Capítulo 15




La había cagado pero bien. Elliot no contestó nada a lo que dije, sino que comenzó a golpear el saco más, más y más. Yo le observé durante unos minutos, pero él parecía haber obviado mi presencia. Quería continuar hablando, pero tampoco quería ser pesada e insistente. Él no quería seguir aquella conversación. Giré sobre mis talones y me alejé de él.

Me dirigí a las duchas después de agarrar mi mochila. Me introduje en una de ellas que estaba vacía y lavé mi cuerpo junto a mi cabello. Me coloqué la ropa limpia y me hice una coleta alta. Estaba físicamente agotada.

Me puse la mochila sobre mi hombro y salí de nuevo. Elliot no estaba en el mismo sitio, y no lograba ubicarlo. Una pena, me iría sin despedirme de él.

—¡Perdone! ¡Perdone!

Giré sobre mis talones y había dos chicas intentando captar mi atención.

—¿Sí? —pregunté con una sonrisa.

—¡Ayy! Jo qué vergüenza.

—Qué tonta eres Laurie —habló la otra—. Es que te admiramos mucho. Mira que sabíamos que estabas de nuevo aquí en Baltimore, pero no esperábamos verte.

—Muchas gracias, chicas. ¿Cómo os llamáis?

—Yo soy Oneida, y ella es mi amiga Laurie. Ella ahora está entrando en un ataque de pánico porque te adora mucho, de echo ella es la administradora de una de tus cuentas de fan de aquí.

Sonreí y toqué el hombro de Laurie. Ella estaba muy emocionada.

—Laurie, debes respirar —dije con simpatía.

—Es que se me ha olvidado.

Reímos e intenté relajarla con lo primero que se me vino a la mente. Después les di dos besos a cada una y me pidieron una foto. Primero me eché una con Laurie, la cual lloraba sin dejar de abrazarme. Después fue con Oneida, y cuando quisieron que nos echáramos una las tres, Oneida se acercó buscó a alguien para que nos hiciera la foto.

—Vale, encantado.

Elliot se acercó y agarró el teléfono de las chicas. Le dediqué una fugaz mirada acompañado con una sonrisa, y él asintió.

—Listo, habéis salido muy guapas las tres —dijo amablemente.

Las chicas volvieron a abrazarme y tras prometerle a Laurie de que estaría pendiente para ver la foto en la red social, se marcharon a hacer ejercicio. Yo me acerqué a Elliot.

—Gracias.

—Debes estar feliz —habló—. Estás cumpliendo tu sueño. Por cosas como ésta supongo que mereció la pena que fueras a Milán.

—Aquí nunca hubiera podido crecer.

—Lo sé.

Asentí débilmente, y como no sabía que decir, decidí que era hora de marcharme. Cuando rebasé su cuerpo, él volvió a hablar:

—Estoy orgulloso de ti.

—No sabes lo feliz que me hace saberlo.

Elliot esbozó una sutil sonrisa. Elevé la comisura de mis labios y me dispuse a marcharme.

—Hola —le dije, con una sonrisa pícara.

Él frunzó sus labios.

—Hola —musitó.

Sonreí ampliamente y salí del establecimiento. Busqué mi coche y tras montarme en él, suspiré. Estaba contenta. Podía parecer una tontería, pero me sentía cerca de él. No lo que yo quisiera, pero me valía.

Conduje hasta casa y al llegar May me avisó de que Brodie me estaba esperando. Rodé los ojos con sutileza y le saludé con una sonrisa. Estaba bastante agotada como para recibir visita.

—Yo me voy a mi habitación —dijo May.

Nos dejó a solas en el salón y le ofrecí un refresco. Nos sentamos en el sofá y él habló:

—Te echaba de menos.

—He estado un poco ocupada.

Era verdad, pero sí había tenido tiempo de cogerle el teléfono o haber almorzado con él. Desde que me había acostado con Elliot me sentía muy incómoda con Brodie. Me daba la sensación de que él estaba equivocado con mis intenciones, y yo sentía que estaba engañándolo aunque yo estuviera soltera.

—Lo siento si he sido insistente estos últimos días, pero tengo algo muy importante que decirte. No quiero callármelo más...

Ay...

—¿Qué? —pregunté.

—Que me he enamorado de ti, Josephine. Sé que no te lo vas a creer pero es la verdad. Estoy enamorado de ti.

Me removí en el asiento, tensa e incómoda. Me alejé con disimulo unos centímetros de él, sintiendo calor.

—Brodie... creo que solo estás confundido.

—Qué va, es que... no sé cómo explicártelo. Estos tres años en los que no has estado te he conocido aún más. Elliot no dejaba de hablar de ti, de lo enamorado que estaba de ti, de lo perfecta que habías sido antes de irte...

—¿Eso decía Elliot de mí?

—Bueno, él ya no piensa eso. Digo, está con Naya, ahora todo es distinto. Pero cuando te volví a ver todo se removió dentro de mí, y yo nunca me he enamorado y por eso he tardado tanto en darme cuenta.

—Es que Brodie, no sé qué decirte.

—Yo sé que también te gusto. Podríamos intentar algo. Yo hablaré con Elliot, estoy seguro de que él no podrá impedimento.

Tapé mi rostro con las manos, intentando buscar las palabras indicadas para no herirle.

—Brodie, eres alguien maravilloso, te aprecio muchísimo pero... nada más. No me gustas.

—Sí te gusto —dijo—. Osea, estuvimos a punto de tener sexo. Te gusto. No tienes que sentir vergüenza.

—Fue un error... fue un error que menos mal que no terminó de cometerse. Lo siento mucho, Brodie. Lo siento de verdad.

—¿Un error? Un error, ¿por qué?

—Porque somos amigos, y no quiero que seamos nada más.

—¡Pues si no se me hubiera bajado estoy seguro de que habríamos follado!

Me levanté con celeridad del sofá.

—No me hables así en mi casa. Si vuelves a hacerlo voy a tener que pedirte que te vayas.

Él también se levantó.

—Tienes razón, perdóname. Es que no te entiendo, no comprendo nada. ¿Qué ha cambiado?

Tragué saliva, fijé la mirada en el suelo y contesté:

—Sigo enamorada de Elliot.

Se quedó paralizado varios segundos. Después emitió una seca carcajada.

—¿Qué dices? ¿Me estás jodiendo? —cuestionó—. ¿Y querías utilizarme para ponerle celoso, o qué? Josephine, le importas una mierda a Elliot.

Brodie se rio.

—Qué estúpida —agregó, dirigiéndose a la puerta—. Va a ser verdad que el karma existe. Ahora sufre, zorra.

Sin darme tiempo a contestar nada, abrió la puerta y salió, pegando un estruendoso portazo a su paso.

***

15 de junio de 2017

Decidí ese día ir al centro comercial y buscar algún vestido para la boda de Shelby y Grace. Faltaba muy poco y yo apenas había mirado nada. Le ofrecí a mi madre que me acompañara, y aceptó. Me sorprendió ver que no estaba enfadada conmigo. Me contó que ella compartía mi opinión sobre el tema de llamar a ese bebé Jasmine si era niña, pero que no quería meterse en problemas con Jacquie y Marvin. Me sorprendió que ésta no le contara nada sobre nuestra segunda discusión, y decidí no hacerlo yo. Demasiado tenía en la cabeza.

Almorzamos fuera y visitamos de paso a la abuela Tessy. Seguía igual de enérgica, parecía que por ella no pasaban los años. Después acerqué a mi madre a la casa y me invitó a entrar.

—¿Puedo subir a la habitación de Jasmine?

—Claro.

Subí las escaleras y llegué a la planta. Primero le eché un vistazo a mi habitación, la cual habían usado para guardar cosas. Después me desplacé hasta la de Jasmine y la suya estaba intacta. Exactamente igual a como la recordaba.

Me senté en la cama y observé la ventana.

—Esta puta mierda está deliciosa, joder. Un aplauso para Josephine.

Jasmine y yo miramos a Jacqueline que, tras pronunciar aquellas palabras, continuó bebiendo de su chocolate caliente. Tras unos segundos de silencio, las tres comenzamos a reír.

—No casa demasiado el término puta mierda con deliciosa, pero eres tú y entonces cobra todo el sentido —dijo Jasmine entre risas.

—Es cierto —opiné con una carcajada sonora.

Eché hacia atrás mi cuerpo y quedé tendida.

—Pero no tienes por qué irte. Podemos seguir intentándolo. Tenemos opciones, Jasmine.

Ella comenzó a negar con la cabeza.

—No las hay, y si las hubiera, no las quiero. Josephine, no quiero luchar más. Quiero vivir —dijo—. ¿Recuerdas cuando te pregunté si los sueños se curaban? Ahora ya no me importa. No quiero saberlo. No quiero soñar. Quiero vivir. Quiero que todo lo malo que ha pasado ahora merezca la pena, pero la merecerá si estás conmigo. Jojo, no te pido que me entiendas. Solo que me acompañes. Acompáñame en esta etapa, en mi presente, donde para mí ya no hay miedos.

El recuerdo de Jasmine se sentía ya tan lejano que dolía. Parecía que habían pasado décadas desde la última vez que la había visto. El pecho se me estaba oprimiendo, y me costaba un poco respirar.

Seguía siendo doloroso.

Aún me costaba aceptar que ella había muerto. Había días que aún me levantaba acelerada, como si estos últimos tres años hubieran sido una cruel pesadilla. Darme cuenta de la realidad me había afligido intensamente. Me sentía sola y desamparada, a pesar de todo. La extrañaba tanto que mi cuerpo ardía. Me sentía desesperada e impotente por no poder volver a escucharla, o verla unos minutos más. Me daba rabia no poder abrazarla más. ¿Por qué todo era tan injusto?

—No hace falta que hables.

—Sí... sí... que lo hace.

Guardé silencio.

—Es verdad.

Y me rompí. Sentí como todos mis miedos afloraban, sentí como el mayor de ellos se paseaba por todo mi cuerpo y se pavoneaba de hacerse realidad: estaba perdiendo a mi hermana frente a mis ojos, y yo no podía hacer nada. Me deshice en llanto; por primera vez en mi vida el dolor fue tan aterrador que sentí que no iba a sobrevivir a él. Posé mi cabeza sobre su cuerpo, dejándome llevar por la angustia.

Jasmine comenzó a acariciar mi cabeza.

—Necesitas... esto —susurró—, yo... tam-bién.

Asentí en silencio, desolada por el dolor. Todo mi cuerpo se estaba encargando de poder procesarlo para no desmayarme y no era capaz ni de hablar.

—Eres... eres, sin du-da... de esas personas... que todo el mundo qui-ere... quiere que triunfe. Y, al final..., triunfa.

Salí de mi casa tras despedirme rápidamente de mi madre. Subí al coche y conduje por un largo rato, hasta que llegué al cementerio. No había ido a verla todo este tiempo. Sería la primera vez después de que ella fuera enterrada ahí. Dolía solo la idea de imaginar que los restos de su cuerpo estaban ahí.

Caminé por el cementerio durante varios minutos. Recordaba a la perfección dónde se encontraba su tumba, pero no tenía muy seguro si estaba preparada para volver a verlo. Tras al menos una hora de instrospección, me detuve frente a ella.

Jasmine Bellec

Junio 19, 2000 – Diciembre 27, 2014

Vivirás en el corazón de tus padres y hermanas.

***

19 de junio de 2017

Llevaba dos días sin salir de la cama. Remover la herida que me había ocasionado la muerte de Jasmine me había provocado un intenso dolor. No había dejado de llorar ni por un un segundo. Tenía miedo, tenía miedo de haber vuelto a recaer en aquel pozo desolador. Las ganas de vivir habían vuelto a esconderse, y me sentía perdida.

Apenas comía, y ni si quiera me había duchado. Solo respiraba entre las sábanas, intentando que aquel dolor volviera a su sitio y dejara de destrozarme tanto.

Aquel día sería su cumpleaños. Aquel día mi hermana estaría celebrando que decimo séptimo cumpleaños. Sin embargo no estaba. No estaría nunca más. Aquel día que había sido de felicidad en el pasado ahora me provocaba una sensación angustiosa y asfixiante.

—Josephine... —May tocó la puerta—. Sephie, va... tienes que salir... me tienes muy preocupada.

Inhalé profundamente para poder hablar sin llorar.

—Estoy bien, May.

—No lo estás —Ella comenzó a llorar—. No lo estás y no sé qué hacer. Vas a enfermar. Deja que te ayude, por favor. Sabes que puedes superarlo. Sabes que la soledad no te hace bien.

—Pero quiero estar sola.

Ella se quedó callada por unos segundos, lo que me hizo pensar que había desistido de aquella idea y se había ido. Cerré los ojos, intentando volver a dormir, pero entonces volvió a hablar:

—Espero que no te enfades conmigo.

—¿Por qué?

Pero ya no volvió a contestar. No le di demasiada importancia, por lo que intenté relajarme y detener el llanto. Las mejillas me escocían. Intentaba ser fuerte y continuar adelante como llevaba haciendo todo ese tiempo, pero sentía que estaba sumergida en el agua, y cuanto más hacía por llegar a la superficie, más peso cargaba y más me hundía.

Un rato después escuché cómo llamaban al timbre. May abrió, y solo escuché murmullos detrás de la puerta. Unos minutos más tarde alguien tocó la mía con sus nudillos, para después decir:

—Hola, Josephine. Soy Elliot.

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