Capítulo quince: El peligro del nuevo mundo.
Sí existía alguien que ha pasado por tantos cambios como los que he pasado yo en pocas horas, me gustaría conocerle. En un momento estaba yo en los camerinos de uno de los teatros más importantes de Inglaterra y el mundo, nerviosa, feliz y con esperanza; Y en un momento angustiada, llorosa en la habitación de una estrella internacional del cine. Aún no sabía si lo podía asimilar, pero es que era mejor no entrar en detalles, o mi delicado sistema nervioso estallaría. Y no me apetece en nada el saber que sucederá sí eso pasa.
Las últimas horas las había pasado en un estado profundo de sonámbulismo. En el aeropuerto tuve que poner de todos mis esfuerzos para no correr por la calle de nuevo a casa; Tenía miedo. Pero el mundo no era de los cobardes. Llevé mi maleta siguiendo al profesor... Digo a Robert a traves de una masa de gente. Era la una y treinta de la madrugada... ¿Las personas no dormían acaso? Como sea, llegamos y puse mi maleta en donde él la ponía; Era la primera vez que viajaba en avión. El lugar más lejos al que había ido era One Stoke Trent y eso sólo para visitar a mi tío, George, el cuál nos visitaba a menudo también.
Después caminamos para abordar el avión. Gracias a Dios tenía mi pasaporte conmigo... Arrive sin ningún problema. Y ahí iba, a Estados Unidos por primera vez, así como por primera vez subía a un avión. Entramos en él que era cálido y de asientos que se veían muy bien. Robert buscó nuestros asientos y no tuvimos que caminar mucho para encontrarlos. Era muy lujoso todo y me tenía sorprendida, aún así no me animaba a hablar. Nos sentamos, yo en la ventana y él enseguida, nos abrochamos el cinturón como lo indicó la azafata, y después de unos segundos en silencio, noté, por primera vez, que mi ex-profesor sufría para quedarse serio y quieto. Sacaba el celular, lo guardaba, se rascaba la barbilla y movía mucho su pierna.
—Así qué...—comenzó después de una larga sesión de movimientos. Yo lo miré y sonreí sin ganas. Aquella era la noche Buena más extraña que había tenido en mi vida.- ¿Nerviosa? -Me preguntó con una sonrisa de lado, que por un momento se volvió traviesa. Me mordí un labio y suspiré.
—Lo nuevo siempre asusta un poco —respondí removiendome en el asiento. Sentí como su brazo rodeaba mis hombros y me atraía leve hacía él. Parpadee varias veces, nerviosa por su tacto, nunca nadie me había abrazado así. Sólo él...
—No pasará nada, Scarlett. —dijo simplemente. Natural, con su timbre de voz normal... Y aún así logró que se me erizara la piel y me sintiera de nuevo protegida. Como si esa voz logrará espantar a todos los peligros del mundo. Me quedé en silencio, petrificada. Me hubiera gustado mucho recibir aquellas palabras cuando tenía doce, pero en vez de eso sólo recibí trabajo, misería y dolor, mucho dolor. Suspiré y miré hacía arriba para ver a mi interlocutor; Se había quedado serio, y con su brazo en mí. Bajé la mirada y miré por la ventana a la vez que las turbinas del avión se encendían en un amplio ruido. Me tensé y me relajé al instante, a la vez que veía como todo sucedía con rapidez por la ventana y despegabamos en poco tiempo del suelo inglés... Y comprendí que lo había dejado todo.
— Uau...—susurré de la nada al ver por la ventanilla del avión. Simplemente hermoso lo que mis ojos veían; La luna. Brillante, tenaz y enorme ante mí. Sin nubes alrededor, cielo limpio y hermoso, muy hermoso. La mano de Robert apretó leve mi brazo.
—Tienes razón —murmuró viendo conmigo. Fue cuando sonreí de verdad, sin sentimientos malos, aquella Luna y aquel brazo amigo hicieron que despertara en mi algo que había muerto hace mucho, mucho tiempo; La sensación de haber nacido para ser alguien grande en mí vida. Me quedé observando por un buen rato, hasta que las emociones hicieron estragos en mí, recargué mi cabeza en mi compañero, y antes de sumergirme por completo en mis sueños creí escuchar:
—No estás sola.
Desperté por los rayos del sol que iluminaban mi rostro. El cielo se había tornado azul claro, limpio y el sol golpeaba fuerte mi cara. Cerré la ventanilla con la cortina y me giré hacía Robert; Dormía apaciblemente como el resto de los pasajeros del avión. Sonreí involuntariamente al ver su rostro tan tranquilo y sereno. Se veía algo irresistible, y creo que no soy la única que pensaría así si lo tuviera cerca... Hice una mueca al escuchar mis propios pensamientos. ¿En que estoy pensando? Seguro era casado, con hijos y me doblaba la edad, además entre tantas mujeres no podría escogerme sólo a mí. Vaya que sí me hacía ilusiones... Volví a mi lugar y suspiré cerrando los ojos, cuando la voz del piloto nos sobresaltó: Llegaríamos en diez minutos a Los Angeles, California
— ¿Qué te parece Estados Unidos, Scar? —me preguntó Robert mientras recogíamos la maleta. Suspiré; Era todo menos un lugar donde yo encajara. Me encogí de hombros, se parecía a Londres, las personas iban y venía a pesar de ser las siete de la mañana.
—Frío —respondí. Él sonrió y luego me indicó con la cabeza que lo siguiera, y así caminamos entre la masa de gente (Sólo que Americana) Hasta la salida del Aeropuerto. Sí quería quedarme en Estados Unidos necesitaba un incentivo aunque sea... Mi pedido fue casi cumplido al instante, cuando al atravesar la puerta vi al señor Depp con un abrigo negro cerñido sobre él y sus gafas no tan oscuras. Se había cortado el cabello y afeitado la barba, se veía muy bien. Abrió sus brazos al verme y yo... Yo caminé directo hacía ellos.
— Feliz Navidad, Scarlett —murmuró mientras me apretaba con sus fuertes brazos en mi cuerpo. Sonreí al sentir toda esa buena vibra correr por mi cuerpo.
—Feliz Navidad, señor... —contesté abrazándolo con la misma fuerza. Su saco estaba impregnado de una colonia muy atractiva a la nariz. Me gustaba su olor. A mis espaldas escuché varios tosidos dramáticos de Robert. Me separé rápido de él y no pude evitar ruborizarme.
—Hum... Gracias por traerla, Robert —dijo el señor Depp. Robert sonrió.
—Feliz Navidad para ti también, Johnny —contestó en tono divertido. Sonreí y se acercó a mi dándome un beso en la mejilla— Y muy feliz navidad para ti, Scarlett
—Feliz Navidad y hasta luego, Robert —él sonrió, nos dedicó una última mirada y subió a un coche negro que llevaba tiempo aparcado ahí. Seguro su chofer lo había traído.
—Bellas épocas, ¿No? — musitó el señor Depp con aire melancolico. Fruncí el ceño y me giré a verlo, su mirada perdida en algun punto infinito estaba oscura, triste y otro sentimiento que no lograba identificar pero que no era muy positivo. Al notar mi mirada sobre él su expresión se transformó en algo tranquila. Pero a mi me enseñaron una cosa; Nunca fiarse de los actores. Ellos son los amos de las emociones— ¿Nos vamos? —me preguntó. Asentí, no sabía a donde pero igual era mejor que quedarse temblando de frío en aquel aeropuerto. Me tendió la mano y yo la tomé, para después entrar en el coche muy lujoso, más que el que tenía en Londres. Después arrancó por la calle, y a pesar de ser Navidad y muy temprano, la gente abarrotaba las amplias calles de Los Ángeles.
No veía hacía afuera, mis ojos y mis pensamientos estaban hacía el señor Depp que a diferencia de Robert estaba quieto e impacible como estatua, mirando al frente. Sentía algo de tristeza al ver su rostro tan sólido pero a la vez tan melancolico. Me preguntaba que es lo que lo tenía así. De pronto, suena su teléfono móvil y yo me giro a la ventanilla para fingir que no escuchaba.
—¿Scott? ¿Eres tú?... Genial, dime ¿Hiciste lo que te pedí? —hablaba caluroso y algo serio. Rara combinación— ¿No? ¿De verdad? Bueno... Está bien, bien no hay problema. Nos vemos en el estudio —Cuelga y suspira. Se quita el sombrero y se revuelve el cabello. Mi curiosidad gana.
— ¿Todo bien, señor? —pregunto inevitablemente. Él me mira, como si se hubiera olvidado de que estaba ahí.
—Era un amigo al que le pedí que viera sí tenía algún puesto para ti... Me ha dicho que por el momento no tenía ninguna producción en puerta —respondió. Yo asentí.
—No hay problema, señor Depp.
—Ya lo sé que no —concedió y me sonrió. Casi nunca lo había visto sonreír, era algo extraño, una dulce y diábolica combinación. Me turbe leve y tuve que girarme a otro lado para que no se notara mi sonrojo— ¿Y a donde vamos? —pregunté viendo a otro lado.
—A tú nuevo hogar... —respondió. Yo lo miré algo extrañada; Eso de mi nuevo hogar sonaba muy raro. Pero volvió a sonreír y ésta vez mis dudas se disiparon por completo.
El resto del trayecto fue silencioso, y noté como el coche se adentraba cada vez en colonias un poco menos lujosas que las que habíamos recorrido al salir del aeropuerto. Los edificios eran grises y las casas muy simples. Las personas en las calles eran de atuendos sencillos, lo que me hizo suspirar de alivio por dentro. Minutos después llegamos a uno de los tantos edificios grises, el señor Depp bajó y yo bajé con él.
Aún en silencio me condujo por el edificio gris, con paredes grafiteadas, y olor a humedad en la recepción. Se acercó a un hombre pelirrojo que descansaba sobre una desvencijada silla, escuchando una vieja radio y con los ojos cerrardos.
—Job... —llamó él— Job, despierta... Soy yo, Johnny —murmuraba quedo. Él hombre se desperezó y miró al señor Depp con los ojos abiertos, sorprendido.
— ¡Johnny Depp! —exclamó con entusiasmo, a la vez que se ponía en pie para abrazarlo. Yo pensé que el señor Depp lo haría hacía atrás, pero al contrario; Le correspondió el abrazo.
— ¿Qué hay de nuevo, viejo Job? —preguntó mientras lo soltaba. El hombre pelirrojo con cálida sonrisa se encogió de hombros.
—Nada nuevo en el negocio Johnny —sentí su mirada encima mío y me asusté un poco— Veo que vienes muy bien acompañado, ¿es tú novia? —preguntó y yo me ruboricé a más no poder.
— ¿Eh? No, no... —dijo con voz aguda, tosió y luego se repuso— Es una amiga... Viene de Inglaterra —me mira y luego mira al tipo— Vivirá aquí por un tiempo, en mi departamento viejo. Venía por las llaves... ¿Las tienes? —explicó. Él tipo pelirrojo sonrió y de su cinturón sacó un manojo de llaves, dándole un par a él. Sonrió al tener las llaves— Bien, iré a mostrarle donde vivirá... Vuelvo enseguida —avisó y me tomó del brazo para guiarme por unas escaleras de metal. Estaba muy, muy oscuro y si no fuera por su brazo, hubiera caído o tropezado.
Llegamos ante la puerta marcada con el número 112, y entramos; Era un poco pequeño, con paredes de color azul, algunas rayadas y algo de basura en el piso. Tenía una estufa, un refrigerador, un sofá y al caminar me di cuenta que una cama y un ropero. ¿Aquí viviría? Me giré a verlo y observé que veía todo con admiración.
—Hace mucho que no pisaba éste lugar —me dijo y luego suspiró— Además de mi casa, ésto es lo que tengo... Te lo ofrezco por unos días mientras encuentro otro mucho mejor... Todo fue muy espontaneo y...
—¿Bromea? ¡Es perfecto! —dije cortandole. La verdad es que no quería nada más. Me sentía como en casa, por el simple hecho de ser humilde y su primer departamento.
—Pero, Scarlett es un basurero —susurró apenado. Yo negué y me acerqué feliz a él.
—No, está abandonado solamente y yo puedo limpiarlo —Le dije sin verlo. Él abrió la boca, pero no dijo nada. Simplemente sonrió y asintió.
—De acuerdo. Te tengo que dejar, aunque sea Navidad tengo cosas que hacer y... Debo de ver lo de tu trabajo... Volveré por la tarde para ver como te va ¿Sí? Toma un poco de dinero, me lo pagaras después —yo asentí y tomé el dinero. Sonrió afable y antes de irse miró por última vez el departamento y cerró la puerta tras de sí.
Suspiré; Estaba ante un desastre de departamento. Me tumbé un rato en el suelo para pensar que iba a hacer. Supuse que primero lo limpiaría un poco y después saldría a explorar el barrio y comprar algo de comer. Asentí para mi misma y me levanté porque si no hacía algo, me atraparía la noche. Tomé una escoba de por ahí que estaba viejisima y comencé a barrer el piso que tenía pedazos de cemento, bolsas de frituras antiguas. Después fui a la habitación y el baño era un terrible desastre, gracias a Dios que había trabajado gran parte de mi vida como sirvienta. Tuve que fregar con fuerza con un trapo que me encontré por ahí, la bañera, el inodoro fue la peor parte. Después tuve que desempolvar la cocina, los pocos muebles de la habitación y sala.
Terminé agotada, y para cuando vi por la pequeña ventana estaba ya oscuro. Suspiré y mi estómago respondió con un gruñido. Me mordí un labio sin saber si salir o esperar al señor Depp, pero mi estómago protesto y decidí salir. Tomé mi bolso y el fajo de billetes que aún estaban sobre la mesa. Salí y bajé los escalones con mucho cuidado pues estaba al doble de oscuro...
Salí a la calle y suspiré no había visto al pelirrojo en la portería. Los edificios eran enormes y no sabía a donde dirigirme, de pronto recordé un supermercado que había visto por unas cuadras, comencé a caminar hacía el oeste intentando volver en mis pasos. Pero no había caminado ni una cuadra, cuando de una esquina salieron dos tipos uno de piel morena oscuro y el otro palido. Tenían sonrisas torpes y me miraban de pies a cabeza.
— Hola cariño —murmuró el pálido. Yo sonreí amable, pues no sabía sí eran solo amables, pero me ponían nerviosa— ¿A donde tan solita? —me preguntó tan cerca que pude oler su aliento a alcohol. Me incomodé y comencé a caminar más rápido, pero podía sentir como me seguían a distancia. Mi respiración se agitó y comencé a correr por un callejón oscuro, esperando ver algún policia o algo.
— ¡Ayuda! —grité con todas mis fuerzas, pero no había nadie. Comencé a sentirme desesperada, los tipos estaban pisandome los talones y no veía algo para defenderme. Sentí que las fuerzas me dejaban cuando uno de ellos tiró fuertemente de mi brazo.
—No irás a ningún lado, muñeca —dijo el moreno mientras me abrazaba de espaldas contra él. Me mordí los labios e intenté darle rodillazos, pero él sabía como esquivarlos. No, no quería terminar así.
—Por favor, déjeme ir —supliqué. Él sólo se rió y miré a su compañero que sonrió ladino posicionandose frente a mí.
—Vaya vaya, es una inglesa —dijo mordiendose los labios— Tranquila cariño, sólo te disfrutaremos un rato —susurró en mi oído mordiendolo. Fue una de las sensaciones más desagradables que había sentido.
—A...ayuda —murmuré. No podía gritar, era presa del pánico, pues la lengua del tipo me lamía el cuello y era incómodo mientras que el moreno sólo me sostenía fuertemente por detrás.
—Suéltenla, bastardos —amenazó una voz conocida. Después todo ocurrió muy rápido: Él que me lamía salió volando hacía atrás, y pegandose fuertemente contra el piso, mientras que el moreno me soltaba, sólo para pelear contra él. Yo me alejé lo más posible mientras cubría mi boca con mis manos asustada. Johnny Depp el actor millonario, excéntrico y cotizado, se daba de golpes contra un vagabundo. Tenía miedo, podría salir herido o algo peor pues observé como el vago sacaba una navaja. Ahogué un grito, pero el señor Depp era fuerte y ágil y terminó derribando al vago y lanzando lejos la navaja. Sudoroso y agotado, lo vi venir hacía mí.
—¿Estás bien, Scarlett? —Susurró abrazándome de nuevo. No sé que tenían sus abrazos que me calmaban. Yo intentaba asentir, o negar, o hablar. Pero estaba petrificada— Lo siento, lamento que hayas presenciado eso —Murmuraba con voz ahogada. Yo dejaba que me abrazara, pues sentía que así no me volverían a hacer daño.
Entonces, de la nada, unos cálidos y tiernos labios tocaron mi frente y una corriente eléctrica que me recorrió todo el cuerpo, y de la nada alcé mis ojos hacía los de él, mientras que rodeaba su cintura con mis brazos. Y me quedé largo rato así, embobada en sus ojos que estaban rojos y me di cuenta de que reflejaban las más grande tragedia;
Había estado llorando.
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