Capitulo 31.
Relicario de oro imperial.
—El campamento mestizo es un buen lugar.— Parloteo, la rubia de cabello ondulado con la mirada perdida en alguna parte del campamento.— las clases de música son divertidas y las de mitología griega— Tanteo y agrego de forma más animada — Te aseguro que son mucho más interesante que cualquiera de las clases que hayas visto en la preparatoria.
Ambos semidioses caminaban alrededor del campamento.
Ivy le había prometido darle un recorrido por el sitio y eso es lo que hacía. Daemon iba unos pasos por detrás de la rubia, no en dejar que él la alcanzará de forma inconsciente.
— Te creo que es un buen sitio.— Afirmó al verla tan alegre al hablar sobre las actividades del campamento.—Creo que el rosa es tu color.— Daemon se acercó y dejo una flor apoyada en la oreja de Ivy en un gesto cariñoso.
A cualquier chica le hubiera parecido un gesto adorable, le temblarían las piernas y entonces la tendría en la palma de su mano, pero Ivy solo dijo;
— Gracias.— Sin más, sin reacción. Ella se adelantó y señaló un montón de campistas que se preparaban para subir a la pared de escalada.— Eso que ves allí es la pared de escalada, si ves que tiene lava, no te asustes, no quema, solo te deshace la ropa.— La rubia ceniza se quedó pensativo unos segundos y luego hizo una mueca.— Pensándolo bien, eso es peor.
Volvieron a caminar mientras ella le decía algo sobre como las cazadoras de Artemisa vienen cada año después de la gran guerra contra Gaia.
— Parece que eres muy feliz aquí, quizás pudieras transmitirme tus buenas experiencias ¿Qué dices? ¿Te gustaría pasar un rato conmigo o enseñarme el lago?— Le pregunto Daemon en un tono coqueto cuando vio la oportunidad cuando ella se detuvo por completo en el campo de entrenamiento. No recibió respuesta, se acercó para tocar su hombro.—¿Ivy? ¿Me estás escuchando?— El castaño siguió con la mirada los ojos verdes almendrados de Ivy, y se encontró con aquel molesto hijo de Hades, con el héroe del Olimpo y el hijo de Júpiter entrenando a un par de metros.
El moreno apretó los labios, molesto. Se acercó a la hija de Poseídon y le dio una suave sacudida a su hombro, Ivy dio un salto en su puesto y se giró con rapidez para verlo sorprendida.
Por un momento, por la expresión en su rostro, Daemon supo que Ivy había olvidado por completo, que le estaba dando un recorrido. Desorientada, ella parpadeó tres veces.
— ¿Mmm?— Balbuceó y asintió con la cabeza.— Si, si te escuché.
Daemon alzó una de sus cejas y sonrió con cierta gracia por su expresión.
— ¿Qué te dije?— Le cuestiono en tono de burla e Ivy se puso roja de la vergüenza.
— Mjmmm...
El castaño soltó una carcajada al ver la cara confundida que puso al tratar de recordar lo que él le había dicho.
— Está bien.— Dijo él, entre risas jocosas.— Te pregunté si querías tener una cita conmigo.— Volvía a decir sin ningún tipo de vergüenza.
La rubia ceniza lo miro con una mueca de confusión.
Se señaló a sí misma.
— ¿Yo?— Pregunto confundida.
— Eres la única que está aquí.—Tanteo el moreno miro hacia los lados, para luego clavar su mirada en ella.
La joven hizo una pequeña mueca y se lo pensó unos segundos antes de soltar un simple;
— Sí, está bien.
Ivy se veía muy bonita a la luz de la luna, tenía un top de con estampado de corazones y un prominente escote, pantalones azules holgados de jeans y zapatos deportivos, ambos estaban sobre una pequeña canoa sobre el canal de agua que terminaba en el lago. No había mucha luz, solo la de una pequeña linterna de aceite sobre la madera de la canoa y la pequeña luz que transmitían las luciérnagas.
— ¿Hay algo en particular que quieras? ¿Un sueño o meta?— Le cuestionó el castaño de piel morena y ojos azules, interrumpiendo el sonido relajante que provocaba el agua corriendo por el río y los insectos del bosque.
— No lo sé, nunca pensé que llegaría tan lejos.— Soltó como si nada, luego se llevó la mano a la boca.— Lo siento, eso sonó muy mal.— Murmuró.
— Está bien, escuché que los mestizos griegos no llegan a la adultez.— Hablo comprensivo, aunque a algunos les parecería extraño que ella dijera tal cosa como que no creía que iba a vivir por tanto tiempo.— Supongo que debe ser normal para todos aquí...
Ivy asintió con la cabeza. Daemon aprovecho esto para levantarse de su lugar y sentarse al lado de la rubia. Ella lo miro confundida, pero no dijo nada al respecto de su acercamiento.
— ¿No quieres ...? ¿Ser admirada o el respeto de los demás? ¿Quizás ser el semidiós más fuerte de todos?
Ivy giro ligeramente su cabeza.
— ¿Te refieres a un héroe? — Pregunto confundida.—¿Cómo Percy?
Daemon tanteo con la cabeza y luego le dio la razón;
— Por supuesto.— Soltó con simpleza.
Ivy resopló y se quedó mirando su reflejo en el agua, pensativa.
— Supongo que sería lindo, todos quieren a Percy.— Murmuro Ivy, balanceando sus pies.— Bueno, los dioses no tanto, pero tú entiendes.
— Creo que tú y yo podríamos llegar a entendernos, preciosa.— Daemon le dio una de sus radiantes sonrisas y paso su brazo por los hombros de la joven que no puso resistencia.
Ella solo la miro curiosa.
— ¿Así?— Pregunto, pero antes de que Daemon pudiera responder su canoa dio una fuerte sacudida.—¿Pero qué diablos?— chillo Ivy, sosteniéndose de la madera al sentir otra sacudida.
De la nada una mano gris y sin vida se aferró a la canoa, de la nada montón de manos zombies y esqueletos sin masa de carné emergieron del agua. Pronto ambos semidioses cayeron al río entre gritos, patadas y un montón de maldiciones en griego antiguo. En el agua, Ivy utilizó sus poderes pará impulsarlos hacia arriba (con mucha fuerza, demasiada) ambos cayeron sentados de golpe en el muelle.
— Oye, ¿Estás bien?— Ivy puso su mano sobre el hombro de Daemon al verlo toser salvajemente.
El moreno recuperó el aire y asintió con la cabeza repetidas veces.
— Sí, ¿pero qué ha sido eso?— Le pregunto confuso, y extendió su mano para acunar el rostro de Ivy.
No lo logro.
Alguien tomo el brazo que había extendido hacia ella con la intensión de tocarla, y lo apartó llegando dicho brazo detrás de su espalda. Daemon soltó un quejido de dolor cuando le doblaron el brazo tras su espalda.
— ¡No la toques patético intento de semidiós!— Nico se escuchaba muy enojado, se veía histérico.
— ¿¡Nico?! ¡Suéltalo!— Ivy se levantó del muelle de madera como pudo y trato de apartar a Nico de Daemon.— ¿¡Enloqueciste por completo!?
— Este perro piensa que puede venir y apártate de mi lado.— Nico miro con los ojos llenos de llamas púrpuras al moreno de ojos azules, ignorando los esfuerzos de Ivy por apartarlo.—No sabes con quién te estás metiendo.— Gruño con furia, apretó el brazo de Daemon y este grito de dolor.
— Esto ya se puso bueno.— Hablo Leo antes de meter un bocado enorme de palomitas en su boca, y luego empezó a masticarlo.— Ja, ja, ja, que lindo.
— ¡Leo!— Ivy miro a leo «escondido» entre los arbustos.—¿Qué haces allí? ¡Ayúdame!— Chillo la rubia cenizo.
Leo negó con la cabeza.
— No creo, lindura. — Chasqueo su lengua.—Mejor deja que se peleen por ti un rato más— Soltó antes de que en sus labios se formará una sonrisa burlona— 60 dracmas a qué gana el emo con problemas de ira— se rio.
Y así fue como Nico di Angelo le rompió el brazo a Daemon.
Antes Ivy se sentía muy culpable por todo el acontecimiento, pero con los residentes hechos opina sinceramente que debió dejar que Nico lo mandara al Inframundo en ese entonces.
Ivy acaba de despertar, la joven de cabello rubio cenizo ondulado estaba pálida y respiraba pesadamente en búsqueda de oxígeno, temblaba por el esfuerzo que suponía estar de pie al estar tan cansada, estaba sudando. Tenía las manos atadas a una cadena que colgaba del techo de una cueva, por lo que tenía que estar de pie de forma perpetua. Con esfuerzo ella se encontraba inclinada hacia adelante, intentado que el peso de su cuerpo no callera por completo en sus piernas ahora débiles y temblorosas.
Podía escuchar las quejas de un hombre a la distancia, pero no le importaba para nada.
La cueva era extraña, había muchos escombros, columnas, tallas al estilo griego, paredes a la mitad y pedazos de mármol sin refinar, lucía como si alguien hubieran tratado de construir una imitación del monte Olimpo.
Ivy se tensó al escuchar unos pasos acercarse a ella. Cerro sus ojos y al abrirlos vio al idiota de linda sonrisa radiante aparecerse por la entrada de la cueva como si nada pasará.
Daemon se acercó luciendo como un dios, su ropa contrastaba con su piel morena, tenía una sonrisa amable en sus labios e intensos ojos azules que parecían llenos de brillo. Solo verlo me hizo sentir irritada, alce la cabeza para verlo con odio y él solo me dio una sonrió con cariño y comprensiva como si yo fuera una niña que solo estaba haciendo un berrinche por qué no obtuvo lo que quiso.
— ¿Estás cómoda?— Pregunto Daemon con una sonrisita, caminando a su alrededor como un depredador.
— Me secuestraste.— Gruño con esfuerzo, empapada en sudor.
— Vamos, cariño, estás exagerando.— Chasqueo su lengua, se acercó y dejo que su mano pasará desde sus muslos hasta su vientre para sostenerla. Ivy abrió los ojos de golpe.— ¿Te duelen las piernas? ¿O los brazos?
—¡Suéltame! ¡No me toques!— Ivy se removió con la poca energía que le quedaba en su cuerpo. Daemon solo soltó una carcajada, puso una de sus manos en espalda y la otra por la parte de abajo de las rodillas.
El castaño la alzó en brazos con enorme facilidad, Ivy dejo de luchar por qué se quedó sin energía.
Lo único bueno de esto fue que el hecho de que la tomara en brazos alivio el dolor en sus muñecas adoloridas.
— Solo trato de hacer tu visita más cómoda.— La meció en sus brazos con delicadeza.—Quiero hablar contigo sobre algo importante, no tenemos más tiempo, así que quiero pongas de tu parte y no luches más.— Le explicó de forma tranquila, casi hipnótico.
Ivy respiro hondo y le miro con los ojos llenos de rabia.
Esa mirada desafiante que había aprendido de Nico di Angelo y que Daemon reconoció de inmediato.
— ¿Que es lo que quieres de mí?—Bramo con odio
— Necesito que veas en el futuro, quiero saber si tendré éxito en mi plan y también necesito otro favor tuyo.— Daemon cortó las cadenas que la ataban con una daga de bronce celestial.—No me hagas esperar.
La dejo en el suelo con mucho cuidado frente a él.
— En serio crees que voy a ayudarte después de lo que hiciste.— Cuestionó con rabo.—Estás loco como una cabrá.
— Trato de ser amable contigo, pero me lo pones difícil.—Daemon la vio con ojos amables, extendió su mano hacia su rostro y tomo su barbilla, girando su rostro hacia la pared de la cueva donde se veía una proyección del campamento mestizo. Todo parecía normal, hasta que se alejaba y podías ver qué alrededor de la barrera había un ejército de monstruos.
—¿Ves tu precioso campamento? Muy bonito, por cierto.— Le preguntó de forma simple.— Si no me ayudas, un ejército de monstruos bien equipado romperá la barrera de protección y se comerán hasta los huesos de todos los semidioses. — Se calló, aunque parecía que quería seguir hablando. Soltó una carcajada— Aunque dudo que quieras salvarlos.— Dijo entre risas, el rostro de Ivy se contrajo en una mueca y sus ojos verdes almendrados se pusieron rojos, llenos de lágrimas—Después de como te trataron, no te culparía si prefieres dejarlos morir.
— ¡Claro que no! ¡Ellos no hicieron nada malo...!— Grito en un tono agudo, defendiendo a los demás mestizos— Ellos, solo, solo estaban asustados.—Susurro temblorosa.
— De ti.— Le recordó Daemon e Ivy le lanzó una mirada asesina con sus ojos llorosos.—Por cierto, cuando acabe con el campamento, tu noviecito y tu hermano serán los siguientes.—Dijo con satisfacción en su voz, la miro con curiosidad y falsa preocupación.— Oh, Ivy ¿No quieres que ellos vivan largas vidas? Cuando seas la reina de los dioses, podrás hacer eso posible.— Él podía hacer sonar un suceso como ese en un camino de flores.— Serás adorada y esos simples problemas se resolverán con solo chasquear los dedos.— Levantó su mentón con su dedo índice, obligándola a verlo.
Ivy miro de reojo la proyección del campamento mestizo.
— Si los traicionó, me traicionó a mí misma.— Balbuceó para sí misma, como si no fuera capaz de mantener sus pensamientos en su cabeza. Como si estuviera demasiado cansada como para permitirse mantener sus ideas lejos de sus labios—Pero si dejo que destruyan el campamento mestizo y todo lo que hay en él... Yo, no podría perdonármelo nunca, ese lugar es muy importante para mí.
— ¿Tu lealtad es más valiosa que tu querido Nico? ¿Más que Percy?
Los ojos de Ivy se clavaron en los azules intensos de Daemon.
— No, no más importante que él.
—Entonces ayúdame y ayuda a todos los que quieres.— Mencionó.— ¿Ves? No es tan complicado Ivy.—Daemon alzó sus manos, extendidas, esperando las más pequeñas de Ivy.— Toma mis manos y dime el futuro.
La rubia ceniza frunció sus cejas, lo dudo unos segundos, pero termino alzando sus manos temblorosas y dejándolas descansar sobre las de Daemon quien no tardó en entrelazar sus dedos en un fuerte agarre.
Ivy cerro sus ojos y cuando los abrió un hilo de sangre bajo por su nariz.
— El robo será un éxito, obtendrás lo que quieras.— Afirmó con certeza.
— ¿Cómo podré tener el poder que necesito?— Le pregunto, aunque él sabía de sobra la respuesta. Solo la estaba probando, comprobar si estaba diciendo la verdad o mintiendo.
— Hace eones, cuando nació el taurofidio, las Parcas profetizaron que aquel que matase a la criatura y sacrificara sus entrañas, tendría el poder de destruir a los dioses.—Por un segundo pudo ver un chispazo dorado en los ojos de Ivy.— Durante la Primera Guerra Olímpica, un gigante enemigo mató al taurofidio— Relato como si la historia tomarán completa posesión de ella.— pero Zeus envió un águila para que les arrebatara las entrañas antes de que pudieran arrojarlas al fuego. Lo logró por muy poco, y después de tres mil años el taurofidio volvió a nacer y está bajo la custodia del Olimpo en la actualidad— Pareció volver en sí misma, y apartó las manos de las de ajenas.— Se tiene que hacer en el Monte Tamalpais, es una montaña situada en las afueras de San Francisco, y es el lugar donde actualmente se encuentran el Jardín de las Hespérides.— Le explico con la cabeza baja y ojos oscurecidos.
Daemon sonrió y acaricio su cabello con cuidado, le tendió un pañuelo e Ivy lo tomo para limpiar su nariz.
— Por eso me gustas, eres como una Wikipedia andante.— La forma tan segura en la que hablaba hizo que Ivy frunciera el ceño, pues no había nada de fácil en robar una criatura del monte Olimpo sin ser descubiertos.
— Aún tienes que llegar al monte Tamalpais y al Olimpo.— Le recordó.
—Eso es lo de menos preciosa, estamos en el monte Tamalpais ahora mismo.
Sí, Ivy Arvanitis no conocía a su padre divino y quedaría para la historia que el primer acercamiento que tuvo con él fue para robarle su tridente. Luego tuvo que dejar que un dios menor la escoltará al Olimpo, dónde se llevó al taurofidio dentro de una burbuja del agua, el animal, pez, vaca, serpiente no se sintió amenazado por qué la reconoció como hija de Poseidón.
Así que las pocas energías que le quedaban fueron consumidas.
El rayo de Zeus, por otro lado, fue robado por el mismo dios menor que había decidido ayudar a la causa de Daemon, por qué este le prometió miles de cosas que seguramente no cumpliría. Claro que no lo haría.
Ivy se sintió nerviosa, asustada y culpable, sabía que había condenado a una criatura marina inocente a la muerte. Lo hacía por sus amigos, por los semidioses del campamento. Y aun así, no podía para de llorar, sintiéndose frustrada por no poder hacer nada.
Daemon tenía razón, ella necesita poder. Era débil, demasiado humana.
— Por favor no lo hagas, tienes el rayo y el tridente. No necesitas bessie.
— ¿Bessie? ¿Hablas de la vaca serpiente? ¿Ya le pusiste nombre?— La miro como si fuera una niña que le pone nombres a los gatos callejeros que se encuentra, luego miro a bessie en su burbuja de agua.— Bueno, debo admitir que es un poco adorable.
— Hay otras maneras, el río —La interrumpió de golpe.
— Yo no quiero la maldición de Aquiles, preciosa.— Daemon la tomo del cuello con fuerza para hacerla callar, él sabía que estaba débil y no podía defenderse. En otra ocasión, si Ivy estuviera en su mejor forma, sería capaz de derrotarlo en una pelea, sin problemas.— Te voy a contar algo, verás, hace mucho, mucho tiempo las moiras predijeron que un hijo de Zeus iba a derrocarlo como él había hecho con su padre.— Soltó él agarré del cuello de Ivy forma progresiva.— Asustado, Zeus se deshizo del hijo varón que venía en camino con su amante de turno... Lo que derivó en el extraño nacimiento de Atenea.—Dijo con cierto recelo. — La cosa es que la profecía nunca se ha cumplido, hasta ahora por supuesto.— Afirmo.
— ¿Y tú crees ser el protagonista de esa profecía...?— Le cuestionó Ivy.
— Cualquier hijo de Zeus podría serlo, y yo soy hijo de Zeus.— Le explicó.
— ¿Sabes cómo viene a mí las visiones del futuro?— Le cuestionó Ivy arisca, Daemon la miro curioso.—El tiempo, el futuro viene a mí como una suave lluvia que cae sobre mi rostro, hay millones de posibilidades... En el caso de que esto te cueste la vida, ¿Aún lo harás?—Arremetió contre él.—Aún es tiempo para arrepentirte.
— ¿En cuántos futuros posibles salgo vencedor?— Ivy lo miro confundida.— Dime, ¿Cuál es la probabilidad de que gané?— Le preguntó el moreno.
— ¿Ganar?—Soltó consternada, lo pensó un momento y hablo.— Miles... Hay un 50 % de probabilidades de que ganes.— Le explicó dudosa.
— Y el otro 50%?— Pregunto Daemon.
— Un dios te quita todos los miembros del cuerpo y caes al Tártaro.— Explico sería y sin tacto alguno.—A veces solo te apuñala, otras muchas te decapita, pero siempre caes al Tártaro.
— Me quedaré con el 50% que me beneficia.— Ivy abrió la boca para intentar razonar con él, pero este volvió a interrumpirla.—Prepárate preciosa, en una hora, cuando el sol empiece a alzarse en el cielo, haremos un sacrificio. Luego al Olimpo.
La rubia palidecio por completo y sus ojos se llenaron de lágrimas que no fue capaz de ocultar.
— No estés triste...— Daemon le dio animos.— Cuando tomemos el Olimpo podrás tener una ¡gran...! Pecera con todos los animales marinos que te gustan ¿Bien?
— Bien.
Las lágrimas se derramaron de los ojos de Ivy cuando sintió llegar el amanecer. Un cíclope encendió una fogata frente a nosotros, Daemon me ordeno traer a bessie y con pesar lo obedecí usando mis últimos fuerzas para traerla en una burbuja. El bello y peculiar animal marino me miro con tristeza y soltó un «¡muuuu...!» Cómo si tratará de suplicar piedad. No pude evitar ponerme a llorar, Daemon dio unas palmadas en mi espalda y me sonrió de forma amable. Entonces avanzó hacia la criatura, mitad vaca y mitad serpiente, solo se quejaba en vos alta y trataba de escapar de forma inútil por no estar en el agua.
Los ojos azules de Daemon de pronto se veían hambrientos de poder, clavo sus ojos en la criatura y alzó su daga de bronce celestial sobre su cabeza.
Ivy soltó un sollozó lastimero y apartó la mirada de inmediato al escuchar cuando clavo su afilada daga en el cuerpo animal. Se cubrió los oídos para no escuchar al animal marino, agonizando mientras Daemon le abría el estómago aun estando viva, y como si compartieran el mismo dolor, Ivy se estremeció y grito como si a ella la estuvieran apuñalando y abriendo.
Cuando el animal finalmente murió por el dolor, Ivy sintió un vacío en su pecho y estómago. La rubia giró su cabeza temblorosa hacia Daemon y lo vio parado frente al fuego con las entrañas de bessie en sus manos.
— Todo va a estar bien, Ivy.— Serás la diosa más noble y poderosa de todas, entonces reinaras a mi lado. — Este solo es el comienzo...
Daemon dejo caer las entregas del animal en el suelo, y mientras se quemaban un aura dorada empezaba a rodearlo. Él se miró a sí mismo, y tomo su daga, alzó su antebrazo y se cortó a sí mismo. La sangre empezó a deslizarse por su piel, pero la herida se curó tan rápido como apareció.
El moreno de ojos azules sonrió con el fuego reflejado en sus ojos.
Sentí la adrenalina y miedo correr por mis venas, todo mi cuerpo temblaba al sentir el nuevo poder similar al de un dios, pero sin terminar de serlo que de pronto emanaba de él.
— Tráiganme el rayo.
Ordenó y un cíclope se acercó y dejo el arma sobre su mano libre.
La imagen de Daemon cubierto con una sonrisa en su rostro, la ropa y el rostro cubierto de sangre, con el rayo de Zeus en su mano izquierda y una daga afilada cubierta de sangre en su mano derecha, me perturbo.
Realmente esperaba no haberme equivocado al ayudarlo.
La mirada de Daemon cayó por fin cayó sobre mí, su rostro, que antes tenía una expresión perturbadora, cambio por completo a una mucho más amable y cariñosa. Guardo la daga en su cinturón y se acercó a mí tendiendo su mano en mi dirección, llamándome de forma dulce.
— Ven aquí, Ivy.— Tomo mi mano con cuidado y caminamos a través de lo que alguna vez fue una versión del Olimpo hecha para Cronos, solo que en ruinas.— El poder que siento es increíble, y todo es gracias a ti.— Dijo con cierto tono maravillado en su voz.
Nos alejamos del fuego y mi cuerpo se sintió helado de inmediato.
— No estoy bien, gaste toda mi energía.— Le mencioné.
Me costaba respirar y caminar.
Daemon me miro como si me analizará durante unos minutos.
— Sí... tienes razón, se nota que hay algo mal contigo.— Hablo dándome la razón. Daemon llevo su mano a mi hombro y luego la deslizo de nuevo a mi muñeca.— Mmmj, creo que puedo ayudarte a que su cuerpo se adapte a ese poder que te robaste.— Me animó.
Mi pecho se llenó de una sensación de pánico y miedo al ver su sonrisa.
— Podemos esperar...— Intenté balbucear.
— Tiene que ser hoy, durante el solsticio de verano.— Daemon paso un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, y me miro directamente.— Con todos los dioses reunidos en un lugar será mucho más fácil eliminarlos o doblegarlos.—El castaño Intento razonar conmigo, como si fuera yo la que estuviera mal al querer tomar un descanso.—Pero te necesito en tu máximo potencial, ahora— Explico.
Se apartó de mi lado y se posicionó frente a mí. Alce la mirada para verlo a los ojos, pero sus ojos azules me devolvieron la mirada con dureza.
— No...—Murmure.
— ¿No?— Pregunto casi sonando confundido.— No le dices "no" al próximo rey de los dioses, preciosa.
No––Alzo la voz.
Los tres semidioses, hijos de los tres principales dioses del panteón griego, descendieron del cielo al recibir en pleno vuelo un mensaje de Iris de la protectora de la duodécima legión, Hazel la hermana de Nico, quien les informo que un ejército de monstruos se había reunido (sin mostrarse aún agresivos) alrededor de la barrera de protección. Cómo sí esperarán algo o alguna orden. Ya le había informado a Frank de la situación, él estaba en el campamento Júpiter, pero él tardaría en llegar desde San Francisco a Long island con toda la duodécima legión.
— Chicos, tenemos que volver al campamento.— Soltó Jason apenas llevaron a tierra para discutir toda la situación.— ¡los demás semidioses deben necesitar nuestra ayuda!
—¡Vamos! ¡Tenemos que ir, mi prometida está allí!— Exclamó Percy, Nico y Jason se giraron para mirarlo con una ceja alzada.—... Y los demás, los demás también son importantes.— Agrego como el que no quiere la cosa.
— Yo no puedo.— Hablo Nico por fin, luego de que Jason pasará algunos minutos juzgando a Percy con la mirada.—Debo seguir buscándola.
— ¿Qué? ¿Nico, estás loco?— Chillo Jason, alarmado.
— Creo que sé dónde está Ivy...— Murmuro inseguro y cabizbaja.
— ¿Cómo que sabes dónde está Ivy?— Le cuestionó percy, alterado.
— Siento que está tirando de mí— Nico llevo su mano hacia su pecho y apretó hasta arrugar su camisa.— Es como si estuviera llamándome.— Susurro.
— ¿Cómo mi conexión empática con Grover?— Pregunto percy, con cara de foca confundida.
— Algo parecido, yo...— Nico no supo cómo explicarlo, no quería decir que estaba escuchando la voz de Ivy en su cabeza. Pensarían que está loco y no lo dejarían ir.—Necesito ir con ella.
Nico miró a Jason y este rodeó los ojos para luego respirar hondo.
— No puedes ir en viaje de sombras, tengo la sensación de que necesitarás todas tus fuerzas. — Hablo sin ánimos para intentar detenerlo, solo por esta vez Jason se iba a hacer aún lado e iba a dejar que Nico tomara la decisión. Y como dijo hace mucho tiempo, él iba a apoyarlo siempre.— Necesitas un transporte, y no puede ser tu chófer, ese esqueleto está loco.
Nico sintió aliviado de que Jason no se opusiera a qué fuera a buscarla.
— Blackjack, amigo ¿Puedes por favor llevar a Nico?— Percy camino hacia su pegaso, este relincho y retrocedió con la sola mención de Nico.
El pobre pegaso solo había soportado llevar al hijo de Hades en su lomo con la presencia de su grandioso jefe, sin él no podría. Ni loco, ni por todos los Donuts del mundo mundial.
—No... No te pongas así, Ivy está en problemas, ¿No quieres rescatar a tu princesa?— Percy tomo el hocico del pegaso y lo atrajo hacia el para que lo mirara directamente a los ojos. El pegaso se sacudió ansioso, claro que quería salvar a la princesa del mar. Era su jefa bonita, le había llevado un montón de manzanas y siempre se aseguraba de limpiar su establo.
— Él no te hará daño— Le aseguro Percy y Blackjack sacudió sus alas.— Sí, sí, te traeré Donuts... pero, tendrás que venir rápido al campamento mestizo ¿Entendiste?
Luego de un montón de promesas de Donuts y caricias, Blackjack aceptó.
— ¡Iremos a ayudarte en cuanto podamos!— Chillo percy, incómodo por estar sentando sobre un espíritu del viento en forma de pegaso, esa cosa no era natural.— Nico, sé que no lo digo mucho, pero eres quizás el semidiós más fuerza que conozco— Percy aferro sus manos a Jason quien soltó un chillido.— ¡Si alguien puede ayudarla, eres tú! ¡Ayúdala...!
— Yo lo digo todo el tiempo, pero lo volveré a decir— Jason hizo mala cara al sentir que percy le aferraba con demasiada fuerza a él. Por alguna razón, el venti se sacudió de forma violenta y emprendió vuelo sin el permiso de su amo.—¡Estoy orgulloso de ti...!— Grito, aunque apenas se le podía escuchar con los gritos de Percy de fondo lanzando juramentos.
— ¡La haré!— Le grito Nico de vuelta, no estaba seguro si lo decía para Jason o si lo afirmaba para sí mismo.
Trataba de convencerse de que él solo podría ayudar a Ivy.
No importaba si venía con un ejército o como el príncipe del inframundo.
Él iba a buscarla como Nico di Angelo, no necesitaba un ejército.
Percy y Jason se fueron en el pegaso hecho por un espíritu del aire del hijo de Júpiter, y Nico se fue montando el pegaso más veloz del campamento mestizo en dirección contraria hacia San Francisco, el monte Tamalpais.
Percy no exageraba al decir que Blackjack era el pegaso más rápido del campamento mestizo.
Nico aterrizó en lo que sería las ruinas del monte Tamalpais, había una gran cantidad de monstruos por los alrededores, así que Blackjack lo dejo en un lugar algo apartado y un tanto oculto, apenas los pies de Nico tocaron la tierra el pegaso relincho y emprendió vuelo casi de inmediato.
El hijo de Hades cerro sus ojos y trato de concentrarse para encontrar el aura de Ivy entre tantos monstruos.
Los ojos oscuros de Nico se abrieron mostrando llamas púrpuras de pura rabia, concentrarse en el vacío negro que resultaban sus ojos cuando estaba enojado. Y la ira y furia que sintió en ese instante fue mayor a cualquiera que hubiera sentido antes. Sintió el aura de Ivy, humana, débil y brillante, lo que hizo su sangre arder fue qué muy cerca de su suave aura había una mucho más errática, fuerte, como una tormenta eléctrica; Cómo un dios. El dios de los estúpidos.
El hijo de Hades saco la espada de hierro Estigio de su funda atada a su cintura, apretó su mano alrededor del mango de la espada tan fuerte que sus nudillos se pusieron pálidos.
Hizo un viaje de sombras, su cuerpo se deshizo en la oscuridad.
Se concentró utilizando ambas auras como referencia de dónde aparecer, los encontró. Cuando su cuerpo volvió a ser corpóreo, se preparó para atacar de inmediato. Apenas abrió los ojos se encontró con Daemon despaldas a un par de metros de él, vestía como uno del panteón griego e irradiaba una sensación de poder casi divina.
Algo había cambiado en él, lo supo en un instante. Entrecerró sus ojos y se preparó para un ataque sorpresa.
Le iba a rebanar los huevos al hijo de puta. No iba a tener miramientos, ni mucho menos tener piedad con él.
Entonces el de rizos castaños se apartó ligeramente hacia la derecha, lo que hizo que Nico se tensara.
Entonces pudo ver el rostro de Ivy haciendo que su corazón contraído empezó a latir con locura. Vio sus ojos verdes, almendrados, cristalizados y su rostro totalmente en blanco, tenía las mejillas llenas de raspaduras y polvo. Parecía que había dejado de respirar por un momento, cómo si se hubiera paralizado en el tiempo. Daemon lo miro por encima del hombro con una sonrisa burlona.
— Sabía que vendrías, príncipe del inframundo.
Nico apretó su agarre en el mango de su espada y su aura de muerte se volvió más oscuro e intimidante.
— ¡Sufrirás el peor de los castigos, maldito hijo de perra!
— ¿En serio? Prefieres perder el tiempo matándome o...— Se hizo hacia atrás y se dio la vuelta para quedar de frente, entonces casi de inmediato Ivy cayó de golpe al suelo sosteniéndose el vientre.— Puedes quedarte con ella hasta que pase lo inevitable. Decide, Nico.
El rostro oscurecido por la rabia del hijo de Hades se suavizó en cuanto vio Ivy en el suelo, entonces sus ojos antes oscuros, tan intensos como la obsidiana, se llenaron de una luz de preocupación y miedo. Se tambaleó.
— I-Ivy...— A Nico se le quebró la voz, casi sonaba en agonía.
Daemon camino hacia el frente, paso al costado de Nico di Angelo a un ritmo casi alegre. Él no lo atacó.
Los ojos oscuros de Nico di Angelo igual que vidrios rotos, cristalizados por las lágrimas, estaban puestos en Ivy, y no podía importarle menos la presencia de Daemon. Ignoró al hijo de puta y paso de largo para correr con pasos torpes hacia Ivy.
Nico sintió que algo dentro de él se había derrumbado al ver el vientre de la rubia cenizo de ojos verdes con una mancha enorme de sangre, su vestido blanco estaba salpicado hacia abajo hasta el suelo. Nico se puso de rodillas y se quitó su chaqueta para arrancar las mangas de su camisa y ponerlas sobre el vientre de Ivy haciendo un poco de presión cómo un torniquete improvisado. La sostuvo entre sus brazos, colocó su mano temblorosa en la mejilla de Ivy quien se desmoronó de inmediato y cayó al suelo, parecía paralizada, cómo si no fuera capaz de asimilar todo lo que pasaba.
Fue hasta que sus ojos dieron con Nico que reacción y se desbordó en lágrimas que se deslizaron por sus mejillas llenas de pecas marrones.
— T-tranquila, todo estará bien, estoy aquí contigo.— Nico trato de hablar, pero su lengua se trababa. Se llenó de lágrimas y le temblaba la voz.—¡Te llevaré al hospital o con los hijos de Apolo o con el dios Apolo, yo solo...!
Nico estaba desesperado, quería gritar, llorar, destruirlo todo y a la vez esconderse y dormir hasta que su mente y corazón olvidarán.
Ya no podría soportarlo.
Ya no podría soportar perder a alguien que ama.
Ivy parpadeó múltiples veces, estiró su mano hacia Nico y apretó su agarre en el brazo del pelinegro.
— No, no hay tiempo...— Su voz sonaba ahogada y entrecortada, de su boca empezaba a brotar sangre.—Tienes que... Ir a detenerlo, solo por tu mano.
Intento decir, pero su voz se cortó cuando una tos surgió de su garganta.
— ¡No te voy a dejar!— El pelinegro la sostuvo con fuerza, abrazándola.
Nico se estremeció al sentir lo fría que estaba su piel contra la suya. Ivy tenía una temperatura natural normal de 37°, lo que es común en cualquier ser humano, en comparación con el que siempre estaba muy frío; Al sentir que Ivy estaba tan fría como un cadáver lo hizo querer llorar hasta vomitar.
— Tienes que hacerlo.—Le insistió Ivy en un hilo de voz.—No pienses en mí.
—No, no, no...—A Nico se le cerró la garganta, no podía hablar por qué era inmediatamente interrumpido por su propio llanto.— ¡¿Cómo me pides que no piense en ti?!— Grito sin aliento— ¡No eres justa conmigo!— Jadeo sin aliento, con voz rota.
— Lo siento, pero ya no hay más tiempo...— Susurro apenas.
Tiempo.
Siempre se trataba del tiempo.
Nico se arrepintió de inmediato de haberle gritado, no quería tratarla mal. Tomo su chaqueta de aviador del suelo y la colocó debajo de la cabeza de la rubia ceniza para que estuviera más cómoda, luego casi inmediato volvió a hacer presión en su herida y evitar el sangrado (hemorragia).
—No te disculpes, no quería gritarte...—Se disculpa tratando de volver a recuperar la compostura.—Todo va a estar bien.— Nico no supo si lo decía para ella o para el mismo.
La rubia llevó su mano hacia su pecho y jalo la cadena de su relicario de oro hasta tenerlo en su mano, tiro de él con la poca fuerza que tenía y se lo arrancó del cuello para dárselo.
—Toma.—Le extendió su relicario en su mano temblorosa que apenas podía alzar.— Tienes que ir, tienes que...— Intento insistir, pero se quedó sin aliento a mitad de la frase.
Nico recibió el collar en su mano, se trataba de un antiguo relicario de oro o guardapelos en forma de corazón.
Al abrirlo, esperando ver una foto, se encontró con un reloj aún funcional.
— ¿Qué es...?— Pregunto confuso.
Ivy puso su mano llena de sangre por encima de la de Nico para cerrar la suya alrededor del relicario.
— Por favor... Voy a estar bien.— la voz de Ivy apenas se escuchó.—Nico, si no lo detienes, va a destruir el Olimpo.
— ¡Me importa una mierda el Olimpo! ¡Nada es más importante que tú...!
La mano de Ivy rozó su mejilla, se sentía fría. Tenía la respiración lenta y pausada, ella apenas lo toco cuando su brazo perdió la fuerza y calló a su costado como peso muerto.
— Hazlo por mí, entonces.—Una ligera sonrisa se extendió en el rostro pálido de la rubia cenizo—Yo voy a ir a ayudarte en cuánto pueda...
Nico podía sentir la chispa de vida de Ivy desvanecerse lentamente.
Se le rompió el corazón.
— Solo mira como estás, no puedes pelear así...—Miro los ojos de Ivy y supo lo crucial que era esto para ella. No podía decirle que no. Apretó los labios y trato de sonar serio—Iré, y más te vale invitarme todas las cenas por los próximos cuatro meses en el Macdonald cerca de Long island.
Nico tomó las manos de Ivy y las puso sobre los retazos de su camisa para detener la hemorragia.
Se limpió las lágrimas e intento apagar sus emociones.
Reemplazando su mueca de dolor por una expresión sería y distante.
— Gracias, Nico.— Susurro con una sonrisa débil en su rostro.
— Me la debes.—Afirmo.— Voy a querer tu cuerpo a cambio.
Ivy soltó una risa dolorosa.
— Oye.— Le llamo apenas audible.—Te amo, chico mafioso.
Nico sintió su corazón derretirse, se vio tentando a volver a llorar, pero no lo hizo. Contuvo las lágrimas.
— Te amo, pecosa.— Nico se inclinó y beso la frente de la joven en el suelo.
Nico tomó su espada del suelo, antes de irse miro una última vez a Ivy y esta le sonrió como pudo.
Con las piernas débiles y temblorosas y el corazón en la mano, Nico salió de cueva. En cuanto puso un pie fuera y sintió el brillo cálido del sol sobre su piel, pudo sentir la muerte de Ivy caer sobre sus hombros como un balde de agua fría, se le cortó la respiración a la vez que sentía su corazón hundirse en su pecho, tuvo una sensación de vacío que le hizo tambalearse en su lugar, por un momento pensó que iba a caer, pero logro anclar sus pies al suelo. Estaba tan conmocionado que las lágrimas no salían de sus ojos, en vez de eso en un parpadeó estaba empapado de sudor frío por todo el cuerpo. Es reversible, se dijo a sí mismo. Había muchas maneras de traer a alguien devuelta a la vida.
Dio un paso adelante, aunque sus piernas se tambalearon, como si su mundo diera vueltas a su alrededor. Estuvo a punto de caer, pero ancló sus pies al suelo y se mantuvo de pie.
Volteó su rostro, miro la playa debajo de la montaña en dónde estaba. Allí estaba el castaño, caminado por la arena de la playa como si nada.
Entonces Nico di Angelo sintió toda tristeza volverse una aplastante y abrazadora sensación de furia que le quemaba los huesos. El suelo bajo sus pies se estremeció y el aura de muerte a su alrededor se volvió tan densa que los monstruos cercanos a él escaparon lejos de la fuente de aquel poder.
Apretó su mano alrededor de su espada e hizo un viaje de sombra.
Apareció a espaldas de Daemon en su propia sombra, la cual provocaba al caminar contra el sol de la mañana y sin mediar ningún tipo de palabras enterró su espada de hierro Estigio en su estómago. Empujó el mango de su espada hacia arriba para profundizar aún más la herida, la sangre llenaba las manos de Nico. La espalda del moreno sé arqueo a la vez que soltaba un jadeo sibilante, la hoja de tan oscura como la obsidiana lo atravesó por completo y saco de golpe. Daemon se tambaleó hacia adelante y Nico aprovecho esto para lanzar una patada en la parte trasera de sus rodillas haciendo que cayera arrodillado sobre la arena.
— ¡Debí hacer esto cuando te vi por primera vez...!— Su voz llena de rabia se escuchó lejana, como si se perdiera en el aire salado de la playa.
Nico no podría describirse a sí mismo como una persona violenta, pero en ese momento estaba tan furioso, se sentía impotente, triste y totalmente desconsolado que estaba fuera de sí mismo. Por eso cada corte, puñalada y golpe estaban cargados con toda la rabia y tristeza que sentía, no le dio tiempo a reaccionar o defenderse.
Solo se detuvo cuando sintió que su rostro y ropas estaban salpicadas de la sangre del bastardo de Daemon.
Se apartó y dio un latigazo con su espada para sacarle la sangre. No lo mató, no, dio los cortes indicados para darle una muerte lenta y dolorosa.
Nico se dio media vuelta, no sin antes escupirle encima como una última forma de demostrar su despreció y falta de respeto, entonces emprendió camino hacia el Monte Tamalpais, lo que para ver si Thanatos estaba allí para llevarse el alma de Ivy, si era así, entonces el idiota Daemon no sería el único en recibir una paliza ese día.
Sintió una ráfaga eléctrica recorrer su columna dorsal, Nico se giró a tiempo para colocar su espada frente el cómo un escudó. El rayo dio directamente contra la hoja oscura de la espada Nico, que pareció absorber su energía, aunque aun así pudo sentir el doloroso hormigueo de la electricidad recorrer su cuerpo. La onda expansiva de poder fue tan potente que hizo que sus pies se clavaran en la arena y por consecuencia retroceder a la fuerza a pesar de poner resistencia.
Nico escuchó un rechinido, incrédulo, sus ojos oscuros vieron como la hoja de su espada se agrietaba a lo largo del hierro Estigio, que era quizás el material más fuerte para un arma.
Apartó la vista de su espada, frente a él, a tan solo un par de metros, de pie, como si no le hubiera causado heridas de muerte, estaba el castaño de ojos azules, sosteniendo el rayo de Zeus.
—Rayos, realmente tienes rabia mucha contenida.— Se burló Daemon, sus ropas griegas estaban cubiertas de su propio sangré, pero las heridas ya no estaban en su piel.— Pero debiste apuntar al corazón.— Bramo.
Nico apretó los labios y frunció el ceño, apretando con fuerza su agarre en el mango de su espada. Envuelto alrededor de su mano derecha estaba el collar dorado, el relicario de Ivy.
— Te mataré las veces que sean necesarias, hijo de puta.
...
Hola chicos y chicas.
Lamento la tardanza, los exámenes en la universidad me están consumiendo.
Y creo que el final va a tardar más de lo que esperaba.
Hagan sus teorías de como creen que será el final.
Los comentarios y votos me motivan a escribir, así que denme sus opiniones
Aquí van algunos memes sobre el capítulo.
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