Cuatro.

ANTES DE LEER;

1° Capítulo Largo, por favor leerlo con tiempo. ❤

2° Capítulo con pistas más explicitas, traten de hacer una conexión entre los hechos.

3° Ahí colgué el video con la canción que les mencioné en el capítulo anterior. Esa canción es la que pertenece al momento de Seung y Phichit.

4° Por favor, leer las notas del final, gracias. :3

GLOSARIO;

1° Burgués > Su origen se debe al concepto de burgos, término que se remonta a la Edad Media, donde se empleaba para designar a aquellas ciudades urbanas, pobladas justamente por individuos que se dedicaban al comercio y las artesanías y que asimismo eran llamados burgos.

2° Juglar > Persona que en la Edad Media iba de pueblo en pueblo divirtiendo a la gente con sus canciones, bailes o juegos a cambio de dinero o dádivas. (EN ESTE CAPÍTULO, UTILIZARÉ A UN JUGLAR ZAHARRÓN, que son los juglares de gestos grotescos)

Ahora sí... ¡a leer! ~

**********

Cerró sus ojos suavemente, intentando contener su angustia interior. Al oír aquellas palabras, sintió que lo peor ya estaba pasando. Inhalo profundamente, en un intento de calmar su ira, para luego, apenas articular algunas palabras.

—No quiero casarme con Sala Crispino — dijo, con un notorio temblor en su timbre de voz.

El rey, se limitó a esbozar una sonrisa burlona en sus labios, apoyándose con total relajo en el respaldar de su silla.

—No te he preguntado si quieres casarte, hijo mío — musitó en un tono que denotaba una mofa. —. Te he ordenado casarte con ella.

Seung, abrió y cerró varias veces su boca, intentando emitir algunas palabras, más nada de él salió. Una mezcla de sentimientos se anidó en su pecho; rabia, impotencia, tristeza, desesperación. ¿Por qué la vida se ensañaba en darle más y más desgracias?

—T-tú... — balbuceó apenas — ... n-no puedes obligarme...

Un fuerte suspiro fue emitido por el rey, signo de que empezaba a perder la paciencia ante la obstinación de su hijo.

—Creo que no entiendes tu situación, Seung-Gil — espetó con molestia.

El azabache, sólo se pudo limitar a mirarle con cierta desesperación. Sus manos friccionaban de forma nerviosa.

—Tú eres el príncipe, yo, soy el rey — una gran sonrisa se dibujó en sus labios —. Mi palabra es ley, la tuya no aún.

Una expresión de ira empezaba a divisarse en la faz del príncipe, ante aquellas humillantes palabras de su padre.

—Te casarás con ella dentro del próximo mes. Me darás un nieto y un futuro heredero a la corona; se acabó.

Dijo sin más, fulminando con la mirada a su hijo. Seung, sentía que el desprecio hacia su padre se acrecentaba de forma brutal. Entrecerró sus ojos, intentando tragar esa espesa rabia que se anudaba en su garganta.

—¿Por qué, padre? — resonó aquello por la habitación. —, ¿por qué insistes siempre en desgraciarme la vida? — un terrible tono de rencor pudo sentirse en ello.

El rey, sólo lanza un bufido divertido al aire, articulando;

—Es la vida a la que estuviste destinado desde que naciste, Seung-Gil — espetó —. El reino de la familia Crispino no está pasando por su mejor momento, esto servirá para formar una buena alianza entre reinos.

—¡¿Y a mi qué mierda me importa su maldita situación?! — exclamó exasperado —, ¡¿por qué soy yo el que debe pagar la incompetencia de esa maldita familia?!

Un fuerte estruendo se oyó por el despacho del rey. Con una de sus grandes manos, golpeó de forma brutal sobre la mesa, enmudeciendo de forma instantánea los labios de Seung, los que, se observaban notoriamente temblorosos de la ira.

—Sala Crispino es una buena mujer, ella será una perfecta esposa para ti — murmulló entre dientes —. ¿O que pasa, Seung...? — preguntó, levantándose levemente de su silla e inclinándose sobre la mesa —, ¿no me digas que aún estás enfermo de ''eso''?

Al oír lo último, el príncipe trago saliva. Sus negros ojos se clavaron con rencor en el burlesco rostro de su padre. Su respiración se tornaba agitada.

—Quizá tú... ¿no querrás casarte con el hermano de Sala? — dijo divertido —. Sé que tiene un hermano, pero... que yo sepa, tú ya estás curado, ¿verdad?

Seung, sentía unas ganas incontenibles de lanzar un fuerte golpe al rey, pero a duras penas intentaba controlarse lo mejor posible. Sus labios se ladearon temblorosos, a la par de sus ojos, los que brillaban de lo cristalizados que estaban.

—Entonces, no hay nada más que hablar — dijo, reincorporándose y caminando hacia la salida. —.  Ella y su hermano estarán invitados a tu cumpleaños, así que, intenta meditar lo suficiente, debes recibir a tu prometida como corresponde — espetó con molestia, para luego, salir del despacho dando un fuerte portazo.

La única compañía para Seung-Gil, en aquellos momentos, fue la soledad de aquella fría habitación. Sus ojos se cristalizaron por completo, conteniendo lágrimas invadidas de la frustración que se acrecentaba con el pasar de los segundos. Sus labios temblorosos aprisionaban leves alaridos de la impotencia. Quería echarse a llorar.

Su vida siempre había sido tortuosa, completamente controlada por aquel hombre tan despreciable al que él llamaba padre...

Desde que él, fue testigo presencial de como su padre con sus grandes manos, enterraba una filuda daga en el cuello de su madre, todo se había vuelto un infierno para él. Desde entonces, Seung fue educado de la forma más conservadora posible, siendo sometido siempre a las ideas morales de aquel despreciable hombre. Carente de amor y comprensión, sometido a sus tortuosos deseos, sin libertad, poder de decisión o derecho a emitir palabra alguna.

Dios, a través de los sacramentos sagrados, se había vuelto quizás para Seung, desde niño, en la única posible compañía con la cual congeniar en la soledad de sus aposentos.

Y justo, cuando la vida presenta ante su frívola alma, una persona que pareciera comprenderle, alguien que con su paz interior y su alma tan pura, él... ¿es forzado nuevamente a ser un conejillo de indias?, un ser humano que tiene todo lo material, pero... que carecía de lo que más dignifica a un hombre; su libertad.

Después de todo, Seung... pareciera ser un servidor más dentro del palacio carmesí. Un esclavo, prisionero de su tortuoso destino y sus brutales recuerdos de infancia, que... le convertían en aquel frívolo hombre en el que se había vuelto.

15 años atrás. Año 1403.

—Seung-Gil... hijo, ¿qué haces con las joyas de mamá? preguntó una gentil mujer, agachándose a la altura de un pequeño Seung-Gil, de tan sólo seis años de edad.

¿Por qué papá se enoja tanto cuando toco tus joyas, mamá? ladeó su cabeza, poniendo sobre su cuello un collar de perlas blancas  ¡brillan! exclamó divertido.

Una tenue sonrisa se posa en los labios de la mujer. Un pequeño beso es depositado en la frente de su hijo.

Es porque papá es muy especial, querido... susurró ella, acariciando los azabaches cabellos de su pequeño.

¿Especial? — repitió Seung-Gil, ladeando su cabeza, curioso.

No le tomes mucha importancia, tú sólo sigue jugando... — sonrió, a lo que Seung-Gil, no tomó mucha más caso, volviendo a jugar con las brillantes joyas que llamaban su atención.

De pronto, la puerta de la habitación se abre de par a par, sin previo aviso. Un hombre corpulento y muy fornido ingresa en ella. La apaciguadora atmósfera se vuelve en una completamente densa. El hombre, dirige de forma instantánea su fulminante vista a su esposa y su hijo, los que, le miraban con un notorio miedo ante su presencia.

¡¿De nuevo con lo mismo, mujerzuela?! — exclamó enrabiado, para luego, dirigirse rápidamente hacia ellos.

¡N-no!, ¡aléjate, por favor!

Y Seung, es testigo de cómo su madre es jalada del cabello y arrastrada hacia las afueras de la habitación. Su rostro invadido de la desesperación y sus gritos desgarradores quedan inmortalizados en su memoria.

¡No hagas daño a Seung-Gil, por favor!

Exclama ella, antes de ser arrojada violentamente hacia el exterior, como un mero objeto sin valor alguno.

—Maldito bastardo... — murmulló el hombre entre dientes, dirigiendo su fulminante vista hacia Seung.

Pa-papá...

Y de un fuerte manotazo, el rostro del pequeño Seung-Gil es impactado con brutalidad. Su pequeño y frágil cuerpecito tiembla del miedo ante aquel monstruoso hombre.

¡Esas cosas son de mujeres! exclamó el rey, despojando las joyas violentamente del cuello de su pequeño hijo —, ¡¿Cuándo entenderás que tú no eres una aberración?!

**********

14 años atrás. Año 1404.

El pequeño Seung-Gil tiene tan sólo siete años de edad. A sus cortos años de vida, ya es testigo presencial de la tortura y muerte de una pareja de homosexuales. La brutal santa inquisición los ha sentenciado a ambos a la sierra, frente a todo el pueblo. El rey ha pedido asientos en primera fila para presenciar dicho espectáculo junto a su esposa y pequeño hijo.

—M-mamá... — balbuceó Seung, aterrorizado ¿p-por qué... por qué esos hombres son tratados de esa forma?, no... no lo entiendo, ¡por favor, basta!

Exclamaba horrorizado. Sus inocentes ojos se hallaban perplejos del impacto. Su pequeño y frágil cuerpecito temblaba del miedo provocado por la brutalidad de aquellos hombres dedicados a ejecutar las torturas. Las tripas y los órganos de los hombres siendo partidos por la mitad, se desparraman justo frente a él. Desgarradores gritos de angustia son oídos por el pequeño Seung.

¡¡Pa-papi, haz algo!! — gritó de forma desgarradora —, ¡¿por qué están haciendo eso con ellos?!

La reina, sólo puede limitarse a cerrar sus ojos fuertemente. Su cabeza la agacha, signo de vergüenza ante tal escenario. Seung-Gil le mira totalmente shockeado.

Seung-Gil... — susurró el rey, dirigiendo la mirada a su hijo.

—P-papá... debemos ayudarlos, ellos...

—Ellos deben morir, hijo mío...

Ante ello, el pequeño Seung sólo se limita a negar con su cabeza, desesperado.

Todos los herejes, homosexuales, brujas y mujeres adulteras, merecen morir de aquella forma, Seung-Gil — dijo sin ninguna pizca de cuidado —. A toda aquella persona que se atreva ir en contra de los mandatos divinos de nuestro señor, le espera un destino como éste.

—P-pero...

—Dos hombres no pueden amarse, Seung-Gil.

Y al oír aquello, el pequeño Seung-Gil queda shockeado. ¿Por qué dos hombres no podrían amarse?, ¿no es acaso el amor algo que hace felices a las personas?, ¿por qué podría enojar a Dios dos personas que se aman?

Aquellas interrogantes perturbaban la pequeña e inocente mente de Seung, en aquellos años. La mente de un niño, la que, está intacta de la ignorancia humana y los terribles prejuicios.

¡¿Qué tiene de malo que dos hombres se amen, papá?! — exclamó fuertemente —, ¡¡creo que eso es muy lindo!!

Y otro brutal golpe, impacta en el rostro del pequeño Seung-Gil. Otro brutal golpe que le hizo notar la realidad de su situación. En una época en la que, la ignorancia humana y la ceguera provocada por el fanatismo religioso, inculpaban la inocente mente de un niño que sólo era capaz de ver amor en lo que otros llamaban aberración...

En la época más oscura de la historia de la humanidad.


El día de la gran fiesta había llegado. Desde temprano, todos los servidores del palacio estaban ya en pie, arreglando los últimos preparativos para dar la bienvenida a los veintiún años del príncipe Seung.

La sala principal del palacio estaba adornada con elegantes cortinas de color azul marino, el color favorito del príncipe. En las mesas, se podía observar diversos manteles de los más finos detalles, todo esto, echo por las hábiles manos de las costureras del pueblo. Los servidores entraban y salían del palacio, muchos, cargando los pesados instrumentos que serían tocados para el gran baile, por la noche.

El Palacio era un total caos. Labores de limpieza, adorno, cocina y espectáculo. Todos los servidores trabajaban en conjunto, haciendo esto similar a la vista de una pequeña colonia de hormigas.

Phichit, por su parte, se hallaba junto a Yuuri realizando labores en la cocina. El tailandés, revolvía una consistencia de harina y huevos, mientras que su amigo, trozaba de forma hábil diversas frutas para la preparación de un pastel.

—¿En dónde estarán Leo y Guang? — preguntó Phichit, curioso ante la ausencia de ambos.

—Han de estar ocupados en sus cosas — respondió Yuuri, utilizando un divertido tono de voz para lo último.

Phichit, levantó la mirada hacia el joven japonés, arqueando ambas cejas, no comprendiendo lo insinuado por su amigo.

—¿Sus cosas? — preguntó, ladeando su cabeza. Una risa incontenible arrancó de los labios de Yuuri.

—Ya sabes... — susurró, entrecerrando sus ojos — sus cosas...

Y Phichit, pareció al fin comprender a lo que se refería su amigo. Abrió su boca y levanto un dedo índice, articulando;

—¡Ah!, ¡ya entiendo! — sonrió —. ¡Están haciendo las labores que encomendó el príncipe!

Y su amigo, no pudo soportar la risa. Se llevó ambas manos a la boca, conteniendo sus carcajadas. Phichit le miró con vergüenza.

—¡Yuuri! — exclamó molesto —, ¡no te burles así de mí! — frunció el ceño, un leve sonrojo invadió su rostro, avergonzado.

Todos en la cocina dirigieron su mirada ante la escena de ambos. Realmente parecían tan sólo unos chiquillos de los felices que se les veía.

—¡Vale, vale! — exclamó Yuuri, secando unas pequeñas lágrimas que se habían asomado por sus ojos —. Lo siento, Phichit.

El moreno, sólo se limitó a sacar la lengua a su amigo, a lo que Yuuri, vuelve a reír ante la divertida mueca del tailandés.

—¡Oh! — exclamó el japonés, recordando algo.

—¿Qué pasó? — preguntó Phichit, al percatarse del cambio en su amigo.

— Hablando de gente que desaparece, ¿sabes?... recordé a alguien — susurró, posando una de sus manos en la barbilla, escéptico.

—¿Umh...?

—¿Recuerdas a Jen?

Y al escuchar aquello, el semblante de Phichit cambió de inmediato. Desvió su mirada hacia el suelo, intentando esconder su malestar. Sintió un cosquilleo intenso en su estómago. Un leve mareo experimentó al dibujarse los recuerdos de aquella noche en la cocina, cuando Jen intentó asfixiarlo y violarlo.

—¿Phichit? — interrumpió Yuuri, preocupado —, ¿pasa algo? — preguntó, al notar el repentino cambio en su amigo.

Phichit, sólo se limitó a negar con la cabeza. Sus manos se volvieron temblorosas y un fuerte sentimiento de inseguridad empezó a apoderarse de él. ¿Qué había pasado realmente con Jen?, ¿seguía con vida después de que Phichit le arrojara en su rostro el agua en ebullición?, quizás su cuerpo estuviera por algún rincón del palacio, esperando a ser hallado, o quizá... se encontraba con vida, escondido y esperando el momento indicado para asesinarlo de la forma más brutal posible.

—¡¡Phichit!! — exclamó nuevamente Yuuri, esta vez, tomando de ambos hombros a Phichit, sacudiéndole levemente —, ¿estás bien? — preguntó, tomando del rostro a su amigo.

—¡Claro que lo estoy! — exclamó el tailandés, zafándose suavemente del agarre —, sólo que... me preguntaba lo mismo que tú — una falsa sonrisa se dibujó en sus labios.

Yuuri arqueó ambas cejas, en una expresión de incredulidad. Sabía cuándo Phichit ocultaba algo, y ésta no era la excepción.

—¡Oigan!

Oyeron ambos a lo lejos, interrumpiendo lo denso del ambiente. Giraron sus vistas hacia la puerta de la cocina.

—¿Podemos ayudar en algo?

Eran Leo y Guang, quienes, habían estado en el patio exterior, alejados del caótico ambiente del palacio.

—¡Hasta que por fin aparecen! — exclamó Yuuri, arqueando ambas cejas —, ¿en dónde habían estado?

—Estábamos en el patio exterior, arrojando comida a los patos — respondió Guang, sonriente —. ¡Y miren! — exclamó, apuntando en su cabello —, ¡Leo me regaló esta flor!, ¡me dijo que se ve linda puesta por detrás de mi oreja!

Yuuri y Phichit no pudieron resistir sonreír ante aquello. Sin lugar a dudas, ambos hacían una pareja bastante única.

—Yuuri había dicho que estaban haciendo sus cosas.

Acusó Phichit. Y ante ello, Leo y Guang dirigen su mirada de forma instantánea hacia el japonés. Éste, se sonrojó por completo, nervioso.

—Y-yo... bueno... me refería a... en el buen sentido... — apenas articulaba las palabras, invadido por la vergüenza.

Ante la nerviosa faceta de Yuuri, ambos empiezan a reír, divertidos. Yuuri, por su parte, mira por el rabillo del ojo a Phichit, con el ceño fruncido.

¡Me las pagarás! — dibujó aquellas palabras en sus labios. Phichit se echó a reír ante ello.

De pronto, la silueta de alguien pareciera acercarse hacia ellos. Sin embargo, por la divertida situación, los cuatro ignoran por completo la presencia de aquella persona.

—Phichit.

Logran oír a sus espaldas. Y, al reconocer al emisor de aquella voz, todos giran de inmediato.

—¡Majestad!

Exclaman al unísono, haciendo todos de forma instantánea, una pequeña reverencia. Seung, no tomando mucha importancia a la formalidad de sus servidores, sólo dirige su vista hacia Phichit, quien le miraba de pie, sin la reverencia correspondiente.

—¿Tienes un minuto, Phichit?

—Claro, majestad.

Y sin más, ambos salen de la cocina. Todos quedan con cierta incredulidad ante aquello, pues al parecer... entre el príncipe y Phichit había una relación de mucha más confianza de lo normal.


Ambos logran alejarse de la cocina, situándose en la entrada del patio exterior, allí donde nadie pudiese interrumpirles.

—¿Puedo ayudarle en algo? — preguntó Phichit, preocupado.

—Sí... debo pedirte un favor — respondió el príncipe, con una tenue sonrisa en sus labios.

Y al observar aquello, Phichit no puede resistir también sonreír. No se explicaba el por qué, pero el ver sonreír a Seung le provocaba una cierta sensación de satisfacción.

—Necesito que digas a todos mis servidores que tomen el día libre — dijo el príncipe.

Y ante ello, Phichit arquea ambas cejas. Su boca abre de la impresión.

—¡P-pero! — balbuceó —, ¡hoy es su cumpleaños, majestad, ¡debemos hacer los preparativos, y...!

—Phichit... — susurró el azabache, posando suavemente ambas manos en los hombros del tailandés — de aquello se hará cargo la servidumbre del rey. Ustedes tomen el día libre. Quiero que ustedes, estén totalmente presentables para hoy en la noche.

Phichit ladea su cabeza, sin entender la última referencia del azabache. Seung, ante la tierna mueca de Phichit, sólo lanza un bufido divertido.

—Sólo diles eso, además... — se detuvo — necesito que les digas que en unos minutos los necesito a todos en la sala principal, debo darles algo.

—Bien, majestad...

El príncipe, sin más que decir, remueve suavemente el cabello de Phichit, divertido. Una inocente risita emana de los labios del tailandés. Seung, posteriormente entra nuevamente al palacio, caminando hacia la sala principal.

*******

El tailandés, sin perder más tiempo, se dirige rápidamente a la cocina, dando aviso a sus compañeros sobre la inmediata orden del príncipe.

En un par de minutos, ya todos se habían acomodado en la sala principal, expectantes. ¿Qué es lo que el príncipe querría darle a ellos?, se formó una especie de revuelo en la sala, con la incertidumbre latente de lo que haría el príncipe con ellos.

—Servidores.

Se oyó el eco de aquella voz por la sala. Todos callaron de inmediato, ante la majestuosa presencia del príncipe.

—Los he llamado para darles dos importantes noticias — resonó fuertemente —. La primera; hoy todos tienen día libre. Se hará cargo de los arreglos y la atención, la servidumbre del rey.

Los servidores empezaron a crear un revuelo en la sala. Algunos reían y otros aplaudían de lo felices que se sentían. Seung, tuvo que carraspear su garganta levemente para poder callarlos.

—Lo otro; hoy para el gran banquete, quiero verlos a todos presentables. Vendrán muchos nobles y gente distinguida de alta cuna, no quiero que los servidores del príncipe estén en esas condiciones — resonó aquello por la habitación —. Ésta señora costurera ha traído al palacio un conjunto de bellos ropajes, hay de todas las tallas, elijan la que estimen conveniente.

Una señora costurera abrió a duras penas un gran cajón. De allí, se podían observar varias finas túnicas de diversos colores y tallas. Ante ello, los servidores quedaron perplejos, mirando con incredulidad al príncipe.

¿Qué había motivado al príncipe a preocuparse por la imagen de sus servidores?, aquello era la primera vez en que los servidores veían una actitud de altruismo por parte de Seung. ¿Qué le habría hecho proceder de esa forma?

Sin perder más tiempo, los servidores se abalanzan sobre los ropajes. De forma nerviosa e inquietante, todos probaban los ropajes en sus cuerpos, buscando la talla indicada para cada uno de ellos. Un gran alboroto se formó en la sala principal del palacio.

Phichit, analizó por un par de minutos la situación, para luego decidir acercarse al gran grupo de servidores que probaban los ropajes.

De pronto, un brazo se interpuso por delante de él. Phichit, reconoció enseguida de quien se trataba. Alzó su vista apenas.

—Majestad... — susurró.

—Tú no, Phichit — dijo, negando suavemente con su cabeza.

El moreno, miró extrañado. Quizá, el príncipe no le habría considerado dentro de la encomienda, como una forma de castigo por sus acciones pasadas. Phichit, lo comprendió, y sin más, sólo asintió con su cabeza, aceptando dicho presunto castigo.

—Para ti hay algo especial — una tenue sonrisa ensancha sus labios.

Phichit, volvió a alzar su vista, sorprendido al oír aquello. ¿Acaso el príncipe le estaba considerando de una forma especial a él?

—En la noche, antes de comenzar el gran banquete, ve a mi habitación. Allí te daré lo que he conseguido para ti, además... necesitaré de tu opinión.

Una caricia casi imperceptible, sintió Phichit rosar en una de sus mejillas. Sus ojos perplejos, no alcanzaron a divisar al príncipe alejarse por uno de los pasillos.

Suavemente, una de sus manos se alza a su rostro, tocando apenas con la yema de sus dedos la zona en donde el príncipe había acariciado en su mejilla. Y él, sin darse cuenta, sintió estremecer, por alguna razón que él no reconocía.

... O mejor dicho, aún no reconocía.


La gran noche había llegado. El Palacio Carmesí, estaba repleto de gente. Distintos nobles; reyes, príncipes, gente de alta cuna e inclusive burgos, llegaban en varios carruajes al sitio. La sala principal estaba completamente iluminada, las largas mesas adornadas con bellos manteles, estaban repletas de distintos licores y diversas comidas de los más exquisitos sabores. Los músicos contratados por el rey, estaban ya en el gran escenario, probando los distintos instrumentos antes de entrar en función de forma definitiva.

Ya todo estaba listo. Sólo faltaba la presencia del príncipe para poder iniciar, pero él... aún estaba en su habitación.


Seung, se hallaba frente al espejo, arreglando los últimos detalles de su traje, el que había elegido en la casa de las costureras en el pueblo. De forma incesante, movía uno de sus pies, nervioso ante la tardanza de Phichit.

De pronto, un leve golpe resuena en la puerta de su habitación. Él, supo de inmediato de quién se trataba.

—Adelante — dijo de forma animada. Una gran sonrisa se dibujó en su rostro.

—Majestad, disculpe la tardanz...

Pero, cuando el tailandés, levantó su vista hacia el príncipe, paró en seco. Sus ojos se abrieron de la perplejidad y su boca abrió levemente ante lo que sus ojos admiraban.

El príncipe, vestía de un traje color azul marino. Partes del traje estaban adornados con finos detalles hechos por las costureras del pueblo. El intenso color del ropaje contrastaba por completo con la pálida piel del príncipe. Un negro cinturón cruzaba por sus caderas, junto a unas elegantes botas que se extendían hasta un cuarto de sus piernas. Una capa más oscura que sus ropajes, se extendía por detrás de su espalda.

El príncipe, se veía simplemente majestuoso y hermoso.

—¿Y? — preguntó, con una radiante sonrisa en su rostro —, ¿cómo me veo?

Phichit, ante aquella pregunta, no pudo responder de inmediato. Se hallaba ensimismado en la majestuosidad y belleza de Seung, no pudiendo articular palabras de forma rápida.

—S-se ve herm... — se detuvo de inmediato, percatándose de lo que diría — ... bien, se ve bien, ma-majestad — sonrió, nervioso.

—Ahora es tu turno — dijo Seung-Gil, pasando por su lado y dirigiéndose a la salida de la habitación —. Revisa sobre mi cama. Saldré de la habitación por unos minutos, entonces, cuando estés listo, avísame y volveré a entrar.

Dijo con una tenue sonrisa, para luego, cerrar la puerta tras de sí.

El moreno, sólo miró a su alrededor, extrañado. ¿Por qué empezaba a perder el hilo de sus sentidos cuando el príncipe tan sólo se acercaba a él?, no es como si antes él habría experimentado tales cosas, ni con una mujer, ni mucho menos con un hombre.

Sacudió su cabeza, exasperado. Se dirigió hacia la cama del azabache, buscando con su vista aquello que Seung habría estado guardando para él. Y allí, lo vio.

—E-es ... hermoso... — susurró apenas, totalmente admirado.

Tembloroso, tomó entre sus manos un traje casi tan elegante y precioso como el del príncipe. Ropajes de suave tela, color verde esmeralda, con finos detalles casi tan preciosos como las ropas de un noble.

Sin tardar mucho más tiempo, se vistió con el traje, cuidando no pasar a llevar aquellos ropajes tan finos y elegantes.

Se miró en el espejo, ensimismado. Su vista se perdió entre su reflejo. Phichit, sentía todo demasiado irreal. ¿Por qué el príncipe habría de dar algo especial para él?, ¿no era él acaso un servidor igual que el resto?

De pronto, la puerta abre suavemente, lo que saca a Phichit de sus pensamientos.

Era el príncipe.

—Veo que ya terminaste... — musitó, con una leve sonrisa en sus labios.

—Ma-majestad, yo... — balbuceó — no puedo... aceptar esto, es demasiado, yo...

Y Seung-Gil, gentilmente posó ambas manos en los hombros de Phichit, diciendo;

—La belleza de tu alma no se comparará jamás a la simplicidad de aquel ropaje.

Susurró en un apacible tono de voz. Phichit, apenas alzó su vista hacia Seung, sorprendido ante lo articulado por el príncipe. Su vista, se clavó en la del azabache, totalmente entumecido en la gentileza de aquel joven.

Intentó articular alguna palabra al respecto, pero sus sentidos volvieron a colgar desde un fino hilo, no pudiendo despegar su vista de la del príncipe.

De pronto, alguien interrumpe aquella sublime atmósfera.

—¡Majestad! — golpeó la puerta un guardia real, hablando del otro lado de la habitación —, ¡el rey ha dicho que todo ya está listo, sólo se necesita de su presencia para iniciar!

Seung-Gil, cierra sus ojos, con un evidente malestar ante la interrupción del guardia.

—Dígale a mi padre que ya voy — espetó con fuerza.

—¡Sí, señor! — exclamó el guardia, aparentemente alejándose de la habitación.

Una leve sonrisa se dibuja en los labios del azabache. Phichit, siente estremecer de nuevo.

—Te ves hermoso — dijo —. Pero, hay algo que falta por hacer.

Rápidamente, abre una de sus cajoneras, sacando de su interior, un fino peine de metal. Phichit, apenas puede limitarse a seguirle con su mirada.

—Ya sé que hacer contigo — dijo, tomando el cabello de Phichit.

—¿Q-qué cosa...? — preguntó el moreno, alzando su vista.

Seung, empieza a peinar los finos y azabaches cabellos del moreno. Con suma delicadeza empieza a cepillar las hebras hacia un costado, dejando finalmente, el cabello de Phichit hacia un lado.

Aquel nuevo peinado, daba una impresión de inocencia en Phichit. Seung, sonrió de forma radiante ante el resultado logrado.

—Mírate — dijo Seung-Gil, volteando suavemente a Phichit hacia el espejo.

Y el moreno, no pudo evitar sentir ternura ante lo hecho por el príncipe. ¿Por qué él, que era la máxima autoridad del reino después del rey, estaba tomándose la molestia de hacer algo como eso con un simple y ordinario servidor?

—N-no sé qué decir, yo... — Phichit no podía creer lo que el príncipe hacía. No tenía palabras para expresar su gratitud.

—No digas nada — susurró Seung-Gil —, sólo quiero que disfrutes la fiesta. Yo, no podré estar contigo por mucho tiempo. Lamentablemente, debo atender al resto de nobles que mi padre desgraciadamente invitó, me hubiese gustado estar contigo — dijo en un apacible tono.

Y Phichit, no pudo evitar sonreír ante aquello. Una cálida sensación se anidó en su pecho.

—Está bien majestad, lo entiendo...

—Ahora debemos partir a la sala principal, vamos — dijo, tomando de la mano a Phichit, para luego, dirigirse hacia el exterior de la habitación.


Apenas Seung apareció por un rincón de la sala principal, todos se giraron hacia él. Todos, empezaron a aplaudir. Seung, sólo pudo limitarse a sonreír de forma forzada, sin ánimos verdaderos de hacer aquello.

Para él, todo esto no era más que un fastidio. El exceso de gente, el escándalo, la hipocresía de todos los que se encontraban allí. Para Seung, aquello sólo era una fiesta en donde todos los nobles pretendían preocupación por él, cuando sólo, tenían un interés pecuniario en todas sus riquezas.

Realmente, él sólo lo hacía para complacer a su padre. Cómo siempre.

—¡Mi queridísimo amigo, Seung-Gil! — exclamó Christophe, dando un efusivo abrazo al azabache.

—¡Christophe! — exclamó el príncipe, igualmente.

Y ambos, se fundieron en un fuerte abrazo. Christophe, era realmente una de las pocas personas que se preocupaban por él.

—¡Oh! — exclamó el rubio, una vez separado de su amigo —, ¡veo que Phichit también estará en la fiesta! — exclamó sonriente, viendo al tailandés asomarse por detrás de Seung-Gil.

—Hola, majest...

Pero antes de terminar su oración, Christophe le fulminó con la mirada.

—Digo, Christophe... — sonrió nervioso, recordando.

—¡Así mismo! — exclamó el mayor —, ¡te extrañé, Phichit! — dijo, para luego, aferrarse al tailandés en un abrazo.

Phichit, miró de reojo a Seung-Gil, nervioso ante el proceder de Christophe. Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios del azabache, y ante ello, Phichit sintió relajarse.

—Iré a saludar al resto de nobles — dijo el azabache, retirándose del lugar.

—¡Iré contigo! — exclamó Christophe, separándose del moreno —, ¡nos vemos al rato, Phichit!

Exclamó, alzando su mano hacia Phichit. El tailandés, asintió tímidamente, con una tenue sonrisa en sus labios.

******

Seung, ya casi había concluido con la formalidad de saludar a todos los nobles del banquete. Sintió extrañeza, cuando de pronto recordó que su padre le había dicho sobre la presencia de Sala Crispino. Un profundo suspiro fue emitido por el príncipe, sintiendo alivio al pensar que ella al final no aparecería aún.

—¡Seung-Gil!

Escuchó a sus espaldas. Temeroso, se giró al reconocer al emisor de aquella voz.

Su padre, el rey.

—Mira a quien traigo aquí, hijo.

Dijo en un inusual apacible tono de voz. Una emoción indescriptible se posó en sus ojos.

Y Seung, pudo observar claramente...

Por detrás del rey, la silueta de una pequeña mujer se divisaba de a poco. Cabellos negros y lacios, tez morena y unos bellos ojos violetas, dibujaban en su refinado rostro una hermosa expresión de alegría incontenible, al divisar frente a sus ojos al hombre de su vida.

—Seung-Gil... — susurró ella, con sus ojos cristalizados — ha pasado tanto tiempo.

Una sonrisa llena de añoranza se posó en los labios de Sala Crispino. Sentía su pasión desbordar con vehemencia ante Seung, el joven del cual ella había estado enamorada desde que era tan solo una chiquilla.

Seung, por su parte, sólo podía limitarse a observarla, estático, sin ninguna aparente emoción. Tampoco era como si... él estuviese enamorado de ella.

Y ella... lo sabía mejor que nadie.

—Salúdala, Seung — murmullo el rey entre dientes, al percatarse de la grosera reacción de su hijo.

—Hola, Sala — dijo, meramente por compromiso.

Una gran sonrisa, se dibujó en los labios de la mujer. Y, sin poder contener ella su emoción, de un movimiento se aferra al cuello de Seung, uniéndose a él en un frenético abrazo.

El príncipe, sólo pudo limitarse a mirar a su padre por el rabillo del ojo. El rey, fulminó con la vista a Seung, dando entender al joven que, no causaba nada de gracia su desolladora indiferencia hacia su prometida.

Y Seung, no tuvo opción alguna ante la demandante mirada de su padre. Y, muy a su pesar, corresponde fríamente al abrazo de Sala.

—T-te he extrañado tanto, Seung-Gil... — murmulló ella, con su rostro aprisionado en el pecho del príncipe.

—Yo también, Sala... — respondió él, con la vista estática al suelo.

Por un buen rato quedaron ambos en aquella posición. Seung, sentía que la incomodidad se acrecentaba con el pasar de los segundos, deseando frenéticamente el poder separar su cuerpo del de su prometida.

—Bueno, bueno... — murmullo el rey, separando suavemente a Sala de Seung-Gil — ya es hora de iniciar con el festejo, muchachos...

Y el príncipe, sintió nuevamente su cuerpo calmar. El tener a Sala Crispino cerca de él, le tensaba enormemente.

El rey, ejecuta un ademán con su mano a uno de sus servidores, indicando que trajera una copa hacia él. Y, cuando el rey por fin la sostiene entre sus manos, la golpea, haciendo que ésta resonara por toda la sala del palacio.

Todos, dirigieron su atención hacia el rey.

—Requiero de su atención, por favor.

Espetó fuertemente, y todos, callaron de inmediato. Seung, sentía sus nervios acrecentar dentro de sí.

—Bienvenidas las damas y los caballeros. Queridos y distinguidos invitados. Gente de alta cuna y merecedora de estar en este banquete — carraspeó su garganta —. Quiero agradecer encarecidamente a todos ustedes, por venir a la gran fiesta de mi queridísimo hijo, el gran príncipe Seung-Gil.

Y todos, empezaron a aplaudir ante las primeras palabras del Rey. Seung, sólo podía limitarse a sonreír nervioso e incómodo ante tal situación.

—Como ustedes sabrán, este es el cumpleaños número veintiuno de mi queridísimo hijo — dijo fuertemente, mientras que, pasaba uno de sus brazos por detrás del cuello del azabache —. Él, es un gran hombre. Un hombre merecedor de esto y mucho más. Merecedor de admiración y lealtad, y en especial, de todas las grandes riquezas de este gran y próspero reino.

Los aplausos comenzaron a intensificarse, y, Seung-Gil, sentía su malestar interior acrecentar.

—Gracias. Gracias a todos ustedes por venir a este banquete. Muchas gracias — dijo, separándose levemente del príncipe —, pero, eso no es todo lo que pretendo decir esta noche...

Dijo, girando su vista hacia Sala y Seung. El príncipe, sintió desvanecer, cuando supuso lo que su padre anunciaría frente a todos.

Una gran sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios del rey. Tomó una gran bocanada de aire, para luego articular;

—Me es de un gran orgullo, anunciar esta noche, frente a todos ustedes...

Y el azabache, cerró sus ojos, con frustración. Sentía que todo se volvía una pesadilla.

—... El compromiso matrimonial de mi hijo Seung-Gil, junto a la princesa Sala Crispino.

La gente, empezó a gritar y a aplaudir frenéticamente. Sala, se aferraba fuertemente a Seung, repartiendo pequeños besos por el rostro del azabache. Los nobles e invitados en general, felicitaban a ambos, abrazándoles y dedicando palabras de buenos deseos para el matrimonio que pronto habría de celebrarse. Todo era felicidad.

...Menos para Seung-Gil.

Él, sentía todo su mundo caer a pedazos. Por un instante, se anidó en su garganta un terrible nudo. Luchó fuertemente para, contener los gritos de ira que sentía desbordar dentro de sí.

Era todo absolutamente desagradable. Sintió la furia anegarse por completo, cuando de pronto...

Seung, a lo lejos, entre la muchedumbre y el alboroto, logra divisar a Phichit, observándole totalmente consternado, desde un sitio lejano a él.

Y el príncipe, sintió caer en un abismo.

La expresión en el tailandés, era de absoluta congoja. Su vista, se clavó en los perplejos ojos del príncipe, quien, le miraba completamente hundido en la desesperación. Phichit, con sus ojos completamente cristalizados, sólo pudo limitarse a huir de la sala principal, dirigiéndose rápidamente a uno de los balcones, hacia el exterior.

Y Seung, sin meditar lo suficiente, alcanza a ejecutar dos pasos, en un intento de alcanzar a Phichit.

Pero, sin embargo, un gran brazo se interpone ante él, no permitiéndole avanzar más, sacándole de su trance.

—Vas a bailar con tu prometida — espetó fulminante el rey, desollando con la mirada a su hijo.

Seung, sólo podía limitarse a observar el lugar por dónde Phichit había huido hacia el balcón exterior. Sentía un terrible dolor posarse en su pecho ante tal situación. La congoja en la mirada del tailandés, se talló en su memoria, como una dolorosa herida, con una cicatriz eterna.

—Seung-Gil... — susurró Sala, tomando al príncipe de ambas manos — ¡la música ya comenzó!

Exclamó. Y, ante ello, Seung-Gil no tuvo más opción... debía obedecer las órdenes de su padre.

La música comenzó a sonar, y todos los invitados, clavaron su fulminante vista en Seung y Sala, que, bailaban en medio, abrazados.

La joven princesa, se aferraba fuertemente al pecho de Seung. Sus ojos cerrados, eran signo de lo pasional y hermoso que ella percibía aquel mágico momento, en dónde, ella y su futuro esposo, eran el gran centro de atención.

... El único centro de atención.

Pero, distinto era todo para el príncipe. Sus ojos, sólo podían clavarse estáticos en el frío suelo, perdidos entre la nada. La frivolidad de la expresión en su rostro, la rigidez de sus manos sobre la espalda de Sala...

... El amor que no sentía por ella.

Todo aquello era perceptible a leguas. La llama de su alma apagada. Su espíritu jovial rendido ante lo inevitable de su terrible destino. Todo se hundía en el alma de Seung, como en un mar de angustia y desesperación.

La música había concluido. Los frenéticos aplausos resonaban por toda la sala principal, ensordeciendo los oídos del príncipe. Un fuerte dolor interior punzó en su pecho.

Aquel cumpleaños, era el peor de su vida.

********

Phichit, se hallaba en un balcón del exterior. Sus ojos cristalizados temblaban a la par de sus endebles piernas. Un terrible nudo se tensaba en su garganta. Sentía su corazón martillear velozmente en su pecho.

Unas intensas ganas de llorar sintió Phichit desbordar en su interior.

Dolía. Y él, no sabía el por qué.

¿Por qué el príncipe no le habría dado antes tal noticia?, ¿Acaso no se supone que confiaba ciegamente en él?, O bueno... no es como si a él le interesara tal hecho, ¿o sí...?

Tímidamente, seco sus ojos empapados en lágrimas. Inhalo profundamente, reteniendo débiles alaridos en su garganta.

—¿Por qué rayos... — se detuvo, intentando controlarse — ... me afecta tanto esto? — pensó, sacudiendo su cabeza.

La frustración ante tal situación, se acrecentaba dentro de él. No encontraba lógica ante el hecho de que sintiese tanta tristeza ante el compromiso del príncipe.

Y Phichit, sin insistir más dentro de su tortuosa y confundida mente, sólo se limita a reincorporarse, para luego, volver al interior del Palacio, en un intento de ignorar su mal sentir.

*******

Después del baile del príncipe y la princesa, todos los invitados empezaron a dispersarse por el resto del palacio. Sin embargo, Seung, sólo podía permanecer junto a su prometida, ante la incesante vigilia de su padre.

Los ojos del rey se clavaban de forma fulminante en el incómodo semblante de su hijo, quien, podía dejar en evidencia su amargura con la sola expresión de su rostro.

''Phichit''.

Él, solo podía pensar en el tailandés. La decepción y la amarga expresión que pudo notar en su rostro. La forma desesperada en que había huido de toda aquella situación. Seung... temía a que Phichit estuviese necesitando de él en estos momentos, pero... no podía huir a su lado, no al menos con Sala aprisionándole allí.

********

Yuuri, buscaba por el palacio de forma incesante a Phichit. No dejaba de pasar por su cabeza la idea de que, su amigo, nuevamente tratara de huir de aquel lugar.

De tal sólo pensar en ello, un frío recorrió su espina, incrementando el nerviosismo ante tal supuesto.

—¡¿Por qué eres tan inconsciente, Phichit?! — murmulló entre dientes, con la rabia presionando en su sien.

De pronto, Yuuri, al doblar por un recodo del palacio, choca de forma sorpresiva con un joven. Ambos, caen al piso fuertemente.

—¡L-lo siento, señor! — exclamó Yuuri, sumamente preocupado al pensar que podría tratarse de un noble —, ¡déjeme ayudarle!

Y aquel hombre, lanza una pequeña carcajada al aire, divertido ante el incidente.

—No te preocupes, estoy bien — sonrió —. Es más, ¿tú te has hecho daño? — preguntó, tomando a Yuuri por un brazo e intentando recomponerse junto a él.

El japonés, sólo pudo limitarse a mirar incrédulo la amable reacción del joven. Refregó sus ojos, intentando fijar mejor su vista, hasta que, pudo observarle con claridad.

—Soy Viktor — dijo el joven, regalando una enérgica sonrisa al japonés —. Viktor Nikiforov.

Yuuri, sólo pudo abrir sus ojos de la perplejidad. El joven, el que se presentaba ante él... era perfectamente radiante.

Su presencia irradiaba cierto misterio, pero a la vez... se le notaba tan alegre y pintoresco que, Yuuri, no pudo evitar sentirse a gusto a su lado.

—Soy... — se detuvo, con sus sentidos pendiendo de un hilo — ... soy Yuuri Katsuki — sonrió.

Viktor, extendió su mano hacia Yuuri. El japonés, no tardó en corresponder al saludo.

—¿Estás buscando a alguien? — preguntó el joven.

—Bueno, yo... — se detuvo, cuando por detrás de Viktor, pudo divisar a su amigo, junto a Leo y Guang.

Un leve suspiro fue emitido por Yuuri, sintiéndose aliviado.

—A nadie. No busco a nadie — sonrió.

Y Viktor, sintió una energía recorrer su cuerpo. Yuuri, tenía una sonrisa completamente encantadora, algo que... Viktor, no había podido jamás encontrar.

—¿Es usted un noble? — preguntó Yuuri, curioso ante la vestimenta del joven.

—Ah... — susurró Viktor, tomando parte de su vestimenta y estirándola — no... no tengo tanta élite como para ello.

Y precisamente, pues... Viktor, no era un noble, sino que un burgués (1).

—Entonces... ¿qué eres? — preguntó Yuuri, apoyando sus brazos en parte del balcón, acción que, fue seguida por Viktor.

—Soy un burgués — respondió él.

—¿Un... burgués? — repitió Yuuri, ladeando su cabeza de una forma divertida.

Y ante ello, Viktor no pudo evitar reír. La reacción de Yuuri, había sido sumamente tierna.

—Soy un mercader. Trabajo importando hermosos textiles, desde otras partes del mundo.

Yuuri, abrió su boca, impresionado. Sus ojos brillaron al oír a lo que Viktor dedicaba su vida. Aquello sonaba tan... divertido.

—El rey me ha invitado al banquete del príncipe, como una forma de agradecimiento. Soy yo el responsable de todos sus lujosos trajes — sonrió —. De hecho, ese hermoso traje que tienes puesto, es uno de los textiles que yo he traído.

—¡Woooah! — exclamó Yuuri, totalmente encantado por Viktor —, ¡¿entonces, sueles viajar mucho?!

—¡Por supuesto! — exclamó —, de lo contrario, no podría traer a este reino mis textiles.

—¡¡Eso es tan genial!!

—¡¡En efecto!!

Aquella conversación se prolongó por mucho tiempo. Pasaron por varios temas distintos, sin ningún tipo de recelo o desconfianza. Pareciera que, ambos congeniaban a la perfección, tanto que, Viktor no dudó al momento de contar su pasada vida a Yuuri.

—Entonces... ¿estuviste casado? — preguntó con sorpresa, acomodándose en el suelo.

—Exactamente... — respondió Viktor, sentándose igualmente, justo al lado de Yuuri — pero, me separé al poco tiempo.

—¿Y por qué?

—Las mujeres no me gustan — respondió, sin el más mínimo pudor.

Yuuri, arqueó ambas cejas, extrañado ante tal respuesta.

—Además... al poco tiempo descubrí me era infiel, así que... — sonrió — fue la perfecta excusa para deshacerme de ella.

Yuuri, quedó ensimismado ante lo dicho por Viktor. ¿Quizá el habría entendido mal el mensaje?, ¿estaba mal interpretando lo dicho por él?

—No pongas esa cara de incertidumbre, Yuuri... — dijo, acercando su mano al rostro del japonés. — te estoy diciendo que, son los hombres quienes me gustan.

Yuuri, dio un brinco al escuchar aquello. Su pálida piel del rostro, se pigmentó con un intenso carmín.

—¡Alguien podría oírte! — exclamó, mirando con disimulo hacia los costados y poniendo una mano sobre la boca de Viktor.

—Dudo que hayan inquisidores en este sitio — respondió Viktor, alejando suavemente la mano del japonés.

Ante el tacto del burgués, Yuuri siente estremecer. Y, de un rápido movimiento, aleja su mano de la de Viktor.

—¿Y tú, Yuuri...? — dijo, en un tono apacible —, ¿qué eres?, con esos bellos ropajes, no creo que seas menos que un mercader, o quizás un artesano...

Yuuri, siente su rostro invadido por la vergüenza. De forma instantánea, baja su mirada, ocultándose entre lo monótono del suelo.

Viktor, se percata de inmediato de la reacción del joven, sintiéndose mal por haber hecho quizás una pregunta que lo hiriera.

—Yuuri, disculpa... — se detiene, tomando ambas manos del joven — no he querid...

—Soy un servidor — interrumpe Yuuri —. Soy un servidor del príncipe Seung-Gil.

Espetó seco. Y Viktor, ante tal respuesta, abre sus ojos, sorprendido. Una tenue sonrisa se dibuja en sus labios, articulando;

—¿Cuál es tu sueño, Yuuri?

—Volver a Japón junto a mi familia.

Y es que Yuuri, estaba sólo en aquel continente, sin su familia. Él, se había dedicado junto a ella, a la preparación de alimentos dentro de la aldea. Sin embargo, como ocurre de forma periódica en las distintas formas de economía, en la familia de Yuuri, hubo un periodo de insolvencia, por lo que, fue inevitable no acudir a la familia real para un préstamo.

Con el pasar de los meses, la situación no mejoró y... los intereses de la deuda, incrementaban más y más. Como medida desesperada, Yuuri junto a su familia intentaron huir de vuelta a su país natal; Japón.

Pero, el día en que todos embarcaban de vuelta, todos fueron interceptados por guardias reales del palacio, buscando el pago de las acreencias del rey.

Y fue entonces cuando, Yuuri, decidió que él se arriesgaría por su familia, quedando como servidor del rey, mientras que, su familia... volvía a Japón.

...Y volvían sin él.

Pero... aquello no sería eterno. Yuuri, prometió a su familia, volver a reencontrarse en su país natal, algún día.

—Yuuri... — susurró Viktor, pudiendo divisar en el japonés una expresión de tristeza, al recordar a su familia — todo estará bien, volverás a ver a tu familia... — susurró.

—Eso esper...

Pero Yuuri, paró en seco. Un calor abrasador inundo su cuerpo, cuando sintió a Viktor rodearle con sus brazos.

Un gentil abrazo, cargado de paz y empatía, fue lo que Yuuri sintió muy dentro de sí. Una tenue sonrisa se dibujó en sus labios, sintiendo como todo el desasosiego rehuía de su mente, gracias a aquel amable joven.

—Alguien podría vernos... — susurró Yuuri, con una apaciguadora sonrisa en su rostro.

—Estamos demasiado lejos... — respondió Viktor.

Y ambos, se separan ligeramente. Sus vistas se clavan una a la otra, demandando no separarse por nada del mundo. Yuuri, experimenta un cosquilleo por todo su cuerpo, sintiéndose en un lugar totalmente sublime.

—V-viktor, yo... — intentó articular.

Pero, un fuerte revuelo interrumpe a ambos. Las personas en el salón principal, empiezan a aplaudir de forma efusiva, provocando un gran alboroto, a lo que, Yuuri y Viktor, se dirigen rápidamente hacia el lugar.

—Vamos — musitó Viktor, sorprendido ante la muchedumbre.

—¡Sí!


En el lugar, todas las personas se hallaban amontonadas en el centro. En la parte superior del palacio, en un relieve, podía observarse al rey junto a su hijo, sentado cada uno en un trono.

Un pequeño hombrecillo entraba al palacio, situándose en medio de la gran muchedumbre, y ejecutando una reverencia a los dos nobles. La gente empieza a reunirse con gran alegría.

Pues, se trataba de un juglar.

—¿Qué es esa cosa? — preguntó Guang, llevándose una porción de comida a la boca.

Leo, Emil y Phichit, no pueden evitar reír ante la pregunta de Guang. Sin lugar a dudas, el aspecto físico de aquel hombre, era bastante divertido.

—Es un juglar, amor mío — susurró suavemente Leo, dando un fugaz beso en la mejilla a su novio.

—¿Y por qué viste de esa forma? — volvió a preguntar.

—Es porque, está dedicado al espectáculo — respondió Emil —. Ha sido contratado para hacer reír al rey y al príncipe.

—Pues con su sola apariencia, ya es bastante gracioso — volvió a decir Guang.

Y Phichit, no puede evitar reír nuevamente ante lo dicho por Guang.

De pronto, todos en la sala principal guardan silencio, en señal de respeto al juglar, pues, los juglares dentro de la sociedad medieval, eran muy respetados y, por sobretodo, bien valorados.

—Mis señores, muy buenas noches — dijo el juglar, en un agudo tono de voz —. Es un honor para mí, ser invitado por el gran rey, para poder divertir al joven príncipe — otra gran reverencia es ejecutada ante los nobles.

La gente, sólo mira expectante, esperando la gran rutina del juglar. El rey, hace un ademán con su mano, indicando al juglar que podía iniciar son su espectáculo.

El hombrecillo, de divertidas y coloridas ropas, asiente con su cabeza. Carraspea su garganta fuertemente, para luego articular;

—Estaban un caballero y su lacayo — espetó fuertemente —. El caballero, pregunta al lacayo; ''¡Lacayo!, ¿ha puesto la silla al caballo?''

Y todos en la sala, esperan expectantes ante el desenlace.

—Y, el lacayo contesta; ''Sí señor. Pero, lamentablemente el caballo no quiere sentarse en ella.''

Una sola risotada se oye por el palacio. Guang, se atoró con lo que comía, pero, por una maniobra rápida de Leo, logra salir ileso.

—Eso fue tan aburrido que, me produjo risa... — susurró Seung-Gil, con una tenue sonrisa en sus labios.

El príncipe, desde lo alto de su trono, logra divisar a Phichit entre un rincón del palacio. Y le ve. Ve aquella hermosa radiante sonrisa en el rostro del tailandés, dejándolo totalmente ensimismado en la hermosa curva de sus labios.

—¡Oh! — exclamó el juglar, acercándose a un noble de ancho cuerpo —, pero, ¿qué tenemos acá? — preguntó.

El hombre, sólo se limita a observar, nervioso ante la incertidumbre de lo que haría el juglar.

—Hombre, usted está tan gordo que... ¡si se mete a un concurso de gordos, gana el primer, segundo y tercer lugar!

Y, otra gran risotada, se oye por el palacio. Ésta vez, Seung-Gil no pudo evitar reír ante las ocurrencias del juglar.

Varios chistes fue emitiendo el juglar, lo que, tenía al príncipe y a la audiencia en general, totalmente complacida ante el talento del hombrecillo. El príncipe, creyó olvidar por un momento la desagradable situación de su compromiso forzado, producto de las incesantes risas que emanaban de su boca.

El ambiente en el Palacio Carmesí, era de una felicidad total. Los espectadores estaban a gusto riendo con el buen espectáculo del juglar.

—Y, para terminar, mi excelencia... — dijo fuertemente el hombrecillo —  ¿qué tenemos aquí? — dijo, mirando por el rabillo del ojo a alguien, en un rincón de la sala.

Se trataba de Phichit.

El moreno, sólo se limitó a tragar saliva, nervioso. Veía como, el juglar se acercaba sonriente hacia él, haciendo divertidas muecas en su rostro. Phichit, siente su cuerpo tensarse.

Phichit...

Susurra Seung-Gil, por lo bajo, percatándose de la situación. Toda la gente del salón, sigue expectante las acciones del juglar.

—Uno de piel oscura, ¿eh? — espeta fuertemente. La gente, empieza a murmullar por lo bajo.

Phichit, traga saliva, invadido por los nervios. Sus manos nerviosas, empiezan a friccionar entre sí, por detrás de su espalda.

—¿Sabían ustedes, queridos espectadores...? — una gran sonrisa se dibuja en su rostro —, ¿que este chico... proviene de los monos?

Una risotada generalizada se oye por la sala del palacio. Las burlas y malos comentarios, no tardaron en oírse hacia Phichit.

Yuuri, Guang, Leo y Emil, permanecían totalmente serios. Las burlas hacia Phichit, no provocaban ni la más mínima gracia en ellos.

¿E-está... burlándose de Phichit?

Pensó Seung-Gil. Sus ojos se abrieron de la perplejidad. La ira, iba acrecentando de forma veloz en su interior.

—¿Qué pasó, amiguito? — preguntó el juglar, ladeando su cabeza frente a Phichit —, ¿quieres plátanos?

La gente reía desbocada en la sala. Las carcajadas golpeaban el rostro de Phichit, hundiéndolo en la más terrible vergüenza y humillación. Jamás en su vida, se había sentido tan ridiculizado y pasado a llevar.

—¿Entiendes lo que hablo, verdad? — preguntó fuertemente —, ¿sabes hablar?, o... ¿debo comunicarme así?, ¿Uh-ah, uh-ah? — el juglar, al articular lo último, ejecutó movimientos con sus brazos y piernas, imitando los movimientos propios de un mono.

La gente en el palacio apuntaba a Phichit de forma desvergonzada. Comentarios humillantes y desgarradores eran dirigidos hacia su persona, por su sola diferencia racial.

El tailandés, sintió su alma desgarrar. Sus labios se tornaron temblorosos, a la par de sus ojos, los que, se cristalizaron por completo.

Y sin poder él contenerlo, una lágrima deslizó por su rostro.

Phichit, sintió que en aquellos momentos, no era más que basura.

—¿Qué pasó? — preguntó el juglar, dibujándose en su rostro una expresión de falsa tristeza —, ¿estás llorando, monit...?

Pero el hombrecillo, no pudo terminar su frase. Seung-Gil, de un movimiento instantáneo, se reincorpora de su trono, lo que, toma la atención de todos en la sala.

—¡¡YA BASTA!!

Exclama en un grito desgarrador. Sus ojos negros fulminaban y desollaban a todos en la sala. Su rostro inundado en ira, sus manos temblorosas de la impotencia, eran visibles por todos en el palacio, inclusive por el rey, quien, miraba a Seung totalmente perplejo.

—¡¡Cierra la maldita boca, juglar de mierda!! — resonó aquello por la habitación, en presencia de los perplejos espectadores —, ¡¿piensas que es gracioso burlarte así de él?!

Phichit, abre sus ojos perplejo ante la defensa del príncipe. Un leve alarido de sorpresa arranca de sus labios.

—¡¡Los únicos ignorantes en este lugar, son todos ustedes, hijos de puta!! — exclamó, con la rabia desbordando —, ¡¡Phichit es quizás una de las pocas personas que sabe leer y escribir!!, ¡¿y ustedes?!, ¡¡no son más que un montón de asnos con dinero!!

Ma-majestad... — susurró Phichit, de una forma casi imperceptible.

¡¡No son más que un grupo de gente hipócrita, malditos infelices, váyanse ahora mismo de mi palacio, no quiero ver a nadie aquí, grandísimas mierdas!!

Exclamó el príncipe, con la ira desbordando de su cuerpo. Con su mirada fulminante, baja rápidamente, con los puños como rocas. Se dirige a paso apresurado, hacia el juglar, quien, le miraba totalmente asustado, desde la parte baja del trono.

—Y tú, maldito juglar de cuarta — murmulló entre dientes, conteniendo su ferviente ira —, vete de este palacio. No quiero volver a verte en tu miserable vida. Vete, vete antes de que corte tu asquerosa cabeza y la exhiba frente al pueblo — murmulló, conteniendo toda aquella espesa rabia que luchaba por salir despavorida.

—S-sí, ma-ma-majestad... — susurró apenas el hombrecillo, para luego, correr despavorido hacia la salida.

Seung, apenas levantó su mirada hacia sus invitados. Todos, le observaban boquiabiertos. Los cientos de ojos perplejos, se clavaban en el semblante del príncipe, quien, no había podido aguantar la ira que había provocado la humillación a Phichit.

Porque él, podría aguantar cualquier cosa sobre este mundo, pero...

Jamás, el hecho de que alguien hiciera daño a Phichit.

Rápidamente, y con sus ojos desollando a todos sus despreciables invitados, Seung, corre hacia el interior de los pasillos, perdiéndose entre ellos y alejándose de aquel lugar.

Apenas los invitados pierden de vista al príncipe, un gran alboroto de forma en la sala principal. Las personas empiezan a murmullar de forma incesante, el rey, con los nervios y la vergüenza desbordando por la acción de su hijo, rápidamente intenta calmar los ánimos, indicando a los músicos del escenario, tocar música, para seguir con la fiesta.


Phichit, no pudo contenerse ante aquello, y, rápidamente, sale corriendo tras el príncipe de forma incesante. El moreno, sentía su corazón arrancar del pecho. Un fuerte sentimiento de afecto y devoción hacia Seung, se anidó en él.

Buscó y buscó por cada parte del palacio, sin detenerse hasta encontrar al príncipe. Rápidamente, se dirige hacia la última zona del palacio; el patio exterior.

Rápidamente, el tailandés se dirige hacia los rincones del patio exterior, cerca del estanque con patos. Y, es entonces cuando, Phichit le ve...

Seung, se hallaba apoyado en una pared, totalmente tembloroso, y con su rostro escondido entre sus manos. Se le veía notoriamente perturbado.

Y Phichit, sin perder más tiempo, se acerca a él, articulando;

—Majestad, majestad... — susurró tembloroso, intentando alejar las manos de Seung del rostro.

El azabache, apenas levanta su mirada hacia Phichit, con la vergüenza y la tristeza golpeando en su rostro. Una expresión de total abnegación se dibuja en él.

—L-lo siento... — susurró, con su voz en un hilo — n-no pude defenderte antes, yo...

Y Phichit, no pudo reprimir más su sentir. Su cuerpo, obedeció únicamente a sus impulsos. Y, de un movimiento instantáneo, el tailandés se aferra fuertemente al cuello del príncipe, fundiéndose ambos en un abrazo.

El moreno, siente su corazón rebosar de bienestar. Todas las humillaciones, los insultos, las vejaciones... todo aquello, se dispersó instantáneamente de su mente, cuando, sintió por detrás de su espalda, los brazos del príncipe, aferrándose en él.

Ambos, estaban sumidos nuevamente en la magia de un abrazo. Sus antes temblorosos cuerpos, se hallaban ahora totalmente calmados, apaciguados en el éxtasis de dos almas que conjugaban a la perfección.

—¡Seun...!

Paró en seco Sala Crispino, cuando, sorpresivamente apareció por una de las puertas que daban al patio exterior. Rápidamente, se esconde por detrás de unos gruesos pilares, entre la oscuridad.

Atónita, observaba aquella escena; su prometido, aferrado en un cariñoso abrazo a un joven muchacho, a un...

A un hombre.

Seung-Gil y Phichit, levemente separan sus cuerpos, quedando ambos, a tan sólo unos centímetros del otro. Sus respiraciones, golpeaban en sus rostros, con la vehemencia y la pasión a flor de piel.

Seung, suavemente, posa sus manos en las mejillas del tailandés, para luego, alzar despacio su rostro. Ambos, quedaron aún más cerca. Phichit, cerró suavemente sus ojos, limitándose únicamente a experimentar todo aquello que ocurría.

—No es cierto que eres un mono...

Susurró Seung, despacio. Y, ante aquello, una divertida risa arranca de los labios de Phichit.

—¡Majestad! — exclamó, dibujándose una gran sonrisa en sus labios. Seung-Gil, siente su pecho ser abrasado por el calor de aquella hermosa curva; la curva de los labios de Phichit, aquella que... deseaba admirar por siempre, en la inmensidad de la utopía, de lo sublime, de lo bello...

De pronto, una fuerte música se escucha desde el interior del palacio. Una melodía de violonchelos y piano, forman una música totalmente apacible y enternecedora.

Una gran sonrisa se posa en los labios del azabache, una idea fugaz cruzó por su mente. Seung, observa a Phichit con el corazón rebosando de amor, para luego, articular;

—Phichit... ¿me concedes esta pieza?

Extendió gentilmente su mano frente al tailandés. Phichit, abrió apenas sus ojos. Sintió como un calor abrasador inundaba su rostro. Una tenue sonrisa se dibujó en sus labios, para luego, responder;

—Sí, majestad...

Una gran sonrisa de satisfacción se dibuja en el rostro del príncipe. Suavemente, posa una de sus manos en la cintura del moreno, mientras que, con la otra, la entrelazaba a una de Phichit.

El moreno, por su parte, posaba una de sus manos en el hombro del príncipe, mientras que su otra mano, era entrelazada con fuerza a la del príncipe.

Y ambos, empezaron a bailar al son de aquella dulce melodía. Suavemente, sus cuerpos se balanceaban al ritmo de los violonchelos y el resonar del piano. Sus ojos, simplemente no podían despegarse de la dulce faz del otro, analizando incesantemente con sus pupilas, la perfección que inundaba el dulce semblante que tenían frente suyo.

Una tenue sonrisa se dibujó en sus labios. Sus almas rebosaban de satisfacción, de paz, de total armonía... aquello era lo que experimentaban en aquel instante. Sus pechos eran inundados por una calidez reconfortante, sintiendo muy dentro de sí mismos, que un sublime sentimiento se iba forjando hacia el otro.

De pronto, el príncipe toma con mayor fuerza por la cintura a Phichit, provocando que, ambos quedaran mucho más unidos.

El tailandés, no opone resistencia a aquello, y, a cambio, sólo puede sonreír al príncipe ante su osadía. Phichit, sin meditarlo demasiado, suavemente posa de costado su rostro en el pecho de Seung.

Y él, siente en su oreja, el latir del corazón del príncipe. Otra sonrisa aparece en sus labios, ensimismado en la paz abrasadora de aquel momento.

Aquel momento era completamente sublime. Ambos, no tenían noción o idea de lo que ocurría a su alrededor. Sus sentidos, entumecidos por la vehemencia de lo pasional de aquel instante, se hallaban pendiendo de un hilo, sin tomar importancia a la situación que les rodeaba, a la época en que ellos, se atrevían a ejecutar tales comportamientos que, para los ojos de Dios y los inquisidores, no sería más que una terrible abominación, merecedora de la más cruel tortura y muerte posible.

Sala, con el alma sangrando, sólo se limitaba a observar con los ojos cristalizados aquella situación. Ella, podía notar en los ojos de su prometido, el amor que rebosaba hacia el joven que sostenía entre sus brazos, con suma cuidado y delicadeza.

Sintió su alma desgarrar, cuando una mano del joven moreno, se deslizó suavemente por una de las mejillas de su amado. Y, sintió caer en un abismo, cuando pudo notar que Seung, cerraba sus ojos, sintiendo aquella caricia en su rostro, totalmente complacido.

Un leve alarido de dolor fue emitido por sus labios, llevándose ambas manos a la boca, ahogando los sollozos. Ella... jamás habría imaginado tal situación. Su prometido, el hombre de su vida, el joven del cual siempre ella estuvo enamorada... ahora mismo, sostenía entre sus brazos a otro hombre. Le miraba con dulzura, con el amor desbordando de sus brillantes pupilas, con la pasión desbordando en cada abrazo y rose... algo que él, jamás haría con ella.

Porque no la amaba, ni jamás lo haría.

Y ella...

Ella...

Lo sabía...

Sala, sin poder soportar más aquella tortura, corre despavorida de aquel lugar. Con su corazón punzando, huye hacia el interior del palacio, escondiéndose en uno de los cuartos, lejos de aquella tortuosa imagen de la que había sido testigo.


La música de piano y violonchelo, concluye. Ambos, apenas se separan. Una gran sonrisa se dibuja en sus labios, signo de la gran paz y armonía que se anidaba en sus almas.

—Huyamos, Phichit.

Dice el príncipe, tomando al tailandés por ambas manos, entrelazándolas con las suyas. Phichit, ante la petición, abre sus ojos perplejos, articulando;

—Pe-pero, majestad... — se detuvo — yo, no puedo... no puedo huir, usted...

—Por favor, te lo suplico... — insistió.

Y Phichit, pudo observar en Seung-Gil, la desesperación de huir momentáneamente fuera del palacio. Y él... él sintió que debía seguirlo.

Él, debía seguir al príncipe, hasta el fin del mundo si fuese necesario. Eso es lo que su corazón demandaba.

—Vamos.

Respondió Phichit, sin titubear. Una gran sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios del príncipe.

—Conozco una salida por aquí cerca — susurró, tomando suavemente a Phichit por una de sus muñecas, jalándole hacia un rincón del patio —. Es un pasadizo subterráneo, nadie notará que salimos por aquí.

*******

Cuando Seung y Phichit, al fin pudieron salir al exterior del palacio, los alaridos de un joven resonaban débilmente por uno de los rincones del patio exterior.

Era Baek.

Su mirada fulminante, se clavó con ira y rencor en aquella salida subterránea. Sentía su alma envenenada rebosar de furia hacia Phichit.

Apretó sus puños, con el alma desgarrada en mil pedazos. Tan sólo una espesa lágrima rodó por una de sus mejillas. El dolor, era desollador en su interior, como miles de estacas que se clavaban en sus esperanzas por salvar a Seung.

Maldito infeliz... — murmulló entre dientes — Phichit, tú... — se detuvo —  ... vas a pagarla.


Seung y Phichit, caminaron incesantemente por los valles que rodeaban el palacio. La estrellada noche, era iluminada tan sólo con la blanca intensa luz de la luna. Caminaron por varios minutos, hasta que ambos, se recostaron sobre el césped, bajo un árbol.

Con la vista estática, observaban el oscuro cielo, el que, estaba pigmentado por infinitas estrellas, de todos los colores y tamaños.

Y en aquel momento, ellos, se sentían sumidos en la infinidad de lo sublime.

Seung, alza una de sus manos hacia el cielo. Phichit, imita su acción, alzando también la suya.

—Tienes un lindo color de piel...

Susurra Seung, al percatarse por sus manos alzadas, la diferencia racial que existía entre él y Phichit.

El tailandés, incómodo ante tal comentario, se reincorpora en el césped, sentándose y desviando la mirada, con congoja.

Seung, preocupado al notar la reacción del moreno, se reincorpora junto a él, preguntando;

—¿Por qué te apena tu color de piel, Phichit...?

Un apacible tono de voz resuena desde los labios del príncipe. Phichit, sin alzar su vista hacia Seung, sólo se limita a encogerse de hombros, avergonzado.

—Phich...

—Yo siempre... — interrumpió el tailandés — ... siempre he sido molestado por mis diferencias ra-raciales... — balbuceó, apenado — siempre todos me han visto como una peste, sólo porque... porque mi piel es oscura...

Y lo último, sonó con su voz pendiendo de un hilo. Seung-Gil, sintió su alma desollar ante lo dicho por Phichit, no pudiendo soportar la congoja en su tono de voz.

—Escucha... — susurró, girando suavemente el rostro de Phichit hacia el suyo — tus características raciales son hermosas, Phichit.

Susurra, en un apacible tono de voz. Phichit, no puede evitar sentir ante ello, un cosquilleó en la boca de su estómago.

—¿Y sabes qué? — espetó Seung-Gil, fuertemente —, realmente las características raciales de las personas, no es lo que importa, Phichit.

Esperó con molestia, regañando al tailandés por su complejo.

—Dime, ¡¿de qué sirve tener belleza física, cuando carecemos de una belleza sentimental, Phichit?!

El moreno, sólo pudo limitarse a abrir sus ojos, perplejo. Intentó articular palabras, pero, nada salió de su boca.

El oír al príncipe hablar de esa forma, causaba en él una gran sorpresa.

—Escucha...

Susurró Seung-Gil, posando una de sus manos en la suave mejilla del tailandés. Una leve sonrisa se delinea en los labios del príncipe.

—La belleza física es sólo esencial para los ciegos del alma.

Susurró con suavidad. Y Phichit, ante aquello, siente su corazón rebosar de alegría. Una tenue sonrisa se desliza por sus labios.

—Gracias, majestad... — musitó, con su voz pendiendo de un hilo.

—No tienes que agradecerme nada, Phichit... — respondió — es más, soy yo quien... debe agradecerte.

Phichit, ladea su cabeza suavemente, sin entender la referencia de Seung. El príncipe, sólo se limita a desviar su mirada, con cierta vergüenza.

—Majestad... — susurró Phichit, al asentarte un recuerdo sobre su mente.

—¿Umh?

—¿Usted...? — se detuvo, nervioso —, ¿realmente se casará con la señorita Sala Crispino?

Un lúgubre silencio no tardó en asentarse entre ellos. El azabache, bajo su mirada hacia el frío césped. Recordó su actual situación, y una horda de amargura invadió su pecho.

—Debo hacerlo...

Susurró, en un tono de voz completamente agónico. Phichit, sintió punzar en su pecho, al escuchar aquella respuesta.

¿''Debe hacerlo''? — repitió Phichit.

 — respondió —, el reino de la familia Crispino, está pasando por una crisis. Debo contraer matrimonio con ella para formar una alianza con ellos — espetó con total desagrado.

—Bueno... — susurró el tailandés — supongo que, aquello no es tan mala idea, ¿no...?

—¿Q-qué dices...? — respondió Seung-Gil, con total indignación.

—D-digo... usted es un joven sumamente guapo y... y la señorita Sala es muy hermosa. Ustedes, harán una muy linda parej...

—¡¡No!!

Exclamó Seung-Gil, en un grito ensordecedor. Phichit, da un respingo ante ello. Sus ojos se abrieron de la perplejidad, ante la reacción del príncipe.

—Yo no la quiero.

Espetó, totalmente irritado. Una expresión de incredulidad se dibujó en el rostro del moreno.

—¿Y... y a quién quiere usted, majestad?

Ante aquella pregunta, el corazón del príncipe se estremece por completo. Su boca, abre y cierra varias veces, intentando articular palabra alguna. Su semblante irritado, pasó ahora a uno nervioso, intentando contener sus ansias.

—¿A-a... a quién quiero? — repitió, jugando con sus manos, nervioso.

Phichit, sólo asiente con su cabeza, esperando expectante a la respuesta de Seung.

—¿N-no... no es o-obvio? — balbuceó apenas —, y-yo... yo... — suspiró, con los nervios desbordando — Phichit, yo... a-a quien quiero, es a...

—¡¡MAJESTAD!!

Se oye a lo lejos. Seung y Phichit, giran de inmediato ante aquel grito.

—¡Rápido, escóndete!

Exclama Seung, tomando a Phichit rápidamente por una de sus manos, para luego, dirigirse junto a él, a la parte trasera de un gran tronco.

—¡Majestad!

—¡Majestad, vuelva al palacio, por favor!

Dos guardias reales buscaban de forma incesante a Seung. Ambos, galopando en grandes caballos, con antorchas en sus manos. De forma continua, ambos gritaban el nombre del príncipe, lo que, provocó en Seung, un sentimiento de nerviosismo y desasosiego.

Debían huir rápido de aquel sitio. Si no lo hacían, terminarían por sorprenderles.

—Phichit — susurró Seung-Gil, mirando al tailandés de soslayo, sin quitar la vista a los guardias a unos metros más allá.

—¿Sí, majestad? — respondió por lo bajo.

—Acompáñame — susurró —, voy a mostrarte un lugar muy especial para mí — una pequeña sonrisa se dibuja en los labios de Seung-Gil.

Y Phichit, simplemente no podía negarse al príncipe. Su voluntad y lealtad a él, demandaban seguirle hasta el fin del mundo si fuere necesario.

O incluso, más allá del fin del mundo.


Entre la oscuridad de la noche, que sólo era contrastada por la intensa luz de la luna, Seung y Phichit, fueron apenas adentrándose en el espeso bosque.

Cada paso hacia el interior, traía consigo el ruido de extraños animales y siluetas que se dibujaban en los recónditos rincones del bosque. Phichit, sintió estremecer cuando oyó por detrás de él el césped y las hojas secas sonar, similar al ruido de alguien siguiéndoles.

—Tranquilo... — susurró el príncipe, tomándole por la cadera, para luego, rodearle con su cuerpo — estoy contigo, no pasará nada.

Y Phichit, no pudo evitar sonreír ante aquello.

Extrañamente, él... se sentía protegido por Seung. Era como sí... necesitase de él.

No tardaron mucho más en su caminata, hasta que Phichit, divisó entre los viejos robles del bosque, una pequeña casa, aparentemente abandonada.

—Este es el lugar del que te hablé, vamos — dijo Seung-Gil, tomando a Phichit de la mano, para luego, correr junto a él hacia el interior de la casa.

Al ingresar en ella, Phichit pudo ver el estado en que ésta se encontraba; el lugar, parecía ser la morada de una familia, pero, sin embargo, ésta al parecer había abandonado su hogar.

Todo estaba en perfecta condiciones, pero, sin embargo, todo estaba cubierto por el polvo y la maleza, signo del nulo uso.

—Este es mi lugar especial, Phichit.

Dijo Seung, tomando a Phichit por los hombros, para luego, adentrarse junto a él más al interior de la morada.

—¿Esta casa... de quién es, majestad? — preguntó el tailandés, curioso.

—Era de una familia — responde él —, pero, aquella familia ya no vive en este reino al parecer, o quizás ellos... murieron — susurró con cierta tristeza.

Phichit, sintió un frío recorrer su espina dorsal. Aquello, sonaba terriblemente lúgubre.

—Todos los muebles de este hogar, han permanecido aquí durante siete años, quizá más...

—¡¿Siete años?! — preguntó Phichit, sorprendido ante ello.

—Sí — respondió —, un día, en mis escapes a estas profundidades del bosque, encontré esta casa deshabitada. Desde entonces, la frecuento cada vez que necesito reflexionar o estar solo, Phichit.

—Ya entiendo...

—Phichit — llamó el príncipe, a lo que el tailandés, se gira levemente hacia él —, te he confiado quizás, uno de mis más grandes secretos.

El moreno, abre sus ojos sorprendido al oír ello. El príncipe, había confiado a él uno de sus más grandes secretos, y aquello, no era sino signo de la gran confianza que él estaba forjando junto a Phichit.

—No puedes decir esto a nadie, por favor... — pidió, en un apacible tono de voz.

—Confíe en mí, majestad.

La casa en medio del espeso bosque, era pequeña, pero muy reconfortante. En su interior, podía divisarse la totalidad de muebles intactos, como sí... los dueños de aquella morada, hubiesen salido de ella, y... jamás regresado.

En su interior, se ubicaba una pequeña mesa con tres sillas. Una cama grande y otra pequeña, y, hacia el rincón... una pequeña cuna de madera.

—Majestad, eso es...

Susurró Phichit, sorprendido, al divisar un cuadro en una de las paredes del hogar.

En él, podía observarse a una joven mujer de cabellos castaños, con un bebé en brazos, al parecer, de tan sólo unos pocos días de nacido. A su lado, podía notarse a un hombre, con un pequeño niño en brazos, de unos cuatro o cinco años de edad.

Sin embargo, algo tomó especial atención en Phichit, y es que... el rostro del hombre, y, de aquel niño en sus brazos, estaban completamente borrados. Lo que, seguramente habría sido provocado con el pasar del tiempo.

—Deduzco que, era la familia que vivía en esta casa — interrumpió Seung, en los pensamientos del tailandés.

—Creo lo mismo...

—Es extraño, pero... cuando observo ese cuadro, siento demasiada paz — susurró Seung-Gil, dibujando en sus labios una tenue sonrisa.

Y Phichit, pudo percibir como es que el aura del príncipe, se apaciguaba por completo en la presencia de aquella casa, en medio del bosque.

Su semblante se tornaba tranquilizador, pudiendo él sentir, la paz que invadía el ambiente.

—Mira, hay algo que debo mostrarte — dijo Seung-Gil, yendo hacia uno de los cajones.

—¿De qué trata?

Y cuando el príncipe, mostró a Phichit el objeto del que hablaba, Phichit abrió su boca, reconociendo de inmediato el objeto.

—No sé qué sea esto, realmente — con fuerza tomó el objeto, sacudiéndolo.

El objeto, era una pequeña caja de madera, la que, estaba completamente sellada. Sin embargo, la madera de aquella caja, estaba finamente tallada con dibujos superficiales, además de, tener una escritura tallada; T&S. dos estrellas.

Decía allí.

—Esa es una de esas cajas que, emiten una especie de música — dijo Phichit, tomando el objeto entre sus manos.

—¿Música? — preguntó el noble, ladeando su cabeza.

—¡Sí! — exclamó el tailandés —, sé que debe funcionar de alguna forma...

De forma incesante, el moreno, intentaba encontrar algún mecanismo o indicio para hacer sonar aquella caja. Él, recordaba haber visto algunas en el negocio de su padre, cuando la gente de alta cuna las ofrecía como pago.

—Creo que, debo mover esto... — susurró Phichit, forcejeando con la caja — ¡Ya está!

Exclamó, pudiendo sacar un seguro que contenía la caja.

—¡¿No la rompiste?! — exclamó Seung-Gil, con preocupación —, ¡¿verd...?!

Pero Seung-Gil, no pudo concluir con su frase. Una dulce melodía empezó a ser emitida por aquella caja de madera. Seung, abrió sus ojos de la perplejidad.

Abrió su boca, sorprendido ante las dulces tonalidades de la melodía. Su corazón, se estremeció por completo. Un profundo sentimiento de añoranza y nostalgia, invadieron por completo en su pecho. Una calidez maternal, sintió Seung en su corazón. ¿Qué es lo que estaba pasando?, ¿por qué tan de repente Seung, sentía todo aquello por el sonido de aquella caja?

Sus ojos, se cristalizaron sin él poder contenerlo. Sus labios se tornaron temblorosos, y entonces, fue en aquel instante cuando, Seung no pudo contenerse; un sollozo arrancó de sus labios, y luego otro, para dar lugar, a un llanto desconsolado.

Phichit, con la caja entre sus manos, sólo podía limitarse a observar totalmente perplejo al príncipe, sin entender la razón de su repentino cambio.

El príncipe, sollozaba sin razón aparente, intentando ahogar sus sollozos, pero aquello, fue totalmente inútil.

Phichit, sin poder más soportarlo, siento su corazón despedazar ante los sollozos del príncipe. Y, en un movimiento rápido, se aferra a él, hundiendo el rostro de Seung, en su pecho. De forma incesante, empezó a acariciar las negras hebras de su cabello, en forma de consuelo.

Y Seung, simplemente no podía parar de llorar ante la clemencia de Phichit. Aquella melodía emitida por la caja, parecía traerle sentimientos demasiados intensos, nunca antes experimentados.

De pronto, la música de la caja, concluye. Y Seung, a duras penas se reincorpora, secando sus lágrimas.

—L-lo siento, Phichit, yo... — intentó disculparse.

—No, majestad, está bien... — respondió el moreno, ayudando a secar sus lágrimas — todos tenemos derecho a llorar cuando lo necesitamos.

—No sé qué me pasó, esa música... — se detuvo, tomando la caja entre sus manos e inspeccionándola — ... no sé, fue extraño.

Phichit, sólo asintió con su cabeza. Aquella situación, había sido sumamente extraña. Él, jamás había visto al príncipe reaccionar de aquella forma.

Y aquello, sólo había dejado en evidencia a Phichit, que el príncipe, había mostrado quizá su lado más sensible ante él.


Ambos, debieron volver al palacio, muy a su pesar. Seung, conocía de memoria el camino de vuelta, pues, solía frecuentar esos lares en la profundidad del bosque, por lo que, no le fue complicado llegar rápidamente a la parte trasera del palacio.

Ambos, entraron por el mismo sitio a través del cual habían huido del palacio; el pasadizo subterráneo que daba al patio exterior.

—No hay nadie, vamos... — susurró Seung-Gil, al percatarse de la ausencia de gente en el patio exterior. Y, de la misma forma, percatándose de que todo en el palacio, ya estaba desierto; al parecer los invitados ya se habían retirado del lugar, y aquello, traía paz al joven príncipe.

Ambos, corrieron en silencio hacia sus cuartos, riendo de lo nerviosos que se hallaban, por si alguien les sorprendía.

Seung-Gil y Phichit, parecían dos jóvenes enamorados, jugando con fuego, pero que, no temían a quemarse con él.

—Buenas noches, majestad... — susurró Phichit, desde su cuarto, con una gran sonrisa ensanchando en sus labios.

—Buenas noches, Phichit... — susurró Seung, igualmente desde su cuarto, el que se hallaba, justo en frente del de Phichit — ¡espera! — exclamó en un susurro, recordando algo.

—¿Qué pasó? — preguntó Phichit, curioso, observando como el príncipe, se acercaba hacia la puerta de su cuarto.

—Olvidaba algo... — susurró el azabache.

—¿Qué cos...?

Un suave beso, es depositado en la mejilla de Phichit. El tailandés, abre sus ojos, completamente confuso ante el proceder del príncipe. Un intenso color carmesí, pigmenta gran parte de su rostro, acalorado.

—Gracias, Phichit... — susurró el príncipe, con el amor rebosando desde sus pupilas — me has dado el mejor cumpleaños de toda mi vida.

Susurró, en un apacible tono. Y Phichit, sintió caer en la magia de lo utópico y sublime. Su semblante tembloroso, ante la apacible mirada de Seung, sentía desmoronarse de los nervios.

—D-d-de nada, m-majestad... — balbuceó apenas, con sus sentidos pendiendo de un hilo — ¡buenas noches! — exclamó fuertemente, dando un portazo en plena cara del príncipe.

Y Seung-Gil, no pudo evitar soltar una pequeña carcajada ante ello, para luego, retirarse hacia su morada, ya con el cansancio rosando sus pesados párpados.

******

El príncipe, se hallaba ya preparado para partir a la cama, y así, poder descansar después de aquel ajetreado día. Sin embargo, antes de poder él echarse a dormir, alguien llama a la puerta.

—¡Majestad!

Oye Seung-Gil detrás de la puerta. Se trataba de un guardia real, el que, había sido enviado por el rey. Una mueca de desagrado se dibuja en su rostro.

—¿Qué quieres? — preguntó el azabache, con un tono totalmente exasperado.

—Su padre, el rey, ha dicho que se dirija a su habitación, ahora mismo — espetó fuertemente —. ¡Ah!, y ha dicho también que, la señorita Sala Crispino está esperándolo en la sala principal del palacio.

Al oír su nombre, Seung-Gil no pudo evitar rodar los ojos.

—Ya voy — espetó sin más.

El príncipe, rápidamente se dirige hacia la habitación de Phichit, diciendo por detrás de la puerta;

—¿Phichit, estás aún despierto?

Y, para su sorpresa, la respuesta fue favorable.

—Sí, majestad, ¿ocurre algo? — preguntó, abriendo la puerta apenas.

—Por favor, necesito que vayas a la sala principal y dirijas a Sala Crispino hacia su habitación. Yo, debo ir a hablar con mi padre, me está esperando.

Y ante aquello, Phichit siente su cuerpo estremecer del nerviosismo. El azabache, percibe de inmediato su inquieto semblante.

—No pasará nada... — susurró el príncipe — me echaré la culpa. No diré nada sobre ti, lo juro...

Y una leve sonrisa, se dibuja en el rostro del tailandés. Seung, se aleja por los pasillos del palacio, dirigiéndose a hablar con su padre. Phichit, se reincorpora fuera de su cuarto, para dirigir a Sala Crispino, hacia su alcoba.

******

—¿Estabas buscándome, padre? — preguntó el príncipe, entrando en la habitación de su padre, con una expresión de total indiferencia, como sí, nada hubiese ocurrido.

—Claro que estaba buscándote, Seung-Gil — espetó él, entre dientes.

Seung, se limita a sólo lanzar un bufido al aire, para luego, acomodarse en una silla de la habitación.

—¿Y bien? —preguntó —, ¿qué ocurre?

—¿Qué ocurre? — repitió el rey, totalmente indignado —, mejor dicho... ¡¿qué ocurre contigo, Seung-Gil?!

Exclamó con la ira desbordando. El príncipe, sólo arquea ambas cejas, en señal de burla.

—¡¡Lo que has hecho, no tiene perdón de Dios, no lo tiene!! — exclamó, totalmente indignado —, ¡¡me has ridiculizado frente a todos, Seung-Gil!!, ¡¡frente a los nobles, a los reyes, frente a tu prometida!! — exclamó, totalmente fuera de sí.

—¿Por qué Sala no volvió con su hermano hacia su reino? — preguntó el azabache, ignorando por completo lo dicho por su padre.

—Es increíble, Seung-Gil... — susurró el rey — has dejado a tu prometida totalmente sola, después de ese estúpido e injustificado arranque de ira — musitó, entre dientes —. Sala, después de que te fuiste, decidió esperarte hasta que volvieras, quedando completamente sola en la oscuridad de la sala principal.

—Fue decisión de ella, padre.

El rey, pudo sólo limitarse a observar a Seung con total ira. Su fulminante mirada se clavaba en el despreocupado semblante de su hijo.

—Eres igual de asqueroso que tu madre, Seung-Gil.

Y, ante aquellas palabras, Seung no pudo mantener su cordura. De un movimiento instantánea, se reincorpora de pie, a lo que el rey, ejecuta la misma acción.

—¡¡No hables así de mi madre!! — exclama, enfurecido —, ¡¡no hables de ella con tu sucia boca!!

—Si tan sólo ella, te hubiese criado distinto, quizá tú...

—¡¡¡CÁLLATE!!! — lanzó Seung-Gil, un desgarrador grito al aire.

El príncipe, podía apenas mantener la cordura. Su respiración agitada, se des coordinaba fácilmente, dejando en clara evidencia, la furia desbordante dentro de su mente.

—Hijo mío... — susurró el rey, posando ambas manos en los hombros de Seung — no discutamos, por favor.

Una pequeña sonrisa, se dibuja en los labios del Rey.

—Acepta a Sala Crispino en tu corazón, hijo mío.

—Ella no me ama. Sólo quiere arreglar la situación de su maldito reino — espeto el azabache, con total ira dentro de sí.

—Nadie quiere a los príncipes, hijo mío.

—Eso n-no es verdad...

—La gente siempre va a quererte por tus riquezas, Seung-Gil... — susurró el rey, con una sonrisa burlesca — la gente como tú y yo, siempre está destinada a ser querida por sus posesiones materiales, no busques un amor sincero, que... jamás lo tendrás, Seung-Gil.

El príncipe, fulminaba con la vista a su padre. Sus puños, formados como rocas, sólo temblaban de la ira que contenían. Sus labios se tornaron temblorosos.

—Sólo mírate — dijo el rey —, ¿crees que alguien querría a alguien con tanto odio en su interior?

—C-cállate...

—Nadie jamás será capaz de amarte con sinceridad, Seung-Gil...

—Cierra l-la boca... tú...

—Tú y yo, somos iguales... hijo mío.

—N-no... no...

—Dos hombres igual de envenenados. Con el alma vacía de amor y llena de espeso odio. Monstruosos, frívolos y sin piedad alguna.

Seung-Gil, rápidamente tapa sus oídos, intentando obstruir las dolorosas palabras de su padre. Cada segundo cerca de él, era como el ácido quemando todo lo que quedaba de humanidad en su alma.

—... No me sorprende sí, dentro de unos años, tú... terminas matando a Sala Crispino — espetó, sin el más mínimo pudor —. Así como lo he hecho yo, con tu madre.

—¡¡¡CIERRA LA BOCA!!!

Exclamó totalmente agobiado. Rápidamente, corre hacia las afueras de la habitación del rey.

Y es que, para Seung-Gil, su padre no era más que una eterna fuente de odio. Su vida, siempre había sido desgraciada por él. Tanto que... aquel hombre, había convertido a Seung en un joven totalmente frívolo y sin ninguna aparente humanidad.

O eso es lo que todos creían.

Todos...

Menos Phichit.


—¿Señorita... Sala Crispino?

Susurró Phichit, a una joven que, se hallaba durmiendo sentada en una de las sillas del salón principal.

—¿U-umh? — balbuceó la joven, apenas fijando su mirada en el tailandés.

—¿Es usted? — reiteró el moreno.

—S-sí... — respondió ella, apenas.

—Déjeme dirigirla a su habitación, por favor, señorita...

******

Ambos, caminaron hasta uno de los pasillos exteriores del palacio, en el piso tercero. Sala, aún ensimismada por el cansancio, sólo se limitaba a mirar hacia el suelo, entumecida en sus propios sentidos.

—Ya hemos llegado, señorita... — susurró Phichit, abriendo con una llave, una de las habitaciones.

—Gr-gracias... — respondió ella.

—¡De nada! — exclamó Phichit, enérgico —, espero pueda tener dulces sueños, que duerma excelente — dijo, con una gran sonrisa y ejecutando una reverencia.

Sala, vuelve a levantar su vista hacia Phichit. Y es, en aquel instante, cuando ella se percata de quién era Phichit.

—Hey — espeta en seco, llamando a Phichit.

—¿Sí?, ¿desea usted algo, señorit...?

Pero Phichit, no es capaz de concluir su frase. Una fuerte bofetada impacta en contra de su rostro, girándolo por completo. Sus ojos perplejos de abren de la impresión ante el impacto, sin entender el proceder de Sala.

—Esto es para que, tengas en claro cuál es tu lugar.

Espeta Sala, con la ira desbordando por su rostro. Phichit, sólo puede limitarse a observarle con total incredulidad.

—¿P-por qué, usted...?

—No eres más que un simple servidor — interrumpió —. Ten claro cuál es tu lugar. Un servidor como tú, jamás podrá compararse a una dama de la alta alcurnia, menos si se trata de una princesa.

—¿Q-qué...?

—Ahora me retiro, buenas noches — dijo sin más. Cerrando tras de sí la puerta con fuerza.

Phichit, se mantuvo de pie en aquel lugar por largos segundos, sin entender la razón o la causa del proceder de Sala Crispino. Sin perder mucho más tiempo, suavemente acaricia su mejilla, en donde había impactado la mano de la mujer, para luego, retirarse a sus aposentos.

3;28 AM.

Baek, se dirige de forma sigilosa hacia la cocina, en medio de la madrugada. Su estómago, empieza a retorcer del hambre. De forma incesante, rastrea con su mirada la presencia de algún guardia u otro servidor. Sin embargo, no nota a nadie.

—Perfecto... — susurró.

Y, rápidamente, se mete hacia la cocina. Para su sorpresa, hay alguien allí dentro. Da un fuerte respingo del susto, ante la presencia de aquel extraño.

—¿Q-quién es? — preguntó, con nerviosismo.

Más la persona allí presente, no contesta a sus preguntas. Sin embargo, Baek siente aquella presencia.

—S-si no contesta... lla-llamaré a un guardia... — dijo, volteándose con dirección hacia la salida.

—Basta Baek, soy yo.

Escucho una voz grave delinear su nombre. Baek, al reconocer al emisor de aquella voz, abre sus ojos de la perplejidad, acercándose a él.

—¡¿JEN?! — exclamó, totalmente sorprendido.

—Cierra la boca, vas a despertar a todo el mundo — respondió el joven, con la mirada totalmente desviada hacia un rincón, como intentando ocultar algo.

—¡O-oye, pero...! — se detuvo —, ¡todos pensamos que habías escapado del palacio!, ¡¿dónde estabas?! — exclamó Baek, ignorando por completo la misteriosa actitud de Jen —. ¡Hey, Jen...!

Exclama fuertemente, lo que, termina por provocar la ira de Jen.

—¡Qué cierres tu puta boca, Baek! — exclamó, dirigiendo su vista hacia el joven, totalmente lleno de ira.

Y Baek, no puede evitar lanzar un agudo alarido, al percatarse del rostro de Jen.

Y él, pudo observar en él...

La parte derecha de su rostro, se hallaba totalmente desfigurada, como sí, alguien hubiese quemado por completo lo superficial de su piel.

—¡¿Q-q-qué... tú...?!

—¡Ya, ya! — exclamó Jen, molesto —, si quieres asustarte de mi cara, adelante, ya sé que me veo monstruoso — espetó con molestia.

Baek, sólo se limita a acercarse al rostro del joven, analizándolo de cerca, con cierto asco.

—¡¿Qué mierda te pasó, Jen?! — exclamó —, ¡ahora entiendo por qué permanecías escondido!

Jen, sólo desvía su mirada con molestia, para luego, dedicar exclusiva atención al agua que calentaba en un recipiente.

—¿Quién te hizo eso, Jen? — volvió a insistir Baek, esta vez, con un serio tono de voz. Jen, sólo pudo limitarse a desviar su mirada, avergonzado.

—Phichit...

Susurró apenas, con las palabras atascándose en su garganta. Un terrible tono de rencor y odio pudo oírse emitir desde sus labios.

—¡¿Phichit?! — exclamó Baek, con la ira acrecentando en su interior.

—Sí, él fue... — musitó, con su vista desbordando la rabia más espesa posible.

—¡¿Por qué te ha hecho eso?! — preguntó el joven.

—P-porque... porque... — se detuvo, nervioso — lo sorprendí robándome. Sí, eso. Y, cuando intenté detenerlo, él me hizo esto — mintió.

Y Baek, sintió su ira y desprecio interior acrecentar hacia Phichit.

—¡¡Ese hijo de puta!! — exclamó, totalmente fuera de sí —, ¡¡No sólo es el niño mimado del príncipe, sino que, además es un puto sádico!!

Jen, cómo puede limitarse a asentir con su cabeza. Su vista, desbordaba rencor, hacia quien, había desfigurado su rostro por defensa propia.

—Hey, Jen...

Susurró Baek, cruzando por su cabeza una fugaz idea. Una sonrisa macabra se desliza por sus labios.

—¿No te gustaría acaso...? — se detuvo, una pequeña carcajada arranca de su boca —, ¿deshacerte de esa pequeña mierda...?

Jen, gira su vista apenas hacia Baek. Por largos segundos se mantiene estático ante aquella pregunta. Una gran sonrisa se dibuja en sus labios, articulando;

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—Me encantaría...

¡Hola!, espero que el capítulo haya sido de vuestro agrado. Tengo varias cositas que aclarar al respecto.

1° Dije anteriormente a algunas lectoras que, los capítulos de ahora en adelante tendrán una ''aparente calma'', y digo aparente porque, siempre tendrán algo de drama de por medio. Pero, no se confíen porque, algo muchísimo peor está por comenzar...

2° Quizás algunas de ustedes estarán pensando; ''Hey, Daftgray, ¿por qué mierda pusiste una caja musical en la historia?, se supone que esas cosas son del año 1800'' yyyy, sí, en efecto, las cajas musicales son a partir del año 1800. PERO, lo que yo he puesto en la historia, no es una caja musical es una de los primeros prototipos de éstas, es decir, son los inicios de ésta (primeros mecanismos musicales), que datan del año 1400.

3° EL PLAYLIST DEL CAPÍTULO (la canción que Seung y Phichit bailan, y la música de la cajita en la casa del bosque) https://www.youtube.com/playlist?list=PLuxQVc2I2gkosGbhLl1v7AarGVtmGE0Qh

4° POR FA LEER. Sólo... quiero agradecer a todas ustedes por leer esta historia, realmente... no saben todo lo que estoy poniendo en esta historia ;v; he puesto mucho esfuerzo de mi parte, en serio. Y, quiero dar las gracias porque, gracias a la literatura, he podido escapar un poco de lo mal que me siento desde hace unos meses atrás por la enfermedad de mi papá. Esto, me ha servido como un canal de extrapolar mis sentimientos, y, si no fuera por ustedes que me apoyan con sus reviews y votos, yo me sentiría peor, pues... ustedes me animan a seguir con algo que me ayuda mucho a sentirme mejor. Gracias, muchos abracitos, en serio. ❤❤❤

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