II. Los juegos prohibidos por Dios
—Toma, come un poco de mi plato —ofreció, tendiéndome una cuchara de plástico.
—No, gracias, Chaline, no tengo hambre —me negué, sacudiendo la cabeza con lentitud.
Apenas la escuché suspirar con pesadez, ya que elegí desviar mi vista hacia otro lado y admirar el paisaje, aprovechando que la mesa en la que estábamos quedaba justo a la orilla de la calle, dándome la posibilidad de observar con más detalle los negocios, comedores y autos que circulaban a esa hora por la ciudad. Era mejor opción que ver la cara de Chaline cuando iniciara con el sermón de hoy.
—Hoy no, Savarah, por favor —suplicó, cruzándose de brazos—. No puedes seguir en esa situación. Sólo piénsalo… ya pasó casi un año… si sigues así, te vas a enfermar y no quiero eso. Y sé que tú tampoco.
En algo tuvo razón y es que sí, ya pasó casi un año desde que inició mi agonía, ya pasó casi un año desde que empezó mi sufrimiento, ya pasó casi un año desde que todo comenzó y sí… ya pasó casi un año desde que él se fue…
—¿Savarah?
Su dramático e irritante chasquido de dedos fue lo que me obligó a volver a la realidad.
—¿Oíste algo de lo que dije? —Mi silencio lo dijo todo, motivo por el que sólo se limitó a soltar un leve bufido, antes de continuar— No puedes seguir destruyéndote así, porque si lo haces, lo más probable es que no llegues viva ni a final de año. Tenemos que encontrar una solución a esto cuanto antes.
Solución…
La palabra resonó con fuerza en mi memoria, al recordar el porqué le pedí vernos.
—Creo que yo ya encontré esa “solución”.
Sin darle tiempo a responder o procesar lo que dije, saqué de mi mochila un sobre de papel manila. Y luego otro… y otro… y otro más, todos cargados con la información que había logrado recolectar la noche anterior —razón por la cual no dormí hasta el amanecer—, convirtiendo nuestra mesa en un desastre de papeles regados por doquier.
—Pero, ¿qué…? ¿Qué es todo esto? —preguntó, con el ceño fruncido y sin dejar de mirar los papeles frente a ella.
—¿Recuerdas lo que mencioné anoche? Bueno, de esto hablaba —Sin perder el tiempo, tomé tantos como podía y empecé a ordenarlos, de modo que nos quedara espacio al menos para apoyar los brazos sobre la mesa.
—¿Aún sigues con eso?
Supongo que mi silencio no fue respuesta suficiente, ya que de inmediato preguntó:
—¿De verdad pretendes traer a Thame de regreso a la vida?
La miré a los ojos, reuniendo todo el valor y la seguridad que habían dentro de mi ser. Quería que quedara claro, quería que no volviera a dudar jamás.
—Si la oportunidad se me presenta, no dudaré de hacerlo. Y creo que la oportunidad ya apareció.
Aproveché su breve momento de asombro y distracción para buscar deprisa entre todos los papeles. Al final, mi esfuerzo por ordenarlos terminó siendo en vano, pero no me importó y menos cuando logré encontrar el que yo buscaba. Dicho de otra forma, el que de verdad me interesaba.
—¿Recuerdas lo que te dije sobre “Las puertas al infierno”? —pregunté, mientras leía de forma rápida el documento frente a mí, buscando un párrafo, una línea en específico.
—¿Cómo podría olvidarlo? Si sólo has hablado de eso los últimos dos meses —respondió, tras soltar un bufido de lo más raro.
—Bueno, como te comenté antes, no puedo ir a otro país sólo para buscarlas, aún cuando ni siquiera sé si son de verdad o una simple leyenda. Una hazaña así requiere de mucho dinero. Y yo ni siquiera tengo pasaporte, ¿cómo podría llegar allá sin morir en el intento?
—¿A qué viene todo esto, Savarah? —preguntó, con impaciencia. No imagino lo confundida que debió estar. Seguro pensó que enloquecí y la verdad, tenía razones de sobra para hacerlo.
—Creo que encontré otra forma de llegar hasta el… Inframundo.
Sería increíble que el humano hubiera inventado alguna palabra capaz de describir la cara de espanto que puso Chaline al oírme y, sobre todo, entender de qué hablaba, pero aunque sí me causó gracia, no lo demostré. Esa acción la perdí hace mucho, esa acción se fue con él, ese horrible día en que tuvo que partir.
—A ver, a ver, espera un minuto. Me estás… diciendo que… —Supongo que la sorpresa fue tanta que la dejó en shock, ya que tuvieron que pasar varios segundos, antes de que lograra formular la pregunta con claridad— ¿Me estás diciendo que encontraste una forma de entrar al… infierno?
Asentí, segura de lo que estaba diciendo.
—¿Y quieres ir a ese lugar a buscar a Thame?
Un nuevo asentimiento fue mi única respuesta.
—¿Y de verdad pretendes sacarlo de ahí y traerlo de vuelta a éste mundo?
El silencio me dominó durante varios segundos, tiempo en el que mil pensamientos diferentes se atravesaron por mi cabeza de forma veloz, como fuertes relámpagos rompiendo el cielo de la noche. Pude dar muchas respuestas, pero lo cierto es que para mí, sólo existía una:
—Es lo que más he deseado desde que él se fue.
Chaline reaccionó justo de la manera que esperaba. Su boca se abrió con sorpresa al escucharme y la cara se le puso tan blanca que pensé que se desmayaría, algo que descarté al verla sacudir la cabeza con violencia, como si intentara acomodar mejor sus ideas.
—¿Sabes qué? —Sin dudar, me acerqué más a su rostro para poder escucharla bien, creyendo que diría algo de mucha importancia— Creo que enloqueciste.
Bueno, no podía esperar menos de Chaline. Ella es… especial.
—Para empezar, ¿qué te hace creer que Thame está en el infierno? ¿Qué tal si se fue al cielo? —Negué con tristeza, sintiendo mi ánimo decaer por su “inocente pregunta”.
—No lo creo, Chaline, Thame no era ningún santo. Por el contrario, era un ladrón de primera línea, ¿tienes idea de a cuántas personas robó y a cuántas más, estafó? Ni hablar de las almas que seguro pesaban en su conciencia. —Suspiré, mientras mi mente me llevaba a recordar algunas de las muchas anécdotas que me contó sobre su vida y su pasado, cada una peor que la anterior— Créeme que alguien con esos pecados, jamás sería bienvenido en el paraíso.
—¿Y tú en serio pretendes sacar a alguien como él de ese lugar?
Apreté los puños por debajo de la mesa para controlar el enojo que me provocaron sus palabras. Ella sabe lo mucho que detesto que hable así de Thame y aún así, insiste en hacerlo. Parece que le encanta molestarme y ofenderme.
—¡Él ya no era el mismo, Chaline! Él cambió, dejó todos esos malos hábitos atrás… ¡él me juró que estaba muy arrepentido por todo lo que había hecho! —Por una breve fracción de segundo, sentí como mi voz amenazó con romperse, sin embargo, supe que sin importar qué pasara, no lloraría. Supongo que las lágrimas se me acabaron hace mucho, pero no por eso, deja de doler— Fue por eso que me enamoré de él, porque aprendió la lección… y me encantó aún más que se apartara de su mala vida.
—Si tú lo dices… —siseó, con toda la intención de hacerme enfadar.
Y vaya que lo consiguió. Incluso se ganó la mala cara que le hice luego.
—No entiendo por qué sigo contándote mis planes… —murmuré, sin dejar de verla con odio.
Aunque, lo que en verdad quisiera entender, es por qué sigo considerándola mi amiga. Es una buena chica, no lo niego, pero nunca está de acuerdo conmigo y es peor cuando menciono a Thame. De verdad que no entiendo por qué sigo con ella, sobre todo cuando siempre demostró lo mucho que detestaba a mi prometido. Y lo sigue demostrando cada vez que hablamos de él.
—Bueno, bueno, ya, dejemos ese tema de lado —habló con rapidez, quizás en un intento por remediar la situación—. Cuéntame, ¿por qué dices que encontraste otra solución?
Guardé silencio durante varios segundos, en los que consideré si era buena idea o no contarle el resto de la historia. Al final accedí, consciente de que no tenía nada que perder y que sin importar lo que hiciera, jamás podría detenerme y evitar que llevara a cabo mi plan.
—¿Alguna vez oíste hablar sobre… los juegos prohibidos por Dios?
Al oírme, Chaline hizo una mueca medio rara que indicaba miedo y confusión, ambas al mismo tiempo, como si no alcanzara a entender lo que dije y tampoco quisiera hacerlo.
—Sea lo que sea, no puede ser algo bueno.
—De hecho, no lo es. Por algo lleva la palabra “prohibido” en su nombre —comenté, mientras tomaba de la mesa uno de los papeles que iba a necesitar—. En realidad, son antiguos rituales de los que las personas nunca hablaban, ya que los consideraban… peligrosos.
Revisé la hoja una última vez y al confirmar que era justo la que buscaba, opté por levantarla en alto, mostrándosela a Chaline.
—Hay uno en especifico… uno que parece haberme dado la respuesta que necesitaba.
Su vista se movió desde mi rostro hasta los papeles en mi mano. Y al fijarse en el título, no pudo evitar fruncir el ceño, quizás por confusión.
—¿El juego del ascensor? —Asentí.
—También llamado Elevador a otro mundo, Elevador al infierno o sólo El juego del ascensor. Es una antigua leyenda urbana que, se cree, tuvo origen en Japón y Corea del Sur. Consiste en utilizar un ascensor común para viajar a otra dimensión.
—¿Cómo que “otra dimensión”?
Inhalé profundo y procedí a explicarle.
—No hay pruebas verídicas y tampoco hay certeza de que los testimonios sean reales. Lo único que se sabe es que es un antiguo ritual que, según muchos, te permite viajar a otras dimensiones, otros mundos e incluso, al mismo infierno. Sólo necesitas un elevador de, al menos, diez pisos. Se dice que, si presionas los botones en un orden específico, puedes abrir una “puerta” que te lleve directo al más allá.
»La información que se tiene sobre este “juego” es muy básica, pero quienes dicen haberlo jugado, no recomiendan hacerlo, ya que la desorientación y el miedo pueden jugarte en contra y hacer que te quedes atrapada para siempre en ese “otro mundo”.
No lo pude evitar y acabé riendo un poco al ver la cara espantada de Chaline. Su rostro perdió toda alegría al oír mi historia e incluso podría jurar que la vi tragar saliva con temor, asustada por lo que le acababa de contar.
—Aguarda, ¿me estás diciendo que tú… pretendes jugar a esa cosa?
Supongo que, al no decir ni una palabra, le di la respuesta que esperaba, una respuesta que seguro hubiera preferido no obtener, ya que a los pocos segundos, suspiró con pesadez y mucha, mucha frustración.
—Para empezar, ¿de dónde rayos vas a sacar un elevador de, al menos, diez pisos?
Aunque lo intenté, no pude contener la amplia sonrisa que se dibujó en mi boca al oírla. Quizás no lo sabía, pero esa parte ya la tenía más que resuelta y todo, gracias a ella.
Por supuesto que, después de algunos segundos, captó la indirecta. Y la forma en la que abrió los ojos, fue digna de una empresaria multimillonaria, a quien le acaban de informar que ha caído en bancarrota.
—¡Ah, no! ¡Eso no! ¡Ni loca pienses que te voy a ayudar con semejante idiotez! —exclamó, luciendo ofendida— Con esas cosas no se juega, Savarah. No sabemos a qué nos estamos metiendo ni qué tan peligroso puede ser. Además, ¿qué te hace creer que podríamos utilizar el elevador del New World?
—Tu tío es guardia de seguridad en ese lugar. Y si mal recuerdo, esta semana le toca el turno de noche, ¿no? —Su semblante cambió por un instante al asombro, ya que quizás no imaginó que yo aún llevaba la cuenta— Si hablamos con él, estoy segura de que nos dejará pasar. Después de todo, eres su sobrina consentida, ¿no?
—¿Y qué te hace creer que él accedería a semejante ocurrencia? ¡Dirá que enloquecimos! —contraatacó— Sin contar que podemos meterlo en problemas y nosotras, acabaremos con una multa millonaria, por jugar con las instalaciones del edificio. ¿De verdad quieres eso? No se tú, pero yo no estoy en condiciones de pagar tanto dinero.
Liberé de forma exagerada el aire que tenía atrapado en los pulmones, mientras mi cabeza me recriminaba una y otra vez por ser tan idiota. Ya ni siquiera podía preguntarme para qué lo hice, porque yo sabía la respuesta. «¿Por qué demonios le conté mis planes, si era obvio que jamás me apoyaría?» Simple, porque sigo siendo “tonta”.
—Savarah, mírame.
Durante varios segundos, me rehusé a hacerlo. Ya sabía lo que diría y no quería más sermones, por eso no le hice caso, hasta después de la cuarta súplica, cuando ya ni siquiera pude soportar el sonido de su voz.
—Ten cuidado, Savarah, porque si sigues jugando con esas cosas, puedes abrir una puerta que quizás sea mejor dejar cerrada —advirtió, mientras sujetaba mi mano con firmeza—. Créeme que, cualquier otra dimensión, sin importar cuál sea, debe ser mejor que éste mundo en el que vivimos. Y estoy segura de que, sin importar en dónde esté, Thame debe estar bien. Creo que incluso está mejor que nosotras.
Cerré los ojos un momento, intentando calmarme y pensar como Chaline. En algo tenía razón y es que ésta vida no es más que una basura, sobre todo cuando te arrebatan de forma tan cruel a una persona que amas. ¿En qué clase de mundo vivimos? Ni idea, pero lo cierto es que cualquier infierno, sería más fácil de soportar si él estuviera a mi lado, diciéndome que, pase lo que pase, siempre me va a amar.
—Así que quiero que lo prometas, ¿sí? —ordenó, retomando la severidad en su tono de voz— Promételo, Savarah. Promete que no irás al New World. Prométeme que dejarás esa idea de lado y que por nada del mundo, pondrás en práctica el “ritual”. ¡Promételo!
Sabía que no me dejaría en paz hasta que lo hiciera, así que no me quedó más opción que prometerlo, aunque con muy poca seguridad en mi voz. La verdad es que la charla con ella me hizo tambalear; me obligó a pensar mejor las cosas antes de actuar, como si con sus palabras, hubiera logrado activar algo… ese sentido del peligro que todos tenemos desde niños, el cual evita que nos acerquemos demasiado a la estufa o que caminemos cerca de algún precipicio; ese sentido de supervivencia que creí muerto en mí hace mucho tiempo.
—¿Segura? ¿No harás nada raro?
—Tranquila… no lo haré.
No lo haré…
No lo haré…
No lo haré…
Pasé todo el día repitiendo la misma frase en mi cabeza, sin descansar, con la firme esperanza de que, después de tanto, yo misma lograra creerla. Pasé todo el día intentando convencerme a mí misma… hasta que ya no tuve fuerzas para continuar.
Claro está que no lo logré, porque sí lo voy a hacer.
Miro hacia arriba, al imponente edificio que se alza frente a mí, cuyo nombre puedo ver grabado en la entrada, en letras enormes: «New World» Sus paredes de cristal, reflejando en ellas la débil luz de la luna que intenta colarse a través de las nubes, le da un aspecto siniestro al lugar, como si estuviera parada frente a una propiedad embrujada a la cual no me debería acercar.
Un viento helado que me golpea de repente, lo termina de confirmar, sobre todo al percibir como un fuerte escalofrío me recorre la espalda, mientras cada centímetro de mi piel se eriza ante la inquietante sensación. Todo esto es tan extraño y confuso… se siente como si estuviera a punto de entrar a la Casa del Terror, de esas que hay en las ferias y lugares así, sólo que, en ésta ocasión, no sé si vaya a salir muriendo de la risa como es costumbre. Por el contrario, ni siquiera estoy segura de que vaya a salir con vida de aquí.
Entonces, recuerdo por qué estoy haciendo todo esto. Esto no es por mí… es por Thame. Él es la razón por la que estoy corriendo tantos riesgos y no tengo que pensarlo dos veces para aceptar el desafío. Si con esto, logro salvarlo, pues entonces, que así sea.
Con ese pensamiento en mente y mi valentía renovada, inhalo profundo e inicio mi camino, adentrándome al edificio que todos conocemos como New World, consciente de que, la Savarah que salga de aquí, no será la misma que entró.
Tranquilo, Thame, ya voy por ti…
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