Tribulaciones
Dios se había metido en un dilema al hacer ese pacto, no sabía a ciencia cierta qué características darle a la nueva compañera de Adán. Sabía que sería difícil una buena relación con dos seres completamente iguales, que habría cosas en las que jamás se pondrían de acuerdo, generando discordia y resentimiento como había sucedido con Lilith.
Decidió entonces darle ciertas características que complementarían a Adán en su naturaleza. Donde Adán fuera egoísta ella sería desinteresada. Si él era severo, ella sería compasiva. Y así, perdido en sus pensamientos, se fue a buscar el Barro de la Creación.
Grande fue su sorpresa al darse cuenta que ya no había. Era época calurosa y de pocas lluvias en el Edén, y el lecho del único río que lo atravesaba estaba completamente seco. Fuera del Edén no podía buscar, ya que toda esa oscuridad corrompía lo que tocaba y el clima ya era autónomo, Dios no lo controlaba.
Para colmo de males no había ni una sola nube, y aunque fuera omnipresente, omnipotente y todos los "omni" pensables, se empezó a preocupar.
— ¿Y ahora? ¡No voy a andar esperando que llueva! ¿De dónde saco para armarle la compañera a Adán? No puedo usar un árbol, va a salir cabeza dura y se va a ir por las ramas cuando hable... De piedra tampoco la puedo hacer, va a ser una pesada y nada la va a conmover... De agua menos, porque no hay... De tierra o arena va a ser muy volátil, no puedo moldearla, y en cuanto le dé el soplo de Vida no me queda nada... Algo se me va a ocurrir...
De a poco una idea se fue formando en su mente al recordar parte del contrato con Adán: "la vas a cuidar y amar como si fuera una parte de vos mismo..." Y ahí nomás se le prendió la lamparita. Ya sabía de dónde iba a sacar la materia prima. El tema era cómo la obtendría. Con la decisión tomada se fue a hablar con Adán. Al fin y al cabo, por más que fuera su creación, tenía que pedirle permiso.
— Adán — llamó Dios— vení que tenemos que hablar
— Acá estoy ¿qué pasó?
— Mirá, fui a buscar el Barro de la Creación, ese con el que te hice a vos, y no tengo más.
— ¿Y ahora cómo vas a hacer?
— Pará, no te desesperés. Tengo algo para proponerte.
Y Adán tembló. Dios en su infinita bondad había que reconocer que, a veces, era un tanto extremista. Un sudor frío le bajó por la espalda. Con la garganta cerrada y la voz aguda y entrecortada preguntó: — ¿Cu- cuál es tu pro- pro- puest-t-ta, Señor?
Dios se reía por dentro, en cierta forma le causaba gracia la actitud de Adán. Tratando de que no se note la risa le dijo: —No te asustés. No te voy a pedir nada del otro mundo.
—¿¿Qué otro mundo??
—Dejá, yo me entiendo. En definitiva, ¿vos te acordás bien el pacto que tenemos, no?
—Sí, me hiciste prometer que iba a cuidar y amar a mi compañera como si fuera una parte de mí mismo, que tenía que enseñarle a convivir en el Edén, a comportarse como hija tuya y...
— Tá bien, ya sé. La parte que me interesa ahora es la primera. "Como una parte de vos mismo" dijimos... Bueno, necesito una parte tuya para crearla.
— ¿¿¿Que quééé???— preguntó Adán horrorizado. No lograba entender cómo Dios podía estar pidiéndole semejante barbaridad.
— A ver ¿vos querés una compañera o no? Para lograr lo que queremos hay que hacer algunos sacrificios a veces...
— Con ese razonamiento Señor, ¡tendría que darte la mitad de mi cuerpo!— empezó Adán, tratando como siempre de que las consecuencias no fueran tan terribles para él— pero ¿no creés que tu más grande obra, o sea yo, quedaría desvirtuada?
Dios quedó pensativo. No era para menos, ya que los dos tenían cierto orgullo ante lo que eran y lo que habían creado respectivamente. Tengamos en cuenta que fuimos creados a Su imagen y semejanza...
—Bien —dijo Dios—. Estoy seguro de que alguna parte podemos usar sin que te arruines.
— Acá me sobra algo— dijo Adán, palpándose las costillas— ¿te servirá?
— Por supuesto, sé que puedo hacer algo muy bueno con eso— respondió sonriendo.
Dios sumió a Adán en un profundo sueño en el cual su cuerpo volvió a ser moldeable, tomó una costilla y acomodó nuevamente la carne y la piel para que no quedara ninguna marca.
Y así, silbando bajito, dejó descansando a Adán y se fue a su tallercito de manualidades a buscar las herramientas para crear a la tan esperada compañera de Adán.
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