Capítulo treinta y seis: Planes.
Después de leer la nota, el mundo se vino a mis pies. Todo se volvió borroso; pero no me desmayé. No podía darme el lujo de perder la cordura en aquellos momentos. Durante unos segundos no sentí nada más que frío sudor correr por mi frente, y la voz de Robert no llegaba hasta mis oídos. Sólo un pensamiento ocupaba mi mente. Pero me recuperé y lo primero que hice fue salir corriendo del salón. Robert venía tras de mí pero no podía reaccionar, las palabras se habían esfumado con la poca seguridad que había sentido aquellos días.
Un taxi pasó y alcé mi mano para irme en él, pero Robert tomó mi brazo y lo bajó. Me tomó por los hombros y me obligó a verlo.
— ¡¿Qué demonios ocurre, Scar?! —Preguntó exaltado.
—Tengo....Ir....Hotel... —musité incoherentemente. No podía coordinar mis palabras sólo sabía que tenía que ir al hotel cuanto antes.
—Yo te llevo, pero dime que ocurre.
—Hotel... tengo...
—Bien, vámonos —me soltó y con la cabeza me hizo una seña para seguirlo. Lo seguí por la calle hasta un auto que no era el suyo (alquilado, supongo) Y me subí al lado del copiloto. Robert encendió el auto y yo lo vi, desesperada.
—Rápido —susurré agarrando mis manos para contener el temblor. Robert asintió y condujo al hotel tan rápido que de pronto me sentí mal por haberle pedido tal favor. No me gustaba arriesgarlo pasando las luces rojas, y los altos. Sin embargo no podía hablar y me urgía más llegar al hotel.
Cuando llegamos salí corriendo sin preocuparme por cerrar la puerta. Aún había gente esperándome pero no pude quedarme. Robert junto a mí subió en el ascensor, yo me estrujaba las manos mientras él acariciaba mi rostro con sus dedos.
—Todo estará bien, yo estoy aquí —Intentó calmarme. Pero Robert, al igual que yo, era sólo un humano, un mortal que podía morir. Y en esos momentos necesitaba algo indestructible, algo inmortal en lo que aferrarme.
El ascensor se abrió y bajé mi velocidad. Caminé hasta la habitación de April y la abrí sin tocar: No estaba. Mordí mi boca y caminé a la de mis hermanos: No estaban. Entré en ella por completo.
— ¡¡Richie!! —Vocifere con mis manos—. ¡¡Peter!! —comencé a voltear las cobijas, las sabanas, el closet, el baño pero estaba completamente vacío el lugar. Me senté en la cama sintiendo el impulso de llorar y arrastrarme por el lugar. Pero no lo hice, no pude, algo me paralizó. En cambio vi a Robert en la puerta.
— ¿No me dirás que ocurre? —Susurró. Yo no podía hablar, no podía coordinar, pero asentí y tomé la nota y se la extendí a Robert, para que leyera lo mismo que yo:
"Scarlett, ya te divertiste bastante. Es mi turno de jugar en serio, así que lee con atención.
Lamento arruinarte tú ida a Bangcock, pero tienes que venir a casa hacer un intercambio. Digamos que tengo a un niño llamado Richard, y a un adolescente de nombre Peter, a los que, si nadie viene a reclamarlos en menos de dos días les rebanaré el cuello.
Ve a la policía y se los rebano apenas salgas de la comisaría. Recuerda que te siguen.
Cuando llegues al aeropuerto estará alguien que te traerá a negociar, le reconocerás es un conocido.
Es tú vida por la de ellos, Scar amiga mía.
Con mucho cariño,
Sr. E".
Mientras Robert leía yo caminé hasta mi habitación. La abrí, con manos temblorosas y al encender la luz lancé un grito al ver a alguien en mi cama. Me acerqué temerosa, pero suspiré al ver que era Johnny. Rodé los ojos y sin hablarle me puse a hacer la maleta.
Robert entró y al entrar le vi los ojos muy abiertos.
—No puedes ir.
—No tengo alternativa —repliqué más repuesta. Cerré la maleta con apenas ropa y me puse en plan de irme. Johnny se levantó de la cama.
— ¿A dónde vas? —preguntó.
—No te interesa —respondió Robert por mí. Sentí su mirada preocupada, pero lo ignoré e intenté abrirme paso.
—Apártate. Son mis hermanos. Y la pobre de April fue de por medio.
—No puedes irte, no sola... —Robert me tomó de los hombros—. Hay que idear algo.
— ¿Qué? Sin trucos, ahí dice claramente...
—Bueno, aquí dice que te llevará alguien que conozcas... —Robert fijó la mirada en Johnny—. Creo que deberíamos hablar en privado.
—Nada es privado para mí —repuso Johnny apenas arrastrando las palabras. Parecía que los efectos de licor casi habían desaparecido—. Además desde aquí puedo leer el papel que llevas en la mano, Robert.
Robert lo ocultó, pero yo no tenía tiempo de aquello.
—Mira Scar, mejor que yo tome un vuelo primero antes que tú —sugirió Johnny—. Te estaré esperando de incógnita y... Podré saber a dónde te llevan.
— ¿Por qué irías tú solo? —cuestionó Robert. Johnny rodó los ojos.
—Entonces yo viajo con la bella dama.
—Estás dement...
— ¡No! —Interrumpí a Robert—. Es una buena idea. Adelántense ustedes, y yo los sigo en el vuelto siguiente. Podrán seguir el automóvil... Y espero poder salir de esto.
Johnny y Robert me vieron. Y de pronto en mi memoria renació el cariño que les profesaba a ambos, distinto y parecido a la vez. Me sonrieron.
—Nos vamos —apuró Robert. Se acercó y me dejó un beso en la frente—. No les pasará nada, lo prometo.
—Y yo —Johnny dio un paso, inseguro, pero yo asentí y me dio un beso en la mejilla—. Todo se arreglará.
—Gracias a ambos —susurré agradecida. Ellos salieron de mi cuarto de hotel. Me acerqué a la ventana buscando a alguien que me persiguiera, pero nadie. Sentía que me desvanecería, pero fuerte, vi como ambos abandonaban el hotel. Llamé al aeropuerto y me informaron que el próximo vuelo saldría a las dos de la mañana. Colgué tomé mi maleta y después de una hora en tensión, salí hasta el aeropuerto.
Mi celular sonó justo cuando aguardaba mi turno para subir.
— ¿Hola? —Dije al número desconocido.
—Número de vuelo, el señor E se lo exije —dijo la voz ronca al otro lado de la bocina. Mordí mi boca.
—Siete cuatro siete —susurré.
— ¿Viene sola?
—Sí.
—Perfecto. Espere instrucciones —Y colgó.
Guardé el celular en mis vaqueros y abordé el avión. Mis manos seguían temblando, pero tenía fe en que todo saldría bien.
No esperaba que saliera viva. Pareciera que han querido matarme desde que tenía doce años. ¿Por qué habría de temer ahora?
"ne
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