Capítulo veintitres: De vuelta a Londres.

—Así qué… —gruñó Robert, dando un paso hacia él— ¿Acabas de volver de Europa, eh, Johnny? —El señor Depp lo miraba más a él que a mí. La mirada de Robert desafiaba, y profanaba hasta al alma más valiente. Pero el pelinegro se mantenía quieto, serio.

—Sí —murmuró, apenas moviendo la boca. Frunció ligeramente el ceño, seguro desconcertado
por la actitud de Robert hacía él— ¿Por qué? —preguntó. Me vio de reojo, sospechando quizá que el asunto se encerraba en torno a mí. Robert dio otro paso, y por inercia le tomé el brazo; no quería una pelea ahí, y menos por mí.

— ¿Por qué? —repitió Robert. Sonrió con sorna al rostro inexpresivo de Johnny Depp— Bueno, Johnny, resulta qué… —hizo una pausa para verme; le supliqué con la mirada que parase, pero ignorándome, volvió de nuevo la vista al pelinegro— mientras estabas dichosamente en ¿París? ¿Italia? ¿En Inglaterra de nuevo, quizá? Una chica… —le apreté fuertemente el brazo, cuando al decir “chica” el señor Depp centró toda su atención en mí— Se quedó sin empleo, sin efectivo. Y sin nadie que viera por ella, ¿Sabes que resultó de todo esto, Johnny?

—Por favor. —supliqué en voz baja.

—No —respondió el señor Depp, con voz grave. Su mirada me taladraba— Pero lo sabría sí dejaras de hacer tanto rodeo al asunto —comentó, ésta vez fijando su vista en Robert.

Quería morirme ahí mismo.

—La chica que duró tres días completos sin comer, se vio obligada a tomar un mugroso panqué de una cafetería, y como no tenía efectivo tuvo que correr —relató, mi cara enrojeció de pena— ¿Sabes que casi muere arrollada por un auto? ¿Sabes que se rompió la nariz en la carrera? —El señor Depp no respondió, había fijado de nuevo su vista en mí.

— ¿Por qué no me llamaste? —me preguntó. Quería encogerme, hacerme pequeñita, pequeñita, lo suficiente como para que su mirada no me perturbara.

Pero era difícil.

—No quería molestarlo —acerté a responder.

—Aun así, Johnny —interrumpió Robert— deberías haberla dejado asegurada contra todo. —El señor Depp se quedó de nuevo en silencio. Un silencio que se prolongó por largos e incómodos segundos. Robert, veía desafiante al señor Depp. Y él pelinegro, veía fijamente a la pared detrás de nosotros. Bajé la vista, apenada. La felicidad que había experimentado aquella tarde, se había marchado en un nubarrón de humo denso y oscuro. Muy oscuro.

— ¿Cuánto te debo? —dijo al fin el señor Depp. Robert se encogió de hombros, y al hacerlo me percaté de qué había estado aplicando demasiada fuerza en mí agarre hacía Robert.

—Ayudar a una persona no tiene precio, y menos sí es una amiga —fue su respuesta. Una fugaz sorpresa cruzó por los ojos sin gafas del señor Depp. Robert se giró después a mí, y me sonrió amablemente— Me tengo que ir, pero sí quieres puedo pasarme por la tarde. —propuso. No pude evitar dirigirle una mirada rápida al señor Depp. Me sentí como sí le estuviera pidiendo permiso, así que volví pronto mí mirada a la de Robert, e intenté sonreírle. Cosa imposible, literalmente.

—Gracias, pero… —dudé en decir la verdad, pero de cualquier forma se enterarían— Pero tengo planeado volver hoy a Londres…—La sonrisa amable de Robert, se tornó en una mueca, y luego entreabriendo los labios, soltó un suave suspiro.

—Entonces, ¿te estás despidiendo?

—Supongo —contesté, encogiéndome de hombros. Giré de nuevo mí cabeza hacía donde debería estar el señor Depp; pero ya no estaba. Fruncí el ceño.

—No tengo ganas de despedirme en estos momentos —musitó, sonriendo— Porque algo me dice que no es un momento de adiós.

— ¿Un momento de adiós? —pregunté, arqueando una ceja. Él asintió.

—Sí, ya sabes… —Se encogió de hombros— Cuando alguien te dice que se va, y sabes que aunque le digas adiós, jamás se irá.

— ¿Y sí me voy?

—Entonces le dices a Johnny que me marque,  y que me diga en qué aeropuerto preparas tú salida ¿De acuerdo? —Asentí— Bien, creo que ahora sí me voy o me despedirán —sonrió divertido, viendo su reloj.

—Hasta luego, Robert —me despedí. Él me guiñó un ojo y acto seguido salió corriendo del viejo departamento. Suspiré pesadamente al verme sola.

Ahora, a enfrentarse a otro problema.

Giré mí cuerpo lentamente hacía el resto del viejo departamento, vi a todos lados, sabía que sólo había otra habitación además de la cocina-sala-comedor… En la que dormía. Moví mis pies hacía mí habitación, sintiendo que el corazón latía con más fuerza que otras veces, mi cara roja, la odiaba, siempre me delataba.

El señor Depp me esperaba, sentado sobre el desvencijado colchón suave. Cruzado de brazos, y viendo fijamente hacía la puerta. No me había dado cuenta de qué se había afeitado por completo la barba. Me desconcerté un poco, porque estaba acostumbrada a verlo con ella. Su mano derecha, estaba sobre la maleta que había hecho en la mañana.

—Dime la verdad —comenzó, en voz baja, pausada y lenta— ¿Te fallé tan irremediablemente qué decides irte como única alternativa? —su mirada chocó con la mía. Sería difícil adivinar como se sentía, o como estaba en aquellos momentos. Era su rostro de siempre, sus ojos brillosos, pero sin su sonrisa. Bueno, verlo sin sonreír no era mucha novedad.

Pero algo me decía que el ambiente era de dolor, angustia.

Negatividad.

—No, señor —tardé en responder— usted no me falló, creo que, al contrario, yo le fallé. —Murmuré, bajando la vista— Me apena el que usted apueste siempre por mí, qué diga que soy buena, cuando obviamente, no lo soy.

—Lo eres…—replicó, su voz era suave.

—Sólo usted lo cree porque es muy amable —dije, un poco más alterada— Señor, le agradezco su ayuda, de verdad. Pero… —me encogí de hombros— así como nacen grandes estrellas destinadas a algo inimaginable… Nacen personas que deben limpiarles a ellas. —Alcé la vista, sintiendo como mis propias palabras me dañaban— así es esto, señor. Recuerde, que yo soy la que limpiaba la casa de su hermana allá en Londres.

No me respondió; se quedó viéndome fijamente, quizás asimilando mis palabras. Reflexionando, probablemente, decepcionándose más de mí. ¿Qué diría yo en su lugar? Fácil; me equivoqué. No es tan valiente, como creía. No es tan grande, ni amable, ni tan talentosa.

No es nadie.

—Bien —dijo, después del silencio. Carraspeó, descruzando sus brazos y colocando sus manos sobre sus rodillas— Bien. Te mandaré de nuevo a Londres. —accedió. No sonreí. No había los motivos suficientes como para que aquello me sacase una sonrisa. Se levantó pesadamente y tomó la maleta con una mano— Iremos al aeropuerto, pero primero debo hacer una parada. ¿Está bien? —asentí. Comenzó a caminar hacía la puerta, donde yo estaba. Cuando pasó junto a mí, nos quedamos viendo unos segundos. No sonrió, ni yo tampoco. Después, con lento caminar salió a la sala y lo seguí en silencio.

El aire de derrota se podía sentir hasta en el baño.

El señor Depp abrió la puerta, y comenzó a bajar por las escaleras de metal. Antes de irme, vi por última vez el viejo departamento que me había dado asilo. Sonreí, no había sido del todo malo aquél techo durante mí estadía.

Mientras él colocaba la maleta en el maletero de su coche, yo me abría la puerta solita y me subía. Al volante, estaba un señor de cabellos blancos, parecía de edad avanzada, pero se veía fuerte y vigoroso. El señor Depp se subió en el asiento trasero junto al mío.

—Albert —musitó— primero al estudio, y después al aeropuerto internacional. Por favor. —el conductor, asintió con levedad y al instante arrancó el coche.

Silencio total. Me molestaba tanto el silencio, y sobre todo cuando era con algún conocido. Me hubiera gustado preguntarle cómo le había ido en su viaje, sí se había divertido, si había aprendido algo nuevo. Pero al girar mí rostro para hacer el intento, podía ver como sus ojos veían al frente, impasible, duro, frío. Una manta de indiferencia total cubría su rostro. Hice una mueca, me daba cierta melancolía y una profunda decepción de mí misma al ver lo que causaba en la persona que tanto había hecho por mí.

Agradecí que los estudios a los que tenía que ir, estaban a veinticinco minutos.

No hubiera aguantado más de treinta.

Albert entró al estacionamiento del estudio, y aparcó en el primer lugar libre que encontró cerca del edificio. El señor Depp abrió la puerta.

—No tardo —dijo, pero no se giró a verme. Asentí, a la vez que cerraba la puerta. Vi como desaparecía en el interior del edificio, y un suspiro pesado escapó de mí boca sin poder detenerlo. Me sentía demasiado mal al verlo así de molesto.

— Albert, mucho gusto —murmuró de pronto el conductor. Me giré a verlo, e intenté sonreír.

—Mucho gusto, señor. Soy Scarlett —respondí, amable. Él rió, y fruncí el ceño descondertada de su risa.

—No me diga señor, señorita. Soy Albert.

—Bien, Albert —remarqué un poquito su nombre, y vi por el espejo delantero su reflejo que me sonreía.

— ¿Es nuevo en el empleo? —pregunté, para deshacerme del tenso ambiente. Albert volvió a reír con la voz grave y varonil que no se oía en muchos hombres.

—Johnny Depp ha sido mí jefe desde que debutó... Sólo que yo andaba de vacaciones —explicó. Su reflejo me seguía sonriendo por el vidrio retrovisor. Era tan amable.

—Oh... —exclamé, ya sin saber que decir. Mis pensamientos comenzaban a distraerme poco a poco de la realidad que tenía alrededor. Volvía a Londres. A casa. Donde estaban Rosie, mis hermanitos, de los cuales no había tenido una sola noticia desde que había llegado a los Angeles, y Danny... Mí mejor e incondicional amigo.

Londres era mí hogar, ahí estaba todo lo bueno. ¿Y qué si me mandaban notas anonimas? Para eso estaba la policia, ¿no? Quizás no debí haberme ido de mí casa, quizás el acosador lo habría notado y hubiera alimentado más la diversión que le causaba el asustarme. Aunque lo de Noah no había sido sólo acoso, sino que también fue un intento de homicidio contra mí. Negué ligeramente con la cabeza, para espantar los pensamientos negativos. Era lo último que necesitaba. ¿Por qué no pensar que el acosador al ver que me había ido desistió de su propósito contra mí?

Suspiré, sintiéndome un poco mejor ante ésta idea. Volví la vista por la ventana y vi la pared gris del edificio. Comenzaba a sentirme un poco asfixiada en el ultralujoso coche. No hacía calor, pero el ambiente, la tensión que ya cargaba además de la desesperante espera me ponían demasiado nerviosa.

Se escucha un timbre y Albert contesta su celular. Me concentro más en la ventana, y aunque quise ignorar la conversación del hombre, capté algunas palabras sueltas.

—... Te lo llevaré de inmediato, Johnny ¿Son las tres primeras? —desvié mí vista y vi que buscaba en medio del coche algo de papeleo, sujetando el celular con su hombro— Sólo que tardaré en subir, tengo que terminar de llenar los formularios que me diste ¿Recuerdas? No los he comenzado —hablaba apurado, revolviendo más y más papeleo— pero en cuanto termine te lo subo, ¿va? —Albert colgó su celular, y resopló apurado revolviendo carpetas.

—Señor —dije, sin pensar— Si quiere yo puedo ayudarlo en algo... 

—Muy amable —murmuró, esbozando una sonrisa de lado. Detuvo su papeleo y me miró por el retrovisor— Pero es mí trabajo, no pienso incomodarla.

— ¡No es molestia! —exclamé, y es que me estaba sofocando en el coche— Si quiere, puedo llevarle los papeles al señor Depp mientras usted termina sus obligaciones. —propuse. Él dudó unos segundos en acceder, pero supuse que se convenció cuando vio el altero de hojas de que debía llenar. Tomó un folder azul y me lo extendió.

—Piso dieciséis, puerta número cuatro —Indicó. Tomé la carpeta asintiendo efusivamente, y después de que Albert quitase los seguros a la puerta, me bajé. Acomodé mí blusa, y colocando un mechón de cabello tras de mí oreja, caminé pesadamente hacía el edificio gris.

Entré en él intentando parecer segura, aunque no lo estuviese. Había bastantes personas caminando de un lado a otro, intentaba no reirme pues algunos llevaban el vestuario de su película. Quizá habían salido a desayunar y no tenían tiempo de cambiarse. Negué con la cabeza, y abriendome paso, ubiqué el elevador. Entré y ordené el ir al piso dieciséis.

Cuando el elevador se abrió, me abrí paso y busqué con la mirada la puerta. La encontré casi al instante, y nerviosamente, toqué a la puerta. Ésta se abrió de inmediato, y no fue nada más que Johnny Depp quién me abrió. Frunció ligeramente el ceño al verme.

—Le mandan esto —dije, elevando la carpeta a él. Vio el folder, y lo tomó. Se veía desconcertado. Después de unos segundos, carraspeo.

—Gracias —dijo. Le Sonreí de lado.

—No es nada.

—Bajaré en unos momentos más —asentí, y después él cerró lentamente la puerta. Suspiré y miré alrededor. No quería vida volver tan pronto al auto. Así que decidí pasear por el largo pasillo que aún había frente a mí.

Había muchas puertas numeradas una con cada numero y letra distinto. Mi mirada paseaba curiosamente hasta que se detuvo en la ultima puerta del pasillo. Rezaba así:

Set no. 18:

«Los juegos del hambre - En llamas»

Sonreí emocionada. Los juegos del hambre era una de mis trilogías favoritas. Además de que había adorado la película. Releí el letrero y una curiosidad inhumana se apoderó de mí. Quería saber lo que se ocultaba detrás, además ¿Si me iba de Estados unidos que más daba si entraba o no? Quizás nunca más se me presentaría una oportunidad así de conocer el lugar donde se filma mí película favorita.

Empujé la puerta con mí mano, y me adentré en el set de En Llamas. Mis ojos se pasearon por todo el lugar aún más curiosos; cámaras enormes, pantallas verdes, vestuarios en un rincón, paredes falsas y utilería como rocas, armas... Y a unos metros de mí, el arco de Katniss con dos flechas. Sabía que era su arco, porque debajo de él estaba su atuendo. Me acerqué apurada y me incline a tomarlo. Vi por detrás de mí hombro esperando estar sola aún; no había nadie. Perfecto. Tomé el arco que pesaba más de lo que se veía, y lo eleve a mi altura. Era en verdad precioso. Sonriendo, me volví a inclinar y tomé el carcaj con flechas, sacando una, para después echarmelo al hombro.

Mordí mí labio, volviendo la vista del nuevo al set. Caminé hacía la roca de utilería, con paso firme, e imaginando la escena donde el hospital es bombardeado, como en el libro, intenté ver una nave destrozada detrás de la roca. Tomé el arco con firmeza, al llegar a la roca puse un pie sobre ella, y viendo a la cámara más próxima, como sí en realidad estuviese filmando un propo. Miré a la cámara con rabia, pues de sólo recordar como aquél hospital estaba lleno de enfermos y niños, y ancianos, el enojo se volvía insoportable.

— ¡El fuego se propaga! —grité, con rabia. Y apuntando mí dedo a la cámara, dediqué mí mirada cargada de furia— ¡Y sí nosotros ardemos, tú arderas con nosotros! —terminé, y levanté el arco con un sólo brazo, cosa que me pesó. Duré en esa pose unos segundos, cuando unas voces comenzaron a hablar en voz alta.

—Excelente, excelente, excelente —decía una de ellas. Me giré y al hacerlo vi que lo que antes había sido un espejo oscuro, ahora era una cámara aislada del set donde Johnny Depp y un señor con cabello a canas me sonreía y miraba fijamente. Desconcertada, me bajé rápido de la roca y puse el arco y las flechas en el piso, esperando, un regaño por todo. Entrar sin permiso, y jugar como loca en un set de filmación profesional. Ambos salieron de la cámara y se me acercaron.

— ¿Scarlett, no? —dijo el hombre a canas. Asentí, apenada, y vi de reojo al señor Depp que me veía con su seriedad acostumbrada.

—Así es.

—Un gusto, soy Gary Ross —extendió su mano a mí, y yo la estreché levemente.— Soy el director de la trilogía de los juegos del hambre —explicó. Intenté sonreír, quitándome de encima los nervios. 

—A Gary —comenzó el señor Depp— le ha gustado como interpretas a Katniss  —los vi a ambos, entonces, aliviada, sonreí con sinceridad.

—Muchas gracias. —dije, apenandóme de nuevo. 

—Verás, Scarlett... Nuestra actriz principal, que interpretaba a Katniss nos dejó en plenas filmaciones para En llamas. Íbamos a cancelar la producción de las últimas tres películas, pero... —sonrió, y me miró fijamente— Me dice Johnny qué eres actriz. Y veo que te gustaron los libros... El caso es... ¿Te gustaría ser Katniss Everdeen para las restantes películas? —preguntó, no pudiendo ocultar una sonrisa— Sé que es muy apresurado, pero sí aceptaras... ¡Serías un éxito! Asegurado —añadió. 

Miré a Gary, luego a Johnny.

Entonces mí vista se oscureció y caí desmayada al piso.

N/A:

Hola! n.n

Aquí les dejo éste capítulo, algo largo, espero les guste.

Espero estén bien.

Y, bueno, agrego ésta nota al pie para hacer una pequeña encuesta.

Quiero saber... ¿Qué hay más aquí?

¿DEPPras o Ducklings? 

¿A cual pertenecen ustedes? (Creo que soy más Duckling.)

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