5


Los latidos del corazón se enfrentan a una carrera al escuchar tu voz

Hubo una vez en donde mi boca se secó por completo y fue cuando tenía cinco años, mi papá me había llevado al parque de diversiones, hacía bastante calor y las filas para comprar agua eran larguísimas.
Me llevaron al doctor por deshidratación y a papá le atendieron los golpes que mamá le dio.

Ahora, por segunda vez en mi vida, mi boca está seca.
Mi mano parecía que estuviera bailando, se movía de un lado a otro a su propio ritmo.

La voz que escuché a mi espalda me heló y erizó la piel por completo.

En primera, porque no había escuchado que abrieran la puerta, y en segunda, porque esa era la voz de Caleb.

Di media vuelta con cuidado y con los ojos los cerrados, no quería ver lo que había frente a mí.

Lentamente y con miedo, los abrí.

No había nada, la habitación estaba completamente vacía.

Respiré con normalidad, me tranquilicé al ver que me encontraba sola en el cuarto, aunque también una poca de decepción se instaló en mí.

Ahora sí, dormiría en una cama distinta.

—Pensé que no creías en los fantasmas.

—No creo en ellos. —contesté sin pensar, pero cuando reaccioné me paralicé.

Se rió. 
Esa risa que tanto me gustaba, era tierna pero escandalosa, justo como la mía solo que sin lo tierna.

Miré a mi derecha, mi mejor amigo estaba recargado en la pared.
Me llevé la mano a la boca, mis lentes ya estaban llenos de mis lágrimas.

—No, Cat. No llores. —su voz sonó tan calmada, me transmitió paz. Sus manos tocaron las mías. ¡Santo cielo! Lo estoy sintiendo tan real.

—Estás aquí.

—Jamás me fuí.

Mamá tenía razón, él siempre estará conmigo.

—¿Me volví loca? —había dejado de llorar pero aún tenía los ojos cristalinos.
Veía alrededor de mi habitación para ver si había alguien más, alguien se me estuviera jugando una broma de mal gusto y sólo esperaba el momento para reír. Sin embargo, no había nadie más que nosotros dos.

—Pero si siempre has estado loca. —bromeó un poco, lo extrañaba demasiado.

—Caleb. —dije su nombre, planeaba decirle otra cosa pero no supe qué.

—El único.

—Estás...

—¿Lindo? ¿Hermoso? ¿Guapo? ¿Sexy? ¿Hecho todo un bombón? —habló muy rápido

—Iba a decir que estabas aquí.

—Ah, sí, también eso.

La personalidad de Caleb era de las pocas que llegaría a encontrar en el mundo, y yo tenía el privilegio de haberla conocido.

Me pellizqué, debía asegurarme que no estaba soñando, y efectivamente, no era un sueño. Pero tampoco estaba segura de que fuera verdad.

—Ya deja de mirarme. —me sonrió, siempre amé su sonrisa, tenía una dentadura digna para un comercial.

—Perdón, pero esto no es normal.

—Dimelo a mí, yo soy el que atraviesa paredes.

Abrí los ojos un poco más de lo normal.

—¿Puedes atravesar las paredes? —le cuestioné sorprendida.

—En realidad no. —frunció la boca— Las películas me mintieron.

Mi cabeza comenzó a doler y sentí un leve mareo, tuve que sentarme.

—¿Estás bien?

—Sí, sí. Creo que debo recostarme un momento.

—Debió ser la impresión.

—Sí, debió ser eso.

Aunque no hubiera luz en la habitación yo sentía que un destello me daba directo en los ojos.

—¿Te vas a dormir? Acabo de llegar.

—No puedo dormirme. Me estás mirando.

—¿Quieres decir que si no te estuviera mirando te dormirías? Wow. Si que me extrañaste.

—No digas eso. —traté de mirarlo pero sentí una punzada en mi cabeza.— No tienes ni idea de lo mucho que sufrí por no tenerte, me la pasé noches llorando por haberte perdido. Así que no me vengas con eso.

—Lo sé, lo siento. No era lo que quería decir.

Sentí como la cama se hundía un poco, se acostó a mi lado.

—Yo también te extrané. —me susurró al oído, mi piel se erizó. Caleb se dio cuenta y rió, jamás me gustó que me hablaran al oído y él lo sabía muy bien.

—Si quieres duerme.

—No, no. Quiero que me cuentes qué está pasando, mamá me dijo que esto no era un manicomio.

—Y no lo es.

—Pero te estoy viendo, esto no es normal.

—Si... la verdad, no sé cómo explicarlo. Sólo hay que disfrutar esto.

Asentí lentamente, traté de entender pero no pude.

—Está bien, no estoy loca, sólo hablo con mi mejor amigo muerto —Reí nerviosa y él me mostró su sonrisa.— ¿Puedes decirme qué pasó en este tiempo, ¿Dónde estabas? ¿Por qué no apareciste antes?


—Estuve de aquí para allá. Fuí y vine. Estuve un tiempo en la nueva casa de mis padres, está espantosa, por cierto.

Me di la vuelta para poner mi mano sobre su pecho y mi cabeza en su brazo.

—¿A dónde más fuiste?

—Tomé un vuelo.

—¿Y como obtuviste el pasaporte?

—Wow, ¿Ya haces chistes? ¿Qué le pasó a la Catalina seria?

—Oh, vamos, sí hacía chistes. Pero sigue contando.

—No fue un vuelo en sí, pero sí viajé. Estaba en el baño cuando aparecí en... Creo que era España.

—¿Los fantasmas hacen del baño?

—¡Ja! No. Dije que estaba en el baño, no que estaba haciendo del baño. Y deja de interrumpir.

—Ok, ok.

—Ya acabé.

—¿Qué? ¿Pediste que no te interrumpiera y ya acabaste?

—Sí. —golpeé su pecho.

—No te creo. No pudiste estar dos meses lejos y solo hacer eso.

—Tú lo dijiste. Al estar lejos hice eso.

—No entiendo.

—Cat. También estuve contigo. Dormí en tu cuarto.

—¡Ja! Por un momento creí haberte escuchado decir que dormiste conmigo.

Hubo un silencio.

—¿Es cierto?

—Sí. Dormí en el piso. Excepto una vez que dormí en tu cama pero me golpeabas mucho así que no lo volví a hacer.

—¿Caleb?

—¿Si?

—¿Si estuviste viviendo conmigo porqué no me hablabas?

—Porque no me necesitabas.

—Pero yo siempre te voy a necesitar.

—Y yo a ti, pero estabas bien porque tenías a tu familia. Aquí estás sola, te volverías loca si no tuvieras a alguien con quién hablar.

Acarició mi cabello.

—Por cierto, no me gustó nada que dejarás de comer.

—Lo siento. Creí que si no comía ni salía de mi cuarto, no sufriría de ver un mundo sin ti. Aunque sí comí, eh, bajaba una vez al día para ir a la cocina, y mamá me dejaba un chocolate al lado de mi cama cada vez que dormía para que cuando despertara lo comiera.

Sonreí. Siempre tuve una mamá que se preocupa por mí y yo le fallé.

—Cierto, también fuí al homenaje que me hicieron en la escuela.

—¿En serio fuiste?

—Sí. Hubieras visto a Layla Crokaan llorando por mí, se veía tan linda; y todo el equipo de porristas preparó una coreografía para mí, estuvo fea pero quien diría que me bailarían especialmente a mí.

Una sonrisa se formó en mi rostro, me lo imaginaba estando en el estadio de la escuela y es como si hubiera estado ahí.

Comencé a recordar todo lo que había pasado estos últimos meses, tal vez el dejar de comer si me sirvió de algo. Ahora estaría con Caleb, como siempre debió ser.








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