CAPÍTULO 5
Nos separamos un momento, y yo pude apreciar su hermoso rostro, ligeramente sonrosado. No quiero apartarme de ella nunca.
—Me encantaría poder verte. — dice de repente, con nostalgia.
Junto nuestras frentes y rodeo con mis brazos su cintura.
—No hace falta que me veas para estar segura de lo mucho que me traes loco. — trato de hacer que no se sienta mal.
Muerde su labio levemente para evitar que su sonrisa se haga más grande; me entran ganas de volver a besarla, pero quiero tomarlo con calma.
—Nunca me he enamorado antes, ¿Así se siente? — me pregunto.
—Yo tampoco me he enamorado antes, pero supongo que así se siente. — sonreímos juntos y volvemos a unir nuestros labios.
Luego de pasar dos horas más hablando de trivialidades y compartiendo uno que otro beso y caricia, me voy a mi residencia. Harold me había prestado nuevamente su auto, por lo que no tuve que tomar el autobús.
Haber pasado ese tiempo con ella hacía que mi corazón se inflara de felicidad, más al recordar que por fin la había besado, por fin había sentido sus labios suaves sobre los míos. Me estaba perdiendo, y ahora que por fin estaba sintiendo esto tan fuerte, no tengo miedo de seguir intentándolo.
Y la duda que antes me rondaba por la cabeza, por fin había sido confirmada.
¿Estaba enamorado de ella? Estaba total y locamente enamorado de ella. Y no parecía tan malo. Antes solía pensar que enamorarme sería un problema para mi futuro, pues sentía que me distraería de mi objetivo, pero ahora lo veo como un incentivo para seguir adelante, con ella a mi lado.
En tan solo unos días había podido lograr lo que ninguna otra chica había logrado antes, llegar a mi corazón y quedarse ahí dentro.
Llego al piso donde se encuentra mi habitación y lo primero que miro es una cabellera rubia esperándome en la puerta.
—¿Qué se te ofrece, Caroline? — pregunto en tono tranquilo, no dejaría que ella me robara mi felicidad.
—Vine a buscarte. — dice con la voz un poco lenta, está ebria.
—Estoy un poco ocupado— le digo, tratando de hacer que se vaya—, debo estudiar para un examen.
—Vamos, no seas malo — hace un puchero sacando su labio inferior y se balancea hacia mí, la atrapo antes que se caiga—, no te vendría mal un poco de distracción.
—Si quieres quedarte, hazlo, pero te advierto que no haré nada contigo. — abro la puerta aún sin soltarla y la dejo entrar conmigo.
—¿Que te ha pasado James? ¿A caso tienes novia? — se ríe como si fuera la cosa más graciosa de la vida.
—Si. — le respondo sin dudar.
Para su risa y me mira confundida, yo solo me quedo callado para que se de cuenta de que estoy hablando en serio.
—Ou...— se suelta de mi y avanza hacia el sillón del área de la sala de estar—, ¿Quién es la "afortunada"? —resalta la ultima palabra haciendo comillas con sus dedos.
—No creo que la conozcas, y tampoco es tu asunto. — veo como trata de sacarse los enormes tacones que lleva, pero no lo logra. Me acerco y agachándome, la ayudo a sacarse los incomodos zapatos.
—Yo conozco a todo mundo. — insiste.
—Aisha Beckett. — digo por fin, de igual forma quizá no recuerde nada por la mañana. El solo mencionar su nombre me hace sentir un cosquilleo nervioso en mi estómago.
Ella estalla en carcajadas, y yo la miro confundida.
—Que bajo has caído. — se burla.
—¿A que te refieres? — me tenso y la miro, esperando una explicación de su parte.
—¿Por qué ella? — noto su voz quebrarse y temo que se lance a llorar, soy muy malo reconfortando a las personas.
—Porque ella es mejor que cualquier otra— digo sincero—, ¿La conoces al menos?
—Conozco a su hermano, casi me acuesto con él una vez, pero ni siquiera se le paró— suelta una risa burlona, siento la necesidad de defenderlo, pero no perderé mi tiempo ni sacaré a la luz sus asuntos privados, y menos con Caroline—, esa vez su casa estaba sola, a excepción de su hermana menor, y cuando por fin me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo con él, me topé a Aisha cuando iba saliendo. Es una chica linda, pero vamos, no creí que fuera tu tipo. — se ríe justo en mi cara y su aliento a alcohol me pega de frente.
—¿Por qué no sería mi tipo? ¿Porque es diferente? — aprieto la mandíbula y me abstengo de sacarla a empujones de aquí.
—¿Que puedes esperar de una persona como ella? — su rostro se vuelve a contraer en una mueca, me enfurece aún más.
—Que me quiera por quien soy y no se fije en las cosas que usualmente nosotros miramos al instante— me defiendo—, todos deberíamos aprender de personas como ella, que no se dejan engañar por las apariencias, que quieren por los sentimientos y no por lo carnal.
—No tengo problemas con ella, pero cuando te des cuenta que ella no te complacerá como quieres, te estaré esperando. — se acuesta en el sillón y segundos después se queda dormida.
Sin esperar, me dirijo a la habitación y trato de que mi enojo desaparezca. Lo único que me logra calmar es volver a ver el rostro de Aisha en mi mente.
***
Entro a la casa de mis padres, la cual había dejado hace tres años.
—James. — es lo primero que dice mi padre al verme entrar, su mirada es triste y cansada.
—Lamento no haber venido la semana pasada como dije, estuve algo ocupado. — me excuso.
—Hubiera sido mejor que vinieras antes. — me preocupo al escuchar a mi padre decir eso.
—¿Qué sucede? — me acerco más a él enseguida—, ¿Ha empeorado? — pregunto refiriéndome a mi madre.
—Esta mañana, se levantó diciendo que debía preparar a Suzanne para ir a la escuela y que Samuel había llorado toda la noche — suelta de repente. Trago fuerte, dándome cuenta de lo que eso significa—, no recuerda haber tenido otro hijo.
Mi madre, quien es una mujer de avanzados 60 años, hace un año empezó a presentar síntomas de demencia, lo cual nos ha mantenido preocupados a todos, mi padre ha estado al cuidado de ella de la mejor manera posible, pero cuando él debe trabajar, es cuando una enfermera viene a cuidarla.
Mi hermana. Suzanne, tuvo que mudarse cerca de casa nuevamente, para ser más útil; y mi hermano, Samuel, había suspendido nuevamente su semestre para trabajar y ayudarme a mi a continuar estudiando. Yo me ofrecí en varias ocasiones a suspender la universidad para trabajar y ser de ayuda también, pero no me lo permitieron.
Subo hacia su habitación y entro, la miro sentada frente a la ventana, su cabello cada vez más blanco está recogido en un moño no tan ajustado.
—Hola madre. — saludo. Ella voltea a verme y arruga la frente, confundida.
—¿Quién eres? — pregunta haciendo que mi corazón se rompa en mil pedazos.
—Soy tu hijo, James. — trago el nudo en mi garganta para no llorar.
—No tengo un hijo llamado James, solo una hija— se queda pensativa unos segundos—, Suzanne y un hijo llamado Samuel.
—Claro, lo había olvidado ya— trato de no forzarla a recordar, me acerco y me siento en la orilla de la cama, que no está muy lejos de donde se encuentra—, ¿Dónde están tus hijos?
Ella vuelve a quedarse pensativa unos segundos.
—En la escuela, hoy es viernes, ¿verdad? — asiento, aun sabiendo que es sábado por la mañana.
—Gemine, es hora del almuerzo. — dice su enfermera entrando a la habitación con una bandeja de comida.
—Genial, hace mucho que no como, muero de hambre. — sonríe débilmente.
Miré a la enfermera para ver si lo que había dicho mi madre era verdad.
—Comió hace dos horas, no se preocupe señor Campbell. — me tranquiliza ella.
Me quedo sentado un rato más, observándola comer en silencio.
Se detiene de repente y me observa, luego sonríe aliviada.
—Oh, James, que grata sorpresa, hace mucho que no te veía. — siento que vuelvo a respirar tranquilamente al saber que ahora me recuerda.
—¿Como has estado? — me acerco, me agacho a su nivel y tomo su delicada mano entre las mías.
—Muy bien, aquí me tratan como una reina. — saborea el pudín que le han traído de postre.
Sonreí.
—Conocí a una chica. — trato de sacarle platica.
Ella me miro y sonrió ampliamente.
—Por fin empezarás a salir con alguien— sigue comiendo de su postre y me doy cuenta de que piensa que soy un adolescente—, quiero conocerla.
—La traeré un día de estos, la amarás. — le aseguro.
—Claro que sí. — pasa su mano por mi mejilla y me mira con ojos amorosos.
Charlamos un rato más y ella me cuenta de su día, me cuenta otras historias que ya antes me había contado varias veces, pero no le digo nada, solo la dejo hablar por varios minutos.
Se queda callada unos segundos y su mirada se pierde alrededor de la habitación. Luego me vuelve a ver con ojos confundidos, y siento que mi alma se cae a mis pies.
—¿Quién eres tú y que haces aquí?
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