Una Eva para Adán

   Dios estaba ocupadísimo en su taller, tallando, puliendo, lijando y pintando para convertir esa bendita costilla en una compañera para Adán. Le estaba llevando demasiado tiempo pero al fin ya estaba dando los toques finales.

   Maravillado, apoyó cuidadosamente su creación como quien deja por primera vez en la cuna a un bebé. La contemplaba minuciosamente, buscando ver si faltaba o sobraba en algún lado, pero se convenció de que no hacía falta, al fin y al cabo la humanidad se caracterizaría por eso, a cada uno seguramente le sobraría o le faltaría algo, y quedaría en ellos saber superarlo y sacar el máximo provecho, en definitiva de eso se trataba ese libre albedrío que venía planeando para los humanos, tampoco iba a estar dirigiendo la vida de millones de individuos como planeaba que sean los que poblaran todo el planeta Tierra, Él solamente les daba un empujoncito a los primeros… Pensaba demasiadas cosas, total tenía la eternidad para llevarlas a cabo.

   Se decidió no hacer esperar más a Adán y, tomando la pequeña figura que había tallado, pulido y pintado con tanto esmero y amor, le infundió el Soplo de Vida para que empezara a respirar.

   Adormecida como estaba, la posó en el Jardín, para que al despertar admirara la belleza que la rodeaba. Se retiró nuevamente a su plano y desde allí observó pacientemente.

   Al rato, Adán caminaba buscando una fruta muy sabrosa que había probado en la parte norte del Edén, grande y muy jugosa, ideal para esa tarde de calor, en que el sol brillaba bastante más que de costumbre, dejándole la cabeza ardiendo y la garganta seca.

   Apoyada en un gran árbol de moras fue que la vió. Se olvidó de la gran fruta, del calor y hasta de su nombre. No le quedaban ojos más que para aquella belleza de dorada piel y cabello de ébano. Espesas pestañas custodiaban sus ojos que poco a poco se estaban abriendo, dejando ver un brillo esmeralda en el iris de sus ojos y una tímida sonrisa que adornaba sus carnosos labios.

   Adán cayó de rodillas ante tal aparición. Bueno, no, en realidad se cayó por la insolación, el sol estaba fuerte en serio.

   La mujer se levantó corriendo a socorrerlo, tenía la necesidad de cuidar a ese hermoso hombre que la observaba mientras despertaba. Buscó a su alrededor y encontró un frondoso árbol de naranjas a su derecha. Llevó como pudo a Adán hasta la sombra del árbol y lo recostó contra el tronco. Luego se estiró hasta tomar una de las frutas, la aplastó un poco contra una roca para que se abriera, y deslizó suavemente cada gota del preciado néctar en la boca entreabierta de Adán, quien después de un rato volvió en sí.

—Hola… ¿Vos sos Adán?— preguntó tímidamente

—Sí…—dijo Adán despacio, recuperándose del golpe de calor sufrido— ¿Cómo sabés mi nombre?

—  Me mandó Dios. Cuando todavía estaba dormida me habló en sueños y me dijo que te buscara y… y…

— ¿Y qué?— preguntó Adán, notando que la mujer se sonrojaba— dale, no seas tímida, contame.

— Y, que con vos iba a ser feliz, y que íbamos a llenar el Edén con nuestros hijos y… y…

— ¿Otra vez te sonrojás, preciosa? Te dije que me podes contar lo que sea.

   La mujer se acercó despacio al oído de Adán, y en un susurro le dijo: — Y me mostró cómo se hacen los hijos…

   La risa de Adán llenó el lugar. Estaba fascinado con esta hermosa creatura que Dios había hecho para él, tan bella, tan tímida… Se olvidó de Lilith y de todo lo vivido con ella, como si lo hubieran reiniciado. Su corazón empezó a latir al mismo ritmo que el de ella, la miró fijamente a los ojos, contempló su boca con un deseo irrefrenable de perderse en sus besos y le dijo: — Sos y serás mi primer y única mujer, voy a llamarte Eva. Y la besó con locura. Viendo que se sonrojaba otra vez la besó aún con más ganas, adoraba ese rubor.

   A unos cincuenta metros de ahí, tras la gran muralla que rodeaba el Edén, se asomaba una pelirroja, y una lágrima bajaba por su mejilla. Con furia la arrancó y se retiró de allí. Más tarde, amparada bajo la Madre Luna y con Lucifer de Aliado, Lilith juraba una lenta y dolorosa venganza para aquel que había destrozado su corazón.


En la foto Pamela David, nuestra Eva   :)

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