Parte VII

        UNA hora después y el asustado viejo pasa el viaje con los ojos cerrados, respirando profundamente, rezando y recordando a su familia.

Su hija mayor Lucia se encontraba en la edad de querer tener su propia familia, graduada de la universidad en Comunicación Social y comprometida con un ingeniero de familia adinerada, era cuestión de meses para que su primogénita le diera la feliz noticia que él y a su exesposa Claudia por fin serian abuelos, era algo que Teo esperaba con ansias, un nuevo pequeño que cuidar, una pequeña persona que despertará el amor que en él estaba muriendo y del mismo modo reconciliar a toda la familia, le agradaba esa idea, era su único propósito futuro y claro una buena pensión para no trabajar más. Él está muy orgulloso de Lucia, a pocos años de su graduación con ayuda de su esposo Julio crearon una productora cinematografía independiente la cual se ha hecho muy popular en todos los medios, Teo crió bien a su hija junto a Claudia, lo único realmente bueno que han hecho juntos.

Por otro lado está su hijo de en medio, el desobediente y rebelde Leonardo Perdomo de 18 años. Un hijo problemático causante de su primer divorcio, el hecho de ser criado por Teo, un policía de mano dura obligó al muchacho a la opción de correr la cortina a sus padres, huir de casa sin dejar rastro. Una vez lo vio en la calle con una muchacha hermosa, pero se le rompió el corazón cuando Leo golpeó a la mujer regañándola, miró a los ojos a Teo y le pasó por un lado como si no lo conociera, esa fue la última vez que lo vio, quizá su madre habla con él, Teo nunca lo supo, no sabe nada de la vida de su segundo hijo. Estos recuerdos de Leonardo lo perturban y enojan, terminan desbocándolo, prefiriendo posar su mente en otras ideas.

Y por último la luz de sus ojos, su hija menor Miria, hija de Carmelia su segunda esposa. Una radiante y hermosa niña de 12 años, tan inocente y delicada como una mariposa, la única razón de ser, vivir y trabajar de Teo. La pequeña tiene una habilidad increíble en las manualidades, le encanta hacer collares, pulseras y ese tipo de cosas, en su último cumpleaños Miria le regaló a su padre el rosario que pocas horas antes colgó en el retrovisor del carro maldito donde ahora viaja hacia un destino incierto.

Teo vuelve a su horrible realidad, el auto comienza temblar estruendosamente como si patinara encima de un sendero de enormes piedras, escucha crujidos del metal chocando con algo filoso en los costados y un escandaloso golpe en el techo simulando la caída de alguien de un edificio hacia el auto, pero el carro se encontraba en perfecto estado sin ninguna abolladura en el techo, lo comprobó al tocarlo desde dentro.

La radio se enciende, el sonido es incómodo, una interferencia resuena y sacude los oídos de Teo, incluso Jesús dormido se queja un poco, las cornetas suenan al igual cuando inicia una interferencia entre el sonido y un teléfono celular, Teo se alerta y recuerda que lleva consigo un teléfono móvil viejo y revisa sus bolsillos para alumbrarse con la luz del mismo y hacer una llamada. De nuevo sucede, su celular no está en el bolsillo, desapareció igual que la llave y los seguros de las puertas, Teo sabía que lo tenía, justamente cuando buscaba las llaves perdidas se topó con el aparato en el desesperante momento, ahora que su teléfono no está, toda esperanza de ayuda se pierde, sin comunicación y sin una luz con que alumbrar.

La interferencia en la radio culmina, ahora inician una serie de sonidos extraños con graves y agudas voces en un idioma desconocido para Teo, él no es muy bueno identificando idiomas pero de algo estaba seguro, eso que escuchaba no sonaba para nada de este mundo, un sonido o más bien unas voces inhumanas hablaban con él. Un suspiro envenenado de palabras inentendibles, nubla y penetras los más oscuros pensamientos del osado hombre, las manos le tiemblan y le acelera el pulso.

Sus pestañeos son pesados como si de plomo se tratara, traga con desespero al escuchar una risa aguda y horrible, el temor se desboca como una corriente de un rio al notarse que la risa no venía desde la radio. Teo voltea la mirada hacia el asiento trasero, esperanzado que esa terrible voz burlona saliera de la garganta de Jesús, el silencio se ocupa del escenario, la radio se apaga, la risa calla, Teo sigue mirando hacia detrás entrecerrando los ojos, aun si no ve nada, su visión sigue nula. Entonces sucede algo, dos puntos amarillos se divisan en lo oscuro, poco a poco aumentan de tamaño atenuándose en la penumbra del ambiente.

Teo está perplejo, los puntos se perfeccionan, se agudizan y extienden a lo largo como ojos de un leopardo o algún animal salvaje, ambos se mueven al mismo tiempo por los asientos, la atención de Teo se dispara como una bengala, analiza los movimientos del fenómeno, se trata de un ser vivo, un animal, efectivamente esos puntos son dos ojos que examinan su entorno, lo curioso es que a pesar de emitir una luz tenue nada a su alrededor es iluminado, pero Teo sabe algo, si esa criatura está ahí entre ellos algo malo ocurrirá, él está protegido por la pared de plástico de en medio, pero Jesús corre peligro. Un golpe truena en el plástico protector, las pulsaciones de Teo aumentan, el suspenso es protagonista de la escena, otro sonido entra en el juego, una uña invisible garra el vidrio emitiendo una onda sónica que cruje los dientes del asustado piloto, el vidrio no es nada para esa criatura, si lo desease lo rompería al instante, pero solo está jugando con Teo, al igual que un felino juega con su presa antes de devorarla.

El tercer pasajero vuelve a reír, Teo sufre una mezcla de emociones, un inmenso miedo acompañado de una insoportable ira. El aire acondicionado se apaga y el calor aumenta en un segundo, acompañado de un despiadado olor a podrido, un intenso olor a azufre despiden las paredes, como si hubieran bañado el automóvil con tripas y sangre de cadáveres descompuestos. Los síntomas de nauseas no tardan en apoderarse de Teo, es tanta la intensidad del olor que sirve de analgésico para Jesús, al igual que colocar alcohol en su nariz Jesús despierta de un disparo tosiendo y quejándose de su dolor de cabeza por el exceso de droga que lo durmió.

-¿Dónde... estoy?- habla Jesús entre cortado por la toz, y escupe en el piso del carro un gran cumulo de saliva espesa. -¿Quién está ahí? ¿A dónde me llevan?- sigue balbuceando mientras escupe.

Jesús siente la caricia de una mano suave en la cabeza que lo calma un poco adaptándose al olor andrajoso, el hombre se entera de su condición, siente las marcas y el ardor que le producen las esposas de tie wrap y grita quejándose.

-¡Déjenme ir! ¡No quiero estar preso!- grita a todo pulmón moviéndose acostado a lo largo de los asientos, de repente siente como si alguien se posara encima de sus piernas, una persona o algo pesado se materializa encima de él.

Con ternura la gentil mano sigue acariciándole el cabello en rulos, tomando edras del pelo y dibujando círculos en su nuca, el peso en las piernas de Jesús aumenta y el hombre desespera, sus movimientos son torpes, todavía tiene efectos de la droga encima. La dulce mano cambia de bando y se convierte en enemigo, su temperatura aumenta como un paño caliente sacado de un sauna y con una increíble fuerza presiona la cabeza del pobre Jesús en los cojines del asiento, el custodiado grita de dolor pero el inmenso peso de la criatura no lo deja defenderse, la lucha desesperada es un inútil esfuerzo contra las fuerzas ocultas en la oscuridad, los ojos de la bestia se posan en los de Jesús y este logra ver a través de ellos. ¡Él conoce esa mirada! Una mirada perversa siempre acompañada de una sonrisa de satisfacción asesina.

Teo se enmudece al escuchar los gritos de Jesús del otro lado, su parálisis lo preocupa, si esa cosa apareció ahí detrás, en cualquier momento podría aparecer como su copiloto.

-¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Déjame ir monstruo!- grita Jesús con desesperación.

El viejo oficial se compadece de él, sufriendo en el desespero de no poder defenderse, amarrado y atacado por una bestia, como si lo hubiesen arrojado amordazado en la jaula de un león.

-¡No me quemes más! ¡Ya déjame!- sigue gritando el pobre hombre a todo pulmón.

El carro se tambaleaba por el forcejeo de los dos tripulantes traseros, la calma vuelve, la criatura descansa en las sombras y Jesús acobardado se arrincona en una esquina llorando del dolor. El olor no desaparece, eso indica que el juego todavía no acaba, Teo se dispone a hablarle a Jesús, una conversación aligerará la tensión.

-Jesús... muchacho, ¿Estás vivo?- pregunta Teo tartamudeando.

-¿Quién está ahí? ¿Hay alguien más? ¡Ayúdame!- contesta el hombre desesperado.

-Soy el oficial Teodoro Perdomo, esta tarde mi compañero y yo te enfrentamos y fuiste capturado, ¿Lo recuerdas?- Teo sigue la charla calmándose un poco, no quiere que Jesús note su miedo también.

-¡No me importa! ¡Sácame de aquí, no quiero que vuelva ese monstruo! ¿Por qué está tan oscuro?- Jesús grita de nuevo.

Teo decide explicarle todo a Jesús con detalles a partir desde el misterioso temblor, mintió diciéndole que lo llevaba de transporte a una prisión en Punto Fijo, la conversación le sirve a Teo como desahogo, le relaja los músculos del cuerpo y la garganta, mientras narra las horribles anécdotas ambos sienten el caminar de la criatura en el techo del auto.

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