I. La respuesta que necesitaba

Me remuevo en la silla por tercera vez, buscando una posición que resulte más cómoda, sin embargo, no importa cuánto lo intente, parece que ese sentimiento de intranquilidad no se irá, al menos, no así de fácil.

Quizás son ideas mías —o quizás no—, pero podría jurar que incluso la temperatura ha disminuido de forma drástica, como prueba de que aquello que busco, me acerca cada vez más a mi destino. Dicho de otra forma, me acerca cada vez más a un plano astral, al que muchos dirían que no debo entrar, pero ellos no saben lo que he vivido todos estos meses; no saben la agonía que he tenido que soportar y por eso, hoy estoy aquí, a la espera de que el computador arroje los resultados a mis preguntas no formuladas.

Casi puedo sentir como mis manos tiemblan al teclear, mientras el miedo y esa inquietante sensación de que alguien me observa, continúan aumentando. Ni siquiera me atrevo a mirar hacia atrás, porque estoy segura de que, si lo hago, encontraré algún ser demoníaco observándome, esperando el momento indicado para atacar.

Un parpadeo de las luces me sobresalta y después, oscuridad total. Momento estupendo para que se vaya la luz.

Sin embargo, mis ojos se quedan fijos en la pantalla del monitor al ver que, por alguna razón inexplicable, éste sigue encendido. La lógica me hace creer que quizás sólo se fundió el bombillo de mi habitación, pero en el fondo, tengo el presentimiento de que esto no se debe a una simple “falla” en la electricidad. Algo en mi interior me dice que éste acontecimiento, confirma lo cerca que estoy de ingresar a ese lugar que muchos sólo ven en sus peores pesadillas. Algo me dice que estoy un paso más cerca… del más allá.

Mis ojos viajan deprisa a lo largo de todo el documento que se me presenta en pantalla, hasta que ciertas palabras captan mi atención.

¿Te atreverías a ir a otra dimensión?

Es lo que más he deseado desde que mi propio infierno comenzó. Lo que más he anhelado es ir a ese lugar, a esa otra dimensión y traerlo devuelta. Quiero que esté aquí, conmigo. Y si tengo que ir al mismísimo infierno para conseguirlo, entonces no dudaré de hacerlo.

Casi por instinto, hago clic con el mouse sobre el enlace a la página, antes que el computador despliegue una alta cantidad de información frente a mí, información que leo en apenas un minuto, hasta que mis ojos se detienen sobre otra frase de lo más escalofriante.

Los juegos prohibidos por Dios.

Mi vista permanece anclada a la pantalla durante varios segundos más, en los que mi cabeza viaja por lugares recónditos y ocultos en los que quizás, no debería pensar. Algo en mi interior me dice que estoy adentrándome a un mundo mucho más peligroso de lo que mi mente me permite imaginar. Algo me dice que el riesgo que me espera, es mayor al que podré combatir.

El sonido de mi celular me trae de vuelta a la realidad. Y aún con la mirada fija en el monitor, respondo, sin prestar atención al nombre de la persona que llama.

—¿Quién habla?

Siento como mi corazón retumba con fuerza dentro de mi pecho, como una carrera de caballos que corren desbocados por la pista, mientras la voz al otro lado del teléfono parece alejarse cada vez más, al punto en que sólo se escucha como un extraño eco al que apenas le entiendo… hasta cierto punto, cuando mis sentidos reaccionan, sólo para responder de forma clara.

—Creo que encontré la solución a mis problemas…

Mis pasos, aunque son lentos, resuenan de forma escandalosa sobre el asfalto, al mismo tiempo que el viento comienza a soplar con más fuerza, produciendo un inquietante silbido que logra erizarme la piel. Su sonido casi parece crear una dulce melodía, igual a una canción, como si a mis espaldas, hubiera alguien siguiéndome de cerca, esperando el momento perfecto para emboscarme.

Excepto que ese “alguien” no parece ser humano, sino algo… fantasmal.

La oscuridad de la noche apenas me permite ver hacia donde voy, pues las luces de la calle no son suficientes para combatir esa espesa neblina que ha decidido apropiarse del ambiente. Siento que incluso la temperatura descendió mucho más de lo normal, tanto así, que casi puedo ver el vapor salir de mi nariz al respirar.

Alzo mi rostro hacia el cielo, en busca de serenidad, pero ésta, lejos de presentarse, se disipa cuando noto como unas densas nubes de tormenta comienzan a tapar el tenue brillo de la luna llena, dejando una inquietante imagen que bien podría simular a una película de terror, de esas donde el bosque entero se torna negro ante una presencia demoníaca.

Es como si hasta la naturaleza supiera lo que estoy a punto de hacer. E intenta detenerme a toda costa.

«Con esas cosas no se juega, Savarah. No sabemos a qué nos estamos metiendo ni qué tan peligroso puede ser» Fueron las palabras de Chaline cuando le hablé sobre mi idea. Ella jamás estaría de acuerdo con esto, eso es seguro.

«Ten cuidado, Savarah, porque si sigues jugando con esas cosas, puedes abrir una puerta que quizás sea mejor dejar cerrada»

Claro… para ella es fácil decirlo. No fue a ella a quién le arrancaron de forma tajante a la persona que más amaba; no fue ella quién sintió deseos de morir con cada día que pasaba; no fue ella quien vivió sumergida en el dolor y la angustia desde el día de su partida.

No fue ella quien lo vivió, sino yo. Fui yo quien tuvo que atravesar ese infierno. Y lo hice sola, porque nadie fue capaz de comprender lo que sentía. Nadie, ni siquiera ella, pudo entenderme, porque no saben lo que es extrañar con locura a una persona que ya no está contigo.

Una persona… a quien le arrebataron la vida de manera injusta.

Aún recuerdo con claridad su sonrisa, sus ojos verdes mirándome con aquella intensidad que tanto me encantaba, combinada con el dulce sonido de su voz, que me enloquecía cuando lo escuchaba cantar canciones románticas. Casi puedo rozar con mis dedos las facciones de su rostro, cuando el recuerdo de su piel aparece en mi memoria, tan vivo como si apenas lo hubiera visto hoy.

Thame…

Su nombre viene a mí en un débil murmullo, casi inaudible, como si fuera el viento quien me lo ha susurrado al oído. Escucharlo ahora, resulta como una puñalada que me atraviesa el corazón sin matarme, sólo dejándome una herida de muerte que me roba la vida día a día, mientras mi alma agoniza hasta casi desfallecer.

El dolor y la melancolía, producto de su ausencia, son sentimientos que me han torturado por demasiado tiempo. Y siendo honesta, no estoy segura de poder soportarlo por mucho más.

Una lágrima se desliza por mi mejilla al recordar cómo han sido los últimos meses, sin embargo, la seco en el acto. En todo éste tiempo, mi sufrimiento ha sido grande, pero eso se acabó. Ahora que encontré la respuesta que necesitaba, tengo una oportunidad de revertir la situación y si tengo que ir al mismísimo infierno para traer a Thame de vuelta, entonces lo haré sin dudar.

Y así fue como terminé aquí.

«Promételo, Savarah. Promete que no irás al New World. Prométeme que dejarás esa idea de lado y que por nada del mundo, pondrás en práctica el “ritual”. ¡Promételo!»

Perdón, Chaline. Sé que te dije que no lo haría, pero no podré cumplir mi promesa. Prefiero morir intentándolo, que seguir viviendo sin él a mi lado. Lo necesito… lo necesito demasiado. Y haré lo que sea para traerlo de vuelta.

Haré lo que sea para sacarlo del Inframundo.

Trago saliva e inhalo profundo para llenarme de valor y sin vacilar, empiezo a caminar al frente, con más seguridad de la que tuve alguna vez. Las sombras a mi alrededor se mueven y deforman conforme avanzo, casi como si me siguieran de cerca, sin embargo, ni siquiera eso me detiene; sigo con mi marcha hasta que estoy frente a ese inmenso edificio que aguarda por mí.

Al fin, el momento ha llegado.

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