VI

6 meses después...

La cotidianeidad retornó en una variante a caballo entre la extrañeza y lo utópico.

El caso del Desmembrador dio mucho de que hablar en su momento, pero como siempre, la amnesia colectiva forzaba una vuelta a la normalidad imposible para unos pocos.

El funeral de Shaün fue más mediático que sentido, y como tal, la sobriedad acompañó a la pobreza de su alma. La deshonra de lo acontecido se quedaría con la familia Yang.

La cautiva Aury..., sería otro cantar.

Para ella el tiempo había sido difuso hasta el punto de haber vivido una realidad distorsionada. Los narcóticos que le había suministrado su captora generaron una dependencia en su organismo que los especialistas pretendían erradicar; algo harto complicado, pues necesitaba medicarse contra sus ataques de ansiedad.

La convivencia, por otro lado, resultó difícil en un inicio. Ya no era la niña de doce años con multitud de sueños por querer cumplir. Ahora era una joven de diecinueve, con terribles lagunas sobre siete años difíciles de explicar. No obstante, y después de medio año de terapias, pudo arrojar luz a ciertos puntos de la investigación.

Puede que nunca llegaran a descubrir toda la verdad con respecto a Melalo, pues parte de esa información sería un secreto que la muerte albergaría por siempre. En ocasiones como aquella, la coincidencia y el buen corazón jugaban a un contrarreloj macabro.

El apartamento olía a aguarrás y a pintura mientras Zanya daba las decisivas pinceladas a su último cuadro. Su pasión aparcada resurgió en el mismo día que se reencontró con su hermana. Ya había expuesto alguna de sus obras en una pequeña galería del centro, con resultados óptimos. La crítica había sido generosa en sus halagos, y los compradores interesados no tardaron en aparecer.

Unos brazos rodearon su cintura desde atrás. Podía oler el café en los labios que besaron su mejilla.

—¡Vaya! Es tu mejor obra hasta la fecha —declaró su compañero—. ¿Ese es...?

La mujer azabache se recostó en su abrazo, sonriendo.

—Sí. Es Melalo.

Partner la estrechó con más fuerza mirando el cuadro. El realismo que transmitía era sobrecogedor. La vehemencia del joven pianista traspasaba el lienzo.

—¿De dónde has sacado la imagen?

Zanya volvió a sonreír.

—De ninguna parte. Me lo he imaginado así.

Ambos se quedaron absortos el uno en el otro. Tal vez, Shaün sí acertara en sus sentimientos hacia el detective, pero solo tal vez. Si su amiga no hubiese emprendido esa venganza, sus caminos no se hubieran entrecruzado; o puede que sí. Lo que había comenzado como recelo por parte de ella, se convirtió en una amistad que desembocó en una relación sana. Nada que ver con la que experimentó con la joven asiática. Lo que Shaün nunca había entendido era que Zanya amaba a las personas y no a sus géneros. Hubiera dado igual que ella hubiese sido un hombre o Partner una mujer, el resultado sería similar.

Había muchas cosas que jamás podría perdonarle a la mujer que hoy descansaba bajo tierra, pero haber encubierto tal crimen bajo la sombra del racismo, transfigurando el respeto que sintió por sí misma fue de las más predominantes. La nipona era conocedora del desprecio recibido por su abuela paterna al respecto. Desde que ella y Aury habían nacido, las había repudiado por la tonalidad de su piel, menospreciándolas y descargando su odio en ellas cada vez que las veía. Su discriminación no les había afectado, gracias al cariño de sus ya desaparecidos progenitores.

Curiosamente, un par de semanas después de que el suceso acaeciera, la vieja señora Cowell quiso reaparecer en sus vidas como si nada. Sin embargo, ninguna de las hermanas estaba dispuesta a desandar un camino que, sentían, quedara atrás. Lo que sí obtuvieron a cambio fue otra versión de la historia.

Si bien era cierto que había recibido el chantaje de Shaün, su abuela nunca había llegado a creer en la veracidad del extorsionador. Por otra banda, su difunto abuelo no había atentado contra la vida de su amigo Quam, sino que este se había suicidado por las deudas producidas de su vicio al juego. El imperio Yang nunca llegó a despegar por ese motivo, y sus deudas fueron tapadas, como último regalo, por su viejo amigo Cowell.

Zanya no quiso poner en duda las palabras de su abuela, aceptándolas como válidas. De nuevo, solo los muertos sabrían la verdad de todos los secretos que callaron en vida.

—Apuesto a que a Melalo le encantaría este cuadro —aseguró el inspector.

Ella sonrió acariciándole el pómulo, con una sombra de barba.

—Pensaba regalárselo a Maika.

El amigo de Melalo, que había sido crucial para la investigación, rehacía su vida con cierta culpabilidad. Aury y él se habían hecho grandes amigos. La joven les había contado cómo llegó el pianista a conocer a Shaün, después de que, la hermana de Zanya, enviara a través de un viejo aparato un mensaje en código morse.

Melalo, que tenía como hobby privado la comunicación con personas anónimas a través de radiofrecuencias, halló sin saberlo el lugar en el que Aury estaba prisionera. Le gustaba seguir la señal y descubrir desde dónde le hablaban, por supuesto siempre dentro de la ciudad. Así llegó a un punto poco transitado de la Bahía de San francisco, en el que, detrás de una gran maleza, se topó con un antiguo edificio abandonado lleno de grafitis y con las puertas y ventanas tapiadas por tablones. De allí salió la mujer asiática que sería su verdugo. Puede que las explicaciones verosímiles que diera no acabasen de convencer al pianista, que siguió investigando hasta destapar toda la verdad a costa de trocar su vida y sueños por los de Aury, sin siquiera conocerla. En ocasiones la vida era así. Los grandes actos de desconocidos marcaban de manera extraordinaria a otros. Melalo, un pianista gay de etnia gitana, murió porque era un héroe. Su lengua, extirpada para no emitir más mensajes, entregó el decisivo para dar carpetazo a la investigación y liberar a Aury.

Unos días antes del asesinato del universitario, Partner recibió la visita de unos padres que seguían buscando a su hija, fugada de casa desde hacía ocho años. Creían que la muchacha vivía en la calle con su novio camello. Aquello abrió un recelo en el inspector que, por desgracia, se vio confirmado poco después. La adolescente de raza afroamericana poseía similitudes con la desaparecida Aury. La autopsia realizada a la que habían creído muerta por siete años, había sido la de la joven sin techo. No le pudieron atribuir esa culpa a Shaün, puesto que los investigadores forenses habían concluido, por las notas y fotografías que esta había realizado al cadáver, aparte de la exhumación, que la habría encontrado sin vida; presumiblemente por una sobredosis.

La lengua, llevada al laboratorio, reveló trazas de metales pesados en grandes cantidades. Solo existía un sitio que reuniera los requisitos: la antigua emisora de radio. Pocos conocían de su existencia debido a que la maleza había hecho prácticamente intransitable el acceso y no aparecía en los mapas, pero solo quedaba esa área por inspeccionar. Todo lo demás vino solo.

La joven asiática había improvisado un asesinato y llevado consigo la lengua, que se fue impregnando de estos materiales. No habría esperado que cuando la hallaran no pasase por ella, puesto que era la forense que llevaba el caso.

Partner besó a Zanya, y ambos se quedaron contemplando la pintura de Melalo mientras esperaban a que Aury regresase a casa.

********

Pues este es el final que le he dado. Siempre dejando opción a que cada uno crea lo que quiera, porque resulta más divertido.

Aquí me despido de esta historia breve y de sus personajes. Espero que te hayan calado tanto como a mí. 

¡Gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top