Final.
Tranquilos, este es solo el comienzo.
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— Este maldito dolor de cabeza no me deja pensar, joder.— Sobe mi sien tratando de disminuir la presión, cuando abrí los ojos me sorprendió ver a Nico de pie frente a la puerta de nuestra alcoba.— Ni siquiera te escuché llegar... — Hice una mueca de sorpresa al notar lo que traía puesto.— Wow, no... ¿Qué haces vestido así?.— Pregunté algo confusa, sentándome sobre la cama.
Llevaba la vestimenta griega tradicional, lo que era raro.
No recordaba que tuviéramos algún evento especial. Quizás lo olvide, este dolor de cabeza no me deja pensar.
—¿Cómo están los trillizos? ¿No te descubrieron, verdad?— Le pregunté peinando mi cabello con mis manos.
Dejar ir a los niños al campamento mestizo con solo 7 años había sido difícil para nosotros, así que teníamos un ojo en ellos, solo para asegurarnos de que estaban bien (que se portaban bien y no se metieran en problemas). Hace una hora Nico fue a verlos, solo para echar un vistazo, me sorprende un poco que allá regresado tan rápido, normalmente nos quedamos unas dos horas rondando por la zona. En esta ocasión no pude acompañarlo por qué estos últimos días he tenido un malestar relacionado con ser dios.
Nico no me respondió.
—¿Me estás haciendo la ley del hielo? Por qué no es gracioso.— Alce una de mis cejas.— ¿Los niños se metieron en problemas?, ¿les pasó algo?
Mi esposo no abrió la boca, solo me miro en completo silencio.
Sentí un pinchazo en mi nuca y todo mi cuerpo se enfrió. Me sentía rara.
¿Asustada...? No, como podría estar asustada de Nico, es mi esposo, hemos estado juntos desde hace casi 19 años.
¿Me está haciendo una broma?
Hice una mueca.
—¿Nico?— Preguntó, Nico se acercó con una mirada hambrienta hasta llegar al borde de la cama. —No estoy de humor.— Resople.— Si no quieres hablar conmigo, entonces deberías pasar una temporada durmiendo en el sillón de Jason.— Gruñí molesta.
Intenté mantenerme sería, pero el semblante callado de Nico me estaba poniendo de los nervios.
Me estremecí cuando puso su mano en mi hombro, no de buena forma, de pronto me sentí insegura. Nunca me había sentido de esa forma con Nico.
Mire su mano aferrada en mi hombro, sentí un extraño impulso de darle un manotazo para que mi esposo dejara de tocarme, pero es Nico, siempre me toca. No sé por qué me siento así.
Nico me empujó con fuerza contra la cama, chille sorprendida. El apoyo su rodilla en la cama, y se subió encima de mí como si hubiera recibido una invitación, pero antes de que pudiera besarme, coloque mi mano sobre su mejilla y aparte su cara de la mía.
—¿Qué mierda?.— Gruñí, él siguió tratando de acercarse a mí. Incluso con mis cuatro brazos, aunque no estaba poniendo mucha resistencia. Es mi esposo, pero estaba empezando a sentir incómoda.-¡Suéltame! ¡Nico! ¡Te dije que me soltaras! ¡Ya...! ¿¡Pero qué demonios te pasa!?— Le di un fuerte empujón para sacármelo de encima.— ¡Esto no es gracioso! ¡Di Angelo...! ¡Si no te disculpas ahora mismo, te juro que no volveremos a dormir en la misma habitación!
Maldición, estoy llorando.
¿Por qué estoy llorando?
—¿Disculparme? ¿Por qué?.— Casi doy un grito ahogado al ver una el filo de una amenazadora espada de hierro Estigio en la garganta de Nico.
Nico, estaba amenazado a Nico...
Creo que estoy alucinando.
Mire de un lado al otro, estaba el Nico espeluznante vestido de toga y el Nico vestido con ropa causal normal.
— Debí hacer algo realmente malo— Presiono la espada contra su cuello y un hilo de sangre dorada se deslizó por su gran pálida.— Algo que haga que me corten la cabeza.-Siseo con una mirada de muerte carmesí.
Y salió volando, por la ventana. Creo que sé cuál Nico es el real, el que está gritando insultos en italiano.
Pase el resto de la mañana siendo un muro de contención para que Nico no fuera a destrozar el Olimpo.
—Tranquilo, ya pasó, ya se fue.— Lo tenía abrazado con mis cuatro (según él) encantadores brazos.
—¡Voy a matar a ese cabrón! ¡Rompió nuestro acuerdo!.— Resoplo con rabia.— ¡Te hizo llorar! ¡Con mi cara puesta!
—No es para tanto, no paso nada-Me puse de puntillas y le besé la mejilla con cariño.— Estoy bien.— Susurré.
—Ivy, no puedo dejar pasar esto...
— Los niños están por llegar.— Le señalé.
Estoy molesta, horrorizada, pero debía contenerme por el bien de nuestros hijos.
— Podrás hacer el escándalo que quieras en el solsticio, pero ... No quiero poner a los niños en el medio de una pelea /guerra sin importancia.— Apoye mi mejilla en su hombro, acariciando su brazo con mis manos (el par extra).
Nico me tomo de las caderas y me dirigió hacia él, mirándome a los ojos con preocupación y furia contenida.
Estaba tan molesto que temblaba.
— Eres importante, Ivy.— Afirmó con pesadez y autoridad en su voz.
«Vales mucho y tus sentimientos son importantes, fin de la discusión»
— Ahora no somos solo nosotros.— Apreté mi agarre en sus brazos, Nico desvío la mirada. Alcance su mejilla con mi mano libre, acaricie su piel suave haciendo círculos con mi pulgar, guíe su mentón hacia mí y lo obligué a mirarme.— La seguridad de nuestros hijos, Nico.— El rostro de Nico se oscureció, sus ojos negros me miraron con dolor, chispas rojas de locura y caos se reflejaban en ellos como si se contuviera.— Es mucho más valioso que yo.— Declare.
Él no iba a dejar pasar esto, abrió la boca, pero un grito femenino en la planta de abajo de nuestro pequeño castillo lo interrumpió. Los mellizos.
— ¡Mama! ¡Papa!— La escuchamos subir corriendo por las escaleras.— ¡La razón por la que despiertan todas las mañanas está aquí! ¡Bianca!
Nico soltó una pequeña risa amarga y puso los ojos en blanco.
— Imagínate si no fuera humilde.— Bromeó ahogando una risa.
Por qué, según Bianca, era la persona más humilde del universo.
—Hablaremos de esto más tarde.— Le prometo, y Nico asiente con la cabeza.
Los mellizos llegaron al salón que utilizaba para responder plegarias, como siempre Bianca llegó como un huracán exigiendo atención, Bastián entro minutos después. Estábamos hablando sobre su búsqueda, cuando sentí una punzada en mi frente.
Trate de ignorar el dolor, mi mente se dividió y sentí que mi cerebro iba a romperse en dos, mi cuerpo físico se distorsionó y trato de dividirse.
Me llamaban.
Voces femeninas y masculinas.
Voces de todo el mundo me llamaba.
Estaba en el suelo antes de darme cuenta, Nico me sostenía de la cintura y los mellizos estaba a mi alrededor.
—¿¡Mama!? ¿¡Que está pasando!?— Grito Bastián, alarmado.
— ¡Ivy! ¡¿Estás bien?!— Pregunto Bianca, preocupada.
La rubia cenizo quito una de sus manos de su cabeza y le dio un manotazo a su hija en la mano.
— No me llames por mi nombre, soy tu madre.— Le regañó, volviendo en sí misma. Todos respiraron con alivio al verme ponerme de pie.— ¿Cuántas veces te lo tengo que decir, Bianca?
Los mellizos estaban preocupados, así que hubo una lluvia de preguntas. No había mucho que decir, además de lo obvio, mis seguidores tanto mortales como semidioses se habían triplicado y mi cerebro con mentalidad de ser humano no daba la talla. Solo tenía que acostumbrarme a estar dividida.
Nico y Bianca fueron a hacer sus cosas del inframundo, querían la espada de Hades por alguna razón que ignoro. Algo para su búsqueda. Así que me quedé con Bastián para buscar una ruta marítima adecuada para su viajé, teníamos una mesa en la sala con un gran mapa, así que fue fácil buscarles una ruta. Aunque en esta ocasión irían en Festo, lo que me parecía curioso, porque a Leo no le gustaba prestarlo a los semidioses.
Nuestra pequeña charla, madre e hijo termino en las posibles universidades a las que Bastián quería asistir, Liam y otros temas triviales. Note a mi hijo afligido, pensativo y ... ¿Triste?
Bastián era de eses personas que parecían en paz con su entorno, por eso era raro verlo de esa forma.
—¿Qué pasa Sweet boy?.— Le pregunto con un tono suave, Bastian desvío la mirada. Nico hacía ese mismo gesto cuando no quería hablar, lo que me hizo sonreír. Lleve mano a su mejilla y le acaricié con cariño maternal.— Te noto preocupado.— Susurré.
Bastián puso su mano, ahora mucho más grande sobre la de su mía.
Sus ojos verdes me miraron con cautela, cabizbajo. Oh, mi bebé.
No puedo evitar morirme de amor al verlo actuar como un chiquillo, ahora es más mucho alto y grande que yo.
— Tuve un sueño.— Dio un suspiro y se apoyó su rostro en mi mano.— Siento que quizás no esté a la altura de esta misión.— Hablo dulcemente hacia su madre, él no era insolente ni rebelde conmigo, nunca...— Yo no soy como tú y Bianca...— Murmura con amargura.
Alce una de mis cejas.
Gire ligeramente la cabeza con una sonrisa llena de amor y ojos llenos de destellos dorados en mi rostro.
—¿Y como somos Bianca y yo?.— Le cuestionó con una sonrisa burlona.
Bastian hizo una mueca, empujó su lengua contra su mejilla en un gesto impaciente y luego bajo la mirada para ver a su madre a los ojos.
— Perfectas.
Ivy acaricio el cabello de su hijo y lo atrajo hacia ella para abrazarlo.
Bastián había crecido tan bien, era un chico muy guapo de hombros anchos, pero Ivy siempre iba a verlo como su pequeño bebé. Cómo el niño sensible que sollozó durante un documental de la contaminación en el mar y como afecta a las especies que viven en él.
Aún recuerda como después de la cena, mientras ella lavaba los platos, sintió un tirón en su falda, bajo la cabeza y se encontró con los ojitos tristes de Bastian y él solo dijo «Mamá, quiero ser un ecoterrorista» esa vez solo suspiro, y le dijo que estaría muy orgullosa de cualquier cosa a la que quisiera dedicar su vida. Lo apoyaría.
Claro, tener un hijo normal era demasiado bueno para ser real.
— Todo estará bien...— Lo tomo de las mejillas y me puse de puntillas para dejar un beso en su frente.— Y por favor, cuida que tu hermana no se meta en... Más problemas...— Bianca era impulsiva por naturaleza, pero estaba más tranquila sabiendo que Bastián estaba allí para retenerla.
Verlos irse siempre es difícil, especialmente por qué estaban tratando de tirarse uno al otro del dragón metálico en pleno vuelo.
—¿Que está mal con ellos...?— Cuestionó Nico al aire.
— Mucha energía.— Aseguré.
Podía con esto. Podía fingir que todo estaba bien por mis hijos. Se habían vuelto mi más grande debilidad, una que nunca me imaginé tener, pero los amaba, amaba a esos niños. Así que podía ignorar lo que pasó, por ellos, por qué Zeus no podría hacer nada peor que encerrarme en una estatua por 4 años o tratar de abusar de mí con la cara de mi esposo cuando me encontraba vulnerable con el objetivo de ¿Tener un bebé conmigo? No lo sé, no quiero ni pensarlo. Por su historial, es lo que pasaría en definitiva.
Respiré hondo y miré a Festo alejarse por el horizonte. Nico tomó mi mano y mis ojos se dirigieron a él.
— ¿Hablaremos de lo que pasó?
No, en realidad no me apetece hablar de eso.
Solo quería olvidarlo.
Por qué este es Nico, mi Nico, el hombre con el que decidí tener hijos y unir nuestras vidas por siempre y para siempre.
Es mi esposo. Y confío en él.
—¿No prefieres coger? Te dejará atarme y toda la cosa.
Las mejillas de Nico se enrojecieron.
— No te vas a librar de esta con esa excusa.— Gruñó.— Volvamos adentro, parece que te vas a desmayar.
No pude evitar mirar el mar una última vez. Con la vista fija en el punto en que les había perdido el rastro a los mellizos. Les irá bien.
¿Los olímpicos no podían hacer nada peor que esto? ¿Verdad?
— ¿Qué pasa con Lucio?— Bastián hecho la mirada hacia atrás y miro el rostro verde de su hermana.
Bianca alzó la cabeza, hizo un gesto grosero con la mano y vómito.
Bastián volvió a fijar su mirada en el cielo azul, ahogando los gemidos de su hermana menor con el sonido del aire chocando contra su rostro. Entonces volvió a hablar, ignorándola;
— No sé, el Tío leo fue muy rápido al prestarnos a Festo.— Hablo al aire mientras Bianca decía palabras poco amables. Se giró a mirarla con ojos acusadores—Y dijo explícitamente «Todo para mi nuera» ¿Desde cuándo salen ustedes dos? ¿Y como es que sigue vivo Lucio?—Le cuestionó.
—Me estoy muriendo y tú preguntas eso? — La pelinegra se cubrió la boca con las manos.—Qué buen hermano mayor.— Contuvo las arcadas.
—Solo fueron cinco minutos.—Resoplo Bastián en un gesto fastidiado—Y si te lo pregunto es para saber cuándo tengo que hacerle el funeral al pobre chico, ¿Si sabes que papá lo va a matar?— Le cuestionó con tono burlón.
Bianca gruño y apretó los puños.
— Número uno, no seas chismoso.— Chilló con vos enfermiza.—Y número dos, no estamos saliendo.— Jadeando en búsqueda de aire, volvió a gruñir y entonces su cabeza calló de nuevo.
El hijo mayor de los di Angelo hizo una mueca de disgusto.
— ¿En serio no vas a contarme?—Le cuestionó Bastián, ofendido.
— Yo podría preguntar lo mismo sobre Liam.—Contraataco Bianca, en un gesto impaciente—Y como se coló a tu habitación anoche ¿Estás listo para hablar de eso, Bastián?
Ambos se miraron mutuamente por unos segundos, acusadores.
— Perra.— Bufo Bastian.
— Perro tú.—Chillo Bianca con tono enfermizo y ahogado.
Ambos carraspearon una risa amarga y por parte de Bianca adolorida, no había momentos serios o de muerte en los que ellos pudieran mantener un semblante serio. Alguno de los dos tenía que decir una tontería y ambos terminaban riendo a carcajadas.
Se quedaron callados unos segundos, Bianca no estaba muy habladora por qué la había envenenado una salvaje manticora (ella se lanzó al ataque sin provocación) y Bastian disfrutaba del silencio junto al bonito paisaje.
—¿No es lo mejor que has visto?— Le pregunto, y Bianca quien iba acostada sobre el lomo metálico de festo (Muy envenenada) levantó la parte superior de su cuerpo para ver al cielo.
La pelinegra entrecerró los ojos.
— ¿El cielo?
— El planeta, Bianca.— Le corrigió.—¿No es perfecto?— Le pregunto con una voz soñadora y si no se tratara de Bastian creería que estaba drogado.
Bastián estaba en contra del consumo de drogas luego de ver a los zombis de California adictos al fentanilo. Dice que todas las drogas, incluso las que parecen inofensivas, te vuelven más lento y te queman el cerebro.
Ambos son extremistas, según su psicólogo (Su tío Jason).
Bianca pensaba que su hermano era un hippie moralista, siempre lo pensó, y en todo caso no le molestaba.
En cualquier otra persona no lo soportaría más de cinco segundos, pero Bastián era la excepción.
— Quisiera hacer algo, cualquier cosa para restaurar lo que ha sido destruido por los mortales.—Dijo al aire, con las manos aferradas a las riendas que guía al dragón. Bastián sonaba sincero y genuinamente frustrado.—No sé si un problema tan complejo tenga una solución científica o mágica, pero si tengo que traer a la vida a dioses antiguos para solucionarlo, lo haré.— Exclamó con tanta convicción que Bianca estaba segura de que lo haría.
Bianca entrecerró los ojos.
— No sé si lo que dices tiene sentido o estoy alucinado por el veneno de manticora.—Balbuceo Bianca.
Dejo caer la cabeza en el lomo del dragón y respiro hondo.
Bastián rio como si esperara ese tipo de respuesta, claro que lo hacía, me conocía a la perfección.
Habían compartido un vientre, y luego de eso no se separaron nunca.
No somos iguales, ni de lejos, son muy diferentes, pero podrían compararse con la luna y el reflejo de la misma en el río. Su querida madre (Una diosa) una vez bromeo diciendo que ellos eran como el Jing y el Jang; Lo bueno corrompido por lo malo y lo malo corrompido por lo bueno.
Luego se retractó diciendo que para ella ambos eran buenos niños.
Bastián tomo aire en sus pulmones y soltó un sonoro suspiro.
— Bianca— La llamo.— El próximo año voy a...—Su voz fue interrumpida.
— ¡No lo digas!— Le interrumpió la pelinegra, cerro los ojos con fuerza y hablo por lo bajo.—Ya lo sé, ya lo sé...
Ya lo sabía, ya había retenido a su hermano lo suficiente. Era tiempo de dejarlo ir y separar sus caminos, pero aún no digiere la realidad del todo.
— No voy a desaparecer por completo, podrás verme de vez en cuando.— Dice el hijo mayor de la Diosa del tiempo.—Y tendrás el puesto de pretector para ti sola— Menciona como si fuera una especie de recompensa. Bianca sonrió apenas, sintiendo ganas de llorar.
Ser pretectora era divertido por qué él está allí con ella, pero no se lo diría.
— ¡Gracias a los dioses!— Exclamo con emoción fingida. Se limpió la lágrima rebelde que se escapó de sus ojos y agradeció que su hermano estuviera dándole espalda. No quería que la viera llorando como tonta—... ¡Ya era malo tener que compartir el mismo grupo de amigos, vientre, padres, como para compartir también un ejército!
Bastián se echó a reír.
No es que quisiera crear un muro entre ellos, pero tenía que seguir su camino. Ir a la universidad con Liam, protestar por el cambio climático y quemar las casas de los ricos.
¿Contradictorio? Algo, pero los incendios son naturales, el plástico y su uso excesivo no.
Siguieron volando un rato más hasta que aterrizaron en una pequeña isla costera. Bastian, bajo de festo y lo guío por las riendas, estaban buscando un pequeño santuario. Bianca no estaba en condiciones para caminar (Tenía la cara verde y alucinaba tener un país en desarrollo que dirigir) así que se quedó acostada en el lomo del dragón.
— Es un lugar bonito.— Exclamó el pelinegro, mirando a su alrededor con anhelo mientras subían una pequeña montaña.—Creo que me gustaría vivir en un lugar así.— Aseguro Bastián.
Había mucha vegetación, pocas casas, era uno de esos sitios que parecían atascados en otra época.
—Está todo rodeado de agua.— Siseo Bianca con desagrado.—No es lo mío.
Bastián frunció el ceño y giró su cabeza para mirar mal a su hermana por encima del hombro.
— Ya tienes que aprender a nadar.— Le reprendió, pues Bianca era la única de todos sus hermanos que no estaba en contacto con su parte de genes del dios del mar. Su abuelo.— Floja.
La chica sacó la lengua y puso los ojos en blanco de forma infantil.
Bianca estaba un poco ofendida por no heredar ningún don relacionado con su abuelo materno, era la única de todos los hijos de su madre que no los tenía. Esto la ofendía mucho, así que decidió hacerle la guerra al agua y no aprender a nadar.
— Oblígame.—Exhalo y se quejó por lo bajo de forma dolorosa.— Arrg... Bastian, cómprame un agua de coco que se me bajo la presión.— Su tono cambio a uno más dulce e infantil.
Bastián puso los ojos en blanco, pues su hermana era una de esas personas que cuando se enfermaban creían que era una sentencia de muerte. Es muy dramática y le sorprende que lo le haya pedido llevarla a un hospital.
Los pasos del pelinegro se detuvieron de golpe, al igual que el de festo.
Bianca alzó la cabeza y miro a su hermano con extrañeza.
— ¿Bastián?
Al no recibir respuesta, Bianca se estiró para tocar el hombro de su hermano mayor por 5 minutos.
Bastián tenía la visión futura, el don de la predicción, a veces se quedaba pillado durante unos minutos cuando tenía una de estas visiones.
La mayoría son bastante simples, bajo el criterio de Bianca saber cuándo te caerás en un charco o si ese día habrá sol o lloverá, no es algo que necesite o que sirva para algo cuando puedes ver el reporte climático en el móvil.
—¿Bastián? ¿Qué te pasa?— Volvió a preguntar, lo sacudió un poco y esta vez el más alto se giró para verla con una expresión rara en su rostro.
Bastián la miraba como si fuera un documental sobre la extinción del rinoceronte blanco o los pandas.
En realidad Bianca piensa que los pandas merecen extinguirse, es decir, pueden comer carne, pero no lo hacen por flojera, se suben a lugares muy altos de los que después no pueden bajar, ni siquiera pueden reproducirse solo por todos los dioses, la selección natural sabe lo que hace al borrarlos.
Bastián alcanzó la espada atada a las caderas de su hermana, la saco de su funda y tomo entre sus manos. Saco su propia arma, un látigo hecho de oro imperial que le regaló su madre (No se lo dio a Bianca por qué creyó que azotaría a los legionarios como forma de castigo y diversión) Con un solo movimiento de su mano hizo que este se enrollará alrededor del cuerpo de su hermana, atándola a Festo con tanta fuerza que la hizo pegarse al armazón metálico del dragón.
— ¿¡Pero qué mierda haces!? ¡Bastián! ¡El abuelo me dio esa espada! — Chillo Bianca, tratando de liberarse.
—¡Festo! ¡Vuela de vuelta a casa y no pares por nada...!— Golpeó la cabeza del dragón metálico, asiendo que este se sacudiera.— ¡Ahora! ¡Rápido!
El dragón agitó las alas, y se preparó para despegar. Bianca grito llena de furia, mientras se sacudía.
—¡Bastián! ¡Idiota! ¿¡Que estás haciendo!?— Chillo exasperada.
El cielo empezó a oscurecerse y un trueno estremeció los cielos.
Algo callo del cielo, a unos metros de ellos, Bastián lo ignoro y aunque la pelinegra intentaba mirar, las manos de su hermano detuvieron su cabeza y la obligó a mirarlo a los ojos.
Bianca no entendía lo que pasaba, pero sintió sus ojos arder y llenarse de lágrimas al sentir que las manos de su hermano temblaban y podía darse cuenta de que aunque Bastián intentaba mantener un rostro sereno, el miedo y preocupación se colaba en sus ojos.
—Hay cosas que un hermano mayor debe asumir solo.—Hablo de forma atropellada. Se estiró y dejo un beso en la frente de su hermana.—Buen viaje bi, parece que nos veremos del otro lado.— Se alejó de ella y golpeó el costado de festo para indicarle que era momento de despegar.
No fue hasta que estuvieron a un par de metros del suelo que Bianca logro reaccionar por completo.
Una sensación horrible la invadió por completo. Su garganta se secó y sus labios se sellaron. Quería gritar, pero no podía. Sintió una ráfaga de viento frío colarse columna vertebral, y el pánico llenar cada pequeña parte de su cuerpo; Estaba aterrorizada.
Tenía miedo, verlo allí, volviéndose cada vez más pequeño en la lejanía, la lleno de un miedo primordial.
Quería gritarle que no se quedará, que viniera con ella.
— ¡Bastián! ¡No! ¡¿Qué diablos estás haciendo!? ¡Ven aquí!— Festo subió por los cielos haciendo que su cuerpo diera un latigazo.—¡Ah...! ¡Bastián! ¡Cuando consiga moverme te voy a matar! ¡Bastián! ¡Hermanó...!
Pero él solo sonrió, le sonrió e hizo una seña en forma de despedida.
— ¡Oye, Bianca!— Grito y Bianca ahogó un sollozo.—¡Te amo, hermana!
Un grito atravesó el cielo mientras el dragón se perdía en el horizonte.
(La perspectiva de Bianca estará en Negrita y la Bastián en cursiva)
Mis ojos se clavaron en la figura de festo mientras desaparecía en el cielo azul, no fue hasta que deje de verlo que pude volver a respirar, mire el mango de la espada en mi mano; La espada de Hades, igual que la de su padre hecha de hierro Estigio.
—Obvio, no como tú amas a tus hermanas, lo mío es un amor de hermanos fraternal.— Hablé al aire mientras hacía girar la espada en mi mano.—Ya hay demasiado incesto en esta familia.— Cuando me di la vuelta un viento frío choco contra mi rostro sacudió mi cabello negro ondulado.
Allí estaba, el gran Zeus, el rey de los dioses parado frente a mí.
Luche contra el deseo de huir en ese momento, pero no podía hacerlo. En vez de eso sonreí alegre, sonreí como si tuviera al mundo en mis manos.
Mientras un remolino, no, un jodido tornado se creaba a nuestro alrededor, aprisionándome, obligándome a no moverme del campo de batalla.
No podía salir, no podía escapar.
El cielo tronaba y se sacudía de forma tan agresiva que parecía a punto de derrumbarse sobre nosotros.
—Eres igual de arrogante tu padre.— La voz del dios del rayo denotaba su resentimiento hacia mis progenitores y no me sorprendía.— Supongo que eso viene en los genes.— Un rayo callo del cielo y se manifestó en su mano.—Sabes que no salvaste a tu hermana ¿Verdad?, es inevitable.
Mi sonrisa flaqueó por u momento, pero las comisuras de mis labios se alzaron con más fuerza.
Blandí la espada de hierro Estigio de mi abuelo en posición defensiva.
— ¿Por qué no mejor vienes anciano? ¿Olvidaste como pelear?
— ¡Bastián maldito, Idiota...! ¡No puedes hacerme esto!— Mi garganta estaba adolorida, ardiendo como el demonio, había estado gritando al aire con tanta fuerza que el dolor me estaba matando.— ¡Festo! ¡Festo detén tus malditas alas y da la vuelta! ¿¡No me escuchas!? ¡Da la vuelta!
Alce la cabeza para ver hacia la isla cada vez más lejana, una enorme nube negra cubría su extensión. Solo allí.
Podía ver los relámpagos atravesar los nubarrones en constante movimiento y oír los truenos salvajes estallar en las nubes, el sonido era tan fuerte que lo sentía retumbar mi interior.
Mi corazón se encogió en mi pecho lleno de miedo por mi hermano.
Debo ir con él.
Tengo que ayudarlo.
Empecé a patalear sobre el dragón intentando liberarme del látigo que me ataba a él. Festo me ignoraba y seguía volando sin parar. Entonces una ráfaga de viento golpeó contra el costado del dragón y lo sentí flaquear en el aire, por un minuto sentí que íbamos a caer juntos al mar.
Mi garganta se cerró al ver lo cerca que estábamos del agua, intenté ver lo que nos atacaba, pero solo veía nubes furiosas tratando de llegar al dragón.
Grite al mismo tiempo que festo soltaba un gran rugido.
Estaba en el ojo del huracán, había un tornado a nuestro alrededor. Mi ropa y cabello se sacudía violentamente, y cada golpe era precedido por rayo que atravesaba los cielos con fiereza. Zeus se movía muy rápido, mis ojos verdes estaban secos, por qué si parpadeaba, maldición, si bajaba la guardia por un jodido segundo estaría muerto.
Detuve un rayo con la espada, mis pies se clavaron en la arena y me arrastraron hacia atrás.
Solo habíamos peleado unos minutos, pero mis músculos estaban adoloridos y mis huesos se sentían como papilla.
— Es inútil.— Esquivé rayo que iba directamente a mi corazón, era un ataque mortal por los pelos. Salte a mi derecha con agilidad, rodee por el suelo hasta ponerme de pie.— Vas a morir hoy, y tus padres no tendrán un cuerpo al cual llorarle.—Aseguro.
Me levanté con rapidez, exhale con fuerza y sentía mi alma vibrar cuando el tiempo se ralentizó. El aire se dejó de moverse, se volvió más parecido al humo y las hojas se paralizaron en el aire. Me moví con rapidez hacia él y preparé a mi espada para un ataque.
Mientras corría hacia el dios que se había quedado estático, note que sus ojos azules me seguían como si no le afectará mi control sobre el tiempo.
Detuve mis pasos, desviando mi camino. Intenté apartarme, pero al hacerlo perdí la concentración y el tiempo volvió a moverse con rapidez, haciendo que el viento chocará con fuerza contra mi cuerpo. Zeus lanzó un rayo en mi dirección y esta vez no pude esquivarlo con agilidad.
El rayo dio contra mis brazos, los chales utilicé para protegerme. La sensación de electricidad quemante atravesó todo mi cuerpo, el dolor era casi insoportable y me hizo apretar los dientes hasta que mi mandíbula se sintiera en agonía. Mi cuerpo voló por los aires y choco contra las ramas de los árboles, solo me detuve cuando mi espalda dio contra el tronco de árbol y saco todo el aire de mis pulmones.
Cada golpe de los espíritus del aire en la coraza de festo hacía que ambos se sacudiera salvajemente en el aire, el dragón intentaba defenderse con su aliento de fuego, pero era inútil. Tanta turbulencia estaba haciendo que me sintiera cada vez desorientada y mareada.
Entre el ajetreo, los golpes que nos hacía girar como barril en el aire y el tronar aterrador de los relámpagos que provocaban los espíritus del aire cuando chocaban contra nosotros, pude alcanzar el mango del látigo en el vientre de festo, presione el botón para retraerlo y el alivio invadió mi cuerpo al sentir como mis ataduras se desvanecían. Me levanté con rapidez, ignorando mi cerebro hecho papilla por todas esas sacudidas, intentando tomar las riendas del dragón para dirigirlo en la batalla.
Antes de que pudiera parpadear, pude ver de reojo como un espíritu del aire tomaba forma de gran pegaso hecho de tormenta pura y cabalgaba hacia mi costado con furia ciega.
Cuando chocó contra nosotros, todo mi mundo se tambaleó. Mis dedos se resbalaron de las riendas, y caí del regazo del dragón. Festo gruño y soltó un alarido, tratando de volar en mi búsqueda, pero los espíritus del aire se lo impidieron. Mis ojos se cerraban mientras caía a toda velocidad por los cielos, sentí que perdía la conciencia y aunque intenté estirar mi mano hacía festo al verlo abrumado por la pelea, no pude alcanzarlo ni ayudarlo. Quise gritar, llamar a mi hermano, llamar a mi padre para que viniera a salvarme como cuando era niña y curaba mis raspaduras con cariño, pero no tenía fuerzas para mantenerme despierta.
Perdí la conciencia.
Todo se sumió en oscuridad.
Entonces solo pude sentir mi espalda, chocar contra algo duro y hundirme mientras el frío me rodeaba.
Solté un gruñido adolorido mientras me apartaba y esquivaba los golpes del rey de los dioses. Me dolía todo el cuerpo. Mis ojos estaban inyectados en sangre, la misma que caía por mi nariz hasta mi barbilla y salpicaba mi camisa, mis manos temblaban en el mango de la espada y me sentía cada vez más lento y pesado. No importaba cuántas veces logrará darle un golpe o cuántas veces logrará derribarlo, Zeus se ponía de pie cada vez y los cortes en su cuerpo sanaban a una velocidad sorprendente. Y yo era solo humano.
Mi cuerpo no sanaba con rapidez y el agotamiento empezaba a afectarme.
Luego de recibir dos ataques directos de Zeus, solo estaba de pie a fuerza de voluntad y por la vaga esperanza de que Bianca pudiera escapar, a salvó.
Me detuve antes de atacar al sentir una horrible sensación de desolación en mi pecho, algo estaba pinchando mi nuca con insistencia y si sentía que si seguía así me volvería loco.
El corte de mi espada falló, en vez de cortar el cuello del bastardo de Zeus le dejé un nuevo estilo de cabello.
— ¡Bianca...!— El nombre de mi hermana salió del fondo de mi garganta sin razón.
Mi cerebro me decía que ella estaba muy lejos, con suerte llegaría a casa y podría advertir a nuestros padres.
Pero algo en mi interior...
Mi alma se sacudía y arañaba en mi interior pidiendo que fuera a salvarla.
Sabía que iba a morir aquí, pero no podía dejar que Bianca se ahogará.
Tome la espada y la subí por encima de mi cabeza, la clave en el suelo con toda la fuerza que tenía en los brazos. El suelo se agrietó y un humo negro empezó a brotar de lo profundo de la tierra. Los esqueletos y cadáveres aún frescos empezaron a salir de lo más profundo de la tierra bajo mi mando, los muertos seguían mis órdenes al pie de la letra y cuando señale al dios del rayo estos se abalanzaron sobre el cómo una jauría de animales salvajes.
Me di la vuelta y eché correr colina abajo, hacia la costa.
Sabía que ni siquiera un ejército de muertos vivientes podría vencer al rey de los dioses, aunque me gustaría, sería demasiado ingenuo si guarda dicha esperanza en mi interior, pero sí podían distraerlo, al menos durante el tiempo necesario para que pudiera llegar al agua y perderme en el mar.
Cuando llegue a la playa pude oler el aire salado bajo mi nariz, corrí lo más rápido que pude, aunque sentía que mis pies se hundía en la arena.
Estaba a punto de llegar.
Solo necesitaba tocar el agua.
Un poco más y podría llegar a Bianca.
Mis pies se detuvieron de golpe y la sangre broto de mi boca a chorros hasta mojar mi camisa, sentí un aire frío atravesar mi columna y recorría mi cuerpo. Mis piernas flaquearon y caía de rodillas en la arena, con la vista clavada en el mar agitado.
Baje mi mirada temblorosa a mi vientre y me encontré con la oja oscura de la espada de mi abuelo atravesando mi cuerpo. La punta miraba hacia al mar y sentía el frío mango de la espada clavado en mi espalda baja. Podía sentir la sangre abandonar mi cuerpo con rapidez, y supe que era el final. Había cortado mi aorta abdominal y solo tenía unos segundos antes de desangrarme.
—¿De qué te sirvió este teatro? No pudiste vencerme y tu hermana se está ahogando.— Sentencio una voz llena de electricidad y satisfacción.
Mi cuerpo temblaba, presione la herida en mi vientre como pude y cerré mis ojos con dolor.
— Mamá...— Llame, pero mi voz se vio interrumpida por un sollozo.
—¿Esas serán tus últimas palabras? Una súplica a tu madre.— Pregunto con burla en su voz, podía sentir su fuerte presencia detrás de mí.
— Mi madre...— Tome aire, el dolor era tan insoportable que apenas me dejaba respirar, me sentía cada vez más débil. Gire mi cabeza para ver a Zeus a los ojos— Te pateará el trasero maldito cobarde.— Una sonrisa cruzó mis labios manchados de sangre.— Empieza a rezar por la salvación de tu patética existencia...— Dijo entre risas llenas de burla y amargura.
La sonrisa en la boca llena de burla de Zeus se desvaneció y una mueca de indignación la remplazo.
— Morirás dolorosamente por tu arrogancia.— Zeus alzó su brazo y el cielo se abrió, dejando que un rayo se aproximará a toda velocidad hacia el cuerpo arrodillado en la playa.
Lo último que vieron los ojos verdes de Bastian fue un resplandor venir de un cielo perfectamente despejado.
La explosión fue tan fuerte que todo el pueblo y las islas de alrededor se quedaron sin electricidad por días
(...)
— Maldición.— Nico entro a la casa totalmente empapado, arrastrando al perro de tres cabezas de los niños.— Empezó a llover de la nada.
Un animal enorme, totalmente mojado, con tres cabezas, dientes afilados y un nombre trágico.
Nerea le había puesto "princesa"
Princesa se sacudió y toda el agua en su cuerpo salpicó toda la cara de Nico. Uno de los gajes de ser padre, tener que cuidar las mascotas de tus hijos.
Nico se limpió el rostro, resoplo y le quitó la correa del collar, al instante el enorme perro negro salió corriendo por el pasillo como un jodido caballo.
— Sí, empezó a llover de la nada.— La voz de Ivy sonaba pensativa, la rubia ceniza tenía la palma de su mano en la enorme ventana de la sala que tenía vista al mar abierto.— Una serie de terremotos azotó la costa, lo vi en las noticias... Me recuerda a—
—¿A cuándo Bastián y Bianca nacieron?—La interrumpió en forma de pregunta, mientras se quitaba el saco y sacudida su cabello húmedo.
Una sonrisa cruzó los labios de Ivy mirando con amor a su esposo.
—Sí.— Le dio la razón.
— Pensé lo mismo cuando venía para acá, las nubes se ven igual que ese día—Nico dejo su abrigo en el perchero y se acercó a ella. Su ropa estaba tan empapada que se ceñía al cuerpo.
—¿Recuerdas ese día?— Le cuestionó con incredulidad.— Si recuerdo bien estabas muy cansado ese día.
— Claro que lo recuerdo, entra en el top tres de las mejores cosas que me han pasado en mi vida.— Dijo Nico con una simpleza que llamo la atención de la diosa del tiempo.
La rubia ceniza de ojos almendrados alzó una de sus cejas, curiosa.
—¿Top tres? ¿Cuáles son las otras dos?
— Número dos cuando nacieron los gemelos— Nico alzó dos dedos para ser específico.—Número tres cuando nacieron los trillizos.—Alzo un tercer dedo y luego bajo dos dedos de golpe, dejando solo su dedo índice, el cual tenía el anillo de bodas. Lo cual hizo que Ivy sonriera, pensando que iba a decir que haberse casado con ella era lo mejor que le había pasado en toda la vida—Número 1, la primera vez que tuvimos sexo.— Exclamó.
La sonrisa de Ivy desapareció y se transformó en una mueca.
—¿Cuándo me quitaste la virginidad? No cuando nos casamos o cuando nos conocimos.— Le cuestionó la rubia.
Nico negó con la cabeza, la forma en la que sacudió su cabello hizo que el agua salpicará el rostro de Ivy.
—Fue la culminación de cuatro años de trabajo y espera, Ivy.— Nico puso su mano en la cintura de su esposa y la atrajo hacia él.— ¿No recuerdas esa noche?—Le pregunto en un susurro.
Los ojos verdes almendrados de Ivy se llenaron de un brillo lleno de deseo, su respiración se volvió profunda y sus mejillas se tiñeron de carmesí.
—N-no... — Hizo sonar su garganta.— Creo que no lo recuerdo.
Joder, claro que lo recordaba.
Incluso si pasaban milenios, dudaba que alguna vez lo olvidará.
Nico se inclinó sobre Ivy con cuidado de no abalanzarse sobre su ella como un animal hambriento. Los mechones de su flequillo, que aún goteaban de su cabello negro azabache, cayeron sobre la frente de su esposa, quien lo miraba expectante y agitada. Una chispa de pura euforia se encendió en ambos.
Estaban tan cerca el uno del otro que sus respiraciones clientes y aceleradas chocaban y se entrelazaban.
— ¿Quieres que vayamos arriba y te lo recuerde? — Le pregunto con una voz ronca y grave por la lujuria.
Ivy trago saliva y asintió con la cabeza repetidas veces.
—Sí, sí, sí...— Jadeo la rubia cenizo, colocándose de puntillas para juntar sus labios en un beso torpe y lleno de deseo. Nico la apretó contra él, listo para hacer un viaje de sombras.
Una sensación extraña de peligro inminente recorrió la espalda de Nico, se dio la vuelta y cubrió a Ivy con su cuerpo antes de que la ventana explotará en millones de pedazos, dejando que entrara la lluvia de la tormenta que azotaba toda la costa con insistencia.
La espada de hierro Estigio apareció de entre las sombras en las manos de Nico, preparándose para atacar, pero se relajó al ver quién había irrumpido en su casa durante la noche.
—¡Hay una maldita puerta justo allí!— Grito con furia por la interrupción a la vez que un gruñido se escapaba de su garganta. Nico señaló el pasillo donde estaba la puerta de entrada.— Maldición Hermes, te dije que no te metieras a la casa por las ventanas.
Espero que el dios de los ladrones le hiciera una broma, que se burlara de él o solo se riera de su reacción. Pero no lo hizo, su rostro permanecía tan inexpresivo que la lengua de Nico se llenó de un sabor amargo. Él nunca se comportaba de esa forma, siempre se estaba riendo o bromeando.
No lo saludó, no dijo nada, ni siquiera se burló por haberlo asustado.
El dios Hermes, aún empapado por las fuertes lluvias, se acercó hasta quedar a unos pasos de nosotros. Nico, que aún abrazaba de forma protectora a Ivy, la soltó pera pararse frente a ella (algo que hacía de manera instintiva para protegerla con su cuerpo).
— Tengo un mensaje para la diosa del tiempo y el dios de la calamidad.
Todo se siente borroso para ambos a partir de allí, como un borrón en su memoria, todo se movía muy rápido y muy lento a la vez. Sentía que alguien les rompía la cabeza con un bate de béisbol. Al principio Ivy solo se sentó en el suelo, y se quedó allí en blanco.
Nico hizo un viaje de sombras hacia el campamento mestizo y encontró todo el lugar hecho un maldito desastre, se oían alaridos y sollozos venir de todas las direcciones, había destrozado un par de cabañas. Los hijos de Apolo no daban abasto, estaban repartidos por todo el campo atendiendo campistas y llevándolo a los heridos de gravedad en camillas improvisadas hechas con cinturones para que los campistas sin adiestramiento médico pudieran ser de ayuda a llevando a los heridos a la enfermería lo más rápido posible.
Vio a sus sobrinos más jóvenes, siendo transportados a la enfermería por un grupo de semidioses. Abel, el hijo de su hermana, tenía una flecha clavada en el hombro y Luke el hijo menor de Annabeth y Percy, tenía una herida en el costado de su brazo y si el niño no estaba muerto aún era por qué tenía los genes más testarudos del mundo.
Pero no hubo tiempo para ver si sus sobrinos se encontraba bien, iba en piloto automático en dirección a la cabaña de la diosa del tiempo.
Por qué no podía ser verdad.
Hermes estaba mintiendo.
No era verdad.
No era cierto.
No lo era, no lo era, no lo era...
Corrió hacia la cabaña en honor a su esposa, la puerta estaba rota y había un rastro de sangre en el pórtico. Se tropezó un par de veces, sentía sus piernas débiles y cada vez le costaba más enfocar su vista o respirar.
Se apoyó en el marco de la puerta y miro dentro de la cabaña.
Todo era sangre y destrucción.
Todo era sangre y desmembramiento.
Ni siquiera se parecían a sus hijos, se veían como... Como maniquíes con sus extremidades (partes) esparcidas por todo la cabaña. Como si alguien hubiera venido a desarmar lo que su esposa y él tardaron años en armar.
Su corazón se detuvo y su respiración se cortó. Su estómago se revolvió y el contenido subió hasta su garganta, desparramándose en la entrada.
Su cabeza se volvió un borrón y solo sintió que cayó al suelo de rodillas.
Había miles de pensamientos en su cabeza chocando en un torbellino, en ese momento solo pudo pensar en ir con ellos. Se arrastró hasta sus bebés y busco algún rastro de vida. Un latido, una respiración, cualquier cosa, pero no había nada allí. No había nada.
No podía sentir sus auras brillantes y cálidas. Ya no encontraba la chispa de intensa vida en sus ojos, ni podía oír sus corazones latir al unísono como si fueran una sola persona. Como si ellos compartieran una sola alma.
Le dolía.
Le dolía mucho.
Sentía que su corazón iba a partirse a la mitad dentro de su pecho.
¿Habían sufrido mucho?
¿Tuvieron mucho miedo?
¿Lo habían llamado y él no pudo escucharlos?
¿Pidieron por su padre y él no estuvo allí para ellos?
Todo se volvió borroso y el aire se sentía cada vez más denso. No podía respirar, todo parecía oscurecerse.
Sentía que estaba a punto de enloquecer y ni siquiera podía gritar, la voz no salía de la garganta.
Algo se había apoderado de él.
Aunque después le dijeron que sí estuvo gritando, qué grito tan fuerte que el suelo se abrió y se tragó al campamento mestizo entero.
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Una mansión oculta entre niebla en la que antes se escuchan voces infantiles por todas partes. Ahora solo llenaba el ese dulce hogar el sonido del llanto femenino de una madre que lo había perdido todo.
Ivy estaba desconsolada, habían pasado horas, pero seguía aferrada a los cuerpos sin vida de sus hijos menores cubiertos por sábanas.
— Oh, mis bebés... Mis bebés.— La rubia ceniza llevaba horas intentando usar sus poderes en ellos, tratando de regresarlos al tiempo en que sus hijos estuvieron vivos.—¡No, no, no, no...! ¿¡P-por qué no vuelven!? ¿¡Por qué no funciona!?— Chillo con voz quebrada.
—Ivy.— Percy puso una de sus manos sobre el hombro de la rubia cenizo.—Hermana, ya basta.— Le pidió.
Aunque Percy intentaba mantenerse fuerte, no podía evitar llorar, había visto a esos niños crecer ... Los cuido, les enseño a nadar, estuvo cuando dieron sus primeros pasos.
Eran sus sobrinos. Los amó.
— ¡A-aún están vivos! ¡Aún puedo traerlos de vuelta!— Sollozó.
Percy la jaló haciendo que quedaran frente a frente, respiro hondo y puso sus manos a cada lado de sus mejillas.
Él no quería ser cruel, no con su hermana, pero debía detenerse.
— Es muy tarde.— Dijo en un hilo de voz haciendo que Ivy lo mirara con ojos llenos de dolor antes de romper en llanto. Percy la abrazo.—Lo siento, lo siento hermanita.— Susurro.
— ¿Dónde? ¿Dónde están mis bebés...?— Sollozó Ivy, totalmente rota.
Hermes les había informado sobre lo que pasó a todos sus hijos y como les paso, pero había dicho algo que los había terminado de romper;
"No abra cuerpos a los que llorar, sus hijos mayores no volverán»
Nico estaba sentado allí, no lloraba ni hablaba. Solo tenía la mirada perdida y sudaba frío. Hazel y Jason estaba a su lado, intentando hacer que esté se limpiará la sangre seca de sus hijos del rostro y el cuerpo porque estuvo abrazando y acunando los cadáveres de sus trillizos durante al menos dos horas, pero Nico no reaccionaba.
El resto del grupo estaba tratando de ayudar en el campamento mestizo.
Ivy y Nico estaban destrozados, rotos y no había forma de que sus amigos y familiares pudieran ayudarlos.
—L-lo siento, no puedo imaginar lo que sientes.— Jason tomo el rostro de Nico entre sus manos y lo limpio la sangre seca de sus mejillas.— Esto no es tu culpa, no es tu culpa Nico.
Hazel abrazo a su hermano, ella no tenía palabras para expresar lo que sentía. Había participado activamente en la crianza de Bianca y Bastián, ella ayudó a Ivy los primeros seis meses con los trillizos. Amaba a esos niños. Estaba llorando y no podía hablar por el nudo en su garganta, solo podía abrazar a su hermano para intentar compartir el dolor de la perdida.
Afuera de la casa, la lluvia torrencial que azotaba la costa se había convertido en una tormenta.
Los suelos se sacudían, los volcanes hacían erupción por todo el mundo, el mar salvaje se elevaba y arrasaba con la tierra y las casas a su paso, como si el mar y el inframundo se resintiera con la tierra por la dolorosa perdida de sus príncipes y princesas.
— ¿Bianca?—Nico alzó la cabeza y llevo su rostro hacia la entrada.
Debajo de una figura masculina de cuerpo esbelto se formaba un charco de agua en el suelo de madera. De pie, en su entrada, estaba el dios del mar, sosteniendo en sus brazos el cuerpo de su hija desvanecido. Todos en la habitación se quedaron sin aliento.
Entonces un grito estrangulado atravesó la habitación.
— ¡Bianca...! ¡Bianca!— Los balbuceos de Ivy apenas se entendían por su llanto desgarrador.
Cuando la diosa trato de correr hacia su padre e hija, sus piernas flaquearon y callo al suelo, gritando y llorando.
Nico atravesó la habitación a tan rápido que sus amigos (más bien familia) apenas pudieron verlo, tomo a Ivy y la cargo hasta que ambos pudieron llegar hasta su hija.
Poseidón se puso de rodillas y dejo que su hija pusiera su cabeza en el pecho de su nieta, cuando Ivy logro escuchar el corazón de su hija latir a un ritmo lento, su llanto empeoró sin poder detenerse. Nico abrazó a su hija aún inconsciente y a su esposa, por fin, liberando todas las lágrimas que por alguna razón que escapaba de sus manos había estado reteniendo.
(...)
La habitación estaba en silencio a excepción del tronar de leña en la chimenea. Ivy miraba el fuego en silencio, vestía un vestido negro sin ningún tipo de detalle ostentoso.
Apolo, Hades y Poseidón estaban sentados a la mesa.
Nico estaba parado al lado de la chimenea, siempre permanecía a un costado de su esposa.
—¿Cómo está Bianca?— Pregunto Poseidón.
— Trago mucha agua, si Poseidón no hubiera llegado ella...— Ivy cerro los ojos y negó con la cabeza.— No es algo físico... Es su psique.— Finalizó.
—Sé que es doloroso, hija.—Se levantó de su asiento y se acercó a ella.—He perdido cientos de hijos durante los milenios que he vivido.—Se detuvo a estar a unos pasos detrás de ella.— Pero tendrás más, eventualmente.
El rostro de Nico se oscureció, sus ojos centellaban con una luz carmesí.
Apretó los labios provocando que su mandíbula se tensaba, su mano se apretó en la chimenea provocando que un cacho de madera se deshiciera como si fuera azúcar en el agua.
Nico no se lanzó sobre Poseidón y le arrancó la garganta con los dientes, solo por la mirada de reojo que le dio Ivy, diciéndole silenciosamente que lo dejara pasar, por ahora.
— Es una gran ofensa.— Aseguro mi padre, como si Zeus hubiera tomado mis muñecas prestadas y las hubiera devuelto rotas. Su tono de voz y uso de palabras me hace pensar que está tratando de apaciguarme.— Estás muy molesta en este momento, pero sé que puedes usar este terrible suceso para pedir un puesto estable en el Olimpo como recompensa por tu perdida.
Los ojos verdes almendrados lucían rojos bajo la luz del fuego.
—¿Un puesto en el Olimpo?— La madera ardiente trono.—Un puesto en el Olimpo...—Susurro antes de soltar una débil carcajada.
Poseidón respiró hondo.
— Hija, entiendo tu furia.— Se acercó un poco más.—Pero no actúes en relación a ella.— Me advirtió, preocupado.
El rostro de Ivy se tensó, apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en sus palmas.
El sonido de la madera quemándose y volviéndose polvo lleno el lugar.
— ¿Sangras papá?—Pregunto Ivy.— ¿Los dioses sangran?
—Ivy.
—¿Le rezan a alguien? ¿Algo que está por encima de ellos?— Preguntó.
Al no recibir respuesta de su padre, siguió hablando;
—Yo los haré rezar...— Su voz cargada de resentimiento se proyectó por todo el salón, haciendo que las paredes se estremecerían y sacudiera, y el suelo temblará bajo sus pies. Ivy unió sus manos detrás de su espalda.— Yo los haré sangrar y llorar como simples mortales. Pedirán por mi perdón de rodillas cuando queme sus malditos castillos y les quite sus títulos.
— ¿Acaso entiendes lo que dices?—Le cuestionó Poseidón.—¿Sabes lo que iniciar una guerra significa?
Sabía de dónde venía la preocupación de su padre, él lo había intentado un par de veces y no le funcionó.
— Si te pones en mí caminó te pasaré por encima.—Esta vez fue ella quien le advirtió, no bromeaba, no era una promesa vacía—Debes escoger.
—No hay bandos, por qué no hay ninguna guerra.—Espeto Poseidón.
—No es una guerra.— Ivy se giró para ver a su padre frente a frente.— Es un golpe de estado.
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HOLA CHICOS Y CHICAS.
ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO EL CAPITULO "Grita"
Es difícil despedirme de esta historia, mas con este final, soy malvada lo se. Esta historia se escribe sola y la idea simplemente vino a mi.
No se cuando subiré el epilogo, pero sera la continuación de este capitulo. He estado ocupada con la universidad, así que esperen por mi.
Por cierto, lean mi nueva historia Cruel summer, es Nico X Occ male
Aquí los memes del capitulo;
No me odien demasiado.
Bye bye.
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