CAPÍTULO 6

—Estoy segura que en el fondo ella te ama más que nadie. — asegura Aisha.

Está recostada en mi pecho, ambos nos encontramos en su habitación, disfrutando de nuestro momento juntos. No había podido verla toda la semana, y por fin hoy viernes, pude visitarla y pasar tiempo con ella.

—Lo tengo claro, pero no pude evitar sentirme tan triste al saber que no me recuerda. — digo con nostalgia.

—Te entiendo, pero tranquilo, eso no le sucede todo el tiempo, como dijiste, es una simple etapa de su enfermedad. — su dedo traza formas extrañas sobre mi pecho.

Le he contado sobre mi madre, y ella me dijo que estaría feliz de conocerla.

—¿Qué tal ha estado tu semana? — le pregunto cambiando de tema.

—Algo aburrida sin ti, estuve practicando mucho con el violín, pero realmente ya me parece aburrida la rutina de siempre cuando no puedo hablar contigo.

Beso su cabeza y ella se acurruca más contra mí.

—Estuve muy ocupado con la Universidad. — le digo sincero.

Antes de que pudiera responder algo, llaman a la puerta de su habitación.

—Señorita Aisha— escucho la voz de una de las mujeres del servicio de la casa—, lamento interrumpir, pero es hora de su medicamento.

Aisa le dice que puede entrar y se separa de mí, parándose de la cama. Me siento en cuanto la puerta se abre y la mujer entra, Aisha extiende su mano y la mujer le deposita una pastilla y le pasa el vaso de agua.

Cuando la mujer abandona de nuevo la habitación, Aisha vuelve a acercarse a lentamente.

La atraigo hacia mi cuerpo y volvemos a quedar abrazados en su cama.

—Desde pequeña he tenido problemas cardiacos— empieza a explicar—, tengo un marcapasos que me ha ayudado todos estos años, y el tratamiento también ayuda.

Asiento, la observo tan tranquila en mi pecho y vuelvo a sentir la gran admiración al verla fuerte siempre, ante toda situación.

***

—Me gusta sentir la brisa del mar pegar en mi rostro. — dice Aisha, con sus hermosos ojos cerrados. Miro las olas del mar frente a nosotros, pero ni el paisaje de la playa se comparaba con el paisaje de sus ojos.

—A mí también. — concuerdo con ella, la envuelvo entre mis brazos e inhalo el aroma a lavanda de su cabello.

—Pero me gusta más estar entre tus brazos. — confiesa, siento que mi corazón se hincha más, lleno del amor que siento por ella.

La volteo sin separarla mucho de mi y pego mis labios a los suyos, incapaz de dejar de querer probarlos a cada momento que estoy con ella.

Cuando nos separamos ella me sonríe y se abraza a mi con su rostro enterrado en mi cuello.

—Tengo algo que decirte. — dice sin abandonar la postura.

—¿Qué cosa? — acomodo su cabello detrás de sus orejas.

—Hace unos días, me dieron la noticia de que soy apta para un trasplante de corazón. — noto emoción en su voz, y me emociona a mi también, el saber que podrá llevar una vida más sana en el futuro, me hace sentirme emocionado por ella.

—Eso es genial, pequeña— tomo su rostro entre mis manos y vuelvo a besarla suavemente—, ¿Cuándo es la operación?

—El mes que viene— responde con su maravillosa sonrisa—, estoy muy ansiosa.

—Todo estará bien, ya verás como podremos estar juntos por muchos años más.

—Para siempre, si fuera posible. — dice en tono de broma, pero me lo tomo muy en serio, como una promesa.

—Para siempre, porque haré que sea posible.

***

Los días pasaban, y yo me encontraba tan maravillado por Aisha como en el principio. Hacíamos muchas cosas juntos, y ella siempre actuaba como si su discapacidad no le afectaba en lo más mínimo. La ayudé a estudiar, pues luego de su operación de trasplante de corazón, estaba dispuesta a anotarse a la Universidad, seguiría estudiando música.

Yo me había convertido en un completo fan de cuando tocaba el violín. Sentado entre muchas personas en el público, viéndola en sus conciertos junto a su grupo, sentía como si me pudiera ver realmente, entre todas esas personas, su pasión al tocar la hacía brillar. Y me hacía sentir afortunado de tenerla en mi vida.

La acompañé a sus chequeos, y me aseguré de que todo estuviera en orden.

Un día antes de su operación, programada para las siete de la mañana, me encuentro en su habitación, admirándola tocar el violín.

En el ultimo chequeo el día de ayer, el doctor me nos había dicho que las posibilidades de que la perdiera habían aumentado, lo cual me hizo ponerme nervioso. Quise convencerla, más que nada como alguien que estaba estudiando para ser profesional en la medicina, de que no se sometiera a la operación, que podría llevar su vida tranquila con el marcapasos que ya tiene dentro de ella. Pero tan testaruda como es, se negó rotundamente a darse por vencida.

—Sigo pensando que esta es una mala idea, cariño. — le digo por quinta vez en el día.

—No quiero empezar a discutir de nuevo contigo acerca de ese tema— dice calmada, guardando su instrumento en su estuche—, Es una decisión tomada, nada me hará cambiar de opinión.

—¿Ni yo? — le recrimino, dolido.

—Ni tú— asegura—, te amo, pero no cambiaré de opinión, este solo es un paso para poder alcanzar algo más grande, quiero ser lo suficientemente fuerte para que así en unos cuantos años más, pueda someterme por fin a la operación para recuperar la vista— trata de convencerme de que está tomando la decisión correcta—, piensa en esto como la oportunidad de que algún día por fin podré ver una película contigo, podré ver tu rostro, y podré ver el mío.

—Pero lo carnal no es lo importante— le dije perdiendo la paciencia—, eso no te define como persona, yo sé lo maravillosa que eres pese a tus problemas.

—Dije que no cambiaré de opinión, ya que tengo esta oportunidad no la desperdiciaré. — le da punto final a la discusión.

—Está bien, no discutiremos más. — decido calmarme. Tengo que respetar su decisión.

En sus labios aparece una sonrisa hermosa, que yo rápido deshice con un beso, esa era mi manera de guardarme solo para mi esa perfecta sonrisa, esa sonrisa que yo sé muy bien que era de la chica que amo.

Ella me besa con más intensidad que nunca, y siento como vamos subiendo de tono poco a poco. Siempre había tratado de no asustarla con besos más subidos de tono, pero en este momento, y por como Aisha reclama mis besos, sé que no está asustad por subir de nivel conmigo.

La llevo conmigo para poder colocarme sobre ella delicadamente. Mete sus manos por dentro de mi camisa y siento mi erección crecer ante su tacto. Suspiro y me separo de ella, no quiero hacer nada que ella no me permita.

—Aisha... Para...— jadeo al borde de perder el control.

Quiero ir despacio con ella, quiero que sea aún más perfecto.

—James...— jadeo ella apretando sus piernas con las mías.

Le seguí de nuevo el beso, débilmente cediendo a sus deseos.

Hace que me quite la camisa y poco a poco su ropa va tomando lugar al lado de la mía en el suelo. De repente me siento nervioso, y temeroso de hacerle daño.

—¿Estás segura? — le pregunto preocupado, deteniéndome antes de poder entrar en ella.

—Te amo James...— suspira en respuesta, elevando sus caderas hacia mí, incitándome a seguir.

Tomo eso como un sí, y sigo.

Le hice el amor, se lo hice despacio, disfrutándolo con el más sumo cuidado. Lo disfruté cada segundo que pasé, cada gemido que emanó de su hermosa boca, y cada vez que suspiró mi nombre pesadamente.

Lo disfruté por que la amo, porque con ella olvidaba todo y a todos, porque con ella me desconectaba por completo.

Me di cuenta que ella es la indicada, que a ella era la chica que quiero a mi lado siempre.

—Te amo tanto. — suspiro, acomodándome a su lado, abrazándola contra mí.

—Y yo te amo a ti. — responde ella, para quedarnos completamente dormidos minutos después. 

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