Capítulo 16: Inerte
—No creo que sea prudente andar tan cerca del límite, ¿verdad, Mr. D?
Los ojos del muñeco me revelaban a Sally caminando hacia las afueras del bosque.
—¡Pero no nos gusta la prudencia! ¿A qué no, Mr. D?
Sally saltó fuera de los límites de nuestro bosque y miró alrededor con expresión divertida. Soltó una pequeña risa de niña y colocó al muñeco frente a su rostro.
—¿Qué pasa, Mr. D? ¿No te gusta el aire fresco de madrugada? Mm…
Miró hacia el cielo, brillante y azul claro, aunque con varias nubes amenazando la luz temprana del sol.
—Mejor dejemos los juegos de terror para la noche, o por lo menos para la niebla… ¡Hagámosles mientras una visita a nuestros queridos amigos del almacén! ¿No te parece, Mr. D? Aunque puede que a ti te deje resguardado en otro sitio.
Un crujido de ramas y hojas llamó la atención de la niña, quién recurrió al resguardo de un árbol y a su casi transparencia de fantasma para ocultarse. Los ojos del muñeco solo me dejaban observar el suelo, que en la lejanía parecía revelar a alguien que intentaba entrar en el bosque.
—Mr. D… —dijo en un susurro— parece que cierta persona ha venido a visitarnos. ¡Asegurémonos de que encuentra el camino correcto!
[TOC, TOC]
Nina entró en la cabaña con energía, distrayéndome de lo que el alma de Locke encerrada quería mostrarme.
—¡Nina! —gritó Candy Pop con alegría, dejando caer de sus manos las entrañas de rata con las que había estado divirtiéndose.
—Vaya… ¿A qué debemos esta adorable visita? —Me acerqué para besarle la mano.
—Oh, Jason, siempre tan caballeroso… ¡Me vas a hacer sonrojar! ¡JAJAJAJA! —Su estridente y aguda risa podía parecer molesta para algunos, pero a mí me parecía completamente apropiada para alguien con su extravagante personalidad—. Bueno, decidme… —Nina se sentó en el sofá con desgana y se cruzó de brazos— ¡¿Por qué diablos no os he visto en estos días?! ¡Estáis completamente ausentes!
—¡Es culpa de Candy! —Soltó Laughing de la nada, pues hasta entonces había permanecido tumbado en el suelo como un juguete en desuso— ¡Salió sin avisar y ahora Masky, Ticci Toby y Hoodie nos han prohibido salir a jugar con nuestros amigos! —El descaro y las acusaciones de Laughing hicieron que Candy se abalanzara sobre él e intentase arañarle la cara, aunque como siempre, Laughing se lo tomó como un juego y empezó a reír.
—Ignóralos, Nina… —Puppeteer se acercó con sigilo y se sentó al lado de nuestra invitada— pero es cierto, estamos recluidos…
—¡¿QUÉ?! —Exclamó con gran fuerza— No será por lo de Halloween, espero. ¡Eso fue una invocación!
—Lo sabemos, pero… —contesté con calma— Candy se pasó de violento y ha llamado la atención de más. Si les decíamos que fue una invocación habrían buscado que no estuviese tiempo extra, y ya sabes que se reunió… contigo —Nina frunció las cejas—. Pero no te preocupes, he tomado la responsabilidad. Dije que fui a por materiales. No sospechan nada de ti.
—¡QUÉ! —Nina se incorporó, alterada— ¡Pero si nadie más llama tanto la atención con sus crímenes como esos tres esclavos de Slenderman! ¿Y os prohíben salir por una tontería con fácil solución como lo de ese niño? Cómo se enterase alguien más, ¡seguro que se pondría de vuestro lado!
—Espera… ¿Cómo has dicho? —Una idea se me pasó por la cabeza, pero estaba seguro de que Nina ya la tenía en mente.
—¡Como oyes! ¡Pienso contárselo a todos! —Nina caminaba con los brazos en alto, como si actuase en una obra de teatro de mala calidad— Esos tres ya tienen demasiados privilegios… ¡Como para permitirse el lujo de teneros encerrados cuando nunca armáis escándalo!
—Supongo que… —siguió Puppeteer, casi en un suspiro, mientras me miraba con una leve sonrisa— no les vendría mal una pequeña revuelta… y a nosotros tampoco.
—Nina… —la miré y me agaché para estar a su altura— ¿Qué crees que pasaría si contases lo ocurrido? Tal vez… la verdad algo adornada. ¿Qué ocurriría si corriese por el bosque el rumor de que Masky, Ticci Toby y Hoodie tienen planeado limitar las salidas al extremo, teniendo que pedir permiso hasta para una invocación? Y si contases… que algo extraño ocurre en el bosque y tienen pensado tenernos completamente encerrados, que ya han empezado por nosotros…
—Quienes sepan lo de los adolescentes… —Puppeteer se colocó al lado de Nina— sabrán el por qué y se pondrán en contra de todo el plan de Zalgo y Slenderman…
—Y quienes no lo sepan… —siguió Nina— exigirán explicaciones. Sea como sea, ¡sería el inicio para desmantelar los planes de esos dos!
—Y una vez estén confusos y debilitados… —continuó Puppeteer, mirándome con una gran sonrisa que dejaba salir una misteriosa luz de entre sus labios.
—Podremos recuperar mi caja, y ser libres —finalicé. Con energía tomé las manos de Nina—. Confiamos en ti. Tienes que expandirlo sea como sea, pero que no se sepa que iniciaste tú el rumor, sabes que muchos dudan de ti…
—JAJAJA, tranquilo, Jason. Sé perfectamente por dónde empezar, hoy mismo comenzarán las primeras bocas a hablar —y con un guiño de ojo, desapareció por la puerta.
Martillos. Clavos. Sierras.
No, no narraba un asesinato. Estaba asegurándome de que no faltaba nada para comenzar la restauración. Los proxys novatos aún no tenían el techo de su cabaña terminado, y ahora que estaban todos fuera, era el momento de repararlo.
Como jefe de los proxys obreros, solo tenía que encargarme de supervisar, enseñar, planificar y, a veces, regañar. Regañar sobre todo cuando estaban tan distraídos en una conversación que no trabajaban al ritmo adecuado. Como ahora mismo.
—Eh, vosotros —dije con voz firme mientras me acercaba al pequeño grupo de proxys. Me miraron con miedo y cruzaron miradas—, ¿no me vais a contar cuál es el cotilleo de hoy? —dije con una sonrisa mientras me apoyaba en la pared, como algunos de ellos. Era útil enterarme de todo y, además, entretenido.
—Señor… —habló uno del grupo. Este era relativamente nuevo y no había tenido mucho trato con él— lo sentimos, ya nos ponemos a traba…
Solté una carcajada.
—Tranqui, ya trabajaréis después —su cara era de extrañeza, los demás sí sonreían—. Te lo digo muy en serio, me encanta enterarme de estas cosas. Hay tiempo de sobra para el trabajo —estiré los brazos. Otro de los proxys rio con una sonrisa.
—¡Jefe! Hacía tiempo que no hablábamos informal, te echábamos de menos —dijo. Si no recuerdo mal, el nombre real de este chico era Austin.
El proxy que no me conocía se relajó.
—Bueno, contadme, ¿qué ronda por el bosque hoy? —pregunté. Austin le hizo un ademán al proxy nuevo para que me hablase él.
—Comentábamos que… al parecer Masky, Ticci Toby y Hoodie han encerrado a Jason the Toymaker y al resto de su grupo.
—¿Encerrado? ¿A qué os referís? —Eso era algo que no esperaba.
—Se rumorea que… —siguió diciendo, cada vez manteniéndome más la mirada— que piensan restringir todas las salidas que no sean necesarias. Algo raro debe estar ocurriendo en el bosque porque se dice que no van a dejar salir ni a los “top” como Jeff the Killer, Eyeless Jack, Bloody Painter, Clockwork… y que lo del juguetero y su grupo es solo el inicio.
—Vaya… —miré al cielo e intenté encontrar una explicación rápida, sin respuesta aparente— ¿Y cómo ha salido eso a la luz?
—Ni idea —dijo ahora Austin—. A nosotros nos lo dijeron los carpinteros cuando veníamos con los materiales. Pero, Monitor, ya sabes cómo es el bosque, somos tantos que siempre hay alguien que ve o escucha algo, y no puede impedir contárselo a otro —terminó la frase alzando los hombros.
—¡Ay, igual que lo de esta mañana! —saltó ahora otro de los proxys, creo que este era Kyle— ¿No te has enterado, jefe? —sonreí.
—No sé nada de nada, y llamadme Tom cuando no esté el trío de oro presente, anda —varios rieron.
—Bueno, pues… —siguió diciendo Kyle.
—¡Resulta que Hoodie se ha visto con alguien misterioso! —Soltó el proxy nuevo, al final no iba a ser tan tímido como pensaba.
—¡SHH! No grites su nombre… —le advirtió Kyle.
—Perdón… —susurró el nuevo— al parecer, esta madrugada una mujer vestida de negro y con máscara se ha reunido con Hoodie en el bosque. Los proxys que los vieron creen que fueron pareja en el pasado, porque entraron a la cabaña de Hoodie como si se conociesen de hace tiempo.
No pude evitar reír.
—Vieja amiga, puede. ¿Antigua novia? Dejadme dudarlo —Respondí.
—¿Por qué dices eso, Tom? —preguntó Austin con picardía.
—¡Ya no digo más! —exclamé levantando las manos en alto— Ahora sí, hay que comenzar con la restauración. Pero en cuanto tengáis actualizaciones de alguno de los dos rumores, ¡no dudéis en contármelo! —Dije señalándolos— tal vez así os cuente lo que he oído de Hoodie —susurré.
Tras darles las indicaciones de la obra, les guiñé un ojo y me fui a supervisar a los demás.
Una amiga misteriosa y El Cuarteto Mágico encerrado… a Skanda le gustará saber esto.
[PUM, PUM] [PUM, PUM] [PUM, PUM]
—¿De dónde sacaste esa pelota? —Bajé el periódico de mi vista, sentado en el sofá.
—No te lo vas a creer, ¿pero recuerdas que salí anoche? —asentí— Bueno, había un grupo de niños jugando en el parque y me traje a Smile… Tenían una pelota saltarina, el perro sonriente se animó, tenía también hambre, yo también y pues… —Eyeless se encogió de hombros.
—Oh… —mis ojos subían y bajaban ante la diminuta pelota— ¿Podrías seguir botándola, por favor?
Eyeless siguió impactando su pelota contra el suelo, seguido del sonido del choque y el toque de su mano.
—Bote… botar… Redondo… —murmuré y llevé mis dedos índice y pulgar a mis resecos labios, bordando los pellejos de estos.
Entonces, me levanté y caminé ligeramente hacia mi cuarto. Me detuve en medio de este y observé cada uno de mis dibujos colgados en mi pared que apenas se notaba que era marrón caoba. Giré mi vista al techo, justo donde se encontraba la pintura de la mejor musa que pudo haber tocado mi mente, mi arte, mi cuerpo y mi alma jamás, Ayleen.
Su cuerpo bañado en sangre, su espalda alzada como si de un ángel se tratase, su… rostro mirándome, con aquellos ojos expandidos, deleitándome con su absoluta atención, su cabello castaño, sus ojos del mismo color, ¿o eran rojo oscuro confundiéndome con su mirada?
¿Y si realmente era un ángel? ¿Y si yo era la pieza que faltaba para que volviese y se elevase hacia el cielo? Los ángeles existen, he estado demasiado tiempo entre monstruos y seres que en mi opinión no son de este mundo, ¿por qué ella no podría ser un ángel que bajó de los cielos para alejarme de lo mundano y esclarecerme en el ápice del arte humano?
—¡EYELESS! —exclamé.
—¿SÍ? —me respondió en el mismo tono. Él me comprendió ipso facto.
—¡NECESITO EYACULAR MI ARTE! —se produjo un silencio de unos cuantos segundos, luego, fue interrumpido por una carcajada proveniente de mi caníbal amigo.
—Vamos, eyaculador. —Salí del cuarto y estaba Eyeless de brazos cruzados con los ojos de su máscara posados en mí.
Atravesamos el frondoso bosque, pisando las hojas que caían para alertar nuestra marcha.
Sentía los mismos esclavos ojos mirándome, como cada día, esperando a ser liberados algún día de su captor de carente rostro.
Giré mi cabeza hacia la derecha, pudiendo distinguir una figura que destacaba en el bosque. Un vestido rosa, bañado en suciedad, unos pies descalzos y un osito marrón colgaba del brazo de la pequeña.
Saludé con mi mano derecha enérgicamente, mientras que ella esbozó una sonrisa en su infantil rostro y movió su mano pausadamente.
—Qué mayor se ha hecho Sally… —murmuré y Eyeless me miró.
—Sigue teniendo exactamente la misma altura que hace once años…
—Lo sé, pero… siento que se está haciendo mayor.
—Está muerta, Bloody. Igual que muchos de aquí. —Hice una mueca con la boca. Algunos pueden madurar y crecer a pesar de que hayan fallecido, ya que siguen “viviendo” en el más allá, o donde se supone que sea donde estemos.
Tras una larga travesía, llegamos a Precespyata. Retiré mi máscara del rostro y se la di a Eyeless, quién se escondió en un callejón cercano al club nocturno al que me acercaba. Al entrar, las personas se restregaban los unos a los otros, el alcohol caía al piso y las lentejuelas de los vestidos de las chicas brillaban junto a los focos coloridos de la discoteca.
En el centro de la pista se encontraba una mujer bailando, muchos chicos danzaban a su lado, en busca de su atención. La mujer era de cabello ondulado, castaño oscuro helado, ojos miel y piel blanca fantasma. Al verme, clavó su mirada en mí y yo en ella. ¿Qué quería?
Fruncí el ceño y me fui a la barra, apoyando mis brazos en ella.
—Hola, cariño. ¿Qué te pongo? —me preguntó el bartender con una media sonrisa.
—Un vaso de agua, por favor —se le borró la sonrisa al empleado y ladeó levemente la cabeza.
—Eh… Querido, esto es una disco, aquí normalmente se bebe alcohol…
—Entonces un vino rosado Sauvignon Blanc —nos miramos a los ojos. El chico volvió a parpadear varias veces.
—¿Me estás vacilando, primo? —Se cruzó de brazos, su rostro mostraba más seriedad que "Monomanie du vol" de Géricault.
—Eh… ¿No, primo?
—Espera, ¿cuántos años tienes?
—Veintiuno.
El chico, quien parecía menor que yo, atisbó mis facciones como si se tratasen de un crimen incompleto cual Sherlock Holmes.
—Bien… Supongo que no tienes idea de beber… Te pondré algo suave.
—¿Un vino? —El joven de tez blanca con pecas en el rostro y cabello rizado inhaló y suspiró, para luego volcar sus ojos verdes.
Desapareció de mi vista, dirigiéndose al lugar más recóndito del mostrador de bebidas y sacó una botella de vino: su cuello estaba empapelado de color verde claro, el cuerpo lucía de ocre mientras el nombre de la bodega imponía su autoría en su creación.
El bartender sirvió una copa de un tallo mediano y estrecha con una ligera conicidad y vertió el líquido alcohólico en él.
—Son cinco pavos. Que tengas una buena velada. Si quieres más, avísame —le tendí el billete robado y se retiró a atender a otros clientes algo más olorosos, tambaleantes y borrachos que yo.
—Hola, guapo —sentí unos pechos femeninos aferrarse a mi espalda y unos finos brazos envolviéndose en mi pecho—. De cerca estás mucho mejor —susurró en mi oído. Jugué con el cuello de la copa de vino, pasándolo entre mis dedos.
—Hola —giré mi cabeza hacia atrás, quedando nuestros labios a centímetros. Los ojos miel recorrían el camino de mis azulados ojos hasta mis finos labios.
—Me llamo Helena, ¿y tú? —susurró en mis labios acariciando mi mentón con sus dedos índice y pulgar.
—Helen, me llamo Helen.
—¡Mi tocayo! —soltó una leve risita— Y… ¿qué haces aquí tan… solo?
—Estaba bebiendo un poco de… —Helena se acercó vorazmente a mis labios, aprisionándolos contra los suyos y humedeciéndolos con su saliva.
Poco a poco, se hizo paso entre mis piernas, colocándose entremedio de ellas para lograr mayor cercanía conmigo.
Cortó el beso ante la falta de aire, tomó mi copa de vino y la bebió de un sorbo y, cuando hubo recuperado el aliento, volvió a mi boca, pudiendo yo saborear sus labios y el vino que habíamos consumido.
—¿No quieres ir a un lugar más… privado, Helen? —su respiración era entrecortada, bajó su mano a mi entrepierna, comenzando a sobarla hacia arriba y hacia abajo. Ella, claramente borracha, se estaba dejando llevar en exceso por sus impulsos. No obstante, el instinto me suplicaba que tomase la oportunidad.
—Vamos… —retiré su mano de mi entrepierna con delicadeza, y ya en contacto con su piel, estreché fuerte mi mano con la suya mientras que con la palma de mi otra mano señalaba la puerta, asegurando que me seguiría gracias al agarre. Abrí la puerta y dejé que saliese primero ella— Adelante… madmoiselle.
—Vaya… —ella sonreía, complacida por mi gesto— ya no se encuentran hombres como tú… —sus palabras se tambaleaban por el alcohol— y menos en estos antros de poca muerte… Venga, guapo —su mirada se iluminó—. Dime dónde quieres llevarme… —con su índice rozó mis labios.
—Por aquí.
Helena bajó su mano derecha a mis glúteos, apretando uno y causándome un pequeño respingón mientras caminábamos a un callejón.
—Ah… Así que te gustan los cuartos oscuros y el sexo en público… —susurró en mi oído— Podrías haberme dicho, conozco unos cuantos lugares así, Helen… —dijo pausadamente mi nombre, tratando de endulzar mi tímpano.
Caminamos al fondo del callejón, estábamos de cara a una pared hasta que, inesperadamente, Helena tomó mi rostro con ambas manos para volver a acometer contra mis labios, testeando esta vez con su dulce y pequeña lengua, con saborizante de alcohol.
Miré detrás de ella, Eyeless estaba parado frente a nosotros, inmóvil. Miraba a Helena de arriba abajo y se encogió de hombros. Le miré fijamente, esperando a que la asustara, la durmiera mediante cloroformo, le rompiese el cuello, le arrancara las cuerdas vocales con su bisturí… Cualquier maldita acción era mejor que esta zalamera siguiera aprovechándose de mi cuerpo.
De repente, Helena desabrochó mis pantalones y, a punto de bajar mis calzoncillos, miré a Eyeless con los ojos más abiertos que jamás haya podido expresar.
Mi grisáceo compañero, se acercó a Helena, tocó su hombro con dos toquecitos de dedos y, cuando Helena se dio la vuelta, Eyeless tapó su boca con un paño empapado de cloroformo.
Ella, del susto, aspiró y Eyeless estampó su cabeza contra la dura y rugosa pared, ayudando a que Helena terminase por quedar inconsciente.
—¿¡Están a punto de violarme y solo te quedas mirando!? —le espeté susurrando, nadie debía escucharnos a pesar de estar preocupados por banalidades.
—Es que dijiste que querías eyacular tu arte, no especificaste de qué forma —se cruzó de brazos. Sabía que escondía una sonrisa tras su azulada máscara.
—Pero… ¡sabes que no me gustan las mujeres!
—No te gustan las personas en sí, chico. Solo las ves como obras de arte.
—¿Y desde cuándo eso es malo? —Eyeless se encogió de hombros y cargó en su hombro derecho a Helena.
—Vamos, muchacho. Hoy casi te veo el cimbrel y no quiero que se me quite el apetito…
Atravesamos calles poco transitadas hasta lograr llegar a nuestro frondoso y abandonado bosque. Nuevamente, ojos tras nuestras espaldas se clavaban, persiguiendo cada movimiento que realizábamos y las hojas delatando nuestra posición.
Giré mi cabeza a mi izquierda. Unos proxys caminaban hacia Precespyata. Uno de ellos cubría parte de su rostro con una mascarilla y portaba una chaqueta verde.
—Estos proxys… —murmuró Eyeless— para el poco descanso que tienen deben vivir un poco… Aunque en mis tiempos un soldado nunca debía abandonar su puesto de trabajo… ¡Imagina que nos atacara alguien y ellos tomándose un café!
—Es Monitor, ¿verdad?
—Ah, el jefe de los proxys obreros… Bueno, soldados son soldados, hasta los niños…
—Supongo… Pero no todos sirven para combatir…
—Hijo, mientras tengas una cabeza pegada al cuerpo, puedes y debes combatir siempre. Esto es una paz armada, todos aquí somos aliados mientras estemos armados y seamos iguales en fuerzas. Slenderman tiene más carne de cañón, mientras que Zalgo tiene seres que ya están muertos, como Ben, yo mismo, su propia hija, Lulú, Sadie… Todos los que somos considerados monstruos estamos con él. Y créeme, sé de lo que hablo, estamos pasando por un puente de cristal que poco a poco se resquebraja.
—Entonces… ¿qué hacemos? —pregunté mirándole y soltó un suspiro.
—Sigue haciendo lo que haces, vivir. Vive, disfruta, hasta el último momento, pero cuando llegue el día en que todo esto se desplome, debes entender que tú, como hombre, debes saber protegerte, cuidarte y, lo más importante: sobrevivir. Sobrevive aunque sea a costa de otros, así como lo hice yo.
—Pero… tú estás… muerto.
—Estoy… No estoy muerto, estoy en el limbo. Tal vez para ti estoy muerto, pero sigo estando aquí y todos cuanto yo permito pueden verme y tocarme.
—¿No te roció gas mostaza?
—Fue en los ojos, y créeme, no cualquiera sobrevive a eso. Muchos de mis compañeros cayeron por ese condenado gas.
—Tienes razón… —bajé la voz y alce la mirada.
—Tienes mucho por vivir, no desperdicies ni un solo segundo, Helen.
—Gracias, Jack —inhalé, dejando que el aroma boscoso inundara mis fosas nasales. Exhalé, dejando escapar ese aroma y permitiendo entrar a la tranquilidad mental que me causaba tal paisaje.
—¡EH, BLOODY! —exclamó una familiar e inconfundible voz a un lado de nosotros. Mis ojos apuntaron hacia donde provenía el sonido, Jeff— ¡TOCAS MÁS TETAS QUE YO —soltó una carcajada apoyado en la pared de su cabaña.
—¿Quieres tocar alguna antes de que acabe en mi estómago? —le habló Eyeless en el mismo tono de voz.
—¡NO ES LO MÍO! ¡GRACIAS! —siguió riendo y negando con la cabeza.
—Ese chico es demasiado joven y aún le queda bastante por sufrir —dijo Eyeless cuando nos alejamos, a punto de llegar a nuestra cabaña.
—¿Por qué lo dices? —abrí la puerta y entramos.
—Los viejos notamos ese tipo de cosas —contestó mientras cerraba—. A pesar de no estar muerto, el tiempo ha pasado aquí —dio golpecitos en su cabeza—, con el tiempo, comprendes muchas cosas que antes ni siquiera considerabas, o captas… personas o situaciones que antaño ignorabas.
Eyeless dejó el cuerpo de Helena en mi cuarto, oyéndose un ruido sordo cuando su cabeza chocó contra el suelo.
—Así es nuestra vida ahora, Helen, ya sea porque la escogimos, nos la merecemos o así lo quiso nuestro destino —Eyeless se quitó la máscara e hicimos contacto “visual”.
—No tardaré —le dije y él asintió, cerrando la puerta al salir.
Caminé a mi mesa de estudio. Tomé las cuerdas y comencé a practicar el nudo esposas que Eyeless me había enseñado.
Tiré de un lado de la cuerda, apretando las muñecas de Helena, amarrándola con los brazos en su espalda.
Tomé dos hisopos y los hundí en un recipiente en el que estaba escrito “amoníaco”. Acerqué ambos bastoncillos a los orificios de la nariz de Helena y, en cuestión de segundos, abrió los ojos y recorrió con su mirada todo el cuarto con la respiración agitada.
—¡HIJO DE PUTA! —gritó— ¡HIJO DE PUTA! —pataleó en el suelo sin dejar de mover su cabeza —¡HIJO DE PUTA! ¿DÓNDE ESTÁS? ¿DÓNDE ESTÁÁÁÁÁÁÁS?
Eyeless dio golpes en la puerta, alertando a Helena.
—¡HIJO DE PUTAAAA! ¿ADÓNDE ME HAS TRAÍDO?
Caminé detrás de Helena y, con una sierra de huesos, sujeté con fuerza su antebrazo izquierdo tensándolo, agarrándola del codo. Coloqué la hoja en su piel y comencé a cortarla, recreando el movimiento del vaivén en este.
—¡¡HE…HELEEEEEEEN!! —cada vez la hoja se hundía más, cortando la epidermis, los tejidos y embadurnando mi suelo con su plasma sanguíneo. Helena pataleaba el suelo con las inserciones que realizaba en su brazo y, poco a poco, el serrar se hacía más llevadero, ya sea porque mi brazo se acostumbraba al movimiento o porque quedaba menos carne que cortar y separar.
Finalmente, llegué al hueso, al húmero.
[CRACK]
—¡¡AAAAAAAAAAAAAH!! —Helena se retorcía en el suelo, se zarandeaba como podía de mi agarre mientras su llanto se hacía cada vez más rasposo sonoramente. —¡¿QUÉ TE HICE, HELEN?! ¡¿QUÉ TE HICE PARA QUE ME HAGAS ESTO?!
—Nada —finalmente, el vaivén de la sierra llegó a su fin con el brazo izquierdo—. Solo… eres perfecta para esta obra. No te lo tomes personal, Helena.
Alcé su brazo amputado, examinando cada marca que había realizado con mi instrumento de utilería. Solo quedaban tres pasos más para culminar e imitar mi representación de la obra de uno de mis autores favoritos. Coloqué el brazo en el suelo con sumo cuidado e hice lo mismo con el derecho.
[TOC, TOC, TOC]
—Oye… —la áspera voz de Eyeless sonaba tras la puerta— sabes que no me gusta desconcentrarte en tus momentos… artísticos, pero llevas bastante tiempo ahí dentro y tengo hambre.
—¿Cuánto ha pasado? —observé con sumo cuidado mi estudio, soltando jadeos y dejé mi cuerpo caer al suelo, trazando líneas imaginarias por el techo, recorriendo cada grieta, singularidad y mancha que veía.
—Dos o tres horas.
—Puedes… pasar…
Eyeless abrió la puerta y apagó el diminuto foco que iluminaba la habitación accidentalmente, volviéndolo a encender.
—Y… Bueno… ¿Conseguiste lo que esperabas? —giré lentamente mi cabeza hacia la derecha. El cuerpo de Helena o lo que quedaba de él, se encontraba en el centro del estudio. Las dos piernas se encontraban tendidas en el suelo y los brazos encima de las extremidades inferiores, formando un arco. Mi mirada estaba fija en ellos pero… no sentía nada.
—Quédatelos.
—Vale. —Eyeless agarró el cuerpo sin mucho cuidado y se disponía a salir del cuarto, pero mi llamado lo detuvo.
—¿Tú… Tú sientes que está bien esto? —Eyeless se dio la vuelta. Pude notar toda su atención en mí. Escuché algo pesado caer.
—¿Cómo que si siento que si está bien esto? ¿Qué es “esto”?
—Helena… ¿crees que está bien lo que le acabamos de hacer? ¿El sufrimiento que le hice pasar solo por… querer llevar a la realidad un cuadro?
—No —soltó—, ¿pero acaso importa lo que está bien y lo que está mal a estas alturas?
—Pero… ¿qué sentido tiene esto? ¿Qué sentido tiene vivir?
—Si te quieres suicidar, hazlo. Si te quedas como alma en pena, va a ser lo mismo o peor, es tu decisión.
—¿Y si no me quedo como alma en pena? —subí mi cabeza para mirarle— ¿Y si voy a otro lugar? ¿Y si voy al cielo o al infierno? —Eyeless soltó una carcajada.
—Bloody, has asesinado muuuucha gente como para ir al cielo y lo has disfrutado.
—Puedo arrepentirme e ir. Jeffrey Dahmer lo hizo.
—Ay… Bloody, Bloody, Bloody, Bloody… ¿Y quién coño te dice a ti que está en el cielo después de lo que hizo? Tú estás vivo, yo estoy aquí después de ir a la guerra por mi país… Todos estamos aquí por nuestras decisiones, acciones, circunstancias y consecuencias.
—Lo sé, pero… ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué acabé aquí?
—Por tu pasado, tu historia —se encogió de hombros y se sentó a mi lado—. En el momento en el que quisiste un nuevo cambio, todo eso desencadenó que acabases aquí en vez de poder vivir una vida normal.
—¿Y si hubiese sido diferente?
—No estarías aquí. La pregunta es: ¿estarías mejor o peor de lo que estás ahora? —Hice una mueca al oír eso.
«Desde que llegué a este grupo y el mundo me denominó como un Creepypasta, siempre he hecho lo que siempre hacía sin límites: arte, con la diferencia de que ahora lo llevo a la extrema realidad. Pero, ¿a qué camino me está llevando todo esto? ¿Hacia dónde tengo que dirigirme? No tengo problemas comunes como la gente normal. No debo pagar alquiler, trabajar, pensar en qué debo comer mañana, facturas, estudios, impuestos, desilusiones amorosas, familia o amigos que cuidar… ¿Realmente,a falta de un propósito, el suicidio es la solución a esto?»
—Entonces… ¿qué hago aquí, Eyeless? ¿Cuál es mi objetivo? ¿Por qué debo seguir vivo?
—¿Y eso qué importa?
—Mis pinturas, mis dibujos, mi arte, ¿sirven de algo?
—Tu arte no va a trascender una mierda si es lo que me preguntas, Van Gogh. Siempre te recordarán como un asesino, salvo esas locas que te tienen como sueño erótico. Solo vive, come, disfruta de las mujeres, mata gente, roba dinero, ve a lugares lujosos… Normal que pienses tonterías si te la pasas encerrado.
—Eyeless, debemos mantener un perfil bajo, somos asesinos y ya no tenemos nuestra identidad.
—¡Que le den a eso! Chico, esta es mi puta jubilación. Vivo como quiero, sin tener que preocuparme de enfermedades, de pensiones, familia o cualquier tontería de esas, ¡soy libre! ¿Por qué me tendría que preocupar de mi “propósito de vida” si puedo disfrutarla y ya?
—Tú ya has vivido tu vida, para ti es fácil decirlo —Eyeless suspiró y se levantó.
—Tienes apenas… ¿Cuánto? ¿Veintiséis años? ¿Veinticuatro? No tienes idea de lo larga o corta que puede ser tu vida y ese tipo de preguntas no te van a llevar a nada. Esos pensamientos de mierda son para detener la juventud y que se hundan en vez de simplemente vivir como quieran y puedan ya. Te lo dice alguien de los años 20. Espabila y déjate de mariconadas, tienes bastante suerte. Ni siquiera Jeff que nunca ha tocado una teta se preocupa por ello y está feliz.
«Jeff… A Jeff siempre se le ve feliz, riendo, sin preocupaciones. ¿Cuál será su secreto? ¿Cómo lo hará?»
Me levanté del suelo decidido. Necesito respuestas sobre el sentido de mi vida y, tal vez alguien no tan mayor, pueda orientarme mejor.
—Gracias, amigo —Eyeless dejó el cuerpo de Helena en su regazo tras sentarse en el sofá y cerré la puerta. A paso ligero, crucé la zona del bosque que dividía la cabaña de los Woods y la nuestra en menos de diez minutos.
[TOC, TOC]
—Hey —abrió la puerta Jeff y se hizo a un lado para que pasara—. ¿Pasó algo? —negué con la cabeza— Siéntate entonces, estábamos a punto de cenar.
Jeff llevaba una camiseta azul oscuro y unos pantalones de franela rosa. Como artista, estaba a punto de buscar su cuchillo y clavármelo en los ojos. Como invitado, me limité a sentarme.
—Ah, hola, Bloody —Liu colocó la olla en el centro de la mesa y enseguida me sirvió mi plato, servilleta, cubiertos y vaso.
—Muchas gracias —dije en voz baja.
—Y bueno, yo creo que Kiss no es tan mal grupo, es decir, no tiene malas canciones ahora que he escuchado algunas.
—Pues claro que no, Jeff… —rodó los ojos Liu terminando de masticar un pedazo de tortellini— Kiss jamás fue ni ha sido un mal grupo —hizo hincapié en la palabra “jamás”—. Solo que tú has tenido tan malos gustos encerrándote en música tan… depresiva, que no has probado otros grupos musicales.
—Disculpa, Backstreet Boys… —a diferencia de su hermano, Jeff se llevó a la boca varios trozos de pasta. Parecía que había interrumpido una conversación con mi llegada.
—Jeff, de pequeño con tu música era: ¡me quiero mataaaaaaaaaaaaaar! —Jeff estalló a carcajadas, contagiándome la risa ante la imitación exagerada de Liu de un metalero y sus guturales.
—Tienes razón, gustos son gustos —Jeff hizo una pausa volviendo a comer—. Están mis gustos y luego los tuyos que son una mierda —esta vez Liu fue el que rio negando la cabeza. Jeff me miró con una sonrisa terminando de masticar. —¿Y tú qué, Bloody?
—¿Yo?
—Sí, ¿qué música escuchas?
—Ah… Pues… clásica. Como Chepén, Tchaikovsky, Bach, Beethoven…
—Ah, vas atrás en el tiempo.
—Podría decirse que sí… —me limité a comer, pero la mirada de Jeff aún pesaba en mí— J-Jeff, la verdad… es que mi visita no es sin motivo alguno. Si soy sincero, me gustaría hablar contigo.
—Lo sé —alcé la mirada—. No lo sé, pero me olía que no te habías pasado por aquí de casualidad.
—¿Cómo has logrado ser feliz? —escuché reposar en el plato los cubiertos de Liu. Jeff arqueo la ceja y tosió un poco. Mi pregunta pareció tomarlo desprevenido.
—¿F-feliz? ¿Y-yo?
—Sí, siempre te veo riendo, gastando bromas, siendo un excelente cómico e incluso levantando la moral a otros. He escuchado de los proxys que hasta bromeas con los secuestrados. Careces de cualquier ápice de tristeza o falta del sentido de la vida.
—Eh… —Liu solo sonrió mirándonos— ¿Gracias? —el rostro de Jeff se empequeñeció y quedó mudo. Liu carraspeó.
—Bueno, no soy Jeff, pero soy su hermano —Liu apoyó la manos en la mesa y entrelazó sus dedos entre sí, creando una muralla dedal—. Y he de decirte que tal vez se vea desde la perspectiva de la vida. Bloody, tú ves a Jeff riendo, contento y gastando bromas, pero eso no quiere decir que sea feliz. De hecho, me juego mi vida entera a que absolutamente nadie de este… grupo lo es. Y quien diga lo contrario, miente. Estamos rodeados de esclavos, entidades, las cuales muchas de ellas son almas en pena, personas con las vidas arruinadas y con imposible reinserción en la sociedad y, por si no fuese suficiente, tenemos monstruos y criaturas rondando no muy lejos de aquí. Todos, absolutamente todos estamos traumatizados, hemos normalizado comportamientos que en el pueblo de al lado no lo son, y muchos de nosotros no diferencian lo que está bien de lo que está mal.
»Jeff no siempre fue así, de hecho, considero que hasta nuestras personalidades pueden haberse… intercambiado, si lo quieres decir de alguna forma. Jeff antes era tímido, callado, mucho más introvertido y asocial de lo que lo es ahora. Es más… fiestero que yo, por así decirlo. Mientras que yo, el hijo que siempre estaba con chicas, grupos enormes de adolescentes, fiestas, irresponsable y una larga lista de mi época joven, ahora me quedo en casa y hago los quehaceres, me he vuelto alguien más familiar y apenas tengo amistades y me junto con personas. Lo que quiero decirte con esto es: adáptate, no pienses en ser feliz, porque eso mismo es lo que te puede llevar a decaer por pensar constantemente en lo que te puede agradar. Simplemente vive, no a lo idiota, pero vive. Haz lo que te gusta y explórate, haz cosas nuevas. ¿Te gusta pintar y dibujar, no?
—Sí, es mi pasión, pero… he intentado replicar cuadros desde hace tiempo, he conseguido una musa que, aunque esté muerta, siento que me sigue a donde vaya.
—Eso es esquizofrenia —comentó Jeff apoyando una mano en su mandíbula y el codo en la mesa.
—Y eso te frustra —contestó Liu, ignorando a su hermano—. Replicar cuadros —asentí.
—Es que… mi visión era… llevar más allá crear otro tipo de arte, ser un… No lo sé, revolucionario me parece algo… ambicioso.
—¿Solo algo? ¿En pleno siglo 21? —puntualizó Jeff.
—¡Este siglo es una mierda! ¡El arte contemporáneo no tiene nada! ¡No tiene sentimiento, profundidad, dedicación, trabajo, esfuerzo! ¡Y lo más importante: no tiene una historia detrás! ¡Ni siquiera para teorizarla! ¿Dónde quedaron aquellos artistas que con sus trazos, sus olores, texturas, tonos de colores oscuros y claros, cálidos o fríos, son capaces de hacer sentir algo hasta la persona más cateta? Jeff, ¿cuál es el cuadro, escultura o pintura que más sentimiento te ha logrado crear? —Jeff giró levemente su cabeza hacia Liu, mirándole de refilón.
—Tienes razón —Liu hizo una mueca—. Pero no solo en el arte, sino en todo. La sociedad de hoy en día ha estado decayendo. Nosotros somos un claro ejemplo. Yo reconozco lo que soy. Soy un criminal, un asesino, soy antisocial. Y aún así, hay gente que me admira, me idolatra e incluso fantasea conmigo. Y lo mismo contigo —me señaló—, con él —indicó con su dedo a Jeff— y con todos —giró su dedo índice—. Nos defienden a pesar de nuestras acciones, y no me refiero a nuestros trágicos pasados, que ni siquiera los que están en internet son los reales, sino a los que hemos cometido después de abandonar la sociedad.
—Tienes razón, Liu. —Bajé levemente la cabeza y comencé a dibujar trazos en el mango del cuchillo. La sociedad estaba podrida, estaba condenada sin remedio a su propia extinción. Alcé de nuevo la cabeza al escuchar la voz de mi amigo.
—Sin embargo, eso no significa que nosotros debamos deprimirnos por algo de donde no estamos o no somos partícipes. Eres de los mejores artistas que he conocido y visto, tienes un talento incalculable, incluso, tu pintura de sangre me parece hasta novedoso. ¿Por qué no sigues con lo que se te da bien? Y no es quedarte estancado, es seguir haciendo lo que te gusta y funciona. Pero, en vez de tus víctimas, ¿por qué no dibujas algo contemporáneo? Algo nuevo que esté ocurriendo y te inspire.
—¡Los secuestrados! —Me levanté de un salto con una sonrisa.
—¿Cómo? —Jeff arqueo una ceja.
—¡Tienes razón, Liu! ¡Puedo intentar inspirarme con los secuestrados! ¿Han muerto algunos, verdad?
—Cuatro —contestó Jeff.
—Puedo… Puedo dibujar cómo quedaron sus cadáveres tal cual, sin necesidad de posiciones extrañas… Y Eyeless solo tendría que conseguirme la sangre como siempre… —murmuré con una gran sonrisa. Finalmente, mi bloqueo artístico se estaba esclareciendo.
—No matarás a ninguno, ¿verdad? —Liu giró su cabeza hacia Jeff y yo bajé la mía. Liu hizo una mueca mientras le miraba, Jeff clavó sus ojos en los míos.
—No tengo pensado en inspirarme de esa forma, si es lo que te preocupa —el semblante de Jeff se relajó—. ¿Por qué?
—Eh… —hizo una pausa— Es que han habido cuatro muertes y el haber hecho eso ha causado problemas. Sería una estupidez que… Bueno, te metieras en uno por… inspirarte de más —miré a través de sus espejos del alma. Él decía algo. Su mirada ocultaba más, pero no lograba descifrar el qué.
—Jeff. Me estás ocultando algo, y entiendo que… no me lo quieras decir. Pero, por el respeto que te tengo y la amistad que tengo con tu hermano, te prometo no asesinar a ninguno de los secuestrados —Jeff tragó en seco y asintió. Liu soltó un suspiro—. Os dejo descansar. Muchas gracias por… todo. Por darme de cenar, escucharme, aconsejarme y… alzarme de nuevo.
Liu me acompañó a la salida y, tras cerrar la puerta, caminé con determinación hacia mi cabaña de vuelta. Dormiré al menos unas tres o cuatro horas y luego, comenzaré a danzar mi talento y transmitirlo en mi lienzo.
Curiosidad n°16: Debido al rechazo de casi todos los grupos de Creepypastas hacia ella, Nina ha tenido que buscar sus propios contactos fuera del nido, convirtiéndose en uno de los Creepypastas más peligrosos y desconocidos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top