VII. Con una condición

«Cuando te haga la pregunta, tendrás que decir, sin temor, el deseo que hayas pensado»

El recuerdo de esa parte de las instrucciones, regresa a mi memoria justo en el momento apropiado.

Inhalo y exhalo aire con mucha rapidez, en un intento desesperado por recobrar la calma para poder pensar con claridad. Sabía a lo que me estaba metiendo cuando decidí venir aquí, sabía del peligro que estaba corriendo cuando comencé el juego y aún así, lo hice. Como dije antes, ahora, ya es demasiado tarde para arrepentirme, por lo que no me queda otra opción, más que continuar y así, darle un cierre a esto que yo misma empecé.

No obstante, mi fuerte convicción se ve opacada cuando mil pensamientos se agrupan en mi cabeza, uno tras otro, sin darme tiempo a asimilar ninguno de ellos. Es como si mi propia mente quisiera jugarme en contra, diciéndome que no puedo hacerlo y que soy una tonta por pensar que sí, algo que, tras unos segundos, empiezo a creer.

«Quizás tiene razón… quizás no tengo lo que se necesita para estar aquí… quizás ni siquiera debería estar aquí…»

Cuando estoy a punto de rendirme y abandonarlo todo, un sonido lejano invade mis oídos. Ni siquiera puedo oírlo con claridad, pero a mi parecer, se oye como un débil solllozo, de alguien que llora en silencio y a una larga distancia de donde estoy yo.

A esa voz, se le une otra y otra más, hasta que empiezan a formar un espantoso y, asimismo, lastimero coro de sollozos que me producen un fuerte escalofrío y me obligan a tragar en seco, como si sólo con escucharlos pudiera sentir su dolor y su pesar. No obstante, ese sentimiento deja de importarme cuando aquellas voces parecen susurrar una palabra que conozco y reconozco a la perfección.

Thame…

Quisiera decir que es invento de mi cabeza, pero no puedo. Estaba ahí, yo lo oí, oí como aquel coro de voces susurró su nombre justo en mi oído, tan bajo que, sin importar cuánto se esforzaran, nadie más que yo podría haberlo percibido.

«Thame…» vuelven a susurrar.

Ante eso, no lo puedo evitar y las lágrimas que había estado reteniendo hasta ahora, comienzan a salir de mis ojos, mezclándose enseguida con la tela del pañuelo que aún obstruye mi visión y el cual, al parecer, sí me protege de que ese ente demoníaco me lastime, puesto que —según lo que creo— él sigue parado ahí, sin hacer nada, sólo esperando una respuesta a su pregunta.

Más lágrimas hacen su acto de aparición, acompañadas del dolor y la angustia que me han acompañado todos estos meses. Ha pasado casi un año desde que él se fue, un año en que la vida me ha mostrado su peor lado y no sé si estoy dispuesta a seguir soportando eso. Las lágrimas son prueba de mi sufrimiento y gracias a ellas, tomo mi decisión final.

No voy a permitir que nada me detenga, ni siquiera el miedo a lo desconocido. Tengo que continuar con lo que empecé. Después de todo, ya estoy aquí, sería tonto de mi parte dejar las cosas a medias, sobre todo cuando estoy tan cerca de volver realidad mi sueño. Debo ser valiente, por Thame. Tengo que hacerlo, por él… y por mí.

—Responde. —La misteriosa voz resuena con fuerza por el lugar y el eco que produce, sólo le da un aire de autoridad que podría intimidar a cualquiera— ¿Qué es lo que deseas?

Inhalo profundo, tan profundo que casi siento que mis pulmones podrían estallar, consciente de que, luego de hoy, ya no habrá vuelta atrás…

—Tú ya sabes lo que quiero —respondo, con firmeza y mucha seguridad, una seguridad de la que carecía minutos atrás—. Tú sabes cuál es mi mayor deseo.

Quizás sea idea mía, pero podría jurar que pasan varios minutos en los que no se escucha nada más que silencio, acompañado de ruidos lejanos que no alcanzo a reconocer, pero que suenan de lo más aterradores. Por un instante, dudo que ese ente siga ahí, conmigo, hasta que su voz vuelve a aparecer en escena.

—Muy bien. Si es lo que quieres, así se hará.

Al principio, me cuesta creer lo que acabo de escuchar, pero cuando logro asimilarlo, mi boca se abre con sorpresa, incapaz de ocultar lo que en verdad siento. No puede ser… ¡lo conseguí! Mi deseo se hará realidad.

—Pero con una condición.

«Quizás hablé demasiado pronto»

Trago saliva con temor al comprender el verdadero significado de sus palabras, sobre todo porque sé que, lo que sea que me pida, no será una tarea fácil de cumplir…

La velocidad de mis pasos aumenta cuando me encuentro frente a las puertas del edificio, por las cuales salgo de inmediato, sin siquiera mirar atrás. En el fondo, aún siento que estoy atrapada en ese sitio y temo mucho que si no abandono el centro comercial cuanto antes, ese ente maligno y peligroso cambie de opinión y decida venir a atacarme, algo que no quiero, por eso, sigo corriendo sin parar, hasta que ya me he alejado varios metros de aquel lugar.

Un fuerte golpe logra desestabilizarme y, asimismo, detener mi épica carrera.

Gran sorpresa me llevo al ver a Chaline en las mismas condiciones que yo. Creo que fue con ella con quien choqué.

—¿Savarah? —cuestiona, dudando que en verdad sea yo— ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan pálida?

Las palabras se niegan a salir de mi boca, por lo que sólo me quedo en completo silencio, aunque sin dejar de respirar con gran rapidez, dificultad y de forma agitada.

Durante varios segundos, Chaline sólo me mira a los ojos de forma fija, quizás buscando la respuesta que no le he dado, sin embargo, al no obtener ningún resultado, su vista se desvía hacia otro lado. Siendo más específica… a la construcción que se alza detrás de mí.

—¿Vienes del comercial? —pregunta. De repente, luce más seria de lo normal.

Una vez más, mi cerebro se niega a pensar en alguna excusa para darle, por lo que al final, mi propio silencio me termina delatando.

—¡Lo sabía! ¡Sabía que vendrías aquí! —exclama, sobresaltándome— ¡Eres una mentirosa, Savarah! Me dijiste que no lo harías. ¡Incluso lo prometiste!

Como era de esperarse, sigo sin decir nada, a lo cual, Chaline sólo suspira con cansancio y, bajo mi atenta mirada, saca su teléfono celular, antes de marcarle a la única persona con quien podría querer hablar a esta hora de la noche.

—Tío, soy yo, ¿en dónde estaba Savarah? ¿Logró llegar hasta allá? ¿Qué estaba haciendo cuando la encontraste?

Casi puedo suponer las respuestas que le da su tío.

«No lo sé, yo no he visto a Savarah» o «Savarah no estaba aquí»

—¿Estás seguro? ¿Sigues frente a los elevadores?

«Sí, no me he movido de aquí»

—Qué extraño… yo también estaba en mi puesto… —susurra, para sí misma, antes de dirigirme una mirada cargada de odio y reproche— Tranquilo, tío, ya la encontré.

«¿En serio? ¡¿En dónde?!»

—Estaba afuera del edificio. Parece que ni siquiera había entrado… aún.

Ruedo los ojos al imaginarme lo que le está diciendo. Seguro le pedirá que “me cuide más”, para que otra cosa de éstas no vuelva a ocurrir, porque podría meterlo en problemas y bla, bla, bla. Todos son iguales. No les interesa lo que pase conmigo, sólo buscan la manera de salir “ilesos” de cualquier situación en la que puedan verse involucrados.

—No te preocupes, yo hablaré con ella ahora mismo. Esto no se volverá a repetir.

Y sin más, corta la llamada, sólo para volver a verme con reproche y mucho, mucho enojo.

—¿Ya ves? ¿Ya ves lo que provocas? ¡¿Cómo se te ocurre hacer semejante locura?! ¡Pudiste hacer que despidieran a mi tío! —me reclama, con la rabia emanándole de los poros— ¿Acaso no escuchaste todo lo que te dije en la tarde? ¿Estás consciente de lo que estás haciendo? ¿Al menos sabes a qué diablos te estás metiendo?

Ahora, quien siente que el enojo la quema por dentro, soy yo. No puedo creer lo que estoy escuchando y aunque sí, sé que Chaline nunca estuvo de acuerdo con esto, no creo que sea razón suficiente para juzgarme, después de todo, ¿quién es ella para cuestionar mis decisiones?

—Respóndeme algo. —Sin dudar, cruza los brazos sobre su pecho. Y aunque quiero creer que es su forma de espantar el frío de la noche, tengo el presentimiento de que sólo lo hace para desafiarme— ¿Al menos vale la pena?

Ante eso, no lo resisto más y estallo de la rabia.

—¡Ya cállate, Chaline! —le grito, movida por el enojo que me consume por dentro— Hazme un favor, ¡deja de meterte en mi vida! No tienes derecho a hacerlo, sobre todo porque ni siquiera sirves como amiga. ¡Creo que ni siquiera sabes qué es ser una buena amiga!

—¿Disculpa? ¡Te estaba ayudando! —De repente, suena ofendida.

—¿Ayudándome? ¡No me digas! —respondo, de forma sarcástica— No pudiste guardar ni un maldito secreto mío. Claro, tenías que ir a contárselo todo a tu “adorado tío”, ¿verdad? ¿No pensaste que me meterías en problemas? ¡Pude ir a la cárcel, maldición! Y todo por tu culpa. Gracias a ti, casi me atrapan, ¿qué clase de “amiga” hace eso? ¿Qué clase de “amiga” actúa así?

—Cómo siempre, sólo estás viendo las cosas desde tu punto de vista, Savarah. —Sus bazos caen a ambos lados de su cuerpo, en gesto agotado— Pero ponte en mi lugar sólo una vez, ¿quieres? ¿O qué? ¿Eres incapaz de hacerlo?

Ya había escuchado eso antes y no de la boca de Chaline, sino de alguien más…

—¡Y disculpa por ser una mala amiga! Pero ésta “mala amiga” quería evitar que te metieras en problemas. Y sí, ésta “mala amiga” ¡quería impedir que hicieras algo de lo que te puedes arrepentir después! —me grita, con el enojo impreso en la mirada, no obstante, hay otro sentimiento que se puede apreciar con facilidad. Tristeza… compasión… o simple decepción, no sabría decir con claridad qué es— Y si intentar cuidarte es malo, entonces sí, ¡soy la peor de las amigas! Llámame como quieras, pero para mí, tu bienestar siempre irá por encima de todo, aún de nuestra amistad. Y si tengo que sacrificarla con tal de protegerte, entonces no me importa, lo haré sin dudar.

Lo admito, no sé cómo responder a eso.

Permanecemos en silencio durante varios segundos, en los que mi mente me lleva a pensar un poco en Chaline y en cómo debe haberse sentido al darse cuenta de que rompí mi promesa. Si los papeles se hubieran invertido, yo también me hubiera enfadado y me hubiera sentido traicionada. Por lo tanto, creo que tiene razón al ponerse así.

—Ya basta, Savarah. Es ridículo que peleemos por una cosa como ésta. No tiene sentido seguir así —opina, antes de respirar profundo y enderezar su postura—. Discúlpame, no debí hablarte así, mucho menos gritarte. Me molesté, sí, pero entiendo que es tu vida y tienes derecho a elegir sobre ella, sólo quería evitar que hicieras una locura, pero aún así, no es excusa para tratarte como lo hice. Lo siento…

Niego en silencio para que sepa que estoy bien, pero elijo no decir nada más por dos razones: la primera, no quiero que mi voz demuestre que el enojo aún no ha salido de mi pecho —claro está que tampoco quiero que esta discusión explote otra vez—; y la segunda, porque no me gusta pedir disculpas. Cuando te disculpas, sólo consigues humillarte ante la otra persona y le das el derecho de humillarte a ti. Por eso no me gusta disculparme y Chaline lo sabe. Más que eso, sabe dónde y por qué aprendí a ser así.

—Mejor olvidemos que esto pasó, ¿quieres?

Por precaución, elijo tomarme mi tiempo antes de responder.

—De acuerdo.

Al oírme, hace el intento de sonreír, no obstante, se nota que está algo incómoda. Es normal, siempre sucede lo mismo cuando discutimos. Supongo que por eso ya no me afecta tanto.

Un segundo después, noto como vuelve a desviar su vista hacia el edificio del que acabo de salir, con la preocupación impresa en la mirada. No hace falta que lo diga en voz alta, porque en el fondo, yo ya sé qué es lo que quiere saber.

—Tú… —Al principio, duda de preguntar, pero al final, lo hace— no hiciste nada… “extraño”, ¿verdad?

—¿Yo? Claro que no. —Suelto un leve bufido para darle más credibilidad a mis palabras— Quédate tranquila, no hice nada “del otro mundo”.

«Sí, como no»

Y sin darle tiempo a hacer más preguntas, empiezo a caminar en dirección contraria al edificio, alejándome de él tanto como sea posible, al menos por hoy.

Porque sí, ya quedó más que claro que tarde o temprano, tendré que volver a éste lugar, quiera o no.

—¡Savarah, espérame! —grita Chaline, corriendo para alcanzarme. Ni siquiera sé en qué momento avancé tanto.

No obstante, dejo de prestarle atención a ella y al mundo que me rodea cuando, de repente, un recuerdo invade mi memoria, casi por la fuerza.

«Si es lo que quieres, así se hará. Pero con una condición»

Las palabras de ese ser misterioso resuenan con fuerza dentro de mi cabeza, recordándome con exactitud todo lo que aconteció allá adentro y lo que tengo que hacer.

Me fue concedida una oportunidad única en la vida, una oportunidad que no se le da a cualquiera. No sé si haya sido por mi valentía o por la fuerza con que lo deseé, pero me eligieron a mí para recibir ese “tesoro” que muchos en la tierra desearían. De todas las personas que hay en éste planeta, me eligieron a mí para cambiar el rumbo de la historia.

Pues bien, entonces haré que esa elección valga la pena. Voy a aprovechar al máximo el regalo que me han dado.

Nunca lo dudes, Thame. Por ti, estaría dispuesta a hacer cualquier cosa… lo dije una vez, hace mucho tiempo. Y lo pienso cumplir sin importar qué.

Lo hice, se lo prometí a Thame y no pienso retractarme. Le dije que lo salvaría del infierno y eso es lo que haré. Y si tengo que condenar a alguien para sustituir su lugar en el abismo, lo haré sin dudarlo, aunque tenga que cargar con la culpa por el tiempo que me quede de vida.

La condición fue clara. Ahora, depende de mí cumplir con las instrucciones que me dieron, seguirlas al pie de la letra. Sólo así podré traer a Thame de vuelta a éste mundo, sólo así podremos volver a ser felices. Es lo que más he deseado desde que él se fue. Por eso, voy a hacer lo que me dijeron. No importa lo que pase, haré lo que sea para que esa condición se cumpla.

Si tengo que elegir a alguien para encadenarlo al infierno, entonces lo voy a hacer.

Y creo que ya tengo a varios candidatos en la lista.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top