Capitulo 35
Etapas del duelo.
Un año atrás.
Volver al pequeño santuario de Ivy con las manos vacías se sentía como una derrota, vergonzoso y triste.
Otro año, otra negativa de los dioses para liberar a la diosa del tiempo de su prisión. Y Nico no daba para más.
Tener que subir esos escalones y pararse frente a ella, sabiendo que no puede hacer nada para ayudarla, lo mata por dentro. La rabia se siente como una infección que se esparce por su pecho y se extiende por todo su cuerpo hasta llegar a cada rincón de su ser, lo odia, odia sentir tanta furia e impotencia y no poder hacer nada al respecto. Lo quema de la rabia.
El tiempo que pasó con Ivy fue corto, pero lo marco como nadie lo había hecho alguna vez. Había estado solo por mucho tiempo, ni siquiera se dio cuenta de lo solo que estaba hasta que ella desapareció de su vida. Es casi un crimen que hubiera llegado una chica tan feliz, llena de vida y energía que lo hace sentir tan especial, amado, acompañado, y feliz ... ¡Y luego solo se convierte en una estatua! ¡Y le dice en una carta que sea feliz y siga con su vida! ¡¿Acaso quiere matarlo!?
Resoplo sintiendo un ardor en sus ojos y picor en su garganta. Odiaba llorar frente a Ivy, aunque le dijeran que ella no podía verlo. Sabía que la haría sentir triste verlo en ese estado.
Se acercó a su pedestal, la miro desde abajo con los ojos cristalizados.
Entonces sonrió apenas.
Incluso ahora, solo verla le hacía sentir esperanza.
Respiro hondo, se subió sobre la pequeña mesa donde dejaba las ofrendas para estar a su altura, poso su mano sobre la que Ivy extendía hacia el frente, sintió debajo de sus dedos, el frío material del mármol le hizo estremecer, extrañaba la cálida sensación de la piel de Ivy contra la suya. Se inclinó y descanso su frente contra la de la estatua. A veces tenía la esperanza de que ella hablará, que se despertará y le devolviera la mirada.
Y eso es lo que más odiaba.
Odiaba no poder ver sus ojos verdes almendrados llenos de matices.
Tomo el rostro de Ivy entre sus manos y miro sus ojos empañados sin ningún rastro de color o vida. Nada.
Otra vez, no veía nada.
— Ya encontraré una forma de ayudarte, lo prometo.—Susurro.
Beso su frente fría y se bajó de la mesa para mirar el lago. Empezó a poner las nuevas ofrendas sobre la mesa, cosas como dracmas, flores, comida y velas, ¿Por qué lo hacía? Bueno, Nico tenía la pequeña teoría de que mientras más personas conocieran su nombre y la adorarán, entonces su poder se volvería más fuerte, incluso podría liberarse por su cuenta, también lo hacía para que ella supiera que estaba aquí, que no iba a dejarla nunca.
Acomodo las ofrendas mientras le contaba a Ivy lo que había pasado durante el solsticio de verano.
Nada nuevo, Poseidón y Zeus estaban en pleno colapso por la perdida de sus armas representativas, pero aun así eran dos caras diferentes de la misma moneda. Poseidón quería liberar a su hija y que esta le regresará el tridente a cambio de su libertad, por su parte Zeus se aferraba a la idea de castigarla por sus acciones, pero aun así estaba desesperado por recuperar su rayo y haría lo que fuera para tenerlo en su poder de nuevo. Así que enviaba a los mestizos a recorrer el mundo para qué lo buscarán. Algunos de ellos... No regresaron nunca.
Cosa que los demás dioses no paraba de recriminarle. Pues eran sus hijos los que morían por buscar ese rayo.
Artemisa pedía por la libertad de Ivy por qué aún era una doncella.
Sí, solo por eso.
Contra todo pronóstico, Atenea se puso de nuestra parte.
Apolo también estaba a favor por qué era su descendiente y su campeona.
Y Afrodita estaba haciendo una huelga desde lo que pasó, así que la natalidad de los países bajaron a niveles nunca antes vistos.
Cómo dijo, nada nuevo.
Solía ponerle música, incluso había empezado a apreciar los álbumes de Taylor Swift luego de casi cuatro años escuchándolos por qué era la música favorita de su ... ¿Novia? ¿Amante?
Claro, ellos ni siquiera habían formalizado su relación.
— Debí pedirle que fuera mi novia...— Murmuro para sí mismo.
Nico se sentó en un banco frente a la estatua de Ivy con la mirada perdida en el lago que resplandecía bajo la luz del sol de la tarde. Nada nuevo.
— ¿Y cómo te fue...?— Pregunto una voz femenina que le resultó molesta.
Nico ni siquiera se volteó a verla.
— Lo de siempre.— Soltó sin ánimos.
El pelinegro puso los ojos en blanco al escucharla reírse de él.
La escucho caminar a su alrededor, como lo haría un animal salvaje que acosaba a su presa indefensa.
Cuándo se paró frente a él, Nico miro a la diosa sin emoción. La mujer tenía rostro común, nada memorable, ojos rojos que parecían llenos de fuego y una vestimenta griega tradicional.
— ¿Qué ves en mí?— Pregunto con una curiosidad que a Nico siempre le resultaba molesta.—Hijo de Hades.
Nico lo miro fijamente, sabía que debería estar viendo el rostro de la persona que más odiaba, pero no la encontró, solo podía ver el rostro de una completa desconocida.
Él había llegado a la conclusión de que cuando Ivy se fue, él se volvió un cuenco vacío; Sin emociones.
—Una diosa.—Dijo Nico.—Veo tu verdadera cara.
La diosa sonrió como si le causara mucha gracia lo que dijo.
—Todos ven en mí a la persona que más odian, pero tú, vas más haya del odio...— La diosa se sentó a su lado y Nico se apartó hasta el otro, extremó por qué estaba frente a Ivy. Y bueno, le parecía ofensivo.— Para un hijo de Hades es tan extraño.—Alargo con voz ligeramente dulce y seductora, pero maliciosa.—Que tú veas mi verdadero rostro.— Susurro.
Nico hizo una mueca.
Su cara decía "¿Me hablas así frente a mi esposa? ¿Estás loca?" Que le causo mucha gracia a la diosa Némesis.
— Recientemente, me volvió anti-Niebla, hechizos— La miro de reojo de forma desdeñosa, juzgándola en silencio.— Y embruja habla.
— Para alguien el cual su defecto fatídico es el rencor ...— La diosa se acercó en el banco. Nico se puso de pie y se alejó.—Es extraño que no odies realmente.— Se carcajeó, pues desde que descubrió aquel hecho estuvo buscando activamente que Nico la odiara. Cómo deseo personal.
Ese chico debía odiar a alguien, todos, incluso los dioses, lo hacen.
Y ella, como diosa de la venganza, se encargaría de encontrar a ese dios o persona que Nico odiaba.
— A la última persona que odie la mandé al Tártaro.— Dijo en suspiro, cerrando los ojos antes de acariciar el puente de su nariz.— No hay motivos para que siga en mis pensamientos.
— Ya veo.— Balanceo sus pies, los cuales no llegaban a tocar el suelo.— ¿No odias a los dioses?—Le cuestiono.
— Los veo como entes, no pierdo el sueño odiándolos. — Dijo Nico con seriedad. Realmente ponía todas sus energías en pensar en Ivy y no podía mortificarse más. Si Nico se ponía a reflexionar en todas las personas que odiaba se volvería loco.—Mi padre es uno.–– Soltó con simpleza.
Nemesis lo miro con una sonrisa socarrona y se puso de pie.
Camino alrededor del santuario hasta rozar el vestido de mármol de Ivy con los dedos. Y se volteó a mirarlo.
Aunque Nico parecía tranquilo, casi impasible. Nemesis sabía que estaba destrozado por dentro, lo veía en sus ojos que reflejaban vidrios rotos.
El pelinegro le dio la espalda a la diosa y fijo su vista en el lago.
—Dicen que hay 5 etapas del duelo.— Empezó a enumerar.—Negación, irá, negociación, depresión y aceptación...
Tanteó en un tono juguetón que el pelinegro detestaba, y por un segundo Nico dejo de sentir la presencia de la diosa por completo.
— Pero me gustaría agregar una más.— Agregó con malicia.
Podía escucharla, pero su voz llega como un eco a sus oídos.
Nico cerro los ojos, tratando de ubicarla a su alrededor.
Abrió los ojos de golpe al sentir el aura de la diosa detrás de él.
—Venganza.— Un escalofrío recorrió su espalda cuando sintió el aliento de la diosa chocar contra su oreja.
El pelinegro apretó los labios y dirigió su mano hacia el mango de su espada, solo por precaución, pues nunca antes había tratado con Nemesis por tanto tiempo, solo había hablado un par de veces con ella, pero nunca de esta forma.
No sabía si iba a intentar atacarlo.
O si solo estaba jugando con él.
Desde... Bueno, Ivy, había estado llamando la atención de muchos dioses. Algunos de ellos solo tenían curiosidad por Ivy, otros solo querían molestar un rato al mortal que mando al hijo de Zeus al Tártaro.
— ¿Venganza?— Nico se dio la vuelta, pero había desaparecido.—Nunca me lo hubiera imaginado viniendo de ti.
Nico sintió una mano fría y delicada sobre la suya que lo jaló hacia delante sacándolo del santuario. Sucedió en cuestión de segundos, y no puedo hacer más que dejarse llevar.
Una mano femenina señaló el cielo.
— Mira el cielo.— Le exigió.—¿Qué ves?— Pregunto mordaz.
Nico trataba de perder la paciencia, pero Némesis realmente hacía que saliera la peor parte de él.
— Nubes, el reflejo del ma—Nemesis le cortó de golpe, es más, le dio un fuerte manotazo en la mano.
— ¡Mal! ¡Abre tu mente, hijo de Hades! — Le grito, puso su una de sus manos debajo de la barbilla de Nico para guiarlo hacia el cielo y con la otra volvió a señalar el cielo. — Más allá de las nubes, está el Olimpo y allí tu verdadero enemigo.—Nico hizo una mueca y se safo de su agarre.
— Poseídon, Artemisa, Afrodita, Apolo y Mi padre están a nuestro favor.
Nico chasqueó la lengua, Némesis le regaló una de esas miradas asesinas.
— Incluso Atenea sabe que no es inteligente mantener a Ivy encerrada cuando es la única que sabe dónde está el tridente Poseidón y rayo de Zeus.— Continuó, acariciando su barbilla. Némesis tenía más fuerza de la que parecía a simple vista.
Por la cara que hizo, Nico pensó que Némesis iba a golpearlo de nuevo.
Pero no paso.
— No estás viendo todo el panorama completo.—Exclamo con fuerza y sus ojos se encendieron cómo llamas ardientes.— El rey no va a dejar que salga de su prisión, eso destruiría su credibilidad. Incluso si tiene que enviar a morir cientos de mestizos para buscar su rayo, lo hará.
La mirada de Nico se oscureció. No quería hablar del tema, al menos no con un dios. No cuando había estado planeando hacer algo muy estúpido.
— A mí solo me importa Ivy.— Le corta de golpe y trata de terminar la conversación.
No podía confiar en una diosa. Lo mejor era hacer todo por su cuenta.
Apenas le dio la espalda, Némesis hablo con malicia;
— Mientas, esos niños a los que les das clases. Los aprecias. ¿Verdad?— Nico detuvo sus pasos, su rostro se contrajo, apretó los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos, por un momento dejo de respirar. Odiaba la mayoría de los dioses, lo leyeran con tanta facilidad— Dime hijo de Hades, Cuanto tiempo crees que tomara que sean ellos los próximos en salir en la interminable búsqueda del rayo, sí, algunos vuelven... Pero ¿Qué pasa con los que no? ¿Podrás vivir con ello?
Nico la maldijo por lo bajo.
Nemesis sabía cómo dar en su punto débil, sabía que aunque se mostrará indiferente, se sentía culpable de la situación de los mestizos muriendo y desapareciendo por ir en búsqueda del rayo de Zeus y el tridente de dios del mar. Pensar en ello le quitaba el sueño todas las noches. Sobre todo por qué cada vez que querían meterlo en ese asunto se iba al inframundo.
¿En serio Zeus cree que puede ordenarle que vaya a buscar al rayo después de todo lo que hizo? ¡Ja! Está loco si piensa por un momento que Nico lo haría.
— No puedo hacer nada.— Se limitó a decir, con los dientes apretados.
— ¿No puedes? ¿O no quieres?
Nico la miro por encima del hombro.
— ¿Qué estás insinuando?— Su voz sonó demasiado mordaz y fuerte para estar dirigiéndose a un dios.—Haría lo que fuera para tener a Ivy conmigo.
— ¿En serio?— Némesis sonrió con un tinte vengativo en sus labios, avanzó hacia él y Nico retrocedió.— Entonces véngate, de todos aquellos que te la arrebataron.—Le animó a actuar.
— Son—Nemesis lo interrumpió.
— Sé lo que son, pero, ¿Importa eso acaso?— Le cuestionó la diosa.—Haz un trato conmigo, Nico di Angelo.— Némesis le tendió la mano, los árboles se agitaron con el viento y la corriente del lado se agitó.— Y véngate de los dioses que la castigaron injustamente.
Nico miró la mano delicada y femenina de la diosa.
El silencio a su alrededor se volvió denso y amargo. Los ojos rojos de Némesis brillaron con malicia.
El pelinegro acarició su nuca y soltó un suspiro agotado.
— Esto parece una mala idea... Algo que Ivy seguramente aprobaría.— Él sabía cuál era la respuesta, ni siquiera tenía que pensarlo. Pero su lado lógico aún estaba luchando.
Ivy no se lo pensaría.
Era tan impulsiva que saltaría al peligro si eso significa tener una oportunidad de ganar.
— ¿La amas realmente?
Nico miró por un segundo la estatua en la que estaba confinada la hija de Poseidón, y su mejor amiga.
Más que amiga, era la persona de la que estaba enamorado.
Y su corazón no cambia sin una buena razón, no importa que cuánto tiempo pasé. Él podría con ello.
— Más de lo que soy capaz de decir con palabras.
Nico tomó la mano de la diosa Némesis y tuvo la sensación de que estaba quemándose por dentro.
— Has tenido mala suerte por mucho tiempo, Nico di Angelo.
Nemesis separó sus manos y lo miro con el mentón en alto. Satisfecha.
— ¿Dónde está el truco? ¿Cuál es el precio?— Le cuestionó Nico.
Nemesis bajo la cabeza, negando con una sonrisa en sus labios.
— Por ahora nada, pero no significa que no quería algo de ti en el futuro.
Nico cerro los ojos con fuerza, intentando no perder los papeles y apuñalar a la diosa con su espada.
— Vas a tener que pasar una temporada en el inframundo.—Miro por un segundo a Ivy y luego de vuelta a él.— Lejos de tu noviecita.
Nico suspiró, tratando de enfriar sus sentimientos y no explotar.
— Si eso la trae de vuelta.— Aceptó.
— Bien. —Nemesis puso sus manos a cada lado de sus caderas y señaló un punto detrás de ella.— Y Dike es parte del plan.— Agrego como si nada.
Nico supo de inmediato que se refería a la diosa que es la personificación de la justicia, en su forma romana se le llamaba Astrea o justicia.
— ¡¿Ya lo convenciste...?!— Grito una voz femenina a lo lejos
Tenía a la diosa Némesis y la diosa que personifica la justicia de su lado.
Y no podía decir si aquello era bueno o malo, o su perdición.
— Me parece que hice un trato con el diablo.—Murmura para sí mismo.
Pero estaba desesperado, aunque no lo parecía a simple vista, intentaba con todas sus fuerzas parecer tranquilo para no preocupar a sus amigos.
Este era el empujón que necesitaba para dar avanzar.
— Vamos, no te eches para atrás.— Némesis sonrió mostrando sus dientes blancos.— Este solo es el principio.
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Semanas antes de la boda.
Hades lo espero pacientemente, sabía que vendría; Antes de poder verlo, lo escucho venir por el pasillo, escucho el chapoteo de los pasos de los zapatos de su hijo contra el piso de madera, lo vio entrar en la habitación como si no estuviera usurpando su castillo.
Y camino en dirección a la vitrina donde estaba su casco.
Nico di Angelo se había vuelto alto, y un joven apuesto con los años.
No quedaba nada de aquel niño pequeño para su edad y flacucho que llegó al inframundo años atrás.
Su hijo estaba empapado de pies a cabeza como si recientemente se hubiera sumergido en un río.
Vestía una camisa blanca húmeda y un pantalón negro, traía puestas unas botas negras y cadenas de plata que adornaban su cuello y caderas. Su cabello negro como un cuervo estaba húmedo, pegado a su frente y sus ojos antes marrones se habían vuelto se veían completamente negros. Y Hades lo supo al instante, bueno, en realidad, lo supo en cuanto su hijo puso un pie en el inframundo. Nico se mantenía con una posición erguida, como un aprendiz a su maestro. A Hades no le sorprendió para nada que no le diera vergüenza haber sido atrapado en el acto. Su hijo era un desvergonzado por naturaleza, lo había heredado de su madre y un poco de él, claro.
— ¿Vienes a robarme tan descaradamente?
Nico tenía una expresión ausente en su rostro. Se llevó el cabello hacia atrás que hace minutos estaba cubriéndole los ojos, debilitando su visión.
— Por supuesto que no, padre.— Llevo sus brazos tras su espalda, como si fuera un muchacho obediente.
Cosa que Hades estaba más que seguro que no era.
— Claro, y supongo que tampoco te sumergiste en el río estigio.—El tono sarcástico de Hades hizo que Nico pusiera los ojos en blanco.
El agua caía a chorros de la ropa de Nico, creando un pequeño charco a sus pies. Hades soltó un resoplido.
Por un momento el chispazo de lo que había pasado momentos antes llegó a la mente de Nico. Hundiéndose en las profundidades de las aguas frías del río estigio, se concentró en un punto de su cuerpo en específico, dónde estaría su único punto débil.
Alzó la mirada y vio la pequeña canoa en la que había venido, lleno su mente de los recuerdos de una sola persona.
En ese momento espero ver la silueta de Ivy, pero no lo hizo, no había nadie allí y pensó que había cometido un error durante del proceso; Que ese sería su final por ser tan egocéntrico.
Estaba perdiendo la conciencia y por un segundo cerro sus ojos, entonces escucho a alguien más hundiéndose en el agua, entreabrió sus ojos y logro ver unos brazos extendiéndose en su dirección como si quisiera sacarlo del agua, vio los ojos verdes almendrados de Ivy y el brillo dorado que despedía su cuerpo en la oscuridad, entonces cerro los ojos y al abrirlos tomo una gran bocanada de aire; Estaba solo, pero seguía vivo y en la superficie.
Hizo el esfuerzo de subir a la canoa y cuando estuvo allí pudo sentir el poder correr por sus venas.
— ¿Qué te hace creer eso?— El tono inocente en la vos de su hijo hizo que Hades hiciera una mueca.
— Nico di Angelo, no seas insolente.— La voz severa de Hades se volvió más suave, incluso preocupada. Miro a su hijo en silencio, el tiempo funcionaba de forma, era diferente para los dioses, y él aún recordaba la primera vez que lo tuvo en sus brazos. Nico se parecía demasiado a María; Igual de terco— Vas a morir si lo haces, ¿Lo sabes?
Sabía que no podría convencer a su hijo de que este plan suicida suyo era una completa locura, que iba a morir.
Se lo imaginaba, en el momento en que puso un pie en el inframundo con la excusa de entrenar en los elíseos.
— Solo finge que no me viste.— Susurro Nico, tranzando líneas con sus dedos por encima del casco de su padre, ese que lo hacía invisible.
Hades sabía que Nico no iba a desistir, era demasiado testarudo.
Si se lo prohibía tarde o temprano encontraría una forma de robarlo.
— Puedes llevártelo.—Hades tomo el casco entre sus manos, lo miro por un segundo y se lo entrego a su hijo.— Pero si tu plan sale mal, fingiré que lo robaste.— Le advierte y Nico no esperaba menos de él.
— Gracias, papá.—Nico mira el casco de negro de hierro Estigio y aspecto imponente que emanaba poder.
Lo giro en sus manos y lo puso sobre su cabeza, al instante desapareció al igual que cualquier cosa que pudiera indicarle a Hades que estaba allí, nada ni su aura o latidos del corazón; Su hijo se había vuelto completamente imperceptible a los dioses.
— Por qué solo me llamas «papá» cuando quieres algo de mí.
Le cuestiona molesto, aunque no está seguro si sigue allí.
— Por qué eres fácil de manipular.— Escucha a lo lejos, y no puede evitar negar con la cabeza.
— Por mí.—Bufa. Mira el final del pasillo, esperando verlo.—Hijo, más te vale volver vivo... Con mi casco.
—No puedo prometerlo.
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Un día antes del solsticio.
Cuándo los tres hermanos hijos de cronos se dividieron el cielo, el mar y el inframundo por azares del destino, se decidió que cada uno de ellos sería invencible en su territorio, Hades en el inframundo, Poseidón en el mar y Zeus en el Olimpo, pero en la tierra, en la tierra los tres tenía el mismo poder. Nico no se consideraba alguien teatral, pero luego de convivir tanto con Ivy había adquirido algunas de sus manías y pequeños aspectos de su personalidad; Como cualquier pareja.
Por eso había citado a los dioses aquí en la tierra, fuera de su territorio.
En lo que quedaba de un viejo tembló que apenas se mantenía bajo la tierra, dónde Nico tenía la ventaja.
Ese viejo templo en su tiempo, hace muchos años, adoraba a su madrastra, Kore, mejor conocida como Perséfone, la reina del inframundo. Localizado en un pequeño pueblo lo que antes fue parte del el imperio Griego.
Estaba arrodillado frente al atar, con sus manos juntas y ojos cerrados.
Un pequeño rayo de luz entraba por un agujero en la tierra, bañando su cabello azabache de luz solar.
¿A quién le rezaba?
¿Al dios católico quizás? Su madre era católica y él por ende fue bautizo.
¿A la diosa dueña del templo? Últimamente, se llevaba mejor con Perséfone.
¿A la diosa del tiempo? Encerrada en una forma tan vergonzosa, como una simple estatua u obra de arte.
¿A hestia? La única diosa antigua que le agradaba realmente.
No, no le rezaba a ninguno de ellos.
Se rezaba a sí mismo, por qué sus manos resistencia el poder del arma de un dios, por qué su cuerpo no se quedará sin energía y su mente no se dejará influenciar por los dioses que vendría en su búsqueda; Hoy solo podía confiar en sí mismo.
Cualquiera que lo viera diría que estaba loco, que su idea era suicida.
Pero este era el camino que había elegido; este era su destinó.
— ¿Y bien? ¿Para qué nos has citado aquí?— Una voz femenina poderosa y llena de fuerza se abrió paso entre el silencio de la cueva. Nico abrió sus ojos, pero no se giró.— Hijo de Hades.
— Me sorprende que hayan venido.— la voz de Nico hizo eco en la cueva que apenas resistía el peso de la tierra por las columnas griegas.— Deben estar desesperados...— El chispazo de burla y malicia en su voz hizo que los dioses presentes se ofendieran.
Nico los miro por encima del hombro.
— ¿A quién le estás rezando?— La pregunta de Atenea fue inesperada, era algo que solo alguien con un gran deseo de conocimiento diría.
El azabache levantó una ceja.
— ¿A quién le rezan los dioses?— Le pregunto de vuelta.
— ¡Basta de divagaciones semidiós!— Lo señaló con su espada— ¡Dijiste que sabías dónde está el rayo!— La voz de Ares en otro momento podría haber envenenado la mente de Nico con una furia sobrehumana y deseo de pelea ferviente, pero no pasó.
Su expresión siguió sin cambiar ni inmutarse.
— Cierto, el rayo...— Susurro Nico, se puso de pie y se dio la vuelta.— Sé donde está, aunque ... — Miro a los dioses de uno a uno.—El tridente es un tema aparte, veo que Poseidón no vino ¿Por qué será?— Cuestionó.
Poseidón no estaba, bueno, él le advirtió que no viniera.
— Es una trampa...— Murmuro Atenea, dando un paso atrás, y posicionado su escudo frente a ella.
— ¿Dónde está el rayo? Hijo de Hades.— La voz de Zeus se alzó de forma demandante y causo que el cielo se estremeciera a lo lejos.
— Aquí — Nico señaló su corazón.
— ¿Has perdido la cabeza?— Hera se abrió paso entre los dioses, molesta —¡Nos has hecho venir hasta aquí solo para burlarte de nosotros! ¡Este tipo de ofensa no puede pasarse por alto!
Nico Intento mantenerse serio, pero una sonrisa temblorosa se cruzó por sus labios, y luego se le escapó una pequeña risa y luego una carcajada.
Se cubrió la boca con su mano y los dioses dieron un paso atrás al ver sus manos manchadas de negro, como si hubiera sido envenenado, maldecido, y esta maldición se extendiera hasta llegar a sus codos. Era una marca que fácilmente podían reconocer, era la marca de Nyx. Nico no para de reírse a carcajadas hasta que sus ojos negros se llenaron de pequeñas lágrimas.
Ni siquiera Zeus era tan tonto como para meterse con Nyx. Lo que fuera que hubiera hecho el semidiós, fue lo suficientemente malo como para que la diosa lo maldijera, pero seguía vivo y eso, eso era imposible.
Su risa se fue desvaneciendo hasta que logro tomar una gran bocanada de aire y calmarse.
— Lo siento...— Se disculpó, mientras su abdomen seguía saltando y una de sus manos limpiaba las lágrimas de sus ojos.— Es que realmente piensan que merecen mi respetó ¿No es eso divertido?— Les cuestionó
— Bastardo.— Gruño Ares. Una de cosas que el dios de la guerra no podía soportar eran los insultos hacia la diosa del amor y madre— ¡Veamos si sigues riendo con una lanza en tu pecho...!— Exclamó haciendo girar una lanza de bronce celestial en su mano dejando la punta en su dirección.
Nico sonrió y cuando Ares se lanzó hacia el amenazante... No pasó nada, como si el tiempo se detuviera, tan lento como te mueves en el fondo del agua, Ares se aproximaba hacia el hijo de Hades tan lento que parecía atascado en el tiempo.
Una cosa que le había dicho Némesis en el inframundo permaneció en la cabeza de Nico durante meses; Ivy estaba dormida, pero no significa que una parte de ella no estuviera por allí más despierta que nunca.
«¿Recuerdas cuando Gaia estaba despertando?»
«Sí...»
«Pues es lo mismo»
Por eso la llamo y le pidió que lo ayudara. Y ella respondió.
Era como si estuviera allí, a sus espaldas, con sus brazos alrededor de sus hombros, abrazándolo, mejilla contra mejilla; Podía oler su aroma en el aire, y sentir su presencia.
Nico metió su dedo índice por debajo del cuello de su camisa, entonces jalo una de las cadenas que colgaban de su cuello. En ella había un dije circular que parecía hecho de plata con una imagen de un rayo en el centro.
La jaló y la arranco de su cuello, en ese mismo instante el tiempo volvió a la normalidad y como un destello Ares se aproximó a toda velocidad hacia él, todo paso en abrir y cerrar de ojos, en ese mismo instante un rayo atravesó la cueva y lanzó al dios contra una de sus paredes rocosas. El icor salpicó la arena y el costado de algunos dioses.
La cueva se sumió en silencio.
Los dioses presentes miraron al dios de la guerra, seguía vivo, por poco.
Estaba en el sentado en el suelo, con una herida enorme en el costado de su abdomen, de donde salía una abundante cascada de Icor.
Ares estaba fuera de combate y apenas acaba de iniciar la pelea.
— No van a decir que no intenté dialogar.— Nico portaba el rayo como si fuera una extensión de su cuerpo, su arma y no la de Zeus.— Todos los dioses son igual de arrogantes, Eris estaba tan segura de sí misma como ustedes en este momento.
— Eris.—Hera frunció el ceño.— La diosa de la discordia.
— Ella hizo puff...— Nico trono sus labios. Haciendo el mítico sonido que hacían los monstruos al explotar.
Si bien a Hera no le agradaba Eris aquella afirmación fue como si le tiraron un balde de agua fría. Y los otros dioses sintieron lo mismo sin dudar, podía notar por como pasaron de ver a Nico como una molestia a verlo como una verdadera amenaza.
Analizar la información les tomo tiempo en el que todo se colmó de silencio, hasta que Zeus hablo.
— El rayo.— Zeus extendió su mano hacia adelante.— Devuélvelo, ladrón.
Nico giró ligeramente la cabeza.
— Devuélveme a Ivy.
La expresión de Zeus se endureció mostrando que empezaba a perder la poca paciencia que le quedaba, 4 años sin su arma más representativa ya habían sido suficiente humillación.
— ¡Su castigo es equivalente a sus pecados, y no serán levantados!—La voz de Zeus sonó alta y masculina. Tenía en ese tono autoritario que hacía fruncir el ceño a sus hijos, sin dudas no había sido el padre más comprensivo de todos.
La expresión de Nico se endureció y sus ojos negros se llenaron de llamas púrpuras, la sombra que proyectaba empezó a extenderse con el aura de muerte a su alrededor que recordaba quien de todos los dioses era su padre.
— ¿Así?— Le cuestionó, Zeus se mantuvo firme — Bien, entonces.
— ¡Solo harás que te maten! ¡Solo devuelve el rayo e inclina la cabeza!— Le grito Artemisa, quien a pesar de todo seguía sintiendo una deuda con el muchacho por su hermana.
Nico se quedó en silencio, casi parecía decepcionado.
Se dio la vuelta quedando frente al altar donde hace cientos de años las personas adoraban a Perséfone.
— Todos tenemos un defecto fatídico, el mío es el rencor.— Nico tomó el casco hecho de hierro Estigio frente a él con su mano libre y lo sujeto con fuerza.— Pero últimamente me he vuelto codicioso. Por qué quiero a alguien de vuelta y no me importa el precio que valga.—Puso el casco de su padre sobre su cabeza y desapareció.
No había nada de él, ni los latidos de su corazón, aura, nada, era totalmente imperceptible para los dioses, al igual que el rayo. Solo se podía escuchar su voz distorsionada, es como si viniera de todos lados y de ninguno a la vez.
«Escuché que los dioses no pueden morir realmente, como son tan conocidos volverán a adquirir una forma física en poco tiempo. Si no tengo a Ivy, entonces me encargaré de ser una pierde en sus lindas sandalias de oro hasta el fin de mis días, cada que se levanten, volveré a destruirlos, no importa cuando tiempo me lleve.»
Una cortada apareció en la mejilla de Atenea, en un instante su costado quedó bañada de sangre dorada.
«Pero cómo no soy un monstruo, y algunos de ustedes me caen bien, cualquiera que quiera irse ahora, es su momento. Adelante, puede hacerlo, juro que no los mataré.» Su voz sonó sincera, sin rastro de malicia.
— ¡Insolente...! ¡Eres solo un mortal!— Gruño Zeus. Se giró y vio al dios del sol y la luna irse en un carro tirado por dos pegasos— ¡Artemisa! ¡Apolo! ¿A dónde creen que van?
— No pienso pelear por algo en lo que no creo, padre.— Artemisa apenas lo miro, tomo las riendas y dio la orden para agitar sus alas emplumadas.
— Y yo sigo molesto por lo de Ivy, no ves que vaya por allí castigando a tus hijos.— Apolo le lanzó una mirada de reproche, después de que lo hiciera un mortal por última vez ya no sentía ningún tipo de respeto por él.
— ¡Apolo!
—Ya no soy un niño, no puedes controlarme.— Exclamo Apolo.
Los pegasos emprendieron vuelo y los mellizos desaparecieron.
Dionisio se había ido hace rato.
— Si, las peleas no van conmigo.— Afrodita formó una pequeña nube y se alejó flotando.— Además tengo una cita en la estética.— Dirigió su mirada a Ares y le sonrió con amor, sacudió su mano en forma de despedida.— ¡Nos vemos cuando te mejores cariño...! ¡Que te vaya bien!
Entonces desapareció en una explosión de brillo.
—Bueno, hay una granja de arroz en las afueras de Japón que necesita mi guía con urgencia— La diosa Deméter se dio la vuelta y se fue seguida de cerca por Hermes.
La diosa no era tonta, ese niñito podía parecer flacucho y que no comía los suficientes cereales, pero era fuerte y tan obstinado como un roble
— Yo tengo que hacer entregas en ese pueblo, ¿Te llevó?—Le cuestionó el dios de los mensajeros.
Y ambos desaparecieron de la cueva.
— Pelear ahora no es inteligente— Le advirtió Atenea, mirando al rey de los dioses con sus intensos ojos grises.— Padre, no te arriesgues.— Su voz sonó como un consejero militar, alguien que sabía cuando retirarse de forma inteligente cuando las estadísticas y números no estaban a su favor.— El hijo de Hades es descendiente de Urano como nosotros, si te derrota puede reclamar tu puesto y después no hará marcha atrás.— Le explico aunque Zeus ya lo sabía de sobra.
— Atenea.— La voz potente y severa de Zeus hizo retumbar la cueva.
La diosa apretó los labios y cambio su posición a una defensiva. Obviamente, su padre no escucharía razones por su estúpido orgullo, haciendo que ella se vería obligada a pelear. Aunque sabía que en esta ocasión perderían.
Hera se había acercado a su hijo Ares para darle ambrosía y ayudarle para qué se levantará del suelo. No se curó por completo, la herida era grave, lo mejor sería que volviera al Olimpo para qué se recuperará, pero Zeus no iba a permitir eso; Tenía que seguir peleando, él era su hijo.
— Hefesto.— La voz de Hera sonó como una orden. Y el dios asintió con la cabeza, sacando su martillo para prepararse para la pelea.
Nico entrecerró sus ojos envueltos en llamas púrpuras y alzó el mentón.
—Que así sea.— Apretó el rayo en su mano y este se estremeció creando un sonido de choques eléctricos.
¿Tres dioses contra un solo semidiós?
Dos dioses de la guerra, los cuales habían nacido para la batalla contra alguien que nació para la muerte.
Nico tenía fuerza y resistencia, pero seguía siendo mortal.
Su cuerpo perdía energía a una velocidad acelerada, incluso con la maldición de Aquiles, por eso pensó en alargar la pelea para lucirse, dio en los puntos vitales y aprovecho cada punto ciego. Había pasado más de 7 meses entrenado con antiguos héroes, algunos de ellos se habían enfrentado a los dioses y no dudaron en contarle a Nico sus secretos, por eso cada golpe estaba pensado y fríamente calculado. Su estilo de pelea antes tosco y torpe se había pulido con las enseñanzas de esos viejos semidioses que ahora eran leyendas, Nico nunca había entrenado para mejorar, al ser hijo de Hades era fuerte naturalmente, por ello cuando tomo con seriedad el asunto empezó a ver cambios que podría ser aterrados para cualquier semidiós que lo viera ahora.
Si quería pudo haberlos matado, cortado a la mitad y destripado.
Pero no lo hizo, solo los incapacito hasta que no pudieran pelear más. No tenía nada en su contra, sobre todo la diosa Atenea; Ella había ido hasta el inframundo para darle su apoyo, no de forma pública, claro, a los ojos de su padre siempre estaría de su lado, pero ella sabía que debía hacer para que el Olimpo se mantuviera en pie. Por ello aconsejo a Nico, le ofreció su sabiduría. Aunque ahora estuvieran peleando, era todo un teatro.
En cuánto a los demás, Nico sabía que solo seguían órdenes, y para él no tenía sentido castigarlo más por ello.
Hefesto y Ares cayeron, y luego Atenea.
Se quitó el casco con su mano libre, dejándose ver por los dioses.
Nico di Angelo se mantuvo de pie entre los cuerpos llenos de cortes, los dioses ya no podían seguir peleando, derrotados y con heridas enormes de las que brotaba sangre dorada.
El cabello del joven tenía las puntas húmedas y pegadas a su frente, sangre dorada salpicada en la ropa y rostro, la luz del rayo hacía resaltar sus ojos marrones que ahora parecían un cielo nocturno que escondía una galaxia entera en su interior. Una chispa de satisfacción por la desesperación en el ambiente parecía teñirse en su rostro.
Tenía la respiración acelerada y algunos cortes que no suponían una verdadera amenaza. Apenas lo habían tocado, la balanza había estado a su favor desde el primer momento.
Lo único que se vio afectado fue su ropa, habían arrancado de golpe la mitad derecha de su camisa (Ares) dejando expuesta cada línea de su torso, su piel pálida y suave a la vista, clavículas marcadas, brazos definidos por el intenso entrenamiento al que había sometido los últimos meses.
La suciedad y polvo que desprendía la cueva se pegaba a su piel por el sudor, alrededor de su cuello colgaba una cadena dorada que terminaba en un guardapelo dorado con la forma de corazón que colgaba de su cuello y se posicionaba en el centro de su pecho.
— Ahora.— Nico señaló a los reyes del Olimpo con el rayo, amenazante.— Estas son mis demandas.
Zeus tenso la mandíbula y los apretó los puños, furioso, pero sin su rayo se negaba rotundamente a pelear.
— Yo, nunca—Nico lo interrumpió.
— No te hablo a ti, le hablo a quien está a cargo.— Bajo el rayo y señaló a Hera con el casco.—¿Quieres oír mi precio? Reina del Olimpo.
No respondió.
Hera tenía una expresión de pura impotencia y vergüenza. Se mordía la lengua para no enloquecer allí mismo.
Al ver su negativa, Nico soltó el casco de su padre y en su lugar se inclinó para sujetar al dios de la guerra por el cabello y jalarlo hacia atrás, dejando su cuello expuesto, entonces colocó el rayo a centímetros de su garganta.
Los ojos de Hera se abrieron por completo y un chispazo de miedo se mostró en ellos; Ares podía ser un bruto en muchas ocasiones, pero era su primer hijo y le tenía aprecio.
Quizás más de lo que le gustaría admitir como reina.
— ¿Y bien?
La diosa del matrimonio parpadeo, aturdida. Entonces su cuerpo se relajó por completo y perdio fuerza.
— ¿Qué quieres?— Le cuestionó la diosa, dándose por vencida.
Nico soltó el cabello de Ares y está callo al suelo de golpe. Hera cerro los ojos y apartó el rostro para no verlo.
— Quiero a Ivy.— Exclamó haciendo que su voz hiciera estremecer al viejo templó.—Y quiero que tú y tu marido, no— Se corrigió a sí mismo, sonrió.— Mejor que todos malditos dioses del panteón griego juren por el río estigio no tomar acciones en nuestra contra, no quiero que nos molesten más, ni a nosotros ni a futuros descendientes.
Los ojos de Zeus se volvieron oscuros como el cielo en plena tormenta.
— ¡Lo que pides es— Hera lo interrumpió de golpe.
No iba a dejar que su marido arruinara todo lo que le costó conseguir a lo largo de milenios.
— Aceptable.— Acepto sin reprochar o tratar de negociar sus peticiones— A cambio, quiero que devuelvas el rayo y el tridente.— la diosa lo miro con odio y furia contenida.—Y que no se te ocurra poner un pie en el Olimpo.
Hera miró a Zeus y luego de unos minutos termino cediendo.
Zeus, el gran rey de los dioses, tuvo que tragarse su orgullo, liberando a Ivy de su castigo y jurando por el río estigio no volver a meterse ni tomar represalias contra ellos, ni él, ni ninguno de los dioses a su cargo.
— ¿Ves? No era tan difícil.— Nico le lanzo el rayo y Zeus lo atrapó en el aire, el joven se agachó y tomo el casco de su padre.
Pensó en irse, pero se detuvo y miro a los dioses heridos en el suelo.
Busco en el bolsillo de su pantalón y saco una bolsa de tela con ambrosía. No se las entrego en la mano, no tenía tiempo para eso; solo se las lanzo.
— Fue un placer hacer negocios con usted. —Satisfecho, Nico, camino a lo largo de la cueva, como si no acabará de amenazar de muerte a todos los dioses griegos. Parecieron minutos, pero habían pasado horas; Hoy ya era el solsticio de verano. Todo había acabado— Parece que no te queda más que hacer berrinche, ¿Eh? ¿Tío?
Él se lo prometió, le prometió que para este solsticio estaría libre.
Nico pasó al lado de Zeus con el mentón en alto, riendo a carcajadas, las cuales hacían eco en la cueva antes de desaparecer en las sombras.
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Hola chicos y chicas.
Espero que les haya gustado el capítulo, tarde mucho tiempo en escribirlo por qué tenía un bloqueo del escritor, pero me recompuse 🤗😑más o menos. Tengo mucha tarea.
De hecho Taylor Swift tiene una canción que lo explica.
Te amo Nico en su era " don't blame me"
Aquí algunos memes;
Veamos que como será cuando Ivy y Nico se encuentren después de 4 pinches años.
Recen para que todo salga bien🤞🤞🤞
Bye bye.
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