Capítulo once: Confrontación.

“¿Qué me queda mejor? ¿El rojo o el azul? ¡Ay Dios! Debo de verme bien para Danny. Hmmm pero solo es una cita de amigos” Pensaba, sin saber que ponerme. La tarde había llegado, y Danny pasaría por mí para ''pasear'' Me sentía nerviosa, y no sabía porque sí sólo era salir, reír un rato. Dejar el estrés. Suspiré y decidí ponerme sencilla y después bajé las escaleras apurada, pues faltaban cinco minutos para la hora impuesta.

Comencé a retocarme el sencillo maquillaje, viéndome en el espejo, cuando unos toquidos me interrumpieron. Mi corazón se aceleró, y al abrir la pequeña puertecita me encontré con mi amigo; Se había cortado el cabello y se veía más guapo. Una leve barba rodeaba su cara, y una sonrisa asomaba a su rostro.

— Te ves genial —Exclamó él al verme. Yo me ruboricé levemente ante el comentario, y luego sonreí apenada.

— Tú también te ves genial — Le dije, y es que en verdad se veía demasiado bien, de hecho no me extrañaba que por ello la mayoría de la población femenina me viera con mala cara. Él asintió y sonrió con discreción, como solía hacerlo.

— ¿Nos vamos? — Preguntó. Yo asentí, y fui por mi bolso, para después asomarme a la sala, donde estaba mi pequeño hermanito viendo el televisor y desenvolviendo algunos chocolates.

— Richie, ya me voy, vuelvo por la noche. No comas muchos dulces, sí viene Peter le dices que haga sus deberes. Hasta luego, te quiero —Dije, plantándole dos enormes besos, en sus mejillas llenas de dulces. A pesar de tener diez años él era muy autosuficiente y podía cuidarse sólo y la casa igual. Él asintió sin prestarme mucha atención ya que estaba embobado con las caricaturas. Volví a con Danny, y subimos a su coche, que a pesar de estar viejo, me sentía muy cómoda. Y sobretodo, caliente.

— ¿A dónde vamos? — Pregunté. Él me miró, con unos ojos profundos, parecían de hielo.

— ¿A dónde quieres ir? — Me devolvió la pregunta. Yo me encogí de hombros.

— No lo sé. A donde tú quieras, me parece bien —Le contesté. Él sonrió.

— ¿Te gustaría ir a cenar? —Me preguntó en voz baja. Yo sonreí y asentí. Él sonrió débil y encendió el coche. Y juntos partimos, comenzamos a recorrer las calles en incómodo silencio. Aún no sabía porque veníamos en silencio, si siempre había algo de que hablar. Quería hablar, pero no sabía de qué. Algo me obligaba a callar.

Y así seguimos, hasta llegar al centro Londinense. Nunca hay restaurantes que sean buenos y económicos en el centro de Londres. La mayoría son ó Buenos y bastante costosos, o Malos y baratos. Después me di cuenta de que íbamos a un lugar Bueno y costoso. Abrí la boca, comenzando a sentirme algo mal.

— Danny… — Dije al ver donde me encontraba. Observaba a todos lados, era muy lujoso aquello— No debiste, éste lugar es algo…

— Tonterías. Siempre quise venir a un lugar así, y que mejor que contigo… — Decía feliz. Yo quería hundirme en mi silla de pena. Era un lugar  sofisticado, y él estaba en las mismas condiciones económicas que yo. Tuvo qué haber juntado por lo menos cuatro cheques de su salario para poder traerme. De pronto, tocaron a la ventanilla de Danny; Era el pallet.

—Vamos, Danny, vámonos. No quiero hacerte gastar —le pedí. Él sonrió y me guiñó un ojo mientras abría la portezuela del coche.

—No pasa nada. Algún día iba a venir a un restaurante de éstos, ¿Y qué mejor que acompañado? No quiero que me miren feo sólo a mí —bromeó. Yo resoplé, aún así no quería ir. Sin remedio, tuve que bajarme cuando abrió mi puerta. Le sonreí de lado, y juntos entramos a “Le pardieu” Restaurant. Antes que nada, Danny se dirigió a pedir sus reservaciones. Woah, él ya sabía que vendríamos aquí. Negué con la cabeza y después seguimos al mesero que nos guió hasta nuestra mesa. Igual de sofisticada que las demás. Me sentía extraña ya qué no estaba acostumbrada a eso.

— ¿Y bien? ¿Te gusta? —me preguntó una vez nos sentamos. Miré alrededor. Los adornos eran discretos y elegantes, y la mayoría de los hombres vestían con traje, y las mujeres con vestido. Mi amigo venía con una chaqueta de cuero negro, y yo con lo primero que encontré en mi closet.  Quizás más que falta de dinero, era que crecimos sin ningún estereotipo a seguir. Pensamos rápido, y no nos fijamos mucho en los demás. 

—Está muy bonito pero, creo que te excediste un poco en el gasto —respondí. Él resopló cansado.

—No te traje aquí para que me dijeras lo costoso que es. ¡Vamos! No te vas a pasar la noche diciendo; “Pero el mozo fue costosísimo, y los manteles uff. ¿Cuánto pagaste por las servilletas, Dan?“ ¿Verdad? Sólo cenemos, y hablemos. ¿Sí? ¿Está bien? —terminé por asentir. Luego llegó el mesero, y nos tomó la orden. Yo pedí algo ligero, no quería exceder en el gasto que iba a hacer pasar a mí pobre amigo. Después el mesero nos sirvió champagne en la copa y se alejó dejando la botella.

—Y ahora, señorita Blackwood, de sofisticado apellido y terrible posición social —comenzó en tono de un abuelo exigente. Yo comencé a reír.  Sabía qué eso me hacía reír— Acepte brindar conmigo, un pobre empleado, de una enorme casa, y con baja autoestima. Sé que pasará una enorme pena, pero lo pido de favor —Tomé la copa y la elevé en el aire divertida.

—No se preocupe señor. No me importa lo que piensen los demás —me acerqué a su copa y la estrellamos. — ¡Por los pobres empleados en casas ricas! —dije, él acercó su copa asintiendo. — ¡Salud!

— ¡Salud! —respondió él. Y nos bebimos la pobre copa de un trago. Después me sirvió más, aunque no estaba segura de aceptarla o no, ya que casi nunca bebía. Pero ya había pagado la botella y hubiera sido algo tonto no aceptarle la siguiente copa, o la que le seguía. Después de tres copas el mesero había llegado con nuestra orden; Ravioles. Suspiré, tenía algo de hambre así que comencé a degustar el platillo, aunque era difícil porque Dan contaba muchas anécdotas imposibles de ignorar.

—…Y entonces, la señora Debbie encontró la ropa interior de Rosie en la alcoba del señor Depp… ¡La señora estaba que mataba al señor! Y lo peor es qué eran sus pantaletas de unicornios…—El alcohol y lo chusco de la anécdota ocasionaban que mí amigo y yo estalláramos en fuertes risas. Él siempre había sido muy bromista, y me imaginaba a mí amiga en esa situación. De pronto, cuando alcé mi cabeza para responderle, lo vi. Sí, era él, no me cabía ninguna duda, excepto quizás la de que el alcohol había vuelto borrosa mi visión. El señor Johnny, con su sobrina Megan. Y mis sospechas se confirmaron cuando me di cuenta de qué la gente los rodeaba, y no dejaban de ver hacía acá. Dan me miró y siguió mí mirada y se dio cuenta igual.

—Oxigenada…—me llamó. Yo me giré a verlo algo adormilada. Me había quedado un poco embobada en la imagen. Le sonreí a Danny.

— ¿Qué sucede? —le pregunté.

—Lo mismo que te pregunto.

—Pues nada… ¿Qué me puede suceder? —Sonreí de lado— Sólo que es un poco incómodo comer en el mismo lugar que comen ellos… —respondí. Él negó.

—No, sólo ignoral…

—Buenas noches —saludó una fría, melodiosa y grotesca voz. Esa voz que parecía haber sido hecha con el único propósito de incitar a las personas a matar a su dueña sólo para sacarla. Ambos nos giramos a nuestra derecha, y ahí estaba; Megan Depp. Sonriendo con autosuficiencia. Bufé por lo bajo, mientras que la mirada de Danny brillaba con indiferencia.

—Buenas noches, señorita —contestó él. Megan le sonrió de forma falsa y después me miró a mí.

— ¿Y tú? —me preguntó sonriendo de igual manera. Yo alcé una ceja e hice una mueca.

— ¿Yo qué? —pregunté. Ella rodó los ojos y se puso una mano en la cintura.

—Salúdame. —exigió. Yo sonreí, y mi sonrisa se transformó en risa. En serio, que aquella tipa a veces me daba lástima.

— ¿Por qué? Es demasiado esfuerzo, y no vale la pena. —contesté. Ella me fulminó con la mirada, pero no pasó nada más porque detrás de ella, venían sus tíos. El señor Depp, tan serio y taciturno como siempre. Y la señora Debbie, con una sonrisa fanfarrona que solía Salir cada vez que salía con su hermano.

—Buenas noches, chicos. ¿Qué tal? —nos saludó el señor Depp. Danny y yo nos pusimos de pie.

—Buenas noches, señor —dijimos a coro. Él nos sonrió. Detrás de él, venía la señora Debbie, que al vernos compuso una cara de asco y frunció la nariz. Al verla, como ella ya no era mi jefa, decidí sentarme. Pero Danny siguió de pie.

—Cariño ¿Qué haces aquí? Recuerda, tienes una reputación limpia… No la ensucies, y menos en frente de los medios de comunicación —dijo a Megan, en voz lo suficientemente alta como para escucharla. Yo sonreí de lado.

—Lo siento Megan, nuestra amistad no puede ser. Tú tía me lo acaba de prohibir, y tiene razón. Tengo una imagen que cuidar… —contesté. Dan, sí no trabajara para ellas, se hubiera partido de la risa. El señor Depp disimuló igual una risita con algunos tosidos. Megan me fulminó con la mirada, y la señora se puso roja, deduzco yo que de coraje.

—Hola Scarlett —me saludó con voz amable, terriblemente disimulada— Me da gusto, que hayas encontrado otro trabajo… —mira a su alrededor— Aquí por lo que he oído pagan lo suficiente como para comprar un poco de carbón para la chimenea. —sonrió y me miró— ¿De qué trabajas? ¿Limpias, sirves la comida…?

—Ya basta, Debbie —dijo en voz baja el señor Depp. Yo sonreí leve.

—No, no trabajo aquí, sólo vine a cenar. Mis capacidades son algo que podrían deslumbrarla, señora. —ella rió junto con Megan. No quería admitirlo, pero comenzaba a enojarme.

— ¿Están cenando? —Preguntó incrédula Megan— Pero aunque vendieras tu casa no juntarías nunca para pisar un restaurant… ¡Ah ya! Van a lavar los platos para poder pagar un poco ¿cierto?

—Basta, Megan…—reincidió el señor Depp, y es que noté como varios periodistas, camarógrafos comenzaban a entrar al lugar,  pero ninguna le hacía caso. Entonces Danny se puso de pie, mirándolas frío.

—Yo soy pobre, somos pobres. Pero me da tristeza que ustedes tengan más dinero que educación, respeto y cortesía. —Ellas se quedaron serias— ¿Saben? Creo que es más vergonzoso demostrar que ninguna tiene clase, a que nosotros seamos pobres —Sonreí leve. Mí amigo tenía razón. Sin embargo, pude anticipar una despedida inmediata por parte de la señora. La señora Debbie enrojeció y se acercó al chico, mientras miles de flashes comenzaban a surcar el lugar. Los periodistas habían llegado.

—Mira, estúpido —arrebató— Tú no tienes ninguna autoridad Moral para criticar como somos. Somos mejores, y si no me crees, el simple hecho de que te tuvimos como chofer lo demuestra. ¡Sí tuvimos! Estás despedido, insolente…—Entonces me puse de pie y miré a mí alrededor, aturdida de la gente. De las grabadoras, micrófonos y eso.

—A veces el mundo se equivoca, y escoge a las personas equivocadas para el trabajo equivocado—dijo el señor Depp de repente. Todos lo volteamos a ver con la boca abierta. Él estaba defendiendo a Danny.

— ¿Y a ti qué te pasa? ¿Estás loco, o qué?  —Contestó Debbie mucho muy molesta.

—Eso dicen… —respondió serio.

— ¡Tío! —exclamó Megan enfadada y en tono infantil.

— ¡Sobrina! —contestó él. Megan bajó la vista ante las cámaras, ante la prensa. El señor Depp suspiró y nos miró fijamente a nosotros, que estábamos serios y algo deprimidos.

—Estoy orgulloso de ustedes. Y me gustaría que el mundo pensara igual —dijo simplemente. Yo suspiré, conmovida. Lo había dicho no sólo a nosotros, sino a su hermana, a Su sobrina, y creo a nivel internacional. Miró a su alrededor y luego suspiró. —Señor Hyde, señorita Blackwood, me gustaría compensarlos, invitándolos a cenar a otro lugar aún mejor que éste… —nos dijo. Yo me mordí los labios de emoción, y pude notar a Danny sonrojado.

—Señor… Lo agradecemos —comencé— Pero, sí no es mucho pedir, sólo quiero que mí amigo no se quede sin empleo, e ir a casa.

—Ambas con cosas que les puedo cumplir… Si quieren seguirme —e hizo un ademán con la cabeza para que lo siguiéramos. Danny me sonrió débil, mientras que varios reporteros, y camarógrafos lo seguían por detrás. Muchos intentaban hablarle, pero ninguno lo consiguió. Danny y yo lo seguimos y cuando pasé junto a Megan, escuché:

—Estás muerta.

Yo la ignoré, y mejor seguí caminando a la puerta. Estaba abandonando a su hermana, a su sobrina por nosotros. Es algo que mi cerebro aún no concebía. Al llegar, él estaba afuera, esperando, soportando a los molestos reporteros. Todos gritaban y no podíamos verlo muy bien. Al llegar, tuvimos que hablar gritando.

—Nos iremos en su coche, señor Hyde —dijo él. Danny asintió y después de unos segundos llegó el Vallet Parking con el viejo auto. El señor Depp se subió como copiloto, y yo a la parte de atrás me fui. Danny arrancó rápido para no ser perseguidos por aquellos molestos paparazzis.

Después de unos segundos, el señor Depp rompió el silencio.

— ¿Están bien? —preguntó.

—Sí —respondimos a coro. Él nos miró detenidamente.

—Son un poco especiales… Pero son buenas personas, de verdad —nos dijo refiriéndose a su familia.

—Sí, está bien, señor no se preocupe —contestó Dan viendo el camino. Él sonrió débil y luego lo miró.

—Señor Hyde, tranquilo. Tendrá un puesto mejor, lo prometo… Y sí no me cree, pregúntele a la señorita BlackWood… —Danny me miró de reojo y luego asintió apenado. Después el señor Depp me miró, yo estaba hundida en el asiento. Había comenzado a sentirme mal. No podía salir a cenar en paz con mí amigo sin que me hicieran la vida imposible. Noté su mirada sobre mí, e intenté sonreír.

— ¿Quieres un caramelo? —me preguntó. Yo fruncí el ceño, y luego reí leve. No sabía porque, quizás de nervios, de tristeza, o simplemente quería hacerlo. Negué leve con la cabeza, aún riendo.

—No, gracias señor —contesté. Él sonrió tímidamente. Era raro verlo sonreír. Pero cada vez que lo hacía, sentía una calidez extraña. Después, quise hablar.

—Señor… ¿Puedo preguntar algo?

—Adelante, lo que quieras.

— ¿Es cierto que está loco? —no supe muy bien porque formulé aquella pregunta. Quizás se me había quedado muy grabada. Y además, no cualquier artista internacional te ayudaba desinteresadamente, según.

—Depende.

— ¿De qué? —pregunté ladeando la cabeza. Él sonrió aún más amplio y luego se encogió de hombros.

—Cuando lo digo yo es cierto. Pero sí lo dicen los demás, no lo es. Aunque mi locura es tan grande que nadie la nota… —susurró y me guiñó un ojo. Yo sonreí y luego miré por la ventana. Ya era de noche, y hacía mucho frío. Diciembre había comenzado.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top