V
¡Shaün!
La joven asiática se erguía por detrás del detective caído con la pistola de este en la mano y una sonrisa desquiciada.
Zanya, en cambio, había entrado en barrena. Sus pupilas no le podían estar mostrando aquella sucia y nauseabunda representación. La que había sido su mejor amiga desde el instituto, y ahora algo más, la desafiaba con las crispadas facciones llenas de odio. No obstante, la fotografía en sepia que aún sostenía su temblorosa mano ya le había desvelado la verdad. Los antepasados, aunque sonrientes, parecían contener la carga de una sádica realidad.
«Las familias Cowell y Yang», así rezaba la lámina.
—¡Me has pillado! Veo que ya tienes la evidencia de lo que está pasando aquí, querida Zanya. —Su voz carecía de su cadencia habitual—. ¿Por qué tuviste que meter las narices? ¡Lo tenía todo planeado! Incluso después de que el estúpido de Melalo estuviera a punto de echarlo todo a perder.
»Tú jamás te habrías enterado de nada y seguirías siendo feliz a mi lado.
Las lágrimas convergían en algún enclave de su ser, que no parecía estar revelado para los demás. Mientras observaba, con el pasmo atenazado en sus huesos, a la persona psicótica que se rascaba la frente con el arma.
—¿Feliz? —repitió como un eco lastimero—. ¿Contigo?
La parálisis que la poseyó eclosionó en una risa quebrada, que sonó como un graznido.
—¡Cuándo! ¿Cuándo me has visto tú feliz en estos siete años? —La miró a los ojos con desdén—. ¿Desde cuándo sonreír es sinónimo de ser feliz?
El rostro de la oriental sufrió un breve espasmo de sorpresa, sustituido enseguida por una bobalicona expresión pretenciosa.
—¡Ah, sí! Tu amada hermana. ¡Me tenías harta con todas las atenciones que le dedicabas! ¡SIEMPRE ERA ELLA ANTES QUE NOSOTRAS! ¡Nunca me diste la prioridad que me merecía! —dijo simulando unos pucheros—. ¿Sabes? Mi familia ya padeció bastante a causa de la tuya, y yo decidí que era hora de conseguir lo que parecíais empecinados en quitarnos.
—¿De qué hablas, Shaün? —declamó Zanya, acercándose despacio hacia Partner, junto a la puerta.
—No te hagas la boba. Ese llavero —señaló el símbolo budista que la otra mujer llevaba colgado alrededor del dedo índice— fue el causante de todo.
»Ver la marca Cowell grabada en él, me alteró. Esa empresa debería haber sido de mi abuelo. Nunca se le reconoció su participación. Porque ¿sabías que fue él, Quam Yang, quien descubrió dónde encontrar el oro? ¿Que fue quien hizo ricas a las dos familias? ¿Y sabes qué hizo la escoria de tu abuelo? ¡Lo aniquiló!
La rabia que destiló en su última frase hizo retroceder a la fémina azabache. Era un aullido, presa de la más pura cólera.
—Yo... Yo no sabía que se conocían —tartamudeó Zanya.
—¡Yo yo yo yo! ¿No te aburres de ser el centro de atención? ¡Tú nunca te enteras de nada! —La apuntó con la pistola chasqueando la lengua—. Si no te hubieras empecinado en seguir las miguitas de pan que ese gitano fue dejando... Aunque claro, no podías evitar estar cerca del inspector como una gata en celo.
Se sobresaltó sobremanera al escucharla. Antes de que se pudiera defender, fue acallada.
—¡NO LO NIEGUES! ¡He visto vuestras miradas desde hace años! Y ahora tenías la excusa perfecta para estar junto a él. —Empezó a darse pequeños golpes en la cabeza con la culata en un intento por borrar un mal recuerdo—. ¡Bisexual! ¿Por qué no solo lesbiana? ¡No! La señorita tenía que hacerme competir con el mundo entero. O tal vez es que solo eres un viciosa.
Zanya negaba, atónita, con la cabeza. No era posible que todo el daño causado fuera promovido por algo tan vacuo como los celos.
—¿Sabes que tu abuela no hizo nada por desacreditar a su difunto esposo y mantener con vida a su nieta cuando la chantajeé? A veces se me olvida lo mucho que os odia. Así que —sonrió emocionada—, decidí pasar al plan B y ser la heroína que encontrara a tu hermana con vida. Debería haberla matado, pero sabía que si yo la rescataba, tú me amarías toda la vida.
»Años de planificación, y aparece Melalo. Indaga en el pasado y lo encuentra todo. Me costó bastante sacar la fotografía de entre las teclas del piano. ¡Era condenadamente listo! No sé qué fue lo que le hizo sospechar de mí. —Se rio, con la mirada perdida—. Le corté la lengua nada más amenazarme con contártelo todo y se la sustituí por la primera pepita de oro que topó mi abuelo. ¿A que es poético? Aunque me puse perdida de sangre y tuve que improvisar.
Su semblante se mostró afligido y la volvió a apuntar con renovadas ganas.
—Pero ¡se acabó! ¡Todo ha salido mal! —El lamento recorría su cara como disculpa—. Nos despedimos aquí, jinsei saiai no hito*.
El cañón del arma apuntaba hacia Zanya y el dedo de la forense acortaba la distancia con el gatillo.
—¡Espera! No...
El impacto fue certero. La sonrisa de Shaün Yang quedó congelada en su cara, mientras el proyectil salía por el otro extremo de su cabeza. Ambas sienes sangraban y su goteo marcó los últimos segundos de su vida sobre el suelo del salón de música. Sus rodillas se derrumbaron con parsimonia, a diferencia del arma de fuego.
—¡NOOO! —chilló Zanya llorando—. ¡Mi hermana! ¡Mi hermana! ¡No sé dónde la retiene!
Los brazos del detective la inmovilizaron, después de levantarse a duras penas del suelo sosteniendo todavía el arma con la que había matado a la asesina.
—¡Shh, Zanya! ¡Tranquila! —le susurró al oído mientras la abrazaba—. Yo sí sé dónde está Aury.
Sus aguados ojos lo escudriñaron en busca de una patente mentira. Partner le sonrió y la apretó de nuevo contra su pecho.
—¿Recuerdas que te dije que yo también había descubierto algo?
*Amor de mi vida.
***********
Bueno, hasta aquí llega el relato creado especialmente para «La hora del misterio». He intentado resolver el mayor número de dudas en este capítulo, ciñéndome en parte a mi idea original, y eso que en esta ocasión no hubo condicionante.
Os cuento que si me metí de lleno en este reto no fue solo porque me pareció muy interesante, que también, sino porque quería ser capaz de ceñirme a un número limitado de palabras, y para mí 1000 casi siempre es poco.
La historia en un principio iba a ser más intensa y parándome más a detallar según qué cosas. Creo que este reto me ha ayudado a simplificar cierta paja que no siempre vemos en nuestros escritos, aunque también me ha hecho ver que no soy de relatos, porque al final voy a crear una historia (y no pequeña).
Será al último concurso que me presente por el momento, ya que pretendía salir de un cierto bloqueo y creo que lo he conseguido. Voy a acabar algunas historias empezadas y no descarto dejarlas por aquí cuando las finalice.
Todo esto me lleva a que debería hacer un breve epílogo, de no más de 1000 palabras para ser consecuente con la armonía del relato, para esclarecer las incógnitas que, creo, podían quedar abiertas. Si os gusta la idea, hacédmelo saber y en esta semana lo escribo. Por supuesto, esa parte ya no contabilizaría para el reto, pero sí para que os descansen las cabezas.
¡Nos leemos!
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