Capitulo 30
Visiones del pasado.
Recomendación; Vuelvan a leer los capítulos 15- 16 y 20-21 y 22.
Ivy estaba un poco desorientada, se balanceaba de un lado al otro como si estuviera borracha, mientras intentar caminar en dirección a lo que estaba casi segura de que era una de las muchas salidas del Tártaro.
Lo recordaba por las historias que le había contado Nico, si tenía suerte, podría llegar al Inframundo y luego a la superficie. Después de su pequeña expedición al pasado, proyección o visión (en verdad no estaba segura de cómo describir lo que experimentó). Se sentía realmente aturdida, el suelo le daba vueltas y estaba mareada.
En ese momento no estaba totalmente segura de lo que pasó, de todas formas no quería pensar en que había creado una paradoja en el tiempo y que ella misma provocó su futuro encuentro con Nico. Eso era raro, como muy, muy raro. No quería pensar sobre eso.
Por suerte no se encontró con ningún monstruo por el camino, su único obstáculo era la geografía del Tártaro que era realmente retadora para una chica pequeña que se tambalea cómo gelatina y choca contra todo lo que se pone a su pasó. Así que Ivy se cayó y rodó por el suelo una cuantas veces, se tropezó y tomo varios descansos durante su larga caminata.
Era casi como hacer senderismo extremo, solo que más caliente y horriblemente escabroso.
Ivy estaba en un viajezote, estar tan cansada y adormecida era casi como estar drogada. Así que empezaba a alucinar por la falta de agua y el extremo calor del ambiente.
Ella sabía que estaba deshidratada, conocía los síntomas.
Sus alucinaciones eran quizás demasiado realistas.
A su alrededor se libraba una batalla entre Titanes, dioses, monstruos que nunca había visto y cíclopes, a veces cambiaba y me mostraba batallas entre ejércitos griegos antiguos.
Extremidades volaban por los aires, gritos desgarradores y sangre por todo los lados. Todo parecía tan real que Ivy se encontró esquivando los ataques de los soldados griegos.
Estaba segura de que frente a sus ojos almendrados pasaron todas y cada una de las guerras más antiguas he importantes de Grecia; la guerra de Troya, la Titanomaquia y otras más.
— Me la estoy pasando bien raro...— Jadeo, esquivando una espada.
Eso de tomar del río de fuego no le quitaba la sed, y casi de inmediato la idea de ir a aquel río que te llenaba de una absoluta tristeza sonaba como un atractivo paseo por el parque; si bebía esa agua se sentirá mejor, claro que sí.
Cuando Ivy llegó a la orilla del río escucho a las almas perdidas jadear y murmurar cosas y de pronto ella por fin recordó como se llamaba; Era el Río Aqueronte, también conocido como el Río del Dolor, es uno de los ríos que fluyen en el Inframundo.
El lugar de castigo para muchos espíritus o algo así.
Sus aguas eran oscuras, vaporosas y pantanosas, mientras que su corriente tiene miles y miles de voces gritando, chillando de dolor y suplicando clemencia. A todas luces nadie querría beber de esa agua.
Es más, cualquiera que se atreva a tocar sus aguas o siquiera escuchar su corriente, se verá afectado por las malévolas voces, culpándolo de pecados atroces que nunca cometió, y mostrándole sus peores recuerdos, tratando de convencerlo de saltar al río y ahogarse entre las aguas.
Bueno, a Ivy le importaba un carajo si había un par de fantasmas allí. Acaba de comerse el corazón aun latiendo de un Titan, si algo le iba a caer mal en el estómago, pues que así sea.
La joven solo sacudió a las almas, y metió su cabeza en la orilla.
Luego de tragarse el agua con sabor a desesperación, saco su cabeza del agua poco salubre y tomo una gran bocanada de aire sintiendo como su cabello mojaba su camisa.
Parpadeo tres veces y se hizo hacia atrás, sintiéndose más despierta.
Por fin había aliviado un poco su sed, y aunque seguía bastante mal, luego de beber agua podría seguir con la visión un poco más clara y encontrar la salida del Tártaro. Mirando el río frente a ella, Ivy recordó cuando Eris la lanzó ese río... ¡El río Cocito! Ese río era alimentado por las lágrimas de los condenados. Con solo estar cerca te someterá en un estado de depresión. Si tocas el agua, bueno, Ivy sabía de qué eran capaces sus efectos.
¿Quién dice que una chica, semidiosa, medio muerta, no puede cruzar el lugar más peligroso del mundo?
¡Las mujeres pueden con todo!
— ¡Oye! ¡Tú!— Escucho una voz a lo lejos, alzo la cabeza y del otro lado del río me encuentro con una figura de frente a mí, conocida.— ¡Maldita mortal desagradecida! ¡¿Incluso iba a llevarte a la superficie antes del solsticio y tú me pagas así?!
Ivy achico los ojos para ver mejor a la figura del otro lado del río.
La reconocí de inmediato, pero decido hacerse la desentendida.
— ¿Y tú quien eres?— Pregunto Ivy con confusión fingida.
— ¡Soy Eris!— Exclamó la diosa de la discordia con furia, al otro lado del río que delimitaba el territorio de su madre. Ivy hizo una mueca.
— ¿Quién?— Volvió a preguntar.
La cara de la diosa se contrajo del enojo, apretó los labios y contuvo la respiración como si estuviera a punto de explotar de la rabia. Ivy, alucinante y cansada, quiso reír, pero se contuvo.
— ¡Soy Eris! ¡La diosa de la discordia! ¡La que inicio una guerra con una simple manzana dorada...!— Grito, la diosa de la discordia, haciendo señas a la vez que alzaba los brazos para dimensionar su conocida historia.
Estoy demasiado cansada como para pensar con sensatez; la valentía y la estupidez son dos caras de la misma moneda. Una parte de Ivy le decía que tenía que ser cuidadosa, bajar la cabeza y alejarse de la diosa, y la otra le gritaba que le diera una paliza por todas las cosas que la hizo pasar.
— Mmmjm... Ya te recuerdo, eres esa diosa loca que me trajo hasta aquí.— Soltó con simpleza, y un tono de voz relajado.— Y no pudo controlar a un simple semidiós.— Mencionó cómo si estuviera decepcionado de ella.—Sí que estás en tu peor momento ¿No es así?— Le cuestionó, con genuina curiosidad en su voz.
El rostro de Eris se desencajó.
— ¿Qué?— Jadeo y su expresión de sorpresa cambio a una de ofensa y furia.— ¿¡Cómo te atreves?! ¡No es mi culpa que se te haya ocurrido escapar!
— ¿No lo es?— Pregunto Ivy con incredulidad, girando levemente su cabeza.— Fue muy fácil la verdad, creo que incluso querías que me escapara.— Argumento y la diosa soltó un gruñido de frustración.
— ¡Se suponía que tenías que quedarte aquí hasta el solsticio!— Chillo con rabia, bajando sus brazos de golpe.
Ivy se sentó en la orilla, y puso sus brazos detrás de su espalda para apoyarse del suelo rocoso.
— ¿Y por qué no vienes a buscarme? ¿Tienes miedo?— Le cuestionó.
Eris jadeo ofendido y soltó una carcajada de amargura.
— ¿Miedo? ¿De una simple mortal? No me hagas reír.— Siseo Eris de forma amenazante.
— Entonces cruza el río.— Le alenté de forma tranquila.
Una sonrisa socarrona se cruzó por los labios de Ivy.
— Es tu oportunidad, estoy débil y alucinando.— La miré con mis ojos verdes almendrados con intensidad, y en un tono casi burlón solté.— O acaso... ¿Tienes miedo?
La vi dudar, y enojarse cuando se dio cuenta de que la miraba con burla por su actitud cobarde. Estando del otro lado del río, en territorio de su madre, Eris tenía especial fuerza y la frontera con ese lugar oscuro en el que reinaba Nyx era el río Aqueronte. Cruzar el río significa salir de la protección de su madre y enfrentarse a la brutalidad del Tártaro; por eso dudaba.
Alzó las comisuras de sus labios pálidos y agrietados en una gran sonrisa de pura satisfacción.
Entonces sentí una ráfaga de fuerza que me lanzo hacia atrás por los aires alejándome del río, caí al suelo dando vueltas por la tierra hasta detenerme por la falta de aceleración debido al golpe. Solté un quejido ahogado, y abrí los ojos con esfuerzo a la vez que soltaba un gruñido de dolor.
— Tenerte miedo, ¿Yo?— Sentí la presencia de Eris cerca de mí, parada detrás de mí.—Soy una diosa y tú una simple mortal, débil y flacucha.
Su voz sonaba con una renovada seguridad que antes bi flaquear.
Sentí que caminaba a mi alrededor mirándome con suficiencia.
— ¿En serio eres hija de Poseidón? Tu hermano era mucho más resistente y fuerte.— Me cuestionó, se burlaba de mí como si le hiciera gracias verme de esa forma.—Y tú... Bueno, no estás a la altura de los semidioses hijos de los tres grandes.— Se carcajeó de forma burlona con cierto tono amargo.
Me apoyé sobre mis antebrazos para intentar levantarme, pero no tenía fuerzas para levantar mi torso.
— Hablas demasiado.— Me queje con una sonrisita en mi rostro que provocó que Eris me miraba con resentimiento y envidia.
Una tos seca salió de mi garganta y choco contra la tierra roja del Tártaro, solté un pequeño gemido de dolor cuando logré ponerme de rodillas.
Antes de que pudiera levantar la cabeza, Eris tomo mi mentón con fuerza y lo alzó para obligarme a verla a la cara, apenas podía mantener los ojos abiertos, pero la sonrisa en mis labios no desvanecía con nada.
— Eres patética, tu único talento es brillar y lloriquear.— Escupió con tal fuerza que pude sentir lo mucho que me odiaba, intentaba herirme, lo sé por la forma en la que me miraba con superioridad.— ¿Por qué sonríes?
Me cuestionó de pronto, con una mueca de asco marcada en su rostro perfecto de deidad; Era tan hermosa como cruel y despiadada.
Una carcajada salió de mi garganta, la risa se deslizó por mis labios mientras el rostro de la diosa se contraía con total indignación por mi forma de actuar frente a una diosa.
— ¿Te crees mejor que todos verdad? Solo por qué dices que tu papi es uno de los tres grandes...— La diosa apretó su agarre contra mi barbilla, sentí sus uñas clavarse en la piel de mi rostro.
— No mejor que todos.— Acepto Ivy sin aliento, apenas respirando.
Volvió a reír con una chispa de malicia en su voz cansada.
—Solo mejor que tú.— Culminó con tanta seguridad que el rostro de la diosa se contrajo en una mueca de furia y total ofensa, y luego Ivy solo le guiño el ojo de forma sugestiva.
— ¡Mortal idiota!
Otra ráfaga de fuerza choco contra mi cuerpo, me lanzó hacia atrás por los aires de nuevo, al caer al suelo rodeé hasta llegar a la orilla del imponente río Aqueronte, donde las almas se estiraban para alcanzarme.
Las puntas de mis dedos estaban sumergidas en el agua.
Estaba aturdida, pero escuché el sonido de los pasos de Eris acercarse detrás de mí. Mire mi reflejo en el agua turbia del río, y un destello dorado cruzó mis ojos verdes.
Por un momento creí ver un rostro que no era el mío, en ese momento volví a sentir esa corriente eléctrica recorrer mi columna vertebral y todos los bellos de mi cuerpo erizarse. Pude sentir la mano de Eris acercarse a mi cabello para tomarlo, pero no la veía, mis ojos seguían fijos en el agua; Era cómo ser omnipresente, lo veía todo, pero de alguna forma mis ojos y mi mente aún no comprendían lo que pasaba.
Una ráfaga de agua parecida de un tentáculo salió del agua y se lanzó en dirección a Eris, haciendo una curva perfecta para evitar mi cuerpo. Esta se envolvió alrededor de su muñeca y la escuché gritar por la sorpresa, sentí el agua, arremolinarse debajo de mí y alzarme hasta ponerme de pie como si fueran las bases que sostienen a un puente mientras una sensación de éxtasis se extendía por mis venas.
El agua subió por el cuerpo de la diosa hasta llegar a su cuello, rodeándola por completo, aprisionándola mientras se esforzaba por librarse entre gritos.
Parecía que el agua se rendía ante mi influencia, Incluso la del Inframundo, cuando la llamé, me obedeció y vino a hacia mí formando un tridente.
Cuando mis manos se cerraron alrededor del arma sonreí.
—Creo que si soy hija de Poseidón.— Solté con cierta emoción en voz y ojos que se llenaron de brillo dorado.
Eris me miro con furia, apretando sus dientes como una animal asustada
— ¡Suéltame, maldita cucaracha!— Grito mientras forcejeaba contra el agua, las almas en ella se estiraban y pasaban sus manos por el rostro de la diosa, parecía ansiosa por castigarla.
— ¿Cuántas muertes has causado?— Le pregunté al escuchar a las almas del río recriminarle por todas las cosas que hizo, las muertes y guerras que provocó en nombre del caos y discordia, a veces solo por diversión.
Aunque Eris se sacudiera las manos de todas esas almas en pena no la dejaban ir y por alguna razón a Ivy le gusto verla sufrir a manos de aquellos que iba ves sufrieron por su culpa.
Alzó su tridente y el agua empujó a la diosa aún más lejos del territorio de su madre del otro lado del río, y no importa lo fuerte que gritara Eris, sus palabras se veían ahogada por el agua y los alaridos de las almas. Al nivel de la cintura de Ivy el agua se juntó y la llevo hasta la diosa con una infinita calma, cómo si no quisieran causarle molestias a su princesa.
— ¿Me preguntó si los dioses pueden morir ahogados?— Los ojos carmesí de la diosa de la discordia se abrieron por completo con terror al ver a la pequeña rubia cernirse sobre ella con ayuda del agua, sobrepasando los 2 metros de altura.— Bueno, habrá que comprobarlo.— Los ojos verdes de la semidiosa pasaron a ser dorados y sus mejillas se llenaron de estrellas por un instante en los que creyó que estaba frente a alguien diferente.
Por un momento pensó que estaba en presencia del mismísimo Cronos.
Eris sintió un terror primitivo que le calaba en los huesos y reducía su existencia a algo insignificante.
— ¡Espera! ¡No lo hagas! ¡Haré lo que quieras...! —El agua le subió por el cuello y se apresuró a entrenar en su boca.— ¡Un favor, cualquier cosa!— Dijo apenas y en un instante no pudo retener que el agua invadirá su cuerpo por completo.
Ivy hizo girar el tridente en su mano hasta quedar en dirección al rostro de la diosa de la discordia.
Una parte de ella disfruta el terror en los ojos de la diosa.
Disfruta escuchándola gritar.
— Cállate y muere.— Llevo su brazo hacia atrás para tomar impulso y la diosa cerro los ojos con fuerza.
— Pero que está pasando aquí.— Ambas se giraron para ver qué a unos metros de ellas se encontraba el rey del Inframundo, mirando incrédulo la escena.— Por mí.— Exclamó.
El agua salió tan rápido como invadió el cuerpo de la diosa, y está callo al suelo de golpe. En cambio, el agua abandonaba a la rubia con delicadeza en el suelo y se mantuvo cerca.
— ¡Hades, sálvame! ¡Somos amigos!— Grito Eris mientras tosía de forma escandalosa, para sacar las almas y el agua que se habían quedado atoradas en su garganta.— ¡Jugamos póker una vez juntos! ¿Recuerdas?
— Esa vez hiciste trampa.
— ¡Aquí no pasa nada!— Grito Ivy, con una sonrisa nerviosa en su rostro. De pronto se veía como ella misma otra vez, su versión más débil y lastimera, como una adolescente enferma. El agua bajo sus pies formó una gran mano que dio palmadas bruscas en la cabeza de Eris. — ¿Lo ve...?— Señalo lo amable que estaba siendo.
— ¡Mentira! ¡Trato de matarme! — Grito Eris, con la mano sosteniendo su cuerpo como si le fuera a caer.
—¿Cómo te atreves a levantarme falsos, diosa de segunda?! ¡Arréstela, arréstela por mentirosa ...!— Señaló a la diosa con un dedo acusador y una mueca de molestia y resentimiento.— ¡Además tú empezaste, me arrancaste un mechón de cabello con las manos!
— ¡Tú intentaste ahogarme!
— ¡Pero no lo hice! ¿No?
— Eris, vuelve al castillo de tu madre— Hades se alzó tomando su forma de dios, más intimidante y del tamaño de un Titán y señaló el otro lado del río Aqueronte.—¡Ahora...!
Eris miro asustada al dios y luego su miedo pareció incrementarse cuando miro a Ivy de reojo antes de tomar la falda de su vestido y salir corriendo, y desaparecer en una nube dorada.-
— Y tú.— Hades señaló a Ivy que trato de huir mientras el dios de la muerte y las riquezas estaba distraído.
La chica se detuvo y se giró a verlo con una sonrisa nerviosa, llevo sus brazos tras su espalda para verse lo menos intimidante posible.
Hades es hombre alto (mucho más ahora en su forma Titán), imponente e intimidante, de piel exageradamente blanca, intensos ojos negros que brillan como el alquitrán congelado, y una mirada salvaje y loca, mientras que su cabello negro le cae libremente sobre los hombros. Se parecía a Nico solo qué adulto y menos humano.
Además, Ivy estaba convencida de que Nico había sacado muchos más rasgos de su madre que de su padre.
— ¿Sí, señor?— Pregunto sintiendo que iba a desmayarse en cualquier instante.— ¿Se le ofrece algo?
Hades la miro con los ojos entre cerrados y arqueo una ceja.
— ¿Eres Ivy Arvanitis?
— Si— Respondió con la cara pálida y conteniendo arcadas.—Y usted es Hades, rey del inframundo... El padre de Nico?— La voz de Ivy se hacía cada vez más aguda y suplicante.
Cruzaba los dedos, deseado estar confundía y que ese no era Hades.
— Sí.— Afirmó el dios.
Ivy cerro los ojos pesadamente y soltó una especie de lloriqueo.
Había dado una muy mala impresión ¿Ahora como iban a llevarse bien? ¡No iba a dejarla estar con Nico si creía que era una delincuente loca!
¡Literalmente la había encontrado a punto de cometer Dios-cidio!
La rubia suspiró y tratado de peinar su cabello ondulado para verse lo menos desarreglada posible, sacudió su ropa y puso su mejor sonrisa en sus labios pálidos y agrietados.
—Hola, suegrito.— Alzó ligeramente la mano en forma de saludo.
Luego cayó de cara al suelo como peso muerto; Se desmayó.
Hades suspiró.
El dios se acercó a la chica, la tomo del brazo, la dejo de pie, pero cuando la soltó esta volvió a caer al suelo como si sus piernas estuvieran hechas de gelatina. Hades Intento lo mismo varias veces, pero la chica aunque estuviera semi-despierta no podía mantenerse de pie. Hades soltó un gruñido y llevo su mano a su cien, acaricio las arrugas que se formaban en su entrecejo, frustrado.
Sabía que su hijo la estaba buscando como loco en la superficie, no podía dejarla en el Tártaro para que se la comieran los monstruos. Las furias estaban demasiado asustadas como para salir ahora, por qué Nico estaba arrasando con los monstruos en la superficie sin ningún miramiento, y Hades supuso que si esta chica moría aquí se iba a poner peor; Y el ya no soportaría otra de sus etapas rebeldes (los 15 de Nico fueron salvajes y retadores para Hades).
Así que bajo su buen juicio llevo a la chica sobre su hombro y busco la salida más cerca del Tártaro, ya que allí no funcionaban los viajes de sombra correctamente.
Y todo hubiera sido más o menos tolerable si la niña moribunda no estuviera desvariando y tratando de chocar los cinco con él, felicitándolo por hacer a Nico cada cinco minutos.
— Buen trabajo haciendo a Nico, por eso siempre le doy ofrendas durante la cena.— Balbuceo Ivy mientras se mecía de un lado al otro cada vez que daba un paso.— Él es tan lindo y es amable, aunque finja que no lo es ... Y tiene unos ojos que son ¡Wow! ¡Y una sonrisa de esas que te roba el aliento! ¡Y es tan lindo! ¿Ya lo había dicho?
Hades puso los ojos en blanco.
— Sí, ya lo habías dicho.
— Oiga, me deja quedarme con Nico?—Le pregunto ilusionada, cómo si Hades le fuera a regalar a Nico a alguien tan inestable como ella.— ¡Yo lo mantengo! ¡Buscaré un trabajo y toda la cosa!— Le aseguro la chica en su hombro con emoción infantil.
— No.
— ¿Por qué?— Pregunto sonado dolía y con una mueca de tristeza.
— Porque quiero nietos lindos y tú eres fea.— Soltó Hades sin más.
Por un momento creyó que Ivy se había vuelto a desmayar, pero de la nada la escucho sollozar; En realidad estuvo llorando todo el camino al castillo, y cuando estuvieron dentro y Hades le pasó la carga a los zombies siguió llorando como Magdalena.
— Ya deja de llorar, mocosa molesta.— Dijo Hades, harto de escucharla.
El dios caminaba por los pasillos de su castillo, detrás de él estaba un grupo de zombies que llevaba a Ivy por qué esta no podía caminar. Hades iba dando órdenes a los esqueletos para que le dieran ropa y un baño a la semidiosa, además de un cuarto para que pudiera dormir.
— ¡Cómo no voy a llorar si me dijo que no podía quedarme con Nico, por qué soy fea, viejo idiota!— Chillo entre sollozos, limpiando las lágrimas que caían por sus mejillas.—¡Por qué es tan malo conmigo...!— Balbuceó tal cual como una mocosa de 4 años.
— ¿Cómo me llamaste?— Le cuestionó, ofendido.
Hades se giró para lanzarle una mirada asesina, pero se detuvo y al ver que la chica se había detenido y con ellos los zombies, de su nariz caía una cantidad preocupante de sangre que terminó formando un charco en el suelo debajo de ella.
Por primera vez Hades siento él aló de muerte que había alrededor de ella.
Se dio cuenta de que no solo tenía el aspecto de una moribunda; En efecto, su cuerpo estaba muriendo.
— Mmmjmm ...— Ivy puso su mano sobre su nariz y subió su cabeza para intentar defender la hemorragia.
Hades la miré en silencio, sin saber realmente como consolar a una niña. No tenía experiencia en ese ámbito, así que solo le dijo;
— Estás manchando mi piso.— Ivy soltó una pequeña risa. Hades se enderezó.— Llévenla a su habitación y que sé dé un baño, apesta a sangre y desesperación.— Chasqueo su lengua con asco, dándole una última mirada a la muchacha de aspecto débil.
— Lo siento.— Se disculpó Ivy, lo que provocó que Hades detuviera su andar en el pasillo, pero no sé giro.
Hades la escucho forcejear con los zombies, intentando que no la metieran en esa habitación.
—No puedo quedarme, tengo...— Dijo Ivy entre dientes, mientras intentaba escapar del agarre de los no muertos que solo seguían las órdenes de su rey—¡Tengo que ir a buscar a Nico...!
— ¿Por qué?— Le cuestionó Hades.
— Por qué lo amo y él a mí.— Soltó antes de perder el aliento por unos segundos.—Yo debería sentirme mejor, pero cada vez me siento más cansada, me cuesta respirar... Y, si voy a morir, me gustaría que fuera entre sus brazos.— Murmuró de tal forma que logro llamar la atención del dios.
¿Que acaso no le temía a la muerte?
¿O era que su miedo a morir no sobrepasaba su amor por Nico?
— Eres ... Una semidiosa bastante peculiar.— Hablo el dios.
— No, yo solo estoy enamorada.
Hades se dio la vuelta.
— No puedes irte, te vas a quedar y vas a esperar aquí.— Hablo con una voz autoridad, Hades miro de reojo a los zombies y dijo.—Encárguense de ella.–– Les ordenó.
Hades volvió a la sala del trono mientas escuchaba a la fémina hacer berrinche; Igual que su hijo.
Seguro eran tan para cuál.
Cuando volvió a encargarse de sus deberes y llamo a su hijo para que viniera de inmediato al Inframundo.
D
os horas después.
— ¿Dónde está? ¿Dijiste que estaba aquí?—Pregunto Nico, quien llegó corriendo a la sala del trono.
— Hola, para ti también hijo.— Nico le gritó que no tenía tiempo para las formalidades, ganándose una mirada sentenciosa del dios.—Te he educado mejor que eso.— Exclamó Hades.
— ¡Tú no me criaste!— Dijo casi en un chillo, pero Hades volvió a mirarlo mal. Nico cerro los ojos, respiro hondo y recobro la compostura; Después del sueño que tuvo con Ivy estaba demasiado ansioso.— Hola padre, ¿Cómo va el castigo eterno?
— Bien, gracias por preguntar.— Le respondió Hades, complacido.
— ¿Dónde está Ivy?— Volvió preguntar Nico, esta vez de forma mucho más respetuosa.
— Bueno, te sorprenderá saber que esta mañana sentí una perturbación poco común en el Tártaro. Así que fui a revisar, para saber que todo seguía en orden.— Le explico en un tono casi acusador, señaló a su hijo.—Y para mi sorpresa, me encuentro a una niña rubia dándole una paliza a la diosa de la discordia, dime hijo.— Nico abrió los ojos por completo y apretó los labios.— ¿Te suena conocida?
Nico sintió sus mejillas sonrojarse.
Una parte de él estaba totalmente orgullosa de Ivy, y la otra estaba avergonzado de que su padre la hubiera conocido a la chica que le gusta bajo tales circunstancias.
Él tenía planeado presentarla, claro...
Muchos años después, quizás cuando ya se hubieran casado y tenido hijos.
Muchos hijos.
— Sí, yo. — Percy alzó la mano, con una sonrisa tonta en su rostro.— ¡Esa es mi hermana!— Exclamó el moreno.
Hades puso los ojos en blanco e hizo una señal con su mano a los zombies.
— Traigan a la chica.— Pidió y los no muertos acataron la orden.
— ¿Por qué? ¿Está mal? ¿No puede caminar? ¿Ella está bien?— Pregunto Nico a su padre a la velocidad de la luz, luciendo, preocupado y ansioso.
Hades resopló.
Sabía que su hijo estaba buscando a la chica, Hazel lo mantuvo informado y el Olimpo estaba enloqueciendo por qué las moiras habían dicho que un antiguo dios renacía de las cenizas.
Todo estaba hecho un caos y empezaba temer por su hijo.
— Ella está bien, solo agotó sus fuerzas, se repondrá por completo en unas horas.— Explico y el rostro de Nico se alivió de inmediato, cerro los ojos y suspiro.— Si sobrevive, claro.
Nico se puso recto y abrió los ojos de golpe con una expresión de pánico.
— ¿Cómo que si sobrevive? ¿Dónde está Ivy?— Pregunto casi en un grito.
En eso los zombies que Hades había mandado a buscar a Ivy regresaron, se acercaron al otro y uno de ellos le susurro algo al dios que desvío sus ojos oscuros hacia su hijo mayor.
Nico oscureció su mirada y sintió que su cuerpo empezaba a temblar.
— ¿Dónde está?— Exigió saber.
— Te lo diré.— Aclaró Hades, recostó su espalda del trono y dijo — Pero antes jura por la laguna estigia que no vas a hacer berrinche cuando te lo diga.—Puso una condición.
— Yo nunca...
Hades alzó la mano para que dejara de hablar y Nico cerro sus labios.
— Recuerdas esa vez que trajiste a tu novio ese, el plebeyo hijo de Apolo, y te molestaste conmigo por qué le dije servidumbre.— Le cuestionó y Nico asintió con la cabeza.—Quemaste el Inframundo Nico, y eso no es posible —El dios del Inframundo señalo una ventana y a través de ella aún podía ver una excepción pequeña del Hades ardiendo.— Aún está ardiendo si no lo notaste.— Le recordó y Nico rodeó los ojos de forma casi ofendida.
No había sido para tantos, Hades era un exagerado. Pensó Nico.
— Bien, bien... Prometo por la laguna estigia que no haré berrinche— Juro y el rey del inframundo puso un atisbo de sonrisa en sus labios.
— Tu noviecita se escapó, hace como 10 minutos. — A Nico se le cayó la mandíbula por la simpleza con la que lo dijo su padre.— Quizás aún puedas encontrarla, camina lento y seguro te está buscando.— Mencionó, pues no había pasado mucho tiempo desde que se fue, el dios alzó un pedazo de papel en su mano— Y dejo está nota.
El dios del Inframundo Llevo el papel cerca de su rostro y leyó.
— Dice; Querido rey del inframundo, Hades, gracias por la hospitalidad y la ambrosía, lamentó haberlo llamado viejo idiota, no creo que sea idiota, por cierto buen trabajo haciendo a Nico, él es genial, posdata; Gracias por la ropa limpia, le debo un favor enorme. Con cariño Ivy Arvanitis.— Hades hizo desaparecer la nota en su mano y se apoyó del reposabrazos de su trono, se le notaba agotado.—Otro legado de Apolo, debes tener algo en contrá del dios.— Soltó con cierta amargura en su voz gruesa.
— Eso suena como Ivy.— reconoció Jason y Percy le dio la razón.
Nico estaba apretando los labios y los puños; parecía que iba a ponerse a gritar en cualquier momento.
— No, no puedes gritar, cuenta como berrinche — Le recordó Hades.
Nico se tragó todo su veneno y una sonrisa forzada cruzó sus labios.
— Gracias, Padre.— Le agradeció mientras temblaba de la rabia.
El pelinegro se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la salida del castillo.
— Sí, portante bien.— Le ordenó, como si Nico fuera a escucharlo.
Hades miró a su hijo marcharse, en otro momento hubiera obligado a Nico a quedarse en su habitación para evitar que algo malo le pasará, claro, él habría encontrado una forma de escapar. Pero esta vez no lo hizo, lo vio marcharse aún sabiendo que su vida estaría en peligro; Esperaba que Nico viviera una vida larga, estaba orgulloso de él y era el único de sus hijos que había vivido tanto.
Por un momento sintió esa sensación de querer detenerlo, nostalgia, miedo y preocupación que se esforzó por ocultar bajo una expresión fría.
Hades apretó sus puños contra él, reposabrazos de su trono.
La voz del hijo de su hermano lo saco de su estado ensimismado.
— Gracias, señor Hades. — Jason hizo una reverencia y salió corriendo detrás de Nico.— ¡Adiós...!
— Sin rencores por la última vez que nos vimos.— Mencionó Percy.
Hades hizo una mueca y señaló la salida, si soportaba a esos niños era solo por su hijo. Nada más.
— Ya lárgate de aquí.— Exclamó.
Percy dio un salto y salió corriendo, no sin antes gritar;
— ¡Bye, tío!
Ivy no tardó demasiado en encontrar una forma de escapar, los zombies estaban medio tontos. Lo único que realmente le costó fue recuperar las fuerzas para conseguir levantarse.
Estaba muy cansado y débil.
Quizás pelear con Eris no había sido la mejor de las ideas.
Pero no sé arrepiente.
Durante su estado bajo la influencia de Afrodita, Nico le había contado las formas en las que solía escaparse de su padre cuando esté tuvo su etapa sobreprotectora haces unos años.
Había Miles de pasadizos para salir del inframundo y Nico los conocida todos como la palma de su mano.
Nico dijo mientras crecía empezaba a parecerse cada vez más a su madre, la señora María di Angelo, lo que por alguna razón terminó por despertar sentimientos protectores de parte de su padre o algo por el estilo.
Por eso logro encontrar una de esas famosas rutas de escape, para su mala suerte la salida estaba colapsada por lo que tuvo que cavar con sus manos desnudas. Se tardo alrededor de 10 minuto, ella nadadora, no era de estar bajo la tierra cómo Nico.
Así que igual que un zombie Ivy emergió, abriéndose paso con sus manitas, logro sacar su cabeza y manos, pero se quedó atascada cuando llegó a sus caderas.
––¡Maldita sea...!––Chillo, frustrada aunque aliviada de cierta forma por poder tomar aire fresco de nuevo.
La luz del sol la hizo sentir un poco mejor en cuanto dió contra su piel, y el aire frío contra su rostro alivio la sensación ardiente que dejó el Tártaro en todo su cuerpo. Antes de que Ivy pudiera darse cuenta sintió como unas manos fuertes tomaron por debajo de la brazos y la ayudaron a salir por el agujero en la tierra.
––¿Nico?––Balbuceó llena de esperanza, se giró, pero se encontró con un rostro que no se esperaba ver.
Y una sonrisa brillante.
––Lamento decepcionarte, preciosa.
––¿Daemon?––El chico me ayudo a ponerme de pie, vestía una túnica griega blanca con detalles azules resaltando su atractivo natural.
La rubia estaba confundida, no comprendía que hacía Daemon a la mitad del bosque vestido así.
––Ivy, que bien que te encuentro––Me sonrió y sus ojos azules parecieron iluminarse, tan intensos y hermosos como recordaba.––¿Te encuentras bien? ¿Tienes alguna herida?
Intenté caminar hacia atrás, tenía las piernas entumecidas, trastabille, pero antes de caer al suelo Daemon tomo mis manos entre las suyas para darme la estabilidad que necesitaba.
––Yo...––Balbucee, y lo mire de vuelta.––Estoy bien, pero tú.
––¿Que pasá?––Le pregunto con una sonrisa amable y ojos brillantes.
Ivy miro sus manos, fue cuando se percató de que no traía puesto los guantes que Nico le había regalado.
Habían quedado destrozados en el Tártaro y los sirvientes de Hades me los quitaron por qué ya no eran más que trapos en mis manos. Por lo que la piel sensible de mis manos estaban en contacto directo con las ásperas y frías de Daemon.
De inmediato supe que perdía el control de mi visión.
Ivy no tardó demasiado en encontrar una forma de escapar, los zombies estaban medio tontos. Lo único que realmente le costó fue recuperar las fuerzas para conseguir levantarse.
Estaba muy cansado y débil.
Quizás pelear con Eris no había sido la mejor de las ideas.
Pero no sé arrepiente.
Durante su estado bajo la influencia de Afrodita, Nico le había contado las formas en las que solía escaparse de su padre cuando esté tuvo su etapa sobre protectora haces unos años.
Había Miles de pasadizos para salir del inframundo y Nico las conocía todos como la palma de su mano.
Nico dijo mientras crecía empezaba a parecerse cada vez más a su madre, la señora María di Angelo, lo que por alguna razón terminó por despertar sentimientos protectores de parte de su padre o algo por el estilo.
Por eso logré encontrar una de esas famosas rutas de escape, para su mala suerte la salida estaba colapsada por lo que tuvo que cavar con sus manos desnudas. Se tardó alrededor de 10 minuto, ella nadadora, no era de estar bajo la tierra cómo Nico o Hazel.
Así que igual que un zombie Ivy emergió, abriéndose paso con sus manitas, logro sacar su cabeza y manos, pero se quedó atascada cuando llegó a sus caderas.
— ¡Maldita sea...!— Chillo, frustrada aunque aliviada de cierta forma por poder tomar aire fresco de nuevo.
La luz del sol la hizo sentir un poco mejor en cuanto dio contra su piel, y el aire frío contra su rostro alivio la sensación ardiente que dejó el Tártaro en todo su cuerpo. Antes de que Ivy pudiera darse cuenta, sintió como unas manos fuertes tomaron por debajo de los brazos y la ayudaron a salir por el agujero en la tierra.
— ¿Nico?— Balbuceó, llena de esperanza, se giró, pero se encontró con un rostro que no se esperaba ver.
Y una sonrisa brillante.
— Lamento decepcionarte, preciosa.
— ¿Daemon?— El chico me ayudo a ponerme de pie, vestía una túnica griega blanca con detalles azules resaltando su atractivo natural.
La rubia estaba confundida, no comprendía que hacía Daemon a la mitad del bosque vestido así.
— Ivy, que bien que te encuentro—Me sonrió y sus ojos azules parecieron iluminarse, tan intensos y hermosos como recordaba.— ¿Te encuentras bien? ¿Tienes alguna herida?
Intenté caminar hacia atrás, tenía las piernas entumecidas, trastabille, pero antes de caer al suelo Daemon tomo mis manos entre las suyas para darme la estabilidad que necesitaba.
— Yo... — Balbucee, y lo mire de vuelta.— Estoy bien, pero tú.
— ¿Qué pasa?— Le pregunto con una sonrisa amable y ojos brillantes.
Ivy miro sus manos, fue cuando se percató de que no traía puesto los guantes que Nico le había regalado.
Habían quedado destrozados en el Tártaro y los sirvientes de Hades me los quitaron por qué ya no eran más que trapos en mis manos. Por lo que la piel sensible de mis manos estaban en contacto directo con las ásperas y frías de Daemon.
De inmediato supe que perdía el control de mi visión.
De pronto me encontré en el bosque frío del campamento mestizo, lo supe de inmediato por las luciérnagas que volaban a mi alrededor, típicas del bosque hechizado del campamento.
Busque con la mirada a mí y repare en la figura de Daemon, se veía muy tranquila mientras tarareaba una melodía con silbidos, estaba sentado sobre un tronco viejo mientras sacaba filo a una vieja daga, me pregunté que hacía solo en el bosque. Eso era peligroso, con todos los monstruos que se esconden allí.
Entonces recordé que realmente no había visto que Daemon hubiera hecho amigos en el campamento, es más, ni siquiera lo veía durante las comidas o en otras actividades.
Siempre estaba en el bosque o lejos de los demás campistas. Quizás era cierto que no le agradaba el lugar y no sentía que encajara con el resto de mestizos.
— Debí prestarte más atención...— Murmure, sintiéndome algo culpable.
Por lo que sé, Daemon ni siquiera fue reconocido por su madre o padre divino. Pobre chico, es una lástima.
Entonces una luz azul apareció sobre la cabeza de Daemon. Se sintió como si un balde de agua fría callera sobre mi cabeza, mi pecho se llenó de una inquietante sensación de miedo y mis piernas temblaron, amenazando con derribarme al suelo de nuevo.
Un lazo se apretó alrededor de mi garganta y me cortó la respiración.
El símbolo del rayo.
Daemon, hijo de Zeus.
Una exclamación femenina de sorpresa llegó a mis oídos, seguida del sonido de una cesta cayendo al suelo musgoso del bosque. Creí que aquel grito había sido mío, pero al girarme en la dirección del sonido, mi sorpresa fue mayor al encontrarme con Olivia, la hija de Deméter, a la que había abierto en la enfermería del campamento mestizo para descubrir el motivo de su muerte temprana.
— ¡Oh, dioses!— Las flores que Olivia llevaba en la cesta se desparramaron por el suelo, ella se arrodilló cómo era costumbre cuando un mestizo era reconocido por su padre divino.— ¡Salve Daemon...! Daemon, Diablos, no recuerdo tu apellido— Balbuceó Olivia con nerviosismo, la pobre pareció intentar recordar el apellido de Daemon, pero al final se rindió.— Bueno, qué más da... ¡Salve Daemon hijo de Zeus! — Dijo finalmente.
La chica se levantó y sacudió sus rodillas, se volvió a agachar antes de empezar a recolectar las flores que se cayeron para devolverlas a la cesta de mimbre aún en el suelo.
— En hora buena, casi nunca hay mestizos hijos de Zeus.— Murmuro distraída, recogiendo las flores.— Debes ir a hablar con Quiron, este es todo un evento... seguro habrá alguna loca profecía a tu nombre pronto, Tú.— La garganta de oliva sé cerro, y se paralizó.
En cuando la hija de Deméter alzó la cabeza, se encontró con el castaño de pie a unos pocos pasos de ella, estaba demasiado cerca, y con la oscuridad del bosque lo único que podía ver de su rostro eran sus brillantes ojos azules. De modo en que se veía un poco aterrador; Demasiado.
Olivia tragó saliva.
— Mmm... Bueno, quizás seas también legado de Hades.— Murmuro Olivia de forma cautelosa, tomo la cesta y se levantó. Aun así, le llevaba a la altura del pecho a Daemon, quien era muy alto en comparación. La puso mucho más nerviosa el hecho de que el chico no hablara, solo la miraba en silencio — Yo, ya me voy yendo... Adiós.— La fémina señaló un lugar detrás de ella, nada en específico.
— No debiste haber visto eso, pequeña Olivia.
Daemon sonrió, dio un paso adelante y Olivia dio uno hacia atrás.
La chica parpadeó tres veces y trato de disimular el miedo en su rostro.
— Oh, si sabes mi nombre... Ja, ja, ja.— Balbuceó y se dio la vuelta para marcharse.— Bueno, ya me voy.
Olivia estuvo a punto de echarse a correr, cuando Daemon la tomo por la parte de atrás de su camisa y la jaló hacia él, Olivia soltó un grito, pero él le cubrió la boca con su mano.
Ella se sacudió, pataleo y lanzó golpes, pero Daemon era demasiado fuerte.
—Por tu culpa no podré quedarme más tiempo en el campamento.— El castaño la empujó contra uno de los árboles, haciendo que la espalda de Olivia chocara con fuerza contra la corteza de uno de los árboles, sacando el aire de sus pulmones de golpe.
— Sabes lo mucho que me has complicado las cosas.— Gruño con furia, puso su mano alrededor del cuello de la hija de Deméter y la tomo con tanta fuerza que despegó sus pies del suelo. Apretó el cuello de Olivia y ella golpeó sus manos, pero no causo ningún efecto sobre él.
—¡Suelta...!— Dijo apenas, mientras se quedaba sin oxígeno. Olivia buscó los ojos de Daemon, buscando algo que le dijera que bromeaba, que solo era un juego, pero solo se encontró con una electricidad y furia aterradora en sus ojos azules intensos que destellaban como relámpagos. Iba a asesinarla.
— ¡No...! ¡No! ¡Suéltala!— Ivy se lanzó en contrá de Daemon, pero su figura lo atravesó y callo al suelo.— ¡Detente...!
Ivy golpeó el suelo impotente, viendo cómo las enrededaderas que salían de la tierra se arremolinaban alrededor del cuerpo de Daemon y lo apretaba para intentar que suavizara su agarre.
El hijo de Zeus no sé detuvo, aunque Olivia empezaba a ahorcarlo con la ayuda de las plantas.
Daemon Apretó aún más su agarré en el cuello de la chica, los ojos de Olivia se inyectaron en sangre y su rostro se puso azul cuando la sangre dejo de llegar a su cabeza, sus brazos cayeron si fuerzas a sus costados, entonces dio un último intento por respirar.
—¡Detente...!— Grito Ivy entre llantos, cubriendo sus oídos.
Entonces un sonido atravesó sus manos que cubrían sus oídos.
Sonó... como si hubieran roto por la mitad un trozo de apio o mejor dicho;
Cómo si hubiera roto a la mitad un hueso, como una ramita.
Ivy apretó su mano alrededor de su pecho. Un grito de dolor desgarrador se escapó de su garganta, seguido de un llanto lleno de dolor.
Abrió sus ojos de nuevo, era de día y al instante se encontró con los ojos azules intensos de Daemon.
No podía creer que esos ojos llenos de amabilidad para ella hubiera mirado de forma tan cruel a Olivia mientras asesinaba a sangre fría. ¿Por qué? ¿Por qué había hecho algo como eso?
—No, no, no...— Negué con la cabeza mientras sollozaba, me deshice de su agarre en mis manos y retrocedí.
— Sí, lo siento nena.— Se disculpó dándome una sonrisa que mostraba cierto grado arrepentimiento y burla.
Daemon se acercó a mí, intento abrazarme, pero me sacudí.
— ¡Suelta-Me...!— Me safe de su agarré y tomé la falda de mi vestido y la alcé para empezar a adentrarme en el bosque.
Aunque en mi estado, apenas podía caminar. Por lo que Daemon solo tenía que caminar para alcanzarme.
— Lo siento, pero tienes que venir conmigo.—Me tomo de la muñeca y me jaló, pero le arranque mi mano con fuerza.— Me facilitaste las cosas. Gracias a ti Eris no cumplió su parte del trato, así que no le debo nada.
Me detuve y me giré para verlo.
— ¿Eris? ¿Fuiste tú?
— Lo siento, preciosa.— Se disculpó con un tono suave.—Pero tenía que encontrar una forma de sacarte del campamento.— Me explicó.
— ¿Por qué?
— Tú y yo, te necesito para cumplir mi destino.— Extendió su mano hacia mí, y me dio una cálida sonrisa llena de amabilidad— Seremos los nuevos reyes, preciosa. Vamos Ivy, hay que quemar el Olimpo juntos.
Una tentadora propuesta.
— ¡Vete al diablo!— Gruñí con furia, me di la vuelta y choque contra una superficie dura como una pared.
Retrocedí y cubrí mi nariz adolorida, alce la cabeza y mis ojos verdes se encontraron con un cíclope enorme con una expresión agresiva.
—Maldición...— Balbucee.
Entonces todo se volvió negro.
Holaaa chicos y chicas.
Lamento la tardanza, la universidad me está consumiendo.
Los votos y comentarios me hacen querer escribir, así que dejen sus opiniones sobre el capítulo.
Aquí unos memes.
Bye bye.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top