Capítulo veintiuno: Compañía en la oscuridad.

—Scarlett —Era un susurro; una voz que invocaba mí nombre de entre las tinieblas. Intentaba moverme y responder al llamado, pero me era imposible. No sentía mis extremidades, y tampoco tenía fuerzas para moverlas.

—Scarlett, despierta —La voz reincidió, pero ésta vez logré abrir mis pesados parpados para dar paso a la luz; Ya no estaba el viejo techo de concreto gastado, sino que en su lugar estaba el pálido rostro de Robert; sus ojos miel me miraba fijamente, absortos, perdiéndose en los míos durante unos segundos, hasta qué una fuerte punzada de dolor invadió todo mí rostro. Hice una mueca y él frunció el ceño— Pero ¿Qué diantre te pasó? —preguntó, examinando mí cara. Aunque no tuviera fuerzas para nada, sé que mis mejillas se tornaron carmesí ante la pregunta. ¿Cómo explicarle?

— ¿Tan mal me veo? —Pregunté, sintiendo la mandíbula dolorida. Él sonrió, una sonrisa que hacía mucho no veía; sincera.

—Te he visto mejor —Respondió, y me di cuenta de qué estaba sentado en la orilla del sofá. Suspiré, a la vez que su mirada se tornaba seria. Una mirada que me resultaba intimidante. Mordí mí labio para evitar que un quejido de dolor saliera de mí boca; me dolía la espalda, los brazos, mi cara palpitaba de dolor puro. No me había visto en un espejo pero me imaginaba que en vez de rasgos faciales sólo tenía una revoltura de carne color negro, morado y azul. Sonreí aunque me estuviera muriendo.

—Yo… ¿Cómo supo que vivo aquí? —Interrogué sin quitar la sonrisa de mí cara. El parpadeó unos segundos, desconcertado ante el cambio de tema.

—Depp —masculló serio—, ¿Ahora sí me puedes decir qué te pasó? —Su rostro se tornó severo, y en sus ojos podía ver una débil pizca de compasión o lástima hacía mí. Aunque quizá también era preocupación, pero no sabía que era eso, puesto que nadie se había preocupado por mí antes. O más bien, nunca me había puesto a observar a las personas cuando se preocupan. Suspiré; quería enderezarme del sillón pues no me gustaba mirarlo hacía arriba, me sentía un poco incómoda con su respiración en mí cara, tan cerca que podría... pero tuve que desistir de mí propósito pues estaba en serio, demasiado adolorida.

No supe cuando me había vuelto una exagerada.

—Yo... —comencé con apenas voz. Me daba pena, en verdad pena. Él ladeó su cabeza, frunciendo el ceño. Haciendo un intento por comprenderme. Resoplé— Me da pena decirlo —Cerré los ojos un momento. Era un buen comienzo.

—Pensé que eramos amigos —musitó, y con mucho cuidado colocó su mano en mí mejilla. Abrí los ojos ante el cálido contacto que recibía mí maltrecho rostro. La sonrisa típica adornaba su rostro. Intenté imitarla, pero fallé estrepitosamente, el dolor no me dejaba hacerlo— Entonces, como tú amigo, puedes confiar en mí. Juro que no diré nada a nadie... Incluso sí se trata de un chico. —ésta vez ignoré el dolor; aquello me forzó a sonreír.

—No lo sé... ¿Sabes ser una chica que escucha y grita de alegría por los besos y la saliva qué comparte tu mejor amiga con su chico? 

— ¿Lo dudas? —preguntó arqueando una ceja. Rodé los ojos, divertida por su expresión— Vamos, Scarlett, cuéntame... Me tienes peor que Leonardo cuando lo nominan a un Oscar —Sé que aquello era una broma, pero me limité a suspirar.  

—El viernes renuncié a mí empleo. —comenté en el tono más tranquilo que pude. Él sonrió.

— ¡Felicidades! 

—Pero...

— ¿Pero? ¡¿Cómo que "Pero"?! —Cuestionó, en un tono dramático que me pareció divertido. Definitivamente sí quería ser más feliz debía juntarme más con Robert Downey Jr. Mordí mí labio, debía soltarlo rápido y conciso.

—Pero... Me quedé sin paga... —Él frunció el ceño, oh, era tan difícil— Y sin dinero... —Esperé a que dijera algo, pero se quedó serio, me ponía atención. Demonios.— En resumen; ayer choqué con un poste de frente porque venía distraída viendo hacía atrás mientras corría lejos del dueño de una cafetería, a la cual entré y tomé un panqué sin pagarlo porque tenía un día sin comer y moría de hambre... Y por poco me embiste un coche, pero soy rápida y conseguí esquivarlo —relaté como si fuera una biografía. Él se quedó mirandóme fijamente unos segundos, parpadeando. Creo que intentaba desglosar toda la información y asimilarla. Sentí el sudor en las palmas de mí mano, esperándo, un regaño.

Pero no fue así.

— ¿Ósea que casi mueres por un panqué? —Pregunta, y yo asiento. Él suspira— ¿Estaba grande por lo menos? —Yo frunzo el ceño, pero después me encojo de hombros, sonriendo.

—Tamaño bolsillo —musité, extrañada de su comportamiento. Tuerce la boca y sus ojos dejan de ser tranquilos, sonrientes y bromistas, para comenzar a turbarse, molestarse, parecían próximos a insultar.

— Sólo tengo una cuestión... —susurra. Me aterró su repentino cambio de humor, así qué lo miré fijamente sin comentar nada.— ¿Dónde jodidos está Depp? —Bajé la mirada ante la pregunta que me había planteado. ¿Para qué quería saber?

—Él... Él está filmando unas escenas para su película... —Respondí. Sí decía una mentira, él se enteraría. Sonrió. Prefería que siguiese molesto, eso parecía menos peligroso que la sonrisa que apareció en su boca.

—Ah... ¿Y en dónde está filmando el señor? —Me encogí de hombros. Un alivio me invadió internamente al no saber yo exactamente donde se encontraba.

—Sólo sé que está en Europa. —una mueca apareció en mí rostro; una nueva de punzada apareció en mí costado, pero respiré hondo y me relajé.

— ¿En Europa? —Masculló y se puso de pie en un brinco. Yo me asusté.— ¡Johnny Depp está filmando en Europa, mientras que tú estás aquí arriesgando la vida por un estúpido Panqué de bolsillo! —Me encogí lo más que pude contra el sofá; me aterraba verlo molesto, porque parecía próximo a matar a alguien— ¿No que te cuidaba de todo, eh? ¡Y ahora resulta, que él está muy cómodo en Francia o Italia comiendo suculentos platillos mientras tú desfalleces aquí de hambre! Esto..es.. ¡Inaceptable! —La vena de su sien saltó, y carraspeando, intenté hablar un poco más fuerte.

—Él no contaba con que iba a quedar desempleada —Dije. Él, qué negaba con la cabeza, me miró con una sonrisa sarcástica. 

—No tiene excusa, Scarlett —contestó en un tono más calmado.— ¡No tiene excusa! Debió haberte dejado algo, por lo menos, comida en esa porquería —señaló el refrigerador. Nos quedamos en completo silencio unos segundos, por mí parte, el dolor me había quitado el habla y sólo me concentraba en respirar.

—Vengo en unos minutos, no tardo —Anunció después del silencio. Yo lo miré, pero no tuve tiempo de averiguar, pues salió con rapidez por la desvencijada puerta.

¿A donde había ido? No lo sabía, pero me daba miedo por el simple hecho de que se había embravecido bastante, nunca lo había visto así. Tragué en seco y miré a mí alrededor, tenía que levantarme y cambiarme, además de lavarme la sangre seca que tenía en el rostro. Mordí fuertemente mí mejilla por dentro, a la vez que apretaba el sofá con fuerzas. Me levanté después de unos segundos, sintiéndo el cuerpo pesado y liviano a la vez.

Caminé apoyada en las paredes, mientras que mí mente volaba fuera de mí; Robert estaba molesto, en verdad molesto. Quizás sí me dijeran algo por el estilo de Danny me enojaría, pero no a tal magnitud. Eso creía. Con paso lento, entré en el cochambroso baño y lavé mí cara sin verme en el espejo. Al levantarla abrí los ojos, topándome con un catastrofico accidente; Mis pomulos hinchados, un ojo color verde escarlata, y la boca con un enorme moretón morado. Pero dolía más de como se veía.

Me cambié la blusa y el pantalón con incontables muecas. Para cuando terminé de subirme la bragueta la puerta de la entrada se abrió y supe que Robert había vuelto. Un poco menos dolorida, caminé a la sala apoyandóme sólo un poco en las agrietadas paredes. Él me miró cuando iba llegando, y sonrió, como normalmente sonreía.

Jamás me sentí tan aliviada.

— ¿Cómo te sientes? —me pregunta, caminando hacía mí. Me extiende un brazo, y yo gustosa, lo acepto para apoyarme.

—Son sólo raspones —Musito y él sonríe, caminando hacía la pequeña cocina.

—Qué valiente. 

Le sonrío, y él me guiña un ojo. Traía la barba sin afeitar de algunos días. Se veía muy bien.

Mis pensamientos son interrumpidos: huele exquisito. Preguntándome que era, la respuesta aparece como por arte de magía; ahí, en la pequeña mesa que servía como comedor estaban varios, y varios platos desechables con comida de todo tipo. El hambre vuelve, y sonrojada, no puedo evitar que mí estómago gruña.

—Bueno... Sí no puedo llevar a Scarlett a cenar... Traigo la cena a Scarlett —comentó divertido. Yo lo miré, agradecida, apenada, sonrojada. No me gustaba mucho aquello, pero ni siquiera sentía el estómago. Relamí mis labios viendo la comida. Oh, Dios, hasta la pizza tenía lugar en aquel manjar. Tomó la silla y me ayudó a sentarme. Él hizo lo mismo, sentándose junto a mí— Bon appetitte, Scarlett —me murmuró. Lo vi de nuevo, y con pena, estiré mí mano hacía un plato.

—Gracias —dije, y comencé a llenar el plato con los diversos platillos que ahí había. Él me imitó y tomando un plato, comenzó a servirse. Al ver mí plato lleno, lo ignoré durante varios minutos, pues me dedicaba a la laboriosa tarea de llenar mí estómago, qué, por fin, pude sentir.

Después de comer, nos sentamos un momento en el sofá. Estaba atiborrada de pan, de pizza, de sopas de todos los sabores y bebidas que no conocía. Él estaba junto a mí, respiraba profundamente; también se veía lleno. Duramos en silencio unos segundos, aunque por mí, estaba bien.

—En vez de jugarte la vida por un panqué, podías haber preguntado por mí número a Depp —Comentó viéndome fijamente. Lo miré de reojo y me encogí de hombros.

—Creo qué, no sé... 

—Ese máldito hipócrita —susurró bajo, pero no lo suficiente pues lo alcancé a escuchar—Ni siquiera te ha llamado... Me va a oír en cuanto vuelva a mí casa...—la amenaza era para el señor Depp, pero igual me sentí aludida.

— ¡No, por favor! —Pedí. Robert me miró con el ceño fruncido— No le reclames, no fue su culpa. Fue mía... él no sabe nada porque le mentí... Además, no me gusta que se mortifique por mí. —Confesé. Él me miró fijamente unos segundos, y después, posó su mano sobre mí mejilla. Bajé la vista, apenada  por la profundidad de sus ojos color miel.

—Scarlett, él te trajo aquí. No es mortificación que sepa como te encuentras. Y es su deber atenderte en todo, mandarte dinero, dejarte asegurada contra todo. —Dijo suavemente. Su pulgar se deslizaba suavemente por mí mejilla. Aquello era una caricia, y me sentía intimidada por el gesto dulce.

Sí qué estaba mal.

—Prometeme que no lo molestarás. —levanté mí vista y abrió su boca para protestar— ¡Está trabajando! ¿Te gustaría que te molestaran en tú trabajo por mí culpa? 

Durante un segundo, su rostro se tensó al oír la pregunta. Como sí hubiera dicho o preguntado algo indebido. Me apené, pero él volvió a sonreír y su aspecto relajado volvió a él.

—Sí —Respondió y apartó su mano de mí rostro— Quiero decir, Johnny te trajo aquí para cuidarte, no para tenerte peor que antes... —Suspiró y pasó una mano por su revoltoso cabello. Me miró y sonrió amable— No te preocupes. No lo molestaré, es mejor molestarlo en persona... —Me guiñó un ojo, a la vez que una risita nerviosa brotaba de mí boca; Sus guiños me encantaban. 

—Gracias.

—Mejor que no agradezcas aún —Miró su reloj y supe que era hora, que debía irse. Aunque no quería— Bien... ¿No tienes televisión aquí? —Negué con la cabeza— ¿No quieres venir a mí casa? Tengo televisión de noventa pulgadas y todas mis películas... —Reí ligeramente y negué con la cabeza— ¿No te gustan mis películas?

—Te agradezco, pero no puedo moverme —contesté y luego me encogí de hombros— Creo que son buenas, muy buenas...

—Ah, entiendo —murmuró en fingido tono dolido— Tienes... otro actor favorito. —La sonrisa en mí rostro creció, y él lo notó.— ¡Ni siquiera lo disimulas, Scarlett! —reí abiertamente sintiéndo que mis costillas se perforaban.

— ¿Sabes? Creo que sí sirves para mejor amiga dramática —dije cuando por fin detuve mí risa. Él me observaba atento, no sabía sí era porque mí risa era demasiado escandalosa, o sí se fijaba en mis defectos y los numeraba mentalmente. 

—Cuando quieras —Respondió levantándose del sofá y colocandose en cuclillas frente mío. Mis ojos siguieron sus movimientos en silencio. Discretamente tomó una de mis manos entre las suyas y me miró fijamente.— Scarlett, cuando estés en aprietos puedes decirme. Yo no me mortifico, al contrario; me alegro porque alguién me habla. Así qué te dejé mí número en la mesita junto a los panqués —examinaba mí rostro mientras hablaba. Sólo asentía, presa de la tímidez— No importa sí es de noche, siempre tengo el móvil encendido... ¿Está bien? —Asentí, mordiéndome un labio. Él sonrió y después hizo algo que no me esperé: Me abrazó.

Durante unos segundos no supe sí responderlo o no, pero después me dejé llevar y lo estreché levemente contra mí. Su contacto era relajado, es decir, podía sentir que transmitía sencillez pura. Segundos después se separó y me miró a los ojos, intenté devolverle la mirada, pero fallé catastroficamente.

—Buenas noches, Scar —musitó, poniéndose en pie. 

—Buenas noches, Robert —Me despedí. Él me echó una última mirada y después se dirigió a la puerta, pero antes de salir se detuvo en seco, alzando el dedo indíce.

— ¿Así de tanto te gustan los panqués? —Sonreí; nunca superaría aquello a lo que vi. Suspiré.

—Sí pudiera comer algo toda mí vida, sería un panqué —Respondí. Él bajó el dedo indice y segundos más tarde desapareció por la desvencijada puerta.

Mis ojos se clavaron en ella. Quizás los ángeles sí tenían buenas personas, como Robert.

Pero ni así lograrían quitarme mí objetivo de irme de nuevo a Londres.
 

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