capitulo 32

¿Oh, who is she?

Somewhere across the sea of time

A love immortal such as mine

Will come to me

Eternally

Immortal she

Return to me

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La pelea era intensa, Nico no tenía tiempo de respirar. En cambio, su oponente parecía fresco y calmado.

Pero en algún momento pareció hartarse de Nico y su persistencia, llamo con un silbido al ejército de monstruos para que retuvieran al molesto hijo de Hades.

Nico era muy hábil, pero incluso él estaría en problemas enfrentándose a un ejército tan grande de monstruos. Cuándo lo rodearon, cortaron su rango de visión y dejo de ver a Daemon. No podía dejarlo ir, se lo había prometido a Ivy, sentía a su aura alejarse y eso lo hizo sentir ansioso. El polvo brillante volaba en el aire con cada estocada, Nico trataba de abrirse paso y pudo encargarse de ellos al principio, hasta que una jodida arpía logro sacarle la espada de la mano.

Por momento estuvo totalmente desprotegido, entre la multitud de monstruos que lo rodeaba vio a la distancia la sonrisa arrogante de Daemon, cómo si dijera «vas a morir aquí» y eso lo lleno de rabia. Antes de que los monstruos pudieran saltar sobre él, el suelo bajo sus pies empezó a temblar salvajemente, la tierra se agrietó y se abrió, dejando que los muertos salieran como hormigas de un enorme hormiguero para salir a la batalla. Un monstruo se abalanzó contra él y no dudo en atacar, aunque no tuviera arma, pero antes de que su puño diera contra la piel áspera y dura del monstruo, su mano se cernió alrededor de él una especie de tubo metálico, la sensación le recordó a una lanza solo que más pesada.

Un estallido de polvo dorado lo segó, hizo un viaje de sombras y apareció unos metros detrás de Daemon.

Miro por fin el arma que tenía en su mano y se sorprendió al ver que se trataba de una guadaña, dalle o dalla. Era una arma larga compuesta por una cuchilla curva de oro imperial con piedras preciosas incrustadas, insertada en lo que parecía una lanza del mismo material de fácil agarré.

También noto que el collar de Ivy había desaparecido de su mano.

El collar era el arma, Ivy se la dio para que se protegiera. El corazón de Nico se contrajo de dolor y tristeza cuando llegó a dicha conclusión.

Miro con odio al moreno.

— Esto no ha terminado, es tu hora.— Hablo Nico con un tono de frío y grueso lleno de rabia.

El aura de muerte a su alrededor era tan densa y fuerte que cualquier semidiós hubiera vomitado o perdido la conciencia al instante, ningún de los monstruos volvió a acercarse, y prefirieron centrarse en el ejército de muertos vivientes que convoca.

— ¿Quieres vengarte? Tú ni siquiera la conoces.— Se burló.

Eso hizo que la sangre del hijo de Hades ardiera y sus ojos negros se llenarán de llamas púrpuras.

— ¡Cállate! ¡No tienes permitido hablar de ella!— Grito furioso.

El rostro de Daemon no se mostró asustado, desvío su mirada por encima del hombro del pelinegro y sonrió con ojos llenos de brillo.

— Allí viene mi reina.

Nico notó la interrupción que lo había salvado de morir, en la lejanía, dónde el mar chocaban contra la arena, una figura femenina se acercaba sin que sus pies tocaran el suelo. El hijo de Hades entrecerró los ojos, por alguna razón le era difícil verla, como si su cerebro se negara a procesar del todo la imagen. La figura que se acercaba a ellos parecía distorsionada en el espacio, su vestido blanco al estilo griego con detalles dorados dejaba descubierto su abdomen y un gran escote que llegaba por debajo de su ombligo. La falda de su vestido se movía con el viento agresivo de la playa, su cuerpo parecía tener cuatro brazos moviéndose simultáneamente, pero quizás solo se estaba moviendo demasiado rápido para el cerebro de Nico. Se acercaba rápido, pero Nico lo sintió como una eternidad.

¿Quién era ella?

Nico apretó el arma en su mano, pensado que era otro enemigo.

La cubría un velo blanco transparente que se sacudía al igual que su cabello con el viento salado de la playa.

Sintió su piel erizarse y un escalofrío recorrer su columna al reconocer el aura del Titan Cronos, el mismo que Percy y Annabeth habían destruido hace 5 años acercarse. El hormigueo en la nuca del hijo de Hades crecía en cuanto la figura femenina se acercaba a ellos como una tormenta, y lo decía en serio, por qué volvía el cielo oscuro y lleno de nubarrones detrás de ella como una estela de su poder.

Se le cerró la garganta e intento mantenerse firme.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca su boca se abrió y sus ojos casi se salen de sus cuencas, su corazón se detuvo en su pecho al ver que tenía el mismo rostro que Ivy. No solo tenía el mismo rostro, esa mujer era Ivy. Podía sentirlo, era ella y estaba viva.

Se veía diferente, por un momento ni siquiera la reconoció. Su cuerpo despedía un tenue brillo y su rostro sereno se veía sumamente hermosa, las pecas que solían bañar sus mejillas y nariz ahora parecían constelaciones, estrellas, tan brillantes como las que habitan en el cielo nocturno. Largos y ondulados cabellos rubios, cenizos se mecían de un lado al otro, brillaban y Nico noto que el mechón blanco que sobresalía de su flequillo había vuelto, combinado a la perfección con sus pestañas bañadas de blanco. Desde la punta de sus pies hasta su cabeza, todo en ella gritaba eternidad.

Entonces Nico sintió sus ojos picar y su corazón destrozado volver a latir.

Pero ese sentimiento de alivio duro muy poco, Ivy ni siquiera lo miro, paso de largo y levito hasta Daemon para tomar la mano que le ofrecía.

–– La diosa del tiempo.–– Dijo el hijo de Zeus en un suspiro, sonriente.

El corazón de Nico se encogió en su pecho, esa sensación de pánico lo lleno y pronto tenía tanto miedo que ella no fuera Ivy, que de alguna forma estaba viendo a otra persona que no era su linda hija de Poseidón. Bueno, eso intentaba pensar, por qué Nico nunca podría aceptar que su Ivy lo traicionaría; Que cediera ante una estúpida profecía y se limitará a seguir un destino impuesto.

Entonces Nico lo supo, y eso le aterró de una forma que nunca creyó sentir.

Ivy y Daemon eran los semidioses de la profecía, nunca fue él.

— Sabía que lo lograrías preciosa.—La felicitó.–– Ahora vayamos, subamos al cielo y quememos juntos el Olimpo.

— El tridente.— Ivy extendió su mano esperando el arma.— Poseidón es mi padre, opino que soy la indicada para llevar su arma.— Argumento con un rostro inexpresivo, como si fuera lo más obvio del mundo.— Tú no podrías controlar el Mar.

— ¿Piensas que soy estúpido cielo? Primero, lo primero hay que matar a Zeus... Luego veremos qué hacemos con tu padre.—Le explico.

— Si seremos rey y reina, debes confiar en mí.— Argumento la rubia sin oponer ningún tipo de resistencia, ni siquiera parecía tener un problema con ello.— Y necesitas mi ayuda, tu cuerpo aún no asimila el poder dado por el sacrificio. No podrás con todos los dioses del panteón griego.— Su voz sonaba tan suave y ligera, como el susurro de un amante.

— ¡Ivy...! ¡No hagas esto!

Entonces Daemon recordó que Nico estaba allí, observando.

Sus ojos azules intensos miraron de reojo al hijo de Hades y luego estos volvieron al rostro de Ivy, dándose cuenta de que ella también lo miraba de reojo y aunque intentara ocultarlo, noto que había una chispa de preocupación en sus ojos llenos de estelas doradas y amarillas.

Entonces supo cómo probar la fidelidad de su futura esposa.

— Bésame, cómo lo harías con él.— Pidió y pudo ver de reojo el rostro del pelinegro palidecer. Ivy pareció tener un primer atisbo de emociones humanas y Daemon supo que había dado en el blanco. — Y te creeré.— Culminó con una sonrisa y miro con burla a su rival.— incluso te dejaré conservarlo si quieres una mascota. No soy celoso.— Afirmó.

Daemon casi pudo ver a Nico di Angelo retorcerse cómo si le hubieran tirado un balde de agua fría encima.

Supo que ese chico no la perdonaría si lo besaba frente a él. Y si ella lo amaba tanto como él pensaba, no lo haría, solo para poder conservarlo.

— ¡Ivy no tienes que hacer esto! ¡No todas las profecías se cumplen!

Y cuando vio la expresión de Ivy supo que le estaba costando decidirse.

Ella conocía las consecuencias, pero ya había llegado muy lejos como para echarse para atrás ahora.

— Todas las profecías se cumplen, tarde o temprano.-Dijo Ivy en un hilo de voz, susurrante. Lo miro por un momento.—Tu mismo lo dijiste, debo seguir el que es mi destino.

El rostro de Nico se puso aún más pálido y su mandíbula se tensó.

— ¡No...! ¡Por favor, no!

Las manos delicadas y cálidas de Ivy rodearon el rostro de Daemon, su piel clara contrataba con la piel morena del hijo de Zeus. Entonces dio un paso adelante y junto sus labios en un beso.

Al principio Daemon estaba muy sorprendido, pero no tardó en fingir que siempre supo que ella lo elegiría por encima de Nico. Sabía destrozaría el orgullo del hijo de Hades.

El castaño de cabellos ondulado y despeinado profundizó el beso mientras una sonrisa socarrona se pintaba en sus labios, paso su mano por la cintura de la chica y lo atrajo hasta él para pegarla por completo a su abdomen y mover sus labios sobre los dulces labios de Ivy con fervor y deseó. Supo que el idiota de di Angelo debía estar quemándose de la furia y celos, lo que le hizo reír entre besos hasta que se separaron por qué él sintió la falta de oxígeno.

Daemon realmente no pensaba que Ivy fuera capaz de hacerlo, al menos no frente a Nico, pero que lo hiciera al final hincho su pecho de orgullo.

Por qué ahora él la tenía y Nico no, y se lo podía echar en cara.

Eso le gustaba, le gustaba ver el rostro destrozado de Nico di Angelo.

Saber que le rompieron el corazón.

Saber que había ganado.

Que no importaba cuanto Ivy dijera amar al hijo de Hades.

Porque qué siempre iba a preferir el poder y estatus que él podía ofrecerle.

— ¿Ves niño del Inframundo? Te dije que no la conocías, todos quieren lo mismo.— Daemon sonrió y le tendió el tridente a la rubia.— Poder.— Miro a Ivy con ojos cariñosos, Nico apretó con fuerza los dientes, sitio algo un animal arañar en lo profundo de su interior para salir.—Aquí tienes cariño.—Le ofreció el tridente.

Ivy lo sostuvo en sus manos y la playa se estremeció tras ella.

Cómo si el agua estuviera reclamando un nuevo amo (un nuevo dios al que doblegarse) y servir.

— No te dejaré llevártela.— Nico blandió su arma.—No sé qué hiciste, pero la haré entrar en razón.

— ¿Y como harás eso? Ella quiere venir conmigo.— Daemon lo miro con burla y sonrió mostrando sus dientes perfectos.— Quiere ser la diosa más poderosa de todas.— Afirmó con superioridad.—¿Qué puedes ofrecerle tú? Príncipe del inframundo.

Nico se quedó callado unos segundos, relajo los hombros y giro el baculo que sostenía la cuchilla curva para que esté diera contra el suelo.

— Sabes Daemon— Hablo Nico llamando la atención de Daemon quien lo miro curioso.—Desde que te vi supe que no eras un inseguro todo a medias.

El rostro del moreno se tiñó de confusión y rabia.

— ¿Así?— Le cuestionó, alzando una ceja con curiosidad.

— Sí. — Afirmó Nico como si nada, como si nada raro o posiblemente mortal estuviera pasando.—Y solo hay tres razones válidas en esta vida para serlo, número uno, naciste siendo un hijo de puta endeble— Nico alzó uno de sus dedos, enumerando las tres razones. Daemon soltó una carcajada amarga, miro a Nico como si fuera un insecto, pero lo dejo seguir.

El pelinegro alzó otro dedo.

— Número 2, tu mami no te prestaba la suficiente atención cuando eras pequeño y ahora proyectas todas tus inseguridades en las chicas que conoces.—La sonrisa en el rostro de Daemon empezó a desaparecer poco a poco.— Número tres y por la que me decanto.— el hijo de Hades alzó su mano libre cerrada y levanto su el dedo meñique.— La tienes pequeña.

Todo se quedó en silencio, lo único que podía oírse era la brisa fuerte de la playa que chocaba contra ellos.

El rostro de Daemon paso de estar serio a molesto, y luego pintarse con una sonrisa forzada que apenas podía mantener en sus labios.

— Cambie de opinión cariño.— Le hablo a Ivy, pero no se volteó a verla. Alzó el rayo en su mano y Nico se puso a la defensiva.— El bastardo de Hades tiene que morir.— La voz del hijo de Zeus sonó lejana y ronca.

Los ojos azules intensos de Daemon empezaron a lanzar chispas eléctricas y el cielo se oscureció por completo.

Daemon lanzó un rayo a Nico, pero fallo. El pelinegro miró sorprendido las tres puntas que se clavaban en el abdomen del moreno. Este, bajo la mirada y miro su cuerpo perforado, volteó hacia atrás para mirar a Ivy quien tenía los ojos encendidos como dos pequeños soles. El cielo y la playa se estremecieron con agresividad.

Entonces a Nico se le hizo difícil verla de nuevo, tenía esta apariencia que escapaba a su comprensión. Un par extra de brazos y un ojo extra en su frente como un cíclope, aun así y sin entender bien lo que veía; para Nico Ivy se veía hermosa y perfecta.

— Hija de perra...— Susurro apenas cuando la boca se le llenó de sangre.

— ¿Qué pasa bebé? ¿No crees que me veo bonita así?

Entonces la batalla inicio.

Aunque Daemon pudiera regenerarse sin la necesidad tomar néctar o comer ambrosía, no eclipsaba la fuerza y poder que ostentaban Ivy.

Y tan cerca de la playa estaban literalmente en su terreno.

El cielo tronaba lleno de rayos, con cada golpe, cada patada, estocada y choque de sus armas legendarias.

A muy grandes rasgos, Ivy le estaba dando una paliza a Daemon.

Ella estaba mucho más entrenada, se notaba que su cuerpo a diferencia del de su oponente había aceptado por completo la divinidad y aunque él pudiere regenerarse, no podría seguir haciéndolo por tanto tiempo. La pelea escapa totalmente a la compresión humana del tiempo y espacio.

Era como si Ivy lo hubiera encerrado en un bucle en el que todo sucedía demasiado rápido o lento.

Nico solo podía ver y mantener el ejercicio de monstruos a raya.

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Abrí mis ojos para encontrarme con una oscuridad plagada de estrellas y constelaciones, sentí la suave caricia del agua que había mi alrededor, pero que no llegaba a hundirme en ella.

Todo parecía tan tranquilo, casi idílico, bueno, eso hasta que un puño enorme choco contra algo que no podía ver qué estaba justo sobre mi cabeza, provocando ondas parecidas a cuando tocas agua en calma.

— ¿Qué paso...?— Jade confundida, intenté poderme de pie, pero ni siquiera pude sentarme.

Mi cuerpo se sentía pesado, dormido.

— Cronos te dio una paliza, maldita decepción con piernas.— Escuché una voz femenina a mi costado, pero no podía verla. Solo sentir su presencia.

Confundida pregunté.

— ¿Eres mi conciencia? ¿Pepe el grillo?

— No inútil, soy tu mejor versión.— la chica entro en mi rango de visión, su cabello rubio cenizo caía sobre mi rostro y reconocí sus facciones como las mías, era yo. Solo que más joven y vestida como un matón de los 2000, dios, ¿cuánta sobra de ojos negra me podía en eses entonces? Qué puta vergüenza.— Ahora conocerás el dolor.— Espera, que dijo(¿dije?)

— Ahs, eres mi versión pubertad.— Chasqueo mi lengua con desprecio.— ¿Por qué somos dos? ¿Tengo doble personalidad...?— Pregunto y ella/yo me da un sape la frente, luce molesta, bueno en su defensa, en ese entonces estaba molesta todo el tiempo.

— No idiota, cuando la perra fría de Quione nos congeló, pasamos mucho tiempo allí y perdimos la mayoría de nuestros recuerdos.— Me explicó de mala gana. Se sentó a mi lado y se abrazó las rodillas.— Cuando nos liberaron, empezaste a desarrollar esta nueva personalidad complaciente y patética que eres ahora.— Bufo.

Puse los ojos en blanco y di un salto, al tiempo en que volvía a ver cómo un puño enorme daba contra lo que sea que estuviera encima de nosotras.

Mierda, ¿Qué es eso?

— ¿¡Qué mierda es eso!?

Ella no me respondió, solo me miro de reojo con una expresión rara.

— Dime Ivy ¿Por qué me rechazas?— Me pregunto con un tono aparentemente calmado.— Si sabes que soy una parte de ti.— Explico como si creyera que el tiempo me volvió tonta.

— ¿Qué? ¡Considero que no es el momento de hablar de eso!— Grito, pero mi versión joven no parece inmutarse esperando la respuesta a su pregunta, exaltada, digo—Ya no soy esa persona.

— Pero lo eres, ¿No? Sigo aquí.— Habla con calma y sonríe.— A Nico le gusta ¿No querías estar con él siempre?

Me cuestiona al tiempo en que otro golpe hace que el agua debajo de mí retumbe y me ponga nerviosa.

— ¡Si quiero...!— Chillo e intento levantarme, pero no puedo.—Pero ... ¿Y si destruyó el Olimpo?

—¿Estaría realmente mal destruir el Olimpo? —Me cuestiona y yo me quedo sin aliento.—No tienes que hacerlo si no quieres, pero es natural, Cronos se lo hizo a Urano, Zeus se lo hizo a Cronos. Y ahora tú... ¿Qué harás?

— Por eso no quiero volver a ser tú nunca más.— Niego casi sintiéndome decepcionada de mí misma.

— Antes tomamos lo que queríamos sin importar nada más.

— ¿Sabes cómo afectaría la caída de los dioses a nosotros, los semidioses?

— Tú no eres una semidiosa y eso ya verás como arreglarlo.

Fruncí el ceño.

— No sientes empatía.— La acuso y ella sonríe, en cambio, como si le hiciera gracia— Por eso dejé de comportarme como una niña berrinchuda.

— No eras berrinchuda, solo te comportabas como un dios.— Afirma, y da un largo suspiró, para recostarse a mi lado a mirar las estrellas.— No tienes que destruir el Olimpo si no quieres, siempre hemos sido buenas encontrando eufemismo en las reglas.

— ¿Y si no puedo?— Le pregunto.

— Ese chico grande nos comerá.— Señala el puño que choca con lo que parece un campo de fuerza hecho con agua encima de nosotras. Supongo que fue ella quien lo hizo para protegerme— Toda nuestra esencia, todo lo que somos va a desaparecer. Ni siquiera podremos ir a los elíseos, cuando Cronos tome nuestro cuerpo— Hace una pausa para respirar.— Se comerá nuestra alma.— Suelta con simpleza.

La miro de reojo y veo a una niña lastimada, furiosa y triste.

Veo a una versión de mí misma que intento olvidar para callar el dolor.

— Lamento fingir que soy buena todo este tiempo.— Susurro.

— Siempre fuiste buena, solo estabas asustada.— Se gira para mirar y me sonríe como si estuviera orgullosa de mí.—Deja de negar lo que solías ser y unamos fuerzas.— Me pide.

La miro con duda.

— Es que siento que ... — Mi voz se corta.—Realmente voy a destruir el Olimpo.— susurro finalmente.

Ella gruñe con fastidio y se sienta a mi lado para verme, enojada.

— ¡Dios, eres patética!.— Me grita con una furia renovada, toma mi brazo y lo alza, pero cuando lo suelta este cae a mi lado sin fuerzas.— ¡Mira eso...! ¡No tienes la suficiente voluntad para vencerlo, todo ese progresismo te volvió blanda...!

La rubia cenizo suspiro.

— Bien, puberta agresiva.— Respondí y traté de no enojarme.—Devuélveme el instinto de pelea.

— ¿Por qué eres tan tonta? No es el instinto de «pelea»— Da un golpe y el agua que salpica en mi rostro—Es una faceta de nuestro padre, Poseidón no es lo que crees, es un dios sumamente brutal, salvaje e impredecible como el mar.— Me explica casi gritándome.

—¡Deja de insultarme maldita niñata!— Arremeto contra ella que no pueda defenderme. Y ella me sonríe.

— Así me gusta, inútil.— Se pone pie y dice con seguridad.— Hay que patear el trasero del anciano del tiempo.

— No creo que pueda vencerlo, él es un titán.— Trato de argumentar.— Percy apenas pudo.— Balbuceó nerviosa.— Yo, yo no puedo hacerlo...

Ella sonríe y levanta su mentón con orgullo.

— Yo sí que puedo.—Me asegura.

No estoy segura de lo que hago, pero algo me dice que este campo de fuerza a nuestro alrededor no durará mucho.

Cierro los ojos y tomo aire.

— Confío en ti.

—¡¿Ya escuchaste anciano?!— Se ríe a carcajadas, casi eufórica.—¡Prepárate para morir! ¡Este es tu día cabrón...!

Me miro a mí misma y pienso como es que no termine en la cárcel antes de ser congelada por Quione.

— ... Está puta niña.— Murmuro.

Diría que si tuviera que explicar cómo es unirte con una parte de ti misma, que creíste olvidada, lo haría diciendo que es experiencia astral en sí misma.

El campo de fuerza se disolvió en el momento en que Cronos lo golpeó, pero no aplastó a la sucia cucaracha que trataba de robarle su nombre y todo lo que representaba. Su puño fue detenido en el aire por aquella niña de ojos verdes almendrados llenos de salvajismo y furia, el Titán intento ejercer aún más fuerza en su puño, pero ella apenas se vio afectada.

Cronos sintió un tirón en su brazo izquierdo, el Titán giro su cabeza y noto sorprendido como el agua se había envuelto alrededor de su muñeca, primero sentía un pequeño tirón, pero cuando el agua tomo la forma de un grillete (esposas) con una cadena larga que se perdían en el agua. Él agarré se volvió aún más fuerte en las muñecas del titán, al punto en que sentía que iba a cortarle la mano de un tajo. Y antes de que pudiera reaccionar su otra mano, la que iba a aplastar a la sucia mortal, se vio igualmente rodeada por el agua.

Entonces las cadenas se envolvieron en su torso y lo obligó a arrodillarse mientras ella se alzaba con ayuda del agua hasta quedar a la altura de su rostro. Ella era una simple hormiga al lado de Cronos, él era una deidad, un Titán todopoderoso que trascendía el tiempo y lo controlaba a su antojó.

— ¡Este es MI cuerpo! ¡Y tú! — Ivy puso su dedo índice en la frente de Cronos y le dio un suave empujón.— Ahora ni siquiera existes.— Una sonrisa llena de satisfacción se pintó en los gruesos labios de la chica y sus ojos brillaron con una luz dorada intensa que lleno el pecho del Titán de pánico al sentir que su influencia se desvanecía— Tu nombre, todo lo que representas... Ahora es mío.

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— ¿¡Dónde está el rayo!?— Grito Daemon tan fuerte que su voz hizo que retumbará el cielo tormentoso.

Durante la pelea, Ivy había logrado quitarle el rayo y cuando estuvo en sus manos desapareció al igual que el tridente de Poseidón. Así que estaban pelean solo con las manos. Cuando el rayo desapareció, Daemon enloqueció por completo, sus movimientos se volvieron más lentos y desesperados, había dejado de pensar, lo que hacía sencillo que Ivy evitará sus ataques.

Ambos chocan como dos fuerzas totalmente opuestas.

El suelo retumba y la playa agitada rompe contra el área y rocas cada vez que chocan. Daemon iba a atacarla de frente, pero Ivy se adelantó a ello y tomo sus manos entre las suyas.

Ambos tratan de ganar en fuerza contra el otro, casi pares en lo que respecta a fuerza física. Claro, que Ivy tenía otros trucos bajo la manga, de forma muy literal. Por qué otros dos pareces de brazos salieron de debajo de los suyos y subieron colándose entre ellos para tomarlo de la frente y hacer que mirara al cielo, entonces los ojos de Ivy se cierran y el de su frente se abre completamente dorado.

— Esta es mi predicción, hijo de Zeus— La voz de Ivy suena como una grabación vieja, entrecortada, tan distante y robótica que le pone los pelos de punta a Daemon.— Vas a morir bajo el filo de mi arma.

El hijo de Zeus se estremece, siente que todo se le salió de las manos y pronto todo su cuerpo se llenaba de miedo y pánico. Se supone que todo saldría bien, se supone que sería el rey del Olimpo, pero Ivy lo había arruinado todo, sería los reyes del Olimpo. Si seguía así, iba a morir, tenía que encontrar una forma de escapar. Su cuerpo se llenó de energía eléctrica, que se exterioriza, dándole una fuerte descarga a la fémina, quien se ve impulsada hacia atrás con tanta fuerza que le es imposible detener su caía. Daemon vio la oportunidad, la vio vulnerable y decidió ir tras ella.

Si no sería el rey del Olimpo junto a ella, entonces la mataría, buscaría el rayo e iría al Olimpo por su cuenta.

Nico vio la escena a la distancia, su pecho se llenó de miedo al instante.

— ¡Ivy...!— Grita, pero su voz se ve cortada por el ataque de un monstruo.

Estaba totalmente rodeado por un montón de monstruos que no lo dejaban avanzar hacia ella.

Una sensación de pánico subió por su garganta y la apretó con fuerza.

Todo el cuerpo le hormigueaba, por la horrible sensación de que algo malo le iba a pasar. Sentía que debía ir con ella, que debía ayudarla.

Pero no podía avanzar sin que los monstruos se fueran a por él y, por tanto, a por ella. Lo que no sería una buena idea de ninguna manera.

— ¡Duodécima legión! ¡Listos! ¡En posición! ¡Escudos arriba!

Escucho un grito fuerte y lleno de autoridad a la distancia. Nico se giró por un momento y sus ojos no creían lo que veían, metros lejos de él estaba toda la maldita duodécima legión, la cual estaba encabezada por Frank y su hermana, quien llevaba orgullosa el estandarte de la legión subida en su cabello (hermano de Ivy) Arión.

Si es raro que un caballo sea hermano de su novia, pero la pobre también era hermana Percy que era peor.

Vio a su hermana alzar su espada en su dirección y con una voz que nunca creyó escuchar de ella grito;

— ¡Duodécima legión, Ataquen!

Cuándo un ejército de Romanos furiosos perfectamente entrenados para trabajar como uno solo va contra ti es mejor que huyas, los monstruos no eran tan inteligentes para hacerlo. Pero con la duodécima legión armada y lista para la lucha, Nico encontró tuvo la grieta por la cual escapar e ir a ayudar Ivy con su problema.

Hizo un viaje de sombras al lugar donde sentía el aura de Ivy.

Sin un arma, Ivy estaba en desventaja, su sangre era dorada (icor) Daemon tenía una daga y pensó que quizás se apresuró al esconder el arma de su padre. Debió matar al hijo de Zeus antes de hacerlo; Maldición.

Aún no sabía cómo controlar sus poderes como diosa, literalmente acaba de renacer, solo podía utilizar lo poco que sabía y no sabía nada.

Cuándo Daemon alzo su daga contra ella, se sorprendió al ver que se detuvo como una imagen en una pantalla, se sorprendió de sí misma al recordarlo y darse cuenta de que Daemon estaba totalmente paralizado. Una pequeña risa salió de su garganta, sonaba casi emocionada. Pero cuando lo toco con la intención de mandarlo de un golpe hacia el mar para ahogarlo, sintió de nuevo un choque de eléctrico que la mando hacia atrás y provocó que perdiera la concentración haciendo que Daemon volviera en sus sentidos.

Casi como si hubiera estado consciente en su tiempo congelado, Daemon se giró y lanzó un golpe con su daga.

La misma daga con la que la apuñaló.

Ivy sostuvo su mano antes de que pudiera clavársela en el pecho, tenía los brazos llenos de cortes y el icor se resbalaba por su piel. Daemon no estaba mucho mejor, pero su sangre era roja como la de los mortales.

— Esta es tu oportunidad de echarte para atrás.— Le sugirió entre dientes por él fuerzo que le requería pararlo. Daemon era fuerte, más fuerte que Ivy y lo sé sería aún más si tuviera más tiempo para adaptarse. Después de todo había asesinado a bessie y tenía el poder para asesinar a los dioses y destruir el Olimpo.— Puedes irte y no te seguiré, si te quedas vas a morir.— Le explique con vos entre contratada, y furia en mis ojos.

— La que va a morir eres tú, y cuando encuentre el rayo mataré a todos los semidioses, empezando por el hijo de Hades.—Gruño Daemon entre dientes, mientras se le formaba una sonrisa forzada y maliciosa en sus labios.— Pudiste reinar a mi lado, pero elegiste morir por amor. Eres una idiota.

— Yo controlo el tiempo, Daemon, no muero. Si mi cuerpo se destruye no importa, lo que representa mi nombre no morirá y yo volveré. Y el filo de mi arma te quitará la vida.— La voz de Ivy suena molesta, se superpone como una grabadora muy antigua.

Se inclina hacia el y dice;

–– No eres un dios. No pienses que eres superior a mí.

— Debiste aceptar ser mi reina.— Susurro cuando sus ojos azules se encendieron eléctricos.

El cielo retumba y se sacude, un rayo lo atraviesa dando de lleno contra Ivy, en un instante su cuerpo en lanzado por los aires, sin poder detenerse por la horrible y paralizante electricidad que le entumecía el cuerpo, rebotó en la tierra y luego choco contra la propia montaña. Daemon sonrió y sintió la electricidad recorrer por su cuerpo a chispazos. No necesitaba el estúpido rayo. Se sentía más poderoso que nunca, podía vencerlos y quizás ni siquiera tendrían que matar a Ivy. Podía obligarla a casarse con él, como una vez su padre hizo con su esposa.

Sabía que necesitaba una esposa para reinar como se debe, ya vería como a maestrearla después.

Después de todo necesitan crear a la próxima generación de dioses para el Olimpo si los ya existentes se ponían testarudos a la hora de doblegarse.

Antes de poder avanzar hacia Ivy se detuvo en seco, sintió una ráfaga de viento helada en su nuca. No advirtió lo siguiente que paso. No lo vio venir.

Solo pudo ver de reojo el reflejo de su rostro en la hoz de oro imperial.

Luego sintió el golpe que lo atravesó en un plano frontal desde el inicio de su abdomen hasta llegar a su frente, la sangre baño el suelo y el filo del arma.

Daemon se tambaleó y callo de rodillas, sintió que el corte del arma hacía que le ardieran los huesos.

Pero iba a sanar, claro que lo haría, tenía el poder dado por el sacrificio.

Era el ser más poderoso del universo ahora mismo.

— Te lo dije.— Alza la mirada y se encuentra con los ojos oscuros que ardían con llamas púrpuras.— Te mataría si te acercabas a ella.

Daemon se sostuvo el abdomen, sentía que se le salían las entrañas.

Por un momento creyó que Nico las tomaría y las lanzaría el fuego como él lo hizo con la vaca serpiente.

— ¡Soy inmortal! ¡Tú eres solo un semidiós! — Su voz ahogada apenas entendía, su boca está llena de sangre.

— Tu mismo lo dijiste.— Una sonrisa torcida se plasma en el rostro de Nico, que no llega a sus ojos cuando el suelo se estremece, se agrieta y se abre.— Soy el príncipe del inframundo.

Un nuevo orgullo se escucha en su voz masculina, casi sonaba satisfecho.

— Tu muerte te llama.— Nico alza su arma y piensa dar el último golpe, se detiene. Acerca el arma suavemente y le da un empujoncito.— Espero que el Tártaro le apetezca tu carne.

Daemon cae hacia atrás en el agujero en el suelo que parece no tener fin. Intenta elevarse, volar hacia el cielo, pero siente que toda la gravedad del mundo lo jala hacia abajo. Es como si manos de oscuridad lo tomaran por los tobillos y subieran a sus hombros, hasta llegar a su rostro y callar sus gritos. Trata de llegar a la luz, pero la grieta en la superficie se cierra.

Y se sumerge por completo en la oscuridad y cae al abismo.

Nico di Angelo apenas respira, mira el suelo durante unos segundos, tenso hasta la mandíbula, esperando que el maldito Daemon salga de la arena y lo ataque, pero no pasa nada. Se ha ido.

Respira hondo y levanta la mirada para buscar a su chica.

La ve de pie sobre la montaña, mirándolo finalmente.

Por un momento Nico se sintió aterrado al pensar que Ivy lo creería un monstruo. Que ya no volvería a verlo a los ojos, que lo rechazaría.

Pero no lo hace, la ve soltar el aire de los pulmones y sus rasgos relajarse.

Ella alargó una risa desde su garganta, lastimera y cansada. Nico realmente no la escucha por qué está muy lejos, pero sabe cómo se oye su risa. Se le aprieta el pecho, siente que se le llena el corazón de una sensación cálida que se extiende por todo su cuerpo.

Y por un momento siente que todo estará bien. La ve venir hacia él y no duda en hacer lo mismo. Sin importar un carajo si había una guerra entre ambos que los separaba.

Los monstruos y semidiós romanos luchan salvajemente, pero la cosa está ganada. La mayoría de los monstruos retroceden y empieza a retirar al no sentir la presencia de su lidar.

Corre hacia ella y ella hacia él.

Ivy se tropieza con su falda, hace una mueca de fastidio y se recoge la falda con las manos para seguir corriendo. Cuándo están a un par de metros de distancia, ella extiende su mano como si quisiera alcanzarlo con las puntas de sus dedos, pero no es lo que cree, ella le lanza un manojo de collares que él atrapa en el aire. La expresión alegre y aliviada de Ivy no de pronto se vuelve dolorosa, casi suplicante.

Nico siente un mal presentimiento, un jalón en sus entrañas.

Las nubes se estremece y un potente rayo atraviesa el cielo. Nico siente que se ralentiza el tiempo, puede ver las gotas de lluvia caer a su alrededor y labios de Ivy moverse gesticulando una sola palabra»Lo siento«¿Por qué se disculpa? Ella no ha hecho nada.

No lo comprende hasta que el rayo da contra ella, había recibidos muchos golpes como esos de parte de Daemon, pero esto es diferente. Puede ver la luz azul del rayo infectarla, como se extiende como raíces en su rostro.

Entonces no da crédito a lo que ve.

El rostro de Ivy se endurece, no, todo su cuerpo se endurece y paraliza.

No pudo alcanzarla, no hasta que su cuerpo se vuelve de mármol.

Cuándo llega a ella tiene que hundir sus pies en la tierra para no chocar contra ella. Se quedó con la misma pose al correr, con la falda recogida en su mano y la otra extendida hacia mí. Nico pierde el aliento al notar que Ivy parecía una de esas estatuas muy antiguas griegas. Se acerca, lento y confundido hasta el punto en que no sabe si llorar o ponerse a gritar por el pánico que le llena las venas.

Pone sus manos temblorosas sobre las mejillas de mármol de Ivy.

Entonces el rostro que parece tallado por el más talentoso de los artesanos se agrietó, y se resquebrajó. Cómo si no hubiera existido en primer lugar, simplemente se desvanece entre sus manos como la arena y el polvo que queda, simplemente se lo lleva viento salado de la playa. Ya no hay nada.

Entonces Nico tiene las manos vacías y se mantiene estático entre la lucha que se lleva a cabo a su alrededor.

Hay mucho ruido.

No puede pensar.

Siente que la cabeza se llena de murmullos y cada vez le cuesta más respirar. No entiendes nada. Quiere estar solo, quería silencio para reflexionar en lo que acababa de pasar.

Quiere que todos se callen.

Solo Hazel se da cuenta de lo que pasó e intenta acercarse a él, pero entre la multitud de romanos y monstruos no la dejan que se abra paso hacia él.

— Silencio...— Murmura sujetándose la cabeza, aprieta sus manos sobre sus cabellos y tira de ellos.— Cállense...— Dice, pero su voz apenas se oye.

Hazel lo llama por su nombre, pero es apenas un susurro lejano entre los sonidos que produce la batalla.

— ¡Dije qué se callen...!

Su voz suena rota y rompe con los estruendosos sonidos de la guerra.

Todo se oscurece a su alrededor.

Nico siente que un jalón en sus entrañas tan fuerte que cae de rodillas, entierra sus manos en la arena y grita hasta que se le acaba la voz. Hasta que le arde la garganta y siente que se le desgarra en tiras.

Luego perdió la conciencia.

Fin.
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Nah. Es Mentira.

Hola chicos y chicas, espero que les haya gustado el capítulo.

El último no tuvo casi comentarios así que no sé si les gusto.

Espero sus teorías fumadas, me encanta leerlas.

Ivy Arvanitis

Diosa del tiempo.


En algún lugar a través del mar del tiempo

Un amor inmortal como el mío

Vendrá a mí eternamente

Inmortal ella

Regresa a mí

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