empujándole más en dirección a mi boca. Mientras tanto, mi otra mano viaja directo a su camisa, jalándola con necesidad, en una extraña lucha entre querer romperla y alzarla sobre su cuerpo. Muerdo su labio con deseo y paso mi lengua en la zona para relajar el ardor.
Saint solo se aleja lo suficiente para poder mirarme a los ojos. Casi de forma instantánea, siento el vació de su calor al alejarse.
—¿Estás seguro bebé? —El fuego se propaga en sus palabras, la tensión es palpable entre ambos y sé que es momento de dejar las cosas en claro.
—Ya no puedo más Saint. —Le miro a los ojos para que comprenda la verdad y seriedad de mis palabras—. Esto que siento dentro de mí es como si fuera a explotar en cualquier maldito momento. Estoy jodidamente enamorado de ti desde que tengo dieciséis años. —Sus pupilas se dilatan de placer y abre la boca para decir algo, pero le detengo; he llevado estas palabras enterradas en mi pecho por mucho tiempo y necesito terminar—. Lo he intentado, créeme que lo hice. Intenté dejarte de lado, no pensar en ti y salir con alguien real, porque el hecho de que amara a un hombre que solo estaba en mis sueños me afectaba demasiado. Pero, ahora que te conozco, no quiero volver ahí. No quiero retornar a un mundo donde solo puedo tenerte cuando cierro los ojos. Sé que aún no estamos listos para que me des tu marca; sin embargo, deseo llegar a ese nivel contigo. Quiero que me elijas sobre todo y quiero que lo hagas ahora.
No sabía que esperar después de decir todo lo que habitaba en mi cabeza. Aun así, la amplia sonrisa de Saint solo me relajó y me otorgó un placer descomunal.
—No voy a irme a ningún sitio amor, eres mío. Solo quería que tú también te dieras cuenta.
No hubo necesidad de continuar hablando. Sentí como las manos de Saint retornaron a rodear mi cuerpo, solo que esta vez con sus palmas agarrando mi trasero. Ejerciendo presión para que me rozara a su dura figura; cada movimiento robaba un ligero jadeo de mis labios. La sonrisa pícara de Saint se coloca entre sus labios y mi piel, dejando un rastro de besos y mordidas que recorre de mi mentón hasta mi cuello. Estoy seguro que, en la mañana, mi piel estará rojiza por el tacto de su barba; pero la sola idea contribuye a mi excitación.
Sus manos en mi trasero me impulsan hacia arriba, cargándome entre sus brazos. Por instinto, envuelvo su cintura con mis piernas y Saint me sonríe con malicia antes de que comencemos a caminar.
Me aferro a su cuerpo con fuerza y, aunque dejo de besarle para no entorpecerle el paso, me niego a dejar de morder su mentón o cuello. Llenándole de marcas al igual que él me hizo a mí. La risa del demonio sale ronca por el deseo, sus dedos apretando con tal fuerza mi piel que sé que, al amanecer, tendré la marca de sus manos. La figura de Saint es caliente, me derrito contra él mientras ambos descendemos a la habitación. Nuestras respiraciones son entrecortadas, cargadas de lujuria y necesidad. De un deseo que se ha reprimido por demasiados años y, ahora, es como un tornado explotando.
No miro nada que no sean sus dorados y encendidos ojos; tan solo puedo concentrarme en el tacto de sus manos sobre mi piel. Solo soy meramente consciente de cuando Saint abre la puerta de nuestra recamara, cerrándola con su pie una vez que ambos estamos dentro. El blando colchón se hunde bajo mi peso y, solo entonces, las manos del demonio dorado me sueltan.
Se aleja los suficientes pasos para retirar su camina y arrojarla al suelo. Intento hacer lo mismo con mi ropa, pero las manos de Saint sostienen con fuerza las mías sobre mi cabeza, dejándome completamente expuesto para él.
—No Andrei, no vas a quitarme el placer de desnudarte cuando he soñado con ello por años.
Mi respiración se entrecorta, mis pulmones arden por la falta de aire.
—¿Y yo?, ¿también tendré alguno de esos placeres?
—Todos los que quieras, hechicero; viviré para hacer realidad cada uno de ellos, pero ahora es mi turno, bebé.
Una de sus rodillas se apoya sobre el colchón, posicionada justo entre mis piernas, provocando que estas se abran para dar más espacio a su cuerpo. La mano libre de Saint se mete bajo mi camisa e inicia a subir la fina tela por mi torso; todo sin dejar de explorar a su paso mi piel con sus largos y fuertes dedos.
La camisa casi ha llegado a mi mentón cuando siento sus uñas rozar, juguetonas, mis pezones; aprieta la sensible zona y jala con la fuerza justa para que los jadeos vuelvan a emanar de mis labios. Saint no pierde su sonrisa en ningún momento, disfrutando de su visión y de todo lo que está provocando.
—Por lo visto mi bebé es sensible aquí, muéstrame Andrei ¿Dónde más eres sensible?
Su boca desciende hacia el rosado pezón, sus dientes mordiendo la suave carne y su aliento quemando en mi piel. Quiero enredar mis dedos en sus cabellos para que no se detenga y continúe la exquisita tortura, pero sigo sujeto. Cada una de sus acciones es como una burla a mi cuerpo, un lento juego que solo provoca que mi entrepierna comience a endurecer.
Para mayor diversión de Saint, muevo las caderas de forma inconsciente buscando una fricción para aliviar el deseo. El de ojos dorados solo acerca lo suficiente su figura para evidenciar que su región baja está tan dura como la mía; sin embargo, continúa prolongando el momento del clímax y sonrío, en parte, encantado. Saint es un demonio por el que no me importa pecar y rogar las veces que sean necesarias en esta cama.
—Saint, ¡joder!, deja de jugar de una puta vez.
Mi quejido le divierte y complace. No obstante, logro que me libere lo suficiente como para terminar de quitarme la camisa. Su boca se separa de mi pecho y sus dedos, de forma diestra, desatan el botón de mis pantalones para retirarlo. Sin embargo, cuando Saint se toma un segundo para observarme, es él quien abre los ojos sorprendidos.
—A comando bebé, ¿sin nada puesto?
Ahora soy yo quien no logra contener la sonrisa.
—Quería estar preparado; listo para que, cuando me tomaras, no hubiese prendas molestas que nos retrasaran a ambos.
Los ojos de Saint devoran mi figura completamente desnuda. Sus dedos bajan a mis muslos para rozarlos con las uñas.
—Abre las piernas y sostenlas Andrei, quiero verte.
Agarro mis propios muslos, sintiendo como mis mejillas se sonrojan por la vergüenza, mientras yo mismo separo todo lo que puedo mis piernas. Le doy a Saint una visión completa de mi cuerpo; mis muslos abiertos con pequeñas pecas resaltando en ellos; mi miembro pasando de semi erecto a completamente duro, con líquido cristalino emanando de la punta e iniciando a ensuciar donde esta roza el resto de mi piel. Por último, también queda expuesto mi trasero, ansioso por recibir al hombre que tiene enfrente.
Saint me observa como si fuese su confitura preferida. Como un animal salvaje a punto de devorar a su presa.
Toma una de mis piernas y besa el tobillo, moviendo sus labios de forma ascendente por la zona interior de la pierna. Cuando sus juguetones labios llegan a mis muslos, intento cerrarlos por el cosquilleo que me recorre, pero la fuerte mano del rubio me lo impide.
—¿Otro punto sensible cariño? Eres toda una caja de sorpresas.
Me sonrojo, pero no le respondo. Solo me agarro de sus cabellos cuando los labios de Saint retornan a devorar mi piel. Un grito ansioso escapa de mi boca al sentir su lengua sobre mis testículos, subiendo a mi pene. Por instinto, sostengo más sus cabellos, pegándolo más a mi entrepierna para sentir el placer que el hombre me provoca. Como si se compadeciera de mí, Saint no tarda en consumirme por completo.
Puedo sentir mi pene apretado por su garganta; su lengua jugando en la uretra enviando olas de calor por toda mi columna vertebral. Sus labios subiendo y bajando a un ritmo exquisito, su succión solo dándome la presión justa para que mi mente se vaya de vacaciones y deje a mi cuerpo sumergido en un completo placer.
Cuando comienzo a sentir el familiar cosquilleo del orgasmo y el calor en mi vientre, intento alejar a Saint, pero este se niega de dejar de saborear mi polla. Tan solo aumenta el ritmo de sus movimientos y lleva una de sus manos a mis testículos para jugar. Los únicos sonidos en la habitación son respiraciones entrecortadas y jadeos.
—¡Saint! —Solo puedo pronunciar su nombre cuando siento que el orgasmo me recorre y blanco líquido escapa de mi sensible miembro.
Aun así, Saint no se retira hasta no tragar cada gota. Su lengua vuelve a recorrerme, esta vez para limpiarme. Pero no pude evitar chillar al sentir pequeños espasmos de placer.
Solo cuando estoy limpio por su boca, Saint se retira para mirarme con una sonrisa cargada de promesas oscuras en sus labios. Se alza en la cama hasta que su boca está a la altura de la mía y ambos quedamos acostados en la cama. Yo sudando, desnudo y jadeante; el rubio con sus labios rojos, su pelo despeinado y, para mi desgracia, aun con los pantalones puestos.
—Eres más dulce de lo que imaginé que serías —susurra antes de besarme—. Tan exquisito.
Bajo mi mano para tocar la erección aun evidente en sus pantalones; acariciándola y acunándola sobre la fina tela del pijama.
—Hubiese sido más exquisito si me hubieses probado de otra forma.
Saint muerde el lóbulo de mi oreja con una sonrisa en sus labios a la par que noto como aleja su mano para tomar algo en la mesa junto a la cama.
—Mi pequeño hechicero, ¿en serio piensas que he terminado? Eso solo fue una prueba de lo que tendrás esta noche, Andrei.
Siento un dedo frío y resbaloso empujar contra mi entrada. Alzo la cabeza para mirar y noto que la mano que Saint alejó había agarrado un pequeño pomo de lubricante. Tenía algunos de sus dedos embarrados con el resbaladizo líquido; sin embargo, aunque jugaba con mi entrada de forma exquisita, no terminaba de adentrarse. Levanto la mirada y puedo ver la interrogante en sus ojos, el permiso para tener acceso a mí. Solo abro más las piernas y bajo mis caderas como una clara señal de que ambos anhelamos esto.
La boca de Saint golpea con fuerza la mía, brutal y abrazante, al mismo tiempo que siento el escozor del primer dedo al pasar el anillo de músculos. Entra y sale, realizando pequeños movimientos circulares para estirarme y dejar espacio a un segundo dedo. Ambos se abren y cierran como tijeras, dejando una exquisita mezcla de dolor y excitación a su paso.
Mis uñas se clavan en la piel de sus hombros y mi boca devora la suya, lleno de necesidad. A pesar de que mi pene acababa de vaciarse, puedo sentir como poco a poco vuelve a responder al toque de Saint, si bien se endurece de forma más lenta, reacciono a cada una de sus caricias.
No obstante, el hambre que me llena deja claro que quiero más, solo sus dedos no son suficientes para mí en esta ocasión. Aún se siente vacío mi interior.
—Saint, yo —jadeo—. Yo necesito más.
—Aun no estás listo.
—No importa, solo te necesito, no quiero esperar más.
Saint asiente y, antes de alejarse, deja un abrazador beso en mis labios. Cuando se levanta para retirar sus pantalones, me siento también en la cama, mis manos chocando con las suyas; batallando en la desesperación de romper y alejar esa fina prenda de tela.
Cuando el demonio está desnudo completamente, me tomo un segundo para mirarlo de pies a cabeza. Fuerte y musculoso, con miles de tatuajes recorriendo sus brazos, costados y sé que también su la espalda; algunos incluso llegan a sus dedos y cuello. Tanta tinta le da una imagen sensual y caliente, una imagen que quiero que esté dentro de mí ya.
Jalo el cuerpo de Saint colocándolo entre mis piernas para que estás se enreden en su cintura. Tomo su miembro en mi mano, acariciándolo justo como he querido hacer por tanto tiempo; la forma en la que cierra sus ojos y su respiración se entrecorta me da confianza. Sé que Saint no está tan calmado como aparenta. Guío su erección a mi entrada, pero la mano de Saint sobre la mía me detiene y debo controlarme para no gritar de impotencia.
—¿No vas a detenerte? —interrogo casi con horror, pero Saint niega con la cabeza.
—Solo quería decirte que los demonios no podemos transmitir ni tomar enfermedades humanas, pero si quieres sentirte mejor puedo buscar un preservativo.
Me detengo un segundo procesando la información. Incluso ahora se preocupa por mi bienestar antes de por su placer. Eso me anima a negar con la cabeza.
—No, no lo necesitamos, yo también estoy limpio; pero me alegra que me lo dijeras. —Alzo el rostro al suyo para besarlo con suavidad—. Ahora mismo no quiero sentir nada entre nosotros dos.
Y cuando vuelvo a guiarlo a mi entrada, esta vez Saint no me detiene. El escozor del estiramiento llega rápido y una pequeña mueca de dolor llena mi rostro. Saint solo me besa y me susurra conciliadoras palabras al oído, recordándome cuanto ha soñado con este instante mientras el termina de adentrarse en mí. Bajo mis caderas para encontrarme con él, aligerando le proceso y, en pocos segundos, la molestia se transforma en un exquisito placer. Durante años desee estar de esta manera con Saint, imaginé lo perfecto que sería en innumerables ocasiones, pero la verdad ha superado cada una de mis expectativas.
Saint vuelve a salir casi por completo para iniciar sus embestidas. Me lleva al borde y después se aleja creando una exquisita y lenta tortura. No me da lo que quiero, pero tampoco me lo niega, sino que se debate en un punto intermedio. Somos una maraña de manos, piernas, besos y jadeos; todo entremezclado. La necesidad y el hambre fundidos sobre ambos; el demonio dorado abriéndose paso en mi interior, calor subiendo por todo mi cuerpo y, de repente, puedo ver estrellas.
Pero no de forma metafórica, sino que algunas estrellas aparecen a mi alrededor, constelaciones como las que en ocasiones hay en mis sueños; las luces de las lámparas parpadeando, una fuerte lluvia formándose de repente fuera de la cabaña. Cada elemento tomando fuerza al igual que mi excitación y comprendo que cada cosa es por mí y por mi deseo sobre Saint; no sabría ponerlo en palabras para explicarlo, pero, en lo más profundo, sé que es así. Vuelvo a sentir el cosquilleo en mi vientre sintiendo el segundo orgasmo.
—Saint...
—Te tengo hechicero, eres mío.
Esas palabras me envían al abismo. El calor estalla por completo en mi cuerpo y en el exterior puedo escuchar truenos en medio de la tormenta. Todo como si fuera una señal del segundo orgasmo que acabo de tener. De que mis emociones estaban a flor de piel y no podía contenerme más. Saint solo agiliza sus movimientos y suelta un fuerte gruñido cuando se une a mí en el éxtasis, llenándome por completo con su exquisito calor.
Cuando el rubio cae a mi lado pasan unos segundos mientras nuestras respiraciones luchas por volver a la normalidad y, es entonces, que siento sus manos volviéndome a rodear para pegarme a su cuerpo. Su miembro esta vez suave, sale de mi interior dejándome un exquisito dolor. Sus labios recorriendo con suavidad mi rostro y labios.
—Hubiese esperado milenios solo para estar contigo esta noche —susurra con suavidad en mi oído y no puedo evitar sonreír de felicidad.
—Pues ya no tendrás que esperar más nunca, ahora estamos completamente juntos.
—Y sacrificaría mi alma para que no fuera de otra manera.
Solo nos besamos y nos volvemos a enredar. Compartiendo caricias, palabras y besos hasta que nos quedamos dormidos el uno en los brazos del otro. Disfrutando de una noche que debería de ser solo magia. Pero como los buenos momentos no parecen durar casi nunca en mi vida, despierto al amanecer sumergido en un profundo grito. Todo a mi alrededor envuelto en penumbra escalofriante a excepción de mi cuerpo. Mi piel blanca cubierta de sangre, mis dedos y rostro...
Una voz repitiendo en mi cabeza que están muertos, que la sangre es de Tristán, de Alexander y del hombre que hasta hace unos minutos me llenaba de placer.
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