Capítulo treinta: Fiesta deprimente.
La respiración se me entrecortaba. Podía sentir las luces por encima de los parpados. Me relajé todo lo que pude y conseguí con éxito adentrarme en lo que debía.
Abrí los ojos, y frente a mí estaba Gale Hawthorne. Me miraba con una mirada fría, ojos inexpresivos, una mezcla entre lástima e impotencia.
—Katniss, el distrito doce ya no existe.
La sorpresa se reflejó en mi rostro, el golpe tan duro debía verse en mis facciones. No respondí.
— ¡Corte!
Suspiré levemente; el set de grabación se quedó en silencio durante algunos segundos. Gary se levantó de la silla que ostentaba para las grabaciones y se colocó en medio de todos.
Sonrió.
—Felicidades. Hemos terminado de filmar —Un aplauso unánime envolvió las palabras de Gary—. Pueden irse a casa. Descansen todo lo que puedan, no vean televisión: Las críticas pueden desanimarlos y deprimirlos. Nos vemos en la premiere en New York, no lleguen tarde.
Los aplausos se volvieron a escuchar y yo me uní a ellos. Ya me había levantado de la camilla del falso hospital. Después de los aplausos las personas comenzaron a dispersarse, abrazarse e inclusive, a seguir planificando la fiesta para honrar la finalización de la película.
Yo no iba a ir, por supuesto. No era muy afín a las fiestas.
—Claro que irás —la voz distorsionada de Robert sonaba molesta—. ¿Sabes lo que hay en esas fiestas?
— ¿Comida? —dije, acomodando un mechón de cabello tras de mi oreja. Iba camino a casa en el taxi, y la llamada de Robert me había atrapado por sorpresa. Desde que nos habíamos visto en el Hard Rock Café, eran más frecuentes sus llamadas. Y no me molestaba.
—Más que eso. Vamos, tienes que ir. Debes de ganarte amistades, Hollywood es un mundo que se mueve por fiestas y contactos.
—Yo no quiero ser de esas personas —murmuré, acongojada. Pude ver la desesperación de Robert a través del auricular.
Por fin, suspiró.
—Vamos, Scar... —insistió. Fruncí el ceño, pensé que se había dado por vencido—. Te acompaño si quieres.
—No...—suspiré—, no sé... No sé, Robert.
—Lo tomaré como un sí. Paso por ti a las siete treinta
—No, ¡Robert Downey Junior no he dicho que sí...!
Pero colgó.
Bufé, ¿Cuándo había ido yo a una fiesta? A muchas, sí, pero a servir el vino y limpiar los residuos. Era muy diferente a ir de manera de invitada. Hice una mueca, y pasee la mirada por el taxi. Conocía a Robert, así que, de alguna u otra manera me obligaría a asistir.
No, no, no...
Cuando entré al departamento, me sorprendí un poco al verlo tan solitario. Pero mis hermanos seguían en el colegio, había salido temprano ese día.
Me senté en el sofá, y miré el techo. Quería ducharme, pero antes debía decidir si iba a ir o no. Aunque, eso ya estaba más que decidido.
Saqué el móvil, y mandé un mensaje de texto a April; si quería lucir bien, o presentable, quería la asesoría de una chica como ella. April se mantenía a la vanguardia de la moda, de maquillaje, y todas esas cosas femeninas para las que jamás tuve tiempo. Guardé el móvil, y caminé a mi habitación. Antes de que terminara de sacarme toda la ropa, mi celular vibró.
Era April, que decía:
"Estaré ahí en menos de una hora"
Sonreí. April era muy servicial, amable y paciente. No sólo era la chica que me ayudaba en vestuario en el set, o me ayudaba con la agenda. Había intercambiado algunas palabras, y era en verdad, muy amable. Ya no era conocida, pero algo faltaba para que entrara al término "amiga"
Después de una refrescante y relajante ducha, entré en mi habitación, alborotando mi melena con la toalla. Me puse ropa deportiva, ya que sabía que me desvestiría de nuevo. Y justo a este pensamiento, sonó el timbre.
— ¡Abran! —grité, apurándome a cambiar.
Tomé el sostén, las bragas, y la blusa. Ya tenía experiencia en éste ámbito de cambiarme contra reloj, gracias a las filmaciones.
April entró cuando terminaba de calzarme un zapato. Sonreía y traía una maleta en su costado, fruncí ligeramente el ceño al verla, pero luego sonreí.
—Hola, April. Lamento molestarte en tu tiempo libre, pero de verdad lo necesito —comencé, ella puso su maleta en la cama, y me miró, ladeando su sonrisa.
—No te preocupes —agradecía que me hablara de tú—. Es un placer, además siempre me divierte esto de la moda —me mira de pies a cabeza, y hace una mueca pensativa. Me siento rara pero no lo demuestro.
— ¿Puedo ver tú armario? —asiento, y dejo que pase a él.
La puerta se abre con un chirrido y yo miro el reloj: Cuatro treinta. Esperaba estar lista en dos horas y media, pero conocía a April, y si que hacía milagros.
De pronto se gira con un vestido extendido en sus brazos.
—Es hermoso para la ocasión —me dice.
Me acercó y tomo la prenda de color azul. No era cielo, ni marino, era un azul lindo, entre oscuro y claro. El color perfecto.
—Combina con tus ojos, y... —sacó unos tacones, para mi desdicha—. Con estos, te verás increíble —aseguró.
Sonreí, agradecida.
—Ahora sólo falta el peinado, así que siéntate —señaló la silla que estaba frente al tocador. Asentí, y tomé asiento algo torpe, y nerviosa—. ¿Suelto o recogido?
—Recogido —respondí; hacía calor y odiaba cuando sudaba gracias al cabello.
—Bien.
El resto de la tarde se pasó en pláticas y alguno que otro dato curioso de ambas. Ella me contó que su padre era irlandés, y su madre estadounidense, y que fue concebida en un Pub el día de san Patricio. Sonreí, al oír que ambos seguían vivos y apoyándola.
Que no daría yo por tener a los míos junto a mí.
Cuando terminó de peinarme, me metí en el vestido. Discutí que primero debí haberme vestido, y ella me dio la razón, pero igual, no me despeiné, y sonreí sintiéndome con mucha suerte.
Pero hice una mueca al ver lo tacones.
—Vamos, son increíbles —dijo April.
—No lo niego, son lindos. Pero mis pies no se han acostumbrado, son dolorosos.
—Pamplinas —rió April. Se acercó a mí con los tacos, y los colocó frente a mí. Mordí mi labio, y suspirando, terminé entrando en esos pequeños destruye pies.
Me puse de pie, y me vi fijamente en el espejo.
— ¡Wow! —Exclamó April—. Seguro te consigues a un tipo bueno.
Nos reímos, y después salimos a la sala, que a diferencia de mi habitación, estaba fría y habitable. Al llegar, nos topamos con Peter que salía de la cocina con un vaso de jugo en su mano. Nos miró pero no dijo nada. Y yo no le hablé.
No hasta que vi un lirio blanco en la barra, y una nota atada con un cordón negro.
No
—Peter...
— ¿Hmmm?
— ¿Quién dejó ésta flor? —pregunté, señalando la barra.
Él se encogió de hombros.
—Pensé que la habías traído tú.
Y se fue.
Mi pulso se disparó, y sentí un amargo sabor en la boca. Intenté humedecerme los labios, pero fue inútil, así qué mejor desenredé la nota del cordón negro. Tragué en seco, no quería leer más, no quería saber nada más de nadie. Pero no tenía otra opción.
"Tú admirador número uno te recuerda que le gusta el anonimato.
Sí dices algo de mí, adelantaré tú final y el de tus hermanos para ese mismo instante.
Te quiere,
Un amigo"
— ¿Qué pasa? —La voz de April me trajo a la realidad. Sonreí.
—Nada.
— ¿Cómo qué "nada"? Mírate te has vuelto blanca como el papel —dio un paso hacia mí, viendo la nota—. ¿Ha sucedido algo malo? —La preocupación se refleja en sus ojos, y por un instante cruza el fugaz pensamiento de contarle. Pero me abstengo.
La nota era muy clara.
—Sólo un amigo —musito, y le di las gracias al cielo al timbre que acababa de sonar.
—Yo abro —se ofreció April. Asentí, y dejé que fuera. De reojo pude sentir su mirada inquisidora, sabía que no la había engañado, pero apreciaba mucho la vida como para contarle de buenas a primeras.
La puerta se abrió, y una voz alegre inundó el lugar; Era Robert. Caminé al recibidor, sintiendo ya molestias en los pies. Antes de llegar, me detuve frente a April que hablaba con Robert.
—Creo que me equivoqué de casa, disculpe —dijo Robert.
—No, no, aquí es...
—Sí, no lo creo.
— ¿Por qué no? —April puso sus manos en la cintura.
—Una vez me pasó lo mismo, y terminé esposado. Así que mejor me voy —Y cerró la puerta tras de sí. Fruncí el ceño, y April se giró a verme.
—No quiso...
—Sí, si vi —respondí. Caminé a la entrada con la intención de alcanzarlo, pero antes de abrir la puerta, mi celular sonó. Era Robert.
—Hola, Robert.
—Scar, hola. ¿Me puedes repetir el número de tu apartamento? Hay muchos y me confundo.
—Sí claro, es el veinticinco, cuarenta, tres —dije, cruzándome de brazos. No habló unos segundos, y sonreí adivinando que estaría confundido.
— ¿Segura?
Rodé los ojos, divertida, y en vez de responderle, abrí la puerta; Como lo sospeché él, estaba ahí. Nos miramos fijamente, y la expresión de sorpresa en su rostro fue indiscutiblemente graciosa. Colgué.
—Segura.
Colgó y guardó su celular en la bolsa de su saco. Me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Nos miramos algunos segundos; Se veía tan guapo. Jamás lo había visto así; todo el traje era color negro, incluida la corbata.
Se veía mucho mejor que hace días, y no hablaba del aspecto físico sino que, en verdad, reflejaba una paz interior.
—Muy bien, Scarlett. El hecho de que te veas magnífica no es una razón para que lleguemos tarde —carraspeó, y me dedicó una sonrisa de lado.
—Pues vámonos —Cuando él me tendió su brazo, lo tomé, halagada. Vi a April.
— ¿Tienes algo que hacer?
—Nada, más que ir a mi casa y deprimirme porque no voy a fiestas como tú —respondió. Mordí mi labio, haciendo telarañas mentales de ideas en mi cabeza.
—Entonces, ¿Te molestaría cuidar a mis hermanos? —La pregunta afloró de mi boca, su rostro se tornó de incredulidad—. Es decir, sí quieres, para que no te deprimas. No es obligatorio.
—Bueno, parece que no llegaré a tiempo para ver la nueva temporada de Doctor Who a casa, así que me quedaré a verla aquí.
—Gracias —agradecí, ella me despidió con la mano y salí con Robert del departamento.
No era el momento para dejar a mis hermanos solos, no más.
El humo era denso en el bar. Con extraña fascinación había descubierto que la mayoría de mis compañeros eran amantes de la nicotina y el tabaco. La mayoría de ellos se encontraban distribuidos en las mesas del antro, otros tantos en la pista de baile, y Robert me llevó para mi confort a la barra, que estaba solitaria a excepción de algunas personas del staff.
Robert se había alejado un momento para saludar a sus conocidos, así que yo observaba el lugar, y me dejaba llevar por la música electrónica que resonaba. Pero en lo personal, no me gustaba tanto.
—Dos Whisky's a las rocas, por favor —Robert volvió, y se sentó junto a mí.
— ¿Dos? Es mucho para ti —señalé, y me arrepentí, sonaba como una madre.
Pero él me sonrió.
—Uno es para ti —aclaró, yo negué furtivamente.
—No bebo.
—Siempre hay una primera vez.
La sonrisita tonta me asaltó sin poder yo evitarlo.
—Pero no es tú primera vez, ¿Cierto?
—No, pero podemos fingir que no escuchaste ese no, y hacer como que es mi primer trago en la vida —dijo, y tomó el vaso que el tipo puso ante nosotros—. Vamos, no seas niña.
Tomé el vaso y olfatee el licor; el olor era de alcohol crudo. Hice una mueca, no estaba segura de beber, pero Robert me miraba con una sonrisa de lado.
—No soy niña —aseguré, tomé el vaso y lo bebí hasta la mitad, sintiendo un ardor inusual en la garganta, y el olor del alcohol inundó tan densamente mis fosas nasales, que por poco me ahogaba con él. Tosí un poco.
—Scar, tranquila —me dijo Robert, dejando de lado su vaso—. ¿Comiste bien?
Lo vi, ligeramente mareada, muy ligeramente.
—No.
—Uhm —dio otro trago al vaso.
— ¿Uhm?
—No, nada —me sonrió y alzó su vaso—. Un brindis, por tu primera experiencia alcohólica.
Alcé el vaso, y pasé mi lengua por mis labios; el sabor no estaba del todo mal.
— ¡Salud!
—Salud —murmuré, y tomé hasta dejar sólo el hielo del Whisky. Robert me imitó, y me sentí muy feliz, como si mis problemas se hubieran esfumado. Sólo quería sonreír.
— ¿Te gustó? —Preguntó Robert.
—Sí, tiene un sabor peculiar.
—Entonces otros dos —el mesero atendió de inmediato a la orden de él. Mordí mi labio, viendo cómo se llevaba los vasos. Jamás había querido tanto tener un vaso entre mi mano como en ese instante. Pero me contuve.
— ¿Ya no le hablas a Depp? —su pregunta me tomó desprevenida, y el color rojo se apoderó de mi rostro.
—Eh..., no. Ya no.
— ¿Por qué?
—No... Es por la distancia, él se va a trabajar y yo también y eso fue todo.
El camarero puso ante nosotros la segunda ronda de Whisky. Yo tomé el mío y sin esperar el brindis, me empiné el vaso, con un poco más de calma conociendo ya lo fuerte que era. Robert no bebió, sino que me miró fijamente.
— ¿Estás bien?
—Si —respondí secamente. No fue mi intención y al percatarme de mi respuesta, mis mejillas se colorearon intensamente de rojo, apenada—. Perdón, sí, estoy bien, pero estoy desahogando todo el estrés que cargué estos meses —le sonreí, y me tomé el atrevimiento de poner mi mano sobre la que tenía él en la mesa.
Me sonrió.
—Bueno, supongo entonces que... ¡Salud! —elevó su vaso y lo llevo a sus labios de coral.
—Salud —susurré, y con gusto volví a beber del líquido ambarino.
La propiedad y el refinamiento lo fui perdiendo conforme los vasos de Whisky fueron aumentando, alguna que otra vez fueron de vodka, pero muy pocos. Terminé sintiéndome mareada, demasiado feliz para mi gusto, y había perdidos la timidez. Robert, que había bebido lo mismo que yo, seguía casi intacto. Sólo sonreía mientras me escuchaba.
—...Y así aprendí a limpiar vino de la ropa —completé el relato.
—Eres más útil que la mayoría de las personas —dijo, y por alguna extraña razón aquello me causo risa. Lancé una carcajada.
—Tienes razón, tienes razón.
—Son las once, y ya estás ebria —me dijo, sonriendo. Fruncí el ceño.
—Claro que no.
—Sí, obvio que si —insistió. Me enojé, o más bien sentí como si me hubieran golpeado el orgullo.
—Te equivocas ¡Mírame! —y me puse de pie, pero al instante me tambalee tomándome de la silla. Gracias a que la música estaba fuerte, nadie se fijó en esto. Robert me tomó por la cintura.
—Lo mejor será llevarte a casa.
—Está... bien —arrastraba las palabras, y el sueño comenzaba a apoderarse de mi cuerpo. Pero hacía un esfuerzo supremo por quedarme alerta.
Con una sonrisa en los labios, Robert se despidió por ambos. Yo lo seguía casi a arrastras, por lo que fue un verdadero milagro el poder instalarme en su auto. La parte del copiloto me sonrió. Robert entró y sin dejar de sonreír arrancó el coche.
En mi estado, los fluorescentes letreros me parecían divertidos, y coloridos. Parecía que giraban demasiado, y me asustaban. Entonces aparecían en letras grandes las amenazas de él. De quien quiera que sea. Y me siento mal, y no lo puedo evitar. Y algo me dice que si giro mi cabeza para atrás, veré a la muerte que me sonríe tétrica.
Quiero llorar, pero me resisto las ganas.
Él te quiere ver muerta, y lo logrará...
¡No!
—Scar, me siento un poco culpable, siento como si te hubiera pervertido en el mundo del alcohol, y de los vicios —decía, mientras se estacionaba frente al edificio—. Así que, prométeme que no te harás una viciosa, y que dejarás el mal camino. Prométemelo.
Tus hermanos se hundirán contigo en la tumba.
Richie no será bombero.
Y Peter jamás te dirá un te quiero.
Mi propia mente me traicionaba.
Y me rompí. Juro que jamás había sentido todo tan negro como hasta ese entonces, ni cuando de verdad había motivo para sentirse mal. Unos pequeños sollozos escaparon de mí sin poder yo evitarlo.
—Oh, no, no llores —Robert habló, por un segundo me había olvidado de él—. Puedes beber de vez en cuando, pero no siempre. Perdóname —tomó una de mis manos y la besó con ardor. Yo lo miré con las lágrimas corriendo bajo mi rostro, confundida. Porque no sabía ni de lo que estaba hablando.
—No, no —dije, limpiando las lágrimas—. No es eso.
— ¿Entonces?
Muertos, por tú culpa.
—No, nada. Buenas noches, y gracias —me precipité a la despedida, y salí del coche. Tambaleandome, y con todo dándome vueltas. Intenté llegar a la puerta del edificio, pero cuando intentaba quedarme en equilibrio, lo hacía en vano.
—No, te vas a matar —Robert llegó y me abrazó—. Vamos yo te llevo a tu puerta.
No recuerdo si dije que sí, o si no dije nada, pero el caso es que me guío hasta mi puerta. Me sentía próxima a desvanecer. Pero prefería eso al vómito que muchas experimentaban.
Cuando entré a mi departamento, él me guió todavía hasta mi habitación. No opuse resistencia, porque, primero; no podía, y segundo; era Robert.
Me sentó en la cama, y se puso en cuclillas frente a mí. Lo podía ver desde arriba.
— ¿Qué te pasa? Yo sé que no es trabajo, ni estrés.
A la luz de la lámpara, los ojos de Robert titilaban con ternura. Mordí mi boca, no podía decirle. No podía decirle nada.
—No puedo. Lo siento, no puedo —lloriquee.
— ¿No puedes qué? Dime, por favor. No entiendo —las lágrimas me nublaban la vista. Apenas podía verlo.
Adelantaré el final de ti y tus hermanos para ese mismo instante.
—No, no, no, por favor... —Robert se sentó junto a mí y me abrazó fuertemente. No lo quité, no podía, los nervios los sentía destrozados. Mis sollozos se ahogaron en el saco de Robert, y me sentía mal—. Déjame —pedía entre sollozo y sollozo.
—No, Scar, me tienes a mí —susurró—. Yo te tengo ahora, así que cuenta conmigo. Siempre.
Sus palabras dulces no me calmaban más que un poco. La ansiedad me subía por el estómago, el esófago, hasta la boca, donde salía en forma de palabras.
—No quiero que nos maten —dije al fin contra su hombro.
—Nadie los va a matar, tranquila —susurró en mi oído. Su mano acariciaba mi espalda suavemente. Me calmaba un poco más, y la somnolencia volvía.
—Sí —repliqué, casi sin fuerza.
—No, nadie alcanzaría a tocarte, porque estoy yo aquí.
—Hmmm —murmuré, al punto de sentir los parpados tan pesados como si fueran de plomo. Robert me acostó suavemente sobre la cama, y se sentó junto a mí.
— ¿Quieres que me vaya? —preguntó.
No, no quería.
—No.
—Entonces me quedaré en la sala...
Se levantó, pero yo lo tomé por la corbata y tiré débilmente de él.
—No, en la sala no. Aquí, conmigo, por favor.
—Bien, como quieras, Scar —se recostó a mi lado. Y me sentí mejor, un poco mejor. ¿Quién se atrevería a dañarme con alguien junto a mí?
Sonreí levemente, y al hacerlo unos labios se imprimieron en mi frente.
—Buenas noches, pequeña —murmuró Robert. El "pequeña" me reanimó, y casi hizo que me sentara, que abriera los ojos para ver los suyos. Casi hizo que le correspondiera con algo igual.
Pero en cambio, sólo pude musitar un débil:
—Buenas noches, Robert.
Y todo se apagó.
N/A: ¡Hola Ducks y Deppras!
¿Cómo están?
Sólo quería disculparme por la tardanza de la actualización, pero es que no es que no tenga nada escrito, pero tengo problemas para la narración.
Así que si ven ciertos cambios de narrativa (por ejemplo narrar en presente en vez de pasado)
No se destanteen (?
Es todo, bonita noche para todas:)
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