Capitulo 6
Asistonta.
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Ivy Arvanitis Pov.
—Necesito un asistente.—No fue una propuesta, pareció más una orden.
— Safo.
—Safo.
Leo y Calipso me miraron a la vez.
—¿Qué? ¿Por qué yo…?
Hice una pequeña mueca de miedo.
Leo puso un Yelmo griego sobre mi cabeza, Calipso puso sus manos en mis hombros y luego me dio un suave empujón hacia delante; forzándome a dar el primer pasó hacia mi muerte.
—Bien, presten atención a esto.
«Puede que no siempre tengan un arma a la mano y necesitan saber cómo defenderse sin una.»
La voz de Nico se proyectaba por el campo como la de un líder nato.
Me pareció gracioso lo concentrados que parecían el pequeño grupo de semidioses; Estaban tan atentos como lo podía estar un niño con déficit de atención, como soldaditos listos para la guerra. Lindo y macabro.
El grupo de niños de entre 8 a 12 años miraron expectantes a Nico, todos llevaban puestas armaduras que le quedaban grandes, espadas y cascos que dejaban ver sus ojos redondos llenos de brillo infantil. Admiraban a Nico, y como no hacerlo. A esa edad todo te impresiona, pero debía darle algo de crédito, Nico seguían siendo el único campista veterano que se queda en el campamento después del verano para enseñarles cuando los demás campistas experimentados se iban.
Nico me hizo una señal, y yo hice una mueca sabiendo lo que venía.
El pelinegro les explico cómo aplicar una llave para derribar al oponente, luego me pidió que lo atacará para demostrarlo en vivo y en directo.
Ser la asistonta de Nico se resumía básicamente en yo y el suelo, teniendo una relación apasionada.
Resulta que Nico di Angelo es algo parecido a un monitor o consejero en el campamento en este momento, les enseña a los campistas más jóvenes la lucha cuerpo a cuerpo y esgrima. Por alguna razón los niños lo adoran, y lo ven como una figura de autoridad a la que respetar. Y el chico sombra.
No los entiendo, pero son niños, no les puedes pedir coherencia.
Para resumirlo.
Necesitaba un maniquí que pusiera algo de resistencia para enseñarles correctamente. ¿Y qué creen? Resulta que soy bastante buena para poner algo de resistencia y ser vencida con facilidad. Casi parece el destino.
Lo ataqué, pero incluso llevando la armadura, sabía que el golpe que venía sería doloroso, ni siquiera le costó trabajo, esquivo mi puño con una increíble facilidad, se estiró y tomo mi muñeca, puso una de sus manos en mi abdomen dando un suave empujón hacia arriba.
Y eso fue todo.
Mi mundo se puso de cabeza y en un parpadeo ya estaba contra el suelo, sin aire en mis pulmones y con un terrible dolor de espalda.
Escuché las exclamaciones de los niños emocionados, pidiendo ser los siguientes mientras intentaba levantarme con dificultad.
—Formen parejas y empiecen.— Les indica y los niños corren para hacer lo que pide.—Ahora intenten derribar a su oponente.— Explica el más alto.
Luego de asegurarse de que seguían sus órdenes, recordó que me había hecho una llave de lucha.
—¿Estás bien?— Nico se acercó al ver que aún no me ponía de pie.
No me ofreció su mano, solo me miro como si dijera «Que esperas, levántate»
Extendí mi mano para qué me ayudará. No lo hizo en el momento.
— Pudiste haber utilizado uno de tus esqueletos raros, no era necesario tanta violencia.—Me queje y él puso los ojos en blanco, tomando mi mano.
—No sería tan realista.—Aseguro y sonrió con una pizca de malicia en sus ojos oscuros—los esqueletos no se quejan ni lloriquean como tú.—Se burló fingiendo inocencia. Él me ayudó a ponerme de pie de un tirón.
¿Acaso eso era un cumplido?
Le miré mal.
—Además, ¿quién crees que soy para invocar esqueletos a cada momento?— Guarda su espada en su funda.— Si podría, pero tiene más gracia contigo.—Admite, haciendo referencia a qué era un gasto de energía innecesaria, vaya.
Maldito emo cara de maíz.
Hice una sonreí forzada.
—Estoy segura de que solo te gusta verme sufrir.—Me queje sosteniendo mi hombro, adolorida.
Él lo negó obviamente. Pero siento que los ojos oscuros de Nico decía «En parte» pero su boca no lo dijo.
Realmente se está esforzando por alejarme de él. Que se joda; Soy como la mala hierba, nunca muero.
Nico di Angelo no era tan malo en realidad, si era un poco borde y tenía cara de pocos amigos casi todo del tiempo, pero no era tan malo como parecía. Se podría decir que es una persona agradable, claro, socialmente inepta y fría como un glaciar, pero estaba acostumbrada a tratar con ese tiempo de gente introvertida, por lo que no me molestaba del todo su actitud, entendía que no lo hacía apropósito. Fue difícil empezar a hablarle, aunque Nico resultaba ser una persona complicada de tratar.
Siempre tenía mala cara, estaba apartado de los demás con los brazos cruzados; Y en general siendo alguien inaccesible. Aun así sucedió de forma natural, no podría decir que somos mejores amigos, pero podemos hablar sin sentir tanta incomodidad. Además, ayudarle en el campamento me había servido mucho para distraerme.
No había muchos campistas actualmente, así que era relativamente sencillo.
—¿Entonces, ya sabes cuál es tu color favorito?— Me cuestionó, mirándome de reojo. Sí, le había hablado de mi predicamento sobre no tener un color favorito. La mayoría de las ocasiones yo hablaba y él escuchaba.
—Bueno, está semana el amarillo, pero sé que la próxima será diferente.
—No es agotador pensar tanto en ello, solo escoge uno y ya.—Comento Nico, mirando a los campistas. Evaluando su desempeño.
—Claro, señor, me gusta solo el negro.—Me burlé de él, alzando una ceja.—Ese ni siquiera es un color, es un tipo de luz.— Bufo con sarcasmo.
Quería golpearme por decir eso, pero todo sea por molestarlo.
Nico me miro mal, se cruzó de brazos bastante ofendido y se acercó a los campistas para darles indicaciones de como aplicar las llaves correctamente. Ignorándome. Se comportaba como un niño berrinchudo, estuve a punto de reírme por su reacción, pero me contuve. Solo lo dije para molestarlo, teniendo en cuenta de que toda la ropa de Nico era negra, gris o blanca. Muy monocromático de su parte.
Aún no había sido reconocida por mi padre o madre divina.
Por lo que ayudarlo con todas estas actividades también me ayudaba a saber en qué cosas era buena y en qué no. Según Nico, los semidioses tienen ciertas habilidades características que los relacionan con su padre divino:
Los hijos de Deméter son buenos con las plantas y naturaleza.
Los hijos de Atenea son estrategas, buenos líderes y muy inteligentes.
Los de Ares son buenos en la pelea, algo brutos pero excelentes soldados.
Los de Apolo son buenos para la música, medicina y arquería.
Y así podría seguir con todos los dioses del Olimpo, que brindaban habilidades especiales a sus hijos relacionados con sus poderes.
Por lo que al ayudarlo, me ayudó a mí misma a saber en lo que soy buena y tener una vaga idea de cuál podría ser mi padre o madre divino.
Y hasta ahora no ha servido de mucho la verdad, no quiero sonar narcisista o egocéntrica, pero resulta que soy buena en casi todo lo que hago.
No destacó, pero se me da bien la mayoría de las cosas que hago.
Lo único destacable de mi estancia en el campamento mestizo es que deje de tener todos esos sueños extraños.
Quizás también el régimen de entrenamiento, nunca me había ejercitado por obligación, así que era algo nuevo para mí y no estaba tan mal. En el equipo de porristas solo tenía que hacer cosas que ya sabía, y no era tan exigente como aquí.
— Es lindo que les enseñes a los niños más pequeños.— Mencioné.
— Y a ti.— Recalcó el hecho de que yo también era una niñata.— Solo le hago un favor a Percy por el verano, este es su grupo. — Me explico.
Percy.
Percy.
Percy.
Ya lo había escuchado antes.
— ¿Percy?— De mis labios sonó aún más raro. Casi familiar.
— Es un semidiós, uno poderoso y estúpido.— Nico menciono esto último con frustración, rodeo los ojos y se cruzó de brazos.—Pero lo compensa con fuerza, supongo.— Agrega.
Por alguna razón, aquella pequeña charla me intrigo un poco.
La mayoría de los ejercicios eran algo complicados, entre todos los demás campistas (a excepción de Nico, leo y Calipso) resultaba ser la mayor, por lo que entrenar con un montón de niños que eran mucho mejores que yo en cada ejercicio o entrenamiento que hacía resultaba algo degradante para alguien que no está acostumbrada a perder. Atravesé la pista de obstáculos con dificultad, llegué a una parte en la que debía arrastrarme por el barro para pasar por debajo de una barda.
La mayoría de niños lo hicieron sin pensar, en mi caso la anciana en mí solo gritaba «¿Cómo vas a sacar las manchas de lodo? ¿Estás loca?», me queje por lo bajo. Vi a Quiron quien desde la meta me animaba a seguir, junto a él estaba Nico, cruzado de brazos con una mirada arrogante.
Al final termine cediendo. Me arrastre como gusano por el fango hasta llegar a la meta dónde los demás campistas me esperaban. Estar acostada en el barro me dio una mejor perspectiva de lo que sentían los insectos.
Alcé la vista aun estando en el suelo, Nico me miraba fijamente con una sonrisa en sus labios, pero no era una sonrisa normal para darme ánimos, su sonrisa estaba llena de malicia y burla, como si estuviera disfrutando mucho verme sufrir en el lodo.
—Muy pronto, voy a borrarte de la cara esa estúpida sonrisa…—Susurre entre dientes, maldiciendo una y otra vez por lo bajo. Maldito, cara de maíz.
Estoy sentada en un banco que parece tallado en piedra. Miro a mi alrededor y reconozco el lago que se encuentra en la profundidad del bosque. Nunca he estado en un templo, pero esto es lo que me imagino cuando pienso en uno.
No tiene paredes, solo columnas talladas. Un techo en forma redondo, parecido a una cúpula, también había más bancos alrededor de la estatua de piedra que se alzaba justo en el centro del templo. Frente a la misma había un mesón todo tipo de ofrendas; flores, incienso, frutas, dracmas…
Me levanto del banco, pues solo puedo ver la espalda de la figura tallada. Me acercó con curiosidad para apreciar su rostro, y mientras doy la vuelta me topo con alguien rezando frente a ella. Es Nico, él se ve diferente, pero estoy segura de que es él. Tiene las manos manchadas y un semblante triste.
Me giró y alzó la cabeza para ver el rostro de la estatua, pero solo veo un manchón borroso; Como una pintura a la que le cayó agua encima.
La confusión me invade y todo a mi alrededor da vueltas. Entonces me despierto de golpe, por reflejo intento sentarme, pero al hacerlo mi frente choca contra la cama de arriba y me manda de un buen golpe de vuelta a mi posición anterior. Me quejó por lo bajo y me retuerzo sobre el colchón.
— No golpees mi cama con tu cabeza, Ivy.— Sisea Travis adormecido.
——— ∙ ~εïз~ ∙ ────
— Nico, espera.— Grito Ivy.
La probé temblaba y se aferraba a las cuerdas del puente que cruzaba el arroyo que rodeaban el campamento. Era una caída de 3 metros, y no se sentía especialmente valiente para cruzar cuando el puente se veía tan inestable. Estaban en pleno ejercicio de guerra, y el objetivo era escapar.
Porque en ocasiones la mejor decisión para salir vivo de una batalla es escapar lo más lejos posible.
—¡De prisa! ¡A los monstruos no les importa que tengas vértigo!
Nico me indico que cruzara, pero mis piernas no se movían.
—¡N-no creo poder…!
El pelinegro resoplo fastidió. Sus ojos se suavizaron y se acercó al puente.
— Tranquila, está bien.—Nico se acerca de forma lenta, su tono era comprensivo y amable.—Te ayudaré a cruzar, ¿está bien?, no tienes de que preocuparte. — Me asegura dulce.
Estaba asustada, pero no me impidió sentirme confundida por su actitud.
Fruncí el ceño y arrugué la nariz.
—¿Por qué estás siendo tan amable?— Dije de forma cautelosa a la vez que sorbía mi nariz.
—Por esto.
En cuánto estuvo lo suficientemente cerca, Nico me pateó en el pecho( Y si no llevará la armadura encima, quizás me hubiera espichado una teta). Me pateó con tanta fuerza que mi agarre en el puente se deshizo y provocó que cayera del puente soltando un grito ahogado directo al arroyo debajo de nosotros. Por suerte no moriría.
Al caer al agua, el miedo que me dejaba paralizada desapareció.
—Tienes 0.—Exclamó desde lo alto, alcé la cabeza para verlo. Nico se asomó para verme.—El monstruo te atrapó y devoró, todo por qué no pudiste cruzar el puente.
Maldito emo.
—¡Vete al infierno di Angelo…!—Gruñí enfurecida, nadando a la orilla.
Nico soltó una pequeña risa socarrona llena de malicia.
—Voy allí todos domingos a cenar.
Golpee en el agua, frustrada, lo que causó que me salpicará a mí misma.
— Se llama terapia de shock, para que vengas tus miedos.—Mencionó Nico en voz alta mientras me seguía con la mirada, pues nade hasta la orilla.
—¡PUES VE A UTILIZARLA CON LOS OTROS CAMPISTAS!
Calma Ivy, no dejes que te afecte.
Ahora eres una buena persona.
—¿Que gracia tendría?—Me cuestiono mientras bajaba del puente improvisado.—Tú eres la única que le tiene miedo a las alturas.
— ¡Yo no le temo a las alturas! — Grito con la voz temblorosa—¡Solo soy una persona normal que no quiere morir!
Nico hizo una mueca de fastidio.
— Sí, ese es tu problema.
— ¿Disculpa?
— Por si no te diste cuenta, la gente aquí pierde un miembro cada que hay juegos de guerra.— Comento mientras se habría paso hasta ponerse de pie frente a mí.— Se los implantan de nuevo y ya está. —Dice con simpleza.
¿Por qué suena como un lunático?
—Lamento, no querer que un niño de 12 años me ampute el brazo.
—Allí está de nuevo, te aterra tanto lastimarte y por eso no avanzas en tu entrenamiento con la espada.— Nico me señaló con su dedo índice, y luego empujo mi Yelmo hacia atrás.—No es que seas mala, solo tienes miedo de lastimar a tu oponente.
No me gustaba como me hablaba.
Normalmente, no intentaba molestar a Nico apropósito, lo hacía de forma pasiva agresiva, ya sabes, tratando de ocultarlo mi lado más oscuro.
Pero no pude evitar mirarlo con rabia contenida.
—… — Me tragué mi veneno.
—¿Pero qué crees?, ese es objetivo de utilizar una espada.—Pude jurar que Nico sonrió por un momento, se dio la vuelta y se fue.
No vas a alejarme idiota.
Seremos mejores amigos.
—¡Iré a ayudarte con los platos!
—Entonces un sátiro avisa que encontró un semidiós, y un equipo de otros semidioses van y lo trae al campamento mestizo.— Le cuestioné y él asintió con la cabeza en forma de respuesta, mientras lavaba los platos.
Yo había decidido ayudarle con su castigo, después de todo soy en parte culpable. Nico no se quejó, supongo que le daba pereza hacerlo solo.
¿Lavar con Magma?
Diablos.
Incluso lavar platos es una actividad peligrosa en el campamento mestizo.
—Entero de ser posible.
— ¿Hay muchos campistas en verano?—Pregunté curiosa.
Ahora mismo no había más de 24 campistas en el campamento, la mayoría niños pequeños.
—Unos 200 y va en aumento, es mucho más escandaloso y caótico.— La forma en la que lo dijo por alguna razón me transmitió algo de nostalgia en su voz, como si recordara buenos tiempos.—Casi todos tienen déficit de atención, por lo que supondrás que es difícil mantener su atención en una actividad, cuando el verano termina, la mayoría vuelve con sus familias y regresan el siguiente verano.
—Genial.—Susurré, aunque luego negué con la cabeza.—Bueno, no tan genial cuando te das cuenta de que si no vinieran aquí serían comida para monstruos.
—Y no has visto nada, la verdad es que atravesamos una época de paz.
Aquellas palabras me causaron mucha curiosidad, como si algo realmente malo hubiera sucedido en el pasado. Nico no es muy hablador, pero después intentaría que me lo contará más a fondo.
—Pero es mejor así, me gusta no morir todos los veranos por las metidas de pata de los dioses.
—¿Paz? Los monstruos los atacan e intentan comérselos.—Busque su mirada, pero Nico me apartó de un suave empujón.
— Eso es normal, cada vez que matamos a uno vuelve del Tártaro tarde o temprano.
¿Qué quiere decir? ¿Reviven?
—Ya, pero qué rollo.—Me queje por lo bajo, haciendo una mueca.—Es más difícil que decidir cuál es mi color favorito.—Murmure.
— Ese será el menor de tus problemas como semidiosa.
Nico era bastante pesimista.
—Supongo, pero quizás soy la hija de un dios menor… Y por eso no me han reconocido.—Me aventuré a teorizar, creando toda historia en mi cabeza. Nico me escucho sin decir nada, dejándome especular.—No he llamado la atención de los monstruos por mucho tiempo, supongo qué tengo esperanzas de vivir el resto de mis días una vida «normal».
El pelinegro no descartó la idea.
—Puede ser, pero no deberías sacar conclusiones apresuradas.—Me indico de forma inexpresiva, como si no quisiera darme falsas esperanzas de un buen futuro.—Bueno, lo cierto es que no llamaras tanto la atención como uno de los hijos de los tres principales dioses del Olimpo.
Lo miré con cierta pisca de curiosidad en mis ojos, a él no pareció gustarle.
—Ósea… Tú.—Me atreví a preguntar.
Él me miró de reojo y asintió con la cabeza.
—Sí, yo.— Me dio la razón.
Quería bromear diciendo que entonces era de la realeza, pero decidí dejarlo para después.
—Lavar los platos con lava no es demasiado práctico.
—Parece que te adaptaste bien, ya sabes, al cambio de tiempo.
Para Nico era imposible no notar lo bien que Ivy se desenvolvía con los demás, estaba estrada de que cada suceso o película que pasaba en la actualidad. Como si esos 14 años congelada no hubieran significado nada, pero él estaba consiente de lo mucho que podía cambiar el mundo en unos cuantos años. El mismo se sintió como pez fuera del agua por un largo tiempo después de la guerra.
—Tal vez estaba adelantada a mi tiempo.—Dije con simpleza.—Aún me es difícil aceptar lo fácil que ahora las personas aceptan las diferencias.— Di un suspiro.— Cuando era niña todos se burlaban de mí por mi cabello y por ser migrante… pero cuando fui a la preparatoria en esta época, no lo sé, todos parecían fascinados por las cosas que me hacían diferente.
No lo recordaba del todo, solo pequeños fragmentos.
Mi memoria estaba llena de lagunas.
Solo podía recordar las sensaciones.
—Quizás si estabas adelante a tu época.— Dijo Nico, pasando unos cuantos platos para qué los secará.
Esa tarde fui a cosechar fresas con Calipso, pasamos por los campos de cosecha mientras ella me hablaba de los viajes por todo el mundo que hizo junto a Leo, y los próximos que ya tenían planeados. Ese estilo de vida me llamo la atención, ambos eran muy jóvenes, pero salían de aventura y recorrían el mundo. Pensé en que algún día también querría viajar por el mundo acompañado.
Aunque con mi suerte nunca podría enamorarme, mi conciencia no me lo permitiría. Amar a alguien sin dudas era la peor cosa que podría hacer.
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